viernes, 31 de octubre de 2025

LA ANGUSTIA CREATIVA DEL GUIONISTA

 


Tenemos la certera percepción de que a la mayoría de las personas les gusta el cine. Probablemente, toda encuesta sociológica confirmaría tal opinión. Ya sean cinéfilos, buenos aficionados o cualquier otro ciudadano que le apetece distraerse, todos o casi todos pondrían el arte cinematográfico en un lugar destacado de esa jerarquía de gustos, compitiendo con otras formas culturales también importantes y valiosas, que la sociedad nos ofrece. 

Cuando optamos por visionar una película, casi siempre nos preguntamos por el género cinematográfico de lo que vamos a ver. De inmediato tratamos de conocer algo acerca del ARGUMENTO que desarrollará la historia representada. Entre todos los intervinientes en la realización de un film (el listado de los títulos de crédito, cuando la película ha finalizado, es asombrosamente amplio) la figura del GUIONISTA es, no cabe la menor duda, la más valiosa e importante. El director, los actores, el cuerpo musical, la imagen o calidad fotográfica, etc. todos ellos son fundamentales para la creatividad fílmica, Pero el guionista que ha escrito esa historia real o de ficción es, en opinión de los expertos y los aficionados, el más importante de todos los intervinientes en la realización. Sin guion no hay película. Sin un buen guion la película no puede ser buena. El profesional guionista, que escribe y compone el argumento, es el alma mater de esa fábrica mágica que realiza el milagro de la gran pantalla. Ya sea visionando “la cinta” en una sala cine, en la pantalla del ordenador, en el tablet, en el móvil telefónico o en las decenas de cadenas de televisión. En este contexto se inserta nuestra semanal historia. 

ÁLVARO BIEMPICA, 48, natural de Tordesillas, graduado en Creatividad Literaria, con varios másteres en guiones cinematográficos, es un profesional de acrisolado prestigio, reclamado por prestigiosos directores y poderosos productores del Séptimo Arte. No sólo tiene reconocida su capacidad como escritor de guiones en el país donde nació, sino que su nombre es muy valorado fuera de nuestras fronteras, aunque la maquinaria industrial de Hollywood está muy blindada ante los profesionales foráneos. 

Este escritor había logrado formar su propia empresa, en la que trabajaba con otros tres compañeros, también titulados en su misma licenciatura. Esa pequeña empresa, que tan buenos productos elaboraba y bien cobraba, tenía por nombre LUZAMAN, logotipo o acrónimo que hacía alusión a la luz vital que nos llega con todos los amaneceres. Este pequeño y afamado grupo, muy bien avenido, hacía trabajos de encargo para distintas editoriales, adaptaba obras literarias para ser representadas o ser llevadas al cine, creando ellos mismos obras de ficción. El alma máter de la empresa era su director Álvaro, Este dinámico personaje era un “mágico” generador de ideas. La mayoría de los encargos provenían de su esfuerzo y lucidez, para saber multiplicar los minutos y las horas. Ante todo, la última corrección de los trabajos elaborados pasaba por su mano. 

Todo marchaba bastante bien. Pero como suele ocurrir con los humanos, llegan momentos en los que “las nubes eclipsan el Sol” y llega esa temida “enfermedad” en esta literaria profesión. Esta “grave dolencia” se denomina FALTA DE CREATIVIDAD. La mente se ciega o se queda peligrosamente “en blanco”. Álvaro comenzaba a elaborar guiones, pero cuando el trabajo avanzaba observaba que los fundamentos de las historias “hacían aguas por los cuatro costados”. El caso de Álvaro era y es repetitivo en los grandes escritores. Había pasado gran parte de su vida escribiendo desde su adolescencia, y veía ahora, respuestas traviesas de la mente, que la imaginación lo había abandonado. Incluso llegó a tomarse unas vacaciones de fin de semana, esperando que sus neuronas (como él se refería) comenzaran otra vez a funcionar. Su miedo a la mente plana era evidente. 

Hablando de su “bloqueada” situación, con su amigo Julián, éste le recomendó la posibilidad de ir a la consulta de un especialista mental que a buen seguro podría ayudarle. Sin embargo, entrando una mañana en su bloque (en la zona de la calle Arenal madrileña) la señora EVELIA, portera del gran edificio, “echó un ratito” hablando con el “escritor”, como ella lo llamaba. Señora mayor, pero con mucha energía y vitalidad, que siempre buscaba soluciones para “todo”. 

“De modo, don Álvaro, que no le vienen a la cabeza temas o historias sobre las que escribir, con lo bien que Vd. lo hace. Pues yo le voy a dar unas ideas que le van a venir bien. Soy de CERCEDILLA DEL CAMPO, por la sierra de Guadarrama madrileña. Allí tenemos a un abuelo muy mayor, debe andar por el siglo de vida, aunque él buen hombre nunca lo concreta, que si Vd. le pregunta es capaz de estar hablando varias horas seguidas, con sólo invitarle a un café con leche. Se llama CELESTINO. Sabe mil historias o se las inventa. Te quedas maravillado cuando lo escuchas. Es como si estuvieras en el cine. Si toma el tren un fin de semana, se llega al pueblo y pregunta por él. Todo el mundo lo conoce”. 

En principio, Alvaro no le dio mucha importancia al consejo de Evelia, pero después de dar vueltas al asunto, compró los billetes de tren, llevándose una maleta con lo básico para estar en Cercedilla de viernes a domingo. Nada más bajar del vagón, a la llegada a esta localidad de poco más de 7.000 habitantes, vio a un lugareño con apariencia de campesino, llamado Fermín, hombre amable, que le facilitó la dirección de la pensión TRES CHIMENEAS, en donde le facilitaron una buena habitación, con balcón a la Plaza principal. Preguntó al conserje ¿dónde podía contactar con el tío Celestino.

“No va a tener dificultad. Desde las 11 suele estar en la cafetería bar del Nano El Beato, propietario de este popular establecimiento. Con que le regale alguna invitación, tiene conversación para rato. Celestino es una enciclopedia Álvarez”. 

Sin gran dificultad dio con Celestino, al que muchos llamaban el Requeté, por sus andanzas políticas durante su muy lejana juventud. Desde luego que no aparentaba el centenario que marcaba el DNI que con orgullo le mostró. Piel muy curtida por el sol castellano, con surcos y arrugas a modo de cauces privados de caudal. Bastante calvo, pero con dos mollitas de cabello en las sienes para disimular. Ojos legañosos ya cansados, pero siempre con esa sonrisa burlona que motivaba a los que se le acercaban para escuchar. No estaba encorvado y la fuerza de sus brazos y piernas las mostrada en el hacer y en el caminar. Bigotillo de facha y algunas mellas que mostraba al contar su historial. Pantalones de pana gastada y unas albarcas de esparto, de las usadas en el campo para laborar. El viejo truhan achacaba su buena edad a las “palomitas de aguardiente” y a los cafés con leche que cada día consumía y no olvidaba los placeres vividos con todas esas mujeres que habían sabido alegrarle la vida. 

“Si, mujeriego, don Álvaro, pero todo un caballero en el trato con esas hermosas señoras, que saciaban su necesidad, de lo que yo con maestría me encargaba de ejecutar. Alguna vez tuve que saltar por el balcón de LA SACRISTÍA (una pensión ya derribada, donde no íbamos, lo entenderá, a “rezar”) con mis potencias al aire a todo correr, porque subía por la escalera el marido eclesiástico, con todo furor y una gruesa cayada o garrota para castigar. He vivido del campo y del cuento. La nodriza que me cuidó me contaba muchas historias y cuentos, para que me durmiera al fin y la dejara en paz. Muchas eran mentiras y otras eran verdad. Esas historias me han proporcionado, con el tiempo, muchos platos de comida, que a la barriga hay que llenar. Tengo una colección de achaques, que debo sobrellevar, sobre todo esas ventosidades, a causa de los potajes con fabes, que debo tomar con regularidad, pues hay que tener buen combustible para poder caminar.



Durante dos largos días Celestino estuvo contando abundantes historias, a cambio de cafés, palomitas de aguardiente y ese rico plato de cocido, con garbanzos, alubias, chorizo, morcilla, jamón, ternera, costilla añeja, almuerzo que le daba “combustible para seguir imaginando y narrando. Eran historias insólitas, divertidas, también dramáticas, burlescas, de amores y engaños, en las que con frecuencia aparecía un cura. Celestino justificaba la presencia de un sacerdote a que en su infancia fue monaguillo de la iglesia de su pueblo, por lo que llegó a conocer bien muchos entresijos que no suelen salir a la luz pública. 

Álvaro, profundamente satisfecho del filón narrativo que había encontrado, iba tomando notas manuscritas, porque el veterano campesino no se fiaba de esos “cachivaches” que se quedan con tus palabras y se escucha como si hablaran gatos con patos. Por las noches, ya en su habitación de las Tres Chimeneas daba un poco de cuerpo, ordenando datos y puntos de interés, en esas situaciones que parecían inverosímiles en principio, por la gran verdad que contenían. Era toda una suerte haber encontrado a este gran juglar de la palabra, un tesoro humano que se lo tenía que agradecer a la buena Evelia, portera del bloque en donde residía en Madrid. 

“¿Y nunca te has planteado, amigo Celestino de disfrutar tu vejez en una buena residencia para la tercera edad? Ahí estarías bien cuidado y alimentado, ya que te lo has ganado con tu esforzado trabajo de cada día, labrando, plantando y recolectando en el campo. Pienso que los enfermeros y monjas asistentes quedarían profundamente maravillados con tu interesante sabiduría, ganada pulso a pulso en esa vida tan larga que el destino ha querido regalarte.”

“Amigo don Álvaro, aunque agradezco sus buenos consejos, esas “puticasas” son para viejos, no de edad sino de espíritu y bajo ánimo ¡Qué pintaría yo allí!” La gallardía y entereza del veterano labriego y narrador de historias era innegociable para la debilidad. 

En las semanas siguientes, Álvaro se encerró en su ático y estuvo escribiendo una historia de 8 capítulos aprovechando, lógicamente, todo el valioso material que Celestino le había facilitado. Ese libreto o guion, que iba a servir para un encargo de una poderosa productora, se iba a titular precisamente 8. Iban a ser ocho capítulos encadenados que, cuando se produjo el montaje definitivo, en los títulos de crédito aparecía una dedicatoria afectiva: 

A CELESTINO, GENERADOR DE VIDAS CONTADAS. 

Tras el bien acogido estreno, Álvaro se desplazó un fin de semana a Cercedilla del Campo, para visitar a su amigo. El veterano juglar narrador seguía sentado en una de las mesas del establecimiento de Pedro “el Beato”. Le llevó unos dulces, le mostró el libreto de la película y almorzó y cenó con su entrañable amigo, que seguía narrando historias de su juventud. Al despedirse, dejó una cantidad suficiente para que Nano le sirviera cada día a Celestino su café, con la palomita de anís, y ese plato caliente de cocido de fabes que tanto le agradaba.  “Nos veremos en el infierno, querido truhan. Te quiero”. Su viejo interlocutor se levantó de su asiento y abrazó con fuerza a su “hermano, don Álvaro”. 

Este inteligente sistema, colaborador para la creatividad, lo sigue utilizando LUZAMAN para cuando tienen crisis imaginativa. Los argumentos de las obras fílmicas sean ficticios o reales, se encuentran en esas vidas que deambulan a nuestro alrededor, en un mundo en un mundo cada vez más incomprensible y perturbador. -

 

 

 

LA ANGUSTIA CREATIVA

DEL GUIONISTA

 

 

       José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 31octubre 2025

                                                                                                                                                                                                               



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