jueves, 20 de septiembre de 2018

EL USO INAPROPIADO DE LA EMPATÍA OBSESIVA.

Una ambivalente situación es “padecida” y/o “disfrutada” al tiempo por muchas personas en variados aspectos de su comportamiento diario. Esa peculiar experiencia consiste en que, por la naturaleza de su caracteres y temperamentos, hay mujeres y hombres que viven con demasiada u obsesiva intensidad aquellos argumentos que contemplan proyectados sobre las pantallas blancas de una sala cinematográfica, en las obras representadas sobre las tablas de un escenario teatral, en las historias narradas por hábiles y creativos escritores, en las páginas impresas de los libros, en los numerosos artículos y editoriales publicados en las columnas periodísticas e incluso a través de esas distraídas o más complicadas entrevistas, noticias y comentarios emitidos por las ondas radiofónicas.

Efectivamente, se trata de una “cualidad” que, mal usada, también puede convertirse en “defecto”, respuesta y comportamiento que no pocos ciudadanos atesoran en su específica forma de ser. Sin duda, tú mismo, aquél otro o el que escribe estas líneas, hemos visto llorar a lágrima viva a esos vecinos de butaca, cuando la escena interpretada por los actores excitaba los sentimientos de algunos espectadores, quienes se sentían incapaces de controlar su equilibrio anímico. Esos asistentes a la obra teatral o cinematográfica aplicaban la empatía con tal intensidad a la trama argumental que “se metían o introducían” dentro la obra, como si el problema, dificultad o alegría les afectase también a ellos de manera directa, tal y como les ocurría a los actores protagonistas del enredo. Hay oyentes radiofónicos que están escuchando por el transistor o visionando a través de la pantalla del televisor una competición deportiva cuando, en función de los acontecimientos o la marcha de la “contienda”, se les ve en el salón de su piso o alrededor de la mesa del bar, saltando, gritando, vitoreando, insultando, maldiciendo, riendo o llorando, respondiendo visceral, violenta o compulsivamente, a causa de las buenas o malas noticias derivadas de ese simple juego deportivo.

Las modalidades de esta inmersión psicológica (que puede llegar a convertirse en gravemente lesiva) sobre situaciones de las que eres un simple espectador, lector o radioyente son variadas en su naturaleza y de diversa intensidad según los caracteres, equilibrio y patología de quienes las padecen o “disfrutan”. Unos de esos “urbanitas” que navegan, con mejor o peor suerte, en el estresado laberinto de una gran ciudad es Viro Arranz Bernabé (hay padres que, con grave  y discutible responsabilidad ante la pila bautismal, castigan con el infeliz nombre de Viriato al vástago que han procreado). Acumula ya 42 primaveras, está casado con Alma (otros progenitores hacen gala de mayor sensatez e imaginación) que es tres años menor que su marido. Tienen una hija, que aún no ha cumplido el quinquenio existencial, a quien pusieron el nombre de Celia. Forman una familia de clase media, sociológicamente hablando, pues el hombre es agente comercial, trabajando como activo vendedor de vehículos en una concesionaria de consolidado prestigio, cuya marca y sede central radican en nórdicas e industriosas tierras germanas. También la mujer aporta importantes fondos a la necesidad familiar, ejerciendo como profesora particular de alemán para los que necesitan mejorar en dicha lengua, aunque a veces es contratada por etapas en una academia privada que enseña idiomas a muchos alumnos de todas las edades. Cuando era muy pequeña, sus padres, ante el fracaso económico del pequeño taller de reparación de electrodomésticos que poseían, decidieron emigran a ese emblemático país europeo, Alemania, posibilitando que sus hijos y ellos mismos conocieran las habilidades propias del idioma utilizado en una o la principal maquinaria de la economía europea  e incluso mundial.  

En esta etapa de su existencia, la principal afición que Viro cultiva (de manera compulsiva) consiste en pasar horas y horas “navegando” por las páginas “infinitas” de Internet, consultando la abundante lectura de la prensa periódica y usando ese transistor que, en casa, le acompaña casi de manera continua como un elemento más de la estructura familiar. Y ¿cuál es la modalidad de las noticias, informaciones y comentarios que rellenan tantas horas para el ocio de este comercial o agente de ventas? Dicho de una manera breve y determinante: el “cruel” mundo de la actividad política. Él es una persona que “comulga”, aplicando el fervor y la devoción exagerada del acólito fanatizado, con una ideología profundamente conservadora. Su cónyuge “pasa” de esa desafortunada afición, aunque su mentalidad se halla más en la línea socialdemócrata. Alma vivió durante dos largas décadas en Alemania junto a sus padres. Su cultura política es mucho más abierta y compresiva que la “intolerancia” que de una u otra forma muestra su radicalizado esposo. El caso es que Viriato, ya sea “pegado” a la radio, a la pantalla del televisor o a ese ordenador al que tanto aprecia, sigue y “vive” patológicamente (es necesario utilizar este vocablo) las noticias diarias que afectan a “su partido”, sigue con sumisión filial los movimientos y decisiones que los dirigentes nacionales y locales establecen, sufriendo (física y psicológicamente, al tiempo) los vaivenes, los éxitos y los ataques de esas otras formaciones rivales que conforman el espectro político. Para él, naturalmente y en su más que sectaria conciencia, los seguidores y dirigentes de los restantes partidos no son rivales, sino malvados enemigos del buen funcionamiento de la cosa pública (que sólo su partido sabe defender y bien administrar).

Esta situación, que consolida y agudiza al paso de los años, le provocan sentimientos inestables de alegría y profundos enfados, como se expresaba al comienzo de este escrito, contrastadas alteraciones anímicas que le hacen pasar de los sentimientos plenos de euforia a esos otros nublados momentos que le sumergen en la depresión y el desánimo. Las repentinas variaciones en su carácter repercuten, qué duda cabe, en el ambiente familiar. Alma, que bien conoce y soporta la manera de ser de la persona con quien comparte la vida, trata de ayudarle, aconsejándole que se tome las cosas con más calma y sosiego, que busque otras distracciones para su tiempo libre, pues el camino que sigue por el ámbito de la política no es nada bueno para su propia felicidad y la de aquéllos con quienes tiene relación y convivencia. En este sentido, durante los avatares cotidianos del trabajo, sus compañeros se han visto obligados a preguntarle qué es lo que le ocurría, al igual que sus jefes. El propio don Timoteo, jefe del departamento de ventas, le ha tenido que llamar alguna vez la atención pues le han llegado quejas de determinados clientes acerca de alguna respuesta o gesto que no les ha gustado, cuando han sido atendidos por este activo agente comercial, que, por otra parte, tiene unos excelentes índices de resultados en sus ventas, reconocidos y valorados por el equipo empresarial. Ciertamente, en el ámbito laboral, Viro trata de guardar las apariencias, pero cuando está enfadado, por esa u otra noticia que ha leído o escuchado la noche anterior, por más que trate de disimularlo, la información le acaba condicionando en el necesario equilibrio que ha de mantener para la salud y normalidad de su estado psicológico.

Para este primero de Noviembre, cuando Alma celebra felizmente su onomástica, el matrimonio ha decidido salir a cenar  e ir a tomar después alguna copa en algún establecimiento donde ofrezcan música en vivo. En la intimidad de esa larga y afectiva noche, Viro se ha sentido obligado a confiarle a su compañera que tiene en mente solicitar consulta a un especialista. Él mismo, en los momentos de mayor racionalidad, comprende que ha de poner remedio a una situación que enturbia su vida relacional. Particularmente ha intentado ordenar esa vorágine ideológica que le atrapa, pero es tan fuerte el incentivo de la política y del entorno mediático que le rodea que, una y otra vez, vuelve a las “andadas”. Y así se entrega al visionado de los debates radiofónicos, a las informaciones de prensa y a todos esos impactos emocionales que los líderes políticos, hábilmente “venden” para el goce y exaltación de sus seguidores, bien adiestrados por equipos de asesores, que saben aplicar en ello la mayor cualificación y “adaptabilidad moral”.

En la agenda de los alumnos que Alma atiende para sus clases particulares, se encuentra un joven médico, especialista en psiquiatría, cuyo nombre es Delfín Val de Prodolenko (su padre era un concertista español que contrajo matrimonio con una soprano, natural de Bielorrusia). Este apuesto doctor necesitaba avanzar con urgencia en el dominio básico del alemán, pues iba a realizar, durante el próximo verano, una estancia académica en la ciudad germana de Hamburgo y aunque dominaba cuatro idiomas, ninguno de ellos es el que diestramente su profesora (recomendada por una de las academias donde Alma había trabajado) puede enseñarle. Conociendo y sufriendo los cíclicos vaivenes anímicos y el comportamiento compulsivo de su marido, la profesora pidió a su amable y aventajado alumno si podría “echarle una mano”, pagándole lógicamente su cualificado esfuerzo. El Dr. Delfín, muy agradecido a la maestra que tan bien le enseñaba, no dudó en ofrecer cita en su consulta, para que el esposo de su profesora acudieran a la misma 48 horas más tarde. Cuando esa misma noche (dada la proximidad de la fecha) explicó a Viro la gestión que había realizado, éste se mostró positivamente de acuerdo con la decisión y gestión que su mujer había adoptado. Se sentía cada vez más abrumado con su obsesión por los temas políticos, los cuales le afectaban en demasía como si fueran propios, pero sobre los que no se sentía con la fuerza de voluntad necesaria para integrarlos racionalmente o abandonarlos. Incluso por las noches se despertaba y tomaba su tablet para seguir entrando en la prensa on-line, rebuscando y rebuscando en esas páginas temáticas que tanto le motivaban y al tiempo le perjudicaban.

Ese nublado viernes de Noviembre, Viro pidió permiso en la concesionaria, a fin de salir un poco antes del trabajo. Justificaba la petición con el motivo de la ineludible visita médica. Por decisión del propio facultativo, Viro acudió solo a la consulta. El especialista quería evitar cualquier condicionante que impidiera a su paciente expresarse con entera libertad acerca de los orígenes y desarrollo de ese estado compulsivo que tanto le estaba perjudicando. Durante la larga sesión, le estuvo haciendo preguntas tras preguntas, escuchando y anotando pacientemente lo más interesante o significativo de sus respuestas. El Dr. Delfín se mostró extremadamente generoso y comprensivo con el tiempo que concedió al atribulado paciente. Tras 45 minutos de diálogo y atención a lo que Viro le manifestaba, estuvo unos minutos para repasar y reflexionar acerca del contenido de las notas que había estado tomando.

“Veamos, amigo Arranz. Ante todo, debemos esforzarnos por recuperar ese sosiego que, de forma penosa, parece que nos ha abandonado. Su situación de estrés es … manifiesta. Hay que ir a los orígenes, a fin de buscar y encontrar la estrategia más adecuada e inteligente para nuestros propósitos de recuperación. Tampoco te asustes, existen muchas personas que le ocurren como a ti (permíteme el tuteo). Viven e interiorizan internamente situaciones que no protagonizan, pero que les afecta tal y como si fueran ellos los propios autores de las mismas. Les ocurre esta situación de empatía inmersiva cuando acuden a un espectáculo escénico. Interiorizan de tal forma aquello que ven, leen o escuchan, que se sienten “trasladados” a esos espacios donde transcurre la trama. Ríen, lloran, tiemblan, reflexionan, sufren y gozan, de una manera “descontrolada”, perjudicial para su equilibrio psicofísico, pues es tal su confusión que no perciben que son meros espectadores y no intervinientes directos o indirectos en la acción. Ya sea comedia, drama o cualquier otra actividad profesional, la que presencian ante la confusión de sus ojos. 

En tu caso, la actividad protagonizada por los políticos es la que te tiene a mal traer. Te pasas las horas (en que puedes hacerlo) pegado a la radio, leyendo las informaciones de prensa, o sintonizando aquellos programas emitidos por la televisión, vinculados a la información política. Gozas con los éxitos de la ideología que “profesas”, pero también te derrumbas cuando los vientos no te son favorables para tus deseos. Y en esos momentos te sientes profundamente infeliz y frustrado. Me dices que sufres del insomnio, que te enfadas con los que ninguna culpa tienen, entrando en una fase de fanatismo y sectarismo que en nada te favorece. Tienes que romper drásticamente, aplicando el valor y la ayuda de aquellos que están cerca de ti, con esa espiral ideológica que te hace vivir una existencia errónea, infeliz, banal y escasamente saludable.

Hay otros estupendos incentivos en la vida, fuera de la “viciada” dinámica que envuelve a la actividad política. Y te los estás perdiendo, con el fanatismo de tu actitud, que te tiene “virtualmente” atrapado, metafóricamente atado, quitándote esa libertad para poder gozar de otras alternativas que, sin duda, te harían mucho más feliz. Piensa en el deporte. Piensa en la naturaleza. Piensa en la amistad. Piensa en la generosidad, con los que tanto necesitan. Piensa en la buena lectura. Piensa en todos aquéllos que tanto disfrutan con sus aficiones, sea el bricolaje, los viajes, el aprendizaje de materias y habilidades, ya sean artísticas o de carácter más técnico. Tienes un buen trabajo. Tu familia necesita ese protagonismo que ahora tantas veces les hurtas. Por supuesto, te voy a prescribir unos fármacos, que te pueden ayudar a mejorar ese desequilibrio mental y físico que se encuentra horadado y enfermo con todo ese mundo hipócrita de la política, que tan poco te va a dar. Pero por encima de esa ayuda química, tienes que acudir a otra farmacia que se encuentra en la privacidad de tu voluntad y racionalidad. Sin esa ayuda interior, poco es lo que podremos hacer y alcanzar.

Intenta, prométemelo, que durante una semana ¡te pido al menos una semana! vas a retirarte de la lectura de esa prensa que tanto te absorbe. De esos programas radiofónicos que tanto te inestabilizan. De esos “telediarios” que tan escasas buenas noticias ofrecen. Busca otros sustitutivos para ese tiempo de ocio. Con la ayuda de Alma, lo vas a conseguir. Abandona el juego de la dinámica política. A buen seguro te vas a sentir un poquito, un mucho mejor. Por tu carácter obsesivo, esa “teatralización” te tiene bien atrapado. Tienes que liberarte de esas ataduras que te aprisionan y desnaturalizan. Nos vemos la semana que viene, a esta misma hora y día. Y seguiremos dialogando acerca de tus éxitos. También de las dificultades. De una forma u otra, te escucharé. Te comprenderé. Te ayudaré. Te animaré. Voy a escribir la medicación y un breve informe para tu médico de cabecera. Él te la recetará, para que no os sea muy gravoso su coste. Lo dicho, amigo Viro. Nos vemos, con mucha esperanza, la semana que viene”.

Han transcurrido quince meses, desde este fructífero diálogo mantenido entre un notable especialista de la mente y su confuso y desequilibrado paciente. Durante ese sustancial período de tiempo es perfectamente normal que las personas apliquen a sus vidas cambios, leves o profundos, en la evolución de los días. Los protagonistas de nuestra historia también han querido asumir e integrar importantes modificaciones en la forma de concebir sus respectivas existencias. Nadie hubiera podido imaginar la intensidad y novedad de las mismas.

Por ejemplo, el notable especialista en psiquiatría doctor Delfín  (que continúa ejerciendo su compleja y cualificada profesión médica) sabe reservar ahora dos tardes a la semana, para dedicarlas a las funciones propias de la secretaría de propaganda, en la agrupación política conservadora en la que ha militado  y milita su atribulado paciente Viro Arranz. En el caso de Viriato, este buen agente comercial sigue desarrollando su profesión de vendedor, pero no en la concesionaria de automóviles donde ofrecía con eficacia su capacidad para convencer a la clientela. Ahora ejerce como representante, para las provincias de Andalucía oriental, de una importante marca de lencería y ropa íntima para la mujer. Vive en pareja con el doctor Delfín, pues el destino quiso que ambos reconocieran su mutua atracción sexual aunque, eso sí, su unión la desarrollan con el recato propio exigido por el partido ultraconservador en el que ambos militan. Finalmente, Alma. Tras ese primer impacto emocional, al conocer la imprevisible realidad de las tendencias afectivas de quien había sido su esposo y padre de su única hija, supo sobreponerse con la suficiente entereza e inteligencia operativa. Además de seguir con sus clases de alemán, ahora milita en una agrupación minoritaria de ultraizquierda, de reciente formación, en la que sólo se admite la integración femenina y que ostenta, como curioso y significativo titulo, El Gineceo liberado. Su creciente y activa agrupación tiene el firme propósito de participar en las próximas elecciones, para la formación de las corporaciones locales. Alma vive en comunidad, junto a su hija Celia, con otras tres compañeras y militantes de la misma agrupación, que defiende la práctica absoluta del amor libre.

El comportamiento y evolución de estas tres personas resultó sorprendente y difícil de predecir. Pero el género humano tiene estas confusas respuestas, entre aquéllos que ejercen su protagonismo. 

Resumiendo, aplicar empatía a nuestra interpretación de lo ajeno es altamente positivo. Sin embargo, esta plausible cualidad se desvirtúa cuando se convierte en desequilibrio compulsivo y desnaturaliza nuestra propia e íntima personalidad.-


    

José L. Casado Toro  (viernes, 21 Septiembre 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga



No hay comentarios:

Publicar un comentario