Sería una decisión oportuna, necesaria y hábil. Los analistas de la política tendrían que rendirse a considerarla como un movimiento o gesto estratégico adjetivado como de “maestro”. Habría que hacerlo, ya. ¿Y por qué? La situación electoral es más que evidente y tozuda, en el momento político que atraviesa nuestro país. Encuestas tras encuestas, realizadas por organismos especializados en el tratamiento de la opinión pública, y publicadas por diarios, revistas, radio y televisión, confirman una intención del voto social que provocaría un claro debacle, en los resultados electorales, para el partido que sustenta el gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero. No sólo las Cortes Generales contemplarían un vuelco electoral, a favor del primer Partido de la Oposición, sino que a nivel regional también sucedería lo propio en al caso de Andalucía, “granero” de votos para el Partido Socialista durante casi treinta años. Desde luego éste sería el momento propicio, inteligente y democrático, de darle la voz a la ciudadanía para que ésta decidiera, en las urnas, quién debe gobernar al país durante los próximos cuatro años.
Observemos la salud económica que prevalece hoy a nuestro alrededor. La escenografía mundial y, como no podría ser de otra forma, España, soportan una crisis cíclica del sistema capitalista, de la que no resulta fácil salir. Para algunos países de la geopolítica occidental, la situación es más llevadera o esperanzada. En nuestro caso, una cifra de paro laboral, verdaderamente dramática, que se va acercando, de manera inexorable, a los cuatro millones y medio de personas activas. Aunque se hacen no pocos trabajos “subterráneos” son numerosas las familias que sufren la carencia de empleo para el padre, la madre o los hijos mayores de edad. Ya hemos hablado en estos artículos de algunas de las causas que generan el drama que nos afecta: la ambición desmedida de los bancos y cajas de ahorros; un crédito pendular y errático para las empresas y particulares; una burbuja desenfrenada y sin fundamento en la especulación para “el ladrillo”; unos organismos internacionales condicionados y atenazados por el egoísmo insaciable de los grandes capitales y grupos de presión; unos economistas que, en su arrogancia y esoterismo lingüístico, no han sabido explicar y prever este bloqueo en la creación de riqueza; y, por fin, unos gobiernos débiles, donde el estadismo brilla lamentablemente por su ausencia, con unas decisiones de parcheo, improvisación y falta de futuro que nos aburren, desorientan y desalientan. Unos y otros han ido contribuyendo, con heterogénea irresponsabilidad, a esta época de tonos grises y patéticos, en lo económico, y de profunda incredulidad social, en lo político, para esa insoslayable y urgente necesidad de hallar soluciones inteligentes que hagan posible la salida del profundo bache en el que nos hallamos sumidos.
El Gobierno del Partido Socialista ha ido adoptando, con retrasos y tibiezas, improvisadas medidas presionado, fundamentalmente, por sus socios de la Unión Europea y por otros organismos internacionales, en el campo de la política y la economía. Ahora se ve de lleno inmerso en una crisis o depresión integral de la que no sabe o puede escapar. La globalidad económica mundial posee muchos atractivos y beneficios, pero también determina y condiciona la soberanía real de los gobiernos nacionales. Y esta depresión degrada y reduce, de manera paulatina y continua, el apoyo social que sus siglas recibieron hace ya casi tres años. La oposición del Partido Popular se frota las manos. La difícil situación que padecemos significa un trasvase de votos a sus siglas, que le va a poner cómodamente en sus manos la dirección política del Estado. A pesar de que su líder, el Sr. Rajoy Brey, alcanza una valoración actual en las encuestas de insuficiente bajo, dicho sea en términos escolares. Más o menos igual, en el suspenso, que la del Sr. Rodríguez Zapatero. Los “populares” manifiestan, con indisimulable arrogancia, que ellos tienen las soluciones precisas para afrontar y resolver la crisis que nos afecta. Por supuesto, después de no haber apoyado prácticamente ninguna de las decisiones o política de Estado, adoptada por el actual equipo gobernante. Su insolidaridad, cinismo y pobre egoísmo hacia el voto, que le posibilite el poder, es manifiesta y constante, día tras día, hora tras hora. Mientras peor estén las cosas, más cerca tienen el gobierno del Estado. Ese es el sentido “estadista” de su líder, por cierto, aceptado a regañadientes por la derecha más conservadora, ultra y rancia de este país.
¿No sería éste, el momento más sano y adecuado de realizar ese gesto de grandeza democrática, por parte del Sr. Presidente del Ejecutivo, para entregarle la voz a la ciudadanía a fin de que ésta decidiera el grupo o coalición política que debería dirigir el gobierno en los próximos años? Visto que las encuestas de opinión son puntualmente concluyentes, no tiene sentido seguir aferrándose a un poder muy desgastado y con la convicción de que un gran sector del país se encuentra decepcionado con el grupo que rige la política del Estado español desde Madrid. Si, como es previsible, es la derecha quien va a recoger ese testigo tras las elecciones generales, sería una oportunidad inmejorable para que ésta se enfrentara, ya de una vez, ante su responsabilidad para tomar decisiones que paliaran y ayudaran a salir de esta crisis cíclica con la que tenemos que convivir. Una vez que no han demostrado política de Estado en este siete años del socialismo en el poder, ahora tendrían todo el gobierno para ellos, solos o apoyados por algún grupo afín a su ideología, a fin de llevar a efecto ese estadismo que no le hemos contemplado en este septenio político.
Pero claro, para convocar elecciones en esta situación hay que tener y demostrar sentido de Estado, también, en los gobernantes socialistas. Y me temo que por ahí el terreno tampoco es especialmente esperanzador. La querencia al sillón, al coche presidencial o ministerial, la ambición de poder, mandar y cobrar, son incentivos más que suculentos para resistir, un año todavía, la debacle de opinión que padecen como grupo. Probablemente responderían, a este reto democrático, con el argumento de que adelantar en un año la convocatoria de elecciones generales a Cortes sería un gesto irresponsable o cobarde. Pero es que la irresponsabilidad es aún más grave con ese empecinamiento por no darle al pueblo su voz en una situación especial o de emergencia, como la que se sufre en este momento. En cuanto a la cobardía política, la acusación no tendría el menor sentido. ¿Qué mayor valentía y nobleza que preguntar a un pueblo si éste desea seguir gobernado por ellos? Y a tres años ya, prácticamente, desde las últimos comicios generales. Tomar esta decisión de poner fin a la legislatura, en una situación como la actual, corresponde a políticos con sentido de Estado. Y en esa supuesta izquierda, ese estadismo tampoco prevalece. Pregúntele Vd. a un ciudadano de “a pié” qué piensa de la clase política que ocupa sus escaños en la Carrera de San Jerónimo, en los gobiernos de las Comunidades Autónomas, en las Alcaldías o las Diputaciones…….. La respuesta, en su crudeza, no hay que ser un lince para poder averiguarla.
¿Izquierda política? ¿Derecha política? Las siglas y las ortodoxias grupales generalmente han estado bastante devaluadas en su credibilidad. Y, hoy día, mucho más. Un PP que se autocalifica, en sus delirios oníricos, de centro derecha, evitando, por todos los medios, el calificativo de conservador; un PSOE que se autocalifica de izquierda, cuando la inmensa mayoría de sus decisiones económicas las adoptaría, sin dudarlo, una derecha civilizada, en la geografía europea; unos partidos regionalistas, que no esperarían, en lo ideológico, a “vender su alma al diablo” con tal de sacar partido, valga este concepto, o “tajada” para sus nacionalismos coyunturales; y, ya que estamos aquí, un andalucismo político desaparecido como grupo identitario. Aparte del nombramiento de los hijos predilectos ¿en qué ha quedado el 28 de febrero, como fiesta “nacionalista” de la Comunidad? Los fervores y sentimientos andalucistas en la UCI de la realidad. Pueden imaginar la cara, allá ingrávida en la bóveda celeste, de Blas Infante Pérez. También, sus comentarios. No tendrían desperdicio. No es tan trascendente el valor de las siglas en estos tiempos. Para los grandes temas, sus decisiones no estarían tan alejadas para lo fundamental. Como le comentaba a un respetado amigo, en un reciente correo, los gobiernos nacionales tienen en la actualidad una soberanía bastante limitada o recortada. ¿Quién gobierna realmente a los Estados? Por supuesto, los grupos políticos que ganan las elecciones en las urnas. Pero los gobiernos que emanan de esos comicios ven profundamente determinadas sus decisiones por sus vínculos y obligaciones con respectos a los organismos supranacionales en los que se hallan inmersos, dentro de la estructuras geopolíticas del Mundo. Los poderosos grupos financieros que se reparten la riqueza mundial también condicionan, y de qué manera, las respuestas de esos ejecutivos en las legislaturas correspondientes de sus parlamentos nacionales. Esos grupos y organismos supranacionales del capital “permiten” esa pequeña política de “andar por casa”. Pero en lo fundamental, son ellos los que ponen firmes a los gobiernos que, en modo alguno, osarán enfrentarse a los intereses que aquéllos representan. Que se lo pregunten, si no, al Sr. Rodríguez Zapatero. Lo mismo le ocurriría a otros ejecutivos con unas siglas partidistas diferentes. No me cabe duda de que también el Sr. Rajoy Brey asume esta dura realidad. Sin embargo, actitudes como la del actual Presidente español oponiéndose a los delirios de George Walker Bush (2001-2009), en su programada agresión bélica a Irak, fue un gesto valiente que, por insólito, quedará grabado en los libros de Historia.
Volviendo al principio, sería una gran jugada de hábil maestría política (imagínense la cara de sorpresa del Sr. Rajoy Brey) y de pureza democrática y, al tiempo, una decisión que marcaría el nivel estadista de nuestro Presidente, la convocatoria de Elecciones Generales para una fecha próxima. Entre los principales mandamientos políticos del buen estadista destaca, de manera prioritaria, el velar siempre por los intereses de la Nación, antes que por los del partido al que se pertenece o por las ambiciones de su propia persona. Pero, lamentablemente, este valor no prevalece entre la clase política que nos gobierna.-
José L. Casado Toro (viernes, 11 marzo 2011).
Profesor.
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario