viernes, 19 de junio de 2020

EL TAXISTA Y LA ILUSIONADA VIAJERA, ILUSTRADORA DE LIBROS.

Así sucede en cada uno de los días, durante las mañanas y las tardes. En ocasiones, también lo hace restándole horas a la noche. La eficacia de su trabajo exige conocer perfectamente la hora de llegada de aquellos vuelos “interesantes”, con aviones repletos de pasajeros, o también de esos trenes del AVE, en horas punta muy propicias para la anhelada y densa clientela. A ello añade esos recorridos sin destino, a través  del laberinto o malla urbana, esperando la señal oportuna para un nuevo servicio al que atender con rapidez y profesionalidad. Sin embargo prefiere jugar en esa “tómbola” del viajero sin previsión, que puede depararle muchos kilómetros de recorrido que engrosarán las cifras digitales de un taxímetro siempre presto para avanzar y sumar.

Mario Dariana ha elegido, para la tarde de este viernes pre-veraniego, el punto de espera del aeropuerto malacitano. A esa hora emblemática comprendida entre las cinco y las seis, cuando el sol inicia su declive, concurren en la terminal aérea la llegada de varios vuelos procedentes de distintos orígenes internacionales, pero también otros originados en la geografía hispana. No sólo él, sino otros muchos compañeros de profesión han elegido también este cosmopolita lugar, convencidos de que van a tener al menos un servicio seguro, trayecto que esperan sea beneficioso para cubrir los gastos del día con una buena “carrera” a desarrollar. Pero esa tarde, por tener que atender un servicio previo a una cercana localidad costera, Mario llegó algo tarde a su previsión  inicial, por lo que tuvo que ocupar un lugar muy postergado en la amplia densidad de vehículos de servicio público que aguardaban a los clientes antes que él. Había que aplicar paciencia en la espera, actitud bien asumida por estos profesionales del taxi.

Pero la tarde tampoco colaboraba con sus deseos y los de otros compañeros al volante. Muchos viajeros ya tenían servicios contratados en origen, a través de Internet y de los propios establecimientos hoteleros. Otros elegían medios de transporte más económicos, como el cómodo tren de la Renfe hasta Fuengirola y el bus municipal hasta el mismo centro de la ciudad o incluso optaban por los incentivos de los vehículos Uber y Cabify, con mejores precios para determinados trayectos. Así que en esa espera prolongada observó a una señora de mediana edad, que parecía algo desorientada acerca de cual serie la decisión más oportuna a tomar.  Con su experiencia acrisolada en el oficio, se acercó a esa pasajera y le preguntó si deseaba un vehículo para el traslado. La mujer estuvo observándolo durante unos segundos. Tras el paso de los mismos mostró su firmeza en aceptar el ofrecimiento del profesional que tenía ante sí.

“Verá, hace un rato que mi avión ha tomado tierra. He venido a Málaga por uno de esos impulsos o nostalgias que a veces tenemos los humanos. Veo que está Vd dispuesto a ayudarme. Tengo que confesarle que necesito esa ayuda. Pues no tengo, aunque parezca extraño, reserva de plaza en ningún establecimiento. Solo he venido para estar en esta ciudad y “recuperarla” durante unos días ¿Podría aconsejarme y trasladarme a algún hotel u hostal en donde pudiera encontrar plaza, aunque carezca de reserva previa? Bueno, perdone, mi nombre es Eunice Ramal y procedo de Cambados, en Pontevedra ”.

El taxista estaba habituado a experimentar muy contrastadas experiencia. Pero de inmediato percibió que tras la imagen personal que tenía ante sí, subyacían una serie de complejos elementos que le eran en sumo extraños y desconocidos. A pesar de todo se dispuso, con generosidad y diligencia, a prestar ayuda a la desorientada señora de la camisa celeste.

“No se preocupe, señora. Ha dado Vd. con el profesional apropiado. Conozco un hostal, muy seguro, que está a dos pasos de la zona centro de la capital. Es propiedad de un familiar. Aunque no es muy grande, seguro que le pueden hacer algún hueco. Ahora mismo llamo a mi cuñado y salimos de dudas. En caso contrario, buscaremos alguna alternativa para que no se encuentre “tirada” en la calle.

Las dotes de convicción de Mario dieron pronto su fruto. Una cancelación de última hora, permitía ofrecer a la peculiar turista una habitación individual, durante siete noches, por un excelente precio. Durante el trayecto hasta el Hostal La Flor de Mar, Eunice le hizo al diligente taxista una atractiva oferta.

“Hace casi cuatro décadas, cuando tenía dieciocho años, estuve por primera vez en esta bella ciudad mediterránea, en un viaje de estudios con mis compañeras de clase. En numerosas ocasiones he querido volver a estas tierras pero, por una u otras razones, sólo he llegado a pasar por el aeropuerto. Ahora quiero recuperar aquellos recuerdos de una lejana adolescencia, disfrutando unos días de vacaciones para redescubrir la ciudad y su entorno. Si Vd. se encuentra dispuesto, me agradaría contratar sus servicios, para que me llevara a los lugares más emblemáticos, aquéllos que más me puedan agradar. Fijamos un precio que sea justo, por las horas aplicadas, sean de mañana o tarde. Seguro que llegamos a un acuerdo”.

A Mario le pareció muy atractiva la oferta que recibía de una persona en sumo agradable y necesitada de ayuda. Acordaron dedicar tardes o mañanas a ese semanal recorrido turístico, aunque también habría días que por las características de los desplazamientos serían jornadas completas. Aunque sospechaba que Eunice era persona con una cierta capacidad económica, le planteó un precio global que no era excesivamente gravoso por una interesante actividad que no era la primera vez que desempeñaba: taxista y “guía” turístico.

En días sucesivos y a lo largo de los trayectos recorridos, con las explicaciones básicas ante determinados entornos monumentales e incluso durante las comidas que compartían, Eunice fue abriendo o liberando interesantes elementos de su identidad personal. Esa positiva actitud que encontraba en su interlocutora hizo que Mario se sintiera motivado a corresponder con franqueza, llaneza y amistad.     
       
La viajera gallega se identificaba como una mujer de cincuenta y seis años, ilustradora gráfica de publicaciones editoriales, que en el lejano 1982, año en el que cumplía su mayoría de edad, había realizado un divertido viaje de estudios por diversas ciudades andaluzas. Quedó en su memoria la muy grata experiencia de su estancia en Málaga, por lo que siempre quiso volver, aunque no se decidió definitivamente a llevarlo a cabo hasta estos momentos, por cierto infortunados para su vida sentimental. Su marido, persona vinculada al espectáculo teatral, mantenía una secreta relación afectiva con una compañera del elenco escénico al que ambos pertenecían, a la que superaba en casi una generación. Explicaba Eunice que este hecho familiar le había afectado profundamente, de tal forma que había necesitado ayuda médica y la ingesta de fármacos antidepresivos. En la terapia psicológica de recuperación, le habían aconsejado la realización de un viaje, hacía un punto geográfico que le trajera buenos recuerdos en el acerbo ilusionado de su memoria. Por eso eligió recuperar una grata etapa de su pasado, volviendo a una ciudad con encanto que no había vuelto a pisar en casi cuatro décadas.

Por su parte Mario, siete años más joven que su clienta, confesó a ésta que su trabajo, en el sector del transporte de viajeros sobrevino después de estar vinculado laboralmente, durante muchos años, con una empresa de suministros y complementos para el automóvil. Esa empresa había quedado severamente descapitalizada, por la acción desleal de los dos hermanos propietarios de la misma, lo que llevó inevitablemente a la suspensión de pagos, la quiebra económica e incluso a la denuncia penal. Superadas las fases judiciales, un fondo de garantías se había hecho cargo de la indemnización que recibieron los ocho operarios que trabajaban en el negocio. El capital que legalmente recibió lo invirtió en parte para la compra de un vehículo, dedicado al servicio de taxi y el resto de la compensación para el “traspaso” de una licencia municipal, puesta a la venta por un veterano taxista que accedía a la jubilación. La compra de esta licencia le había supuesto un desembolso incluso mayor que el propio coste del vehículo adquirido.
En la actualidad llevaba ocho años ya en el sector del taxi, con la eficacia y pericia de no haber sufrido accidente o siniestro alguno que fuera reseñable. Compartía con Eunice también una profunda afección sentimental, pues esos complicados momento del cambio profesional se vieron gravemente turbados con la actitud que adoptó su ahora ex mujer Lenia, que prefirió continuar su ruta vital con una nueva pareja, que le gratificaba y vitalizaba profundamente. Para asombro de muchos y de él mismo, una agradable compañera en un conocido despacho de gestoría administrativa, al que todavía sigue perteneciendo laboralmente.


Había que planificar bien la semana, a fin de rentabilizar el tiempo para las visitas. Y en esta faceta Mario era una persona habilidosa, prudente y sumamente creativa. No se le ocultaba que Eunice era una persona de cultura y formación, en función de la forma cómo se expresaba, los modales que aplicaba en sus gestos y ese aval de ser ilustradora de libros, lo que le tenía que facilitar estar cercana al mundo de las letras y de la imaginación literaria. Así que taxista y clienta se sentaban en el taxi, a horas tempranas de la mañana, para dirigirse hacia aquellos espacios que Mario había elegido y en donde pasaban los minutos necesarios para satisfacer la curiosidad y el interés de la señora procedente de las rías gallegas.

Hubo tiempo para visitar museos (Picasso, Pompidou, Tyssen, Ruso, Málaga, Arte Contemporáneo, Cristal y Automóvil). Lugares emblemáticos y bellos monumentos, como el Parador de Gibralfaro y el Castillo (con las  mejores vistas de una parte de la ciudad) Puerto marítimo, Parque central, Alcazaba, Barrio del Soho, Playas de Pedregalejo y el Palo, Catedral, zona universitaria de Teatinos y el  Jardín Botánico de la Concepción. Hubo tres “escapadas” con encanto, hacia Ronda, Antequera y Mijas. Y gracias a determinadas amistades que Mario  había labrado en su profesión, se pudo visitar la fábrica de cerveza Mau-San Miguel, con todo el proceso de producción y una simpática degustación. Inolvidable el delicioso ratito de café y merienda junto al actor Antonio Banderas, con sus fotos “espectaculares” para el recuerdo. Había coincidido oportunamente esa semana con un  Concierto de la Orquesta Filarmónica de Málaga, en el Teatro Miguel de Cervantes. Eunice pudo valorar y gozar la sonoridad y maestría de las notas musicales que llegaban a la tercera planta del gran teatro municipal, el gran secreto de la ubicación para los entendidos en la pureza acústica del pentagrama. Inolvidable fue también el lento y enriquecedor paseo en barco por la bahía, a fin de gozar desde el mar con la visión de una Málaga que se cubre de naranja y oro, cuando simula atardecer en una noche que en realidad amanece.

Denso y vitalista programa cultural que hizo las delicias de dos personas aliadas en un maravilloso proyecto: por una parte el profesional del taxi, quien amaba intensamente a su ciudad y de otra parte la ilusionada ilustradora de libros, que deseaba cubrir una asignatura pendiente iniciada en tiempos de su ya lejana adolescencia. No todo sería cultura, monumentos o comprensión de la realidad. También se había generado entre ellos ese valor, transparente y sublime, de la proximidad. En tiempos de afectos ausentes, generaron la complicidad mágica y lúdica de la necesidad y la amistad.

En la noche previa a la despedida, quisieron volver a la colina de Gibralfaro, para disfrutar la visión de una Málaga encendida de incentivos secretos, bajo “miles” de pequeños focos cromáticos emanados de las estrellas, vestidos de un blanco iluminado solo visionado por espíritus sensibles a la imaginación y a la belleza poética. En el final de una cena, enriquecida de platos muy malagueños (pescaíto, salmorejo, tarta malagueña) llegaron esas palabras que cultivan la sensible intimidad. En su final, hubo un simpático intercambio de regalos: un llavero de plata, con el relieve simbólico de la Catedral compostelana; una bien elaborada guía de Málaga, para cimentar los recuerdos en los anaqueles infinitos de la memoria.

En una separación, mezclada de una indefinible alegre/tristeza, se dijeron adiós, hasta mañana y esas gracias, pronunciadas con el mímico lenguaje afectivo de las miradas. “Has de volver” “Pronto, muy pronto, te escribiré”. Había sido una inesperada y muy agradable experiencia, para dos personas convalecientes en sus vidas de sentimientos y afectos equívocos. Tanto uno como el otro tenían la certeza que las buenas semillas siempre germinan en el suelo fértil y generoso de la amistad.

No había pasado aún una semana, desde estos gratos siete días de vivencias compartidas, cuando una noche Mario recibió en el buzón de su correo electrónico un extraño e inesperado e-mail. El mensaje procedía de una productora cinematográfica y en el mismo se le convocaba a una reunión que tendría lugar en Madrid. Se le ofrecía la oportunidad de participar en una película que estaba en fase de pre-producción. Los avales del casting estaban ya superados y en cuanto a las condiciones y características de la colaboración serían discutidos y analizados en esa entrevista, que había sido fijada con una antelación de diez días. Se adjuntaban dos archivos en el correo: un billete ida/vuelta en avión, junto a la estancia de una semana en Madrid, en un céntrico hotel con un régimen de pensión completa. También se le solicitaba una cuenta bancaria en donde hacer una transferencia, a fijar, por los días en que no podría realizar su trabajo ordinario en el taxi. El correo venía firmado por Eunice Ramal, directora y guionista de cine e ilustradora gráfica.-  

EL TAXISTA Y LA ILUSIONADA VIAJERA, 
ILUSTRADORA DE LIBROS



José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
19 Junio 2020
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           



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