La bien
reconocida clínica, situada en la quinta planta de un renovado bloque de pisos,
próximo al entorno monumental de la Catedral, se encontraba a esa hora de la
tarde con casi todos sus asientos de espera ocupados. La más afortunada
publicidad suele ser aquella que se realiza o dinamiza con esa práctica
cotidiana del “boca en boca”. Esta simple difusión popular ha permitido al
titular que rige el establecimiento médico, el Dr. Fermín Plazuelos, un amplio
y heterogéneo listado de pacientes. Número que se ve positivamente incrementado
por las buenas referencias que unos y otros realizan acerca de los óptimos resultados
obtenidos en ese espacio o taller para la ayuda
psicológica.
Son
muchas las personas que acuden al equipo que dirige este cualificado profesional
en psicología y psiquiatría (muy próximo, en su edad, al medio siglo de vida)
con el razonable objetivo de mejorar las dolencias anímicas que soportan. De
manera especial, esas complicadas depresiones, sus ansiedades o esa atonía y
pasividad ante las posibilidades y opciones en cada uno de los días.
Precisamente uno de los módulos más demandados, por los pacientes a consulta,
es aquel que lleva por título el mismo que preside los párrafos constitutivos de
este relato: Terapia contra el aburrimiento. Y es que, apelando a la base estadística, uno
de los principales y repetitivos problemas expuestos por la heterogénea
clientela de esta unidad médica tiene por base el no
saber qué hacer o cómo mejor utilizar el tiempo disponible que cada uno,
según sus circunstancias vitales, posee.
Como
ha expuesto este afamado especialista, en numerosas entrevistas, publicaciones
y artículos de prensa, resulta paradójico que en esta época tan avanzada para
la tecnología digital, como es la que actualmente dispone y goza la Humanidad, uno de los grandes problemas que soportan cientos y miles de
personas sea precisamente el de sentirse aburridos, en el proyecto
diario para llenar, enriquecer o distraer sus vidas. Y este problema se plantea
o genera en todas las edades, no sólo en las personas adultas o jubiladas.
Cuántas veces hemos reflexionado acerca de los niños
de ahora y los de antes. En otras épocas, los críos solían agudizar su
imaginación enriqueciendo sus juegos, en la convivencia sociológica con otros
niños en las calles y plazas. Usando materiales y elementos muy limitados en su
valor, se llenaban y enriquecían muchas tardes y jornadas de vacación,
compartiendo alegremente la distracción con la demás chiquillería del barrio o
plazuela. Hoy día, en la soledad de su habitación y con esa tecnológica
compañía de los súper avanzados equipos digitales, el niño soporta su aburrimiento y el cansancio que le
termina produciendo esa computarización que, probablemente mal usada, domina su
aún corta existencia.
Y si
esta realidad la trasladamos a las generaciones
adultas, el problema se agudiza y potencia. No pocos de los problemas
que decimos padecer, especialmente en el campo de lo anímico, si profundizamos
racionalmente en su génesis y desarrollo, tienen un origen que tal vez nos
cueste reconocer. La falta de iniciativa o de ilusión con la que enriquecer las
horas de ocio que, cada vez más, tenemos a nuestra disposición en el discurrir
del calendario. Las posibilidades son inmensas y diversificadas. Sin embargo,
en la intimidad y sinceridad de nuestra conciencia, percibimos y soportamos ese
sentimiento de rutina y letargo en las agendas de nuestras horas. Haciendo una
frase simplificadora, podríamos decir aquello de que “mientras
más tenemos, más nos aburrimos”. Volvamos, hora es ya, a la consulta
médica, objetivo de nuestro relato.
En
este momento, el Dr. Plazuelos atiende a una paciente de 48 años. Carmen, madre de dos jóvenes que cursan sus primeros
años universitarios, acude a este prestigioso especialista con el ansiado
objetivo de encontrar una salida a la situación de bloqueo existencial en el
que siente sumida.
“Debo ser sincera, doctor. No es Vd. el primer especialista
al que he acudido para pedir ayuda. Pero el proceso es más que repetitivo.
Escuchan tus problemas y acaban por prescribirte una variada colección de
fármacos que, en algún caso, pueden sentarte bien. Sin embargo, en mi caso y
probablemente también en la de muchos, te “machacan” el estómago con pastillas
que, al reducir o finalizar su ingesta, disimulan las causas y acaban por no
resolver tu patética situación. No es éste mi peor momento pero, sigo sin
sentirme bien. En realidad veo que, cada
día que pasa, retrocedo en mi salud mental.
Yo sé que mi marido, un funcionario que trabaja en la
administración de prisiones, tiene alguna amiga para su intimidad. Siempre fue
igual y, a estas alturas, seis años mayor que yo, él no va a cambiar. Queda
lejos la época de los reproches y las ingratas discusiones. Ahora tenemos como
una aceptación recíproca de nuestros comportamientos. La sociedad familiar, con
habilidad y no menos paciencia se va manteniendo y sobrellevando. Nuestros
hijos hacen también su vida de independencia, con sus estudios, amigas y
parejas. Yo trabajo en el despacho de mi cuñado, que lleva una pequeña empresa
de mensajería, sólo por las mañanas. De 10 a 14.30. Las tardes se me hacen
interminables. Antes, me distraía algo con las compras. Ahora, incluso han
dejado de motivarme. Y empiezas con algún comprimido que otro y entras en la
dinámica de esa farmacia que te va sosteniendo y ayudándote en el autoengaño. Vi
una referencia a su clínica, en Internet, y aquí me tiene. Tal vez no haya nada
súper grave, pero cada día siento y sufro más mi estado de paulatino desánimo”.
El especialista, que ha ido escuchando con paciente atención
las palabras de su interlocutora, anota en el expediente que tiene sobre su
mesa diversos datos y observaciones. No es la primera vez, resulta obvio, que
tiene conocimiento de una historia, más o menos, similar. Esta situación le ha
sido planteada “miles” de veces. Personas que no saben motivar la peculiaridad
de sus existencias y que entran en una dinámica depresiva, la cual comienza con
el aburrimiento, la búsqueda errónea de sustitutivos y que se ven arrojadas,
finalmente, a la ingesta exagerada de fármacos que sólo disimulan pero no
actúan con eficacia sobre las verdaderas raíces del problema.
“Carmen,
ante todo, debes evitar “perder” los nervios. Aunque no lo creas, por aquí
pasan muchas personas que se sienten aburridas y desanimadas con la forma de
vida en que han convertido sus respectivas existencias. No temas. Muy
probablemente, cuando llegues a casa, no vas a llevar en tu bolso receta alguna
para comprar fármacos. Vamos a practicar otra estrategia, que nos está
ofreciendo óptimos resultados el casos similares al tuyo. Es un programa de
acción para la ayuda compartida que denominamos (de manera coloquial) “No debe haber tiempo para el aburrimiento”.
Formamos
grupos, normalmente de tres o cuatro personas, que tienen en principio cierta
afinidad e interés por implicarse en una específica actividad. De manera
individual y, al tiempo, colectiva, se entregan a una determinada afición o ejercicio
lúdico, recibiendo y aportando ayuda por parte de los demás integrantes del
grupo. Poco a poco, van cultivando y generando cierta amistad entre ellos, con
ese vínculo que las une en la afición o práctica elegida.
Puede
ocurrir que optes, en principio, por una actividad que a lo largo de su
desarrollo te defraude o no compense tus expectativas. En dicho caso, pruebas
suerte en otra parcela temática, con un grupo ya consolidado o de nueva
creación. Das y recibe ayuda en el mismo. Las amistades que se van adquiriendo
y la confianza en otras personas que padecen esa atonía vital, que tanto daño os
hacían, permiten o hacen posible que, de manera paulatina, te vayas sintiendo
mejor. La socialización grupal en una determinada actividad es la mejor
medicina para vuestras dolencias. Por supuesto, hay un seguimiento y
control continuo, por parte de un
especialista grupal. Aunque no lo creas, estas personas están disponibles dieciséis
horas del día, mediante una sofisticada tecnología telemática”.
A
continuación, este convincente especialista mostró a Carmen un listado de los
grupos que estaban funcionando, en esos momentos, bajo la supervisión clínica
de expertos cualificados en las distintas opciones de trabajo.
JARDINERÍA Y HUERTOS URBANOS. MASCOTAS. MANUALIDADES
DECORATIVAS. PINTURA ARTÍSTICA. PRACTICA SENDERISTA. PROGRAMACIÓN Y DESARROLLO
DE VIAJES. ESCUELA DE TRADICIONAL Y NUEVA COCINA. OBRAS SOCIALES EN ONG.
INTERPRETACIÓN TEATRAL. DISEÑO DECORATIVO EN EL MOBILIARIO DEL HOGAR.
FOTOGRAFÍA CREATIVA. INSERCIÓN EN ASOCIACIONES GRUPALES.
Cuando
volvía a casa, tras esta primera sesión de consulta psicológica, Carmen se
mostraba confiada y agradecida a esas nuevas luces que se habían encendido en
la oscuridad de su vapuleada voluntad. Estaba decidida a estudiar las distintas
opciones que tenía por delante, a fin de colaborar grupalmente en algo que, en
principio, no le desagradara y despertara un adormecido o nuevo interés. De
todas formas, lo más sorprendente de la entrevista que había mantenido con el
afamado psiquiatra y psicólogo, surgió en la parte final del diálogo.
“En
cuanto a las relaciones extramaritales, que tu cónyuge suele realizar de forma
habitual (según me has comentado), pienso debes posicionarte ante las mismas de
una manera inteligente, valiente y compensatoria. Busca, tú también siempre que
ello te motive, una buena e íntima amistad. No vas a ser menos que él. Tú
llevas asumiendo su desleal comportamiento, desde hace años. ¿Por qué no vas a
tener las mismas experiencias afectivas/sentimentales que él, con tan
irresponsable naturalidad y prepotencia, suele practicar?”
Todavía
esa noche, Carmen desconocía que un hombre, conyugalmente separado, inmerso en
una vida un tanto estresada y, en la actualidad, integrante de un grupo que practica
la INTERPRETACIÓN Y LA EXPRESIÓN MÍMICA, iba a suponer para ella un proceso
decisivo de cambio en su rutinario recorrido existencial. Encontrar a esta
persona le iba a permitir recuperar
autoestima, sensaciones afectivas e ilusiones rejuvenecedoras, en ese destino
siempre incierto sobre las páginas aún no escritas de nuestro conocimiento.-
José
L. Casado Toro (viernes, 27 Mayo 2016)
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profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga