Son numerosas las calles que, de manera especial aquellas que urbanizan el organismo central de la ciudad, se ven ya sobreiluminadas a partir de la caída de la tarde. Luces que se afanan por transmitir alegría, unión familiar y esas conmemoraciones de fundamento religioso que acompañan al cambio de anualidad. Este año, la iluminación navideña potencia la utilización de los puntos led (light emitting diode, diodos emisores de luz) que facilita el ahorro energético e incrementa la seguridad y duración de las “lámparas”. Personalmente, percibo los variados cromatismos de este sistema como algo más frío sobre las bombillas tradicionales, aunque técnicamente los lúmenes no sean muy diferentes en su intensidad. Es lo mismo que sientes cuando en pantalla se proyecta una película en soporte digital. Se verá igual o mejor, según criterios, pero todavía no alcanza, según mi percepción, el sabor del viejo celuloide, con sus 35 mms por fotograma de cinta.
La llegada del sonido de la lluvia, y el descenso del mercurio en los termómetros, facilita algo de credibilidad para este otoño que, a poco, aún vestía con ropajes de primavera cuando ya está en puertas de entregar el testigo meteorológico a la estación invernal. Esos puestos callejeros, con humareda teñida de blanco y con el aroma inconfundible de castañas asadas, perdían el atrezo de la ubicación cronológica, visitados por el apetito gozoso de personas en mangas de camisa y zapatillas de verano. Ahora ya existe una mayor sincronía con la temporalidad dictada por el almanaque. Los puestos del Parque malacitano, guarnecidos por esa legión de palmeras, ofertan sus productos, destacando las figuritas del Nacimiento, los artículos para bromas variadas, los adornos para el árbol de los regalos, las bolsas con los confetis de cotillón y artesanías varias, para gusto y disfrute de la práctica lúdica del comprar y el regalar. Los macrocentros comerciales pueblan sus estanterías y expositores con suculenta mercancía alimenticia, peligrosa para el mantenimiento de los centímetros de cintura elegidos por cada cual, y con áreas dedicadas a las “ciudad de los juguetes” para sonrisas ilusionadas de mayores que son niños y de críos que se asombran ante el ingenio mágico de las cajas que los atesoran. Es una atmósfera bien conseguida que hermana a los alfajores y turrones con la última novedad en juegos, por supuesto de electrónica informatizada, y un sin fin de peluches y muñecas que “hablan, ríen, lloran, se alimentan y orinan” como pequeñas figuras robotizadas que degradan y empobrecen la creatividad imaginativa de la mente infantil. Tiempo habrá de comentar, en un futuro artículo, acerca del mundo de los juguetes que, por su importancia, deberá tener el privilegio de la individualidad analítica. Y el sentimiento acústico de la música, que ennoblece con alegría el espíritu de tantas voluntades.
Pero, ya en estas primeras semanas de diciembre, un cíclico fenómeno, que inquieta y atrae, ilusiona y atemoriza, aturde y estimula, recorre colegios, institutos, escuelas y hogares familiares. La primera evaluación, de las tres que suelen estructurar el curso académico, se acerca de forma inevitable para el esfuerzo y reflexión de sus dos más avalados protagonistas. Alumnos y Profesores.
Desde que a comienzos de septiembre los distintos departamentos didácticos fueron preparando la programación de todo un curso académico, se inició un largo proceso de enseñanza y aprendizaje que tendrá su culminación ya en las primeras semanas de la estación veraniega. Nos hallamos, durante estos días, culminando la primera fase de ese trabajo compartido en las aulas, con el complemento necesario de las horas de estudio vinculadas al ámbito familiar. Los Profesores, enseñando, educando y motivando, con dedicación, preparación, competencia y autoridad. Los alumnos, aprendiendo, ejercitando, sugiriendo, con esfuerzo, disciplina, y organización. Ambos agentes, con ilusión, entrega y responsabilidad. Y las familias. Colaborando en esa formación de los más jóvenes, con su comprensión, estabilidad, exigencia y ayuda global. Tampoco nos podemos olvidar de un cuarto e importante agente en todo este contexto. La normativa de organización educativa, establecida por la Consejería de Educación. Principalmente con un espíritu y realidad legislativa que potencie el esfuerzo y facilite los medios más idóneos y versátiles que permitan el mayor éxito en el servicio educativo a la colectividad. Y tras estos cuatro agentes de implicación directa en el taller educativo nacional, la propia sociedad en su conjunto, con su sistema jerárquico de positivos valores que sustentan el estilo y las formas de tantas decisiones y actitudes que repercuten en lo más íntimo de las diferentes comunidades formativas, ya sean colegios, institutos, universidades u otros centros de preparación profesional.
Sí, desde luego es un planteamiento un tanto idílico ¿verdad? Pero es que estamos en la plataforma ideal de la teoría. A nadie se le oculta la puntual realidad de esa práctica diaria, en la que el “debe ser” se aleja, en diferentes grados y de forma lamentable, de lo que ciertamente “es”.
Cuando se habla de evaluación, se analizan primordialmente los resultados obtenidos por los alumnos en sus boletines de calificación escolar. Porcentajes, datos sectoriales, avances, retrocesos, conocimientos, actitudes y competencias. En las tres fases temporales de la Navidad, Semana Santa y solsticio veraniego. Y creo que, haciéndolo así, deriva en un planteamiento limitativo, parcial y descompensado, en esa estructura interdependiente de factores, hechos y consecuencias para el servicio y nivel educativo de un país. En estos gélidos y fraternales días, se procede a desarrollar la evaluación de los alumnos. Pero ¿Y los Profesores? ¿Y las familias? ¿Y la Administración educativa? ¿Y la Sociedad, en su conjunto? Parece coherente en justicia equitativa que esos otros cuatro agentes deberían atender a la responsabilidad que les compete en la concreción, exitosa o negativa, de los dígitos en los boletines correspondientes de “notas”. Probablemente, algunos o muchos de estos agentes, así lo hagan. Allá cada uno con su conciencia. Pero el problema real es que no todos lo lleven a la práctica. Cuando, ese jueves 23 de diciembre, niños y jóvenes entreguen a sus padres y tutores familiares los boletines de calificación de la 1ª evaluación, debería haber otras hojas adjuntas en las que el resto de agentes educativos también recibieran esos dígitos aprobatorios o deficitarios de la gestión realizada en el ámbito de su competencia, individual o colectiva.
El que estas líneas suscribe, ha asistido y protagonizado muchas sesiones de evaluación. De forma especial, en el ejercicio de mi cargo de Profesor tutor en un grupo de alumnos. En esas tres décadas y media de ejercicio docente, he vivido estas juntas de evaluación con el interés propio de esa oportunidad inestimable de analizar tantos y tantos factores que intervenían en la formación de los afectos alumnos que me correspondían. Como tutor me gustaba, y entendía imprescindible, preparar de la mejor forma estas sesiones en las que me reunía con los compañeros del equipo educativo o docente. Solía entregar un dossier de trabajo, en el que básicamente aparecían los siguientes apartados vinculados al grupo que tutorizaba.
1. Curso y Grupo. Número y fecha de evaluación.
2. Listado de Profesores y Materias correspondientes al grupo tutorial.
3. Equipo delegado de Grupo.
4. Datos previos para la caracterización académica grupal (materias pendientes de cursos anteriores, repeticiones de curso, para cada uno de los alumnos. Datos porcentuales.
5. Resumen estadístico de la proyección profesional para la que optan los alumnos en el futuro.
6. Resumen estadístico de las principales dificultades que encuentran para rendir en el estudio.
7. Resumen acerca de lo que más les agrada de su Instituto.
8. Resumen de lo que consideran necesario cambiar en su IES.
9. Listado de alumnos con las materias insuficientes a recuperar por cada uno de los mismos.
10. Estadística de resultados globales (0 INS; 1 INS; 2 INS; 3 INS; 4 y más INS.
11. Resumen estadístico, número y porcentaje, de insuficientes por materias.
12. Alumnos con el mayor número de días injustificados de asistencia escolar.
13. Alumnos con partes de incidencia disciplinaria, con las fechas y los Profesores que firmaron los correspondientes partes.
14. Alumnos sancionados con la expulsión temporal. Se anotan las fechas de los períodos o días de expulsión-
15. Entrevistas individuales con los alumnos y la fecha de su realización.
16. Principales aspectos tratados en dichas entrevistas personales.
17. Resumen/informe de la Reunión Colectiva con los padres de alumnos.
18. Entrevistas individuales realizadas con los tutores familiares, detallando alumno y fecha.
19. Descripción y fecha de las actividades realizadas en la hora de tutoria colectiva.
20. Actividades extraescolares en las que el Grupo ha participado.
21. Consideraciones del Profesor tutor, previas al desarrollo de la Junta evaluadora. Análisis, sugerencias, alumnos con un nivel curricular más deficitario con respecto a la media grupal.
22. Espacio dedicado al resumen de los acuerdos adoptados por la Junta evaluadora.
23. ………………………………………………………………………………..........................................................
Era bastante útil comenzar a trabajar con el contenido que facilitaba esta aportación documental. Bien es verdad que no pocos de estos supuestos podían quedar modificados, y ampliados, durante el desarrollo de esos treinta-sesenta minutos en que duraba la sesión. Para los informes de la 2ª y 3ª (final) evaluación, se ampliaban algunos de estos apartados, buscando especialmente el contrate porcentual de resultados, tanto en su avance como en el retroceso de los mismos. Anotar y llevar a la práctica las conclusiones y sugerencias de los compañeros intervinientes era una acción obvia por parte del responsable coordinador del grupo escolar. Algo que siempre he defendido es que los boletines de calificaciones lleven un apartado expreso donde los tutores familiares puedan escribir sus comentarios, aportaciones y peticiones, contenido de especial importancia para el trabajo de todos los Profesores y, especialmente, para quien ejerce la tutoria.
He buscado siempre crear una atmósfera de intensidad afectiva para ese momento especial de la entrega de notas. Habría que hacerlo en el aula de clase, ya que no me parece adecuado cumplir ese hermoso y afectivo trámite en medio de un gélido pasillo. Les explicaba, de forma breve, lo que significaba ese documento impreso con los resultados de cada uno de los alumnos y, por supuesto, lo introducía en un sobre bien rotulado al efecto. En ocasiones asistían algunos padres que compartían con sus hijos tan emblemático momento. Unas palabras de buenos deseos y consejos para las breves vacaciones que llegaban, saludos para sus padres y a ellos un estrechón de manos o el beso fraternal correspondiente. Solía ser un encuentro muy entrañable y, ahora en Navidad, con el aula de clase decorada en sencillez y alegría con el esfuerzo de todos sus moradores.
Podríamos seguir hablando del significado de una evaluación. Pero, ya para terminar este artículo, quiero hacer referencia a esa muchas personas que no se sienten muy a gusto con las fiestas de Navidad. Suelen explicar su reducido afecto a estas fechas con argumento muy diferentes y, por supuesto, de la máxima respetabilidad. Recuerdos de familiares ausentes; el consumismo material exagerado que provocan; el artificio expresivo que conllevan, dado el dramatismo vivencial de una parte sustancial de la Humanidad; etc. De todas formas, van a ser unos días en las que nos acordaremos de muchas seres que han intervenido, y participan, en la conformación de nuestra personalidad. Nos intercambiaremos palabras amables y cariñosas. Destacaremos el valor de una sonrisa y el sentido de una mirada que se torna infantil para todos. Se avanzará en la senda de lo fraternal y la palabra amistad dejará de ser un vocablo. Florecerá, de cada una de sus letras, un ramillete de ilusiones, esperanza y generosidad.-
José L. Casado Toro (viernes 10 diciembre 2010)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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