Como
sueles hacer, en cada uno de los amaneceres, una de las primeras ventanas que
abres a la vida es aquella por la que te asomas al escritorio de tu ordenador.
Con este gesto, das un repaso ágil al estado informativo de la prensa, por
aquella motivación básica de estar medianamente informado acerca de cómo
marchan las cosas, tanto en lo más cercano como en la lejanía de los
meridianos. Pero, antes de esa mirada al plano de lo mediático, entras en el
listado de tu correo ya que, aparte de la copiosa y aburrida oferta comercial,
puede haber alguna comunicación de tipo personal a la que debes priorizar tu
atención y respuesta.
Es
el caso de lo que ha sucedido esta mañana, cuando aún apenas clareaba. Ves un
nombre y apellidos, como autor del envío, cuyos datos te recuerdan o dicen algo
en la memoria. De inmediato abres el mensaje y ese comienzo de “querido
profesor” ya te pone en situación del origen de la misiva. Rebeca es la autora de un largo y denso correo. Tras
una expectante lectura, voy a redactar con mis palabras lo esencial de su
contenido, aunque hay párrafos que son literales.
“Querido profesor. No sé si podrá acordarse de mi. Fui
alumna suya en tercero de la E.S.O y también en segundo de bachillerato.
Repasando unas carpetas de apuntes, he encontrado su dirección electrónica. Me
he dicho ¿conservará aún esa dirección de e-mail que nos facilitó el primer día
de clase? Sé que ya ha dejado las aulas y, por supuesto, deseo que todo le vaya
muy bien. Le comento brevemente como me ha ido a mi. Siempre me gustó el trato
con los niños pequeños. Por ser hija única, no pude gozar la experiencia de
jugar y tratar con hermanos.
Decidí, tras aprobar (con cierta dificultad) la
Selectividad, matricularme en Ciencias de la Educación, a fin de poder dar
clases y educar a niños pequeños. Ya titulada, con muy buen expediente, me
embarqué en esa aventura de buscar trabajo y, al tiempo, preparar oposiciones
para maestra de primaria. Seis años ya que llevo esperando y esperando, sin
haber logrado todavía estar al frente de un grupo de niños y niñas. Seguro que
conoces (nos decías que agradecías el tuteo) la dificultad a la que ha de
enfrentarse el opositor a funcionario. Muy escasas convocatorias, en estos tiempos
para el ahorro. Oferta de muy pocas plazas (apenas sustituyen a los profes
jubilados) y un gran esfuerzo, de tiempo y coste económico, sin apenas
expectativas para conseguir el objetivo que aspiras. En los centros de
titularidad privada no hay huecos laborales, salvo que tengas un padrino muy
especial. Y en las listas de sustituciones, en los centros públicos, cada año
voy detrás de varios centenares de compañeros que aspiran a lo mismo.
Ocasionalmente, he tenido algunas horas de trabajo, en el sector de la
restauración. Mal pagadas, pues te retribuyen como cinco las 8 o 10 horas
reales que entregas al propietario del negocio.
Bueno, que le voy a contar que no sepa. Lo cierto es que
cada día me encuentro más desanimada, triste y con los nervios a flor de
piel. Por eso hoy me he decidido a
escribirte. Bueno, a desahogarme un poquito ….. y pedirte algunas palabras o
sugerencias que me puedan ayudar. Cuando eras mi tutor, allá en la
adolescencia, casi siempre lograbas hacernos sonreír y ver las cosas con
optimismo.
Vivo aún con mis padres. Aunque él ahora no tiene trabajo
fijo, nos vamos manteniendo de los trabajillos y encargos que le hacen, ya que
siempre ha sido un buen electricista. Pero veo que me acerco a la treintena y
esta dependencia, sin destino claro, me tiene como aplanada. Quiero tener
motivos o razones para la ilusión, pero veo pasar el tiempo y los nubarrones
están siempre ahí. La depre aparece de vez en cuando y es muy complicada de
sobrellevar y superar. Cuando puedas, me gustaría recibir algunas palabras
tuyas, que seguro me serán útiles y llenas de consuelo”.
Y
qué le puedes decir a una joven, que ve pasar los años de su juventud, sin
poder ejercer aquello para lo que se ha estado preparando, tras largos años de
esfuerzo. Que sólo encuentra trabajo “basura” y que un día tras otro espera que
la situación realmente cambie, para que todo pueda comenzar a cambiar. Empiezas
a mirar lo que dicen unos y otros y lo que decides es cerrar el periódico o la
información procedente de aquellos que nos gobiernan. Es un decir. Llegas a la
conclusión que sólo las entidades financieras son las que gozan de buena salud,
por sí mismas o con la ayuda indisimulada de esos mismos administradores y
gobernantes de la cosa pública. De una forma u otra, ellos (los del capital)
nunca pierden.
Pero
los correos personales han de tener respuesta. Aunque esa respuesta no sea
fácil de generar, analizando fríamente la realidad actual. Cuidando
expresamente mis palabras, comencé a teclear las siguientes líneas.
“Querida
Rebeca. Aunque he trabajado con muchas generaciones de alumnos, me acuerdo de
ti, por supuesto. Incluso he repasado tus respuestas al cuestionario que os
daba al comienzo de cada curso, y que me servía de ficha personal.
Efectivamente,
nos ha correspondido vivir una época un tanto complicada y difícil.
Básicamente, en lo profesional o laboral. A unos les afecta más y para otros la
situación es más llevadera pero, globalmente, muy pocos pueden estar
satisfechos. En todo caso, se trata de esa minoría para quienes la crisis no ha
supuesto problema alguno. La inmensa mayoría de ciudadanos, especialmente los
más jóvenes, sufren una situación de la que estas personas no son responsables.
Todo ello envuelto en una nube de falacias y manipulaciones, que nos hacen
sonrojar.
Pero
dicho todo esto, hay que reaccionar. Con valentía y paciencia, al tiempo. Me
voy a centrar, de forma específica, en tu persona. Eres joven, tienes salud,
puedes vivir con tus padres y gozas de un currículum admirable. Tienes que
aplicar diversas estrategias, dentro del plano vivencial en que te hallas.
Aunque sean ofertas de trabajo “basura”, al
menos tienes una horas de actividad y una compensación económica. Injusta, sin
duda, pero que te permite un poquito de oxígeno. Supongo que has tanteado o
probado ya el campo de las clases particulares.
No sé como te habrá ido. Pero en esa línea de tu preparación, el cuidado de niños pequeños, o de niños “muy mayores” puede ser una interesante
posibilidad. En este terreno, la edad media de la población va aumentando, año
tras año. La demanda de cuidadores/as de personas, me refiero a personas
ancianas, es una ineludible realidad.
Otros
jóvenes hacen su “petate” y se lanzan a la aventura
por otras tierras, más allá de nuestras fronteras. Claro que es duro,
pero vuestra capacidad y juventud puede hacer más llevadera la búsqueda de ese
acomodo laboral por esos otros países
donde, además, se puede aprender o mejorar el idioma, destreza hoy tan
estimable y necesaria. El inglés se ha convertido en el rey de la comunicación
lingüística. Hay que reconocerlo, a pesar de que vivamos en el país donde nació
Miguel de Cervantes.
Por
cierto ¿has tanteado, en conversación con otros compañeros maestros, la
posibilidad de organizar una “guardería” o
escuela infantil, donde atender, durante unas horas, a los hijos de padres y
madres trabajadoras?
En
modo alguno debes descuidar la preparación de esas
oposiciones que, más tarde o temprano, los que rigen la Administración
se verán obligados a convocar.
Sé
que todo esto que te estoy escribiendo no son acciones fáciles de realizar. Sin
embargo, a pesar de su dificultad, siempre es mejor que el lamento, el desánimo
o la inacción. Poco más es lo que puedo añadir a este ya largo correo. Sólo
ofrecerte la amistad, el diálogo, incluso el consejo, de un antiguo profe, que
se ha sentido feliz de recibir el recuerdo generoso de tu memoria.
Seguiremos
comunicando. Sigue en la lucha. Mañana podrá…. ha de ser mejor. Un beso”.
Han
pasado las semanas y los días, pero sin respuesta a estas palabras. Reconozco
que al encender cada mañana el escritorio de mi ordenador, tengo la ilusión de
hallar un e-mail esperanzado, firmado por Rebeca. Pero ese correo electrónico
se muestra tozudo en llegar a mi domicilio. Es más el deseo, que la materialización
real del escrito. Sí, reconozco que volví a escribir a mi antigua alumna,
preguntándole si las cosas le iban siendo algo mejor, para sus necesidades y
anhelos. Pero ese correo llegará, seguro que lo hará, en el momento más
inesperado y agradable, tal y como ocurrió en su primera comunicación.
Mientras
tanto, camino entre naturalezas desorientadas, los latidos desacomodados de las
horas y esas facciones forzadas para las sonrisas. Me agrada gozar con la
limpia y fresca brisa que sosiega mi epidermis. Suelo cobijarme bajo ese sol
que tonifica y vitaliza, combatiendo la desidia del aburrimiento. Sonrío
compartiendo las pequeñas y grandes ilusiones con que teatralizamos la rutina
de tantas páginas conocidas. Y pienso, de manera solidaria, en tantos y tantos
jóvenes que no quieren dejar de serlo, sin haber tenido un mejor protagonismo
en ese gran escenario, en el que todos somos actores y espectadores al
tiempo.-
José
L. Casado Toro (viernes, 18 septiembre 2015)
Antiguo
profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Estimado Jose Luis:
ResponderEliminarAl leer tu relato, me he sentido bastante identificado con Rebeca, y a medida que iba leyendo, no hacía más que dar movimientos de arriba abajo con la cabeza, puesto que era como si Rebeca fuese yo. Nos tocó vivir tiempos difíciles y convulsos, pero a pesar de todo, hay que seguir adelante. Un afectuoso abrazo de un antiguo alumno suyo.