jueves, 4 de febrero de 2016

DOS EXTRAÑAS CARTAS, EN LAS VIDAS DE ALMA Y ALBA.

En esta acelerada carrera sin límites, que los humanos seguimos manteniendo en el contexto y prestaciones de la globalización digital, resulta cada vez más infrecuente recibir cartas bajo el formato tradicional del correo ordinario, salvo la correspondencia de naturaleza bancaria o estrictamente comercial.

Sin embargo, en dos domicilios de la geografía peninsular hispana, ubicados respectivamente en Zaragoza y Granada, se recibieron, con una diferencia de veinticuatro horas, sendas cartas de contenido especialmente enigmático. Ambas misivas, prácticamente iguales en su redacción, iban dirigidas a dos chicas jóvenes llamadas Alma (27 años) y Alba (24 años) conteniendo datos y localización correcta para sus respectivos destinos. La extrañeza, que esta correspondencia produjo en las dos mujeres, quedó de manifiesto al comprobar que los remites procedían de un despacho notarial con sede en Madrid.

Tanto Alma como Alba son hijas únicas de madres solteras. Ninguna de las dos chicas han tenido, a lo largo de sus años de vida, noticia alguna acerca de quiénes fueron sus progenitores. En esas dos cortas familias, el importante asunto de la paternidad ha sido siempre un tema tabú, cerrado y oculto, ya que sus madres así lo decidieron cuando, con admirable valentía y responsabilidad, decidieron traerlas al mundo. Fueron criadas y educadas con el esfuerzo continuo de estas abnegadas mujeres que, en más de una ocasión, sufrieron etapas y fases de difícil necesidad material. En la actualidad, siguen conviviendo con las personas más importantes de su genealogías, en dos contextos obviamente diferentes, tanto por la distancia física como por las características propias de las dos pequeñas familias.

Alma es auxiliar de enfermería, trabajando con contratos temporales (a veces de algunos días o semanas de duración) en un complejo hospitalario de titularidad privada. Por lo que respecta a Alba, hace dos años finalizó su grado en periodismo, realizando actualmente prácticas en el principal y tradicional órgano de prensa de la capital granadina. Aunque lo han intentado en distintas ocasiones, a lo largo de sus aún cortas existencias, ninguna de las dos jóvenes han conseguido que sus madres accedan a desvelarles las historias de sus complicadas relaciones afectivas, cuyos posteriores embarazos  dieron origen a dos hermosas, inteligentes y vitales personas.  

¿Y qué decía el contenido de esas misteriosas cartas, con remite notarial? Básicamente, estaba redactada en los siguientes términos:

“Estimada Srta. Alma/Alba. Entiendo que el recibo de este escrito provocará su extrañeza. Pero le aseguro que, tras el mismo, no hay nada perjudicial o negativo para su vida. Todo lo contrario. Por esto mismo he querido que vaya avalada por el registro de un importante despacho notarial. Siempre que su disponibilidad así lo permita, se le cita para un encuentro con otra joven casi de su misma edad. Será en la cafetería del Hotel Nevada, ubicado en la Gran Vía madrileña, a las cinco de la tarde, para el último viernes de este mes, 29 de enero (faltan aún tres semanas para la citada reunión). Esa encuentro será muy importante para ambas, pues podrán, a través de la misma, conocer una decisiva y necesaria información acerca del origen de sus respectivas vidas. Me consta que desde siempre se habrá hecho preguntas acerca de este trascendental interrogante. Le adjunto los billetes del tren AVE, ida y vuelta, junto a dos noches de estancia en dicho hotel, en régimen de pensión completa, por si considera necesaria su utilización. Le reitero que el fundamento de este encuentro será muy positivo para el resto de su existencia. En caso de que la fecha propuesta le resulte imposible para el desplazamiento, le ruego comunique a la dirección notarial la preferencia de su disponibilidad. Atte. Mario”. 

Las dos jóvenes destinatarias leyeron, una y otra, vez la peculiar comunicación que habían recibido. Lógicamente dedujeron que, de alguna manera, tendría relación con la raíz personal de sus vidas. Podrían encontrar respuestas a esas preguntas que tantas veces se habían planteado y a las que sus respectivas madres evitaban dar aclaración alguna. Todo ello suponía una sugerente posibilidad, no exenta de intriga que, por su juventud y valentía, ambas decidieron afrontar. Eso sí, ni Alma ni Alba comentaron nada del asunto con sus respectivas madres. En ese momento, Alma se encontraba en uno de esos intervalos laborales, tan propios en los intereses de las empresas privadas. En cuanto a Alma, justificó su próximo viaje a Madrid, bajo el pretexto de acompañar a una íntima amiga, que tenía que asistir a un bautizo de un familiar cercano. Aun con los inevitables recelos y dudas, propios del caso, las dos chicas se dispusieron, desde Granada y Zaragoza, a emprender la búsqueda de esa luz necesaria para entender sus nebulosos orígenes. La verdad era que todo este asunto estaba teñido de misterio y bajo un prisma de thriller cinematográfico indudable. 

Pero la voluntad y valentía juvenil sabe superar las precauciones y riesgos de una enigmática cita, en la que podrías hallar sorpresas de muy diverso signo y sin la garantía de que todas ellas fueran favorables. Viajaron muy de mañana desde sus ciudades de origen a la estación de Atocha madrileña, ese día 29 de enero. Al acceder a la recepción del Hotel Nevada, con una diferencia horaria no muy amplia, encontraron perfectamente organizadas sus reservas para dos noches. Hasta la hora del almuerzo dieron una vuelta por la zona de tiendas, teatros y cines de esa gran artería viaria que centraliza el núcleo antiguo de la capital madrileña. Una y otra tenían en mente esa hora de las cinco de la tarde cuando, en la coqueta cafetería del hotel, comenzaría a desvelarse todo este juego de suposiciones que el destino les tenia preparado. Dado que habían madrugado bastante, a fin de tomar el tren, descansaron unos minutos tras la comida, aunque los nervios subsiguientes impidieron que pudieran conciliar ese sueño reparador.

Unos minutos antes de las cinco, Alma y Alba bajaron hacia la cafetería. En aquel momento sólo divisaron a una madre que con sus dos hijos pequeños estaban disfrutando la merienda. Junto a una ventana, que se asomaba hacia la Gran vía, un hombre mayor estaba dando buena cuenta de una copa de licor. Ambas chicas se miraron en la distancia, pero se sentaron en mesas diferentes. Pronto un camarero atendió sus peticiones, con un café sólo y una taza de té, respectivamente. Pasaban los minutos y nadie aparecía por ese local que, aun con algunos arreglos, no podía ocultar su antigüedad constructiva, así como la edificación de todo el hotel en general.

Y a eso de las cinco y diez minutos, vieron entrar en la sala a uno de los recepcionistas, que rápidamente fijó su mirada en las dos señoritas. Las llamó por sus nombres y les rogó que ocuparan una de las mesas vacías. Cuando así lo hicieron, llevándose sus consumiciones a una zona también cerca de uno de los ventanales, el empleado les indicó que tenía que entregarles una carta, a ellas dirigidas, por orden del director del hotel. Alma parecía más serena, pero Alba se la veía un tanto inquieta y nerviosa. Las dos eran conscientes de que el motivo que sin duda las vinculaba estaba escrito dentro de ese sobre de tonalidad celeste, con sus nombres grabados en grandes letras manuscritas. Había sido entregado en mano, pues carecía de franqueo. En el remite, aparecía el sello del despacho notarial que ya conocían.

“Tu debes ser Alba (dijo Alma sonriendo a su compañera de mesa). Debes tranquilizarte, aunque comprendo que la situación es un tanto inquietante. Vamos ver el contenido de este juego misterioso, en el que ambas hemos sido implicadas. Abramos el sobre que se nos dirige y salgamos de dudas”.

“Queridas Alma y Alba. Mi nombre es Mario. Comprendo que todo este proceso, en el que estáis implicadas, os parecerá sumamente extraño. Pero si completáis la lectura de las siguientes líneas, vais a conocer una información que puede resultar muy importante para el resto de vuestras jóvenes vidas.

Quiero deciros, con franqueza, que ambas sois hermanas, del mismo padre. No es fácil resumiros la historia de mi convulsa existencia. Tuve un matrimonio equivocado y desgraciado, pero que ella y yo mantuvimos de cara a la galería, dada mi importante situación sociopolítica y económica. El muy importante patrimonio familiar procedía de la que era mi esposa legal. En el aspecto afectivo, yo hacía mi vida y tenía mis numerosas “aventuras” casi siempre ubicadas en ese hotel en el que vais a residir durante este fin de semana. Y, a pesar de todas mis precauciones, dos de mis amigas quedaron embarazadas. Sacar a la luz esta doble vida hubiera resultado un escándalo de magnitudes insospechadas.  Con dinero, el silencio estaba asegurado pero, cuando llegaron los dos embarazos, la situación se complicó en demasía. Vuestras madres, con valentía y sensatez, decidieron seguir con su estado y alcanzar la  maternidad. Curiosamente, una y otra mujer me aseguraron que asumirían sus papeles de madres solteras y que nunca revelarían el nombre del padre de sus hijas. Tal vez penséis que esta decisión se debió a alguna presión o compensación económica. Sólo me exigieron prometer, a cambio de su silencio, que nunca hiciera por veros o por establecer contacto con vosotras. Es asombroso y admirable cómo estas dos personas, una en Zaragoza y la otra en Granada, han sabido mantener su compromiso.

¿Y por qué, ahora, incumplo aquella mi parte del acuerdo? Por varias y decisivas razones. Deseo que, siendo las dos hijas únicas, os conozcáis. Que sembréis un fructífero parentesco afectivo. Vuestras madres, por las razones que fuesen, no llegaron al matrimonio con algún hombre que hubiera sido vuestro padre no genético. Ambas podréis decir, desde ahora, “tengo una hermana”. Ya os habéis conocido. En vuestras manos está el que profundicéis en la amistad y ayuda fraterna.  Y existe otra importante razón para esta revelación que os hago. En el momento en que leáis este escrito, yo estaré ya muy lejos. En ese país de las estrellas y el azul del mar donde los creyentes aseguran que existe el amor, la justicia y la paz.

El despacho notarial que ha llevado a efecto estos mis postreros deseos, tiene en su poder los avales correspondientes para que ambas recibáis, legalmente, una parte de mi herencia, con la que deseo sustentéis un futuro más estable y feliz. Aunque pienso que vuestro honesto trabajo de cada día debe ser el principal y mejor patrimonio para ese siempre difícil futuro en las personas jóvenes, especialmente en estos tiempos condicionados por la dificultad. Tengo constancia (hoy día, casi todo se puede saber) que sois dos espléndidas mujeres, físicamente muy agraciadas, voluntariosas con vuestro trabajo y estudio y con un corazón muy limpio y generoso. Y, por supuesto, sois mi única descendencia, tanto en la sangre como en lo más profundo de mi ser.

Que Dios os bendiga. Mis besos y todo el cariño de vuestro… padre. Mario”.

Aquel sorprendente fin de semana, dos personas, muy cercanas en el origen de sus vidas, iniciaron un camino de mutuo conocimiento. Consiguieron recuperar ese vínculo parental que el destino, junto a las voluntades de sus progenitores, les había ido negado hasta esa inolvidable tarde de enero. Tras casi tres décadas de preguntas y silencios, Alma y Alba supieron de ese padre que, antes del largo y definitivo viaje, decidió reparar el misterio de sus respectivos orígenes. Una y otra tendrían, durante las próximas  meses, largas conversaciones explicativas con sus respectivas madres, que pondrían luz y racionalidad en los capítulos oscuros de sus biografías.

En una fría mañana de domingo, con escaso trasiego viajero en la estación ferroviaria de Atocha, las dos jóvenes se despidieron con cálidos besos y esas palabras fraternales de “Seguiremos en contacto. Cuídate mucho, hermana”. Los trenes AVE que las transportaban partieron, con una diferencia de veinte minutos, camino de sus destinos en tierras de Aragón y Andalucía. En ambos convoyes, Alma y Alba compartían el valor afectivo y entrañable de la esperanza.-

José L. Casado Toro (viernes, 5 Febrero 2016)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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