viernes, 3 de diciembre de 2010

LA DECISIÓN DE CUATRO MUJERES, PARA UN MAÑANA QUE NECESITAN CAMBIAR


Inés, Antonia, Marian y Mónica. Me gustaría dialogar con vosotras. ¿Me lo permitís? Sí, ya sé que puede ser un tanto inoportuno o improcedente, pues nuestro conocimiento ha sido breve. Fugaz, dirían otros, para la inmensidad del impasible minutero. Pero, ya que el azar ha hecho posible nuestro encuentro, intentaré describir cómo os percibo desde esta burbuja anónima que nos permite protagonizar los vaivenes de la existencia. Antes de nada, tengo que agradeceros vuestra verdad. En esta tarde de otoño me habéis mostrado ese algo íntimo, psicológico, que atañe a la privacidad. Y os tengo que compensar, de alguna forma, con mi percepción. Sé que la estáis esperando. Pues, tranquilas. No ha de tardar. Con respeto y algo de afecto, muy cerca ya, la podéis encontrar. Ahora mismo llueve tras los cristales. Siento la intimidad de una tarde en otoño; una atmósfera que debilita su luz; hace algo de frío y aquí os entrego, con el atrezo de las palabras, un breve diálogo para la reflexión.

Primero, fuiste tú Inés quien se cruzó en la retina de mi atención. Eres una apuesta mujer independiente, que apenas inicias la madurez de los cuarenta. Vives sola, pero compartes con tu pareja los momentos de sosiego para el goce de la sensualidad. En tu empresa eres necesitada y valorada. Te lo has sabido ganar con dedicación y entrega. Tienes una madre que sufre la soledad compartida, de esa postrer etapa, en una cómoda, pero fría, residencia para su avanzada edad. Debes ser su única hija, en la que centra sus reproches para la ansiedad de un mañana que nublará de oscuro su caminar. Y hoy has conocido ese embarazo imprevisto. Puede ser una de tus últimas oportunidades para conseguir esa maternidad que se va escapando en tu vida, por esos avatares que nadie sabría explicar. Tienes miedo y atracción a esa maravillosa experiencia que se complica por el rechazo de Julio, ante la previsible alteración de su comodidad egoísta. Para colmo, tu madre te regala esas crueles e injustas palabras de que “ya no tienes edad para gestar un hijo”. ¿Qué hacer? ¿Qué decisión tomarás? La verdad es que eres muy agraciada, tanto en lo social como en el físico. Morena, alta, de ojos castaños y un ágil cuerpo para goce de lo natural. Y esas frías palabras en tu jefe, de “no me hagas esto, Inés”, suenan desalentadoras. Es que este compañero sólo atiende a su interés empresarial. Ya en el taxi, un vehículo se salta el stop y te han de trasladar con urgencia al hospital. Menos mal que una doctora te muestra en pantalla la ecografía de una pequeñísima vida que aún late para tu felicidad. Estás ya de cuatro semanas. Puede que no haya otra posibilidad en tu vida. Habrás de tomar una importante decisión, en la orfandad incomprendida de esas personas que te vinculan. Tu pareja, tu madre, ese jefe. Pero es tu valentía la fuerza que has de sustentar. Te duele y molesta la inmovilidad del cuello. Ahora te observo serena, pensativa, postrada con ese collarín teñido de blanco en una desangelada cama de hospital. Reitero que ha sido un placer conocerte. Es admirable tu sosiego y afectividad, en esas palabras que te he visto cruzar con la joven Mónica pero eso, más tarde, lo habré de aclarar.

¡Hola, Antonia! Atraviesas esa fase de tu viaje cronológico en el que tu único hijo ya remonta el vuelo de su estimulante juventud. Y caes en la cuenta de que hay más infelicidad que potencia ilusionada en tu vida. Esa mirada dulce, pero dibujada de tristeza, que me regalas en tu semblante, necesita hablar, gritar si cabe, aunque los motivos no serían asumidos por el entorno social. Tu vida es muy estable, para los demás, y sin embargo vacía del afecto verdadero que dé sentido profundo a tu sensibilidad. Cuando dejas a tu marido en la sorpresa, con su indignación virulenta en lo verbal, te acercas a él, le acaricias la cara y le dices, con palabras silenciosas, algo así como “no tengo motivos que reprocharte”. Ese amor de juventud que has reencontrado, ahora que te acercas a la segunda madurez de los sesenta, te pide recorrer juntos el trozo de vida que en aquella situación de vuestra juventud no pudo hacerse realidad. No tienes profundos motivos para abandonar el hogar familiar, donde dos hombres quedan solos ante la cruel incredulidad. Pero necesitas incentivar tu existencia con ese idealizado amor que en este día otoñal has vuelto a revivir. Tus ojos entristecidos por la rutina de la estabilidad me hablan y demandan algo de comprensión ante una decisión que no es fácil, te lo aseguro, aceptar. He de confesarte que esa carrera ante la huida de tu hijo Raúl, cuando le confiesas la decisión que has adoptado, la percibí algo ridícula. Ya lo sé… resulta algo cruel comparar el físico de la normalidad (obeso, calvo, ojos asaltonados, timbre plano en su voz) con la imagen perfilada de la renovación (apuesto en su agilidad, encanecido pero de abundante cabello, modales exquisitos, romanticismo, sexo, París, ilusión…. novedad). Ese par de maletas viajeras, que me has dejado ver en la puerta de casa, te acompañarán para una decisión en la que el egoísmo ha podido vencer, una vez más, a la responsabilidad de apellidos monótonos. Será Raúl quien, a la postre, mejor lo sobrelleva. La juventud de su naturaleza la ha de vivir en plenitud, tal vez con Mónica. Pero eso, más tarde, también lo habré de aclarar.

Marian. Confieso que me gusta mucho tu nombre. Eres frágil de cuerpo, ternura en la mirada y posees un rostro angelical que me hace viajar a la pureza mitológica del clasicismo. En este día de nuestro encuentro, te me has ofrecido con el pánico del temor y las dudas inestables de la ansiedad. El tuyo tuvo que ser un matrimonio forzado por la ilusión de la etapa universitaria, entre compañeros inmaduros carentes del equilibrio necesario para la cauta sensatez. ¿Fue la inoportunidad del embarazo o ese deseo o convicción de que él sí podría cambiar? No pocas veces lo ha prometido para, una y otra vez, volverte, volverse a defraudar. Infidelidad, malos tratos, violencias de todos los matices. Después, perdón. Y, otra vez a empezar. Compulsivo, inseguro, débil y frustrado, con una violencia subliminal, muestra de su incapacidad. Tu hija Mónica ya no puede aguantar más. Te pide, te suplica, que no le vuelvas a entregar de nuevo la llave de otra oportunidad para la nada. Aquella escena que te hizo en el banco donde trabajas, muestra el patetismo de su inestabilidad profunda. Pero sé que tienes miedo a ese vacío e incógnita de verte sola en la selva urbana de la vida, cuado anochece en la ciudad. Una vez más volviste a ceder y juntos en ese coche gritaste ¡basta ya! ¡no te quiero! ¡veta ya! Durísimo el accidente. Sin desearlo, dejaste a Mónica en la más cruel orfandad. Podías haber reparado mejor en ese compañero de trabajo que, atento y cariñoso, te ofrecía amistad y apoyo en la inseguridad. Pero claro, tu me dices que desde ahí delante todo se ve mucho más fácil y objetivo. Hay que vivir la historia desde dentro, para así conocer y navegar entre las dudas de una relación que, desde hacía tiempo, no hacía otra cosa que naufragar. Lo que son las cosas, ese mismo accidente que te arrebata la vida, no lo hace en Inés y en su hijo. Se recuperan en el mismo hospital donde tu marido aún vive. Mientras, viajas con un destino que desconozco y del que nadie sabe decir más. Es terrible el desconsuelo de esa hija que necesita el amor y compañía de una madre. Te aseguro que yo también me emocioné ante sus lágrimas. Es muy duro estar junto a lo que más quieres, en un cuerpo ya sin alma. La esperanza para Mónica será Raúl, pero eso, ya pronto, lo podré aclarar.

Y todo ello ocurre en un mismo y decisivo día para vosotras. Pero quedaba por hablar de Mónica, una joven adolescente inmersa en esos muchos matrimonios que naufragan en la vulgaridad. Te observo plena de fuerza y vitalismo en esa preciada juventud de los diecinueve. Ojos transparentes en la inocencia idealista, has sufrido los maltratos a tu madre provocados por un padre limitado e incapaz de ofrecerte seguridad. Y me has permitido que vea la terrible opción que has de adoptar ante su cuerpo cableado, porque en él centras y culpas toda la infelicidad. Tu mano temblorosa tenía entre los dedos esa tecla que en tu rencor pensabas desconectar. Pero eres noble y buena, como tu madre ha modelado con esfuerzo y sacrificio. Por eso adoptas una decisión inteligente. Tu conciencia te pide estar por encima de la ocre mezquindad que genera venganza. Vulgaridad y pobreza, sin más. Contemplo en confianza ese viaje que emprendes junto a Raúl, el hijo de Antonia, al que solo conocías por el chateo del hotmail.com. Cada uno de vosotros, huérfanos a su manera, compartís soledades e incomprensiones deparadas por la vida absurda de los mayores. Pero vais a disponer de todo el tiempo que el destino os quiera regalar. Para conoceros, apoyaros y compensar todo ese sufrimiento que en un mismo día ha confluido en esa entrañable ciudad extremeña. Os cruzáis en el andén con gente sencilla y humana en sus anhelos y latidos, tras el amanecer de una nueva esperanza que acaba de llegar.

Cuatro mujeres. Cuatro preciadas vidas, enlazadas por ese azar que nadie explica porque…. es muy difícil explicar. Yo he sido espectador de sus ilusiones, anhelos y desventuras. Historias sencillas, humanas, de aquí mismo. Te hacen pensar, vivir y comprender mejor a todos aquellos que dicen poblar la humanidad. De alguna forma todos hacemos PLANES PARA MAÑANA. La madrileña Juana Macías (1971) ha vinculado cuatro historias, con la grandeza de la sencillez y la fuerza de la credibilidad. 90 minutos de metraje. Tres biznagas de plata (mejor dirección, guión novel y actriz secundaria) en el XIII Festival de Cine Español, 2010, celebrado en Málaga. Fijaros en el movimiento de cámara y en esa canción cuya música nos acompaña en distintas fases de la proyección.

Goya Toledo (Arrecife de Lanzarote, 1969); Carmen Elías (Barcelona, 1951); Ana Labordeta (Teruel, 1965) y Aura Garrido (1989) dan vida a cuatro vidas que unen sus circunstancias en un mismo día. Una eficaz oportunidad para distraer el letargo y enriquecer nuestra sensibilidad.-

José L. Casado Toro (3 diciembre 2010)

Profesor.

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario