Cuando hemos vivido una dolorosa situación, aún con el sufrimiento latente, voces amigas, portando el ropaje de la mejor voluntad, nos aconsejan que la mejor solución es mirar hacia adelante, pues ese amargo pasado ya no lo podemos evitar. Hay que actuar sobre el futuro. El pretérito ya es inamovible, en nuestro diario caminar. Otras posturas o planteamientos, sin negar el posicionamiento anterior, sugieren que obviamente ese pasado no lo deberíamos olvidar, pues, además de explica el presente, nos puede ayudar a mejorar el futuro que, individual o colectivamente, vamos a protagonizar. En este contexto psicológico, insertamos el relato de esta semana.
Una frase que hemos escuchado en repetidas ocasiones nos dice: “el primer amor nunca se olvida”. Esta expresión puede ser exagerada y teñida de intenso romanticismo. Pero, efectivamente, esa primera relación “amorosa” en la etapa adolescente de nuestras vidas, queda, de alguna forma, indeleblemente grabada en nuestra memoria.
BELINDA Arias, habiendo realizado un módulo profesional de biblioteconomía, pudo acceder a una plaza de sustitución en una biblioteca de titularidad municipal. En este espacio cultural para la lectura, no sólo había centenares de libros en los numerosos estantes expositores, sino que además de una sala de ordenadores, también tenían un servicio de préstamo de interesantes películas, en formato CD y DVD. Era admirable la zona dedicada s la infancia, con libros, películas o cuentos, que hacían las delicias de los más pequeños.
La directora de la biblioteca, Doña GONZALA Téllez, encargó a Belinda que organizara una SECCIÓN de CUENTACUENTOS, los lunes, miércoles y viernes, a partir de las siete de la tarde. A sus 22 años, esta chica procedente del pueblo de Casabermeja se había trasladado a la capital provincial buscando los incentivos de la gran urbe. A la chica le encantaba estar rodeada de niños, todos felices y contentos, que cada tarde escuchaban el cuento que les contaba y escenificaba con hábil mímica y emoción la seño Beli.
Una gran mayoría de los pequeños asistentes a los cuentacuentos eran llevados por sus madres o padres, que los dejaban al buen cuidado de la Srta. Beli, mientras ellos se iban a dar alguna vuelta o a realizar alguna otra gestión, para volver a recogerlos pasadas las 20 horas. Aunque a esa hora de inicio del cuento del día los niños ya habían merendado, algunos llevaban a la señorita algún bombón o caramelo de miel y limón para que aliviara la garganta, que a veces se irritaba de estar hablando y escenificando durante esa “alargada” hora para la distracción y la imaginación.
Doña Gonzala dejaba a Belinda cada mañana un buen tiempo de tranquilidad, a fin de que preparase el cuento que tenía que narrar por la tarde. La bibliotecaria estaba muy satisfecha con el trabajo que desarrollaba la empleada interina. Le había prometido que haría alguna gestión con la concejalía de cultura para que le fuese renovado el contrato a su finalización.
Entre los padres y madres que acudían con sus niños al cuentacuentos de cada día, había un joven padre, LUIS, que traía a su hija pequeña NINA. Uno de los días, este padre pidió autorización para quedarse con su niña en el cuentacuentos. Justificaba su petición porque le agradaba ver disfrutar a la pequeña con las historias narradas por Beli. Tomó asiento a una prudente distancia para no molestar. Cuando al final de la sesión se acercó al grupo para recoger a su hija, ésta, con la natural inocencia le dijo a la narradora: “Seño, mi papi se llama Luis y también le gusta que le cuenten historias bonitas”.
Luis trabajaba como administrativo en el negociado de aguas del ayuntamiento. A las 14:30 finalizaba su jornada laboral. A sus 30 “abriles” hacía un año en que su matrimonio se había roto. Su esposa VENECIA, administrativa en un bufete notarial, estaba “colada” con el director y propietario de la notaría, don EUSTAQUIO, una persona de mediana edad, con mucho dinero, vehículos, casas y alguna embarcación en la costa. La atracción era recíproca entre la empleada y el jefe de este despecho. La ruptura subsiguiente con su marido provocó que negociaran el tiempo que Luis se haría cargo de su hija, pues la niña, de mutuo acuerdo viviría con la madre. Luis recogía cada tarde a Nina a la salida del colegio, para dar un paseo juntos, darle de merendar y llevarla al cuentacuentos.
Cada tarde, al finalizar el cuento del día, Luis y Belinda intercambiaban algunas frases, ante la mirada sonriente de Nina. Pronto llegó la invitación a un helado, merienda o la sugerencia de cenar, en alguno de los atractivos restaurantes de la ciudad. “Me gustaría invitarte a una película este sábado, de la que me han hablado muy bien”. Por supuesto que Belinda estaba ilusionada con esta amistad que había surgido casi sin esperarlo, con el padre de una de las niñas asistentes al cuentacuentos. La amistad entre ambos se fortalecía por momentos. Incluso se intercambiaban llamadas telefónicas, buscando algún motivo, aunque éste fuese banal. Luis le explicó de una manera razonada los motivos por los que su matrimonio con Venecia había fallado. “Creí, neciamente, que las subordinadas o empleadas sólo enamoraban al jefe en las películas. Fue un golpe afectivo muy duro que poco a poco he ido integrando en mi vida y sobre todo desde que tuve la suerte de conocerte”. “Venecia siempre fue una persona muy inmadura y bastante fantasiosa. Un día “nos pasamos” y la boda se tuvo que celebrar. Por fortuna, nació la joya o ángel de Nina que ahora ya ha cumplido sus seis añitos. Con paciencia y con mucho cariño, Venecia y yo sabemos sobrellevar esta situación, a fin de evitar el mayor sufrimiento posible a nuestra hija”.
Belinda, huérfana de padres por accidente de automóvil, había vivido desde los 16 con su única tía, JACINTA. Tras haber dejado de residir en su pueblo, Casabermeja, tomó Málaga capital el alquiler de una habitación con derecho a servicios comunes, en un gran bloque de vecinos ubicado en la zona de la Cruz de Humilladero. La plaza de auxiliar interina la había conseguido en la Biblioteca Pública Municipal Manuel Altolaguirre. Se enamoró intensamente del apuesto Luis, un padre de familia separado de su esposa, que tenía a su hija Nina, como gran tesoro de su vida. Precisamente, había sido esta niña de seis años el motivo para que ambos se conocieran. Durante algunas noches Beli se solía quedar en el apartamento que Luis había alquilado tras su separación, pues uno y otro se sentían emparejados. A pesar de sus 22 años, Luis era para ella su primer gran amor. Hasta ese momento no había tenido pareja estable. El padre de Nina también se sentía muy feliz y compensado, tras su fracaso con su mujer Venecia. La pequeña asistente al cuentacuentos de las tardes era una poderosa aliada de la “seño” por la que sentía gran admiración y cariño. Pero en esta bella historia, que parecía contentar a todos sus integrantes, el incierto y “travieso” destino quiso intervenir con penosa voluntad, para poder a prueba a dos seres que entendían y gozaban perfectamente la convivencia.
Un fin de semana Luis faltó a sus habituales citas. Beli lo llamó por teléfono, pero lo notó algo raro, excusándose en que algo le habría sentado mal. El lunes siguiente Nina apareció en la biblioteca para escuchar el cuentacuentos, pero en esta ocasión iba acompañada de una mujer que la llevaba cogida de la mano. ¿Podría ser Venecia? Efectivamente, la pequeña presento a su acompañante: “Seño, esta es mi mamá”. Un día después, a la salida de la biblioteca, Luis la estaba esperando. Se mostraba visiblemente nervioso. ¿Te parece que vayamos a tomar algo? Tengo que hablar contigo, manifestó el atribulado padre de Nina. Con ojos lagrimosos le vino a decir que Venecia había reaccionado positivamente, después de casi un año de relación el notario (en realidad el jurista se había hartado de los caprichos y respuestas de la que había sido su amante). Tras pedirle perdón con sollozos, le había rogado, una y otra vez que volvieran a intentarlo. Que todo había sido una locura a consecuencia de su inmadurez. Que lo hiciera también por la hija que ambos tenían en común.
En esta complicada tesitura, Luis pensaba sobre todo en la estabilidad emocional de Nina. Con mucho dolor por su relación de Belinda, había decidido dar una nueva oportunidad a su ex. Aunque con el corazón partido y sin poder reprimir las lágrimas, su joven interlocutora aceptaba con madurez el planteamiento de la persona a quien quería. Este duro golpe afecto a la estabilidad emocional de Beli. Doña Gonzala, viendo depresivo estado anímico de su auxiliar, le autorizó que pasara un día en su casa para comenzar su recuperación.
“Comprendo, Beli, lo que supone un primer amor, en tu caso con mucha fuerza e ilusión. Pero ahora tienes que hacer todo el esfuerzo posible para olvidarlo. Tendrás muchas más oportunidades con otras personas. No mires hacia atrás, sólo hacia adelante. El pasado ya no puede volver. Tienes toda una vida para luchar y conseguir tus objetivos”.
Pero olvidar no era fácil para esta joven bibliotecaria. Nina dejó de ir al cuentacuentos de las tardes, lo cual era una ayuda para el olvido, pero también un intenso dolor pues había cogido mucho cariño a esa niña que siempre se había mostrado muy cariñosa con ella.
HA PASADO ALREDEDOR DE UN AÑO. Doña Gonzala ha conseguido su merecida jubilación, después de trabajar dirigiendo la biblioteca varias décadas. Beli sigue trabajando allí, rodeada de libros y con sus cuentacuentos. Ahora tiene un contrato fijo, con otros dos compañeros. La nueva directora, CELESTE lleva muy bien este establecimiento publico cultural.
Un viernes, apareció Luis con Nina para el cuentacuentos. Cuando los vio llegar, Beli no podía sostenerse en pie. Cuando finalizo su labor narrativa, Nina, ya con siete años, se le acercó y le dio un beso.
“Mi papá quiere hablar contigo, pero no se atreve a pedírtelo. Trátalo bien. Yo no he venido al cuentacuentos porque a mi madre no le gustará que volviera a esta biblioteca. Pero no me he olvidado de ti. Y te he traído un cuento corto que he escrito pensando en ti”.
Aquella noche, Beli abrió el sobre y extrajo la hoja del cuento. Al final de la corta historia, su pequeña amiga había escrito: “Mi papá te quiere. Ahora está muy sólo, pero nunca más te va a dejar. Y yo tendré dos mamás”. No pudo contener unas lágrimas de emoción, que humedecieron de ilusión una hoja infantil de libreta.
Los designios del destino son crípticos para nuestra racionalidad. Luis y Belinda han recuperado el amor. Al igual que Venecia, con el notario don Eustaquio. Las aguas vuelven a su cauce. El perdón y el mirar hacia adelante, para una nueva oportunidad, ha sido una eficaz terapia, ayudada por la inocencia maravillosa de una niña de siete años. De lunes a viernes Nina vive en casa de su madre. Los fines de semana los pasa con su padre y respetando sus palabras “mi segunda mamá”. Podemos concluir que el destino ha sido generoso, con esta grata y segunda oportunidad. -
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José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Viernes 24 octubre 2025
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