Numerosas
felicitaciones (seguramente, han sido millones) se han intercambiado, por la
inercia de la bondad, durante estas recientes fiestas de Navidad, Año Nuevo y
Reyes. Cada una de estas positivas misivas han llevado en su contenido mensajes,
más o menos ingeniosos o rutinarios, que portaban los mejores deseos, de manera
especial para la nueva anualidad que apenas acaba de comenzar. Finalizadas
estas cíclicas efemérides ahora, ya con más serenidad en este renovado momento
de un enero para los cambios, afrontamos, con
dudas y esperanzas, los nuevos meses que nos llegan en
el calendario. Pero, al tiempo, también debemos
reflexionar, con la racionalidad y experiencia necesaria, sobre estos doce meses que ya se han ido, repletos de
avatares, ejemplos y testimonios documentales para la Historia.
Echando
la mirada al extinto calendario observamos, con paciente pesar, la continuidad
de la imperativa política de recortes económicos, para casi con todo, llevando
éstos aparejados el sufrimiento subsiguiente de la ciudadanía; el paro laboral sigue lastrando, con patéticas cifras,
el drama familiar y social que habla de carencias insoportables e injustas; el sistema financiero dice haberse saneado y
reestructurado, pero con el voraz sacrificio impositivo correspondiente y el
rescate de los organismos internacionales; los brotes
de corrupción emergen, de acá para allá, en instituciones, grupos
políticos y personalidades, arrasando credibilidades y fidelidades ideológicas;
parece que el comercio exterior recupera algo
de fuerza y ese ya “familiar” dato de la “prima de
riesgo” se mantiene, con fortuna, a la baja; los servicios públicos, gestionados por las distintas instituciones, retroceden
en sus prestaciones de forma decepcionante, con sus ya conocidos y graves
problemas de liquidez, “castigando” de manera especial y lamentable a la sanidad y a la enseñanza
pública. Las cargas tributarias o impuestos
han continuado con su agobiante escalada, penalizando a los sectores sociales
menos favorecidos. Las distintas huelgas, manifestaciones, asambleas y otras modalidades reivindicativas, han ido poniendo de
manifiesto la evidente tendencia gubernamental en
favor del sector empresarial privado, en perjuicio de la función pública.
La programación ideológica conservadora del grupo político que ganó las
elecciones, en el 2011, se va imponiendo, con el aval y el rodillo de su mayoría absoluta parlamentaria, de
forma rígidamente puntual, en todos los planos de la vida alejándonos, con el
mayor desaliento, de las conquistas y avances progresistas conseguidos en
décadas. ¿Para qué seguir….. si todo es tan evidente,
a pesar de la manipulación descarada por parte de tantos medios y voces afines,
militantes en el siempre interesado sectarismo ideológico más ultraconservador?
Hablan y hablan de recuperación, aunque siempre….. para el año siguiente. Pero la
aritmética de las cifras macroeconómicas son tozudas en mostrar la cruda realidad
frente al deseo.
Mientras
tanto, la sociedad sigue aturdida, desconcertada, resignada, hastiada y
sacrificada frente a tanto descaro e impudicia, cuando se nos quiere convencer de
que el mar ya no es azul o de que las plantas han dejado de alegrar esas largas
tardes en Primavera. Mal que les pese, el oleaje continúa llegando a las playas
y la naturaleza continúa haciendo brotar sonrisas, con el limpio color y aroma que
nos saben regalar generosamente las flores.
Ciertamente, los buenos deseos, para la anualidad entrante no han
de programarse como inalcanzables utopías o milagros labrados en la creativa literatura
de ficción. Han de ser planteamientos sencillos, realizables, basados en la inexcusable
lógica y racionalidad del sentido común. No son imposibles o panaceas
inalcanzables, sino gestos y voluntades que nos resistimos a no seguir
propugnando, a pesar de que la voluntad de quien tiene que llevarlos a cabo se
muestra terca o ciega ante lo inaplazable de su realización.
La ciudadanía reclama y exige, a la clase política dirigente,
la humildad y grandeza de la negociación, con saludable concertación para el
diálogo. Sea la izquierda, el centro o la derecha ideológica, cuando imponen a
marcha martillo sus coyunturales mayorías absolutas parlamentarias, demuestran
la carencia del más elemental sentido de Estado. Tú impones ahora una ley
educativa, laboral o sanitaria, con tu pobre soledad mayoritaria pero no dudes
que, cuando yo esté en esa cómoda situación decisoria, cambiaré toda la
estructura educativa, sanitaria o laboral, en concordancia con la línea sectaria
que me identifica. Esa es la patética línea política que identifica a los
dirigentes de la “cosa pública” en nuestro país. Pacientemente, la sociedad
contempla, atónita, aburrida y desalentada, como aquellos que tendrían que dar ejemplo
de consensos, armonía y racionalidad, se tiran “los trastos a la cabeza” con
prolongadas descalificaciones, zancadillas, engaños y desvergüenzas. No
resuelven con inteligencia los problemas y las dificultades. Su gran esfuerzo
se centra en establecer tozudamente sus ideas y en despreciar, por sistema, los
argumentos alternativos de quien no milita, activa o pasivamente, en la “secta”
o grupo que los identifica. Y, cada equis tiempo, aún pretenden que sigamos
avalando con nuestro voto sus egos partidistas. Cuando llega ese día, solemne para
el ejercicio democrático de la ciudadanía. la inercia popular aún les sigue apoyando,
para su regocijo, intereses y desalentadoras aventuras. El sentido de Estado y
las promesas en campaña pronto desaparece, para que permanezca impasible el
egoísmo de sus ambiciones. Pensemos en una simple posibilidad
¿Y si las urnas se llenasen, durante esa jornada para el limpio ejercicio
democrático, de millones de papeletas en blanco? ¿Cómo se les quedaría el
rostro, a esos “trileros” de la palabra y la manipulación interesada?
Pasemos
a otro deseo, notoriamente más grato, dada la realidad en la que estamos
inmersos. Siempre vitaliza y compensa nuestra cita
pendiente con el entorno natural. Caminar y pasear por estos paisajes,
plenos de luz, color, aromas, silencios y vida, nos permite ir recuperando algo
de nuestra mejor identidad con las raíces de la Creación. En los momentos más
amargos, en los que casi todo carece de sentido o racionalidad, la naturaleza
sabe transmitirnos su sosiego, su belleza y armonía, ya sea recorriendo,
observando o disfrutando de todos los elementos biológicos que estructuran y
armonizan su limpia existencia. Allí, se respira mejor. Allí, se reflexiona con
mayor sensatez. Allí, la competitividad económica que nos degrada en la
materialidad desaparece, en concordancia con la generosidad de la pureza
espacial compartida. Allí, te sientes más acompañado que en esa soledad
bulliciosa de las grandes urbes densificadas. Ese ir y volver a la naturaleza,
es uno de los mejores deseos que se pueden recomendar a las personas allegadas
en el afecto.
¡Que tengas una buena salud! Otro buen deseo que
compartimos con todos nuestros amigos y conocidos. Es evidente que este
objetivo ha de mantener su primacía, en el listado jerárquico de nuestros proyectos
para la inmediata anualidad. Se argumenta y explica por sí sólo. Una salud
degradada, condiciona negativamente a la persona, impidiéndole que pueda
desarrollar su existencia en plenitud o, al menos, establemente normalizada.
Algunos, con el acierto de la obviedad, mantienen que es lo mejor que debemos
desear para nuestros semejantes. También, es obvio, para nosotros mismos. Pero
el destino individual es un misterio y, no pocas veces, los mecanismos
orgánicos y el propio “fuselaje” entran en deterioro. En este sentido, cada uno
debe colaborar para que ese inalienable objetivo de la buena salud se cumpla
año tras año. ¿Cómo? Haciendo una vida sana y equilibrada. En lo material,
aunque también en lo psíquico o anímico. Hay caminos para ello. Una alimentación racionalizada, priorizando
frutas y verduras, la maravillosa rutina del ejercicio físico, con la
programación adecuada y compensada para desarrollar en el día. No, no es
imprescindible acudir a grandes gimnasios o estructuras deportivas. ¿Puede
haber un mayor placer que el simple hecho de caminar, por entornos rurales o
urbanos….. o el desplazarte libremente en el agua, a través la saludable
práctica de la natación?
¡Que encuentres pronto ese trabajo! el cual te va a
permitir sustentar la autoestima como persona útil para el ejercicio sociedad!
Ese precepto, que también es derecho constitucional, se ve mancillado por una sistema
que prioriza los intereses macroeconómicos de los poderosos, posponiendo el
sufrimiento de los millones de personas que quieren, pero no pueden, trabajar.
Carreras, títulos, currículums, destrezas y aprendizajes, se ven bloqueados en
su utilidad porque determinados organismos, de naturaleza política y económica,
anteponen la ortodoxia egoísta de unas cifras o décimas estadísticas en el
déficit, a la inversión necesaria para dinamizar la economía y la oferta
laboral. Ese es el dios capitalista. Millones de parados, recortes sociales y,
como contrapartida, millones de euros para “sanear” a las entidades financieras.
Y en la Historia hay muchos ejemplos de cómo salir de estas crisis cíclicas…..
del capitalismo. Si un gobierno detrae poder adquisitivo para sus ciudadanos la
maquinaria económica, por el imparable efecto dominó, se contraerá más y más,
en perjuicio siempre de los más débiles. ¿Cuántos parados había en España hace
dos años y cuántos hay ahora? Resulta admirable la lucha diaria de tantas
personas por conservar o encontrar un trabajo. ¡Que encuentres pronto ese ansiado
puesto laboral!
Y,
por supuesto, aquello que mejor ilumina la trayectoria vital en las personas. Desear la asunción, ejercicio y propagación de valores.
En este punto podrían y deberían anotarse un largo listado de preciados
objetivos que, hoy día, se ven enmohecidos, aparcados y abandonados para su
necesaria e inexcusable puesta en escena. Citemos algunos de los que en este
momento se acercan a nuestra conciencia. Lo hacemos sin prelación ordinal
alguna, aunque su listado abarcaría el espacio de abundantes líneas e incluso
páginas. El esfuerzo, la bondad, el respeto a los
demás, el respeto a nosotros mismos, la honradez, la amistad, la verdad, la
concordia, la generosidad, la vitalidad, el amor, la modestia, la valentía, la
conservación y cuidado del medio ambiente, la educación, la salud, la prudencia,
la solidaridad, la sonrisa, la sencillez, el estudio, el trabajo bien hecho, la
cooperación, el placer de leer, el equilibrio ecológico, las energías limpias,
el cine, el teatro, la actitud responsable, la cultura, saber escuchar, saber
decir no, saber decir sí, la racionalidad, el buen ejemplo, la fuerza
dinamizadora de la palabra, la virtud
del silencio, la alegría como insignia, la
paz …..
Sin
duda, faltan algunos. Pero no resultaría fácil eliminar aquellos que sí aparecen
sugeridos en esta relación. En no pocas ocasiones, el estrés que marca y dicta el
reloj, los egos dominantes, las opciones materialistas, la competitividad
social, eclipsan muchos valores que, sin duda, mejorarían y ennoblecerían
nuestro comportamiento en cada uno de los días. En este sentido, mirando al nuevo
curso de doce meses en el calendario que nos espera, la más inteligente de las
propuestas u objetivos ha de ser conseguir recuperar muchos de todos esos
valores que permanecen como borrados o nublados en las prioridades de nuestras
respuestas. Frente a una triste etapa, lastrada por los retrocesos y la
pesadumbre, el camino de los valores puede hacernos recuperar ese creer y confiar en significados
alternativos para unas vivencias sustentadas en los pilares alegres de la esperanza.-
José L. Casado Toro (viernes, 10 enero, 2014)
Profesor
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