viernes, 28 de enero de 2022

EL BUZÓN DE LOS SENTIMIENTOS AUSENTES.

 

Son muchas las ocasiones en las que se nos dice, con rutinaria incredulidad, que determinadas historias sólo pueden ocurrir en las páginas escritas de los libros o en las pantallas compartidas de la proyección cinematográfica. Sin embargo y paralelamente a estas creencias, todos sabemos que en el género humano anidan y florecen respuestas y acciones que, a pesar de lo insólitas o sorprendentes que nos parezcan, resultan admirables por el voluntarismo imaginativo que conllevan en su curiosa e infrecuente realización. Parecen en principio increíbles, pero el comportamiento de las personas es decididamente imprevisible, tanto en lo más grandioso y digno de alabanza, como en aquellas infortunadas acciones que ensombrecen la expresión de las sonrisas. Acerquémonos, con cautela y discreción, no exento de interés, a una bella historia que va a sustentar lúcidas reflexiones en la intimidad de nuestro pensamiento.

La protagonista de este relato, de nombre MARÍA, es una mujer joven (apenas ha comenzado su cuarta década vital) que vive ahora sola, en el antiguo piso que siempre ha compartido con su madre, una señora viuda recientemente fallecida. Tiene una única hermana menor, Clara, a la que ve de tarde en tarde, pues ésta se unió afectivamente a un ciudadano francés y a ese hermano país se fueron a vivir, formando una familia con dos niños de corta edad. María estudió en la Escuela Oficial de Magisterio, pero nunca se decidió a ejercer directamente la docencia reglada, pues al finalizar su carrera tuvo la grata oportunidad de encontrar un trabajo, no lejos de su domicilio, en el que continúa desempeñando una responsable función como cuidadora/educadora de niños pequeños, en una muy bien organizada guardería. Se siente feliz con el trabajo que desempeña con esos críos, que siempre muestran tan exuberante y alegre vitalidad. Sin ser hijos propios, aplica con ellos toda la paciencia, sabiduría y cariño que su gran corazón sabe generar. En sus relaciones sociales, conserva una amiga íntima de sus años de estudio, Raquel, con la que se reúne en no muy frecuentes ocasiones, pues esta compañera está casada y tiene dos niños de corta edad, con las obligaciones propias de una familia a la que atender.

María no ha tenido suerte con el amor hasta la fecha. Dos aventuras, mantenidas con chicos de su edad en diferentes etapas de su vida, no tuvieron un buen final, pues uno y otro (un dependiente de ferretería y un electricista autónomo) acabaron uniéndose afectivamente a otras personas en las que hallaron más incentivos o fundamentos para la vinculación sentimental. Esta situación le hace sufrir los ingratos condicionantes de la soledad, especialmente durante los fines de la semana y en aquellas horas en que no tiene que acudir a su centro de trabajo. Esos duros momentos, para la “incomunicación” los suele combatir desarrollando algunas de sus aficiones favoritas, siendo una fiel asistente a la magia lúdica de las salas cinematográficas. Le agrada también practicar la lectura y, de manera especial, realizar esas labores de punto y ganchillo, habilidad que ha de agradecer al ejemplo y enseñanza que recibió de su añorada abuela paterna. Sin embargo, un ejemplo o argumento reciente que visionó en una película decidió modificarlo y adaptarlo a su propia vida, a fin de intentar superar esos momentos amargos en que se siente un tanto huérfana de afecto y falta de comunicación con los demás. Descubramos este curioso, sutil y sorprendente proceder. 

Se trata de una curiosa, “traviesa” y simpática distracción, que lleva practicando durante las últimas semanas. Cada “finde”, especialmente en los sábados, se sienta ante su ordenador personal, dedicando un generoso tiempo a redactar una larga carta dirigida a una persona imaginaria a quien, obviamente, no conoce. En su largo y confiado contenido, va narrando cómo le ha ido durante su periplo semanal. Comenta las mejores anécdotas derivadas de su trabajo o experiencias recibidas, ya sea en la guardería con los pequeños, en el súper o en otras vivencias diarias. La mayoría de los contenidos aportados suelen ser reales, aunque también hay otros que lindan con la artificiosa ficción imaginativa. Tras su corrección, con un par de nuevas lecturas, imprime el texto y lo introduce en un sobre franqueado, en cuyo anverso sólo escribe un nombre masculino y una dirección viaria y provincial, supuesta o inventada. En el reverso del sobre, anota el correspondiente remite: María, a la que añade dos palabras, “del Amor” (ese amor personal, que tanto echa en falta) y su concreta dirección postal.

La divertida, muy entretenida, sentimental y atrevida práctica, le ocupa un buen tiempo, en esos sábados que se le hacen tan largos para sobrellevar la acre soledad en la que siente sumida. Durante la mañana del domingo suele dar un largo paseo, caminando pausadamente por la ciudad, recorrido que aprovecha para introducir la carta en un buzón de la central de correos. Aunque hay momentos en los que duda si este peculiar hábito debería consultarlo con un especialista en psicología, una semana tras otra vuelve a ponerlo en práctica pues siente que es una oportuna “terapia” para compensar las carencias afectivas que soporta en su suerte. Y es que cuando va redactando los párrafos de su “amistoso” y confiado escrito, dibuja al tiempo en su imaginación como será física y humanamente ese hombre “anónimo” que recibe esos contenidos que transmite y comparte.

La triste realidad es que las cartas semanales, enviadas a ese receptor generado en su imaginación, al paso de los días les son devueltas, con el sello impreso por la central de correos, en el que se lee una breve anotación, carente de cualquier afecto o familiaridad: DESTINATARIO DESCONOCIDO. DEVOLUCIÓN AL REMITE. Precisamente, cuando cada tarde abre el buzón de su domicilio y se encuentra algunas de sus misivas, que han realizado el viaje de vuelta, esboza una mueca desilusionada que pronto se transforma en una nueva ilusionada esperanza para volverlo a intentar. Con admirable espíritu infantil se repite esas palabras para el consuelo de “alguna carta ha de saber llegar a la puerta adecuada para mi deseo”.

Podría ocurrir y ocurrió, en ese misterioso azar o decisión impuesta por el caprichoso y críptico destino. El hecho tuvo lugar en un frío lunes de enero, cuando comprobó pensativa que no le devolvían la carta enviada en un domingo anterior, como veía sucediendo de manera regular. Para su sorpresa, unos días después extrajo de su buzón un sobre dirigido a su nombre. Procedía de la ciudad castellana de León. El nombre del remitente era el mismo que ella había escrito unos diez días antes: TEO. El nombre de la vía provincial también era el mismo, C/ Arlanza, aunque el número de la vivienda cambiaba con respecto al que ella había anotado. La casualidad comenzaba a tomar cuerpo en la vida de dos personas. Nerviosamente emocionada por la situación, subió con avidez los escalones hasta su vivienda. Sin quitarse la ropa de calle, se sentó en su sillón favorito ubicado junto a la mesa camilla, encendiendo el brasero eléctrico, a fin de tonificar el cuerpo que se le había quedado algo gélido por la intensa frialdad de la tarde. Miraba, una y otra vez, la “ruda” caligrafía del remitente, también desarrollada en las cuartillas manuscritas de su contenido. ¿Cuántas veces leyó y disfrutó ese muy extenso contenido, ciertamente inesperado y sorprendente, redactado por una persona que ella había “creado” unos días antes, en el mágico taller escultórico de su poderosa imaginación? Es fácil y comprensible deducirlo.

“Buenas noches, apreciada María. Tienes un nombre precioso, María del Amor. Creo de verdad que he sido privilegiado por el inexplicable azar, para recibir ese tesoro de carta, tan hermosa y sentimental, que cada semana redactas, en busca de un afortunado lector, cuyos rasgos y carácter sólo tu conoces en el misterio pasional de tan noble corazón. Te confieso que me parece una feliz, ingeniosa y maravillosa idea, lo que haces cada siete día, como ingenua y maravillosamente explicas en su contenido. Tu sublime gesto es parecido a echar en las aguas del mar o de un río un sincero y ansiado escrito, guardado en esa “botella” que las olas o las aguas del rio trasladarán, hacia la afortunada persona que el destino haya bien decidido.

En esta ocasión has tenido una gran suerte. Te explico. Colás, el veterano y querido cartero del barrio en el que resido, ha tenido la inteligente decisión de traerme este sobre maravilloso. Entendía que era yo, Teodoro, el destinatario adecuado, aunque el número de mi domicilio no es exactamente el que señalas en el anverso del sobre. Con una paternal sonrisa me aclaraba, este buen funcionario público, que “María, la remitente, se ha debido equivocar en la numeración”.

Me narras diversas y divertidas anécdotas protagonizadas por los niños de la guardería donde trabajas. No creo equivocarme al pensar que esos críos pequeños te verán como una segunda mamá para sus tiernas vidas infantiles. Deben estar plenamente felices, al ser atendido por una persona de tan buen corazón, sensible, cariñosa y plena de admirable vitalidad. Una bella (aunque no sepa nada de tu físico) persona, que es injusto sufra ese mal trauma de la soledad sentimental.

Ya que demuestras ser tan expresiva y comunicativa, me siento en la obligación (te aseguro que lo hago con gusto) de contarte algo de mi. Es de justicia corresponder a tu franca sinceridad. Soy agricultor. Desde que era apenas un chaval … Trabajo, en la sucesión de los días, haga frío o calor, la fértil tierra de unas parcelas agrícolas, recibidas en herencia cuando mi padre se fue a ese cielo al que muchos nombran. También he de confiarte que a mi madre, Valeria, apenas la conocí. También emprendió ese último viaje, cuando apenas yo tenía cinco años de vida. Pero mi padre, Saúl, supo hacerme crecer, cuidar y educar. Nunca quiso tener otra mujer, sólo aquélla que eligió para formar una modesta pero unida familia.

Trabajo la generosidad y dureza al tiempo de la tierra, viviendo sencillamente el paso de los días y las horas. Labrando, sembrando, regando, podando, recolectando… con la ayuda siempre necesaria de algunos animales a los que también hay que cuidar. No me concretas tu edad, pero a buen seguro que yo te adelanto algunos años en la existencia. Sumo 52 y he de confiarte que, como expresas en tus lindos párrafos, tampoco tuve suerte con el amor. La verdad es que siempre me dije que la mujer que deseara compartir conmigo su vida, el destino misterioso la tendría bien reservada y sólo me permitiría conocerla cuando él así lo decidiera. ¿Y por qué no has de ser tú, querida María? Pienso y quiero que seas tú la elegida, por ese azar indescifrable, para darte toda esa amistad, compañía, cariño y cuidado que, sin duda, mereces. Mucho amor, no lo dudes.

Te pido disculpas, si encuentras en estas cuartillas palabras inapropiadas o esas faltas de ortografía que las personas con estudios tanto señalan. Mi padre Saúl me puso a trabajar con él desde muy temprano, casi en la infancia, enseñándome la forma de ganarme honradamente la vida. Apenas había cumplido los doce años, por lo que no eché demasiadas raíces en la escuela. Mi vida se resume es el esforzado trabajo, desde al alba en el amanecer, hasta ese ocaso del sol, cuando el atardecer abre el paso a las estrellas de la noche. Ya te lo he dicho. Arar y preparar la tierra. Abonarla y sembrarla, en las épocas adecuadas. Regala y cuidarla, para que sea generosa, dando fruto y simiente. Eliminar las ramas sobrantes de los árboles. Quitar del suelo las hierbas innecesarias que desvitalizan aquellas otras que han de dar el alimento necesario para la vida. Recolectar el premio que esa tierra nos concede, aliada con el tiempo y nuestro esfuerzo diario. Y para el descanso, tengo esa vieja radio que tanto me acompaña. O esa televisión que no pocas veces me aturde y aburre. En ocasiones acudo al cine o a compartir alguna cerveza con amigos en el bar. A pesar de que la naturaleza, con su grandeza infinita, siempre ha estado cerca de mi, reconozco que día tras día he echado en falta esa buena compañera, mujer a quien amar, respetar y cuidar.

Tengo la firma ilusión de que respondas a este muy largo escrito y que de ahora en adelante todas las cartas que eches en el buzón tengan esta única dirección, con los datos del destino ya sin equívocos. Querida María del Amor, tu noble y gran corazón me ha hecho inmensamente feliz. Espero ansioso tu limpia y esperanzadora respuesta. Teo Alaba”.  

Tras repetidas lecturas y profundamente nerviosa y emocionada, María guardó esta carta como un tesoro primoroso que el destino, la suerte o el simple azar había tenido a bien concederle. Llamó esa tarde a Raquel, su amiga de siempre, pidiéndole si tenía algún hueco ese fin de semana para ir a merendar juntas. Necesitaba ponerle al corriente de toda esta “dulce” trama que la embargaba y al paso pedirle consejo, ya que una persona ajena al asunto siempre posee ese punto de mayor objetividad y prudencia, acerca del más sensato camino a seguir.

Eligieron una popular cafetería situada en el atractivo y remodelado puerto malacitano, en donde quedaron citadas ese mismo viernes para las cinco de la tarde. Ese establecimiento tiene el acierto de dedicar un reducido, pero bien organizado, espacio a zona infantil, a fin de que los adultos puedan consumir y dialogar con un mayor sosiego, mientras los críos se distraen con algunos juegos y lecturas apropiadas a su edad. Llegado el encuentro, también Raquel se emocionó al conocer la curiosa y “cinematográfica” aventura emprendida por su amiga y, en concreto, esa larga respuesta que había recibido desde las nobles y recias tierras castellanas.

“Estoy verdaderamente hecha un ´flan´ mi querida Mari. Lo que me estás narrando es como un precioso cuento de hadas, parecido al que sale en las páginas de los libros o en las pantallas del cine. Pero, en este caso, tan real como la vida misma. No desaproveches esta maravillosa oportunidad que la vida te ha concedido. Parece un buen hombre. Debes darle, darte a ti misma, esa sutil y rica experiencia que os puede hacer mucho bien, para compensar los ingratos momentos de soledad que tanto desaniman y entristecen. De todas formas, hay que actuar con valentía, no exenta de la necesaria prudencia. Ahora toca el feliz tiempo de conoceros mejor, poco a poco, pero sin pausa. Teo apenas sabe de ti, ni tu de él. Tendréis que intercambiar alguna fotografía y continuar con las comunicaciones del correo. Pregúntale si sabe trabajar la informática. En caso contrario, siempre os quedará el correo ordinario, para la tan necesaria comunicación. Y por supuesto, el teléfono. Más adelante, cuando llegue el verano, le puedes proponer que se dé un paseo vacacional por esta ciudad, aunque también tú puedes hacer un romántico viaje turístico a tierras leonesas. Y no dudes que pase lo que pase, yo estaré siempre aquí para ayudarte. Vigilaré, y lo digo con cariño, que no te ocurra nada malo. Soy tu amiga de siempre. En realidad, eres como esa valiosa y querida hermana que siempre deseé tener”.  

María dedicó parte del domingo a escribir una hermosa y agradecida respuesta, dirigida a una persona real y no ya conformada con los retazos imaginativos de su huérfano corazón. En ella ampliaba la realidad vivencial de la semana, sugiriendo a Teo la rica experiencia de seguir comunicando, a fin de conocerse ambos mejor y pensando en una recíproca y esperanzada amistad, a la que evitaba poner límites. Firmaba el bien cuidado escrito manteniendo ese nombre que ella había elegido y que representaba la necesidad básica de su existencia: María del Amor. Después del almuerzo y gracias al tiempo soleado que reinaba sobre la ciudad, decidió darse un buen paseo hasta ese buzón amigo que ya no sería el de los sentimientos ausentes, sino el solícito transmisor viajero para dos personas que habían puesto luz y color en la soledad de sus vidas. Tanto el azar del destino que esta vez sonríe, como la firme voluntad de un imaginativo corazón, habían obrado un sorprendente y emocionante milagro para dos seres necesitados en la distancia. –

 

EL BUZÓN DE LOS

SENTIMIENTOS AUSENTES

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

28 enero 2022

                           Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

 

 




viernes, 21 de enero de 2022

LUCES Y RIESGOS, EN EL TIEMPO COMPARTIDO DE LAS PAREJAS.

Resulta frecuente e interesante observar la socializada costumbre, practicada por muchas parejas matrimoniales, consistente en compartir periódicas salidas, preferentemente nocturnas, en la oportunidad de los fines de semana o incluso en períodos más amplios, durante las fechas vacacionales de Navidad, Semana Santa o el verano. Lo hacen con otras parejas más o menos íntimas, siempre al calor y al cultivo de la amistad. Ese hábito no se refleja sólo en los matrimonios jóvenes, después de los primeros años de convivencia, sino también en aquellas otras parejas más veteranas, cuando los hijos ya se han independizado y el tiempo de la jubilación se acerca o se disfruta en plenitud.

A poco que analicemos el hecho, vemos en dicha sana costumbre diversas motivaciones para esa forma de compartir el tiempo disponible, aplicado a la riqueza de los diálogos, los paseos, la alimentación y las copas, además de a toda una cartelera de espectáculos “apetecibles” en lo cultural, tales como el cine, el teatro, los conciertos y museos, etc. Resumamos algunas de las causas por las que suelen compartir el tiempo de ocio tantas parejas. Muchos de esos matrimonios ya tenían una intensa amistad, antes de sus respectivos enlaces. Otras veces, son los propios compañeros del trabajo los que proponen y acuerdan esas divertidas y lúdicas salidas. Pero, sobre todo, existe un factor que incide de una manera destacada en esos ratos de unión, que no es otro sino el aburrimiento. Efectivamente, cuando el tiempo de convivencia se hace continuo, después de la boda o unión administrativa, durante los días, los meses y los años, el “cansancio” inevitablemente comienza a hacer su incómoda y “letal” aparición. Por consiguiente, se echa mano de ese alivio terapéutico que supone el hablar, el salir y el disfrutar con otras personas amigas, a fin de poder intercambiar los temas, las miradas, las sonrisas y todas esas ocurrencias que ayudan a combatir la rutina, el sopor y la incolora monotonía.

El panorama de posibilidades para estas alegres citas y proyectos, como antes se ha sugerido, es verdaderamente sugestivo por su variedad y enriquecimiento personal. Algunos ejemplos: las populares meriendas o esas cenas compartidas bajo el embrujo mágico de la luna. El deleite embriagador de las copas, cuando la noche pierde la noción del tiempo para poner un buen final a las confidencias y al diálogo. Eso de ir juntos a ver una película hace posible después intercambiar opiniones, valoraciones, dudas y la complejidad de la trama, junto a todos esos detalles que a unos se les han escapado y otros, más avezados, han sido capaces de captar y “divulgar”. Pasar juntos un día en la playa o en medio de una naturaleza arbolada supone en principio una saludable medicina. Y ¿por qué no reunirnos en casa de una u otra pareja, para disfrutar de algún animado juego, desde los naipes, el dominó, el parchís o la Oca, la teatralidad del trivial o la suerte en ese bingo casero que dará para divertir el paso de las horas?

A pesar de que la elección de los compañeros puede variar cada fin de semana, por las obligaciones o circunstancia que afectan a cada uno de sus miembros, es bastante normal que se tenga ese “mejor” matrimonio amigo, esa pareja preferida “de toda la vida”, tanto por afinidad personal, como por los vínculos “históricos” que los unen o por ese críptico misterio que te hace preferir mejor a unas personas sobre otras. “Son nuestros mejores amigos, nos conocemos desde hace muchísimo tiempo. No los cambiaría por ningún otro. Somos como “uña y carne. A veces nuestro afecto supera al de la propia familia”. Pero … estas firmes convicciones, henchidas de fraternal e íntimo cariño, pueden sufrir algún deterioro por los vaivenes del tiempo y la frágil voluntad o naturaleza de las personas. En ocasiones, aparecen rivalidades, enfados, comportamientos infantiles, que enfrentan y distancian a los que antes eran los mejores amigos. Razones o causas económicas, ideológicas, afectivas o de otra naturaleza provocan también esas rencillas que comienzan siendo nimiedades, enfriamientos, distanciamientos y, a veces con profunda tristeza, la ruptura de la propia palabra. Lo que era unión, complicidad e intimidad, se va degradando hasta convertirse en esos enfados bloqueados que nadie se atreve, puede o quiere reparar. Así son los comportamientos humanos. Como ayer y como, probablemente, también mañana.

Uno de los más complicados problemas que aparecen, casi sin saber cómo, en esas “hermanadas” amistades se concreta en la frecuente situación por la que uno de los maridos se enamora de la esposa de la otra pareja íntima. Esa atracción sexual y afectiva puede o no ser correspondida por la otra parte. Obviamente, el protagonismo de ese acercamiento puede también tener origen en la mujer de una pareja hacia el hombre de la pareja amiga. Y hasta darse el hecho paradójico en que los dos matrimonios caigan en la cuenta de que han equivocado a sus respectivas parejas y querrían hacer un cómico intercambio entre los cuatro. En uno u otros casos, “el conflicto” puede plantearse abierta y valientemente o tratar de mantener la cruel infidelidad en secreto “todo el tiempo que haga falta”.

¿A qué puede deberse ese infiel, repentino o larvado enamoramiento, unidireccional o bidireccional? En estas incómodas situaciones no suele haber un único motivo, que provoque directamente la relación causa/efecto. Pero hay una causa que facilitaría la comprensión de este problema que surge tantas veces entre las parejas íntimas. En la compañera o compañero de nuestros amigos íntimos sólo vemos la imagen y buenas respuestas que nos ofrece, durante el tiempo en el que estamos reunidos. Puede ser durante esas horas del fin de semana. O incluso la convivencia en días de vacaciones. Durante esos minutos u horas, sólo apreciamos en esa persona, que pronto “idealizamos”, perfecciones y valores. Que de inmediato comparamos con “las imperfecciones” de nuestra propia pareja, con la que no estamos sólo ese tiempo del fin de semana, sino durante todas los días y los meses del año. Ofrecemos lo mejor de nuestro carácter, en esos cortos “ratitos” de reunión. Tratamos de ocultar durante esos espacios temporales lo menos elogioso o atrayente de nuestra particular forma de ser. De esta manera, el interlocutor/a amigo/a no percibe la totalidad integral de nuestro verdadero carácter.  Y así comienza, generalmente, la idealización errónea que dibujamos en esa otra persona. Una imagen que nos creamos del amigo o la amiga que resulta equivocada por imperfecta. Y cuando la comparamos con la de nuestra pareja, vemos y potenciamos en ésta los naturales defectos e imperfecciones que “supuestamente” no percibimos en esa otra persona que nuestra imaginación puerilmente ha creado. Vayamos, pues, a una historia.

Eran dos jóvenes matrimonios que se conocían desde hacía bastante tiempo, debido a la vinculación laboral que unía a los dos varones. BRAULIO, había tenido dificultad para finalizar sus estudios de la enseñanza secundaria obligatoria, aunque por el contrario siempre fue un apasionado, desde pequeño, por todo el mundo de la automoción. En la infancia, sus juguetes favoritos eran las patinetas y las bicis, comenzando por una con dos rodines, que aún la mantiene como simpático o emblemático recuerdo. Durante su adolescencia practicó mucho ciclismo, actividad que continúa manteniendo en muchos de los ratos de ocio. Su gran logro en la juventud consistió en poder tener una moto vespino, con la que se desplazaba a muchos destinos, a pesar de tener que recorrer decenas y decenas de kilómetros. En la actualidad alcanza los 31 años y desde hace siete pertenece a la plantilla de los autobuses urbanos municipales, en calidad de conductor de vehículos. Le sigue gustando la práctica deportiva, centrando su afición en el ejercicio del running, tanto por los vericuetos de la ciudad como por el atractivo entorno de la naturaleza. Es un fiel seguidor de las carreras de coches de Formula 1. Siempre que puede no se pierde por televisión el espectáculo que desarrolla esta espectacular competición. A menudo discute con su mujer acerca de la cadena y programa que sintoniza el televisor, pues él quiere priorizar los programas básicamente deportivos, mientras que ella prefiere los de variedades y de manera especial, los cinematográficos, ya que muy aficionada al cine. VERANIA nació el mismo año que su marido, al que conoció en una tarde de fiesta. El matrimonio fue un tanto precipitado, pues ella se había quedado embarazada de Rosa, que en la actualidad cursa sus estudios de formación primaria. Continúa trabajando en una popular cadena de tiendas, especializada en la venta de productos cosméticos. El carácter de esta joven mujer es más dulce, delicado y culto que el de su marido, persona con el temperamento más rudo, primario y atlético. 

El segundo matrimonio está integrado por HERMÓGENES, quien trabaja como mecánico en la misma empresa municipal de transportes urbanos donde conduce su amigo y compañero Braulio. En este caso tenemos a una persona apacible de carácter y cumplidora fiel de su trabajo, con los bien trabajados motores de la amplia flota de autobuses que posee la empresa del Ayuntamiento. Cuando Hermo finalizó sus estudios de la ESO, cursó un ciclo de grado medio de automoción, que le facultó para ingresar en la empresa pública de transporte municipal. Allí ostenta, en este momento, el cargo de mecánico de primera, pues siguió con notable aprovechamiento los cursillos que periódicamente la empresa organizaba, en orden a la promoción interna del personal laboral. Su relación con el conductor Braulio es muy próxima en la amistad, ya que ambos (comparten la misma edad) entraron en la plantilla al mismo tiempo. Su esposa tiene por nombre MARIELA, alcanza los 29 años, dos menos que su marido. Es una mujer de carácter hiperactivo (siempre está realizando o proyectando alguna actividad) y que trabaja como cajera en un supermercado. El matrimonio perdió al hijo que esperaban hace aproximadamente un año y ambos, de mutuo acuerdo, decidieron esperar un tiempo, para la esperanza de una nueva maternidad.

Las dos parejas, desde hace más de un lustro, se hallan íntimamente muy unidas en la amistad. Raro es el fin de semana en el que no encuentran un hueco para salir juntos, sea el viernes por la noche o durante el mismo sábado. Algunos domingos de buen tiempo, organizan divertidas excusiones al campo y en otras ocasiones pasan también el día en la playa. Cuando la meteorología no les acompaña, en esos “findes” acuerdan cenar en casa de una u otra pareja, completando la animada velada con los típicos juegos de mesa para el entretenimiento. Al estar los cuatro trabajando, les resulta difícil, aunque lo intentan, conciliar sus periodos de vacaciones en verano, con el fin de pasar al menos algunos días juntos en algún lugar con encanto. La unión afectiva de estas personas (se consideran como hermanos) es tan intensa, que se enorgullecen en confiarse cualquier asunto o tipo de problema, a fin de que sus “íntimos amigos” estén al tanto de todo lo que les ocurre y puedan ayudarse recíproca y generosamente.

Pero en estas idílicas convivencias, entre parejas “hermanadas” suelen aparecer, de la forma más imprevista e inoportuna, pequeñas “nubes” que al paso de tiempo se tornan tempestuosas para el equilibrio afectivo. Y lo más curioso del caso es que, al paso del tiempo, nadie sabe exactamente como surgen esos desaguisados, que engendran la enemistad y el olvido. En este caso concreto, parece que la semilla del camino equivocado fue sembrada en la trayectoria de Braulio. En este profesional para la conducción de vehículos comenzó a arraigarse la fijación por la mujer de su amigo Hermo. Valoraba en Mariela la contextura física de su cuerpo, delgado y permanente activo, comparándolo inevitablemente con el de su mujer Verania, quien precisamente tenía tendencia a la acumulación de peso, especialmente en determinadas zonas corporales. No olvidaba que su matrimonio fue un tanto condicionado ante el embarazo de una chica que conoció en una tarde de fiesta. Y como tantas veces ocurre, esas comparaciones entre su mujer y la de su amigo desazonaba el carácter un tanto primario que tan bien tenía arraigado. Teniendo en cuenta que Mariela tenía una forma de ser no menos superficial y volátil, esta mujer se sintió halagada ante las “travesuras” que el amigo Braulio, cada vez con más frecuencia, le proponía. Lo que comenzó como unas simples niñadas, mantenidas entre dos personas adultas, evolucionó a una relación secreta, en lo afectivo y sexual, que ambos llevaban con gran habilidad, ante el comportamiento confiado y “despistado” tanto de Verania como de Hermo.

Pero los protagonistas de la infidelidad también iban paralelamente descuidando la habilidad y prevención oculta de sus citas y actos. La salida a la luz de un pequeño error actuó como pieza motriz para derribar todas las piezas verticales del dominó. En apenas cuarenta y ocho horas todo el montaje relacional que Braulio y Mariela mantenían quedó al descubierto, ante la sorpresa e indignación de sus respectivos cónyuges. 

En la actualidad Braulio y Hermo se ignoran y tratan de evitarse en la actividad laboral que los vincula, sin embargo, profesionalmente. Ya no hay entre ambas parejas reuniones en casa ni proyectos de actividad para los fines de semana. Verania, para sorpresa de todos lo ha llevado mejor de lo que suponían. Trata de evitar la ruptura de su matrimonio, pensando especialmente en su hija Rosa, aunque tiene la convicción de que la permanencia de su marido Braulio en el hogar familiar, más pronto que tarde, desaparecerá. En cuanto a Hermo y Mariela están acudiendo, con reuniones grupales de periodicidad semanal, a un centro de conciliación familiar dependiente de la concejalía de Acción Social municipal, departamento a cargo de un psicólogo y una orientadora social. Lo intentan, pero … los recuerdos ensombrecen la luz de sus miradas.

El modelo de esta historia se suele repetir, con las lógicas variantes en función de los “actores” protagonistas, en otras muchas relaciones entre parejas que avanzan en su consideración de amigas hacia ese otro nivel relacional de “fraternal intimidad”. La idea en principio es positiva, porque se fomenta con ello la sociabilidad y la amistad, complementándose la rutina y el aburrimiento interno al que llegan tantas parejas, después de esos primeros años o tiempos ilusionados de continua convivencia familiar. Los problemas aparecen principalmente derivados de la naturaleza humana de cada uno de los cuatro o más miembros grupales. Y también, al no establecer límites de prudencia en esas relaciones afectivas, descuidando las parcelas innegociables de la intimidad y privacidad familiar.

A buen seguro, amigo lector, a tu conocimiento habrá llegado algún caso parecido (y no sólo a través de la pantalla cinematográfica) al expuesto en la narración del relato. En definitiva, son comportamientos sociales derivados de la inmadurez, la aburrida rutina y la imprudencia en lo humano que, lamentablemente, tantas veces nos contempla. -

 

LUCES Y RIESGOS, EN EL TIEMPO

COMPARTIDO DE LAS PAREJAS

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

21 enero 2022

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