viernes, 16 de diciembre de 2011

UN DÍA, DE PELÍCULA.

La he repasado un par de veces, tratando de encontrar algo interesante para mi gusto. Pero, nada de nada. La oferta que se nos ofrece, desde la cartelera en los cines de esta semana, resulta el más de lo mismo. Eso sí, disfrazado con la tecnología del 3D, que trata de paliar lo insustancial de la oferta con el incentivo de la profundidad dimensional. Pagándolo bien, por supuesto. De los siete euros, de media, la entrada para tu localidad se convierte, con el aditamento de las gafas, en casi diez. Sin embargo, lo más grave radica en que ves situarse en las pantallas de otras provincias (a través de Internet) títulos que a tu localidad, aquí en Málaga por ejemplo, nunca llegarán. Igual tienes suerte, y puedes “bajarte” alguna de esas películas de un cine que sabe decir algo. Aunque sean con sonido enlatado y en español latino. Para entendernos, con acento sudamericano. En caso contrario, pues.... a elegir de lo que hay. Animación digital, con dibujos y argumentos que ni de lejos se acercan a la magia del mejor Disney. Catálogos de violencias, con todas las brutalidades, modalidades y sadismos de mentes perversas. Y, finalmente, no pocas necedades y tonterías, para espíritus y voluntades escasamente exigentes. Dado el caso, preferí abandonar, este viernes de estrenos, el peregrinaje por las multisalas, dado que los dos únicos cines de que disponemos para proyectar contenidos diferentes repetían, prácticamente, su oferta de la última semana. Y quise fabricarme mi propia película. Elegí, como alternativa al séptimo de las artes (buen número, sobre todo porque con el ordinal aseguramos otras seis bellas muestras para la estética que nos rodea) dar un largo paseo por entre la selva urbana. Ese espacio, inmediato, donde están excluidas los animales “salvajes” pero en el que sí deambulamos otros animales, dejémoslos en seres, a los que se nos supone un alto nivel de “racionalidad” sobre aquéllos.

Total, que me puse a caminar cuando el reloj marcaba el ecuador de la tarde. Y lo hice sin un especial rumbo fijo. Pero dispuesto a visionar algunas de esas películas que son escenificadas, en nuestro entorno, sin pasar por taquilla. Si eres observador, si sabes aplicar una generosa dosis de imaginación, ¡cuántas películas, cuántas historias, se proyectan en el espacio abierto de tu alrededor! Y en unas tres dimensiones que te liberan de tener que usar gafas o lentes especiales, para la experiencia. Narremos algunas de las escenas elegidas al azar.

Observo a muchos conductores que gritan a gestos su carácter y autoestima. Escenifican, generosos, su especial naturaleza. Cuando, como peatón, estás cruzando por un sitio indebido (incluso, a veces, por los pasos de cebra) algunos dueños del volante pisan con saña el acelerador. Es deplorable que lo hagan de manera consciente. Pero aún es más inquietante que dicho movimiento lo ejerzan de manera inconsciente o refleja. ¿Instintos subliminares o incardinados en el misterio de sus voluntades? Esos mismos energúmenos, revestidos de chapa y ruedas, también aceleran por ese carril de la izquierda para tener que frenar, con más o menos brusquedad, ante un semáforo situado a pocos metros. Han sobregastado combustible, han hecho sufrir al motor de sus vehículos, han castigado sus neumáticos, para.... detenerse en un trocito de asfalto, situado a muy escasa distancia. Eso, si respetan (no siempre ocurre) la luz roja de los leds normativos. ¿Has escuchado algunas lindezas que sueltan por esas bocas, situadas cobardemente tras las ventanillas? Y hablábamos antes de las “fieras” que habitan en la naturaleza, como si no estuvieran “campando” por aquí cerca. Pero ¡de pronto! sus semblantes alcanzan el milagro beatífico de la santidad. Tras encontrar un buen aparcamiento ¿te has fijado en los rostros angelicales que ofrecen o muestran, al salir del vehículo estacionado? Irradian, a destellos, halos de felicidad y goce. Parecen colegiales inmaculados que ostentan la alegría de su primera y lejana comunión. No nos detengamos con más detalles en este tipo de fauna (colillas por la ventanilla, música estridente, uso del claxon y juego “chusmero” de luces, etc) pues con estos mimbres ya tenemos elementos argumentales para nuestra primera gran película. No, no me he olvidado de ellos. Algún día tendríamos que detenernos en analizar cómo desempeñan su trabajo muchos de los que ejercen el oficio del taxi. Habría para otro artículo.

Cambiemos, pues, de género cinematográfico. La cartelera sociológica del entorno se engrandece en su pequeñez. La tarde crece en el minutero del tiempo. Va llegando la noche, donde reina (algo más que en el día) el negocio de la restauración. Aceras, pasajes, locales, “portales”, cualquier oportuno cubículo, todos ellos más o menos adecentado, se hallan plenos a rebosar de comensales. A determinadas horas y días, no hay asiento alguno donde aposentar tu trasero. Incluso alrededor de un barril, todos de pie y con la boca preparada, para veneración culinaria del ara o tonel.. No pocas veces, la lucha por una mesa alcanza ribetes para lo cómico o épico. Cuando el personal dice aquello de “vamos a salir” ya conocemos a qué se refiere. “Vamos..... a comer”. Lúdica y nutritiva actividad para el asueto, tipo de ocio que puede durar en su glotonería hasta bien entrada la madrugada. ¡Y cómo “engulle” la gente! Mesas monopolizadas por los embutidos y fritos, con la coartadas estéticas de las ensaladas. Un embriagador aroma, para la saciedad y la gula, domina los microcosmos culinarios, prevaleciendo la fritura, con su típico olor oleaginoso a pescado. Vemos esa “Plata” de la mar, en frescura más que desigual y problemática. También las carnes asadas, con ese cromático contraste entre la superficie quemada con tizne enlutado y un rosáceo interior, crudo a la sangre. Comida y bebida para la saciedad. Jarras de cerveza, botellines de refrescos y copas llenas de pócimas baquianas, donde prevalecen los tintos riojanos, cuyos taninos son aconsejados para la fluidez sanguínea corporal. A nuestros digestivos habría que levantarles monumentos para lo imposible, por su constancia y eficacia a fin de digerir el bombardeo calórico a que se les somete y a esas horas tan “racionales” para la contemplación bucólica de lunas y estrellas. Gulas, no especialmente las que reinan en el Cantábrico, sino aquella integrada, junto a otros, en el listado de los pecados “capitales” ¿Recuerdan lo de .... lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia? Bueno, ese comedor a cielo abierto por la ciudadanía no ha dado elementos interesantes para el diseño de nuestra segundo film en el día. Y todo un programa doble, similar al de aquellos añorados y entrañables cines de barrio que hacían florecer, con encanto y sencillez, la inocencia de nuestras sonrisas

Supongo que ya es suficiente, para esta realista y cercana tarde de cine. Pero este recorrido debe finalizar con una mirada algo más amable y placentera. A modo de corto o documental cinematográfico, para la cortesía del espectador, aún nos ha concedido el día otra oportunidad. Pienso que debemos concederle su protagonismo imaginativo, desde la certeza de lo visual. Sí, me senté a reposar, tras la inconcreta caminata, en uno de esos jardines que, un tanto descuidados, se reparten por todo el perímetro de la ciudad. Reparo en dos personas, sentadas en uno de los bancos que rodean a un pequeño estanque, a modo de fuente. Se hallan rodeados de árboles, setos de hojas con flores y algunas palomas que revolotean o caminan, con sus patas elegantes para el desplazamiento. Ella y él, acumulan muchos, muchos años integrados en los archivos visuales y sentimentales de su memoria. También, en sus frágiles cuerpos cansados, con la piel curtida y horadada por la distancia en el almanaque. Pero siguen juntos, compartiendo sus vidas. Aquéllas que se hallan repletas de recuerdos, imágenes de sonrisas que, alguna vez, se enturbiaron por lágrimas, ya que ambas realidades forman parte de toda nuestra existencia. El silencio, pausado y sereno, entre ambos se interrumpe cuando ella le transmite algunas palabras. Sin duda, contienen una cierta dulzura. Él asiente complacido, correspondiendo con un afectivo gesto en el rostro, aunque continua apoyando sus manos gastadas en un modesto bastón que le presta ayuda y seguridad. Ofrecen una imagen de sosiego, placidez, proximidad y amistad. ¡Cuánta vida atesorarán esas miradas, centradas en el placer de la vegetación y en ese agua juguetona, entre lo azul y el transparente, que mana rítmicamente en la fuente! Buena película o documental para la reflexión sobre dos seres necesitados, complementados, en la andadura del tiempo, por el afecto y la existencia.

En esta tarde del hoy, he querido fabricarme mi propia película. Con un realista programa doble, enriquecido por un poético y humano documental. Como un espectador itinerante en el recital próximo y tangible de lo urbano. Mañana volveré a intentarlo, pero ya en la pantalla cinematográfica de nuestra traviesa y lúdica imaginación. Observar, reflexionar, para crecer y soñar.-

José L. Casado Toro (viernes 16 diciembre 2011)

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

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