Acerquémonos
a un gran bloque de viviendas, habitado por familias de clase media y ubicado
en la zona del barrio de la Victoria malagueño, camino del Seminario diocesano
conciliar. En el piso 5ºB reside un matrimonio formado hace ya tres lustros y
sin hijos. El marido de esta corta familia se llama Venancio
Lazárraga, tiene 48 años y posee estudios de Ciencias Empresariales.
También desde hace muchos años, trabaja como encargado del departamento
contable en una empresa privada de transporte de viajeros, que opera en toda la
región andaluza y que es muy prestigiosa en el sector. Su cónyuge Melania Aliaga , tras cursar los estudios del
bachillerato, entró como empleada en una franquicia nacional para la venta de
flores, ocupando en la actualidad el puesto de encargada en la filial
malacitana. Su edad es nueve años menor que la de su esposo. La falta de proyección
genética del matrimonio les ha llevado, en distintos momentos, a sopesar la
posibilidad de acudir a algún centro de fecundación in vitro, aunque no acaban
de dar ese paso para conseguir la ilusionada maternidad. En realidad, los
ginecólogos nunca han cerrado la esperanza de que Melania pudiera quedar
embarazada, aunque en todos estos años los resultados han resultado
infructuosos.
La relación
de ambos esposos es afectuosa y ejemplar, tanto a nivel interno como de la
percepción social del vecindario. Trabajo, cine, algún viaje en fechas
señaladas por el calendario, las horas de compras, tanto para la necesidad como
para la distracción, visitas a las respectivas familias de vez en cuando… todo
normal, todo rutinario en unas vidas en las que cada uno mantiene sus parcelas de
privacidad para sus respectivas aficiones. El fútbol es la gran pasión de
Venancio, mientras que las flores y la naturaleza, junto a la sosegada lectura,
es lo que más atrae y distrae las horas libres de Melania, quien mantiene una
importante amistad con su compañera de trabajo, Zuleima,
cinco años más joven que ella y con dos hijas pequeñas, fruto de un matrimonio
ya “acabado “desde antes que naciera la última hija. Ambas mujeres, amigas y
compañeras en la tienda se confiesan sus intimidades, estableciendo grandes
parcelas de confianza, para la ayuda recíproca. Cuando Melania se encuentra
sola y su marido se ausenta, por motivos laborales o por su apasionada afición
deportiva, las dos amigas acuerdan salir de merienda con las niñas e incluso
asisten a alguna representación teatral o proyección cinematográfica.
Un domingo de
noviembre, triste e infortunado día para el azar, Venancio volvía de tierras
extremeñas, conduciendo su vehículo Wolkswagen. Esa tarde, su “equipo del alma”
había jugado en Cáceres, disputando el partido de fútbol correspondiente a la
liga en 2ª división. El tiempo había estado metido en lluvia, lo que provocó
que en una curva, mal tomada, un tráiler derrapara, accidente derivado del barro
acumulado en la calzada y alguna pérdida de aceite de alguna incidencia
anterior. El voluminoso vehículo de carga invadió la calzada en dirección
contraria, provocándose un luctuoso choque frontal con el coche conducido
precisamente por el fiel seguidor malagueño, que no pudo superar las
consecuencias del brusco impacto.
La inesperada
y terrible viudez de Melania fue, como todas, muy dolorosa, tanto en lo anímico
como en las repercusiones físicas para su organismo que, con el paso del tiempo
y la ayuda de los galenos, se fueron reconduciendo. En esas primeras semanas de
soledad sobrevenida, la compañía y el apoyo de Zuleima fueron decisivos, a fin
de aportarle fuerza y ánimo para tratar de reiniciar y recomponer su nueva vida.
Como buena y comprensiva amiga, la invitaba a su domicilio los fines de semana,
para que disfrutara de la compañía de las niñas que con su vitalidad y
dinamismo alegraban la conciencia de la desafortunada “tia Melania”. Salían de
paseo al campo, quedándose en casa de su amiga a dormir todos los sábados y,
haciendo un inteligente esfuerzo anímico, aceptó ayudarles para decorar la casa
con vistas a la inminente Navidad, festividad que para esta mujer sola iba a
ser especialmente difícil de sobrellevar. Aunque sus padres insistieron, ella
siempre prefirió permanecer en su domicilio de la Victoria, aunque lógicamente
visitaba a sus progenitores, ahora con una mayor frecuencia.
El miércoles
15 de diciembre, cuando volvió a su casa para el almuerzo, Melania recogió del
buzón una carta remitida por el bufete de abogados Roca-Lavalla. Ya en su
domicilio, abrió bastante intrigada el sobre, leyendo una breve comunicación
por la que el abogado Edmundo Roca le rogaba acudiera a la sede del gabinete
jurídico, acordando una cita previa a fin de poder atenderla. Sólo añadía que
debía transmitirle un asunto de suma importancia, relaciona con su difunto
esposo Venancio. Le estuvo dándole vueltas al asunto durante toda la tarde y
por consejo de su compañera Zuleima concertó la cita previa para el día siguiente,
jueves a las l8 horas, petición que fue admitida sin la mayor objeción.
Ese día
abandonó la tienda de Mundiflora una hora antes de la cita concertada, con la
tranquilidad de que Zuleima se encargaría de cualquier gestión que pudiera
sobrevenir durante el resto de la tarde, hasta la hora del cierre del
establecimiento. Puntual, a la hora fijada, se presentó en el despacho del
bufete, ubicado en una tercera planta de la Alameda Principal, con espléndidas
vistas en profundidad hacia Larios y la Plaza de la Constitución. El ambiente
urbano, en esos días prenavideños, era verdaderamente espectacular, con una
gran densidad en el trasiego de personas y vehículos y a poco con el encendido
diario de la iluminación. Todo estaba “inundado” de luces, músicas y colores
que alegraban los corazones de jóvenes, mayores y niños, por ser fechas tan
señaladas y sentimentales en el calendario anual.
Fue atendida,
con toda amabilidad, no exenta del ceremonial protocolo, por el abogado
Edmundo, quien no quiso delegar en ningún subordinado la importante información
que tenía que ofrecer a la persona que tenía encomendada.
“Sra. Aliaga.
Ante todo, testimoniarle nuestro más sentido pésame, ante la muy dolorosa
situación por la que está atravesando. No dude en que puede encontrar toda la
ayuda y comprensión que necesite en este despacho, al que su marido era
bastante asiduo, a fin de tratar asuntos relativos a la situación
administrativa y contable de la institución para la que trabajaba. Tanto mi
hermano Sandro, como yo mismo, conocíamos bien al cliente y amigo Venancio, una
excelente persona y un magnífico profesional, siempre haciendo gala del mejor
carácter y disponibilidad para cualquier gestión.
El motivo de
esta inesperada y para Vd. sorprendente reunión deriva de una carta cerrada,
visada por la notaria de un prestigioso profesional, que su marido nos entregó
en confianza, con el encargo de entregársela a su destinataria, Vd. su propia
mujer, siempre en el momento en que él no se encontrara con vida. El sobre,
como puede comprobar, está cerrado y lacrado. Nosotros atendimos y le hicimos
esta deferencia, sin carga económica alguna, por la intensa amistad que nos
unía, aunque normalmente no llevamos a cabo este tipo de encargos.
Obviamente,
el contenido del sobre es absolutamente desconocido para nosotros. Sólo Vd.
Sra. Melania debe conocer su naturaleza y las palabras que en él se contengan,
siempre que así lo desee. Pienso que debe conocer el texto correspondiente, que
pertenece lógicamente a su privacidad. En todo caso, si necesita asesoramiento
o ayuda psicológica, se la facilitaremos de forma totalmente gratuita. En este
preciso momento, nosotros estamos cumpliendo la última voluntad de nuestro
amigo D. Venancio Lazárraga”.
Melania,
profundamente abrumada por la inesperada y desconcertante situación, evitó
abrir la carta, porque sentía miedo, teñido de inquietud, acerca de cuál podría
ser el contenido explícito de la misiva. Y así pasaron unos días, mientras el
enigmático sobre permanecía cerrado encima de unos libros del aparador de su
sala de estar.
El día de Nochebuena se desplazó a casa de sus padres, Salomón y
Mariana, domicilio en el que también estuvieron unos parientes lejanos que se
habían desplazado desde Gerona, su ciudad de residencia, para estar cerca de
Melania en estas sentimentales y afectivas efemérides. Durante la sobremesa, se
sintió con valor para comentarles a sus familiares la existencia de ese sobre,
procedente de su marido, que conservaba en su domicilio. Ante la sorpresa de
sus padres, les aclaró que no lo había abierto aún porque sentía miedo acerca
de lo que Venancio pudiera transmitirle. Todos manifestaron respetar la
voluntad de Melania, aunque aconsejaron que debía ser fuerte y conocer el
contenido de la misiva.
Al día
siguiente, Navidad, estaba invitada en el
domicilio de Zuleima. Pasó unas horas excelentes, disfrutando con las
ocurrencias de las niñas de su íntima amiga y tomando un delicioso almuerzo: platito
de entremeses ibéricos, tacita de caldo con hierba buena, bacalao natural al
horno, con rodajas de patatas, cebollitas, tomates, lonchas de lomo y una salsa
de oliva, tomillo, romero e hinojo, verdaderamente exquisita. De postre unas deliciosas
natillas caseras, calientes y mezcladas con bolitas caramelizadas de arándanos.
Por supuesto, no faltó la gran bandeja de turrones, mazapanes, alfajores,
mantecados y fruta endulzada. Melania tuvo el acierto de llevar unos regalos de
Papa Nöel, para la alegría de las pequeñas y su mamá. Tanta fue la insistencia
de Zuleima y sus hijas, que aceptó a quedarse a cenar y a dormir en casa de su
amiga.
El día de Año Nuevo, muy de mañana, Melania se sintió animada
para dar un largo paseo hasta el morro de levante, a fin de disfrutar del día
radiante de sol que la naturaleza ofrecía, recibiendo en el rostro la suave
brisa salada del oleaje marítimo cuando rompía con los grandes bloques
cementados de esa popular zona para el caminar. La noche de fin de año, la
había pasado en casa de sus padres y tras las “doce uvas” había tomado la firme
decisión de abrir el sobre enviado por su difunto marido. En este bello paraje
marítimo, se sentía con fuerzas para conocer al fin el mensaje de Venancio,
prefiriendo la acústica de las olas del mar a cualquier otra compañía. Tomó
asiento en un de los malecones y sonriendo, por la fuerza espiritual que
sentía, abrió el sobre lacrado que había recibido en el despacho de los
Roque-Lavalla. Extrajo tres cuartillas manuscritas, con una inusual caligrafía
(por su cuidado trazado aplicada al texto) pues quien firmaba, Venancio, solía
escribir rápido y a modo de las recetas farmacéuticas.
“Mi muy querida
MELI. Cuando leas estas sinceras palabras, yo no estaré a tu lado, porque el
destino así lo ha decidido. Te confieso que no he tenido el valor suficiente
para transmitirte su contenido, mirando serenamente a tus lindos ojos, aunque numerosas
veces he pensado hacerlo. Pero una y otra vez consideraba que era mejor que en
esta parte de mi vida permanecieras ajena, a fin de evitarte un sufrimiento que
consideraba inútil y doloroso. Bien sabes que siempre he sido sincero contigo,
salvo en esta fase de mi vida que a continuación vas a conocer.
He tenido
cualidades y defectos, como ocurre en todas las personas. Momentos y decisiones
afortunadas y otras en las que me he equivocado y que no son fáciles de borrar.
Recordarás que hace unos años tuve aquel muy doloroso esguince de rodilla,
cuando practicaba los paseos del fin de semana con la bicicleta. En esos
días (e incluso muchas semanas) apenas
podía caminar y por consejos del traumatólogo tuve que aplicar horas y horas de
rehabilitación, pues la opción de la intervención
quirúrgica consideraban no era conveniente por sufrir una degeneración
articular, salvo que me decidiera por una prótesis, aunque tampoco me daban
garantías de total eficacia. En esas numerosas horas de cuidados y ejercicios
para la rehabilitación tuve una gran ayuda aplicada por sabias manos y un gran
corazón. Fueron, para mi, momentos especialmente duros, en los que tu estabas
básicamente ausente, muy ocupada en la nueva instalación del centro floral “El jardín de las hadas”. Estas situaciones suceden,
porque los humanos somos así. Me entregué al calor de la amistad y la intimidad
de una buena persona, mi fisioterapeuta, mujer que había tenido una muy amarga
experiencia con una relación personal que deparó en maltrato y humillaciones,
tanto físicas como anímicas. Nuestra secreta relación fue intensa, sincera y
llena de cariño recíproco para nuestra ansiada necesidad.
Después de un
año y unos meses, tomamos la valiente y generosa decisión de dejarlo,
especialmente por mi parte, ya que no quería perderte y la situación se hacía
insostenible para mantener nuestro secreto vínculo. Unos meses después de
hacerlo, supe que Clamia había sido madre de
una preciosa niña, a la que su madre había bautizado con el nombre de Estrella. Cuando escribo estas líneas, la pequeña
que lleva mi sangre ha cumplido los tres años. La he visitado periódicamente y
me he esforzado para que nada le falte, aunque Clamia nunca me ha pedido
compensación material o afectiva alguna.
Y ahora viene
lo más fácil y difícil al tiempo. En primer lugar, quiero pedirte perdón por no
haber sido, en esta importante parte de mi vida, valiente y sincero contigo. Te
reitero que no tuve el valor suficiente para hacerlo. También he de confesar
que amé a Clamia, pero nunca dejé de amarte a ti. De hecho, quise y supe volver
a tu persona, aunque nunca abandoné a la que era mi única hija. Te rogaría, te
pediría, que tuvieras ese humano acto de generosidad y trataras de conocer a
Estrella. Sería como conocer una parte de mi vida, en la definitiva ausencia
que ahora he de afrontar. No te puedo pedir que la quieras, pero sí que la
ayudes. Es un ser inocente que puede tener alguna necesidad. Tengo constancia
de que ha sido muy bien cuidada y educada por su madre, que siempre la ha
considerado como el más preciado tesoro que la vida le ha querido conceder.
Añado, al final de este largo texto, sus datos, aunque sé que posees la
habilidad e inteligencia suficiente para llegar a ella con la mayor discreción
y tacto.
Por último,
decirte que, sea cual sea tu decisión, desde el más allá siempre la entenderé y
la aceptaré. Nunca he dejado de valorar en tu persona la inmensidad afectiva de
tu corazón. Desde donde quiera que esté, te observaré con inmenso aprecio y
amor. Trataré de velar por ti.
Con todo mi cálido
cariño y respeto. VENO”.
Sólo el tiempo, en su avance inexorable, podría calmar y reconducir ese desasosiego herido en su frágil equilibrio emocional. Y tal vez… el paso de las noches y los días contribuiría a dinamizar la generosidad y bondad que todos atesoramos en nuestros corazones, para dar ese gran paso, valiente y pleno de humanidad, para conocer y ayudar a una niña inocente que vino a la vida por un acto de amor y necesidad. -
LA DIFÍCIL DECISIÓN DE
MELANIA
José L. Casado Toro
Antiguo
Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
12 noviembre 2021
Dirección
electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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