Dos niñas pequeñas, que apenas superarían los cinco o seis años de
edad, jugaban alegremente en las aguas bien cloradas de una pequeña piscina,
ubicada en la terraza ático de un hotel de nueve plantas, establecimiento en el
que junto a sus familias se alojaban. Su sencilla amistad se había forjado en
esos espacios comunes de la magna instalación hotelera (comedor, salón de
juegos y televisión y, por supuesto, en esa reducida piscina, espacio que
refrescaba las tardes de una ciudad intensamente calurosa durante los meses
vacacionales de julio y agosto. Mientras nadaban en la pequeña pero versátil
cubeta, las dos niñas mantenían una sencilla conversación, con frases
entrecortadas por el gratificante chapoteo en el agua que realizaban con sus infantiles
brazos. Una de ellas, de manera espontánea e inesperada, le confió a su amiga
que a la mañana siguiente tendría que abandonar la instalación hotelera junto a
sus padres, pues después de casi una semana de estancia volvían a la ciudad
donde residían, poniendo fin a los gratos días vacacionales que tan bien habían
disfrutado. Esa misma niña al salir del agua se despidió de su amiguita de
juegos, con una curiosa y significativa frase, expresada en voz alta. Unas
palabras que, a los pocos usuarios que allí tratábamos de nadar en tan reducido
espacio, nos hizo reflexionar. “Bueno, me voy. Qué
pena. Así que a partir de mañana ya no nos volveremos a ver más”. Su
compañera de juegos le sonreía. Continuando el chapoteo entre las refrescantes
aguas, respondió con un saludo breve, espontáneo, limpio e infantil a la que
había sido su compañera de juegos durante esos pocos días para el turismo
vacacional. “Bueno, pues adiós”. A buen
seguro también ella pensaría que, probablemente, ya no se encontrarían más para
jugar.
Esta sencilla vivencia suele suceder también entre las personas adultas, aunque con elementos diferentes
en el contenido. Es cierto que cuando realizamos un viaje turístico durante los
meses veraniegos, nos vinculamos necesariamente a un grupo numerosos que en
ocasiones puede superar las 40 o más personas. Normalmente se trata de un
colectivo heterogéneo, pues en el mismo habrá viajeros procedentes de distintas
ciudades, aunque habrá una sensible mayoría que residan en la ciudad origen para
el circuito. Muchos de ellos, aunque vivan en la misma ciudad desde donde parta
el avión o el tren para realizar el tour, probablemente no habrán tenido
relación previa hasta esos días de julio o agosto. A partir de esta experiencia
lúdica común, muchas de esas parejas o personas individuales harán amistad con
determinados viajeros, más que con otros. Las posibilidades de relación son
abundantes en esos 8 días o más que comprende la duración del circuito. Las
horas que habrán de pasar juntos en el autocar, así como en las instalaciones
hoteleras y en las visitas a los lugares emblemáticos para contemplar los
monumentos, serán momentos oportunos para establecer afinidades, charlas,
comentarios, bromas o simples chascarrillos. Todo ello les permitirá conocer
detalles acerca de los nombres, las actividades, los caracteres o costumbres de
algunos o muchos compañeros del tour. En este terreno relacional, la labor de
aproximación que realice el/la guía turístico será sumamente importante, a fin
de crear un clima cordial y abierto que permita y posibilite esas nuevas y más
o menos intensas y divertidas amistades, que se van a ir generando durante el
periplo viajero.
Cuando llega el último día de estar juntos, incluso
en ese viaje de sentimientos contrastados para la vuelta al punto de partida,
muchos de los integrantes del grupo tendrán la convicción de que a la mayoría o
a la totalidad de esos compañeros, amigos o conocidos, será más que improbable
que vuelvan a verlos o a charlar con ellos. Sus nombres y rostros se irán
desvaneciendo de los recuerdos, a no ser por esos repasos o recorridos visuales
que a veces se realizan por los archivos fotográficos que a todos gusta
conservar en los discos duros del ordenador o en los periféricos externos para
la oportunidad. Esta certeza, teñida de un cierto rictus de tristeza o íntima
nostalgia (para aquellas personas con las que mejor nos hayamos llevado o
intimado) te hace aceptar la realidad de que has participado en una densa acción
grupal, cuyos protagonistas muy difícilmente volverán
a coincidir o a reiniciar esa breve amistad, que tan sólo ha durado una
semana o poco más.
Fotos y recuerdos. No es mucho bagaje, ciertamente,
para recordar a esas personas que se alejarán de tu vida en la nebulosa del
tiempo. Es frecuente que los mayores, más que los pequeños de la familia, en
algunos casos se Los viajeros intercambian los números de los móviles telefónicos, así como sus direcciones del
siempre seguro y socorrido correo electrónico.
Pero la experiencia nos hace ver que esos prometidos e-mails pocas veces llegan
a generarse, quedando los datos olvidados en las agendas, residuos
sentimentales de aquellos gratos vínculos compartidos durante el ciclo semanal del
viaje. Tal vez durante el primer año puede haber algún contacto en fechas
señaladas, como la Navidad o incluso la
educada felicitación en onomásticas de nombres muy conocidos dentro del
santoral. Pero lo más probable es que esos whatsapps o e-mails vayan
languideciendo en nuestras memorias, orgánicas y digitales. Apenas nunca serán
utilizados a fin de ponernos en comunicación con aquellos nuevos amigos que
hicimos en la semana vacacional.
El tour viajero por los PAISAJES
DE IRLANDA suponía un bien aprovechado circuito que, por sus indudables
atractivos, pronto se fue completando de viajeros en las distintas salidas
programadas para los meses de julio y agosto. Los puntos geográficos de partida
estaban centralizados en Madrid y en otras importantes capitales de la
península y las islas. Las fechas más solicitadas para el circuito irlandés era
la que se iniciaba entre el 15 de julio y el 15 de agosto, aunque la visita a
estos bellos parajes también podría realizarse durante los meses de junio y
septiembre, ciertamente con menos demanda aunque con mejor precio para los
clientes. En ese mediados de julio, un nutrido grupo de 46 personas iniciaron
el circuito de 8 días, con 7 noches de estancia hotelera. Eran 21 matrimonios
heterogéneos por sus edades, aunque prevalecían los de edad media y avanzada.
Además de estas parejas, viajaban tres amigas jóvenes y un militar ya retirado
y enviudado. En el grupo no había integrante infantil alguno, pues la mayoría
de las personas superaban los veintitantos años de edad (algunos de ellos con notoria amplitud).
El origen geográfico de estos ilusionados turistas
veraniegos era variado aunque, al estar programada la salida desde la capital
de la Costa del Sol, predominaban las parejas con residencia en la ciudad
malacitana. También había otros matrimonios que procedían de provincias
cercanas, como Granada, Córdoba y Jaén. Curiosamente el militar retirado, Raimundo Castellón tenía su domicilio en Madrid pero,
al estar residiendo su única descendiente en Marbella, había querido aprovechar
este lúdico viaje para disfrutar con sus nietos unos días previos al circuito,
en el domicilio familiar de su hija.
Los primeros contactos del grupo de viajeros
tuvieron lugar en el aeropuerto de Málaga, para la acomodación del vuelo y,
tras la llegada a Dublín, durante el reparto de las habitaciones y llaves, en
el primero de los seis hoteles que habrían de utilizar. Estos iniciales
contactos sirvieron para el recíproco conocimientos de los compañeros de viaje.
Pronto hubo parejas que por afinidades varias o por alguna simple casualidad
tuvieron más frecuentes conversaciones y posibilidades de acercamiento, siempre
con comentarios amables, banales o anecdóticos. Tras la realización de la
primera cena, el joven guía Silvio del Paz estuvo durante breves minutos dándoles
las primeras orientaciones acerca del programa a realizar en la jornada
siguiente, como también lo iría haciendo en los sucesivos días desde el propio
autocar que iba a ser utilizado para el recorrido irlandés.
Entre los integrantes del grupo pronto comenzó a
destacar el matrimonio Cercedilla Cantoral,
integrado por Feliciano y Piadosa, originarios de Madrid, aunque llevaban años
con residencia en Málaga, debido a los negocios inmobiliarios que mantenía el
dicharachero constructor. Era evidente que este personaje trataba de potenciar
su protagonismo social con el mayor afán y habilidad, estableciendo de manera
continua conversaciones insulsas y bien teatralizadas con persistentes sonrisas “profiden” dirigidas a
los pacientes compañeros del circuito. Aprovechaba para ello las horas del
desayuno, el almuerzo o la cena. También rentabilizaba las oportunidades de
dialogo en el autocar, las visitas guiadas por los diferentes monumentos
artísticos y naturales de la sugestiva isla atlántica y en los encuentros inesperados
por los lugares comunes de los hoteles. No dejaba de usar su cámara compacta
para la toma de fotos, ofreciéndose gentilmente a otras parejas para
fotografiarlos juntos. El protagonismo social de Feliciano era notorio ante las
miradas complacientes o desigualmente sufridas de sus compañeros, que iban
estableciendo de manera paulatina distancia con tan agobiante y cansina efusividad.
Solía utilizar para ello el recurso siempre útil de las bromas o el
chascarrillo inicial, a fin de ir rompiendo el hielo conversacional, aunque
fuera en horas tempranas de mañana y sus educados interlocutores apetecieran un
poco de silencio e intimidad. Por todos los medios trataba de sentarse, durante
las horas de restauración, en mesas de no menos de cuatro comensales, aunque
sus preferidas eran las rectangulares compartidas por muchas más personas, la
mayoría de las cuales notoriamente hambrientas y cansadas a causa de los
intensos trasiegos viajeros.
¿Y cuál era el tema de
argumentación básica en tan insigne comunicador castellano? Obviamente,
sus negocios y proyectos inmobiliarios, ofertando una amplia gama diferencial
de “oportunidades” a sus interlocutores, para la compra de chalets individuales
o adosados, también pisos en zonas urbanas o en un entorno más ruralizado, sin
que faltasen los apartamentos y estudios en los más variados espacios, precios
y calidades, siempre con la posibilidad de ventas a precios especiales o
incluso con la atractiva posibilidad de establecer alquileres. Las bien “adornadas”
ofertas a esas personas amigas que sufridamente le escuchaban, aparecían en
cualquier momento y oportunidad y de la forma más sibilina, siempre
aplicando “palabrería” convincente.
Muchos de los viajeros, percibiendo con nitidez la situación, arbitraban las
más imaginativas excusas para tratar de zafarse del tan efusivo empresario del
cemento y el ladrillo.
Con quien parecía desarrollar mayor querencia o
amistad sobrevenida era con un veterano matrimonio residentes en un pueblo con
encanto de la Axarquía malacitana, La pareja hecho algún capital con su negocio
familiar de panadería y confitería, actividad desarrollada a lo largo de varias
décadas de trabajo honrado y sacrificado. Eran gente de pueblo, llana, castiza
y humilde, que en la madurez de su existencia tenían a los hijos bien situados
y con un apreciable dinero ahorrado que pensaban disfrutar en esta etapa
postrera de sus vidas. Era evidente que estos confiteros no habían viajado ni
relacionado mucho, fuera de su pequeño núcleo comercial en la confitería/panadería
del pueblo. Se sentían halagados por las continuas deferencias que recibían tanto
de Feliciano Cerdedilla como de su complaciente y sufrida cónyuge Piadosa
(Pita, para las amigas). Fructuoso y Mª del Agua, los
deslumbrados pasteleros, observaban con entusiasmo y agrado cómo los Sres de
Cerdedilla se sentaban con ellos en la mesa que ocupaban y les pagaban las
bebidas consumidas durante el condumio.
“Os aseguro, queridos amigos, que
tengo para vosotros, gente de bien y con sobrada inteligencia, unas ofertas
irresistibles que no vais a dejar pasar, porque veo en vuestros ojos y gestos
que sois gente con visión de futuro para las buenas inversiones. Tener hoy día
un buen apartamento en una zona playera de alto nivel, como Marbella, Manilva o
Estepona, es signo de clase, solvencia y prueba de que estáis en la edad óptima
para disfrutar de la vida. Vuestra salud y presencia son envidiables, amigos
míos. Tengo una oportunidad inmejorable que había reservado para un familiar
cercano, pero este cuñado, muy devoto y exageradamente beato, ha decidido
profesar en religión a pesar de sus años. Se trata de un idílico apartamento de
lujo que no vais a dejarlo pasar, pues son regalos que hace el destino a la
gente de bien. Tanto tú Fructuoso, como tu bella esposa María del Agua, sois
esas personas de las que todos debemos aprender: honradas, sacrificadas,
responsables, educadas. Pero amigos tenéis que disfrutar de la vida.
No le deis más vueltas. Tener una propiedad
en ese entorno llamado EL
PARAÍSO, os va a proporcionar
la vecindad de ilustres figuras de Hollywood, de esas que tanto salen en las
revistas como el Hola o el Pronto. Por ser vosotros, personas entrañables, os
propongo una entrada de 50.000 euros. Para ti Fructuoso, esa modesta cantidad
solo será el inicio de una apetecible etapa de futura felicidad. Vosotros, no
lo neguéis, podéis pagarla sin la menos dificultad. Después firmamos una
hipoteca a 10 años, con unos plazos muy digeribles y con un interés especial,
pues tengo un director bancario, con esa amistad de uña y carne, que os va a
poner unos costes por debajo de la media en el mercado financiero, Sólo con
unas firmas vais a ser propietarios de un apartamento de lujo residencial en la
mejor línea de playa de la Costa del Sol. Hoy día es una inversión de futuro.
Pagar por esta joya (os dejo para vuestra
complacencia esta carpeta con las fotos del complejo y la propiedad, a fin de
que os vayáis haciendo una idea del tesoro que os estoy ofreciendo) 225.000
euros es una verdadera ganga. Nada más que por codearse con los actores y
actrices de cine … esa sensación y glamour te llega una sola vez en la vida.
Incluso si en un futuro os cansáis por cualquier razón, podréis sacar de
rentabilidad 100.000 € o más, por ese “regalo” que os hace el destino y del que
yo, desde luego, nunca osaría desprenderme”.
Así había caído una importante “presa”, en las
artimañas mercantiles del sagaz negociante de la construcción. Desde luego no
fue el único intento ni el única contrato realizado por el Sr. Cercedilla. Hubo
otros compañeros de circuito que volvieron a sus domicilios con abundante y
tentador material publicitario para estudiar determinadas ofertas, aunque
también algunos como Fructuoso ya lo hicieron con sus precontratos firmados. Gran
dinamismo y eficacia existente en el bagaje del dicharachero constructor, pues
en sólo 8 días había conseguido una excelente renta para sus intereses
comerciales.
Fue un último desayuno, pleno de emociones y de las
mejores palabras, el realizado antes de subir al autocar que los conduciría
hasta el aeropuerto de Dublín. Tras dos horas y cincuenta minutos de vuelo,
desde la capital de Irlanda hasta la terminal aérea de Málaga, desembarcaron
con diligencia de la aeronave y los abrazos, algunos besos y estrecheces de
manos se multiplicaron por entre los 46 viajeros, hermanados en la aventura
irlandesa. Promesas y deseos de reencuentros, whatsapps y direcciones
electrónicas bien anotados en agendas y memorias digitales, nuevas modalidades
faciales en las teatralizadas “sonrisas Profiden” y ya la diáspora nerviosa para
localizar esa maleta que “siempre” tarda en salir por la cinta de recogida. En
pocos minutos cada uno de los hermanados viajeros se había ido por su lado,
camino del tren de cercanías, el bus municipal o el coche aparcado en un
parking privado durante los 8 días.
No había pasado una semana, desde la fecha de
vuelta, cuando a la sede empresarial “LA HORMIGONERA
FELIZ”, ubicada en la localidad de Estepona, llegó un paquete,
trasladado por una empresa privada de correo urgente, a la atención de los
“Sres. de Cercedilla Cantoral”. Era un envío de cierto volumen que Feliciano
llevó pesadamente a su domicilio y que abrió delante de Piadosa, su mujer. Lo
primero que encontraron fue una tarjeta personal, firmada por Fructuoso y Mª
del Agua, con el siguiente texto:
“Queridos amigos nuestros. Queremos
agradeceros de corazón los tan buenos momentos que hemos compartido en el viaje
a tierras irlandesas. Os enviamos esta caja de “aceitados” que son unas
estupendas tortitas, el producto más apreciado y consolidado que se elabora en
nuestro obrador desde hace décadas. Cuando desayunéis cada mañana, con un plato
de tortitas, nos recordaréis con cariño, como nosotros hacemos con vuestras
excelentes personas. Un fuerte abrazo
(con la firma de ambos remitentes).
El
comentario inicial que hizo Cercedilla, cuando vio las cuatro cajas de cartón
con las tortitas aceitadas “EL LAUREL”, no
tiene desperdicio: “Se muestran bien agradecidos
estos paletos confiteros de la Axarquía. Veremos la reacción que tendrán cuando vean el apartamento que les he “colocado”
a un precio de locura. Lo mejor es poner silencio de por medio, vayan estos “nuevos
ricos” a tener la desafortunada ocurrencia de presentarse un día por aquí”.
Efectivamente el buenazo de Fructuoso trató de
contactar en repetidas ocasiones con el avieso constructor, quien les había
vendido un apartamento ubicado en la planta 12 de un
bloque colmena, cuya superficie útil era 39 metros cuadrados, a un
precio que se acercaba a los 245.000 €. Las fotos que les había entregado
estaban hábilmente trucadas, pues no era una urbanización de lujo, sino una
mole de hormigón ubicada en una loma muy alejada del centro de la localidad y
edificada en la época álgida de la burbuja del ladrillo. Las numerosas llamadas
telefónicas efectuadas por Fructuoso fueron desatendidas una y otra vez, con la
repetida justificación en boca de una “robotizada” secretaria: “El Sr. Cercedilla está de viaje”. “El Sr. Cercedilla se
encuentra en una reunión de trabajo. Se le pasará su comunicación” “Se le pone
en lista de espera, Sr. Fructuoso Hormigal”. La reparación de los desperfectos
en el apartamento que habían comprado, en una “alocada” acción de tiempos
viajeros, supuso a la familia de pasteleros una minuta de 3.100 €. Para ir a la
playa durante el verano, tenían que desplazarse en coche desde el bloque
colmena, a fin de recorrer unos 5,5 km. de distancia que los separaba de las
aguas cristalinas del Mediterráneo.
Feliciano y Piadosa nunca quisieron ponerse al
teléfono, a fin de atender las insistentes llamadas del “rudo pastelero veleño”
en palabras del sagaz, “trilero” y manipulador empresario del ladrillo. Las
promesas vacacionales de firme e inquebrantable amistad se habían diluido, con
la instantánea y similar rapidez de un terrón de azúcar diluido en el bravío
oleaje del mar.-
COMPAÑEROS Y AMIGOS,
EN UN GRATO CIRCUITO VACACIONAL
José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la
Victoria. Málaga
27 Septiembre 2019