El pasado viernes 19 de noviembre, un trabajador, que presta sus servicios en un Instituto de Málaga, recibió una dolorosa agresión física y psicológica en su persona. Otro trabajador, Secretario de este Centro educativo, también fue amenazado por la madre de un alumno que había sido sancionado con cuatro semanas de expulsión, tras haber incurrido en faltas disciplinarias graves, incursas en el Reglamento de Organización y Funcionamiento que rige esta Comunidad Educativa.
No conozco más detalles sobre este lamentable suceso que aquellos publicados hoy miércoles, en el Diario La Opinión de Málaga. Como ciudadano y como antiguo trabajador del IES. Ntra. Sra. de la Victoria, durante treinta y un cursos académicos de manera ininterrumpida, debo manifestar mi solidaridad a todos los compañeros que ahora ejercen en mi querido Instituto, porque asumo su indignación y desaliento en estos duros momentos.
Por supuesto, lo inmediato es presentar, ante la Comisaría Central de Policía, sendas denuncias a fin de que, en su momento, deseemos que sea lo antes posible, la autoridad judicial entienda y dictamine acerca de los presuntos delitos en que se halle incursa la persona agresora, según el Código Penal vigente. A tenor de la noticia publicada en prensa, ya se ha realizado la denuncia correspondiente.
Desde hace ya muchos años, en las memorias que elaboraba como Profesor tutor y como encargado de la Jefatura de mi Departamento, manifestaba, de forma explícita e inequívoca, la conveniencia de que este Instituto contara con un miembro contratado a una empresa de seguridad privada. Fundamentaba mi petición, o sugerencia, en las características específicas de la zona urbana, vinculada al área administrativa de este Centro educativo. La sociología de la zona hacía, y hace, presagiar que sucesos de esta naturaleza son dolorosamente más que previsibles. Y habría que actuar en consecuencia, con inteligencia y anticipación. Es evidente que las partidas económicas de que dispone la Consejería de Educación no podrían soportar la contratación de un agente de vigilancia para todos y cada uno de los Colegios e Institutos de la Comunidad andaluza. Pero no es menos cierto que hay centros específicos que por sus características de ubicación exigen, con razonable prioridad, realizar este esfuerzo económico, a cargo de los impuestos que todos los ciudadanos afrontamos con civismo y responsabilidad. Ni los conserjes, ni otros trabajadores de la administración y servicios, ni los propios profesores, están cualificados para ejercer las funciones de vigilancia y protección que corresponden a los agentes de seguridad, pública o privada.
Este Instituto, acoge a unos quinientos alumnos vinculados a otras tantas familias del entorno. Y entre ellas hay no pocas situaciones de ruptura, profundas dificultades económicas, carencia de valores básicos y una degradada sociología ambiental que mimetizan niños y adolescentes en su comportamiento cotidiano. He hablado con muchos de estos alumnos en el aula de convivencia y también he recibido puntual información por la naturaleza del cargo que básicamente he ejercido, el de Profesor-tutor. Con espontánea franqueza me confesaban muchos detalles acerca del ambiente, familiar y social, en el que vivían al abandonar las horas de formación reglada en el Instituto. Al conocer algo o mucho de ese trasfondo, puedo manifestar que he tenido bastante suerte en no vivir situaciones críticas derivadas de ese contexto sociológico. Por eso ahora me apena profundamente leer esos titulares en la comunicación mediática.
El Sr. Delegado de la Consejería de Educación conoce, de primera mano, lo que supone para un trabajador recibir estas violencias derivadas de la irracionalidad. Recuerde su propia biografía profesional. Debe actuar con energía y eficacia. Durante las siete horas de escolaridad, entre lunes y viernes, debe arbitrar los medios para que este Instituto tenga un vigilante de seguridad. El Sr. Inspector del Centro debe también priorizar su atención acerca de las necesidades de este Instituto. Entre sus funciones debe estar la de conocer y paliar las carencias que el Centro que tiene adjudicado padece. Y esto lo escribo porque el año pasado, su primer curso de inspección, yo todavía era profesor del IES. Ntra. Sra. de la Victoria.
Un Instituto es una comunidad de esfuerzos a fin de sembrar y potenciar los valores en la persona. Personas muy jóvenes, adolescentes. Educar, enseñar, formar. Noble, hermosa y difícil tarea vocacional a las que tantas personas se entregan, nos hemos entregado, con ilusión y la mejor voluntad. Los trabajadores de un Instituto no tienen por qué ejercer funciones que corresponden a las fuerzas de seguridad. Quieren cumplir, de la forma más honesta, con ese imprescindible servicio educativo, que la sociedad demanda y nos encarga. Pero quieren hacerlo sin sufrir la violencia física, verbal o psicológica, perpetrada por personas que padecen de valores muy degradados o inexistentes.
De nuevo mi solidaridad, afecto y comprensión hacia este compañero agredido. He gozado de su amistad durante muchos años de profesión. Le animo a que recupere su ánimo para que siga ejerciendo su buen hacer para el bien de tantos y tantos alumnos y el de todos sus compañeros.-
José L. Casado Toro (miércoles 24 noviembre 2010)
Antiguo trabajador del IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
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