Se sentía feliz y bien protegida viviendo en ese hogar común en el que nada le faltaba, junto a sus numerosas y también alegres hermanas. En esa su gran familia, el padre se encargaba de vitalizar y sustentar la aventura de cada uno de los días, desde el siempre esperanzado amanecer hasta esa sosegada puesta del sol, que impone sin equívoco el ciclo diario de la naturaleza. Pero, en el gozo de esa fraternal tranquilidad, presentía con inquietud que algún día también a ella le correspondería tener que abandonar la saludable unión familiar, al igual que había visto acontecer con algunas de sus propias hermanas.
Y hoy, una aciago e ineludible día, esa
desvinculación material, que no afectiva, con su familia ha llegado también
para ella. Aún con el dolor y sentimiento que esa ruptura le ha producido,
entiende con resignación que ha de someterse a la ley
de la naturaleza y tratar de adaptarse a la nueva situación que ha de
afrontar con valentía desde este especial instante. De todas formas, a pesar
del sufrimiento ante el trascendental cambio, piensa que va a tener otros
incentivos para endulzar y enriquecer su nueva existencia a partir de ahora.
Entre aquéllos, anhela uno muy importante como es el poder viajar y conocer
otras realidades y experiencias que pueblan este espacio planetario, que nos ha
sido encomendado para nuestra vivencia existencial. En uso ya de su autónoma,
natural y legítima libertad, pudo ser espectadora privilegiada de algunos
interesantes episodios que le ayudaron a conocer un poco mejor este complejo y
abigarrado mundo que late a nuestro alrededor y del que todos formamos parte.
Una tarde de primavera enriqueció su experiencia
observando el comportamiento de dos jóvenes,
que se sentían íntimamente atraídos por los pasionales vínculos del amor. Eran
dos adolescentes, posiblemente entre los 13 y 14 años, que se hallaban sentados
en un banco de madera pintada de verde, correspondiente a unas de las zonas
vegetales del gran Parque de la ciudad. Permanecían tiernamente cogidos de la
mano, intercambiando bellas y dulces palabras, mezcladas con acústicos y
sensuales silencios, no faltando los mimos y caricias, los proyectos e
ilusiones y todas esas anécdotas que fluyen en los días, repetidamente narradas
pero siempre nuevas, para dos seres que aprenden y gozan con la magia del
cariño que su sexualidad les demanda.
Creyó entender (con ese molesto run-run
distorsionador de la calle) que estos adolescentes se llamaban Diana y
Héctor.
Por el contexto de la conversación que los chicos mantenían, ambos escolares estudiaban
en un instituto público de secundaria y pertenecían al mismo grupo escolar.
Hubo entre ellos gestos de singular belleza, como por ejemplo el de compartir
la merienda que ella traía desde casa, preparada por su madre, un tanto
preocupada porque en su opinión veía a Diana demasiado delgada y bastante
inapetente cuando se sentaba en la mesa para las comidas del día. Por su parte Héctor
no dudó un instante en quitarse la cazadora vaquera que llevaba y ponérsela amorosamente
por encima de los hombros a su sonriente compañera, ante el comentario hecho
por la chica de que sentía un poco de frío, debido a la intensa humedad que
llegaba esa tarde desde el puerto de mar, situado a pocos metros de donde la
pareja se hallaba sentada.
En un momento de esa tarde sentimentalmente gozosa
para los adolescentes, el chico supo aprovechar el ansiado momento que llevaba
esperando desde hacía tiempo. Fue cuando una señora mayor, que descansaba y
ojeaba una revista, descansando en un banco próximo, tras aprovechar los últimos rayo del sol que
fueron ocultándose por la sombra provocada desde la frondosidad de un gran
ficus situado en la parte oeste de la zona ajardinada, al fin se levantó de su
asiento y abandonó el recinto circular ajardinado de esa zona del Parque. En
ese preciso momento, Héctor aproximó su rostro al de Diana, quien aceptó
sonriendo el tierno y sensual gesto de su compañero para fundirse en un
romántico y prolongado beso, del que disfrutaron emocionalmente durante unos
preciosos, cálidos e “inmensos” minutos. Esa plástica amorosa será recordado
por ambos como el gran trofeo inmaculado del día, tesoro que conservarán y
recordarán repetitivamente en su emocional
imaginación, hasta ese otro beso que tal vez mañana lo sustituirá como
diario alimento o sustento afectivo.
Para la singular, inadvertida y anónima espectadora
era un verdadero gozo ver la limpieza y transparencia sentimental de dos
chicos, muy jóvenes, que estaban aprendiendo y recorriendo el dulce camino del
amor en la normalidad de sus vidas.
Y ya en la palidez de la tarde, desde su
privilegiada atalaya visual, observa como la chica comenta, con la dulzura de
sentirse halagada y querida, que se acerca para ella la hora de volver a casa,
a fin de evitar el enfado o el castigo de su madre, si incumple el minutero
impuesto por sus progenitores para sus paseos vespertinos. El chico se
prestará, como siempre le gusta hacer, para acompañarla hasta la parada del
bus, recorrido que le dará muchos juego para tomarla de nuevo de la mano y en
silencio o narrándole esas mil aventuras del día, poder gozar de una compañía
que le hace plenamente feliz. Cuando la imagen de su amor se haga difuso e
indefinido en la distancia, Héctor recreará en su memoria, una y mil veces, los
mejores momentos de esa feliz tarde junto a ella, nutriendo su imaginación y
deseo para ese próximo día que ya está tardando en llegar.
Caminando apresurado también hasta su domicilio, mantendrá
la ilusión de que tal vez esta noche tenga la oportunidad de poder contactar
con Diana, a través del whatsapp o del chat informático. Desde luego a lo que
no renunciará, antes de dormir, será pensar una vez más en ella, dibujando su imagen,
con la que premiará ese dulce y sentimental sueño que templará la fuerza de su juvenil
vitalidad.
Ayudada por el viento de la naturaleza, nuestra
tenaz observadora seguirá practicando ese inevitable nomadismo viajero que le
va enriqueciendo de vivencias saludables, para compartir y madurar. Pero, al
tiempo, también va tomando conciencia de que tantos desplazamientos van
agotando sus fuerzas, ahora en que ya carece del seguro y diario sustento
familiar, en el que siempre encontraba el alimento necesario para ver amanecer
con sosiego y seguridad.
Continúa con su visual periplo, descansando ahora
en un espacio no lejano del anterior, en donde esta nueva mañana puede
contemplar una nueva aventura que anotará, con todos los detalles posibles, en
el bagaje de su diaria e ilustrativa maduración. Hoy se trata de un
hombre que, por su descuidada apariencia, parece haber vivido demasiado aunque,
por la expresión que ofrece su surcado rostro, no debe sentirse especialmente
feliz, considerando ese largo calendario, teñido de insustancial o
superficial. Este señor tiene por nombre
Adrián,
dato que ella pudo conocer porque al veterano ciudadano se le cayó de su
bolsillo (al sacarse un pañuelo) una tarjeta del bono bus municipal personalizado
y gratuito, que utiliza oportunamente para sus desplazamientos.
Este veterano jubilado, en realidad se siente
“joven” en su espíritu, aunque necesariamente cansando y deteriorado, por esa
muy fecha de nacimiento (anotada en la tarjeta viajera) que revela sus muchos
años de vida. Su óptica vegetal pudo comprobar que ese hombre mayor acude
puntual cada una de las mañanas a este rincón jardinero. En ese lúdico espacio
obtiene la generosidad cálida del sol,
astro que tonifica y sosiega para el placer. Esto ocurre en los meses del frío,
pues en los del estío ha de buscar la sombra protectora, tan necesaria para no
deshidratar la masa corporal. El astro solar compensa el frío o humedad
ambiental y también esas ausencias que castigan con la soledad.
El buen hombre pasa su largo tiempo sin medida
ojeando, con la pausa equilibrada que da la edad, esas dos hojas de prensa
gratuita que sabe donde las puede encontrar. Pero con lo que más se entretiene
y agrada es observando a esos otros que por allí pasan, algunos con unas
evidentes prisas que explican su acelerada necesidad. Él es una persona modesta
que sobrevalora cualquier palabra o frase amable, pues considera esas frases
amables alimento imprescindible para convivir y respirar. Lleva en el bolsillo
de su ajada chaqueta unos caramelos que, ajenos al azúcar, alimentan gozosamente
el recuerdo de su muy lejana infancia, etapa que nunca se olvida, a pesar de
los años acumulados y el espejo cruel de la realidad.
Este hombre sufría momentos de ocres nostalgias y
añoranzas, no pudiendo evitar la presencia invisible de tantos otros recuerdos
y personas en su conocimiento, que ya se fueron en el calendario caprichoso de
la temporalidad. Y se preguntaba, una y otra vez “¿a donde irán? ¿en dónde
estarán? ¿Por qué me han dejado indefenso, en medio de esa ingrata soledad?
Y Adrián un día más abandona, cuando suenan las rítmicas
campanas desde algún lugar para avisar, su grato espacio jardinero, en donde
una día más ha podido descansar. Y con paso ya inseguro por mor de la edad, se
dirige de vuelta hacia ese su casa que aún mantiene, en la que nadie a buen
seguro le habrá de esperar, buscando el bus municipal, una maquinaria rodante
que al fin le habrá de llevar a su destino familiar. Tiene como buen hábito
aplicar la virtuosa lentitud de la prudencia, pensando en los errores y daños
que a toda regla ha de saber evitar.
En los inesperados y divertidos desplazamientos
eólicos, que le permiten viajar entre los espacios de la ciudad, nuestra
joven observadora, en el conocer y
reflexionar, pudo acomodarse una tarde en el quicio de un ventanal, que estaba
situado en la parte superior de una gran puerta, por la que entraban y salían
muchos niños pequeños, que sus madres y algunos padres llevaban durante horas
en el día para “guardar”. En la llegada muchos de ellos lloraban, pues no
querían separarse de su mamá o de su papá. Sin embargo esos mismos niños y
niñas salían al final de la jornada, todos contentos y sonrientes por el mucho
disfrutar y jugar, Siempre había palabras amables que las chicas cuidadoras y
maestras regalaban a los padres sobre el comportamiento de sus retoños, en las
horas del acompañar y educar.
Y se fijó en una chica joven, que apenas tendría la
mayoría cronológica legal, dejando a una niña pequeña que no llegaría al año de
su edad. La llevaba siempre amorosamente recogida entre sus brazos, bien limpia
y vestida con el cuidado de una madre que se preocupa que nada le haya de
faltar. La llevaba muy temprano en la mañana, entregándola a la señorita que le
abría la puerta y que también extiende los mimos que ella le depara a la
criatura, la cual sonríe ahora sin cesar. Con su aún muy pequeña manos la niña
agarra como puede a un manoseado y querido peluche, un osito blanco como la
leche o la nieve, de ojos azules y un lazo rosa para adornar. Con él juega y se
encariña, mientras su joven mamá le dice adiós, ¡hasta luego! tres o cuatro
veces, añadiendo “no dejes de tomar la merienda que luego te van a dar, pues
tienes bien que alimentarte para poder correr, jugar y saltar”. A eso de las siete de la tarde, según marcan
las campanas, de una iglesia cercana en el lugar, vuelve esa misma madre,
llamada Ivana,
a por su pequeña Alma que grita de alegría, al poder reencontrarse felizmente con
su mamá. La chica ha estado trabajando largas horas como cajera de un
hipermercado, honrada labor que tuvo la suerte de encontrar, cuando quedó
embarazada de un irresponsable que nunca más ha vuelto para preguntar. Pero
ella aporta a su Alma todo el amor de una madre, para que en modo alguno sienta
la falta de un padre, pues ella tiene el cariño suficiente de un papá y de una
mamá. Tal vez algún día encuentre a un hombre bueno, que sepa también querer a
la hija de su pareja, jugando con ella y gozando de su felicidad. Es una
hermosa historia que aprendió desde esa ventana de la guardería, desde donde tantas
imágenes hermosas se pueden contemplar, pensar y disfrutar.
Pero un día infortunado de otoño, fue una vez más
el viento impetuoso el que quiso finalizar con su enriquecedora aventura
viajera, de aquí para allá. La lógica natural y cívica impuso finalmente sus
leyes. para la conveniencia urbana de la normalidad. Un paciente trabajador de
la limpieza barría esas calles llenas de hojarasca y otros residuos, con los que
el fuerte viento y la no menos intensa lluvia había cubierto los numerosos
asfaltos y especialmente las aceras para el transitar. Ella misma y otras muchas compañeras
vegetales fueron evacuadas con la escoba y el recogedor, para ser llevadas a
ese gran “vagón” de Parques y Jardines, en donde reposa en principio una gran masa
forestal. Ese cromático conjunto está integrado por ramas, flores, tallos,
raíces y, por supuesto miles de hojas ¿a dónde las habrán de trasladar?. Este tesoro
arbóreo de vegetales, cortados o arrastrados por el vendaval, normalmente es llevado
a los grandes depósitos de residuos que cada una de las ciudades y municipios
disponen para asear. Aunque también esa masa vegetal es utilizada para la
fabricación de compost o turba fresca vital, muy útil para fertilizar o
plantar.
Entre las numerosas hojas apiñadas en los
contenedores, pronto se establecen comentarios y experiencias, más o menos
animosos con respecto a la suerte que les habrá de llegar.
“Os aseguro, lo sé de buena fuente, que nos van a
convertir en turba generosa, para ayudar a otros compañeros a nacer, crecer
adornar y purificar. Es la ley de la naturaleza que, con paciencia y
generosidad, tenemos que comprender y sin más aceptar. Así es el ciclo natural de
la vida, que nunca y con fortuna ha de parar. Igual nos “reencarnamos” en otras coquetas flores y hojas agradables,
para el disfrute propio y el de los demás.”
Nuestra hoja viajera había vivido, como tantos otros
vegetales, una sin igual experiencia, para compartir y recordar. Con ella asumía
su propia valía en los ciclos de la naturaleza. Y, de paso también, comprendía
muchos comportamientos y sentimientos de los humanos, desarrollados entre el
alba y el ocaso de cada día, según los calendarios. Lúcidas etapas en las que
hay que vivir, dibujar con colorido y, con generosas sonrisas ¿por qué no, también, querer y soñar?
UNA SINGULAR Y SUTIL
OBSERVADORA DE VIDA
José
Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la
Victoria. Málaga
19 Marzo 2021
Dirección
electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog
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