Hay
frases, en el repertorio de cualquier manual de gramática, que son eficazmente
ilustrativas para explicar las numerosas realidades que laten en el espacio de
nuestra proximidad. Por ejemplo: ¡Ay, si la piedras
hablasen! Es cierto que estos elementos inertes de los edificios carecen
de la facultad para emitir sonidos, articulados fonéticamente en letras,
sílabas y palabras. O tal vez sí. Igual es sólo un problema de capacidad para
saber escuchar, o “leer”, aquellos mensajes que nos son transmitidos por tan venerables
estructuras. En este contexto, vamos a
realizar hoy un interesante ejercicio de interpretación visual. Nuestra
imaginación ayudará a enriquecer esa visión añadiendo, con la lógica de la
racionalidad y la información, esos sonidos desnudos del ropaje con el que las
palabras abrigan.
Se
trata de un vetusto local, situado en una importante
arteria urbana que oferta el nuevo centro comercial y residencial malacitano. Ha
visto pasar, por sus apenas sesenta metros cuadrados de espacio útil, a no
pocos inquilinos. A simple vista, el edificio donde se encuentra inserto debe
atesorar una historia superior a las seis o siete décadas de vida
arquitectónica. Está ubicado a pie de calle, mejor dicho, articulando sus tres escaparates
y puerta a dos calles que conforman un ángulo entre recto y obtuso, por lo que
puede ser observado y mirar, al tiempo, desde dos aceras para los viandantes. En
la actualidad, este comercio está regentado por un joven matrimonio de
nacionalidad coreana o tal vez china. Ambos se expresan, relativamente bien, en
español, por lo que pude mantener un fluido diálogo con ese joven comerciante
que aprecia el valor de la comunicación.
Son
muchos y variados los artículos que oferta el
establecimiento. Destacan, entre los mismos, la zapatería deportiva y
una gama muy completa de maletas y bolsos para el uso cotidiano o las
vacaciones viajeras. En nuestra fluida conversación, el joven se lamenta de que
la venta es muy limitada, en estos tiempos de crisis, por lo que tener que afrontar
los gastos de alquiler (unos 2.000 euros
mensuales) supone una verdadera heroicidad. Si a ello se une el coste de las obligaciones tributarias municipales,
el pago de electricidad, la comunidad, el agua, los residuos……. las cuentas mensuales hacen inviable continuar con el
negocio. Tiene que recibir ayuda familiar, desde su país natal, allá en
el Oriente geográfico, a fin de poder hacer frente al pago de alquiler,
verdaderamente exagerado en su coste. La renta que exige su propietario es
racionalmente desacertada y abusiva. Probablemente, a muy escasas semanas,
volvamos a ver en la puerta y en las cristaleras de los escaparates el ya
conocido cartel del “se alquila” para la oportunidad
de un nuevo uso. A continuación, y con la magia de lo inexplicable, esas
paredes observadoras nos siguieron resumiendo historias
de anteriores inquilinos que por aquí fueron pasando. Escuchemos sus
palabras………
“Estando
ya vacío, una mañana llegaron operarios de uniforme que me lustraron de blanco
y crema, diciendo que era para adecentar mi imagen. Posteriormente, tres mesas
y casi una docena de sillas ocuparon distintos espacios del suelo disponible. Vimos
que colocaban numerosos carteles en la parte interior de las cristaleras,
reduciendo la entrada de luz. Las barras blancas tenían que estar encendidas,
prácticamente desde la mañana. Y fueron llegando a esas tres mesas, ocupadas
por ordenadores y numerosos papeles y carpetas, muchas personas, diferentes en
edad y condición social, las cuales eran atendidas por tres hábiles comerciales
que, en nuestra opinión, abusaban de la verborrea, a fin de convencerles acerca
de los productos que trataban de colocar o venderles. Dadas las frases que
utilizaban, compradores y vendedores, dedujimos que lo que allí se negociaba
era el alquiler de otras casas y viviendas. Estos
inquilinos nos permitieron conocer a personas muy diversas. Hombres y mujeres,
mayores y pequeños, pobres y acomodados, trabajadores y jubilados, casados y
solteros, en todo un diccionario multicolor de profesiones y actividades.
Especialmente nos llamó la atención el semblante cambiante de esas parejas de
jóvenes que llegaban ilusionados buscando un cobijo para su proyecto familiar.
¡Eran tantos los que abandonaban el lugar cabizbajos y entristecidos, ante los
precios que les eran exigidos para contratar el inasumible y avaricioso alquiler!
Este
negocio duró casi dos años y medio. Uno de los dueños del mismo parece que
metió en demasía la mano, en el embriagadora cajita del dinero, dejando
descapitalizada empresa y el posterior cierre de la misma. Parece ser que este
alocado gestor, creemos que se llamaba Dimas, tenía una amiga, allá por la
costa, cuyas exigencias materiales y sentimentales provocaron la tentación de
gastar mucho de lo que no le pertenecía.La renta que tenían que pagar
por el local era de 2.300 €, aparte los gastos explicados anteriormente. Los
tres copropietarios de la empresa acabaron
muy enfadados entre sí y casi llegaron a las manos”.
Esa
voz que parece proceder de entre los muros testigo, a modo de sonidos lejanos
con ecos de ultratumba, se toma un leve respiro, a fin de poder seguir
investigando en lo más curioso o anecdótico de su privilegiada y observadora
memoria.
“La
verdad, por aquí ha pasado tanta gente…. Incluso los dueños actuales no son los
originarios. Los herederos del primer propietario vendieron este local a los
padres del actual dueño, que vive de las rentas que le proporcionan éste y
otros cuatro locales más, además de varios aparcamientos. Bueno, volviendo a
los negocios que aquí se establecieron, hay para contar y contar. Yo me
acuerdo, allá por los años 70 que, durante algunos meses, estuvo funcionando
algo muy avanzado, para la tolerancia que era común en los años previos a la
democracia. Un Sex shop. Lo estableció un
italiano que tenía otro negocio similar en la costa, donde el “romano”
habitualmente residía con su pareja. Masculina, por cierto. En aquellos tiempos
fue una aventura muy avanzada, para la mentalidad timorata que por aquí se
llevaba y trabajaba. La vecindad se movió todo lo que pudo y, al fin el
propietario rescindió el contrato, tras un primer año de “sabroso” funcionamiento.
El personal que entraba por esa puerta ¡madre mía! la pinta que lucían. Aunque
también llegaba gente a los reservados con corbata, chaqueta, gafas oscuras,
junto a su maletín de piel, a modo de altos ejecutivos. Menuda cínica ralea la
de algunos personajes, bañados en la hipocresía más abyecta de la doble
conducta, moral o apariencia”.
Me
sigo fijando en todo el material deportivo que oferta el comerciante oriental.
Pero de nuevo, los muros testigo vuelven a la carga testimonial de la
confidencia. Parece que estoy repasando un libro de historia actual, a partir
de la estructura basal de esta veterana, y mal adecentada en la actualidad,
edificación.
“Ahora
que recuerdo, siempre me resultó fun club dedicado al esoterismo. Voy a intentar
explicarlo a partir de mis modestos conocimientos del tema. Fue como una
librería con manuales que hablaban mucho
de la vida y de muchas otras que, según ellos, por ahí existen. Les gustaba quemar
algunas sustancias que te dejaban prácticamente “colgado” por su intenso aroma
dulzón y drogata. Pero lo más interesante eran unas sesiones, que hacían los
sábados por la tarde. Los asistentes, gente muy rara, incluso algunos con la
cabeza rapada, sentados en el suelo, encima de unas alfombras, seguían los
rezos de otro señor calvo, con cara de sátiro, muy gordo, con los ojos
achinados, que parecía estar cantando o recitando pero…. a lo triste. En medio
de la ceremonia, cerraban los ojos y elevaban los brazos con las palmas de las
manos hacia arriba. Cuando la jaculatoria finalizaba, todos llevaban sus
cabezas al suelo, con gran dificultad en aquellos que lucían y portaban un gran
barrigón. La gran merendola que se regalaban, después de la ceremonia, sería como
ofrenda a su dios (también con generoso Michelín) y recuperarse del “esforzado”
trabajo que habían llevado a cabo. Se ponían tibios, tanto en lo sólido como en
lo líquido (presumo que con bastante grados, para el trance). El pestazo, de
aquello que quemaban y del poco aseo que practicaban, continuaba flipándonos a todos.
Habían alcanzado la plenitud esotérica. Casi tres años estuvieron ocupando el
local, con una clientela muy a lo fiel. ácil para la risa
Cuando
la secta decidió trasladarse a otro lugar, los dueños (dos hermanos de comunión
diaria) encontraron a las pocas semanas la oferta en alquiler para instalar una tienda de productos ibéricos del cerdo. Lomos,
chorizos, morcillas, salchichones, manteca, tocino, morcón, cecina, longaniza,
zurrapa y, por supuesto, ese jamón de pata negra, con más o menos bellotas, en
la dieta de los animalitos. Seguíamos con los intensos aromas, pero éstos más
suculentos y repletos de esa pócima tan atrayente que llaman colesterol. Si es
que por aquí ha pasado casi de todo. Al igual que sucede en la estación de
Atocha, allá por los madriles”.
Los
muros de la confidencia pretenden seguir con la narración de todo lo que han
visto y recuerdan. Les aseguro que otro día volveré para platicar con lo
atrayente y documentado de su relato. Me despido, con la amabilidad que tan generosamente
me ha ofrecido, del joven Yon Ching. Al final,
me ha vendido unas deportivas Andy, color blanco, a un precio excelente, dada
la calidad del producto. Aunque luce un sol espléndido, en esta Primavera
adelantada, se esfuerza en colocarme un paraguas azul claro, con lunares
inmaculados. ¡For Holy Week, for Holy
Week. It always rains! (Para Semana
Santa. Siempre llueve…) Dada la insistencia del marketing me vi al fin caminado
sonriente hacia casa, con las zapatillas deportivas bajo el brazo y ese romántico
paraguas color azul claro, bien repleto de esos simpáticos lunaritos blancos. Como
aquéllos que suele lucir, con la coquetería del ensueño, una plácida noche poblada
en su adorno de alegres estrellas.-
José L. Casado Toro (viernes, 6 junio, 2014)
Profesor
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