De aquí a pocos días, tras el
paréntesis lúdico vacacional, retomamos un nuevo ciclo anual en nuestras vidas,
siguiendo el calendario escolar abierto para la estación equinoccial del otoño.
Este criterio de reiniciación, también se
aplica a la construcción o redacción de estos artículos, grata tarea de la que
habrá de ser ya su octava temporada. Cada semana, en cada uno de sus viernes,
el relato, la reflexión, el comentario, tratará de mantener ese importante
valor de la comunicación entre las personas. Por encima de las temáticas, los
gustos o las calidades de sus contenidos, siempre debe subyacer en estos
escritos el incuestionable e inapreciable tesoro de la amistad, concepto
afectivo que da precisamente nombre al blog donde los artículos permanecen
archivados.
Y como es también tradición, año
tras año, el artículo que focaliza la reflexión de ese primer viernes de
septiembre, va a estar dedicado, de manera preferencial, al mundo de la formación educativa. Esta decisión se
justifica, tanto por la añorada profesión que gozosamente he ejercido, durante
todos los años de actividad laboral, como por la cualificada trascendencia que
el servicio educativo ejerce sobre todas aquellas personas que son los más
jóvenes de nuestras sociedades para la convivencia.
Vuelta a
las aulas de los colegios, los institutos y las facultades
universitarias. Cultos espacios dedicados, de manera preferencial, para la
enseñanza y el aprendizaje de conceptos de la
más variada naturaleza, así como para la aplicación de destrezas
y el ejercicio de esas habilidades que la tecnificada vida actual demanda a sus
ciudadanos. Sin embargo, muy por encima de todos estos preciados objetivos
trabajados en los recintos escolares, se halla la asunción e integración de una
amplia gama de valores que permiten dignificar
y enriquecer la humanidad de las personas. Todos estos contenidos
son necesarios para el desarrollo integran de los escolares.
Desde siempre, padres y madres
han dicho a sus hijos algo así como “tienes que ir a
la escuela para aprender y donde te educarán para ser una persona de provecho”.
Encerrando una gran parte de verdad esta tradicional expresión, resulta en su
mensaje meridianamente incompleta. Sobre todo, considerando que, especialmente
en la época actual, el contexto extraescolar es
también un dinámico y muy poderoso
centro de aprendizaje para la vida. Ya no sólo con la estructura y
fuerza mediática que ofrece el mundo de la radio y la televisión, la prensa
hablada y escrita, el cine y la literatura, la oferta museística y monumental
sustentada en las calles y plazas o en centros específicos para su mejor
exposición y conservación, sino también por el asombroso avance de las nuevas
tecnologías que la revolución de Internet ha puesto a disposición de toda la
ciudadanía. Dicho de una forma coloquial, aprendemos también, de manera
continua y casi sin darnos cuenta, fuera del específico ámbito educativo que
presiden las aulas escolares.
Ordenadores, tabletas
electrónicas o iPads, iPods, smartphones o telefonía con sofisticadas
prestaciones multimedia, etc, todos ellos son asombrosas máquinas digitales que
ponen a disposición de aquellos que están en la edad de la formación reglada, y
también de aquellos otros que ya abandonaron los claustros y recintos
escolares, una ilimitada oferta cultural, cuyas redes y mallas se tornan cada
vez más inabarcables, para el tiempo real disponible en nuestras vidas. En
nuestra lejana infancia mirábamos con reverencial respeto los volúmenes del
Espasa, el Sopena, la Larousse e incluso la Enciclopedia Británica, como el
súmmum total de la cultura. Hoy, toda la computarización tiene a su disposición
el afamado buscador Google o el
multiarchivo Wikipedia a fin de acceder a una diversificada y densa fuente de
información y documentación. Vivimos, obviamente, una época que en el futuro
será citada y estudiada, en los manuales de Historia, como la asombrosa Era de la Revolución Digital.
Pero, además de todo lo ya
expuesto, como versátiles instrumentos para la formación de nuestros alumnos,
hay que considerar que éstos nacen, y desarrollan sus dos primeras décadas
existenciales, en ese hogar que cada destino ha querido adjudicarles. La familia es el primer y fundamental órgano educacional,
para aquéllos que están en la edad más apropiada para el aprendizaje.
Especialmente, cuando hablamos de valores éticos, cívicos y espirituales. La
familia no puede, alegre e irresponsablemente, declinar sus inalienables
derechos y obligaciones, como factor primordial para la educación de los niños
y jóvenes. Los padres tienen que asumir que, desde el nacimiento de sus hijos,
contraen una responsabilidad irrenunciable para la formación en valores con
respecto a los mismos. Eso del “edúqueme Vd. a mis hijos” carece ya de sentido.
No es de recibo esa muestra de dejadez, pasotismo y comodidad, que
desafortunadamente no pocos padres llevan a cabo, como muestra de un egoísmo
deleznable y vergonzante.
Por todo ello, estableciendo una jerarquización de influencias, dentro del marco
educacional, tenemos a la acción natural ejercida por la familia, la formación
técnicamente reglada en las escuelas, los centros de secundaria y las
universidades, la poderosa influencia mediática de la comunicación e Internet y
también, por supuesto, la convivencia relacional en el contexto social. Todas
estas fuentes y recursos actúan, de una forma interrelacionada, en el camino de
la enseñanza y aprendizaje para la vida que los más jóvenes deben recorrer, con
la mayor racionalidad y armonía.
Los
maestros y los profesores tienen una gran responsabilidad en este reto
formativo, en base a la decisión u opción profesional que, con más o menos
libertad y acierto, han elegido. El ejercicio docente y educativo es
apasionante, notablemente sacrificado y ha de estar dotado de un cierto sentido
vocacional. Hay en su hoja de ruta una serie de principios que, en modo alguno
deben relajarse en su diaria aplicación escolar. La formación permanente, la
adecuada e inteligente preparación diaria de las clases, la utilización de los
más variados e imaginativos recursos, la aplicación permanente de la evaluación
continua y de la atención a la diversidad, la interrelación armónica de la
enseñanza con el aprendizaje, considerar con respeto el valor de la opinión
aportada por los alumnos acerca de la metodología aplicada, dentro y fuera del
aula, la decisiva e inexcusable aportación psicológica en la acción tutorial,
la práctica habitual de los juegos y ejercicios de simulación participativa……
Pero sobre todo, en la escuela de hoy y de siempre, habrá de estar presente la
fuerza mimética que ejerce la figura del Profesor, con ese ejemplo modélico que
sus alumnos tanto necesitan y aprecian, junto a esa magia con que muchos dotan
la atmósfera de sus aulas, haciendo posible convertir lo difícil en fácil, lo
árido en interesante y las discrepancias en sonrisas. La autoridad y la
libertad deben saber convivir en un tácito o negociado acuerdo para la armonía.
La experiencia de muchos años en
el ejercicio de la docencia educacional pone de manifiesto que la raíz última
de los conflictos, en que los alumnos y sus
profesores se ven implicados, proceden de manera inequívoca del historial
familiar. Sería injusto mantener la opinión de que los padres, hoy día, se han
relajado totalmente en los deberes que contraen con respecto a la formación de
sus hijos. Este tipo de generalizaciones normalmente pueden conducirnos al
desafortunado terreno del error. Pero no es menos cierto que los profesores
detectan cada vez más, en el seno de la actividad escolar, la evidencia de que
muchos tutores familiares aplican graves carencias a la formación de los hijos
que, en el ejercicio de su intrínseca libertad, han traído al mundo. El
contraste entre el sistema de valores que el niño recibe en la escuela, con
aquel que se respira habitualmente en la intimidad del hogar, puede resultar
perjudicial para el innegociable equilibrio evolutivo que niño ha de mantener,
a fin de sustentar positivamente su vida futura.
La escena nos muestra la entrevista que el profesor mantiene con unos padres,
en el tiempo que cada semana está dedicado al ejercicio de la acción tutorial.
Puede ocurrir que el motivo de esa reunión esté motivado por alguna incidencia
disciplinaria, en la que esté implicado el alumno, o tal vez corresponda a una
visita ordinaria, solicitada por la familia o planteada por el profesor tutor.
Tras los saludos y las habilidades sociales correspondientes, los
interlocutores exponen la información y posicionamientos que estiman convenientes.
El tutor lleva consigo un dossier con toda la información necesaria a fin de
ser utilizada en el transcurso de la entrevista. En un momento de la misma,
explica a los padres la necesidad y utilidad para su trabajo de plantearles
algunas preguntas, a fin de conocer mejor la situación que afecta al alumno
cuando éste abandona el recinto escolar. El listado de interrogantes es
bastante extenso, por lo que el profesional docente va eligiendo aquellos ítems
que estima más importantes, para su posterior dinamización tutorial a lo largo
del curso. Incluso es frecuente que sobre las preguntas anotadas, surjan otras
vinculadas a las respuestas que va recibiendo de unos padres que se pueden
mostrar más o menos colaboradores y participativos en la sesión. Citemos algunas de esas preguntas, sobre el alumno y el contexto
familiar.
----------------------------------------------------------------------------------------
¿Podrían resumirme cómo Javier
suele organizar su tiempo, de lunes a viernes, cuando abandona el Instituto? Y
¿cuáles son sus prioridades, durante los fines de semana y en los períodos
vacacionales?
¿Qué clase de obligaciones han
encomendado a su hijo, dentro de la vida cotidiana del hogar? ¿Colabora de buen
grado en la realización de esas tareas?
¿Qué asignación económica dispone para sus gastos?
¿Cómo reparte su tiempo de
estudio y de ocio, durante el día? ¿Cuáles son las aficiones que más le
caracterizan? ¿Establecen, negocian y controlan el tiempo que dedica a la
navegación por las redes sociales de Internet y el uso de la televisión?
¿Cuál es el tipo usual de comidas
que se realizan en casa? ¿Comen y cenan todos juntos? ¿Cuál es el horario
normalizado de esas comidas? En la mesa
¿usan de los dispositivos móviles, como telefonía, tabletas o iPods?¿Mantienen
o no la televisión encendida, durante el almuerzo o en la cena?
Al margen del contenido de las
diferentes temáticas ¿qué nivel de diálogo mantienen con su hijo? ¿Negocian los
planteamientos o suelen imponer sus criterios? ¿Permiten que su hijo exponga
sus propias convicciones y opiniones?
¿Suelen discutir delante de su
hijo? En caso afirmativo ¿Cuál es la actitud que éste adopta, antes las
discrepancias y conflictos generados entre su padre y su madre?
¿Poseen Vds. un buen conocimiento
acerca de las amistades que frecuenta Javier? Suelen venir a casa, para
estudiar, preparar los exámenes, ver alguna película o compartir alguna
merienda o celebración?
¿Cuáles son los criterios que Vds.
adoptan, frente a las buenas acciones o aquellas faltas en que su hijo se ve
implicado como protagonista? ¿Podrían narrarme, brevemente, algún caso concreto
con respecto a esta cuestión?
¿Se consideran Vds. capaces que
manifestar un “sí” o un “no” a las peticiones que les plantea Javi? En todo
caso ¿esas peticiones, decisiones o consideraciones, suelen ir acompañadas de
algún razonamiento que justifique su exposición?
Por cierto ¿alguno de los
miembros de la unidad familiar toma bebidas alcohólicas en casa? En caso
afirmativo, ¿con qué frecuencia o nivel? ¿Alguno de Vds. u otros familiares,
son dependientes del tabaco u otras sustancias tóxicas?
¿Consideran que sus hijos
reciben, en la intimidad del hogar, un buen ejemplo por parte de Vds? ¿Les
gustaría haber tenido en su infancia el mismo tipo de educación que hoy
proporcionan a sus hijos?
------------------------------------------------------------------------
La cifra de estos once
interrogantes podría incrementarse, por supuesto. A buen seguro que el paciente
lector encontrará carencias en los contenidos de estas preguntas, pero no es
menos cierto que todas ellas, las aquí citadas, están sustentadas en el
deseable objetivo de conocer mejor a la persona sobre la que ejercemos la acción tutorial escolar y, sobre todo, profundizar
en el contexto ambiental familiar donde aquél
crece, evoluciona y madura integralmente.
La acción educativa escolar, con
sus conocimientos, habilidades y destrezas y la ética de los valores, es una
parte importantísima en la formación del niño o el adolescente. Pero aún lo es
más la actitud diaria de unos padres que, en
modo alguno, pueden delegar irresponsablemente la educación de sus hijos en la
estructura reglada escolar o en el contexto social en el que se hallen inmersos. Ya es hora de
mirar a los ojos de estos y otros padres y hacerles comprender las
insoslayables obligaciones que han de asumir con respecto a los hijos que han
traído a la vida.
Familia como fundamento, escuela
para la vida, sociedad globalizada, gestión de la administración, comunicación
mediática, poderío de las redes informáticas…… llega un nuevo septiembre, emprendemos un nuevo
reto educativo.-
José
L. Casado Toro (viernes, 4 septiembre 2015)
Antiguo
profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario