Al menos, nos queda el valor y la realidad de la palabra. Ésta parece que aún no ha sido “recortada”. Pero, tal y como evolucionan los acontecimientos, habría que estar preparado para cualquier eventualidad. En el otoño último, un 20 de noviembre, once millones de ciudadanos españoles concedieron, con su legítimo voto en las urnas, la mayoría absoluta del actual partido gobernante. En apenas cinco meses, las decisiones del ejecutivo, con una previsible regularidad, han mostrado su firme actitud para reducir, para degradar, para desvitalizar, el relativo “Estado del bienestar” del que gozaba la mayoría de los habitantes de esta país. Y, a tenor de sus enérgicas decisiones, el proceso continúa. Una de las últimas manifestaciones del Sr. Presidente del Gobierno es que esta acción, intensamente reformista para la contracción económica y social, continuará hasta el ultimo día de la actual legislatura. Así que cuatro años para transformar, de “pé a pé”, el Estado del que formamos parte. Y sin cortapisas para hacerlo, como no sean las urgencias de los omnímodos mercados financieros o los intereses del nacionalismo egoísta, alemán o francés. Cierto es, también, que esa “herencia recibida”, esgrimida como permanente coartada, procedente del anterior equipo gubernamental, ha sido más que penosa. Pero ello no puede ser un aval, en blanco e impasible, a fin de poner a toda una comunidad de 47 millones de habitantes, literal y vivencialmente “patas arriba”.
El proceso ha sido, sistémica y gradualmente, diseñado y ejecutado, con medidas que contraen y no dinamizan. Sólo provocan ahondar, aún más, en la crisis. ¿Y para cuándo, una reactivación? Cuestión de fe o… de votos. Veamos, de forma resumida, la eficacia y los resultados de su política. El plato fuerte ha sido una muy drástica r. Servida, para el mejor disfrute del sector empresarial. Para el mayor desaliento de la clase trabajadora. Ahí está los analistas, para descubrir toda la manipulación interesada que conllevan las no creíbles o inexistentes medidas en orden a dinamizar el empleo. También, unos eforma laboralpresupuestos, restrictivos y retrasados, para beneficio frustrado de sus intereses partidistas (elecciones en Andalucía y Asturias), que aseguran, reconocido por sus propios autores, el incremento imparable de la recesión, el bloqueo económico y, por supuesto, el progresivo incremento del paro laboral. Unas Comunidades Autónomas obligadas a la restricción en la prestación de los servicios a la ciudadanía, sin mayor maniobra para el incumplimiento o modificación de la restricción. Una amnistía fiscal de “sonrojo”, no para aquel contribuyente que tiene retrasos o incumplimientos en sus tributos, sino para las grandes fortunas que mantienen sus fondos huidos u ocultos en la criticable indignidad. Y, lo más reciente, motivo central de este artículo para la reflexión, “tijeretazo” a la sanidad y a la educación públicas. Los dos servicios de atención ciudadana más imprescindibles, a fin de mantener la credibilidad en una sociedad para el bienestar. La salud y la formación. La educación y la sanidad. Así, que no. En modo alguno debemos callar. Para ese silencio, ya está la inmensa mayoría de los gobiernos regionales, ayuntamientos y diputaciones provinciales de nuestra nación. Con el más uniforme y silencioso sometimiento de disciplina partidaria.
Nos enfrentamos a unas políticas sanitarias que degradan la función pública de sus servicios en beneficio, más que evidente, de la privatización en el sector. El gran negocio de la sanidad privada. Y es nuestra salud, la que se halla en manos de este “juego de intereses” entre el empresariado y una atención pública de calidad para todos los ciudadanos. Tiempo habrá de analizar, en otras líneas para la voz, la verdadera situación en que se hallan los hospitales y los centros de atención primaria o ambulatorios de nuestros pueblos y ciudades. Debo centrarme, en este comentario de la política que realiza un gobierno de la derecha más pura y dura, en un sector que me es afín por mi vinculación profesional de toda una vida. La educación pública. Todo es opinable, pero sustenta o avala mejor la objetividad del comentario cuando éste se realiza sobre algo que se ha vivido en profundidad. Es decir, se está comentando sobre una temática que no se conoce a través de terceros, sino que, por el contrario, se ha protagonizado, directa y laboralmente, en primera persona. Y la reflexión que nos merece esta intervención restrictiva es que con la sanidad y con la educación no se debe “jugar”. Por muchos 10.000 millones que se quieran ahorrar, sacrificando la salud y la formación de millones de ciudadanos.
Hablemos del sector educativo. ¿Qué es lo que se pretender hacer? Que haya más alumnos en cada una de las aulas. Hasta treinta, en Primaria; hasta treinta y seis, en Secundaria. Como ya hemos sufrido la “elasticidad” de anteriores gobiernos, nacionales y regionales, las necesidades del servicio podría (seguro que lo van a hacer) incrementar esos números. ¿Dónde queda la enseñanza individualizada o adaptada a las características específicas de alumnos, con problemas o dificultad para el aprendizaje? ¿Sabrán o les importará, a los gestores de estos propósitos, lo que supone dar una clase, cualitativamente aceptable, cuando el aula esté densificada con cuarenta críos, de doce, trece o catorce años? Sobrarán Profesores. No se contratarán “interinos”. Aumentará el desempleo en aquellos que desean dedicarse, laboralmente, a la formación de niños y jóvenes. La calidad de la enseñanza se habrá degradado, con la aplicación de esta medida, a la mayor gloria del sector privado y de los intereses financieros de las multinacionales correspondientes. Por si ello no fuera suficiente, para su “voracidad” ideológica, también se pretende incrementar el número de horas lectivas para el Profesor, amén de “congelarle” su sueldo, año tras año. No se cubrirán las bajas por enfermedad del Profesor, antes de un par de semanas desde el origen de esas ausencias. ¿Y quién atiende la enseñanza de esos alumnos que se quedan sin recibir clase de su Profesor enfermo? Los docentes en horario de guardia. Pero como cada uno es especialista de su materia, los escolares estarán como mínimo, dos semanas sin recibir la enseñanza de la materia correspondiente. En realidad esta innoble práctica ya se venía aplicando, más o menos, con el cinismo propio de la Administración. Pero ahora se llevará a la práctica con “todas” las de la ley. ¿Y por qué se hace esto? Para ahorrar. La formación de los escolares sigue importando bien poco. Vamos a dejarnos ya de actitudes hipócritas. Por si todo esto fuera poco, los centros públicos podrán ofertar un solo tipo de bachillerato. O el de “Ciencias” o el de “Letras” humanístico. En cuanto a las bajas por jubilación, sólo se cubrirán, anualmente, el 10 % de las mismas. Y si llega a sustituirse ese diez por ciento. Todo lo que sirva para ahorrar en Profesorado, será útil para satisfacer las exigencias de los mercados financieros, adorados en pleitesía por la mayoría de los gobiernos en el Planeta. También, cómo no, por el nuestro.
Podríamos seguir hablando de los desdobles por clase, de la política de becas para los más necesitados, de la investigación universitaria, del material y los recursos escolares, de los departamentos de orientación, de la disponibilidad económica en los departamentos, de las clases de refuerzo, de las asociaciones y escuelas de padres. También, de las facturas del agua, de la electricidad, de los comedores escolares…..
El panorama resulta desalentador. No serán “Horizontes de grandeza” aquello que permanecerá en la retina de nuestras conciencias, sino más bien la “Pasión de los fuertes”, porque sólo los docentes dotados con esa fortaleza podrán defender la educación pública desde tantos frentes hostiles para el acoso.
¿Y qué dicen, ante este ataque sin cuartel, las asociaciones de padres y madres, los sindicatos educativos, el sacrificado ciudadano contribuyente, los partidos de la oposición parlamentaria….? Desde luego sí sabemos los que manifiesta y pretende el actual ejecutivo gubernamental apoyado, en la jerarquía administrativa, por las Autonomías, los Ayuntamientos y las Diputaciones, regidas por el mayoritario o casi universal monocolor partidario. Y no nos debe gustar o aceptar este acoso porque, con estas innobles medidas, se está degradando la formación de las futuras generaciones. Se está condenando a la indigencia laboral, a miles de licenciados y graduados para la enseñanza. El apoyo a los empresarios de la educación privada es más que evidente. Y el trabajador público ve, con la preocupación lógica ante las evidencias, que su trabajo se torna cada vez más difícil. Cada vez resultará más difícil y complicado “sobrevivir” en las aulas, metáfora acuñada desde las Facultades Universitarias de Educación.
En este momento de profunda dificultad pienso con respeto, afecto y añoranza, en mis compañeros activos en la docencia. Les comprendo, con conocimiento de causa. Y de ahí estas páginas para la denuncia, ante este ataque, en toda regla, a la enseñanza pública. Pero, además de este apoyo, sin duda testimonial y sincero, me gustaría también transmitirles la siguiente reflexión. A pesar de tanto ataque mendaz, quien está en el aula con sus alumnos es el Profesor. Y, ante él, unos críos y jóvenes, que no son en absoluto culpables de estas increíbles normativas y decisiones administrativas. Algún día, esos jóvenes o niños, ya adultos, te van a parar por la calle para decirte…. “gracias”. Con sinceridad y cariño no me cabe la menor duda. Esa es la más noble y limpia compensación que un educador puede alcanzar. La responsabilidad profesional del Profesor y el Maestro está muy por encima de esas mentes empobrecidas para el desempeño de la mejor acción estadista. Hay que luchar, sí, contra el desaliento y la incomprensión, ofertando generosidad, imaginación, estrategia y un profundo equilibrio. La autoridad en el aula es la del Profesor. Ante la masificación, arbitremos fórmulas paliativas. Formación de grupos para el autoaprendizaje dirigido o controlado, con sus monitores debidamente elegidos entre los alumnos más colaboradores. Apliquemos el reglamento disciplinario con ese equilibrio posibilista entre la flexibilidad y la rigidez. Hablemos a los padres con claridad meridiana. A partir de las tres, de cada tarde, la responsabilidad educacional se halla en las familias de estos alumnos. Pongámosles al frente de sus conciencias aquellas obligaciones tutoriales a las que están obligados. No pueden ni deben ser avestruces para el disimulo. Y habrá que estar con los ojos muy abiertos ante la Administración. El ataque puede venir en cualquier oportunidad y desde cualquier flanco. En el deporte, la mejor defensa ya sabemos cuál es. Nunca como ahora, la solidaridad del trabajo cooperativo, en equipo se hace tan necesaria. Tanto en los equipos educativos y departamentales, como entre los propios discentes en sus aulas o talleres.
Es una etapa difícil, especialmente difícil, para esta admirable profesión. Sin embargo ésta es la mejor oportunidad para los Maestros y Profesores vocacionales, como insignia y ejemplo en las aulas. Habrán de venir y llegarán tiempos mejores. Los ciudadanos poseen y tendrán la palabra. Confiemos en su clarividencia para que sepan adoptar la mejor decisión.-
José L. Casado Toro (viernes 20 de Abril, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
Muy bien escrito!
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