viernes, 27 de mayo de 2022

EL VUELO DE LOS PÁJAROS DE PAPEL.

Existe una evidencia que, de manera tozuda y pueril, nos empeñamos en desatender, siendo fácil y aconsejable recordarla y por supuesto aplicarla. Básicamente, nos dice que la solución más sencilla e inteligente para muchos de los problemas que nos afectan la tenemos muy cerca. Las más de las veces se halla dentro de nosotros mismos, siempre que apliquemos sensatez e imaginación a nuestras decisiones. Es lo que manifestamos, coloquialmente, con esa frase de que no hay que buscar lejos lo que tenemos fácilmente a nuestro lado o proximidad. Seamos espectadores de la historia protagonizada por una chica, en la espléndida etapa vital de su veintena.

DALIA, a sus 24 primaveras, trataba de abrirse acomodo en el mundo laboral. Tras los estudios de la secundaria obligatoria, en un instituto de titularidad pública ubicada en el barrio donde residía, dada su intensa afición por los viajes y los paisajes de las distintas localidades y regiones, decidió matricularse en un módulo de formación profesional, grado medio, para prepararse como recepcionista de hotel. Al finalizar este ciclo, lo amplió con otro de grado superior para ejercer con eficacia la labor profesional que pretendía desarrollar. Tuvo que implicarse con intensidad en el estudio de diferentes idiomas, asistiendo a la Escuela Oficial correspondiente, “defendiéndose” en alemán e italiano y dominando el inglés y el francés, además de, por pura lógica e historia personal, el español. En el módulo hubo que cursar también materias administrativas y destrezas contables.

Cuando finalizó sus estudios, inició la dinámica de enviar currículos y solicitudes para entrevistarse con una gran cantidad de cadenas hoteleras, a fin de encontrar hueco laboral en donde aplicar su completa formación en actividades turísticas. Una de las primeras empresas hoteleras que respondió a su llamada, fue la cadena Illunion, precisamente el hotel en donde había desarrollado una fase de sus prácticas. La buena imagen que había dejado en la empresa le sirvió para hacer una sustitución temporal en la plantilla por espacio de dos meses. Tal fue su esfuerzo y dedicación aplicado al ejercicio de su labor como recepcionista, que se le brindó la ansiada continuidad. Quince días antes de finalizar su contrato, el gerente Mr. Jordán le dio esa grata noticia, que la colmó de alegría: le prorrogaban su contrato por un año, renovable.  “We are very happy with your work, dear Ms Dalia Nevot” (estamos muy felices con su trabajo, querida Srta. Dalia).

Fue destinada a un hotel de la cadena, ubicado en el municipio de Ayamonte, concretamente en Isla Canela, cambio de residencia desde su Málaga natal que ella aceptó con gusto, por las buenas perspectivas que se le abrían para su futuro profesional. Con su flamante nuevo uniforme, tenía un horario de trabajo rotatorio, según los días y las semanas. El director de este hotel, Oliver Gracia, persona muy comprensiva y receptiva con sus empleados, le autorizó a que utilizara una de las pequeñas habitaciones de “cortesía” que el edificio hotelero disponía en la planta baja de la instalación, en un angular de la zona de piscinas.

El trabajo en la recepción de un hotel parece fácil y cómodo en principio. Pero, analizando el día a día, de la labor que es preciso desarrollar, van apareciendo una serie de circunstancias e imprevistos que exigen en el profesional una adecuada cualificación para su eficaz desempeño. A lo largo de la jornada se ha de tratar con numerosos y variados clientes, cada uno de los cuales plantean peticiones, exigencias y problemas, realizadas con la mayor o menor educación y cortesía. Las quejas por el deterioro y fallos en las habitaciones son numerosas, teniéndose que resolver todas las dificultades de la manera más rápida posible, siempre con la ayuda del equipo de multiservicios afincado en el staff, operarios que tendrán que multiplicar sus esfuerzos para atender a los diferentes “frentes” en cualquiera de las horas del día. Por supuesto, el control a los huéspedes de la documentación legalmente exigida, así como el pago y adjudicación de las diferentes habitaciones disponibles será una labor en la que no debe haber fallos de gestión. Una tarea muy agradecida por la clientela es la ayuda que se les debe prestar, para la información de las zonas más interesantes para visitar, así como todo lo relativo a las comunicaciones para llegar desde el hotel a los destinos apetecidos por los residentes. La tipología humana de los clientes es en sumo variada: agradables, exigentes, irrespetuosos, soberbios, pesados, reiterativos, híper conversadores, caprichosos, ineducados, comprensivos, desorientados, dubitativos, amables, cleptómanos, aburridos, quisquillosos, estúpidos, generosos, infantiles, teatreros, ególatras, tacaños, imaginativos, mentirosos, polémicos, bondadosos, etc. A todos ellos hay que tratarlos con profesionalidad, cortesía y eficacia, aplicando las normas del prestigioso establecimiento

Era un cliente habitual, según Dalia pudo comprobar en el fichero de la base de datos informática, que acudía con periodicidad para hospedarse en el hotel. Se llamaba Uriel Coslada y parece que sus numerosas idas y venidas, hospedándose en este complejo turístico, se debían a que profesionalmente llevaba el control de representación, para toda la Andalucía occidental, de una empresa fabricante de productos de menaje y limpieza, precisamente para establecimientos de hostelería y restauración.

En lo personal, era un verdadero charlatán cautivador, de manera especial para las mujeres. Especialmente, las más jóvenes. De todas formas, “pegaba la hebra” con el primero que se le ponía por delante, por su capacidad extrovertida y “parlanchina”. Una característica que no le pasó desapercibida a la joven y asombrada recepcionista, con respecto a este jovial cliente, eran los aromas que emanaban de su cuerpo cuando se estaba cerca de él, pues era evidente que “abusaba” del tarro de colonia y otras esencias, sin duda de elevado coste.  Su juventud también era atrayente y proverbial, pues en poco superaría su tercera década vital. Físicamente estaba dotado de una gran fortaleza (se vanagloriaba, siempre que podía, de su afición y práctica con la raqueta en las canchas de tenis). Cabello negro, un bronceado especial, intensamente cromático, en el rostro, ojos castaños, sonrisa casi permanente, fornidamente musculoso y una forma de caminar que traslucía su potencialidad atlética. Otra de sus peculiaridades era la siguiente: cada día que se acercaba al mostrador de la recepción iba vestido de una forma diferente. Sin duda, gozaba de un completo y variado armario para la elegancia de su vestimenta. Y todo lo que usaba era de una costosa calidad. Rolex en su muñeca, alpaca y fino algodón en sus trajes, calzados de marca y siempre con la tarjeta Visa dispuesta en su cartera para atender y conseguir todo lo que se terciara en su camino y en sus deseos. En sus ratos de copas, desarrollados en la cafetería bar del hotel, narraba sus experiencias en la vida a pesar de la juventud que mostraban sus datos de identidad. Entre esas aventuras manifestaba haber actuado como figurante en algunas películas, mostrando algunas fotos al respecto, aunque reconocía que fueron pequeños papeles, más que por nada para satisfacer algunas peticiones de sus amigos directores del séptimo arte.

Desde que vio a la joven, frágil y sonriente recepcionista, el popular representante centró su mirada y los afectos del corazón en su apetecible figura. Y comenzó, con experiencia atesorada, a cortejar a Dalia que se sentía dulce y sensualmente halagada. Como Uriel pasaba al menos dos noches a la semana en el hotel, siempre buscaba y encontraba alguna oportunidad para entablar conversación con la ingenua recepcionista. Y comenzaron a lloverle los elegantes gestos del apuesto residente, siempre en relación con la disponibilidad horaria de la deslumbrada profesional, detalles enriquecidos con variados regalos, ya fueran bombones, invitación a una romántica cena nocturna, algún fraternal paseo por las rías y marismas de la zona, una inolvidable noche de baile en el casino de Ayamonte, un bolso de marca elaborado en piel, alguna bisutería o abalorio que podía simular su origen en cuidada joyería … La chica estaba “colada” por el dadivoso o rumboso huésped de las representaciones.

En este contexto había una tercera persona. Se trataba de Inder, un buen compañero de recepción, quien era de la misma generación que Dalia. El chico estaba profundamente enamorado de su compañera. Pero era algo tímido de carácter, por lo que sufría al ver como la persona que tanto le atraía estaba cayendo en “las garras” de un profesional de los amoríos tempraneros que le rejuvenecían en sus afanes sentimentales. Un día, tras pasar una noche de amor, Dalia llegó tarde a su puesto de trabajo. Inder, que terminaba su jornada nocturna a las 8 horas, permaneció tras el mostrador de recepción esperando que apareciera su “descontrolada” en el amor compañera de trabajo, que debía sustituirle. Lo hizo para evitar que penalizaran a la mujer de la que estaba intensamente enamorado, por el retraso manifiesto en su incorporación a su puesto laboral. Cuando Dalia llegó al hotel, alrededor de las 8:50, expresó su agradecimiento al generoso compañero que la había sustituido. Entonces, el joven se armó de valor y le pidió a la chica que necesitaba hablar con ella, aplicando el necesario sosiego, para lo que debían buscar un hueco coincidente en sus respectivos horarios.

Unos días después ambos compañeros compartían las palabras, en un desayuno que realizaban próximos a las aguas del mar. Inder se armó de fuerzas y sentido de la responsabilidad, para darle su opinión y buenos consejos a la confusa recepcionista.

“Lo que te voy a decir, Dalia, lo he contrastado con personas que llevan más tiempo que tu trabajando en el hotel. Ten especial cuidado con el huésped Uriel. Este Sr. tiene una cierta fama de ser un profesional de las conquistas amorosas. Parece ser que, cuando sacia sus instintos y artimañas, busca nuevas fuentes en las que beber. Extrema la prudencia, pues no me gustaría que te hiciera daño. Te aseguro que sufriría al verte sufrir.

Dalia escuchaba y callaba. Estaba como viviendo en una nube artificial, sin reparar en los límites de la necesaria prudencia, parámetros que estaba peligrosamente superando. Y la realidad fue dando la razón, de manera paulatina al sensato compañero que, en su interior, mantenía una intensa atracción por la persona a la que trataba de aconsejar. Y sucedió lo previsible. El interés de Uriel por la joven parecía enfriarse una vez superada la novedad del “capricho”. Además, espaciaba sus estancias en el hotel, poniendo alguna que otra excusa a la chica con la que había mantenido un ardiente idilio. Esos desaires entristecían a Dalia que fue cayendo en un estado depresivo cada vez más difícil de disimular. El impacto más doloroso para ella fue cuando una tarde Uriel se presentó ante el mostrador de recepción, acompañado por una señora y una niña de corta edad. Dirigiéndose a Dalia con manifiesta frialdad, indicó que tenía reservada una habitación triple, para su mujer y su hija. Sólo en la mente de la infeliz recepcionista estaban las palabras, promesas y actos recibidos de ese huésped que ahora se comportaba ante ella como si no la conociera. La dura imagen de aquella tarde degradó aún más el equilibrio emocional que mantenía una persona que se sentía engañada, utilizada y confundida, por su inexperiencia para el trato con estos aviesos, dudosos y expertos personajes.

Wenceslao, veterano gerente del complejo hotelero y persona de gran corazón, percibiendo el preocupante estado anímico de Dalia, le dijo una mañana que lo acompañara, pues iban a visitar a un amigo psicólogo, concertado con la empresa, profesional al que había puesto en antecedentes sobre la situación depresiva de la recepcionista. Tras atenderla y prescribirle unos fármacos, le indicó que volviera a la consulta una vez a la semana. Estas visitas y el seguimiento psicológico hicieron un gran bien en el ánimo de la voluntariosa chica. Para sorpresa de Inder, su compañera de recepción le pidió que esta vez era ella quien necesitaba hablar privadamente con él. Buscaron el hueco temporal correspondiente y ese sábado hicieron una merienda/cena en un chiringuito instalado sobre el suelo arenoso de la marisma, no lejos de la propia instalación hotelera en donde ambos trabajaban.

“Inder, has sido muy bueno conmigo, me has demostrado tu gran nobleza de corazón. Me avisaste y no te quise escuchar, pues estaba viviendo como en una nube equivocada, que no me hacía bien alguno. Me has ayudado, como se hace con una hermana descarriada. Y lo que más lamento es que teniendo a mi lado a una gran y responsable persona, que me aprecia de verdad, me dejé cegar por los oscuros y falsos cortinajes de un vividor del sexo. Te quiero pedir perdón y decirte, con valentía y humildad que me gustaría intimar contigo, el mejor compañero que la vida me ha puesto en el camino. Pero en modo alguno deseo presionarte. Sólo quiero decirte que las puertas de mi corazón estarán siempre abiertas para tu persona. Eres una ejemplar y admirable persona”.

Su interlocutor la miró con respeto, cariño y no menos asombro. Era perfectamente consciente de lo que su amiga le estaba ofreciendo y al tiempo pidiendo. Para la forma de ser de Inder, fue uno de los momentos más difíciles y complicados de su vida. Tanto había luchado por acercarse sentimentalmente a Dalia que el limpio ofrecimiento que ella le planteaba era como un “milagro” inesperado que la vida, a veces, tiene a bien concedernos, por increíble e imposible que nos parezca.

En la actualidad Dalia continua con su bien realizado trabajo en la localidad de Isla Canela. Inder, por el contrario, ha sido trasladado a un nuevo hotel de la cadena, ubicado en la localidad de Punta Umbría. En realidad, la distancia entre ambas localidades turísticas es poco más de 63 km. (unos 50 minutos de conducción). Aunque esa distancia es recorrida por el joven recepcionista siempre que puede, ambos ilusionados enamorados utilizan los móviles, el iPad y la fuerza siempre poderosa de la imaginación para intercambiar sus sentimientos y novedades de cada jornada.  Es el gozoso camino, para uno y otro, que marca la fructífera esperanza de la juventud.

Una mañana de junio, cuando Dalia se iba a incorporar a su puesto de trabajo, escuchó en la gran sala de recepción un incómodo revuelo de voces y personas. Allí, junto a Wenceslao, el gerente, Lina, la recepcionista de noche, e Isidro, el guardia de seguridad, estaba una mujer joven que gesticulaba y gritaba, acompañado de un niño que no tendría más de cuatro años. Además de estas personas, junto a la muy enfadada señora había un señor de pelo cano, elegantemente trajeado que llevaba en su mano diestra una cartera ejecutiva de piel. La mujer, a grito limpio, manifestaba su deseo de entrar en la habitación 300, para que el notario, que ella había contratado y le acompañaba, levantara acta de la presencia en ella de su marido, junto a otra mujer con su hija. La habitación 300 era la que siempre pedía ocupar Uriel. Precisamente, en la noche anterior, el dinámico representante de menaje y productos para hostelería se había registrado para ocuparla con quien decía era su familia. Wenceslao, ante la complejidad del asunto, decidió llamar a la policía para que fuera testigo de un posible caso de bigamia, avalado por la presencia notarial. –

 

 

EL VUELO DE

LOS PÁJAROS DE PAPEL

 

 

 

 

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

27 mayo 2022

                                                                Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/





 

viernes, 20 de mayo de 2022

EL ÚLTIMO VIAJE DE UN CONDUCTOR DE BUS MUNICIPAL.

Las sociedades están pobladas de miles de “héroes” anónimos, que comparten sus vivencias en el quehacer de cada día. Pero estos personajes, de nombres desconocidos o sólo popularizados entre sus familiares, amigos y vecinos, no suelen aparecer en los titulares de los periódicos, ni en las plaquetas de los programas televisivos o radiofónicos. Sus fotografías tampoco ilustran las portadas o las páginas interiores de las revistas de periodicidad semanal, llamadas del “corazón”. Estos ciudadanos casi nunca “merecen” ser elegidos para esas medallas de relumbre social concedidas a los personajes ilustres, en las conmemoraciones, fiestas y otros homenajes.

No. La masa social no los conoce. Sólo ese pequeño cinturón familiar, laboral y vecinal sabe sus nombres.  Son, simplemente, ciudadanos anónimos, que pagan sus impuestos y que después de trabajar durante 35/40 o más años, reciben una limitada pensión de jubilación, cuya cuantía les permite vivir en la modestia de sus no muy ambiciosas necesidades. Tal vez la lotería, la primitiva, la ONCE, sea la etérea esperanza que les queda a estas personas, si quieren superar sus modestos recursos en esas postreras décadas de sus vidas.

Uno de estos honrados ciudadanos tenía por nombre Efrén Rial. Desde su vuelta del Servicio Militar, etapa en la que aprendió la conducción de camiones, autobuses y vehículos de gran tonelaje, ha prestado sus servicios como conductor de los autobuses municipales malacitanos. Entró muy joven en esta importante empresa pública, cuando apenas había cumplido los 23 años. Ha conducido por todos los trayectos viarios del callejero malagueño, realizando miles y miles de viajes, repartidos entre los de ida y la vuelta. A pesar de este rodaje por los distintos barrios de la localidad, en la última década ha estado asignado a una misma línea: la que une el centro de la ciudad con una popular barriada obrera, cuyos vecinos sufren con mayor intensidad la lacra del paro obrero, con un nivel socioeconómico bajo, siendo sus espacios callejeros especialmente señalados para que los jóvenes acaben abandonándolo, en la búsqueda de una mejor esperanza laboral por otras regiones del territorio nacional o incluso internacional. Por consiguiente, la edad media de esa barriada, denominada Los Jazmines, es notablemente más elevada con respecto a otros sectores demográficos de que consta la ciudad.

Efrén ha sido un buen conductor. Por fortuna y pericia, no se ha visto implicado en graves accidentes con el volante, sólo algunos roces en el fuselaje de los camiones o las puntuales disputas con aquellos conductores intrépidos e irresponsables, además de pequeñas colisiones, desde luego sin daños personales. En cuanto a su absentismo laboral ha sido mínimo, durante más de cuatro décadas de trabajo. Sólo en una ocasión resbaló caminando por la acera en un día de intensa lluvia, lesionándose el hombro, por lo que tuvo que estar un par de semanas de baja. Se incorporó a su puesto de trabajo, por propia voluntad, antes de que finalizara el período de baja médica, compaginando rehabilitación con el manejo del volante.  Es persona muy bien valorada entre sus compañeros del servicio, a causa de su seriedad, responsabilidad, generosidad y ese proverbial equilibrio para afrontar los problemas y dificultades de la vida diaria, muy útil para superar las grandes y pequeñas adversidades. Su carácter es tranquilo, paciente, desarrollando una conducción lenta (al paso de los años) pero muy regular.  

Sus grandes aficiones, en la vida particular, son el seguimiento televisivo y radiofónico del fútbol, además de disfrutar con los concursos que emiten las diferentes cadenas mediáticas. También le agrada salir a pasear, algunas de las tardes y también los domingos en los que no ha de conducir, junto a su mujer Aurori. Precisamente, los domingos en que pueden hacerlo, van a almorzar a una venta en los montes de Málaga, en la zona de los Alazores, denominada los Jarales, disfrutando del apetitoso y calórico platos de los montes, regado con una buena botella de tinto o vino moscatel y esas estupendas natillas caseras con canela. que le sirve su buen amigo Roberto “el Cochino” propietario del popular establecimiento. El matrimonio tiene sólo una hija, Mayca, ya casada, que les ha dado cuatro nietos, residentes en la ciudad hermana de Cádiz, ya que su yerno es oficial de un barco de pesca perteneciente a una importante conservera, especializadas en atunes y salazones.

En esta primavera del calendario, durante el mes en curso, a Efrén llega la añorada y temida al tiempo fecha de la jubilación, al cumplir los 65 años. Ve que alcanza el final de su vida laboral, considerando esta larga fase de su existencia como buena, aunque bastante monótona por tener que repetir esos diarios y pendulares trayectos de conducción, día tras día, hora tras hora. Pensando en su imagen, se ve como una persona anónima, que ha trabajado esforzada y responsablemente, pero que nunca ha destacado en la fama ni en los eventos sociales. Su oscuro protagonismo ha sido llevar, volante en mano, a miles y miles de pasajeros de un lugar a otro, recorriendo la misma trayectoria 9 o más veces al día.  Así durante semanas, meses y años.

Aunque Efrén no es un hombre muy dado a las sorpresas, llevaba “maquinando” algo en su mente, desde hacía tiempo. Se repetía una misma idea, con un aire un tanto obsesivo. “Llevo 42 años de mi vida, haciendo prácticamente lo mismo: trasladar pasajeros de uno lugar a otro. Pero no tengo en mi haber la realización de acciones importantes o lustrosas, que me hayan permitido salir, al menos por un día, en las páginas de los periódicos o en las entrevistas radiofónicas. Y menos, por las cadenas de televisión. He sido una persona “gris” en la vida, sin protagonismo ni fama”. Era una “calenturienta” idea, algo infantil pero comprensible, en un hombre que había dedicado gran parte de su vida a una monótona y repetitiva labor, que no le permitía o facultaba para alcanzar el lustre social o mediático. 

Así que llegó ese esperado y temido viernes de mayo, día de su cumpleaños, y que sería su última jornada de servicio en la empresa de transporte municipal. Le correspondía cumplir el turno de 7 a 13 horas, para conducir un bus de la línea 26, entre el centro de la ciudad hasta la barriada de los Jazmines. El día anterior Salva Perea, el jefe del personal, conociendo lógicamente el caso de Efrén, le comentó abiertamente que le “perdonaba” ese día, pidiéndole sólo que acudiera a las oficinas durante un rato, para compartir una copa de despedida con los compañeros presentes en la instalación. El veterano conductor agradeció el gesto, pero le respondió que precisamente por ser el último día de volante, tras 42 años de servicio, deseaba cumplir su horario de trabajo hasta el minuto final. Era como una testaruda ilusión que pensaba llevar a cabo. Y así lo hizo.

Para ese día tan especial, Aurora comenzó a preparar una comida espacial, que estaría lista a la vuelta de su marido. Tenía que ser un almuerzo emotivo y diferente. Berza con legumbres, un plato preferido por Efrén. Lomo de cerdo mechado y al horno. Tarta helada de frutas y baño intenso de chocolate. Encima de la tarta, una simpática elaboración pastelera caramelizada: PARA EL MEJOR CONDUCTOR. Por supuesto Mayca y Adelio estaban invitados, con los cuatro nietos (tres niñas y un niño primogénito). Seguro que iban a traer algún regalo sugerente para la efeméride.

Pero en la mente del operario municipal seguía la maquinación de algo a lo que no era ajena su mujer que, sin embargo, en momento alguno quiso hacerle preguntas al respecto, respetando esos 42 años de llevar el bus de un punto a otro de la ciudad. Ciertamente, en los días previos a su jubilación lo veía muy pensativo, raro y como viviendo otra realidad.

Ese singular viernes de mayo, Efrén estuvo haciendo los recorridos habituales, entre la barriada y el centro de la capital provincial. A las 12:30 cuando iba a emprender su último viaje, partiendo desde la Alameda Centro, conduciendo un autobús articulado de 18 metros de longitud (algunos ciudadanos llaman a estos vehículos con el apelativo de “gusanos” por los movimientos sinuosos que el fuelle intermedio les permite realizar) dada la hora del día, había en la parada correspondiente un elevado número de viajeros, que habían echado la mañana en el centro de la ciudad, para realizar sus compras. Cuando el conductor abrió la puerta delantera del bus para que los pasajeros fueran pasando al interior, antes de que picaran su bono bus en la máquina o pagaran el billete disuasorio, Efrén les iba diciendo “este viaje es gratis, lo pago yo de mi bolsillo, por ser mi último servicio en la empresa”. Los viajeros, sonrientes, entre los que había algunos jóvenes, muchas señoras amas de casa y no pocos ancianos, le daban los naturales parabienes y toques cariñosos en la espalda. Entraron en el largo vehículo 53 personas. Antes de poner en movimiento el autobús, el veterano conductor se levantó de su asiento ante el volante y a viva voz explicó la situación que le afectaba, sintiéndose profundamente emocionado.

“Muchos de vosotros me conocéis desde hace años. Somos casi como de la familia. Hemos viajado juntos años y años. Hoy cumplo 65 años. Por este motivo, este mi último servicio como conductor y quiero celebrarlo de una manera muy especial. Este va a ser un viaje cuyo destino no es la barriada Los Jazmines, sino que nos vamos a dirigir a los Montes de Málaga, a una venta denominada Los Jarales, con cuyo propietario ya he hablado. Allí nos vamos a tomar unos platos de lomo y morcilla frita con patatas, acompañados de vino dulce de Málaga o tinto, según los gustos, Y de postre unas deliciosas natillas de la casa. Al viajero que no desee o pueda acompañarme, le pido desde este momento perdón por este cambio en el destino del autobús. Tiene la puerta abierta para bajarse y todos tan amigos. Después de 42 años trabajando, sin falta prácticamente ningún día a mi puesto ante el volante, creo que este capricho me lo he ganado con justicia”.

La mayoría de los viajeros prorrumpió en vítores y aplausos, comprendiendo el sentido de ese día para un conductor que llevaba décadas llevándolos desde la barriada al centro de la ciudad. ¡Efrén, estamos contigo! Hubo seis usuarios que por diversos motivos decidieron esperar al próximo autobús, abandonando el articulado de Efrén. Así que los 47 restantes decidieron continuar la peculiar aventura. Se decían unos a otros “un día es un día”. De inmediato el bus se puso en marcha, camino de la venta ubicada en la zona del Colmenar. Técnicamente se estaba produciendo un “especial y consensuado secuestro”, de un autobús de la línea 26, Alameda-Los Jazmines.

Cuando en el centro de control de la Empresa Municipal de Transporte detectaron que un autobús de esa línea no seguía el itinerario previsto o normalizado, se quedaron asombrados, sin saber qué decir. ¿Qué estaba ocurriendo? Se preguntaban unos y otros técnicos, absortos ante la gran pantalla digital que mostraba los trayectos y estados de todas las líneas. De inmediato Salva Perea, junto a Froilán Galíndez (director de logística y control) profundamente abrumados acudieron a la radio de la empresa, para intercomunicar con el vehículo y preguntarle a su conductor ¿qué estaba pasando? Una y otra vez pulsaban el intercomunicador sin suerte, pues Efrén había cerrado el instalado junto al conductor. Previsoramente, también había apagado su móvil, pues no dudaba que lo iban a intentar por el teléfono. Por el panel electrónico de la sala de control se veía una lucecita roja (trayecto equivocado) que no se dirigía a la barriada correspondiente, sino que enfilaba el camino de la carreta de los Montes, estando ya situado en el final de la calle Cristo de la Epidemia, camino de la complicada carretera de El Colmenar.

Ambos jefes lo pensaron sólo unos minutos, decidiendo de inmediato poner el conocimiento de la policía nacional el muy extraño e insólito suceso.

“Entendemos, agente, que algún grupo armado de la delincuencia ha debido secuestrar un autobús municipal de viajeros, correspondiente a la línea 26, dirigiéndose en este momento hacia la carretera de los Montes. En este momento ha puesto su dirección, con claridad hacia la localidad del Colmenar. Este es el motivo de nuestra denuncia”.

Alguien el centro de control tomó su móvil y contactó con las emisoras de radio y los periódicos locales, comunicando el muy preocupante suceso. De esta manera, Málaga entera comenzó a movilizarse. El hábil plan diseñado por este ciudadano anónimo, conductor de autobuses, estaba siguiendo el proceso buscado. Ese protagonismo y gloria de un día para la fama se acercaba, a pasos agigantados, para los intereses sentimentales del buen Efrén. Los coches patrulla de la policía nacional y local recibieron la orden de dirigirse a ese punto de conflicto. Pronto se unió a ellos, los vehículos de la Protección Civil, varias unidades móviles del 061, dos helicópteros de la policía y numerosas unidades móviles de la prensa, radio y televisión de la capital, con sus cámaras bien dispuestas para seguir los acontecimientos. Como todos pusieron destino hacia la carretera de los Montes, pronto se produjo un espectacular colapso de tráfico, mezclado con los sonidos de las sirenas y el resplandor de las luces anaranjadas y azules de los vehículos policiales y sanitarios. Toda la zona de Fuente Olletas, Cristo de la Epidemia, Monte Dorado estaba bloqueada para el tráfico.

Esta circunstancia hizo posible que Efrén y los 47 pasajeros del bus pudieran llegar cómodamente (a pesar de las numerosas curvas en la carretera, bien sorteadas por la destreza de un conductor experto) a la Venta Los jarales, en cuyo portón de entrada estaba esperando sonriente su propietario, Roberto Requejo, bien fornido y mostrando su abundante obesidad corporal. Tenía una clientela concertada que se acercaba a los cincuenta comensales. Tras abrazar a Efrén, dio paso a que todos los viajeros entraran en el gran salón, en donde estaban los camareros con las bandejas preparadas portando las copas del vino de bienvenida. La música del pasodoble El Beso, inició la acústica alegre de la celebración.  Dos de los comensales habían sacado unas bolsas de plástico, en las que casi todos los viajeros echaron sus monedas y billetes, para ayudar a sufragar el coste de los 48 menús, en régimen de “hermandad”. Roberto, el Cochino, había concertado con Efrén un precio muy especial para este fraternal almuerzo.

Cuando ya estaban todos sentados, disfrutando de los platos de entremeses, comenzaron a escuchar el sonido de las sirenas de los vehículos de la seguridad policial, a la que se había unido un furgón blindado con la unidad de élite policial de los GEO (Grupo especial de operaciones) con abundante material de “combate”. Había que hacer frente a los “secuestradores” de manera expeditiva y contundente. Junto a las cadenas mediáticas, para sustentar los reportajes y la información del suceso, que iba a ocupar los horarios prime y portadas de la prensa local y nacional, también se contactó con una unidad de inteligencia psicológica, integrada por psicólogos y negociadores, especializados para el tratamiento mental de los secuestros.

Cuando el comandante Pitán de la Policía Nacional, que había tomado el mando de la compleja operación dispuso a todas las unidades en los puntos estratégicos correspondientes al complejo restaurador, altavoz en mano, ordenó a los secuestradores o delincuentes que se entregaran de inmediato y que salieran de 1 en 1, con los brazos en alto, después de haber depuesto las armas utilizadas para perpetrar su fechoría.

Pero el único que apareció por la puerta del ventorrillo fue el propio Roberto Requejo, gordinflón, rubio cano en sus escasos cabellos, vistiendo una camiseta de color celeste, con el logotipo de Aupa Málaga, unas bermudas azules, que dejaban ver sus bien fornidas pantorrillas, calzando unas deportivas Converse, de color rojo sin calcetines. Con cara de guasa, le “espetó” al comandante Pitán la siguiente parrafada:

“Pero mi comandante, si parece que vamos a rodar una serie de los Hombres de “Jarreson” para la televisión. Habrá que estar atentos a ver la hora en que la emiten. Pase Vd. al comedor, con sus compañeros de uniforme, y comparta unos vinos con un buen paisano que hoy se jubila, un estupendo conductor de autobuses, que ha querido celebrar el evento con los viajeros que siempre ha llevado de acá para allá, durante una “pila” de años”.

El comandante, que había sustituido el altavoz por su arma de fuego reglamentaria, no daba crédito a lo que veían sus asombrados ojos. Unas mesas llenas de humildes comensales, que estaban dando buena cuenta de platos con el lomo en manteca, la morcilla frita y las papas a lo pobre, “regando” el apetitoso condumio con el aromático y sabroso vino dulce moscatel de Málaga. Y a toda “pastilla, los altavoces seguían emitiendo pasodobles, a los que pronto de unió la inmortal Macarena, para alegrar los espíritus de la ciudadanía congregada en el fraternal ágape.

En la mesa central, Efrén reía y dialogaba con el grupo de viajeros que se habían sentado junto a él. Todos miraban extrañados como las fuerzas GEO iban entrando en el salón, con sus armas preparadas para intervenir, si ello fuese necesario. El comandante Pitán, con acertado criterio y con los colores subidos al rostro, tomó la decisión de permitir que la comida finalizara, mientras los medios de prensa “hacía su agosto” tomando decenas de fotos, haciendo grabaciones y entrevistando a “todo el que se ponía por delante”. Lógicamente, el comensal que tenía cola para responder a las preguntas era el conductor protagonista de los hechos. Bien sabía, el marido de Aurori, que al día siguiente su foto estaría en la primera página de los periódicos del día, así como en los informativos locales y nacionales. Tras los postres y el brindis final, Efrén Rial fue detenido como “supuesto” responsable del secuestro de un autobús de la empresa municipal de transporte, con 47 viajeros en su interior.

Esa noche durmió en los calabozos de la comisaría central de policía, en régimen de prevención, hasta la hora en la que tuviera que prestar declaración ante el juez de guardia. Aurora, hecha un mar de lágrimas, acudió a comisaria, junto a su hija Mayca y Adelio, para llevar a su marido unos bocadillos y un termo lleno de café con leche. Y, efectivamente, en la mañana del sábado, la fotografía de Efrén, el “ejemplar conductor de autobuses” copaba las primeras páginas de los diarios locales y nacionales, con las plaquetas informativas de “el conductor de bus que secuestra voluntariamente a 47 pasajeros, en el día que accedía a su jubilación” y abundantes artículos de opinión y declaraciones de todos los implicados, entre ellos el de  Ricardo Requejo, “el cochino”, propietario de Los Jarales, que declaraba las buenas intenciones y bondad personal que siempre había mostrado su amigo Efrén.

El “travieso conductor” del “secuestro” compareció ante la autoridad judicial a las 48 horas de su detención, en un fácil interrogatorio en el que Efrén aceptó todas las consecuencias de su extraño comportamiento, reconociendo con humildad y sencillez las faltas y comportamientos delictivos que había cometido. La propia empresa municipal de transportes presentó ante el juez un informe de su vida laboral, en la que se reflejaba que durante 42 años este operario municipal había tenido un comportamiento verdaderamente ejemplar, sin faltas o mácula alguna, hasta ese infausto viernes de mayo, día de su cumpleaños y último servicio en la conducción de autobuses. Los 47 viajeros también fueron interrogados, manifestando que permanecieron en el bus de manera absolutamente voluntaria. La presión mediática también actuó al efecto. Los editoriales y comentarios planteaban que todo había sido una acción, desde luego que desacertada, de una persona humilde y anónima, que había querido ser protagonista, por una vez en su vida y en el día de su jubilación, en la portada de los medios de comunicación. Un día de fama, después de toda una vida sin la menor relevancia en el anonimato de la masa social.

Al carecer de antecedentes penales, le fue impuesta una multa de 1.800 euros, que una cuestación popular prácticamente sufragó a las pocas horas. Además de la sanción económica se le impuso la obligación controlada de prestar servicios sociales de compañía y ayuda, durante un año, en residencias para la tercera edad dependientes de la Administración andaluza. Efrén cumple, sin faltar día alguno entre lunes y viernes, sus horas de acompañamiento, diálogo y paseo, a los centros residenciales que se le asignan. Debido a la bondad y sencillez de su carácter, es llamado por muchos de los internos “el ángel del volante”. -  

 

 

EL ÚLTIMO VIAJE DE UN CONDUCTOR

DE BUS MUNICIPAL

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

20 mayo 2022

                                                               Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

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jueves, 12 de mayo de 2022

EL INSÓLITO DIARIO DE LAS BUENAS NOTICIAS.

En la vida de cada persona hay deseos que nunca llegan a realizarse, por mil y un motivos y circunstancias. Pero siempre, siempre, albergamos la esperanza de que esa difícil posibilidad pueda llegar alguna vez a convertirse en una espléndida realidad. Y pensamos en la suerte, en los milagros de los dioses, o en el gesto bondadoso y esforzado de alguna persona preclara, para poder obtener esa anhelada consecución.

La lista de estos deseos, “casi imposibles de materializar” sería lógicamente interminable. Cada uno de nosotros alberga en su mente algunas de estas posibilidades que, en muchos de los casos, serán coincidentes en unas y otras personas. Para la historia que a continuación se va a narrar, hemos elegido uno de esos muy difíciles deseos, que da precisamente título a este relato.

DARIO, licenciado en Ciencias de la Comunicación, lleva dirigiendo el periódico local EL DÍA, desde la jubilación de su padre, Luciano, fundador de la cabecera de esta empresa mediática, cambio de dirección que sucedió hace ya unos seis años. Este medio de información acumula ya una larga historia de tres décadas y media de buen funcionamiento. Se trata de un periódico local o provincial, curiosamente no vinculado a ninguna potente cadena nacional de la prensa. Dado su aceptable nivel de audiencia y venta en los puestos de periódicos, esta “cabecera” local, en más de una ocasión, ha querido ser “comprado” o integrado en las grandes cadenas generalistas, que apetecen también controlar el mercado regional del Estado. Pero Luciano siempre encontraba alguna ayuda bancaria o apoyo empresarial, a fin de continuar manteniéndose libre e independiente, sobreviviendo en esa difícil maraña de una “selva” mediática extremadamente competitiva.

De otra parte, la publicidad inserta en El Día era notablemente más económica con respecto a las tarifas de otros diarios locales o de difusión nacional, lo cual incrementaba los fondos de esa supervivencia empresarial en el océano de la gran industria. Sin embargo, el mercado para los periódicos nacionales o locales se veía cada vez más condicionado por la influencia de las cadenas de radio y televisión y sobre todo por la potencia incontenible o “infinita” de la comunicación digital a través de Internet.

En el ámbito provincial donde “operaba” El Día, al igual que ocurría en otras localidades del territorio español, había un periódico que dominaba el mercado, otro que mantenía su supervivencia como podía y la poderosa presencia de las cabeceras periodísticas nacionales, empresas  que mantenían la fidelidad lectora de un sector de la población, vinculado a las bases ideológicas asociadas a la línea que defendían los artículos firmados en las páginas de opinión y al el tratamiento “partidista” habitual  que se hacía de la información. Pero unas y otras “cabeceras periodísticas” iban perdiendo, de manera paulatina y preocupante, numerosos lectores. La causa básica de este declive no era otra sino el avance sin freno de la digitalización informática, aplicado a todos los sectores socioeconómicos, entre ellos también los medios de comunicación. El mercado de la prensa en papel era cada vez más difícil de mantener y desarrollar.

En este difícil contexto, Dario había convocado al equipo directivo del periódico a una reunión urgente para el fin de semana, que se iba a desarrollar en un Parador Nacional de la capital. El sábado, a las 10 de la mañana, ya se encontraban reunidos en una de las salas nobles del complejo turístico, el aludido equipo de dirección, presidido por el director Darío e integrado por la joven subdirectora Paula y los redactores jefes de las distintas secciones, Saúl, Adeline y Valeria. Además, asistía el gerente contable Ferrán, para presentar la situación económica financiera actual de la empresa, que no era desde luego esperanzadora (al igual que ocurría con el resto de la prensa).

Como los asistentes presumían que la reunión, dada la importancia de los asuntos a tratar, podría extenderse durante muchas horas, todos ellos habían acudido a la cita con el trolley de “nocturnidad”, como con humor denominaban a la pequeña maleta de viaje, pues no descartaban en absoluto tener que pasar allí la noche, debatiendo los graves problemas y las posibles soluciones a los mismos. El núcleo básico de la cuestión, objeto de tratamiento, era el cambio necesario y urgente que habría que dar al periódico, para salvar una querida y entrañable cabecera que naufragaba en la situación actual. Dario, sin cortapisas o dubitaciones planteó con claridad la necesidad de dar un fuerte golpe de timón, porque los números venían siendo “rojos” en la contabilidad, desde hacía muchos meses. El contable Ferrán corroboró el planteamiento que hacía el director del diario, con datos, gráficas y proyecciones estadísticas.   

Unos y otros plantearon alternativas varias, pero una y otra vez llegaban a la realidad básica de la prensa de “linotipia”. Los lectores preferían la inmediatez de la imagen y la rapidez o comodidad de lectura en el tablet, móvil o en la pantalla del ordenador. Desplazarse al puesto de periódicos a fin de adquirir el ejemplar del día era una hermosa práctica que, paulatina y lamentablemente, iba decayendo en la costumbre de los ciudadanos. Algo había que hacer y pronto.

En un preciso momento volvió a intervenir Darío. “He estado hablando muchas horas con mi padre, Luciano, el fundador de esta empresa. Analizando todos los flecos de esta inquietante situación, llegamos a esa conclusión que nos preocupa y al tiempo también nos motiva. El común de la ciudadanía, los lectores, los radioyentes, los televidentes, están dolorosamente hartos de leer, escuchar y visionar malas, desgraciadas o desalentadoras noticias. Un día sí y el otro también. La gran revolución que os planteo es que hagamos una refundación de este nuestro querido medio de prensa, empezando para ello con el propio nombre de la cabecera. Como sugerencia, para que sepáis a dónde quiero llegar, ese refundado periódico podría llamarse algo así como LAS BUENAS NOTICIAS DEL DÍA.

En este sentido, nos esforzaríamos en llenar las páginas del diario con informaciones y noticias gratas, humanas, alegres, positivas y con ese valor de la esperanza que tanto bien nos puede hacer para superar las dificultades y los problemas. Hay que echar una mirada sobre la realidad, ensalzando lo bueno y orillando lo malo, lo negativo, aquello que desalienta y entristece. Tenemos que evitar esa actitud depresiva en la que tantas veces nos sentimos sumidos.

Por supuesto, sé que mi propuesta no resulta fácil, dado el contexto en el que vivimos. Es obvio que, hoy día, las ingratas noticias prevalecen sobre aquéllas otras que sin embargo motivarían nuestra ilusión y estímulo para la convivencia diaria. Y fijaros lo que os digo: si no hallamos con facilidad las mejores y alegres noticias, nos las inventamos en forma de narraciones que nos abran y generen la necesidad y fortuna del mejor vivir”.

Aunque la subdirectora Paula ya sabía por dónde iban las intenciones del hijo del fundador del diario, los demás asistentes a la reunión se miraban unos a los otros, preguntándose si sería posible emprender el camino valiente y renovador que planteaba el director de la empresa. El debate, con los descansos pertinentes para el almuerzo y la cena, duró hasta horas avanzadas de la madrugada del domingo. Pero cuando abandonaron el recinto turístico, tras el desayuno dominical, unos y otros lo hacían con la firmeza y convicción necesaria de que la “revolución” ya se había iniciado y ese proyecto, por temerario que pareciese, era el único viable que en las circunstancias actuales merecía el esfuerzo de todos por desarrollar y consolidar.

El equipo de periodistas se puso a buscar buenas noticias, para llenar las páginas impresas del diario. La idea era difícil, pero ambiciosamente interesante.

Frente a la muerte, los natalicios. Frente a los divorcios y separaciones, los vínculos conyugales. Frente a las broncas, las reconciliaciones. Frente al robo, la generosidad de la solidaridad. Frente a los enfados, la amistad. Frente a la enfermedad y el dolor, las recuperaciones y los avances de la medicina. Frente a la guerra, la paz. Frente al desánimo, la ilusión. Frente a la apatía y la pereza, el trabajo. Frente a la soberbia, la humildad de carácter. Frente a la incomunicación, el diálogo. Frente a la oscuridad de la noche, la luminosidad del día. Frente a la muerte, la vida. Frente a la guerra, la racionalidad del diálogo. Frente a la barbarie, la grandeza de la cultura. Frente a las lágrimas, las sonrisas. Frente a la mentira, la verdad. Frente a la obesidad y el sedentarismo, la práctica deportiva. Frente a la seriedad, la fuerza de la sonrisa. Frente a la duda, la certeza. Frente al miedo, la oportunidad del valor. Y así, un largo etc. de nuevas motivaciones para informar y dinamizar.

Adeline, la redactora jefe de la sección local, aportó una interesante idea para implicar a los lectores en este nuevo proyecto de las buenas noticias. El periódico reservaría dos páginas dedicadas expresamente a las aportaciones que hicieran los propios lectores del diario. En ellas se narrarían las experiencias positivas, curiosidades, “bricolajes”, acciones protagonizadas por sus autores o aquellas otras informaciones  que hubiesen llegado a su conocimiento, compartiéndolas en esta interesante sección. Cada semana, el equipo de redacción elegiría las cinco mejores aportaciones, noticias por las que sus autores recibirían pequeños pero emblemáticos obsequios, normalmente productos locales, tanto alimenticios como de elaboración artesanal. De esta forma, aparecían apetitosas recetas de cocina, soluciones de bricolaje del hogar, buenas acciones para con los demás, especialmente con las personas mayores, un truco de limpieza, una película vital y trascendente para ver y disfrutar, un sitio agradable para visitar en el entorno, un buen servicio recibido en un restaurante, una mejor forma de aprovechar el espacio disponible, muchas fotografías con encanto, cómo arreglar un problema de comunicación entre dos o más personas, castigo educativos ante travesuras infantiles, poemas y relatos, …etc.

Comenzaron la nueva aventura con la valentía y “temeridad del cambio insólito e innovador al que se enfrentaban. Era un camino inexplorado, pleno de incertidumbres, que podía ofrecer numerosas y variadas respuestas, por parte de los lectores. Con tenacidad u confianza, dejaron pasar días y semanas, a fin de comprobar si esta fórmula positiva en la información tenía éxito en los gustos del público lector de diarios. La colaboración de la ciudadanía, a la hora de compartir sus mejores vivencias, fue de todo punto esperanzadora. Eran muchas las personas a quienes gustaba narrar sus buenas vivencias en el diario caminar por sus vidas. Aun así, el periódico mantenía algunas páginas, para sintetizar la información básica de lo que ocurría a nivel local, regional, nacional e internacional. Pero los porcentajes relativos a los contenidos de esas noticias no superaban el 20 % con respecto a la difusión de noticias agradables, positivas y animosas, para una colectividad abrumada por los nublados, dificultades, injusticias y violencias que degradan el espíritu.

Una mañana Ferrán, el contable de la empresa, reunió al equipo de dirección, a fin de darles a conocer, con visible emoción, los buenos resultados en la difusión y venta de las seis primeras semanas. La progresión en las ventas era ascendente, superándose ampliamente las cifras correspondientes a las del antiguo estilo en los contenidos. De manera correlativa, los ingresos por inserción publicitaria también fueron incrementándose, poniendo una nota de color y sonrisa en el rostro y confianza del equipo direccional.

Pero en este mundo “selvático” y cruelmente competitivo en el que estamos inmersos, no todo eran buenas noticias para el renovado DIARIO DE LAS BUENAS NOTICIAS. Las cadenas de radio y televisión se hacían eco del nuevo fenómeno mediático que representaba este “modesto” periódico de provincias. Comenzaron a insertar en su programación reportajes y espacios, en horario “prime”, en los que se hablaba y analizaba la admirable decisión de esa cabecera periodística que estaba revolucionando, de una manera evidente, el mundo de la información diaria, priorizando en sus contenidos las buenas noticias a compartir. La dificultad de rellenar las páginas del diario con noticias amables era patente, a lo que se unía esa respuesta “envidiosa y malsana” de las grandes empresas y cadenas de prensa, locales y nacionales, que se sentían cómicamente con el paso cambiado. Veían peligrar, con la mayor inquietud, su tradicional hegemonía en las ventas, no sólo de periódicos sino también en la publicidad que contrataban.

Las acusaciones de “dumping” temático, de practicar la irrealidad en la información, de ser una nueva modalidad de “prensa amarilla” comenzaron a inundar los editoriales y las páginas de opinión de los grandes, importantes y “engolados” consorcios de prensa, tradicionalmente dominantes en el mercado mediático.

La propia Asociación de la Prensa tuvo que intervenir en el peculiar conflicto. El equipo directivo de esta asociación profesional hizo comparecer a Darío, como director de las Buenas Noticias del Día, indicándole que la actitud del medio que dirigía podría considerarse como un caso de competencia desleal al resto de las cabeceras de prensa, por eludir en la publicación de noticias catastróficas, pesimistas, insidiosas, desalentadoras y negativas. La amenaza era manifiesta. El rostro de asombro que mostraba Darío, al escuchar tan insólita argumentación, era inenarrable, pues no podía entender que se vulnerara de tamaña forma la libertad de opinión y de publicación.

En la actualidad y a pesar de las más o menos veladas amenazas, Darío y sus compañeros de trabajo siguen haciendo más amables y positivos cada uno de los días, a través de las páginas de este inteligente y generoso medio de comunicación que han refundado. En modo alguno han desistido de llevar a los kioskos todas esas esas noticias e informaciones amables que generan el optimismo, mostrando que en el mundo no ha desaparecido ese color verde que, desde luego, “vende” e ilusiona más que el rojo y el negro. Como ellos bien dicen y sus fieles lectores demandan, lo bueno suma, mientras lo malo y negativo resta. Es una forma inteligente y eficaz de mirar el mundo con unos cristales que potencien lo mejor que nos contempla y difuminen ese negativismo que tanto degrada.  

En realidad, otras empresas de la información se están planteando seriamente cambiar el sentido de una prensa que cada vez tiene más problemas para la supervivencia, considerando el hartazgo receptivo de un público que está cansado de incidir en todo lo negativo que la vida genera, entristeciendo y en modo alguno dinamizando la existencia de las personas.

Al menos, al público lector o espectador siempre nos quedará ese valioso recurso de poder elegir, en principio, aquella película, aquella novela, aquel autor o aquel espectáculo que motive nuestra ilusión, generando la sonrisa y confianza en lo humano, como alternativa a otros contenidos que por el contrario conducen a un pesimismo erróneo que no nos hace ningún bien. Seguiremos buscando con ansiedad ese diario de las buenas noticias, que tanta falta nos hace, precisamente en estos tiempos convulsos que hacen que miremos, una y otra vez, hacia el sosiego mágico del entorno natural.  

 

 

EL INSÓLITO DIARIO DE LAS

BUENAS NOTICIAS

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

13 mayo 2022

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jueves, 5 de mayo de 2022

EL INTERNADO DE LAS FAMILIAS AUSENTES.

Los motivos por los cuales muchos niños y adolescentes son enviados, por sus progenitores o familiares, a un colegio/internado son muy variados. En principio estos padres, poseedores de una cierta solidez económica, justifican su decisión a causa de no poder ocuparse de manera adecuada en la formación de sus hijos, por las numerosas obligaciones profesionales a las que han de atender en la vida diaria. Otra razón que aducen es que prefieren enviarlos a estudiar a una localidad alejada de su lugar de procedencia, buscando en esos cualificados y prestigiosos centros educativos una sólida formación para el futuro de sus descendientes. También pueden darse causas o razones de castigo por su mal comportamiento no sólo ante sus obligaciones de estudio, pensando que esas largas estancias en los internados, que aplican rígida disciplina ante las faltas y travesuras, pueden mejorar su rendimiento escolar y también corregir el díscolo comportamiento con su familia, amigos y vecinos.

Pero aun admitiendo que la institución escolar en donde son internados estos niños sea harto prestigiosa por su eficacia educativa y que también esté caracterizada por sus atractivos incentivos constructivos, monumentales y ambientales (parajes muy bellos y aislados en plena montaña, conviviendo con otros compañeros pertenecientes a una escala social muy selecta) lo cierto es que los niños y jóvenes, que a estos centros acuden, sufren y soportan el duro sentimiento del desarraigo familiar, pues la primera realidad que condiciona esta etapa de sus vidas es que no pueden convivir en el día a día con el calor humano que siempre aporta la sociedad familiar. Por más que se esfuerce el equipo formativo de estas instituciones, resulta muy difícil o casi imposible crear y mantener un ambiente afectivo y humano verdaderamente familiar entre todos sus integrantes.  

La vida de Adriana, llamada por los más allegados con la expresión cariñosa de Adri, tuvo una terrible inflexión cuando con 11 años quedó huérfana de padre y madre. Isaac y Azucena, sus progenitores, fallecieron en un desgraciado accidente de tráfico, en la carretera de Madrid a Toledo, ciudad a donde se dirigían para pasar un fin de semana con unos amigos íntimos. El familiar más cercano a la desconsolada niña, que se pudo hacer cargo de la imprescindible orfandad y tutoría familiar, era la hermana de Suzi, Candelaria, tía de la pequeña Adriana, que estaba casada y con tres hijos en su matrimonio, ninguno de los cuales superaba los diez años.

Pero las múltiples e importantes ocupaciones profesionales de esta ejecutiva bancaria, de carácter posesivo e hiperactivo, con amplia descendencia genética en su matrimonio con Mateo, programador informático, con el que mantiene una relación conyugal de carácter inestable, le lleva a tomar una importante determinación: buscar un colegio internado de garantía, en donde matricular a su sobrina, a fin de que pueda ser debidamente atendida, institución  educativa en donde pueda finalizar sus estudios primarios y comenzar la etapa de la secundaria obligatoria.

Localizan de inmediato un prestigioso centro de titularidad privada y muy alto coste, con excelentes referencias en diferentes buscadores informáticos. Se encuentra ubicado en la sierra de Guadarrama de la capital segoviana, a no excesivos km de distancia de Madrid, ciudad en donde reside la familia de Adri. Esta institución educativa está regida por monjas trinitarias, aunque el claustro de profesores lo integra mayoritariamente profesores no religiosos o laicos. El coste de matriculación, así como el monto de las distintas mensualidades es elevado, pero el patrimonio familiar lo puede soportar sin especial dificultad.

El cambio en la vida de Adri es trascendente e intensamente doloroso, pero la adolescente goza de un abierto y positivo carácter, esforzándose en el día a día para sobrellevar este profundo e inesperado cambio en su vida. Entiende que su tía (con la que en realidad no tenía una intensa relación) ya con tres hijos en la familia, y muy ocupada por su estresante trabajo financiero, no viera con buenos ojos sumar una sobrina de 11 años a su prole familiar. Así que aceptó con entereza esa muy nueva experiencia de tener que convivir en un internado, con las consecuencias propias para sus hábitos de comportamiento.

Los primeros días de ese curso del 82 en el centro fueron ciertamente duros para la chica, a pesar del interés que se tomó con ella la madre Carmela del Rosario, jefa de estudios. Pensaba que su madre, a buen seguro, estaba velando por ella desde el cielo, pues tuvo la suerte que le adjudicaran una habitación en la que tenía como compañera a una linda y cariñosa amiga, llamada Coral. Los padres de esta buena compañera habían roto su matrimonio y su madre había entrado en depresión. Por ello habían decidido apuntarla en el internado, a fin de que la crisis familiar no perjudicase en exceso sus estudios. Coral tenía un año más que Adri y en ese curso finalizaba sus estudios primarios. Gracias a esta compañera de cuarto, también hizo intensa amistad con otra alumna del colegio, llamada Martina, también estudiante del mismo curso de Adri, 5º de primaria. Martina era una chica de buen corazón, pero muy traviesa en su comportamiento y no especialmente estudiosa. Debido a sus muy bajas calificaciones y a las “trastadas” que hacía en casa, tras múltiples advertencias, sus padres le pusieron “como castigo” la solución de este internado, que tenía también una cierta fama de su severa disciplina para encauzar a las alumnas “díscolas”.

Las tres amigas formaron un estupendo núcleo o equipo, muy bien avenido, en el que los distintos caracteres de unas y otras se complementaban para la mejor suerte de las tres alumnas alejadas de sus familias. Los sábados y los domingos las niñas internas eran llevadas a la capital segoviana, a fin de que pasearan en grupos por sus jardines, calles y plazas, a cargo de alguna monja más joven que pudiera mejor controlar los movimientos de las pequeñas y adolescentes. Las tres amigas se las arreglaron para estar integradas en un grupo de quince niñas controlado por la madre María Jesús, una joven religiosa que para estos paseos con las alumnas se vestía con un traje seglar, despojándose de los hábitos, previa autorización del obispado segoviano.

Algunos fines de semana, también había padres que venían a recoger a sus hijas, para estar con ellas esas horas familiares que tanto bien hacían a mayores y pequeñas. Los tíos de Adri le hacían algunas llamadas telefónicas, aunque siempre aducían que estaban muy ocupados para desplazarse a las instalaciones colegiales. Por fortuna, siempre quedaban en el centro muchas otras niñas, con las que el buen carácter de Adri siempre hacía “buenas migas” para jugar, pasear o ver esos ratos de televisión que la madre superiora autorizaba.

Llegó el fin de curso y las vacaciones veraniegas. Las notas de Adri habían sido buenas, como las de Coral. Martina, por el contrario, había “dejado” algunas materias para superar en septiembre, a causa de los suspensos obtenidos. Sus dos mejores amigas abandonaban el internado hasta el curso próximo. La despedida entre las tres niñas fue muy cariñosa y sentimental. Besos y promesas de que se escribirían durante el verano, para contarse sus aventuras en las que estuvieran inmersas. Adri pensaba que sus tíos vendrían al fin a buscarla, para pasar al menos algunas semanas con ellos y los tres primos. Sin embargo y para su sorpresa transcurrían los días y las horas y veía que no la llamaban para avisar de su llegada. No era normal, porque el colegio se quedaba prácticamente vacío de niñas. Se preguntaba, una y otra vez, el porqué de este silencio familiar. En realidad, durante el curso la comunicación había sido muy escasa. Pero al menos pudo pasar unos pocos días de la Navidad con ellos, hecho que no sucedió durante la Semana Santa.

Cuando ya estaba el colegio prácticamente vacío de niñas internas, la madre Carmela indicó a Adri que le acompañara al despacho de la madre Benita, directora del centro, pues la superiora quería hablar con ella. Extrañada, aunque confiada de que le comunicara algo acerca de cuando vendrían sus tíos a recogerla, pidió permiso para entrar en el suntuoso despacho de la religiosa. Allí se encontraba, junto a la directora, la madre María Jesús, siempre muy cercana y cariñosa con Adri. Con sumo tacto y afecto, habló la madre superiora:

“Adriana, ante todo tengo que felicitarte por lo buena alumna que has sido durante este tu primer curso en el centro. Todos tus profesores están de acuerdo con lo mucho que te has esforzado en los estudios y en un buen comportamiento siguiendo las normas. Por otra parte, no has tenido castigos de especial importancia, alguna llegada tarde a los rezos y esa travesura de las tres amigas (seguro que instigada por Martina) de esconderos para la clase de canto con la madre Virtudes, que se llevó un buen disgusto porque no os encontraba. Pero los palmetazos que recibisteis como castigo fueron suficientes y nunca más faltasteis a la clase de música.

Dicho todo esto, he de darte una información que pienso no ha de agradarte pero que te he de explicar. He estado hablando con tus tíos y me han aclarado que aun lamentándolo no pueden venir por ahora a recogerte. Tienen que realizar un viaje de negocios, que les va a llevar bastantes días, incluso semanas. Tus primitos irán durante su ausencia a unas colonias infantiles y el resto del verano lo pasarán con unos parientes de su padre, que residen en Galicia.

En consecuencia, te vas a quedar aquí con nosotras. Le madre María Jesús, con la que te llevas muy bien, se ocupará personalmente de ti. También sé que aprecias mucho a la madre Paula, encargada de la cocina. Ella te va a enseñar a preparar muchos platos de comida y a elaborar esos pasteles que cocinamos en nuestro horno y que se venden en las provincias cercanas. Tres veces en semana, durante las mañanas, irás a clase de natación. Es un establecimiento deportivo cercano con el que ya hemos concertado tu inclusión. Para dentro de dos semanas, estamos tramitando tu inclusión en una colonia infantil de niñas, que nuestra orden está organizando para la segunda quincena de julio en nuestro centro educativo de Soria. Y ya para agosto, te buscaremos nuevas actividades que harán mucho bien a la vitalidad de tu joven cuerpo”.

La pobre Adri no pudo reprimir unas pequeñas lágrimas, aunque la madre Mª Jesús le tomó de la mano y le sonrió, dándole a entender que ella se iba a encargar de que no sufriera el sentimiento de la soledad. A continuación, le dijo “vamos a ir descubriendo poco a poco los secretos que nos ofrece la naturaleza. Y muchos de esos secretos y tesoros los vamos a ir guardando a través de la técnica fotográfica, práctica a la que soy muy aficionada y que te voy a enseñar para que disfrutes conservando esas preciosas imágenes que el medio natural nos regala desde sus bellos amaneceres.

Efectivamente, esta religiosa despertó en esta niña, que acababa de cumplir los doce años, la afición por la fotografía. Cuando la religiosa y esa única alumna que quedaba en el internado salían cada mañana para caminar por la naturaleza, iban tomando fotos de plantas, animales y paisajes, artísticas y bellas imágenes que después se encargaban de revelar en un pequeño laboratorio que la monja había organizado en un pequeño cuarto, anejo a la gran cocina del monumental centro educativo.  Y así comenzó ese verano del 82, en el que Adriana tuvo que habituar su vida vacacional en un internado, en el que tendría que esperar la llegada del otoño para tener compañeras de su edad con quienes jugar.

Sin embargo, unas semanas después de la entrevista con la madre Benita, de nuevo fue llamada por la directora. Cuando entró en el despacho de la religiosa, se llevó una inmensa alegría. Allí estaba presente su querida amiga Coral, acompañada de su madre. Las dos niñas se abrazaron, intensamente emocionadas por el reencuentro. La señora que observaba sonriente la alegría que mostraban ambas compañeras, explicó con gran dulzura el motivo de su presencia en el internado.

“Me alegra mucho conocerte, querida Adriana. Mi nombre es Jimena y soy la mamá de Coral. Aunque es la primera vez que nos encontramos, sé mucho de ti, porque Coral siempre me está contando cosas buenas de su mejor amiga. La verdad es que eres como una hermana para mi hija. Nos gustaría que vinieras a pasar unos días con nosotros, en una casita de campo que tenemos en Arévalo, un pueblo con mucha naturaleza y encanto en la provincia de Ávila. Coral se sentiría feliz de tenerte allí en casa y yo también, contenta de veros a las dos grandes amigas tan felices. Estamos a mediados de julio, así que, si te hace ilusión lo que te proponemos, puedes quedarte con nosotras una semana, quince días o el resto del verano. De esta forma volveríais al colegio a comienzos de septiembre, ya las dos juntas. Pero tú lo decides. Te aclaro que la madre Benita ha contactado telefónicamente con tus tíos, los cuales no han puesto objeción alguna a que vengas a pasar el resto del verano a nuestra casa. Adri, nos haría muy felices si dijeras que sí.”

En aquel preciso momento Adriana rompió a llorar, estaba profundamente emocionada del bello y generoso regalo que le estaban ofreciendo. Ya nunca olvidaría ese verano de sus 12 años, que tan importante fue para su futuro personal.

Han pasado los años, por la vida de todas estas personas. Adriana se ha convertido en una muy apreciada y cariñosa profesora de educación infantil. Está casada con un buen hombre, llamado Fidel, que es fotógrafo profesional, trabajando para diversas empresas publicitarias y mediáticas. ¿Cómo conoció al que hoy es su marido? Habría que remontarse a las enseñanzas y motivación que Adri recibió en aquel verano del 82, cuando la madre María Jesús despertó en ella la afición por el mundo de la fotografía. En una exposición de tomas fotográficas, en la que un tiempo después la joven Adriana participó, conoció al que hoy es su marido y padre de una preciosa niña que tiene en la actualidad seis años. Pero ¿cómo se llama su hija? No es difícil averiguarlo. Fidel estuvo desde el primer momento de acuerdo con el deseo de su querida Adriana: la niña fue bautizada con el nombre de Coral. ¿Y quién fue la madrina en la ceremonia? Su íntima compañera del internado, Coral, que siguen siendo como hermanas, en sus vidas.

Como curiosidad es interesante añadir que, aunque durante algunos años han residido en Madrid, Adriana pidió a Fidel afincarse en la provincia de Segovia, en cuya capital tienen hoy su domicilio. De tarde en tarde, Adri visita con su hija el internado donde pasó unos años muy trascendentes para su existencia. De las religiosas con las que convivió en su etapa infantil, sólo permanece en el centro educativo la madre María Jesús quien, a pesar de sus años aún, continúa con su labor docente y sacando fotos de los entornos naturales que rodean los bellos parajes castellanos. Ahora lo hace con una máquina compacta digital que recibió un día como regalo de una antigua alumna, a la que quiere y considera como una verdadera hija.-

  

EL INTERNADO DE

LAS FAMILIAS AUSENTES

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

06 mayo 2022

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