De aquí a muy pocas horas, van a sonar esas doce campanadas que abren la noche a la ilusión de un nuevo día. Y es que hoy, también mañana, son números en el calendario que se adornan con un especial significado, entre todos aquellos que conforman la anualidad. Miramos, reflexivamente, hacia atrás. Necesitamos, de igual forma, observar el horizonte que sobreviene, en ese incierto itinerario o ruta para la vida. Entre el jolgorio dibujado de confetis, canciones y bailes al viento, las copas de cava o sidra adornadas con uvas simbólicas para el deseo, el tráfico intenso de mensajes electrónicos y llamadas para el recuerdo, las bocinas, artificios, corbatas y tacones que acompañan a trajes relucientes para deslumbrar nuestro ego, sé que tu y yo, aquel y el otro, inevitablemente encontraremos un hueco para el pensamiento y observaremos, en silencio, ese atrás que precede a ese adelante en nuestra individualidad compartida. En lo familiar, vecinal, laboral o social.
Un nuevo año ha pasado por nuestra modesta y gran biografía. Y a poco que hagamos un recorrido por los avatares que se han vinculado a nuestras vidas, hallaremos muchas páginas para rellenar con el denso atalaje que encierra el baúl de la memoria. Lo primero que percibimos y sentimos es el agradecimiento por ese trocito de vida que se nos ha permitido disfrutar. Pues otros, cercanos en conocimiento y afecto, ya no están. También otros, muy alejados en nuestros vínculos, famosos por su imagen pública en lo social, iniciaron también ese viaje inescrutable para la eternidad. Muchos llegaron en el natalicio, la fama o en amistad. Pero en principio nos acordamos de esos rostros y expresiones apenas conservadas en fotos, imágenes o en el recuerdo de la intimidad. Es bonito repetir aquello que lo más importante es aquello que hemos sabido darles….. en vida. Tras su viaje indefinido, todas las manifestaciones y escenificaciones miran más a nosotros mismos. Es más importante la amistad, una sonrisa y el cariño en el ayer, que las flores, lamentos y rezos en el mañana.
Junto a las personas, los hechos. Unos que nos afectaron de una forma directa. Otros, más alejados en el perímetro de nuestra influencia e interés. Y tenemos en las alforjas muchos elementos para el haber y el debe. Sencillamente, hay muchas cosas que nos han salido bien y nos permite estar razonablemente satisfechos. Otras, por el contrario, han ensombrecido y nublado la faz de nuestro optimismo. Es lógico. No todo puede salir bien. Sería absurdo considerar que todo nos ha salido mal. Ya en otro artículo supimos dialogar sobre esa ley, o norma no escrita, de las compensaciones en todo periplo o conjunto existencial. Cada uno con sus expectativas y exigencias consigo mismo. También con los demás. Hablamos de las respuestas del entorno. Pero, y nosotros ¿que tipo o naturaleza de generosidad hemos sabido aplicar hacia los demás? Para unos, el vaso estará aún medio vacío. Sin embargo, en otros, ese mismo recipiente será considerado… a rebosar. Todo deriva de las exigencias, ambiciones o puntos para la partida que hayamos estimado para la andadura anual. Mirar hacia atrás es necesario. Para conocer mejor la nueva ruta que debemos o podríamos adoptar. Todos hemos sufrido alguna que otra, y dolorosa, gran decepción. Todos hemos gozado alguna que otra gran alegría. Aprendamos, con serenidad, de aquélla. Administremos, con inteligencia, los réditos de esta otra.
Y mañana, 1 de enero. En un nuevo año que termina en impar. Todos, absolutamente todos, no me cabe la menor duda, esbozamos algunos proyectos o deseos para el cambio. Buscando las mejorías o la modificación necesaria que nos agradaría aplicar. La intención es buena, sin duda. El problema es ser constantes o valientes para emprenderla y persistir en su desarrollo, buscando y hallando razones para “hacer” y no para “abandonar”. Ejemplos hay muchos, citaremos algunos que difícilmente se pueden obviar.
Uno de los primeras propuestas para el cambio es mejorar el tono general de nuestro organismo. Esos gramos, que nuestra cintura o piernas acumulan por la práctica letal de lo sedentario, habría que intentar reducirlos. Con más deporte o el simple hábito de andar para el disfrutar. Y, de manera correlativa, equilibrando mejor nuestra ingesta, donde está el origen de la más escandalosa y patente obesidad o sobrepeso. Y pasamos revista al alcohol, a los dulces, al tabaco y a las grasas que escaso bien nos proporcionan, especialmente cuando abusamos y no “quemamos” los desequilibrios. Y esa bicicleta que dormita en nuestro trastero habría que comenzar a despertarla pues mucho bien nos va a deparar su práctica y uso. Al menos una vez, en lo semanal. Y también un día para el nado, cuya práctica es beneficio y salud para mejorar el tono mental y físico.
Para otros serán los idiomas, objetivo mil veces proyectado y otras tantas relajado, pues la constancia debe ser ley motivadora en el cambio. Eso de comunicar in English se ha puesto tan de moda que, para muchas personas adultas, es una asignatura pendiente que algún día habría que aprobar. En realidad ya es importante entender rótulos y textos, más o menos complejos, en el idioma británico. Entenderlo al escuchar y hablarlo, ya es más complicado. Pero por algo habrá que empezar. Aunque muchos consideremos que es una lengua de “bárbaros” (…desde un punto de vista gramatical….) sería una barbaridad mayor la intolerancia hacia su uso y “disfrute”. Debo aclarar, para los que en este punto esbozan una peculiar sonrisa, que el concepto histórico de “bárbaros” era el de aquellos pueblos que vivían fuera del “limes” o frontera del Imperio Romano. Aunque no pocas de sus costumbres eran, en sumo, rudas o “bárbaras”, no lo eran menos algunos de los hábitos empleados por los dirigentes del Imperio Latino.
Uno de los proyectos o cambios más interesantes y sugerentes es cuando pensamos y asumimos que no vivimos solos. Que hay otros muchos seres que necesitan, en la medida de nuestras posibilidades, atención y solidaridad. Por supuesto que no es fácil llevarlo a cabo, dada la época de individualismo egoísta que nos aturde y domina, pero por intentarlo no ha de quedar. Siendo humildes en el proyecto y sencillos en la acción para no hacer imposible o inviable la realidad. Y, en este mismo contexto, probablemente todos tenemos rupturas y desencuentros en la memoria y en el corazón. Algunas manifiestamente irrecuperables. Pero puede haber otras, con un atisbo para la esperanza, que posibilite la floración en esa relación perdida. Ahora mismo estoy recordando, cuando comentaba con mis alumnos en tutoría, al llegar las semanas previas a las vacaciones de Navidad, en qué actividades podrían aplicar su amplio tiempo disponible. Una de las posibilidades, entre más de treinta objetivos realizables, era tratar de recuperar esa amistad perdida que muchos podemos tener en nuestra alma y conciencia. Con voluntad y generosidad.
Es evidente que a cada uno de nosotros le afectan unas circunstancias específicas que condicionan, como no podía ser de otra manera, su predisposición hacia ese cambio que se hace aconsejable en esta transición de anualidad. Por eso no resulta fácil seguir concretizando acerca de algunos objetivos que te pones como reto, en estas fechas tan especiales por las leyes de la cronología (podría añadirse, de igual forma, la señal meteorológica, elemento que ayuda a esta clasificación anual). Sí querría referirme a una razonable e inteligente consideración para el cambio. Concretamente, la hipervaloración que hacemos sobre unos problemas que no resultan tan importantes en la realidad objetiva. Parece que es de común acuerdo la trascendencia que concedemos a dificultades o inconveniencias que resultan más que usuales en la vida y que solemos exagerarlas y potenciarlas hasta no poder evitar que nos afecten, de manera desmesurada, hasta llegar incluso a estados que lindan con lo patológico. En lo anímico y, a veces, para nuestra estructura somática. Dicho de otra forma, aunque creo expresarlo con gran nitidez, le damos demasiada importancia a lo que solo son pequeños reveses, desencuentros o frustraciones, perfectamente asumibles en el discurrir de los días. En vez de hallar soluciones a fin de paliar, superar o modificar esas situaciones que percibimos y sufrimos como adversas, hacemos un mundo de las mismas y dejamos que nos afecten e inmovilicen en lo que debía ser una reacción de recursos para la superación de las mismas. Tras analizar, con la mejor frialdad y equilibrio, el origen y desarrollo de esos problemas, habría que echar mano de buena voluntad en la búsqueda de soluciones que resuelvan o nos permita paliar esas adversidades que nos afectan. Ante la dificultad, el reto de la superación. Y la primera medida al respecto no puede ser otra que tratar de relativizar la significación de un problema que está pidiendo, a voces, valentía para afrontarlo y superarlo. Desde luego hay cuestiones que no resulta fácil su tratamiento y solución. Pero, incluso en el campo de la medicina, siempre hay caminos para tratar de no inmovilizarnos o deprimirnos ante la adversidad. No hagamos un problema más grande de lo que realmente es. No olvidemos que hay adversidades más lacerantes ante la magnitud real de aquello que puntualmente nos afecta. No es que preconice el pasotismo. Sí que busquemos, racionalmente, la dimensión exacta de la adversidad y luchemos por superarla. Así nos sentiremos mucho, mucho mejor.
Y en esta fecha en que la noche y el día se hermanan al alba del amanecer, nunca mejor que ese paseo por la naturaleza del mar en la montaña y el cariño en el corazón. Compartir un trocito de lectura con nuestra conciencia sosegada y, tal vez, esa llamada, correo o comunicación que despertará la sonrisa sobre la flaqueza en lo humano. Un nuevo año comienza, y atrás ya quedan alegrías, ilusiones y decepciones. Consideremos el blanco, el verde y el azul. Porque….. siempre nos quedará el oleaje y aroma del mar, la pureza natural de la bondad, junto a la fuerza incontenible y dinamizadora de la esperanza.-
José L. Casado Toro (viernes 31 diciembre 2010)
Profesor.