viernes, 30 de diciembre de 2011

HAPPY NEW YEAR. REFLEXION PARA LA RENOVACIÓN.

Aquella mañana el sol inundaba generosamente ese lugar de trabajo que denominamos aula de clase, en un abril primaveral por estas tierras del Sur. Faltaban escasos minutos para que sonara el timbre que anuncia el cambio de materia, cuando una de mis alumnas, generalmente algo tímida en su trato diario, se me acerca y con una sonrisa, similar a la que deben lucir los ángeles, me plantea una pregunta. “Profe (en realidad me llamó por mi nombre, gesto que agradezco) hoy cumplo dieciocho. ¿Cómo va eso de la mayoría de edad?” Tras hacerle explícita mi alegría y felicitación con un beso, le comenté “¿Y tú, cómo te sientes?” “La verdad, José Luis, pues igual que ayer”. “Pues ya ves, anoche, un minuto después de las doce, pasaste a una situación jurídica diferente de la que poseías antes de sonar las doce campanadas, en la transición a un nuevo día. Aunque para ti todo siga igual o casi igual, como lo fue ayer”.

Traigo a colación este breve, pero grato, recuerdo, porque, a poco de unas horas, finaliza un año y comienza otro, con un dígito diferente en el calendario para su cronología. La escenografía del evento es suficientemente conocida. Campanadas cantadas en la Primera u otra cadena mediática. También, suenan los doce avisos en las plazas principales de todas las ciudades, grandes y pequeñas, en el jolgorio purificador y ritual de la fiesta hotelera o en ese lecho doliente, donde se cuida a un cuerpo con problemas varios. Vítores, confetis, uvas o cava, entremezclados con esos petardos y trompetas desde los balcones y terrazas, todo ello con sabor a fiesta regada con los besos, parabienes y abrazos para la ilusión. Nuevo Año, con el firme compromiso de cambios para la mejoría o el mantenimiento de nuestro equilibrio personal. Nobles propósitos que casi todos nos hacemos, con un listado que siempre mantiene un inteligente perfil, aunque cada anualidad goza o cambia con alguna nueva incorporación. Ese deporte, saludable para nuestro organismo, con la firmeza de un ritmo cíclico que nos prometemos no abandonar. Modificaciones en la alimentación, a fin de potenciar la racionalidad, sobre otros incentivos, golosos, apetecibles y sustitutivos para los sentidos y el ánimo. ¡Cómo no, el bilingüismo! Con ese liderazgo, incuestionable y globalizador, del study or learn English, hegemónico en el intercambio comunicativo para casi todos los aspectos de nuestra convivencia. ¡Si don Miguel levantase su prodigiosa cabeza (en su faceta intelectiva, lógicamente) jugoso sería escuchar la opinión que nos transmitiría al respecto! Aclaro al personaje. Don Miguel de Cervantes Saavedra, por supuesto. No faltan tampoco las reformas pendientes en el hogar o vivienda que entrañablemente nos acoge. Obras de albañilería, tantas veces proyectadas y otras muchas pospuestas, por motivaciones varias. “Y de este año no pasa! Haremos un crucero por el mar Mediterráneo o por las ciudades nórdicas del frío y la nieve, como tantas veces nos ha comentado en su experiencia la vecina del tercero C o el compañero Ignacio, de la gestoría donde trabajo”. Sí, la lista es larga, repetitiva e incumplida en muchos de sus apartados, anualidad tras anualidad, por todos esos motivos que justifican la inacción sobre la decisión de la operatividad, en nuestras conciencias y voluntades.

¿Qué diferencia real existe entre un 31 de diciembre y el primer día de enero, para el discurrir de nuestras vidas? Básicamente, el evento del cambio de Año sólo supone la continuidad de los ciclos temporales con el comienzo de una nueva anualidad. Es la convención tradicional de la estructura del tiempo, siguiendo la rotación y traslación de nuestro Planeta alrededor del Sol. ¿Somos diferentes entre una y otra fecha? Obviamente, no. Sin embargo, esta estación fronteriza, en los 365,25 días de cada ciclo, nos ofrece la oportunidad de una reflexiva parada, observando y resumiendo el ayer, programando y proyectando cambios, necesarios e ilusionantes, para el mañana.

Tal vez, en algún momento de la inflexión de ese jolgorio escénico, en la madrugada del 31, echamos una ojeada sobre los últimos doce meses en que la vida nos ha concedido participar. Y se hace presente, en nuestro recuerdo, aquel listado de personas, familiares, amigos y conocidos, con desigual significación y vinculación, que hoy ya no nos acompañan. Adquirieron un billete de ida, cuyo destino sólo ellos conocen. El paso del tiempo puede acomodar los sentimientos, aunque difícilmente borra la memoria del perfil que les identifica. Traemos también a la memoria esas otras personas que comparten con nosotros el dulce y complicado néctar de la amistad. ¡Madre mía, a cualquier relación se la concede ese preciado título que significa, realmente, pensar en el otro por encima, incluso, de ti mismo! Ocurre algo parecido al de otro gran valor para lo humano, como es el de la libertad. Conceptos degradados y tergiversados, hasta el plano cósmico (he estado tentado a escribir la palabra cómico) de la irrealidad. En las alforjas vivenciales, siempre hay amistades que enriquecen nuestro patrimonio y otras que abandonan ese cortijo, masía o caserío de nuestras querencias. Pasan igualmente por la retina el órdago críptico y degradado de los políticos y los economistas, aquellos que nos gobiernan, en esta aldea global para sus intereses espurios y egoístas. Percibimos la ansiada esperanza en la naturaleza, ese paraíso terrenal atacado desde uno y mil frentes, por la impericia, el descontrol y la carencia de racionalidad en las respuestas de una gran mayoría de sus pobladores. Nos tranquiliza y admira el honesto proceder de todos aquéllos que aman y cumplen cívicamente con el positivo trabajo que desempeñan, aportado día tras día al colectivo social. A todos, pero de manera especial, aquéllos que hemos estado, o permanecen activamente, vinculados al entorno de la educación, nos preocupa la formación de las nuevas generaciones que habrán de tomar el relevo en todos los mandos del organigrama social. Frente a esa preocupación, por la desorientación de tantas familias en la educación de sus hijos, alienta la esperanza y convicción de que en ellos está la alegría y confianza para las sucesivas hojas de ese almanaque impasible, en su necesidad, de caminar siempre hacia adelante. Y así, una larga sucesión de imágenes, hechos y acontecimientos de los que somos protagonistas u observadores pasivos por su influencia, heterogénea y desigual, en nuestras vidas.

Tras beber un nuevo sorbo de sidra o cava, admirar esos simpáticos y alegres antifaces bajo gorros fucsias, azules o cromados, en medio de una acústica ensordecedora de trompetillas, matasuegras y danzas oscilantes de brazos, cinturas y generosos y orondos traseros. Tras mostrar acomodada y teatralizada atención a esa historia por enésimas vez narrada, entre suspiros, de la abuela por su Manolo, en aquél Fin de Año inolvidable para su memoria. Cuando el colapso de la telefonía, a las doce y un minuto, va dejando paso a la intercomunicación (móviles, ordenadores y tabletas) de parabienes, deseos y frases ingeniosas, miramos, si el ruido nos lo permite, hacia ese listado de propósitos y cambios que con firmeza, ayudada por los grados permisibles de la copa, nos proponemos emprender en nuestra trayectoria, a partir de mañana. Día Nuevo tras la Noche Vieja.

Comentaba, al inicio de esta reflexión, que, en ese listado para la renovación, aparecía la práctica regular del ejercicio físico, el aprendizaje ¡esta vez ya en serio! de ese idioma necesario para la profesión, ocio u otra necesidad, el cuidado de la dieta, a fin de controlar esos gramos que se transforman en kilos para el riesgo corporal, algunas reformas pendientes en un hogar que se ha ido llenando de achaques, por el uso continuo y descuidado de sus dependencias. Ser más agradable con los demás…… Y de pronto, cuando la “fiesta” comienza ya a decaer, próximas ya las manecillas a las dos de la madrugada, te “asalta esa vena altruista y generosa que todos llevamos bien guardada en ese ático a cien escalones de nuestro corazón. ¿Y si le llamo y limamos asperezas? Por cuatro tonterías de niños pequeños, rompimos ese puente relacional que, sin duda, él y yo hemos lamentado, en más de una ocasión. Él por mí y yo por él, ambos egos nos han mantenido alejados en la oscuridad necia de los silencios.

Mientras tanto, continúa la tele emitiendo esas canciones enlatadas de artistas famosos, todo muy bien escenificado y grabado a finales de Noviembre. O aquel otro personaje que, en el cotillón contratado a instancias de la señora, anhela con disimulo que toda aquella falsa parafernalia llegue a su término, pues esa tercera copa de cava le ha roto los equilibrios orgánicos, por una cena demencial para sus moderados hábitos alimentarios. Y no es cosa de levantarse para ir al servicio de nuevo, por el qué dirán los restantes matrimonios de mesa, compañeros de salida los viernes en la noche. Y la orquesta sigue reclamando participación en la pista de baile, interpretando una de Bisbal, dos treinta y cinco de la madrugada, tras un recio y castizo pasodoble que animó a muchos de los presentes incluso a entonar.

¿Renovación? ¿Continuidad? Creo, sinceramente, que la grandeza en la opción se halla en el punto medio del equilibrio. Ese día 1 en poco se tiene que diferenciar de su vecino, el 31. Y es positivo, nadie lo debe dudar, el plantear o programar proyectos. Pero habrá que hacerlo bajo el férreo protagonismo de la voluntad. Buscar razones y argumentos para el hacer y el cambiar. No de una forma alocada y de huída hacia delante. Sino aplicando y compensando la valentía de la aventura con la prudencia templada de lo racional.

Camino ya de casa, mientras conduce el Skoda, Sebas le dice a su joven esposa una frase (son las tres y quince del Nuevo Día) bajo un cielo limpio donde lucen, coquetas y brillantes, algunas estrellas. Margot, algo somnolienta y aún sudorosa, asiente con un gesto afirmativo ante la orfandad de las palabras. “Tenemos que hablar..... más. Entre nosotros reina, cada vez más, el paisaje de los silencios”. Son palabras sinceras en su crudeza, valientes, frente a la incomunicación de tantas oportunidades perdidas. Los semáforos guiñan en naranja. El tráfico está fluido, pues aún no se ha producido la vuelta a casa, por parte de la mayoría social. Hace frío y es intensa la humedad en el ambiente. Ya es un Nuevo Año. Sepamos aprovechar esta nueva oportunidad.-

José L. Casado Toro (viernes 30 diciembre 2011)

Profesor

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viernes, 23 de diciembre de 2011

ES NOCHEBUENA. SENTIMIENTOS Y AFECTOS. PALABRAS Y PROXIMIDAD.

Raúl e Inma son compañeros de trabajo en el mismo negociado de la Tesorería General de la Seguridad Social, ubicado en una delegación provincial del Sur andaluz. Ambos forman parte de la misma generación sociológica, aunque ella supera en cuatro anualidades los treinta y tres años de aquél. En la vorágine administrativa de cada día, apenas les queda tiempo para intercambiar los educados saludos de convivencia y algunos comentarios sobre las noticias de mayor impacto, aparecidas en los media de toda naturaleza. Ciertamente, el conocimiento recíproco, entre los cuatro miembros de ese departamento, es más bien de tipo superficial. Sólo el apetecible tiempo del desayuno hace posible el intercambio de mayores intimidades pero, desde hace un par de meses, las exigencias de la atención a un público, cada vez más numeroso, ha generado la norma de salir a las cafeterías de la zona sólo de uno en uno. Así que, entre las nueve y las once, nuestros dos personajes han de repartirse esos minutos, reparadores para el descanso, con Lucía y Fati, sus compañeras de negociado, en la planta baja del edificio administrativo que les acoge.

Raúl, hijo único de padres labradores, hizo un ciclo formativo en el Instituto de su bella localidad, por la comarca rondeña. Ganó unas competidas oposiciones, en tiempos para la bonanza. Ello le permitió trasladarse a la capital para desempeñar su funcionariado en estas oficinas, donde permanece en la actualidad desde hace un par de lustros. Aún sigue con sus pagos de la hipoteca, para un piso de nueva construcción en la zona occidental del nuevo paseo frente al mar. Su físico es muy normalizado, sin detalles destacables para la diferencia, mientras refleja un carácter algo reservado para la sociabilidad y el protagonismo laboral o vecinal. Cinéfilo, lector y coleccionista de objetos y piezas curiosas, mientras su amplio tiempo libre lo completa con la práctica de la natación y los paseos por los senderos que ordenan la naturaleza. Ha superado ya su tercera década, careciendo de suerte u oportunidad para consolidar una relación estable en lo afectivo. Hace unos años salió con una chica, residente en un bloque cercano a su domicilio, pero ambos decidieron dejarlo, tras un par de meses, por falta de sintonía recíproca para mayores objetivos. Hoy le vemos como un solitario viajero en lo urbano, que asume su individualidad sin pareja, para el discurrir de los días. A medida que acumula números en el calendario de su almanaque, le resulta cada vez más incómoda e insustancial esta vida en la que no existe una proyección para el hoy o el mañana. Cada vez visita menos a sus padres en el pueblo, refugiándose en sus obligaciones laborales y en los lúcidos hábitos para el ocio. Por su situación, en realidad es la de muchos, se siente un fracasado en esto de la normalidad familiar. Al igual que esos otros, no encuentra fórmula adecuada que le posibilite una estabilidad o equilibrio en esa carencia afectiva que le limita y, no pocas veces, le entristece.

Inma vive junto a su madre, viuda desde hace ya doce años. Cariñosa y entregada a sus dos pequeños sobrinos, los hijos de su hermana Yoli, felizmente casada con un técnico electrónico agradable y muy trabajador. Su físico no le ayudó, en esos años de juventud, para el establecimiento de pareja, aunque su carácter siempre ha destacado por el afecto y la bondad hacia los demás. Le duele, aunque acepta, su soltería. Está ya cerca de su cuarta década para la vida y sufre la carencia de lo maternal. Sentimiento que trata de compensar con el apoyo que presta a su hermana, en el cuidado de sus dos niños pequeños, simpáticos y dinámicos hasta el agotamiento. Mantiene una aceptable relación con varias amigas del colegio, aunque sólo en algunas ocasiones, cada vez más distanciadas, logran reunirse, pues todas ellas tienen sus familias, con las obligaciones y necesidades propias de sus trabajos y la educación de los hijos. Choca, en numerosas discrepancias, con su madre, persona que con los años ha potenciado sus egoísmos y exigencias para el trato cotidiano. En alguna ocasión ha pensado en romper con lo que sufre como atadura personal, comprando o alquilando una vivienda que le permita vivir sola, abandonando esa dependencia maternal. Pero la conciencia de sus deberes hacia quien le ha dado la vida, y la indecisión de su propio carácter, no le han favorecido en ese paso decisivo hacia su autonomía e individualidad cotidiana. No se siente feliz con esta ubicación en la existencia, que el destino le está deparando.

“Raúl, mi madre se ha ido con su grupo parroquial a Tierra Santa. Esta Nochebuena yo tendría que ir a casa de mi hermana, como cada uno de los años para la costumbre. ¿Te haría ilusión que cenáramos juntos esa noche en mi casa? Te escuché comentar que no pensabas irte al pueblo en estas vacaciones”. A Inma le ha subido la sangre a su rostro, palpitándole el ritmo cardiaco al pronunciar todas estas palabras. Su amistad con el compañero de trabajo es cordial, pero algo superficial para la intimidad. Ha sido uno de esos prontos que surgen en nuestras decisiones, de manera espontánea e imprevisible, lo que le ha movido a dar ese gran paso para lo diferente. Se ha sentido valiente, pero temerosa al tiempo. ¿Qué pensará, cómo responderá, este compañero, que me mira entre asombrado y dubitativo? ¿Cómo he tenido el valor de dar este paso, casi sin pensarlo? El reloj marca las dos y treinta y cinco. La tarde ofrece una faz luminosa, cromada para lo inusual, en diciembre. Ambos caminan despacio por la acera que rodea al edificio administrativo, tras cumplir fielmente su horario de trabajo.

La hermana de Inma mostró extrañeza y enfado, cuando le confió su decisión. Su madre, rodeada de devotas viajeras en el camino sacral de los espacios bíblicos, al enterarse de la opción adoptada por su hija para la Noche del veinticuatro, hizo ese comentario que navega entre los calificativos críticos y la despreocupación. Afortunadamente, Raúl no quiso desaprovechar esa simpática y bondadosa oportunidad, ofertada por una mujer a la que siempre había percibido en la distancia de la proximidad. Tan cerca, junto a su mesa de trabajo, pero tan lejos en la sutil confianza para la verdadera amistad.

Y fue una Noche ilusionada, en que la sencillez y el calor del afecto hizo justicia a ese apelativo bondadoso, como desde lo inmemorial se la viene denominando. Llegó puntual, a ese vetusto edificio del centro histórico, por un camino sembrado de luces de bajo consumo, con esas lámparas LED que asimilan su cromatismo plástico al frío de la madrugada. Los puestecillos del Parque aún resisten el horario de su apertura, ya que aspiran a vender esos regalos de última hora, camino de la Navidad. Las pantallas de los cines se han quedado con una blanca mudez, para que sus “mágicos” hacedores puedan reunirse en la intimidad con sus familias. Policías, bomberos y sanidad, han establecido los turnos correspondientes a fin de atender, con responsabilidad, la demanda de esa inoportuna necesidad. No cae nieve desde el cielo, como en los cuentos e historias tradicionales…. esas narraciones que alegran todas las infancias en esos niños pequeños o niños mayores, almas sedientas en el sentimiento para cualquier edad. Y en las mesas, bien iluminadas para la Noche, florecen golosos alimentos, frágiles sonrisas y alegres villancicos, con algún suspiro en el recuerdo, para ése que viajó hace mucho o escaso tiempo a un lugar donde brillan las estrellas, reina el verdor de los bosques o susurra con ritmo acompasado el oleaje del mar. En el recuerdo, lo tenemos presente, también invitado a nuestra mesa, allá desde la distancia en la inmensidad.

Fue una Noche ilusionada en la que Inma y Raúl compartieron sus soledades, sus anhelos y sonrisas, las palabras y la necesidad. Al principio, un tanto torpes en los nervios para la travesura pero, al rato, con la confianza como arma vinculante para dos seres que ansían el calor, el afecto y el sosiego, que el brillo de sus ojos vibrantes difícilmente puede disimular. Él, llevó unas flores de esas rojas para la temporada, unos dulces de Mira y una botella de tinto Rioja, para el detalle que siempre agrada aportar. Ella, se sintió halagada y acompañada, en esas noches de luces y villancicos, donde la unión de las personas pone candor a las horas que marcan con exactitud nuestro caminar. Hablaron y hablaron, rieron e intimaron en la Noche, esa que una vez al Año, y durante todos los calendarios, precede al mágico Día de la Navidad. “Qué casita más acogedora tienes, Inma. Todo tan ordenado y con tan buen gusto. Y, desde este balcón, incluso puedes ver esa torre bien iluminada de nuestra Catedral. ¿Siempre habéis vivido aquí? Tengo que enseñarte mi piso. No está tan bien arreglado como el tuyo. Pero te mostraré mis colecciones, mis aficiones, mis “juguetes” como yo les llamo. Ah, una linda visión. Esa que te regala el azul del agua desde el horizonte. La playa y el mar”.

Amaneció muy tarde ¿o pronto? para ellos. ¡Qué más da el tiempo y las horas, cuando te tranquiliza y alimenta el candor de la serenidad! Entendieron, en esa buena Noche entre todas las madrugadas, que el destino había llamado a sus almas, a sus cuerpos y al oasis de los sentimientos. El arbolito navideño aún hacía crispar sus colores iluminados. Ese radiador de aceite templaba el despertar de una húmeda mañana. Aún adormilados, Raúl observaba el frágil, en la ternura, cuerpo de Inma. Ella, con los ojos entornados pero vibrantes los latidos, gozaba del afecto que irradiaba y percibía en la ilusión de su proximidad. Unos jóvenes en la calle cerraban la Noche. Trataban de cantar un villancico, modulado con esa entonación etílica que ofrecen las fiestas inacabadas. Comenzaba el amanecer, tras un cielo medio nublado. También el alba sonreía en Inma y Raúl, dos seres que un veinticuatro en diciembre iniciaron ese camino que conduce a la esperanza de su Navidad -

José L. Casado Toro (viernes 23 diciembre 2011)

Profesor

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viernes, 16 de diciembre de 2011

UN DÍA, DE PELÍCULA.

La he repasado un par de veces, tratando de encontrar algo interesante para mi gusto. Pero, nada de nada. La oferta que se nos ofrece, desde la cartelera en los cines de esta semana, resulta el más de lo mismo. Eso sí, disfrazado con la tecnología del 3D, que trata de paliar lo insustancial de la oferta con el incentivo de la profundidad dimensional. Pagándolo bien, por supuesto. De los siete euros, de media, la entrada para tu localidad se convierte, con el aditamento de las gafas, en casi diez. Sin embargo, lo más grave radica en que ves situarse en las pantallas de otras provincias (a través de Internet) títulos que a tu localidad, aquí en Málaga por ejemplo, nunca llegarán. Igual tienes suerte, y puedes “bajarte” alguna de esas películas de un cine que sabe decir algo. Aunque sean con sonido enlatado y en español latino. Para entendernos, con acento sudamericano. En caso contrario, pues.... a elegir de lo que hay. Animación digital, con dibujos y argumentos que ni de lejos se acercan a la magia del mejor Disney. Catálogos de violencias, con todas las brutalidades, modalidades y sadismos de mentes perversas. Y, finalmente, no pocas necedades y tonterías, para espíritus y voluntades escasamente exigentes. Dado el caso, preferí abandonar, este viernes de estrenos, el peregrinaje por las multisalas, dado que los dos únicos cines de que disponemos para proyectar contenidos diferentes repetían, prácticamente, su oferta de la última semana. Y quise fabricarme mi propia película. Elegí, como alternativa al séptimo de las artes (buen número, sobre todo porque con el ordinal aseguramos otras seis bellas muestras para la estética que nos rodea) dar un largo paseo por entre la selva urbana. Ese espacio, inmediato, donde están excluidas los animales “salvajes” pero en el que sí deambulamos otros animales, dejémoslos en seres, a los que se nos supone un alto nivel de “racionalidad” sobre aquéllos.

Total, que me puse a caminar cuando el reloj marcaba el ecuador de la tarde. Y lo hice sin un especial rumbo fijo. Pero dispuesto a visionar algunas de esas películas que son escenificadas, en nuestro entorno, sin pasar por taquilla. Si eres observador, si sabes aplicar una generosa dosis de imaginación, ¡cuántas películas, cuántas historias, se proyectan en el espacio abierto de tu alrededor! Y en unas tres dimensiones que te liberan de tener que usar gafas o lentes especiales, para la experiencia. Narremos algunas de las escenas elegidas al azar.

Observo a muchos conductores que gritan a gestos su carácter y autoestima. Escenifican, generosos, su especial naturaleza. Cuando, como peatón, estás cruzando por un sitio indebido (incluso, a veces, por los pasos de cebra) algunos dueños del volante pisan con saña el acelerador. Es deplorable que lo hagan de manera consciente. Pero aún es más inquietante que dicho movimiento lo ejerzan de manera inconsciente o refleja. ¿Instintos subliminares o incardinados en el misterio de sus voluntades? Esos mismos energúmenos, revestidos de chapa y ruedas, también aceleran por ese carril de la izquierda para tener que frenar, con más o menos brusquedad, ante un semáforo situado a pocos metros. Han sobregastado combustible, han hecho sufrir al motor de sus vehículos, han castigado sus neumáticos, para.... detenerse en un trocito de asfalto, situado a muy escasa distancia. Eso, si respetan (no siempre ocurre) la luz roja de los leds normativos. ¿Has escuchado algunas lindezas que sueltan por esas bocas, situadas cobardemente tras las ventanillas? Y hablábamos antes de las “fieras” que habitan en la naturaleza, como si no estuvieran “campando” por aquí cerca. Pero ¡de pronto! sus semblantes alcanzan el milagro beatífico de la santidad. Tras encontrar un buen aparcamiento ¿te has fijado en los rostros angelicales que ofrecen o muestran, al salir del vehículo estacionado? Irradian, a destellos, halos de felicidad y goce. Parecen colegiales inmaculados que ostentan la alegría de su primera y lejana comunión. No nos detengamos con más detalles en este tipo de fauna (colillas por la ventanilla, música estridente, uso del claxon y juego “chusmero” de luces, etc) pues con estos mimbres ya tenemos elementos argumentales para nuestra primera gran película. No, no me he olvidado de ellos. Algún día tendríamos que detenernos en analizar cómo desempeñan su trabajo muchos de los que ejercen el oficio del taxi. Habría para otro artículo.

Cambiemos, pues, de género cinematográfico. La cartelera sociológica del entorno se engrandece en su pequeñez. La tarde crece en el minutero del tiempo. Va llegando la noche, donde reina (algo más que en el día) el negocio de la restauración. Aceras, pasajes, locales, “portales”, cualquier oportuno cubículo, todos ellos más o menos adecentado, se hallan plenos a rebosar de comensales. A determinadas horas y días, no hay asiento alguno donde aposentar tu trasero. Incluso alrededor de un barril, todos de pie y con la boca preparada, para veneración culinaria del ara o tonel.. No pocas veces, la lucha por una mesa alcanza ribetes para lo cómico o épico. Cuando el personal dice aquello de “vamos a salir” ya conocemos a qué se refiere. “Vamos..... a comer”. Lúdica y nutritiva actividad para el asueto, tipo de ocio que puede durar en su glotonería hasta bien entrada la madrugada. ¡Y cómo “engulle” la gente! Mesas monopolizadas por los embutidos y fritos, con la coartadas estéticas de las ensaladas. Un embriagador aroma, para la saciedad y la gula, domina los microcosmos culinarios, prevaleciendo la fritura, con su típico olor oleaginoso a pescado. Vemos esa “Plata” de la mar, en frescura más que desigual y problemática. También las carnes asadas, con ese cromático contraste entre la superficie quemada con tizne enlutado y un rosáceo interior, crudo a la sangre. Comida y bebida para la saciedad. Jarras de cerveza, botellines de refrescos y copas llenas de pócimas baquianas, donde prevalecen los tintos riojanos, cuyos taninos son aconsejados para la fluidez sanguínea corporal. A nuestros digestivos habría que levantarles monumentos para lo imposible, por su constancia y eficacia a fin de digerir el bombardeo calórico a que se les somete y a esas horas tan “racionales” para la contemplación bucólica de lunas y estrellas. Gulas, no especialmente las que reinan en el Cantábrico, sino aquella integrada, junto a otros, en el listado de los pecados “capitales” ¿Recuerdan lo de .... lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia? Bueno, ese comedor a cielo abierto por la ciudadanía no ha dado elementos interesantes para el diseño de nuestra segundo film en el día. Y todo un programa doble, similar al de aquellos añorados y entrañables cines de barrio que hacían florecer, con encanto y sencillez, la inocencia de nuestras sonrisas

Supongo que ya es suficiente, para esta realista y cercana tarde de cine. Pero este recorrido debe finalizar con una mirada algo más amable y placentera. A modo de corto o documental cinematográfico, para la cortesía del espectador, aún nos ha concedido el día otra oportunidad. Pienso que debemos concederle su protagonismo imaginativo, desde la certeza de lo visual. Sí, me senté a reposar, tras la inconcreta caminata, en uno de esos jardines que, un tanto descuidados, se reparten por todo el perímetro de la ciudad. Reparo en dos personas, sentadas en uno de los bancos que rodean a un pequeño estanque, a modo de fuente. Se hallan rodeados de árboles, setos de hojas con flores y algunas palomas que revolotean o caminan, con sus patas elegantes para el desplazamiento. Ella y él, acumulan muchos, muchos años integrados en los archivos visuales y sentimentales de su memoria. También, en sus frágiles cuerpos cansados, con la piel curtida y horadada por la distancia en el almanaque. Pero siguen juntos, compartiendo sus vidas. Aquéllas que se hallan repletas de recuerdos, imágenes de sonrisas que, alguna vez, se enturbiaron por lágrimas, ya que ambas realidades forman parte de toda nuestra existencia. El silencio, pausado y sereno, entre ambos se interrumpe cuando ella le transmite algunas palabras. Sin duda, contienen una cierta dulzura. Él asiente complacido, correspondiendo con un afectivo gesto en el rostro, aunque continua apoyando sus manos gastadas en un modesto bastón que le presta ayuda y seguridad. Ofrecen una imagen de sosiego, placidez, proximidad y amistad. ¡Cuánta vida atesorarán esas miradas, centradas en el placer de la vegetación y en ese agua juguetona, entre lo azul y el transparente, que mana rítmicamente en la fuente! Buena película o documental para la reflexión sobre dos seres necesitados, complementados, en la andadura del tiempo, por el afecto y la existencia.

En esta tarde del hoy, he querido fabricarme mi propia película. Con un realista programa doble, enriquecido por un poético y humano documental. Como un espectador itinerante en el recital próximo y tangible de lo urbano. Mañana volveré a intentarlo, pero ya en la pantalla cinematográfica de nuestra traviesa y lúdica imaginación. Observar, reflexionar, para crecer y soñar.-

José L. Casado Toro (viernes 16 diciembre 2011)

Profesor

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viernes, 9 de diciembre de 2011

LA ATRIBULADA REALIDAD DEL CESANTE, EN POLÍTICA.

Confieso que me impresionó ver hoy su imagen, descuidada hasta el desequilibrio. Estaba habituado a reconocerle bajando del coche oficial, llevando su elegante maletín, en piel negra de alto ejecutivo, además de una amplia carpeta con dosieres a resolver. Irradiaba, en esos sus buenos momentos, seguridad y eficacia para la gestión. Solía vestir (las más de las veces) ese traje de alpaca bien planchada, de atractivo color azul celeste, camisa de marca italiana, coloreada de un crema rosáceo apagado, que jugaba muy bien con el resto del vestuario. Nunca le sobraba una elegante corbata azul, con pequeños retazos en rojo que alegraban su fresca y ágil tonalidad. Los zapatos solían ser de piel negra, con puntera a la inglesa, permitiéndole, sus generosas suelas y tacones, elevar algún centímetro la reducida esbeltez de su oronda figura (pantalones para una cintura del cincuenta y tantos, en la talla). Admiraba su habilidoso peinado, toda una artesanía para la labor, en orden a disimular una, cada vez más, tonsurada cabeza, por el insolidario y cruel abandono de esos cabellos que pueblan la epidermis superior. Es decir, una calvicie bien llevada, para una alopecia prematura. En cuanto a su edad, la situaría muy próxima de la cuarta, seguro que ya inaugurada, década existencial.

Decía que ﷽﷽﷽﷽﷽﷽ara una alopecia prematura. Probablemente lo ubicarque, de nuevo esta tarde, me lo he vuelto a cruzar por esas arterias pobladas que conforman el laberinto urbano. Muy desmejorado, en su apariencia. Ya en aquel acto oficial, aunque de segundo o tercer orden, fue el único de sus compañeros de partido que se presentó con una indumentaria inadecuada para la ocasión. Camisa parcialmente desabrochada, pantalones de los de estar por casa y unas playeras de lona beige, muy apropiadas para pasear junto a la arena del mar. Pero, al margen del vestuario, lo que más destacaba, para aquellos que observan rostros y expresiones, era su inestable semblante. Movimientos de cabeza un tanto nerviosos e inarmónicos, mirada que aparentaba desconfianza e incomodidad y una forma de andar que delataba inseguridad y desequilibrio. La visión de esta tarde/noche, confirma mi anterior apreciación. Persona que está sufriendo una profunda depresión en el ánimo, por esa oleada imprevisible de la cresta y valle en el protagonismo político. De haber sido alto cargo local, perteneciente a una de las Consejerías del Gobierno regional, ha pasado a ser simple militante de base, por las alternancias y caprichos del voto en las urnas. Unos saben sobrellevar mejor su nuevos roles en la ubicación social. Otros, por el contrario, se hunden en el marasmo de la inutilidad. Degradan su imagen hasta la enfermedad, incidiendo su declive no sólo en ellos, sino también afectando a la estabilidad de sus familias. Y es que ese cambio regresivo no resulta fácil de sobrellevar. La interpretación que se realiza desde la cima del poder, aunque sea provincial o local, contrasta la figura postergada, y derribada, por esos crudos momentos en los que se desaparece del protagonismo político y social. Entras a formar parte, sin el mayor remedio, en ese populoso club del anonimato angustiado para el olvido.

Recién terminada su diplomatura en Empresariales, había tentado por diversos caladeros laborales sin especial suerte en la respuesta. Pero, de la noche a la mañana, se le abrió el halo “mágico” de la oportunidad. Se afilia al grupo correspondiente de la progresía, inducido por dos amigos compañeros de facultad. Y allí comenzó su medro para la escalada. Por de pronto, el milagro laboral llega en las listas para la docencia. El maná providencial de profesor contratado, para una larga sustitución por el Valle del Guadalhorce, de cómodo acceso para la capital, donde aún vivía en un viejo, pero confortable, piso junto a sus padres. Recorrió otros Institutos, en las comarcas malagueñas, al tiempo que iba avanzando en la consideración que le deparaba la actual dirección provincial de su partido. Próximo ya a la treintena, abandonó no sólo las tizas y las verdes pizarras, en esas aulas para la esperanza formativa, sino también su soltería, casándose por la Iglesia con Esther, a la que había conocido en las aburridas sesiones de los comités asamblearios para la militancia. Los compañeros le fueron colocando, como cargo de confianza, en organizaciones públicas de cualificada rentabilidad para quien las ejerce. Bien retribuidas y muy flexibles en la disponibilidad temporal. Sus padres se fueron a vivir a un pequeño apartamento en la costa, mirando y disfrutando de ese mar que refleja el sol en sus aguas. Mientras, Gonzalo, va acomodando su vetusto piso de toda la vida, en el corazón antiguo de la ciudad, para esos hijos que cíclicamente llegan, alegrando la muy ocupada actividad de sus padres. Él, en esa Delegación Provincial de Agricultura y Pesca, que le posibilita tener la tarde libre para su “ingenierías” en la militancia, a partir de las 14,30. Ella, profesora contratada de Educación Infantil, en la zona oeste universitaria, sabe también organizar su tiempo libre a fin de colaborar, a pesar de sus dos hijos pequeños, en las estructuras organizativas de su vínculo partidario.

Hasta llegar a la gloriosamente feliz designación administrativa, como delegado provincial, tuvo que recorrer un largo camino, con estaciones bien programadas en sus objetivos de protagonismo. Parcelas, en esa sinuosa y hábil trayectoria para el poder, teñidas de un heterogéneo colorido, en los pinceles simbólicos y materiales de la acuarela. Aplicó todo tipo de sacrificios, a fin de cuidar y potenciar su imagen ante los poderes del partido y la consideración de la calle. Horas frustradas de gimnasio, ante un “michelín” incompatible con el buen yantar para su boca. Alegres clases de sevillanas, en esa academia perchelera dirigida por Rosario, a fin de modelar el palmeo y el movimiento de brazos y demás articulaciones. Toda una visión esperpéntica, para una figura abandonada para la gracia y el salero fino en el arte. Hubo ortodoncia, de alto calibre en lo económico, buscando cautivar con esas sonrisas que se siembran y labran en el agro social de los votos. También participó en el entorno, atrayente y popular, de las peñas. Había que hacer amigos, darse a conocer, participar en todo evento que ayudara a difundir su foto y las letras difusoras para su nombre. Aunque bautizado y casado por la vicaría, era de esos agnósticos prácticos en las ceremonias y otras exigencias místicas, trabajadas puntualmente por la clerecía. Sin embargo, el poder cofrade tiene mucha mano, en importancia, para el protagonismo social. Total, que fue uno de esos conversos para el lirismo de la saeta, quinarios y la túnica aterciopelada del capirote, con olor a romero, redobles de tambor y cera en el pavimento. Incluso, sin ser un fanático de las paellas y el folklórico jolgorio de barriada, tuvo su foto castiza, trabajando (camisa blanca arremangada) la paleta en esa gran paellera popular para el guinness de la imagen.

Sí, fue un camino esforzado y premeditado que tuvo su fruto. Premio para su designación, en una remodelación gubernamental de las delegaciones provinciales, hace ya cuatro años. Llegó su momento cumbre en la política, desde esa jefatura técnica que decide y manda en toda una provincia. Despacho, en todo lo alto del edificio, desde el que se contempla esa paz azul y blanco de nuestra bahía. Coche oficial en la puerta, aderezado con todos los mecanismos de vanguardia para la telecomunicación. Sueldo de alto ejecutivo, por su directiva dedicación. Minutos en las televisiones y radios locales, alternados con páginas preferentes en los media diarios de la ciudad. Buen y estratégico lugar, reservado en las conmemoraciones oficiales, bajo el ondular de la bandera y los himnos emocionales al uso. Fueron tres años y pico, en los que gozó el éxtasis del poder, sin considerar la pequeña, banal y engañosa gloria que conlleva, tras el deslumbrón cromado de las bambalinas de la irrealidad.

Hoy, los votos le han sido adversos. Me refiero a su organización partidaria y, como correlación, a todos aquellos que tan bien han vivido la etapa cíclica de su poder. Ese castillo de naipes, esa montaña con pilares de arcilla y cumbres metálicas, se ha derrumbado. Lo suyo era un puesto de confianza. Designado, bajo el dedo fraternal de la jefatura. Y ahora ya no tienen de quien recibirla, pues son otras siglas, otras personas, otros poderes, los que acomodan a sus adláteres en la ideología, en el oportunismo y en el medro de la ambición. Y esa caída no ha sabido preverla, programarla, asimilarla. Del ilustrísimo, ha pasado a ser sólo Gonzalo. Y es que al perderse casi todo el organigrama jerarquizado del poder, no hay nada para ofrecerle. No quedan piezas atrayentes para los demás. Lógicamente, tampoco para él.de indigencia uculenta para los l organigrama jerarquizado del poder, no hay nada que ofrecerle. No hay piezasuculenta para los El vaivén de la política ha sembrado de indigencia, los apetecibles acomodos y las suculentas prebendas para casi todos los de su color y anagrama. La fría crudeza de la realidad. “Tú puedes volver al Instituto. Aunque no tienes oposiciones, vas a tener acomodo en las listas para una buena sustitución. Te van a valorar los servicios prestados a la Administración”. Pero eso de volver a la tiza y a las visitas de padres, a los rígidos horarios y programaciones del papeleo, a las reuniones y memorias obligatorias, a la vitalidad desbordante e inacabable de los centros escolares, para sus acomodados hábitos laborales del cuatrienio, le resulta muy difícil de sobrellevar. ¡Todo un Ilmo. Sr. Delegado, explicando organización económica, en bachillerato, o llevando la tutoría para un segundo de la ESO! Lo que sería un honor para muchos, Gonzalo lo soporta y sufre como un drástico retroceso en su protagonismo vital. Incluso aquella nueva compañera, para sus momentos de euforia, le ha dejado por otros objetivos más interesantes en su necesidad. Y su ex no quiere volver a abrirle las puertas, en estos tiempos para la humildad. Camina desorientado y desgarbado por calles y plazuelas, con la mirada imprecisa y somnolienta, bajo los efectos de la medicación. Hoy me lo he cruzado por el puente legionario. Observé su demacrado rostro y sus andares perdidos. Reflexioné sobre cumbres y valles, sobre cielos y campiñas. Tierra, agua, fuego y aire. Aún queda la vida. Permanece, en flor, la esperanza.-

José L. Casado Toro (viernes 9 diciembre 2011)

Profesor

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