viernes, 18 de mayo de 2012

POLIVALENCIA ANTE LA NECESIDAD. TUTOR DE ALUMNOS.

Recuerdo aquellas semanas iniciales del Curso escolar cuando, en el ejercicio de la profesión docente, tenía que rellenar y firmar el impreso de mi declaración horaria. Ese rito administrativo había que cumplirlo completando, puntualmente, una serie de apartados, dirigidos a la Administración educativa que, por supuesto, ya conocía de sobra la mayoría de las concreciones que le comunicábamos en el impreso. Entre esos apartados, había uno que me producía una especial emoción. Había que indicar el cargo o función que el firmante desempeñaba en el Instituto, además de impartir docencia en la materia a la que estaba vinculado por su titulación. La mayoría de los cursos tuve la oportunidad, y suerte para la vida, de escribir, en el aludido recuadro, esas hermosas palabras de: Profesor-tutor de …. (el grupo en el que ejercía de coordinador del equipo docente y educativo). Ese “cargo” de tutor es el que, impropiamente, se halla al final, en la escala,  entre todas las demás funciones a desempeñar en un Centro público de Secundaria. Y utilizo ese calificativo con una profunda discrepancia con respecto al lugar que ocupa en la peculiar valoración administrativa. La tutoría se encuentra en el último puesto del jerárquico listado profesional (director, vicedirector…..), ordinal también avalado por el aporte del  complemento económico, tras su prestación.


Siempre defendí la importancia y trascendencia de la función tutorial, para la mejor marcha de las diferentes agrupaciones de alumnos. Dedicación difícil, complicada pero, al tiempo, profesional y vocacionalmente enriquecedora, para el que tiene la suerte y la oportunidad de ejercerla. También, agotadora, especialmente para todos aquéllos que se entregan y esfuerzan en atender, con la mejor voluntad, las muy numerosas y heterogéneas obligaciones que conlleva. Por estas mismas páginas he escrito, en más de alguna ocasión, el listado de posibilidades y necesidades que el buen tutor debe afrontar. Pero ¿qué es ser tutor, en un grupo de adolescentes o niños que centran su formación en la “escuela”? El tutor ha de ser un poco padre y madre, amigo, compañero, pedagogo, psicólogo, coordinador, dinamizador, relaciones públicas, administrativo, controlador, policía, investigador, juez, negociador, programador, abogado, analista, técnico polivalente, maestro, educador y….. algo más. Seguro que me he dejado en la memoria algún que otro flanco, también necesario e importante, al que atender. Con este “suculento” panorama, ya me dirán si el ejercicio de la función tutorial merece ocupar la postrera ubicación en el listado de cargos a desempeñar, por supuesto que también muy importantes, en un centro o comunidad educativa. Creo, honestamente, que no. Obviamente, me estoy refiriendo a ese tutor que ama, con la grandeza y limpieza que conlleva este concepto, la trascendente dedicación que, libremente, ha decidido asumir.

En mi larga trayectoria profesional, opté, de forma mayoritaria, por el “cargo” (siempre lo entendí como un buen regalo) de Profesor-tutor. Y con la perspectiva que aporta la distancia, me siento feliz de esa oportuna decisión. Durante esas tres décadas y media, hubo aciertos. También, errores, cómo no. Cada día, cada semana y curso, significaba una oportunidad para seguir aprendiendo, para seguir acometiendo nuevos retos, a pesar de los condicionantes que la propia Administración educativa iba estableciendo. Pero, aún hoy, alejado de la primera línea del frente (dicho sea, con el mayor cariño) sigo ejerciendo, de alguna manera, esa apasionante función. Mi dirección electrónica avala, ocasionalmente, esta afirmación.

Son muchos, numerosísimos, los recuerdos que florecen en el jardín de la memoria. No resulta fácil la elección. Pero vamos a narrar un par de significativas historias.

Mantenía uno de mis programados diálogos tutoriales, en esos minutos, gratamente oportunos, que nos brindaba la media hora del recreo. Bocadillo y zumo de por medio, en manos de mi joven interlocutora. Bolígrafo, stabilo verde limón y carpeta de fichas, encima de una pequeña mesa, junto a la zona ajardinada. En realidad, estaba sentado próximo a la alumna, a fin de propiciar un más fluido y sereno ambiente comunicativo. Repasábamos la normalidad de mis preguntas (sobre estudio, compañeros, familia, organización del tiempo libre, trabajo y resultados…. cuando, de pronto, me interrumpe Mª José (para todos, Mariajo). “Profe …. no me gusta mi cuerpo. Me siento desgraciada, ante las demás. Me miro al espejo y se me cae el alma a los pies. No soy bonita, no tengo una figura atractiva como muchas de mis compas. Y sufro mucho por ello”. Unos diez o quince segundos de silencio, que me parecieron eternos. Continuó, con la fuerza de sus palabras. “Y tú no tienes una solución para esto ¿verdad?

Esta chica, tercero de la E.S.O. ya muy próxima a los quince abriles en su vida, pienso que era un tanto crítica consigo misma. Soportaba un problema de sobrepeso, evidente, aunque tampoco exagerado. Rostro redondeado, ojos bonitos y estatura más bien baja. Alguna visita al odontólogo, también era aconsejable. Pero, en la inmensidad de la masa urbana, no destacaría en exceso. Ofrecía una imagen más bien normalizada, dentro de los problemas en gramos que hoy día padecemos. Pensé que ella no querría escuchar una larga perorata, en la que se hablan de valores y cualidades que superan, y compensan, ampliamente, la imagen externa. A ella le preocupaba, le estaba atormentado, precisamente, su imagen externa. Decidí bajarme a su terreno y ganarme sin más su confianza. Negar la importancia de su problema era dificultar la solución del mismo. Desde su propia perspectiva. Por lo que me atreví a decirle lo siguiente: “Bueno, Mariajo, si te deprime verte en el espejo, podemos empezar por ahí. Evita asomarte a ese espejo. ¿Para qué te vas a atormentar? Sí, me parece que sobran en tu cuerpo algunos gramos. Bastantes, en mi opinión. Si no te parece mal, voy a hablar con tu madre, para tratar con ella un par de cuestiones. Por supuesto, tu vas a estar presente en nuestro diálogo. Vamos a hablar del tema de las comidas. Pero de verdad, eh…. Y tú no haces mucho ejercicio. Le voy a sugerir que te apunte en algún centro donde puedas ir a nadar, al menos, dos veces en la semana. Aunque también existe el campo y la naturaleza para andar. Para practicar el senderismo. Y también habrá que gastarse un poquito de dinero en mejorar tu dentadura. Hoy día se hacen maravillas y sin dolor. Todo es asunto del monedero o la billetera. Hablaremos con tu madre y encontraremos soluciones. Entiendo que mi opinión la puedes ver como un tanto interesada. Yo no te veo tan mal. Pero lo importante es como tú te sientas. Sé que tienes una buena amiga, Raquel, y ella te acepta tal y como eres. Por dentro y por fuera. Y perdóname esta forma, un poco burda de hablar”. Pareció convencida del realismo y naturalidad con que traté de dotar mis palabras.

Aún más reconfortante fue la conversación con la madre de Mariajo, quien es hija única. Su padre tenía en aquel momento un paradero desconocido, por lo que esta señora afrontaba todas las cargas de su corta familia. Trabajo de limpiadora en un centro público de la Administración. Por las tardes, también lo hacía en algunas viviendas particulares. Irene fue muy receptiva, ante el problema que tratábamos de solucionar. En realidad, ella era ya consciente del mismo. Nos pudimos mover por las entrañas de la concejalía de distrito y su hija pudo comenzar su natación y gimnasia correctora. Con un coste muy reducido, sobre la tarifa vigente. En el ámbito de la alimentación, la tarea también fue complicada. Fundamentalmente porque ahí era la chica quien tenía que colaborar con el control de su madre. Y había que esperar, para el tema de la ortodoncia. Pero esta joven mujer me prometió que se iba a sacrificar aún más, para estos arreglos bucales de su hija. No dudé, ni por un instante, de la voluntad y sinceridad de esta madre, para ahorrar y sacar más horas de trabajo con ese noble fin.

En algunas ocasiones, la acción tutorial resulta más fácil o complicada que en otras, pero siempre reconforta haber intentado mejorar realidades y circunstancias. Sin querer poner nombres u otros datos a esta dura situación, voy a globalizar una intervención tutorial que resulta a todas luces difícil, por su cruda naturaleza. Me estoy refiriendo a las distintas oportunidades en que tuvimos que afrontar el dolor, ante un ser querido que sufría la enfermedad o que nos había abandonado para la existencia. Son alumnos, muy jóvenes, los que tuvieron que aprender a convivir con la crueldad del dolor, que afectaba a un padre o una madre. Chicos y chicas que conocieron y sufrieron la pérdida  de ese familiar tan cercano en sus vidas. Y utilizo la palabra vida, porque es más hermosa que la contraria, aún siendo ambas tan reales y próximas.

En la dureza de la enfermedad, apoyas, con especial delicadeza y cariño, a ese alumno que tiene que convivir en una situación de anormalidad por el dolor familiar. En esos difíciles momentos, la cercanía de un compañero o amiga resulta fundamental. Fue necesario hablar, aconsejar y orientar a ese amigo o amiga, para mejor ayudarle en esta cercanía que se hacía importantísima para la solidaridad del afecto. Y en el clímax desalentador del fallecimiento (fueron abundantes las experiencias), hubo que pensar juntos, hablar y saber escuchar, a ese niño o niña que acababa de perder lo más importante que había conocido y tenido en su vida. Una madre. Un padre, un abuelo…..

Reconozco que una u otra situación son difíciles, e ingratas, para intervenir. Sin embargo las experiencias que tuve al respecto fueron, dentro de la dureza del contenido, positivas. En lo académico, generalmente se suele producir un retroceso en estos jóvenes, ya que abandonan el rigor y la voluntad imprescindible para el estudio. Desde luego, hay que saber “actuar” con no poca paciencia, cuidadoso tacto y mejor e imaginativa habilidad. No siempre los “paños calientes” son los más aconsejables, para estos momentos del realismo que impone la naturaleza. Depende el caso, pues cada familia es un “mundo”. Para lo anímico, las medidas adoptadas suelen ser más eficaces, en cuanto a los objetivos que nos hemos propuesto. El valor de la proximidad adquiere toda esa grandeza que le ennoblece. Tiempo tendremos de abordar alguna de estas historias que lucen para el recuerdo en los mágicos y estructurados estantes de la memoria.

“Profe, tengo un problema.” Cuando tu quieras, podemos hablar. Si es urgente, buscamos un hueco en lo que resta del día. En todo caso, mañana, en la media hora del recreo, dialogamos. Y si necesitamos más tiempo, no habrá dificultad para conseguirlo”. Normalmente, el tutor se adelanta (debe previsiblemente adelantarse) a esta petición que le hace su alumno. Por experiencia, observación y control inteligente de la situación. Si, por el contrario, es el propio adolescente quien plantea el conflicto, la predisposición del Profesor ha de ser absoluta. Total. Nunca han de minusvalorarse los problemas, por modestos o nimios que puedan parecer. El ejemplo del iceberg, como intuitiva metáfora, se halla, en el plano de lo humano, más que justificado.-


 José L. Casado Toro (viernes 18 de Mayo 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/

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