La normalidad de una vida puede verse afectada, de
la forma más imprevisible, por vientos de borrasca
que alteran la plácida rutina familiar o laboral, provocando ese desosegado
desconcierto que tanto y mal nos afecta. Lamentablemente no todas las personas
saben o intentan enfrentarse a esos “tiempos nublados”
que ocupan un incómodo lugar en nuestras modestas biografías. Por ello es bueno
conocer esta historia que, en sus parámetros generales, puede ser de útil
ejemplaridad para aquellos que se abruman, absurdamente, en tiempos de
desilusión. Cierto es que no todos tenemos la suficiente capacidad de lucha necesaria para asimilar y actuar ante
los contratiempos que nos sobrevienen, pero conocer un modelo de reacción
siempre puede ser interesante como recurso a utilizar en circunstancias
carenciales.
La rumorología siempre es una realidad patente en
nuestra actividad cotidiana. En el caso de Abilio
Oliver Baltanás, trabajador empleado en una entidad bancaria, esas preocupantes
informaciones, rumores y comentarios no eran ajenos al quehacer contable que
desarrollaba, tras una mesa de atención al público, durante los cinco días
laborables de cada semana. Los datos inconexos que venían sobrevolando la
atmósfera de la sucursal financiera se fueron paulatina y lamentablemente
confirmando. Su marca bancaria se fusionaba (en realidad, era absorbida) con un
poderoso grupo bancario, afectando al personal laboral un importante número de
despidos, lógicamente indemnizados. Un numero importante de sucursales eran
literalmente cerradas, afectando la reconversión al 40 % de la plantilla
global. Esos despidos incidían de manera
imperativa en los mayores de 55 años, aunque aquéllos que superaban el medio
siglo de vida también eran presionados para que negociaran su desvinculación
laboral voluntaria.
La antigüedad de Abilio en la empresa era amplia,
pues ingresó en la misma con tan solo 24 años. Hacía unas semanas que había
cumplido los 51, por lo que se planteó una profunda reflexión analizando cuál
sería la mejor solución que debería adoptar. Si “resistía” (a pesar de las
presiones e incentivos) en seguir trabajando,
hasta esa imperativa ruptura forzosa, las condiciones del despido
(negociado con los sindicatos) iban a ser menos generosas en cuanto a la indemnización que tuviera
derecho a recibir. La triste realidad es que lo iban a poder de “patitas en la
calle” y con una compensación notablemente menos de la que recibiría si
aceptaba marcharse voluntariamente en ese momento. Sopesaba, con razonable
sensatez que, aun con ímprobas dificultades, no sería lo mismo buscar un nuevo
puesto de trabajo con 51 años que con 55.
Tras exponer serenamente la situación a su mujer Melania y a su única hija Minerva,
de 17 años, tomó la muy difícil decisión de aceptar la oferta de la patronal bancaria,
desvinculándose finalmente de la entidad de forma conciliada. De esa forma
ponía fin a una relación laboral que había durado, de manera ininterrumpida casi
tres décadas. No dudaba de que su postura era bastante arriesgada, pero
entendía con razonable esperanza que sus conocimientos en el terreno contable
constituían un importante aval a fin de poder acceder a un nuevo puesto de
trabajo, a pesar de su edad un tanto avanzada. Desde luego que se sentía aún
“joven” para no quedarse sentado en casa, perdiendo el tiempo, un día tras
otro, sin salir a la lucha callejera para conseguir una nueva reubicación
profesional. No olvidaba tampoco que Minerva estaba en puertas para iniciar su
andadura universitaria. La joven quería matricularse en Madrid, pues quería
cursar los grados de Ciencias Políticas y Ciencias de la Información. Ese
desplazamiento residencial a la capital del Estado conllevaba una serie de
importantes gastos mensuales, muy difíciles de sobrellevar para una persona en
situación de paro (en realidad su puesto administrativo en la entidad no había
conllevado un salario elevado, como para
poder afrontar un régimen de vida de cierto nivel, anejo a las exigencias
universitarias de su hija). Todos esos elementos los había sopesado, una y otra
vez, para afrontar con diligencia ese nuevo rumbo que pensaba dar a su vida.
En el carácter de este diplomado en Ciencias
Empresariales arraigaba una muy positiva cualidad, cual era la del dinamismo y
fe en su innata capacidad de reacción. Tras
desvincularse de la empresa en la que había trabajado durante veintisiete años,
consideraba que no era persona que le
apeteciera quedarse en casa cada día, sentado ante el monitor de televisión o
distrayéndose con la navegación por las redes de Internet. Por el contrario le
agradaba integrar la permanente actividad en su existencia, cualidad que había
ya demostrado desde sus tiempos lejanos de escolaridad en secundaria y
posteriormente en las aulas universitarias. Por consiguiente emprendió, sin
dudarlo conceptualmente y a la mayor premura, la búsqueda de un nuevo puesto
laboral, dentro de los perfiles formativos y de experiencia que su currículum
avalaba. No era tarea fácil conseguirlo, habiendo cumplido ya el medio siglo de
vida, pero rechazaba (a pesar de las puertas que a su pesar se le cerraban)
quedar atrapado en la dinámica de la abulia, el desánimo, la rutina jubilatoria
anticipada o, lo que era desde luego mucho más grave, la depresión anímica,
patología que deteriorara gravemente su salud.
Un vecino del bloque en el que residía, llamado Amadeo, una de esas personas amables y generosas con
las que te relacionas bien en la vida, fue el que conociendo su situación de
“despido” laboral, le dio una información que podía serle interesante, en orden
a encontrar lo antes posible una actividad remunerada.
“Ya sé, Abilio, todo el asunto de tu
banco. De verdad que lamento que os haya tenido que tocar “la china”. Te
conozco y no eres persona de las que se cruzan de brazos, entre lamentos.
Además, no debes confiarte con esa indemnización que habrán tenido que
concederte. Pues, casi sin que te des cuenta, en poco tiempo desaparece, con
todos los gastos que la vida a la que estamos habituados hoy nos exige. Mas
pronto que tarde ves un día que el saldo de tu cuenta corriente se ha
volatizado. Literalmente, compruebas con estupor que te has “comido” los
ahorros sin apenas haberte dado cuenta. Por todo esto te voy a contar una
interesante posibilidad, para que la estudies. Creo que das el perfil adecuado
para la misma.
En mi agencia de viajes van a sacar
un nuevo y curioso producto, servicio que ya se trabaja en otros muchos países
extranjeros. Se trata de la figura profesional del ACOMPAÑANTE CULTURAL para actividades turísticas. En las
próximas semanas, la empresa va a ir seleccionando a un conjunto de
dinamizadores turísticos, que serán lógicamente retribuidos en función de los
días de servicio que presten a los clientes que les sean asignados. Se trata, en esta primera fase del programa,
de ayudar a la persona que contrata el servicio para facilitarle una mejor
gestión y más grata estancia en la ciudad. Una vez que llega hasta el
aeropuerto o a la estación de ferrocarriles, se le tiene preparado un
transporte adecuado que le traslade al hotel en el que va a residir. A partir
de ahí y en cada uno de los días. Su acompañante, dinamizador turístico, le va
a ir mostrando de manera personalizada lo más interesante de la ciudad o
aquello que de manera expresa haya solicitado para disfrutar o resolver sus
intereses, sean éstos monumentales, culinarios, deportivos, administrativos o
de otra naturaleza.
Tu eres un hombre de cierta cultura y
con solventes conocimientos, por lo que no vas a tener dificultad alguna para
afrontar las ofertas o las necesidades que te planteen esos clientes que,
obviamente, van a ser personas de un cierto nivel o solvencia económica. Te
pagarán bien por los días trabajados, liquidez económica que te vendría muy
bien para completar esos ingresos que ahora se han drásticamente reducido.
Además te sentirías útil en ayudar a otros visitantes mostrándoles lo mejor de
tu ciudad, con lo que evitarías ese peligroso aburrimiento que les sobreviene a
muchos que están en paro o han entrado en su fase de jubilación. Creo que el
programa está enfocado para clientes individuales, aunque se estudiaría el caso
de atender a una pareja, por razones obvias. Por supuesto, a los dinamizadores
seleccionados se les va a impartir un cursillo intensivo, para que integren y
dispongan las mejores habilidades y conocimientos en orden a su trabajo, que
puede ser de uno, dos o más días. No te asustes, porque nunca este programa VIP
contempla que el dinamizador tenga más de dos personas a su cargo.
Te repito que este servicio es
solicitado por clientes de alto standing que quieren evitar quebraderos de
cabeza cuando llegan a un determinado lugar, del que nada o poco conocen. Pagan
y bastante bien, para que se les ayude y poder gozar de una más grata y completa
estancia. Debes pensártelo con tranquilidad y no dejar pasar esta oportunidad
que te puede dar muy buenos y diversos réditos, en esta etapa de tu vida en la
que te enfrentas a un “forzado” e importante cambio de actividad”.
No tuvo que dedicar mucho tiempo a sopesar esta
atractiva propuesta. Abilio se mostró vivamente interesado para afrontar este
distraído y curioso servicio, básicamente cultural, después de haber recibido,
durante varias semanas, no pocos “portazos” en aquellos lugares a donde había
acudido inútilmente para solicitar un puesto de trabajo. La empresa turística LA AVENTURA VIAJERA seleccionó de inmediato a este
candidato, hombre de cultura y con un currículum laboral muy completo. Junto a
otros candidatos, el antiguo contable bancario se aplicó en un intenso cursillo
de cinco días, desarrollado en un hotel de la cadena y lógicamente con todos
los gastos pagados.
¿Y cuál fue la primera
experiencia que Abilio tuvo que desarrollar, para este original servicio
de dinamizador cultural individual?
El incierto destino quiso que el primer cliente que
le fue asignado era un monje benedictino exclaustrado, cuyo nombre era Cirineo Octavio Laviana, quien había pertenecido a la
orden silense durante 31 años. Al
cumplir la sexta década de su existencia este clérigo, de generosa humanidad
corporal, tomó conciencia de que había
perdido la fe y la convicción para el sacrificado ejercicio monacal. Tras larga
y azarosa meditación, decidió dar un giro de 180 grados a su vida, e incluso
sopesar la posibilidad de formar una familia. El controvertido monje ya no
encontraba los incentivos suficientes para seguir permaneciendo y cumpliendo
los votos exigidos por la austera vida monacal. En lo más íntimo de su persona,
el orgánico ardor sexual había sido un duro campo de batalla en el que nunca
había hallado la paz, sino un estado carencial insufrible y limitativo para su
gozar de un sosegado equilibrio personal.
El hermano Cirino había estado destinado, durante
los primeros años de profesión religiosa, en una comunidad cántabra, pero
pronto fue trasladado al monasterio burgalés de Silos, con sus rezos, cantos
gregorianos, estudio y trabajo, en los plácidos huertos claustrales. La pérdida
de la fe, en su caso, era cada vez más evidente como para seguir manteniendo
esa austera y sacrificada vida contemplativa con firmeza y responsabilidad, tanto
consigo mismo como con sus hermanos de monacato. Tras afrontar un complicado
proceso de exclaustración, con la renuncia a sus votos, comenzó otra difícil
andadura buscando la integración y el caminar por un mundo donde el laicismo se
había enseñoreado y dominaba las mentalidades y los comportamientos ciudadanos.
Se puso como objetivo inmediato abrirse a la sociedad terrenal, para conocerla mejor y en lo
posible disfrutarla. En esos parámetros y objetivos se hallaba la visita a una
ciudad del sur peninsular que destacaba por su alegría y vitalismo, como era el
caso de Málaga.
A este fin, giró visita a una prestigiosa agencia
de viajes, con sede en la capital burgalesa, en donde le informaron del innovador
servicio turístico personalizado. Realmente la metodología y el contenido del
mismo era lo que él precisamente necesitaba, por lo que le planificaron un
denso programa de actividades que comprendían dos semanas. La primera de ellas
estaría centrada en la capital de la Costa del Sol, tanto en la zona costera
como en los pueblos más importantes de la provincia. Ya en la segunda semana
pasaría dos días en Granada, otros dos en Sevilla y también visitaría durante
una jornada y media la capital cordobesa, con su afamada Mezquita. El tour
programado llevaba por nombre DESCUBRIENDO EL SUR.
Verdaderamente era un objetivo sugestivo
para el antiguo monje benedictino, quien hasta entonces apenas había salido de
los espacios claustrales durante las tres décadas que había profesado como
miembro de la sacral orden.
Sería innecesario añadir que el monitor acompañante
de Cirino Octavio en Málaga fue Abilio, cuyos servicios fueron tan bien
valorados por el antiguo monje que reclamó a la empresa turística que fuera
este cualificado dinamizador turístico quien le acompañara en sus
desplazamientos por las restantes provincias andaluzas, reguladas en el
atractivo circuito viajero.
Visitaron significados e importantes monumentos,
vinculados a distintas etapas históricas de nuestro pasado regional. Degustaron
una muy apetitosa y diversificada
gastronomía, que sin la menos dificultad Abilio fue seleccionando según las
peculiaridades de las localidades que recorrían. Asistieron a muchos
espectáculos musicales y teatrales. Realizaron saludables excursiones por las ricas
sendas naturales de que goza una región tan diversificada como la andaluza. En
algunos momentos, Cirino le rogaba a su diestro acompañante que redujera la
oferta museística, pues con tanta pintura, escultura y piezas arqueológicas, se
sentía verdaderamente saturado, como para asimilar tanta belleza y testimonios
artísticos. Este polifacético servicio de compañía le vino no solo bien al
antiguo monje (entusiasmado con tan gratas, culturales y suculentas experiencias)
sino también a su monitor o dinamizador Abilio, que consiguió dos semanas de
retribución que le vinieron muy bien, a fin de solucionar la gravosa matrícula
universitaria y la adecuada estancia de su hija Minerva en Madrid.
Una tarde, reposando del ajetreo viajero en una
cafetería no lejos de la Alhambra, el grandioso monumento nazarí de la capital
granadina, Cirino le confesó a su acompañante y ya buen amigo Abilio que hacía
unos meses había recibido una importante herencia, procedente del único tío
soltero que tenía, fallecido a muy elevada edad. Aparte de bienes bancarios, en
el contenido testamentario había una casita de campo, con tierras de cereales
anejas, en las proximidades de la capital abulense. “Quiero conservarla y
desarrollar su actividad agraria, amigo Abilio, pues aunque valoro y me
entusiasma el avance de la modernidad, no descarto pasar largas temporadas en
una ambiente donde la naturaleza me enriquezca, no en lo económico, por
supuesto, sino en lo que es más importante, en ese ánimo al que tanto conforta
el hermanamiento con los árboles, las plantas, los amaneceres y esos atardeceres
pintados de oro y naranja”.
Tras asistir una noche a una alegre y ruidosa zambra
flamenca, en el Albaycín granadino, Cirino le hizo una
pregunta a su fiel asesor cultural y acompañante permanente, en los
siguientes sinceros, humildes y fraternales términos:
“Mi apreciado y buen amigo ¿crees que
podré formar una familia, a mis 61 años de edad? ¿Podrías ayudarme, con tu
extensa experiencia mundana, al respecto? Necesitaría que me pusieras en
contacto con una buena mujer, por supuesto que fuera más joven que yo, a fin de
poder convencerla de mis buenas intenciones y necesidades afectivas. El
procrear una descendencia, en quien verme reflejado, sería la ilusión más
grande que la vida terrenal podría concederme. Te confieso, sin ningún rubor
“hermano “Abilio, que nunca “he estado” con ninguna mujer, a pesar de las “terribles”
necesidades orgánicas que me han atormentado, hasta la desesperación, en
distintas fases de mis vivencias claustrales. Tú, que conoces mucho mejor que
yo el mundo terrenal, podrías enseñarme en esta faceta sexual que nos sublima y
enriquece sobre nuestra íntima y realista animalidad”.
¡Cómo no! También Abilio supo estar en el justo y
oportuno lugar, ante la ayuda (muy humana y existencial) demandada por el
“cliente” Octavio Laviana. Con sencillez e inteligencia supo moverse, aún
después de las dos semanas contratadas de tour cultural, para hacer más
asequible al que ya era su amigo Cirino, en este complicado terreno, vedado
hasta entonces para el ansioso ex monje, de la vida sexual y familiar.
Al paso del tiempo y en cada una de las épocas
navideñas, el antiguo contable recibe puntualmente una cariñosa misiva del
antiguo monje silense, para felicitarle y adjuntarle, desde el castellano
enclave natal de santa Teresa de Jesús, unas entrañables fotografías. En las mismas,
un veterano y feliz padre de familia, posa junto a su mujer Luciana , de nacionalidad argentina y sus tres
retoños, Mario, Darío
y Esmeralda, todos sonrientes y en apariencia “rebozando”
felicidad.
“Me tienes que prometer, “hermano”
Abilio, que esta primavera al fin nos vas a visitar, junto a tu bella mujer
Melania y vuestra hija Minerva. Os podréis
quedar con nosotros, en nuestra casita de campo, que tiene por nombre LUZ VEGETAL, todo el tiempo que deseéis y podáis.
Para nosotros será un motivo de profunda alegría y felicidad contar con vuestra
cariñosa presencia”.
Abilio sigue actualmente desempeñando, con
manifiesta eficacia y honda satisfacción, esta nueva etapa laboral, que el
destino, su voluntad o la suerte le tenía asignada, en la segunda parte del
ecuador que articula su existencia. Quiso y supo luchar, superando
desconciertos, dificultades y desánimos, con proverbial inteligencia y adaptable
disposición.-
UN VERSÁTIL SERVICIO
DE DINAMIZADOR
O ACOMPAÑANTE CULTURAL
José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la
Victoria. Málaga
04 Octubre 2019
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