Una ambivalente situación es “padecida” y/o
“disfrutada” al tiempo por muchas personas en variados aspectos de su
comportamiento diario. Esa peculiar experiencia consiste en que, por la naturaleza
de su caracteres y temperamentos, hay mujeres y hombres que viven con demasiada u obsesiva intensidad aquellos
argumentos que contemplan proyectados sobre las pantallas blancas de una sala
cinematográfica, en las obras representadas sobre las tablas de un escenario
teatral, en las historias narradas por hábiles y creativos escritores, en las
páginas impresas de los libros, en los numerosos artículos y editoriales publicados
en las columnas periodísticas e incluso a través de esas distraídas o más
complicadas entrevistas, noticias y comentarios emitidos por las ondas
radiofónicas.
Efectivamente, se trata de una “cualidad” que, mal usada, también puede convertirse
en “defecto”, respuesta y comportamiento que no
pocos ciudadanos atesoran en su específica forma de ser. Sin duda, tú mismo,
aquél otro o el que escribe estas líneas, hemos visto llorar a lágrima viva a
esos vecinos de butaca, cuando la escena interpretada por los actores excitaba
los sentimientos de algunos espectadores, quienes se sentían incapaces de
controlar su equilibrio anímico. Esos asistentes a la obra teatral o
cinematográfica aplicaban la empatía con tal
intensidad a la trama argumental que “se metían o introducían” dentro la obra,
como si el problema, dificultad o alegría les afectase también a ellos de
manera directa, tal y como les ocurría a los actores protagonistas del enredo. Hay
oyentes radiofónicos que están escuchando por el transistor o visionando a
través de la pantalla del televisor una competición deportiva cuando, en
función de los acontecimientos o la marcha de la “contienda”, se les ve en el
salón de su piso o alrededor de la mesa del bar, saltando, gritando, vitoreando,
insultando, maldiciendo, riendo o llorando, respondiendo visceral, violenta o
compulsivamente, a causa de las buenas o malas noticias derivadas de ese simple
juego deportivo.
Las modalidades de esta inmersión
psicológica (que puede llegar a convertirse en gravemente lesiva) sobre
situaciones de las que eres un simple espectador, lector o radioyente son
variadas en su naturaleza y de diversa intensidad según los caracteres,
equilibrio y patología de quienes las padecen o “disfrutan”. Unos de esos
“urbanitas” que navegan, con mejor o peor suerte, en el estresado laberinto de
una gran ciudad es Viro Arranz Bernabé (hay
padres que, con grave y discutible
responsabilidad ante la pila bautismal, castigan con el infeliz nombre de
Viriato al vástago que han procreado). Acumula ya 42 primaveras, está casado
con Alma (otros progenitores hacen gala de
mayor sensatez e imaginación) que es tres años menor que su marido. Tienen una
hija, que aún no ha cumplido el quinquenio existencial, a quien pusieron el
nombre de Celia. Forman una familia de clase
media, sociológicamente hablando, pues el hombre
es agente comercial, trabajando como activo vendedor de vehículos en una
concesionaria de consolidado prestigio, cuya marca y sede central radican en
nórdicas e industriosas tierras germanas. También la
mujer aporta importantes fondos a la necesidad familiar, ejerciendo como
profesora particular de alemán para los que necesitan mejorar en dicha lengua,
aunque a veces es contratada por etapas en una academia privada que enseña
idiomas a muchos alumnos de todas las edades. Cuando era muy pequeña, sus
padres, ante el fracaso económico del pequeño taller de reparación de
electrodomésticos que poseían, decidieron emigran a ese emblemático país
europeo, Alemania, posibilitando que sus hijos y ellos mismos conocieran las
habilidades propias del idioma utilizado en una o la principal maquinaria de la
economía europea e incluso mundial.
En esta etapa de su existencia, la principal
afición que Viro cultiva (de manera compulsiva) consiste en pasar horas y horas
“navegando” por las páginas “infinitas” de Internet, consultando la abundante
lectura de la prensa periódica y usando ese transistor que, en casa, le
acompaña casi de manera continua como un elemento más de la estructura
familiar. Y ¿cuál es la modalidad de las noticias, informaciones y comentarios
que rellenan tantas horas para el ocio de este comercial o agente de ventas?
Dicho de una manera breve y determinante: el “cruel”
mundo de la actividad política. Él es una persona que “comulga”, aplicando
el fervor y la devoción exagerada del acólito fanatizado, con una ideología profundamente
conservadora. Su cónyuge “pasa” de esa desafortunada afición, aunque su
mentalidad se halla más en la línea socialdemócrata. Alma vivió durante dos largas
décadas en Alemania junto a sus padres. Su cultura política es mucho más
abierta y compresiva que la “intolerancia” que de una u otra forma muestra su radicalizado
esposo. El caso es que Viriato, ya sea “pegado” a la radio, a la pantalla del
televisor o a ese ordenador al que tanto aprecia, sigue y “vive”
patológicamente (es necesario utilizar este vocablo) las noticias diarias que
afectan a “su partido”, sigue con sumisión
filial los movimientos y decisiones que los dirigentes nacionales y locales
establecen, sufriendo (física y psicológicamente, al tiempo) los vaivenes, los éxitos
y los ataques de esas otras formaciones rivales que conforman el espectro político.
Para él, naturalmente y en su más que sectaria conciencia, los seguidores y
dirigentes de los restantes partidos no son rivales, sino malvados enemigos del
buen funcionamiento de la cosa pública (que sólo su partido sabe defender y
bien administrar).
Esta situación, que consolida y agudiza al paso de
los años, le provocan sentimientos inestables
de alegría y profundos enfados, como se expresaba al comienzo de este escrito,
contrastadas alteraciones anímicas que le hacen pasar de los sentimientos
plenos de euforia a esos otros nublados momentos que le sumergen en la
depresión y el desánimo. Las repentinas variaciones en su carácter repercuten,
qué duda cabe, en el ambiente familiar. Alma, que bien conoce y soporta la
manera de ser de la persona con quien comparte la vida, trata de ayudarle,
aconsejándole que se tome las cosas con más calma y sosiego, que busque otras
distracciones para su tiempo libre, pues el camino que sigue por el ámbito de
la política no es nada bueno para su propia felicidad y la de aquéllos con
quienes tiene relación y convivencia. En este sentido, durante los avatares
cotidianos del trabajo, sus compañeros se han visto obligados a preguntarle qué
es lo que le ocurría, al igual que sus jefes. El propio don Timoteo, jefe del departamento
de ventas, le ha tenido que llamar alguna vez la atención pues le han llegado
quejas de determinados clientes acerca de alguna respuesta o gesto que no les
ha gustado, cuando han sido atendidos por este activo agente comercial, que,
por otra parte, tiene unos excelentes índices de resultados en sus ventas,
reconocidos y valorados por el equipo empresarial. Ciertamente, en el ámbito
laboral, Viro trata de guardar las apariencias, pero cuando está enfadado, por
esa u otra noticia que ha leído o escuchado la noche anterior, por más que
trate de disimularlo, la información le acaba condicionando en el necesario equilibrio
que ha de mantener para la salud y normalidad de su estado psicológico.
Para este primero de Noviembre,
cuando Alma celebra felizmente su onomástica, el matrimonio ha decidido salir a
cenar e ir a tomar después alguna copa
en algún establecimiento donde ofrezcan música en vivo. En la intimidad de esa
larga y afectiva noche, Viro se ha sentido obligado a confiarle a su compañera
que tiene en mente solicitar consulta a un especialista. Él mismo, en los
momentos de mayor racionalidad, comprende que ha de poner remedio a una
situación que enturbia su vida relacional. Particularmente ha intentado ordenar
esa vorágine ideológica que le atrapa, pero es tan fuerte el incentivo de la
política y del entorno mediático que le rodea que, una y otra vez, vuelve a las
“andadas”. Y así se entrega al visionado de los debates radiofónicos, a las
informaciones de prensa y a todos esos impactos emocionales que los líderes
políticos, hábilmente “venden” para el goce y exaltación de sus seguidores,
bien adiestrados por equipos de asesores, que saben aplicar en ello la mayor
cualificación y “adaptabilidad moral”.
En la agenda de los alumnos que Alma atiende para
sus clases particulares, se encuentra un joven médico, especialista en
psiquiatría, cuyo nombre es Delfín Val de Prodolenko
(su padre era un concertista español que contrajo matrimonio con una soprano,
natural de Bielorrusia). Este apuesto doctor necesitaba avanzar con urgencia en
el dominio básico del alemán, pues iba a realizar, durante el próximo verano,
una estancia académica en la ciudad germana de Hamburgo y aunque dominaba cuatro
idiomas, ninguno de ellos es el que diestramente su profesora (recomendada por
una de las academias donde Alma había trabajado) puede enseñarle. Conociendo y
sufriendo los cíclicos vaivenes anímicos y el comportamiento compulsivo de su
marido, la profesora pidió a su amable y aventajado alumno si podría “echarle
una mano”, pagándole lógicamente su cualificado esfuerzo. El Dr. Delfín, muy
agradecido a la maestra que tan bien le enseñaba, no dudó en ofrecer cita en su
consulta, para que el esposo de su profesora acudieran a la misma 48 horas más
tarde. Cuando esa misma noche (dada la proximidad de la fecha) explicó a Viro
la gestión que había realizado, éste se mostró positivamente de acuerdo con la
decisión y gestión que su mujer había adoptado. Se sentía cada vez más abrumado
con su obsesión por los temas políticos, los cuales le afectaban en demasía
como si fueran propios, pero sobre los que no se sentía con la fuerza de
voluntad necesaria para integrarlos racionalmente o abandonarlos. Incluso por
las noches se despertaba y tomaba su tablet para seguir entrando en la prensa
on-line, rebuscando y rebuscando en esas páginas temáticas que tanto le
motivaban y al tiempo le perjudicaban.
Ese nublado viernes de Noviembre, Viro pidió
permiso en la concesionaria, a fin de salir un poco antes del trabajo. Justificaba
la petición con el motivo de la ineludible visita médica. Por decisión del
propio facultativo, Viro acudió solo a la consulta.
El especialista quería evitar cualquier condicionante que impidiera a su
paciente expresarse con entera libertad acerca de los orígenes y desarrollo de
ese estado compulsivo que tanto le estaba perjudicando. Durante la larga
sesión, le estuvo haciendo preguntas tras preguntas, escuchando y anotando
pacientemente lo más interesante o significativo de sus respuestas. El Dr.
Delfín se mostró extremadamente generoso y comprensivo con el tiempo que
concedió al atribulado paciente. Tras 45 minutos de diálogo y atención a lo que
Viro le manifestaba, estuvo unos minutos para repasar y reflexionar acerca del
contenido de las notas que había estado tomando.
“Veamos, amigo Arranz. Ante todo, debemos
esforzarnos por recuperar ese sosiego que, de forma penosa, parece que nos ha
abandonado. Su situación de estrés es … manifiesta. Hay que ir a los orígenes, a
fin de buscar y encontrar la estrategia más adecuada e inteligente para nuestros
propósitos de recuperación. Tampoco te asustes, existen muchas personas que le
ocurren como a ti (permíteme el tuteo). Viven e interiorizan internamente
situaciones que no protagonizan, pero que les afecta tal y como si fueran ellos
los propios autores de las mismas. Les ocurre esta situación de empatía inmersiva cuando acuden a un espectáculo
escénico. Interiorizan de tal forma aquello que ven, leen o escuchan, que se
sienten “trasladados” a esos espacios donde transcurre la trama. Ríen, lloran,
tiemblan, reflexionan, sufren y gozan, de una manera “descontrolada”,
perjudicial para su equilibrio psicofísico, pues es tal su confusión que no
perciben que son meros espectadores y no intervinientes directos o indirectos
en la acción. Ya sea comedia, drama o cualquier otra actividad profesional, la
que presencian ante la confusión de sus ojos.
En tu caso, la actividad protagonizada por los
políticos es la que te tiene a mal traer. Te pasas las horas (en que puedes
hacerlo) pegado a la radio, leyendo las informaciones de prensa, o sintonizando
aquellos programas emitidos por la televisión, vinculados a la información política.
Gozas con los éxitos de la ideología que “profesas”, pero también te derrumbas
cuando los vientos no te son favorables para tus deseos. Y en esos momentos te
sientes profundamente infeliz y frustrado. Me dices que sufres del insomnio, que
te enfadas con los que ninguna culpa tienen, entrando en una fase de fanatismo
y sectarismo que en nada te favorece. Tienes que romper drásticamente,
aplicando el valor y la ayuda de aquellos que están cerca de ti, con esa
espiral ideológica que te hace vivir una existencia errónea, infeliz, banal y
escasamente saludable.
Hay otros estupendos incentivos en la vida, fuera
de la “viciada” dinámica que envuelve a la actividad política. Y te los estás
perdiendo, con el fanatismo de tu actitud, que te tiene “virtualmente”
atrapado, metafóricamente atado, quitándote esa libertad para poder gozar de
otras alternativas que, sin duda, te harían mucho más feliz. Piensa en el
deporte. Piensa en la naturaleza. Piensa en la amistad. Piensa en la
generosidad, con los que tanto necesitan. Piensa en la buena lectura. Piensa en
todos aquéllos que tanto disfrutan con sus aficiones, sea el bricolaje, los viajes,
el aprendizaje de materias y habilidades, ya sean artísticas o de carácter más técnico.
Tienes un buen trabajo. Tu familia necesita ese protagonismo que ahora tantas
veces les hurtas. Por supuesto, te voy a prescribir unos fármacos, que te
pueden ayudar a mejorar ese desequilibrio mental y físico que se encuentra horadado
y enfermo con todo ese mundo hipócrita de la política, que tan poco te va a
dar. Pero por encima de esa ayuda química, tienes que acudir a otra farmacia
que se encuentra en la privacidad de tu voluntad y racionalidad. Sin esa ayuda
interior, poco es lo que podremos hacer y alcanzar.
Intenta, prométemelo, que durante una semana ¡te
pido al menos una semana! vas a retirarte de la lectura de esa prensa que tanto
te absorbe. De esos programas radiofónicos que tanto te inestabilizan. De esos
“telediarios” que tan escasas buenas noticias ofrecen. Busca otros sustitutivos
para ese tiempo de ocio. Con la ayuda de Alma, lo vas a conseguir. Abandona el juego de la dinámica política. A buen
seguro te vas a sentir un poquito, un mucho mejor. Por tu carácter obsesivo,
esa “teatralización” te tiene bien atrapado. Tienes que liberarte de esas
ataduras que te aprisionan y desnaturalizan. Nos vemos la semana que viene, a
esta misma hora y día. Y seguiremos dialogando acerca de tus éxitos. También de
las dificultades. De una forma u otra, te escucharé. Te comprenderé. Te
ayudaré. Te animaré. Voy a escribir la medicación y un breve informe para tu médico
de cabecera. Él te la recetará, para que no os sea muy gravoso su coste. Lo
dicho, amigo Viro. Nos vemos, con mucha esperanza, la semana que viene”.
Han transcurrido quince meses, desde este fructífero diálogo mantenido entre un
notable especialista de la mente y su confuso y desequilibrado paciente. Durante
ese sustancial período de tiempo es perfectamente normal que las personas
apliquen a sus vidas cambios, leves o
profundos, en la evolución de los días. Los protagonistas de nuestra historia
también han querido asumir e integrar importantes modificaciones en la forma de
concebir sus respectivas existencias. Nadie hubiera podido imaginar la
intensidad y novedad de las mismas.
Por ejemplo, el notable especialista en psiquiatría
doctor Delfín
(que continúa ejerciendo su compleja y cualificada profesión médica)
sabe reservar ahora dos tardes a la semana, para dedicarlas a las funciones
propias de la secretaría de propaganda, en la agrupación política conservadora
en la que ha militado y milita su atribulado
paciente Viro Arranz. En el caso de Viriato,
este buen agente comercial sigue desarrollando su profesión de vendedor, pero
no en la concesionaria de automóviles donde ofrecía con eficacia su capacidad
para convencer a la clientela. Ahora ejerce como representante, para las
provincias de Andalucía oriental, de una importante marca de lencería y ropa
íntima para la mujer. Vive en pareja con el doctor Delfín, pues el destino
quiso que ambos reconocieran su mutua atracción sexual aunque, eso sí, su unión
la desarrollan con el recato propio exigido por el partido ultraconservador en
el que ambos militan. Finalmente, Alma. Tras
ese primer impacto emocional, al conocer la imprevisible realidad de las
tendencias afectivas de quien había sido su esposo y padre de su única hija,
supo sobreponerse con la suficiente entereza e inteligencia operativa. Además
de seguir con sus clases de alemán, ahora milita en una agrupación minoritaria
de ultraizquierda, de reciente formación, en la que sólo se admite la integración
femenina y que ostenta, como curioso y significativo titulo, El Gineceo
liberado. Su creciente y activa agrupación tiene el firme propósito de participar
en las próximas elecciones, para la formación de las corporaciones locales.
Alma vive en comunidad, junto a su hija Celia, con otras tres compañeras y
militantes de la misma agrupación, que defiende la práctica absoluta del amor
libre.
El comportamiento y evolución de estas tres
personas resultó sorprendente y difícil de predecir. Pero el género humano
tiene estas confusas respuestas, entre aquéllos que ejercen su protagonismo.
Resumiendo,
aplicar empatía a nuestra interpretación de lo
ajeno es altamente positivo. Sin embargo, esta plausible cualidad se desvirtúa
cuando se convierte en desequilibrio compulsivo y desnaturaliza nuestra propia
e íntima personalidad.-
José L. Casado Toro (viernes, 21 Septiembre 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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