viernes, 18 de agosto de 2023

EL INSÓLITO VERANEO DE LOS CARRALA DEL PORTAL.


Hay personas y familias que, de manera infortunada, padecen esa preocupación enfermiza acerca “del qué dirán” o pensarán los demás, con respecto a ellos, en sus comportamientos, actitudes y nivel material. Este defecto, limitación u obsesión se agudiza, cuando “desde siempre” se ha querido o deseado “aparentar más” de lo que realmente poseen, tanto en lo económico como en los valores personales. En muchas ocasiones, la inseguridad o autoestima de estos ciudadanos sufre más por esa visión u opinión externa, que por las propias carencias o ambiciones no satisfechas. Lo grave y cómico de este “infantil” comportamiento provoca, en numerosas ocasiones, situaciones jocosas, esperpénticas o ridículas, denotando la pobreza de valores en quien las protagoniza y padece. En este contexto insertamos nuestra peculiar y divertida historia de esta semana.

Aquella infausta y calurosa noche de junio, D. Ambrosio Carrala, perito industrial de 48 años, llegó a su domicilio en Málaga, barriada den El Cónsul, con el rostro visiblemente preocupado. Ejercía como representante comercial colegiado de una marca de freidoras con aire caliente, empresa radicada en Barcelona, para la que trabajaba desde hacía unos 8 años a comisión de los contratos y ventas que consiguiera realizar (tenía un fijo mensual muy reducido)  Su hija Fernanda (Nandi, para los amigos, compañeros y familiares) se había ido esa tarde al domicilio de Clara, una compañera de clase, para preparar juntas unos exámenes finales de la facultad de Ciencias biológicas, en cuyo segundo curso ambas estaban matriculadas. Hija única, desde siempre había sentido gran atracción por todo lo concerniente a la naturaleza y su inadecuado deterioro. El cansado representante, tras refrescarse un poco y cambiarse el traje “de representante” como él lo llamaba, se puso a cenar con su mujer, Dña. Eufemia del Portal, 46, con la que llevaba casado desde hacía 23 años. Femi, como la llamaba cariñosamente, pertenecía a una familia vinculada al negocio de vinos y vinagres, que por la “mala cabeza” y desacertada gestión de sus padres el negocio se había venido a menos, “hundido” financieramente, por lo que se vieron abocados al cierre empresarial. La “encopetada” señora hoy sólo mantenía el apellido de la marca vinagrera, con ese “del” que ella se había alegremente añadido, por aquello del lustre que pensaba daba la preposición

Eufemia era mujer siempre preocupada por aparentar más de lo que realmente tenían o poseían. Sus grandes preocupaciones eran la ropa, que continuaba compraba y sustituía, las visitas a la peluquería (con el objetivo de disimular u ocultar la canicie de su cabello), las compras frecuentes en el súper mercado, la marca de coche que su marido tenía y, sobre todo, los ostentosos viajes para las vacaciones.

En este último aspecto, desde hacía semanas venía comentando a sus amigas y vecinas el proyecto deseado para este verano: un crucero por el mar Egeo, visitando las más importantes islas que “flotan” por el helénico mar. Presumía de su pasión por la cultura griega, aunque en su adolescencia no pudo completar el bachillerato, por más esfuerzo que aplicó al académico objetivo. Las matemáticas y la Física y Química fueron, según la Sra. del Portal, las aviesas culpables de este su “oscuro” currículo disciplinar.

En la sobremesa, Ambrosio, bastante serio durante toda la cena, pidió a su mujer que le preparara un buen café y que se sentaran, pues tenía algo importante que contarle.

 “Femi, no te he querido comentar la verdadera situación de mi trabajo en estos últimos meses, para evitar preocuparte. Las ventas de freidoras por aire no se han relanzado y ya sabes que trabajo a comisión, salvo ese fijo que nos dan mensualmente y que es puramente testimonial. Cuando la empresa se centró en la fabricación de secadores para el pelo, el trabajo daba para una cierta rentabilidad. Pero al pasar a las freidoras, la situación se ha estancado. Incluso ha retrocedido. Yo, que me muevo en la zona de influencia de Andalucía oriental, compruebo que, día tras día, los contratos que puedo realizar se van reduciendo de una manera drástica. Te confieso, con franqueza, que durante estos dos últimos meses hemos estado viviendo de los ahorros, que no son muchos. Y sin contratos, no hay comisión. Es duro reconocerlo, pero estamos en una mala racha. Estamos “sin blanca”. Incluso me he enterado de que la empresa tiene dificultades para hacer frente al fijo, la “miseria” que paga a los comisionistas o representantes. Resumiendo: que las vacaciones de este verano, en agosto, no tenemos con qué pagarlas. La escasa liquidez que nos queda hay que dedicarla a los gastos ordinarios e inmediatos. Esta es la cruda realidad”.

A Eufemia esta confesión que le hacia su marido la hundió en un mar depresivo (el “helénico” se alejaba. Su proyecto griego se iba “al garete”. ¡Qué iban a decir sus amigas y convecinas, cuando se enteraran de que sus “castillos helénicos” se desmoronaban… por falta de liquidez para construirlos! El ansiado crucero por las “mil Islas” del Egeo, para reencontrarse con Ulises y Penélope, no se podría llevar a cabo. Esa “dolorosa” y degradante situación era muy difícil de soportar.  

“Yo no puedo pasar por la vergüenza y humillación personal de quedarnos en casa, durante el mes de agosto, Ambrosio. Ya me imagino y tiemblo las caras de comicidad y diversión de esas arpías, chismorreando acerca de nuestra “pobreza”. Como se enteren Fina, Margara o Leocadia, en poco más de una hora es “jugosa” noticia social en todo el barrio”.

Era obvio de que el drama había llegado a la familia de los Carrala del Portal. El no poder ir de veraneo era algo inasumible que difícilmente estaban en condiciones de soportar, de manera especial en el caso de Femi, pues Ambrosio era más comedido y paciente ante la mirada social del vecindario. El resignado representante le encarecía a su mujer la verdadera realidad económica en la que se veían sumidos, por encima de los castillos y fábulas veraniegas que Femi había creado en su irreal mentalidad, fanfarroneando con sus amigas acerca de un crucero por la Hélade que no podrían realizar. Ese año tocaba quedarse en casa, para “espanto” de una mujer que se resistía a aceptar la realidad. Su familia había llegado una fase en la que había que “atarse los pantalones” y afrontar con entereza el vacío y el chismorreo del condicionante social.

Ambrosio le daba vueltas, una y otra vez, al desencanto y sufrimiento de Femi, pero no encontraba una solución realista que paliara un momento de vacas flacas en su economía. Se desvelaba por las noches tratando de encontrar un camino que ayudara a superar la intransigencia de su esposa. Nandi, su hija, aunque se había ilusionado con las ínfulas festivas de su madre, aplicaba el razonamiento a la realidad en que la familia se encontraba. El mundo no se iba a acabar para ellos, por no poder realizar un viaje durante ese mes de agosto, vacacional por antonomasia.

Una mañana de julio, mientras caminaba por la Avda. de Andalucía camino de la pequeña oficina, en donde tenía la sede de su representación, se acordó de un antiguo compañero con quien hacía años había trabajado, ofertando a muchos comercios andaluces productos de la marca catalana. Ese compañero, llamado Lorenzo Revellón, un tanto cansado de las pocas expectativas que le proporcionaba la actividad de representante, se despidió de la empresa de los secadores de pelo, dedicándose desde entonces a una actividad que le motivaba mucho más, en función de su lúdico y abierto carácter: el negocio turístico, en sus más variadas facetas. Ambrosio conocía, según le habían contados amigos comunes, que el tal Lorenzo había estado empleado en diversos hoteles y que había logrado montar su propia agencia de actividades turísticas. Lo último que le habían contado es que ahora trabajaba como empresario de una “cadena de chiringuitos” en las playas de Cádiz y Huelva. Miró en su agenta de contactos y para su suerte allí estaba el número de su antiguo amigo. Ambos interlocutores eran casi coetáneos.

Tras los saludos iniciales, muy cordiales, le expuso crudamente la situación “financiera” que estaba atravesando. Añadió la obsesión de su mujer por salir en el mes de agosto de casa, condicionada por “el qué dirán las amigas, si nos ven que no podemos veranear “fuera” como las mejores familias hacen”. Lorenzo, que era un “cachondo” mujeriego, un “viva la vida”, pero persona de gran y rápida iniciativa, fue muy receptivo a los problemas de su antiguo amigo y compañero.

“Entiendo perfectamente la situación que atraviesas, amigo Ambrosio. Y sobre la preocupación de tu mujer, no me tienes que dar más detalles ¡Si yo te contara…! Puedo ofrecerte una salida airosa, a ese bloqueo en que os encontráis. Lo piensas y sin compromiso me respondes. Desde hace un par de años me dedico al negocio del turismo y, la verdad, no me va nada mal. Precisamente en el verano pasado me hice cargo de tres chiringuitos, mediante un traspaso muy rentable para mis intereses. Están ubicados a lo largo de la costa gaditana y onubense. En uno de ellos, concretamente en las playas de Matalascañas tengo en la actualidad falta de personal. Y más en este momento en que la afluencia de turistas se densifica y todas las manos resultan pocas para bien atenderlos. Mira, Ambrosio, necesito una persona para la cocina y un camarero. Si tu mujer y tu estáis de acuerdo… os incorporáis de inmediato. Sobre todo, lo urgente es ese mes de agosto, para el que faltan apena una semana y media. Para ejercer de camarero no se necesitan estudios. Y menos, en esta vorágine veraniega. Simplemente, hay que servir las mesas, limpiarlas, cobrar y atender a todo aquel que te reclame. Tu eres persona activa y no te iría mal con la experiencia. Prueba en este agosto y en septiembre hablamos, porque el negocio se extiende en estos lugares, de buen clima, mucho más tiempo. Te pago el salario base legal y las propinas (los comensales suelen ser bastante generosos). Y si Eufemia se incorpora a la cocina, ya tenéis un buen respiro económico. Todo esto lo hago por ti, pues siempre fuiste un buen amigo. Y sé de tu bondad y responsabilidad”.

Ambrosio, un tanto azorado y conociendo a su cónyuge, se encomendaba a Dios y al cielo, esperando la explosiva respuesta que Femi podría dar a esta propuesta que su buen amigo le hacía. Cuando aquella noche se lo transmitió a su mujer, ésta tuvo que tomar sales y un Lorazepam para calmar su patente ansiedad. Ciertamente, el representante se puso serio, por una vez:

“Tal y como están las cosas, esta propuesta de Lorenzo es un buen respiro. Así puedes lucir que nos vamos a las doradas playas onubenses, con ese buen clima de que gozan para ponerte morena y disfrutar de la buena vida. Yo estoy dispuesto a ganar unos euros sirviendo las mesas. Nadie me va a conocer en aquella zona. Y si tú no quieres estar en la cocina, pues no pasa nada. Ya saldremos de ésta como mejor podamos. Fíjate en Nandi, lo ha entendido bien e incluso se siente ilusionada de tener un veraneo en esos bonitos parajes, de clima maravilloso y de arena bien dorada, no lejos de Doñana y a dos pasos del sur de Portugal”.

Femi estuvo “rumiando” la idea toda la noche y por la mañana, a la hora del desayuno aceptaba “a regañadientes” la propuesta laboral de Ambrosio. Todo ello “para salvar las apariencias”. Horas después ya vendía esta idea, en el rellano de la escalera.

“Te lo explico, querida Margara”. Hay que actuar con sensatez. Como el mundo está tan lleno de tensiones y enfrentamientos, vamos a ser prudentes y nuestro veraneo este año lo vamos a tener en España. Será en Matalascañas, en la zona de Huelva, que tiene unas maravillosas playas, denominadas Costa de la luz. Estaremos en un lujoso hotel de cuatro estrellas, “Hotel Resort Los Gavilanes” (lo había buscado en una guía turística) en régimen de pensión completa. Estoy plenamente ilusionada, y con el ánimo de ponerme bien bronceada en esas semanas tan necesarias para disfrutar”.

Cuando el ya más tranquilo Ambrosio le dio el O.K. a Revellón, le preguntó dónde podrían quedarse cuando acudieran a trabajar para el chiringuito Marazul, que así se llamaba. Lorenzo quiso “terminar bien la faena” con este amigo que tan mal lo estaba pasando.

“Poseo un almacén, en donde guardo y organizo el material alimenticio y otros enseres, para los tres chiringuitos que tengo funcionando. Ese almacén está en una antigua nave de ferrerías y conserva un pequeño apartamento que utilizaba el guarda de aquella fábrica de latones. Tiene un pequeño dormitorio y un plato de ducha en el aseo. Me dices que tu niña os acompañará. Os llevaré un sofá cama que me sobra en mi chalet, para que Nandi lo utilice. En definitiva, viejo amigo, vas a vivir una experiencia juvenil, que buena falta te hace, porque me temo que te has ido aburguesando y convirtiendo en un venerable “carroza”. Todos vamos en esa línea, aunque yo trato de disimularlo (risas)”.

A finales de julio, la familia Carrala – del Portal, hicieron las maletas para dirigirse a su “divertido” objetivo veraniego. Femi se despedía de sus amigas, con bromas y parabienes, aunque en su conciencia sabía lo que se le venía por delante. Tendrías que “quitarse los anillos” y bajar a la realidad de la vida, para dedicar ocho horas diarias a trabajar en la cocina del chiringuito Marazul, mientras su marido iba a tener la nueva experiencia de trabajar como camarero sirviendo comidas, tapas y raciones a los bañistas y comensales que acudieran al establecimiento de su amigo. La más ilusionada con la insólita experiencia era Nandi, quien tendría que sacar tiempo en la turística Matalascañas para, además de disfrutar de la playa y los lugares de reunión para jóvenes, dedicar todos los días unas horas al estudio, pues en los exámenes de fin de curso le habían quedado un par de materias para recuperar en septiembre. El establecimiento donde sus padres iban a trabajar estaba especializado en paellas y “pescaito” frito, además del gazpacho marinero. Ese verano del 2023. iba a marcar un verdadero hito insospechado en la irreal vida de esta familia, habituada a la ostentación y al disimulo social. Al menos Ambrosio y Femi, podían disfrutar de unas horas de asueto, para acercarse por las mañanas a la playa y poder conseguir un bronceado adecuado con el que lucir a la vuelta de las “estupendas vacaciones”.

Pero la casualidad juega curiosas coincidencia que el destino sabe bien administrar. A mediados de agosto, en una noche de alta densidad turística, la familia Carrala difícilmente podría imaginarse que uno de los jóvenes comensales que, junto a sus amigos, se había acercado al chiringuito Marazul, para cenar el famoso y buen “pescaito” que el establecimiento ofertaba, era Sandro, el hijo mayor de Margara, convecina de Eufemia, esposa de Benito Larrubia, interventor bancario de la entidad Bansander. Este chico era precisamente compañero de clase de Nandi, en la facultad de Ciencias Biológicas. Con el primer miembro familiar, que el sorprendido joven se encontró, fue con el vecino Ambrosio, ejerciendo y con el atuendo o uniforma correspondiente al servicio del restaurante. El representante/camarero tuvo una hábil rapidez de reflejos, para improvisas una justificación. cuando tuvo por delante al sorprendido hijo de su vecina.

“No te extrañes, querido Sandrito, que me veas aquí sirviendo las mesas. Todo es a causa de una muy divertida apuesta que he hecho con un antiguo amigo de juventud. El tema era si yo era capaz de pasar un par de horas comportándome como un verdadero camarero. Y ya vez que no lo hago tan mal. En mis años jóvenes, hice muchas experiencias teatrales,”

Sandro que no se creyó en absoluto “la historia de don Ambrosio” prefirió desplazarse a otro lugar para cenar, porque el Marazul estaba a rebosar. En todo caso aprovechó para utilizar el WC y al salir del mismo la sorpresa en su rostro aumentó de tono cuando vio a Femi tras la ventana de la cocina, que estaba poniendo en la barra de los camareros un par de platos, con raciones de boquerones fritos y calamares. En realidad, los dos cruzaron sus miradas en la distancia, pero hicieron como si no se hubieran visto.

En la mañana siguiente, Sandro recibió un muy breve mensaje de WhatsApp en su móvil, cuya remitente era su compañera, amiga y vecina Nandi: “Porfi, Sandro, guarda silencio de lo que has visto. En ello va nuestra amistad”. Esa “suplicante” comunicación tuvo una rápida y ejemplar respuesta. “No te preocupes, compi. Nosotros no somos tan criticones, como los “carrozas” que no gestaron. De mi parte no va a salir palabra o comentario alguno. ¿Quedamos para esta tarde? Dime hora y lugar, que lo vamos a pasar requetebién. Me voy a quedar por aquí hasta el sábado”.

Así es la irreal vida de algunos. Así son las personas que la protagonizan. El “cielo” imaginado y la “realidad” vital que nos determina. Pero, para los Carrala - del Portal, aquel inesperado verano del 23 fue una inesperada y educativa experiencia (con más luces que sombras) que ya nunca olvidarán. -

 

 

EL INSÓLITO VERANEO DE

LOS CARRALA DEL PORTAL

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 18 agosto 2023

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