Iba a ser éste un día un tanto especial, en la vida
de Nicolás. Después de tres generaciones,
poniendo ilusión y creatividad en la imaginación de millares de niños “de todas
las edades” una afamada y antigua tienda para los juguetes vivía su emocional último 5 de enero. Padres, tíos,
abuelos y, muy especialmente, SS.MM. los Reyes de Oriente (esos “magos” o
sabios, que hace más de dos milenios se acercaron al principal Nacimiento, en
la antigua Belén) tendrían, a partir de ahora, que buscar nuevos almacenes y
puntos de abastecimiento, a fin de satisfacer las sonrisas y juegos de todos
aquellos que perciben la vida con el sano y alegre espíritu que representa la
infancia.
La razón básica de la drástica
decisión del cierre empresarial habría que buscarla en los poderosos intereses
del turismo y los empresarios de la hostelería, afanes que se nuclean alrededor
de esos perímetros adornados de historia, ubicados en la antigua centralidad
urbana. Efectivamente, este atractivo espacio ciudadano ha sido verdaderamente “tomado”
por los servicios de restauración que, de forma acelerada, han ido “engullendo”
a los viejos y tradicionales negocios que, década tras década, pusieron luz y
servicio a casi todas esas calles y plazas del antiguo laberinto ciudadano. Esa
tradicional urbanística se ve, hoy día ya, remodelada y adecentada a fin de
atender las intensas demandas culturales y alimenticias de un dinamizador
turismo que consume cultura, tanto museística como monumental, suculenta y
diversificada mesa, a casi todas las horas del día, junto a una distracción sin
límites para atemperar, con la terapéutica del ocio, el letargo depresivo del
aburrimiento.
Este lúdico establecimiento dedicado a la venta de
juguetes fue instalado, hace ya muchas décadas, por un emprendedor empresario, llamado precisamente Melchor, el abuelo materno de
Nicolás. A lo largo de los años y las generaciones, el prestigio de este
negocio se ha ido manteniendo en el seno de miles de familias que confiaban la
ilusión de sus hijos e hijas en la garantía y el buen hacer de una responsable
familia empresarial, entregada de lleno para ese mágico oficio que sabe generar
sonrisas e ilusiones en los rostros de tantos niños y niñas. Todo ello en íntima
relación con los Magos de Oriente que viajan, en la madrugada de cada cinco de
enero, hacia casi todos los domicilios de nuestro planeta, donde hay niños o en
los que permanece el sano espíritu de la infancia.
Pero el cuerpo de Nicolás ha cumplido ya sus muchos
años. Acumula más de setenta. Sus dos hijos ejercen acomodadas profesiones
liberales, ambos en el campo de la medicina. Desde jóvenes, manifestaron su
intención en no desear continuar por la senda de la tradición familiar. Esta ha
sido otra de las causas para que este buen empresario, cansado ya por el peso
de la edad, haya prestado oído a las ofertas que sucesivamente le han ido
llegando para la compra del amplio local de su propiedad Este amplio local se
encuentra muy bien ubicado y con espléndidas perspectivas para un negocio en
auge, como es el caso actual de la restauración.
Le han estado ayudando, en la muy reconocida
socialmente gestión de su negocio, dos empleados fijos, llamados Stella y Adrián,
aunque en éste ultimo año, para la época de Reyes, también ha contado con una
joven trabajadora, Rania, en régimen de
contrato temporal para tres meses. Hace ya unas semanas que explicó, a este
reducido personal laboral, su intención de poner fin a la actividad del
negocio, asegurándoles que compensaría de manera legal estos despidos,
incrementando voluntariamente la correspondiente cuantía a causa del buen
quehacer demostrado por todos ellos durante los largos años de su responsable y
ejemplar colaboración.
La oferta de compra más generosa que ha recibido,
entre otras muchas, procede de una cadena franquiciada de Noodles, pastas y
ensaladas, que va poblando de comida rápida los puntos neurálgicos para el
turismo de la ciudad. Tras hablarlo con
Virginia, su mujer y también con sus hijos, ha decidido aceptar al fin la venta
del emblemático local o “CASITA DE LOS JUGUETES” simpático
nombre que, allá en la centuria anterior, eligió el buen Melchor, emprendedor
comerciante abierto a sembrar de sonrisas el vitalista mundo de los niños.
“Son ya cerca de las doce. A esta
hora de la medianoche no creo que vengan ya muchos más clientes, a fin elegir
esos últimos juguetes que los Reyes Magos necesitan para atender las peticiones
de los niños. La verdad es que vamos a bajar las persianas con una cierta
emoción, pues nuestra tienda ha cumplido su grata misión. Y durante tres
generaciones. Os confieso que estoy un mucho emocionado. Pero ya conocéis mi
situación personal, tanto por la edad como por la salud, con algunos
problemillas que hacen necesario una larga etapa de tranquilidad y descanso. La
compra por Internet, también nos está perjudicando bastante a los comerciantes
tradicionales. En definitiva, que esta decisión del cierre la he tenido que
adoptar con dolor pero, al tiempo, con responsabilidad. La gestoría ya me ha
enviado la documentación necesaria, para que vuestra situación laboral quede
asegurada con el correspondiente subsidio de desempleo, mientras encontráis
alguna nueva empresa que desee contar con vuestros servicios. He hablado con
algunos empresarios amigos, dándoles vuestros nombres y otros datos necesarios.
Algunos me han prometido que os van a llamar, para mantener una entrevista.
Me vais a permitir que abra esta
botella de Rioja, para que juntos brindemos por nuestro futuro. Sobre todo,
quiero resaltar y agradecer, la ejemplaridad de vuestra honrada dedicación.
Sólo tengo palabras de agradecimiento y admiración por vuestra continua
lealtad.
Os quiero plantear otra interesante y
sentimental cuestión. La mercancía, que aún tenemos almacenada y en exposición,
se la va a quedar un comerciante del sector, también amigo. Pero, antes de que venga con su camión para
el traslado, quiero ofreceros, a cada
uno de los tres, el que podáis elegir el juguete que más os guste, no importa
su precio, como mi regalo especial para el recuerdo. Sería como un modesto y significativo
regalo de Reyes que, como recuerdo, deseo entregaros para esta LA GRAN NOCHE DE LOS NIÑOS, en todos los rincones del mundo.
Eso sí, me agradaría conocer el motivo fundamental que tenéis para optar por
ese determinado juguete”.
La iniciativa de este buen gesto, junto a las
formas con que Nicolás estaba llevando a cabo el cierre de su empresa, fue bien
valorada por el personal que con él había colaborado durante largos años de
actividad comercial. Aunque la medida laboral era ciertamente muy dolorosa, ya
tenían asumido que su trabajo en la juguetería había llegado a su fin. Desde
hacía semanas, estaban realizando llamadas, enviando currículums y contactando
con amistades en el sector comercial, a fin de encontrar un nuevo y necesario acomodo
empresarial. Tampoco tenían la menor duda de que Nicolás, persona cabal y
generosa, haría todo lo que estuviese en su mano por hacerles lo menos doloroso
posible esta difícil transición hacia otros horizontes profesionales.
Fue STELLA quien primero tomó la decisión de
explicar su opción por uno de los juguetes, que deseaba conservar como
recuerdo. Vivía con su madre, una mujer de avanzada edad. Persona activa y
positiva, había llevado siempre muy bien su soltería y, desde hacía meses, se
había apuntado a una academia de idiomas, a la que acudía los lunes y jueves, a
partir de las nueve de la noche. Pensaba, con acierto, que avanzando en la
práctica del “English” le sería más fácil encontrar otros trabajos, afortunada
reflexión que los acontecimientos en la juguetería ahora estaban confirmando.
Rápidamente se dirigió a uno de los estantes y tomó entre sus manos una
preciosa CAJA DE MÚSICA, que había sido construida
artesanalmente con todo lujo de detalles en la lejana India.
“Me hace mucha ilusión esta lujosa
cajita porque, de las tres que llegaron a la tienda, sólo nos queda ya ésta que
tengo en mis manos. Ha sido modelada con maderas nobles y con incrustaciones y
dibujos verdaderamente preciosos. Además no trae sólo una melodía, sino que se
pueden seleccionar hasta siete sonidos musicales. El mecanismo funciona dándole
cuerda, como a los relojes, aunque tiene la posibilidad de aplicarle una pila,
con la que se puede activar también su funcionamiento. Aparte de su belleza, os
preguntaréis ¿por qué elijo este regalo?
La principal motivación reside ¡cómo
no! en los años de mi infancia. Cuando tenía unos nueve años, creo recordar, mi
madrina me regaló para la comunión una cajita de música, a la que tenía gran
aprecio. Era pequeñita de formato y a veces la llevaba conmigo en la mochila
colegial. Un día, tras el ejercicio físico en el patio de los deportes, al
volver a mi aula comprobé que la cajita no estaba en la mochila. Alguien la
había cogido y nunca más apareció. Me llevé un gran disgusto pues, además de
perderla, algunas compañeras se reían y disfrutaban con mi pesar. Su artilugio
hacía sonar una única y misteriosa canción. Para mi sorpresa, esta caja que ahora
elijo tiene entre sus melodías, una muy especial para mi memoria. Son los
mismos sonidos que tenía aquella otra que me fue quitada en el colegio, durante
la escolaridad infantil”.
Stella abrió el paquete de cartón que contenía la
preciada cajita de madera, con sus entonaciones para el recuerdo. Estaban escuchando
esa dulce melodía, que tanto le motivaba, cuando ADRIÁN, un licenciado en
Ciencias Químicas de treinta y siete años de edad, quiso expresar la opción que
había elegido para su regalo. Este dinámico vendedor hace bastantes años estaba
buscando con denuedo cualquier puesto de trabajo que le proporcionara un sueldo
mensual, dado su reciente matrimonio. Aceptó la oportunidad de un contrato
temporal en la juguetería, donde firmó para tres meses. Tanto le gustó la venta
de unos artículos que generaban ilusiones, alegrías y sonrisas, en los más
pequeños de cada hogar, que esos tres meses se convirtieron, con el paso del
tiempo, en los once años que lleva
vinculado a la Casita de los Juguetes.
“Os va a extrañar el juguete que he querido
elegir. Pero, cuando os resuma los motivos que tengo para hacerlo, ya me
comprenderéis un poco mejor. De pequeño quería ser arquitecto aunque luego, con
el paso de los años, acabé siendo un químico sin verdadera vocación para esa actividad. En mi infancia me
entretenía dibujando casas, bloques de pisos e incluso construía maquetas de
viviendas, utilizando para ello cartulina, papel, cartón y otros materiales de
papelería.
Recuerdo que una tarde, cuando tenía
unos seis o siete años, fui a jugar a la casa de unos vecinos, muy acomodados
económicamente, que tenían solo un hijo de mi edad. Era un niño muy engreído y
caprichoso, que poseía decenas de juguetes en la amplitud de su dormitorio.
Curiosamente, uno de esos juguetes era una completa ARQUITECTURA, integrada por decenas de piezas de
madera esmaltada, con intensos y alegres
colores. Quise jugar con esas piezas, construyendo una de esas casitas que
tenía en mi imaginación. Pero este vecino me lo impidió. Como me enfadé por su
egoísta actitud, llamó a sus padres para que me echaran de su casa. Fue una
situación muy desagradable que, a pesar del tiempo transcurrido, no he podido
olvidar.
Esta educativa y completa
arquitectura de madera (suma hasta 120 piezas) que tengo entre mis manos, se
parece bastante a esa otra con la que no pude jugar, por el capricho y necedad
de aquel niño de la vecindad. Esta es mi historia. Todos seguimos siendo un
poco niños, aunque nuestros cuerpos se vayan transformando en personas mayores”.
“Pues en mi caso (hablaba la joven RANIA)
quiero agradecerle, Sr. Nicolás, que, a pesar del poco tiempo que he trabajado
en su comercio, me permita elegir uno de sus lindos juguetes como regalo. Me
haría inmensamente feliz tener aquella maravilla de COCINA INFANTIL que
contiene platos, cubiertos de metal, hornilla eléctrica, mesa, sillitas,
microondas e incluso un pequeño frigorífico, con todo lo necesario para simular
ese lugar donde se preparan los alimentos y después se consumen por toda la
familia unida en torno a la mesa.
Procedo de un país pobre y mis padres
lo son aún más. Cuando era más pequeña y vivía junto a ellos, con la ayuda de
mi mamá tenía que fabricarme mis propios juguetes. Me gustaba simular objetos
de la cocina, que modelaba con barro, trocitos de tela y madera. Todo era muy
simple. Tenía que aplicar infinita paciencia, pero me distraía mucho jugando
con mis hermanas y algunas amiguitas del barrio. Hacíamos nuestras comidas con
materiales del campo y después simulábamos que nos sentábamos en la mesa para
disfrutar compartir alegremente nuestros
“sabrosos” e imaginativos platos".
Aquella fue otra GRAN
NOCHE DE LOS NIÑOS y de todos los que aún siendo mayores saben, con
fortuna, mantener el alma, el espíritu o la ilusión de la infancia. Cuando
Nicolás, el nieto del Sr. Melchor, volvía caminando hacia su domicilio, se
sentía triste y alegre a la vez. Su entrañable CASITA DE LOS JUGUETES, se iba a
convertir, en el plazo de unas semanas, en un lugar para el “divertimento” del
estómago, con esas comidas rápidas que la magia de los electrodomésticos, junto
a la paciencia de los consumidores, hacen posible. Pero, al tiempo, llevaba con
él una contenida alegría. La de tantos miles de niños que, a lo largo de casi
cien años, habían podido crear la magia del juego y la imaginación, con esos
lindos juguetes que su tienda servía a
todos los padres que se disfrazaban de Reyes y también a esos Magos orientales
que, verdaderamente, eran los padres de todos esos niños que jugaban, reían y
gozaban.-
José L. Casado Toro (viernes, 6 de Enero 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria.
Málaga
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