Y es que fue en tiempos de Primavera, allá por un día de marzo grabado en sus corazones, cuando se conocieron. Inma, dieciocho años, de cabello rubio y ojos brillantes que se tiñen de un curioso color esmeralda. Flacucha de cuerpo, en lo aparente, ya que su estructura muscular es potente careciendo de cualquier incómoda y molesta grasa superflua. Sonríe, como sin duda hacen los ángeles, y su tono de voz suena a melodía lírica en el ritmo acompasado o nervioso de las palabras. Ocurrente y participativa, sabe comunicar con aquellos que comparten la esfera de sus vivencias. Lleva en este cole, algo diferente en lo usual académico, año y medio ya. Llegó en un noviembre teñido de brumas, hundida y sin fuerzas ante una existencia que se le había hecho hostil y cruel en profundidad, por culpa de un destino absurdo, injusto e imprevisible. Para su joven y vibrante cronología tuvo que enfrentarse a la hora terrible del desconsuelo. Pero el calor familiar y de la experiencia afectiva le dijeron, susurrándole al oído del alma, una frase henchida de cariño, estímulo y ayuda, muy útil para esos tiempos áridos y críticos en la fatalidad. “Tienes que vivir, porque tú necesitas de la vida y la vida necesita y espera mucho de ti”. Y él, es Imanol. Su antigüedad en este Centro Especial de reeducación es un poquito mayor en el tiempo. Ya dos años de lucha por recuperar aquella normalidad que sea posible. Tiene un año más que la edad de Inma, aunque más fuerte y recio en contextura que su compañera. Moreno, alto y voluntarioso, es un deportista nato. Le gustaba practicar todo tipo de actividad competitiva y de superación contra el crono, aunque su especialidad favorita era avanzar por el flanco izquierdo de la pista y lanzar, desde los siete metros e ingrávido por los aires, a esa canasta celestial. Pero las circunstancias han provocado que uno y otro, en la compañía de la fatalidad, vayan atrasados en los estudios. Al final de este curso, y con mucha voluntad, van a estar en condiciones de pasar a 4º de la E.S.O. Ya se vislumbra muy cerca esa victoria, de especial mérito para ambos, que significaría obtener, en sus específicas circunstancias, el título de Graduado en la Educación Secundaria.
También, como citaba líneas atrás, el destino ha unido sus limitaciones físicas para estar juntos ante la ansiada amistad. En él, unas raquetas quedaron abandonadas en la cuneta de una solitaria tierra del interior rondeño. Un derrape, durante el rocío de la mañana en una curva no bien señalizada, junto a su temeridad de circular a una velocidad que superaba en quince kms la actualmente permitida. Recibió un fuerte golpe craneal, para una cabeza huérfana del blindaje del casco siempre protector. Magulladuras y una fractura en el tobillo, pero nada tan grave como la pérdida de esa ventana al mundo que es el precioso sentido de la visión. Terapia psicológica y psiquiátrica e inevitablemente su integración en un centro de reeducación para discapacitados visuales. El caso de Inma es parecido en su desgracia aunque las circunstancias fueron diferentes. Fiebres traicioneras, numerosas pruebas, atrasos administrativos, errores de diagnóstico y un azar cruel en la patología que fue reduciendo de forma paulatina y constante su capacidad para observar el cálido atardecer de los días, el color de esa ropa que alegra la imagen y el sentido de la orientación que posibilita el objetivo focal de nuestros ojos. Los porcentajes de oscuridad fueron ampliándose de una forma progresiva, sin que la ciencia médica lograra frenar esa carencia trágica de luz, brillo, tonalidad y armonía. Difícilmente puede expresarse con palabras lo que supone para una joven vida de quince años irse alejando de esa ventana que nos permite contemplar un mundo dibujado de matices y contrastes. El drama humano para ella, sintiéndose cada día más en la dependencia paliativa de los demás. La lucha de su familia para tratar de frenar un destino más que doloroso y cruel alternó la visita a especialistas, sin reparar en costes. Contó y cuenta con el cariño y calor afectivo de unos padres entregados en su vida por su hija y de una hermana, Edurne, dos años menor, que se prometió en ayudarla, en cuerpo y alma, ahora que tanto la iba a necesitar.
¡Hola, tú debes ser la nueva! ¿verdad? Ha sido Javi quien me ha dicho que llevas aquí ya una semana y que apenas hablas con los compañeros. En mi caso, llevo ya un año y pico en este centro y voy avanzando en muchas cosas, pero muy despacio, claro. Me llamo Imanol y también cuando llegué carecía de ganas e ilusión por relacionarme con los demás. Pero al paso del tiempo fui dándome cuenta de que los compañeros, amigos y cuidadores iban a ser mi mejor medicina. Y no sabes lo que me han ayudado. Como ves, no paro de hablar y no te he dejado oportunidad para que me digas tu nombre.
Déjame que te toque un poco la cara para imaginarme como eres. Ahora sólo veo ya sombras, sin colores, y no siempre. Mi nombre es Inma y te agradezco que me hables de esta forma. Creo que vamos a ser buenos amigos. Poco a poco he de ir acostumbrándome a estos cambios, que deben ser duros. ¿Desde cuando.......? Tienes un bonito nombre y el tono de tu voz me hace vibrar y sonreír. Fue hace un par de años, sabes, y a mi también a veces me vienes algunas sombras a la vista, pero muy difusas. Los médicos hablan y hablan y me aseguran que no está todo perdido, pero bueno, no quiero hacerme muchas ilusiones. Lo que tenga que venir, vendrá. Mira, el sábado por la tarde hacemos una pequeña fiesta, pues es el cumple de Rosi. Verás como lo vamos a pasar fenomenal. Ya tengo seleccionada una buena música en el ordenador, que la voy a poner a toda pastilla. Aunque no te lo creas, hay un equipo que se va a encargar de la merienda, y te aseguro que lo hacen casi todo ellos solos, con muy poquita ayuda. Son los veteranos del cole. Por cierto, me tienes que escuchar en el karaoke. Es un pequeño concurso que... ya verás. No te cuento mucho más. Gracias, Imanol, eres muy buena persona. Le diré a Edurne (es mi hermana, sabes) que me traiga. Ahora dependo mucho de ella. Si supieras como me lo montaba en las fiestecillas, antes de “esto”. Pero no nos pongamos tristes, que ahora tenemos la clase de Lengua. Nunca pensé que podían preparar a un ordenador de esa forma para ayudar tanto a los que no podemos ver. Inma, de verdad es increíble, se puede hasta chatear. Resulta muy fácil. Me tienes que dar tu dirección electrónica. Venga, vámonos para clase. Pero perdona que vaya un poquito despacio porque mi orientación, todavía, no es buena en esta casa.
Para estas dos jóvenes vidas, señaladas con la crudeza terrible de la oscuridad en la percepción de su entorno, comenzó también a llegar un poco de esa “luz” que se siente en Primavera, para esperanza y consuelo de su orfandad, en una de las capacidades que mejor sustentan el regalo de nuestros sentidos. El camino de la superación esta abierto a una lucha diaria por integrar la limitación visual en lo cotidiano de sus existencias. Aún cuentan con la agudeza del sonido, con la sensibilidad del tacto, con la variedad del gusto y con la sutileza e intuición del olfato. Juntos iniciaron un caminar hermanados para compartir una luz que sólo brillaba en sus almas, sentimientos e ilusión para el ser y el existir de cada uno de los días.
Han pasado ya unos años. Hoy Imanol es un cualificado técnico informático en el departamento de investigación acústica de una empresa vinculada a la producción cinematográfica. Inma, ha conseguido recuperar un 15 % de visión en uno de sus precisos ojos. Ejerce de Profesora de apoyo para alumnos en integración, por discapacidad visual, en un Centro educativo de Secundaria. Todos los 18 de marzo celebran una entrañable fiestecita, ya que ese fue el día en que tuvieron la oportunidad de acercar sus vidas y necesidades. También en ellos se adelantó, en un par de días, la Primavera de los afectos y el vínculo del amor y la amistad. Este año se ha encargado de casi todos los preparativos de la celebración ( fue también el día elegido para una boda muy feliz) esa linda jovencita que ya alcanza los ocho años de edad. Se llama Estrella. Es una luz de fuerza y alegría para sus padres, Imanol e Inma, que sabe orientar y alumbrar, con cariño y esperanza, la brújula responsable en el discurrir de muchas y nuevas Primaveras.-
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