Contemplar el
voluminoso vaso de un gran embalse o pantano sin agua, observar el cauce
completamente seco de una arteria fluvial o esas fuentes con sus caños
ausentes, son duras imágenes que superan la infortunada percepción de una sequía
y que nos dejan un amargo sentimiento de los comportamientos o respuestas
ingratas que la naturaleza, en muchas ocasiones, nos depara. Pero esa terrible
aridez no sólo aparece en el entorno geográfico, sino que también se genera en
las relaciones sentimentales que afectan a los seres humanos.
La pareja
protagonista de este relato forma un matrimonio socialmente admirado y
económicamente consolidado. Ambos cónyuges, con cualificada formación
universitaria, ejercen profesiones de saneada rentabilidad material. A ojos de
los demás son un perfecto ejemplo para la admiración e incluso para esa envidia
“sana” por la suerte y resultados que algunos pueden llegar a conseguir en sus
vidas.
RODRIGO, 56 años, es doctor en Ciencias
Económicas. Está adscrito, desde hace muchos años, a un prestigioso despacho de
asesoría e inversión de grandes capitales, teniendo en su cartera de clientes
apellidos ilustres, tanto nacionales como extranjeros. Es un “enamorado” tenaz
de su profesión, a la que dedica un número importante de las horas del día.
Debido a su atareado trajín laboral, resulta frecuente que sólo vea a su esposa
en la hora de cenar. Incluso son muchas las noches en que tiene que compartir
la mesa con esos importantes y selectos clientes, a los que hay que bien
atender y en modo alguno defraudar. Durante algunos fines de semana, suele
acudir al Club de Campo La Torrentera para jugar al golf, actividad deportiva
en la que nunca ha destacado, pero que le entretiene y reduce el estrés
acumulado durante la intensa actividad negociadora desarrollada en la semana. Con
esta práctica además fomenta los contactos con antiguos o potenciales clientes que
enriquezcan y sustenten el prestigio y los elevados ingresos de la empresa para
la que trabaja. Practica, desde hace muchos años, una curiosa afición en el
ámbito de su privacidad, como es el coleccionismo de llaves, habiendo acumulado
hasta este momento de su vida más de 2.500 ejemplares, de todos los tamaños,
formas, materiales y épocas. Precisamente, en el chalet individual donde
reside, integrado en la selecta urbanización Los Quejigales, ha construido un
cobertizo, ubicado en un angular de su amplio jardín, en donde tiene
clasificadas y archivadas esos miles de artísticas y curiosas llaves de puertas,
baúles, aparadores y demás mobiliario. Aunque él simula “no darse por aludido”
entre sus amigos, compañeros de despacho y demás conocidos, le dan el nombre
del “llavero” aunque también otros suelen apodarle como “el sereno del
Quejigal”, con cariñosa y amena simpatía.
DELIA, la esposa de Rodrigo, con la que lleva
25 años casado, tiene siete años menos que él. Nada más finalizar su
licenciatura en la facultad de Farmacia, en la ciudad nazarí de Granada, se
hizo cargo del establecimiento farmacéutico propiedad de su padre, quien por
razones de salud accedió con anticipación al estado de jubilación. Este antiguo
profesional de la farmacia cedió el testigo a su única hija que, muy bien
preparada, lleva con mano diestra este comercio para la salud, ubicado en el
céntrico, popular y tradicional entorno, muy transitado de público, de la zona
próxima a la Iglesia de san Juan, Mercado de Atarazanas, Puerta del Mar y Plaza
de Félix Sáenz malacitana. Dos mancebos, Lily y Aniel, se turnan en ese horario
de nueve a diez de la noche, ayudando a la titular propietaria, período en que
el establecimiento atiende al público, entre lunes y sábados, más los periodos
rotarios de guardia por las noches. Delia tiene también sus “tentaciones” para
la distracción, en este caso es la acumulación compulsiva de ropa, de todos los
colores, tallas, calidades y “hechuras”. El amplio ropero de su domicilio se
halla atiborrado de prendas, necesitando periódicamente una revisión a fin de
regalar a determinadas amigas o a establecimientos benéficos, abundantes
prendas de vestir o de calzar, ropa con muy “escasas puestas” y algunas piezas
prácticamente sin estrenar.
Después de
cinco lustros de convivencia la pareja “sufre” de ese cansino y rutinario
aburrimiento sentimental, que ni uno ni otro se atreve a abordar con la
rotundidad y valentía necesaria, tal vez siguiendo ese consejo que los
mecánicos veteranos nos ofrecen cuando llevamos el coche al taller: “en muchos
casos, lo mejor es no abrir el capó del motor, a menos que sea estrictamente
necesario. Si tocamos algún tornillo puede ser incluso peor. Mientras que el
coche funcione … es mejor no trastear muchos engranajes. En todo caso, se
sustituye esa pieza estropeada y todos tan felices”. Y así iban pasando los
días, con esa rutina desvitalizada, que tanto miedo les daba reconocer e
intentar arreglar.
La cigüeña
encontró pronto el domicilio de los Valenzuela – Giralda, tras su enlace
matrimonial. Trajo, en colaboración con los jóvenes esposos, una linda hija a
la que pusieron el plácido nombre de SERENA.
Esta niña fue la única visita que realizó la cigüeña, ante lo ocupados que
estaban siempre los señores de la casa. En la actualidad se ha convertido en
una muy preparada joven de 24 años, ya casada y con un hijo recién nacido.
Serena trabaja como programadora informática, en el Parque tecnológico de
Andalucía, en Málaga.
El matrimonio
de Rodrigo y Delia padece de aburrimiento y desvitalización en su ardor sexual.
La llama de la atracción se ha ido paulatinamente apagando, al paso de los
años, sin que ninguno de los cónyuges haya tenido la imaginación y decisión de
dar un golpe de timón a sus monótonas existencias. La incomunicación entre
ellos es notoriamente palpable, aunque educadamente disimulada. El estado del
tiempo meteorológico hace tiempo cronológico que ha dejado de ser ese socorrido
recurso para rellenar los incómodos silencios durante la cena, mientras siguen
pasando los minutos ante un televisor que habla y “entontece” aturdiendo a unos
espectadores ausentes en su concentración o exaltación afectiva.
Sin embargo,
el destino, a veces oportuno, a veces cruel, las más de las ocasiones travieso
y caprichoso, quiso “ayudar” a estas dos vidas somnolientas, que naufragaban
sin incentivos en el mar de la tensión emocional o pasional. Su críptica acción
y mágica influencia hizo posible que ambos recuperaran ese vigor perdido de la
ilusión en el sentimiento emocional. Con unos meses de diferencia, uno y otro
vieron renovarse felizmente sus aletargadas existencias.
Primero fue
Rodrigo, quien jugando al golf en la Torrentera conoció a LAURA, una
joven de 29 años (27 menos que el asesor financiero). Quedó “cautivado” por su
“angelical sonrisa, la desbordante simpatía que irradiaba y con un cuerpo
verdaderamente atractivo, por su delgadez y agilidad de movimientos, aunque
eclipsado por el notable tamaño de su boca, aspecto genético cruelmente
utilizado por esas envidias y rivalidades malsanas, que no se recataban en
apodarla “el buzón de los escaparates”. La pobreza de esa expresión provenía de
que la chica, diplomada en los estudios de diseño, publicidad y moda
internacional, se había convertido en una consolidada profesional
escaparatista, con abundantes y bien retribuidos encargos entre las más
prestigiosas firmas comerciales.
Esta joven, muy aficionada a las
actividades senderistas y prácticas de natación, había participado en no pocas “carreras”
del amor fácil. Pero tras su encuentro con Rodrigo, a través de amigos comunes,
hizo muy buenas migas con el sosiego, la madurez, el atractivo y el habitual
despiste que mostraba el bien adinerado asesor de finanzas, que se había
ilusionado “perdidamente” de esa novedad para combatir el aburrimiento
existencial en el que se veía sumido. La secreta relación entre ambos se fue
sustentando en el intercambio de simpatía, ilusión, atracción y pasión que
Laura aportaba, con los gestos muy dadivosos que su amante generaba (joyas,
cenas, promesas de futuro) y una exuberante sensualidad (largos años contenida)
difícil de rechazar o limitar. En definitiva, que don Rodrigo se había echado
una atractiva amante, que le había devuelto la alegría de vivir.
Un par de meses después, también la
ilusión sentimental llamó a las puertas vitales de Delia. El encuentro no fue
fortuito, pues se había ido gradualmente gestando a través de diferentes
ocasiones con un muy joven jefe de sección de unos prestigiosos grandes
almacenes, llamado THEO, 32 años, que atendía con proverbial
profesionalidad y afecto los en principio requerimientos comerciales de esta
compulsiva e ilusionada cliente, sentimientos que se veían vigorizados cuando
la bien conservada señora se veía inmersa en la multitud de prendas y
complementos que pueblan la planta cuarta del prestigioso establecimiento. Una
vez fue la talla de un abrigo de cachemir, en otra ocasión unos arreglos
urgentes para un lujoso traje de ceremonia en un enlace matrimonial y,
finalmente, un conjunto blazer, de marca francesa, cuya talla y hechura no se
adaptaba bien a unos gramos superfluos que soportaba el todavía esbelto cuerpo
de la farmacéutica.
Todo comenzó con una invitación a café, en
la cafetería del centro comercial. Más adelante, el generoso gesto de unas localidades
en la tercera fila del patio de butacas, para
un famoso musical puesto en escena en el Teatro Soxo CaixaBank (ambos
“tortolitos” son muy aficionados al arte escénico), culminando el proceso
atractivo, una romántica y suculenta cena, en un restaurante cinco tenedores,
allá en todo lo alto del remodelado edificio Only you, frente a la céntrica
Larios. Por supuesto, en una noche en que Rodrigo llegaría muy tarde a casa,
por tener que atender a unos adinerados inversores japoneses que deseaban
participar en una gran promoción residencial en el paraíso Marbellí de la Milla
de Oro. El ardiente amor había surgido entre ellos, a pesar de los 17 años que distanciaban
sus respectivas cronologías.
En una y otra pareja, el secretismo e
infidelidad de sus actos acrecentaban la emoción de los numerosos y trabajados
contactos furtivos, para los que siempre encontraban ese hueco y oportunidad
que alegraba sus “romas” y cansinas vidas. Rodrigo siempre tenía en la cartera, como
excusa o recurso para su cónyuge, esa reunión imprevista y urgente, con señores
que buscaban invertir y rentabilizar sus capitales, buscando un asesor con
prestigio que no defraudara sus crematísticas expectativas. Sin embargo, por
esos “milagros” que también acaecen en la Tierra, los interesados capitalistas
del dinero negro se transformaban en un cuerpo ágil, fresco y atrayente para el
amor, con esas risas espontáneas y dinamizadoras de la delgada escaparatista,
con su angelical rostro siempre abierto a nuevas, endiabladas y agotadoras
travesuras para el sentir. Delia confiaba en la discreción y buen hacer
de Lily y Aniel, a fin de estar cada día el menos tiempo posible en la
farmacia, pues ansiaba aprovechar intensamente las horas disponibles en los
turnos rotatorios de su amante, el comercial textil. Por cierto, en la vida de
Theo y a pesar de su juventud ya había habido una profunda unión de pareja, de
la que había nacido una hija. En estos momentos su madre, Eva, estaba unida a
un maduro anticuario francés, que aportaba a la unión, además de su deslumbrante
cultura, una atrayente cuenta bancaria que motivaba la disponibilidad y favores
de la muy bien dotada Eva.
Theo y Laura, a medida que mantenían
su relación sentimental con sus veteranas parejas, apremiaban a éstas para
diesen el paso definitivo de la ruptura abierta y definitiva con sus cónyuges
respectivos, decisión que uno y otro iban dilatando, con excusas e indecisiones
varias y jugando con plazos una y otra vez incumplidos. Rodrigo y Delia, cuando
salían del acogedor lecho embriagador del amor ilícito, olvidaban sus continuas
promesas, pues aparecían en ellos las indecisiones derivadas del escándalo que
su gesto conllevaría, no sólo en lo social o profesional (en el caso de
Rodrigo) sino también en el familiar, pues la reacción de su hija Serena no
dudaban podría ser agriamente explosiva y de distanciamiento filial definitivo,
dado su carácter intransigente con los fatuos convencionalismos sociales.
Resultó curioso, y sin duda producto
del azar profesional y del encaprichado destino, que Theo y Laura se
conocieran, sin que sus respectivos amantes tuviesen noticia del hecho. El
contacto provino de una promoción de las nuevas prendas para la estación
primaveral, que los grandes almacenes tenían previsto realizar. Theo encargó el
montaje ornamental y promocional a una reconocida profesional del diseño
publicitario, que resultó ser Laura. Tanto el jefe de sección como la
escaparatista de la muy amplia sonrisa se cayeron muy bien, cumpliendo
eficazmente las obligaciones profesionales de sus respectivas funciones
laborales. Uno y otro estaban precisamente atravesando una fase de plena
tensión emocional, con sus dos “talludos” amantes, recelosos de dar ese paso
definitivo que cada uno demandaba, aunque, lógicamente, ninguno hizo mención de
este complicado asunto vinculado a su estricta privacidad.
En esas dudas que albergaba los
corazones y mentes de Rodrigo y Delia, había momentos en que ambos se sentían
atraídos físicamente, tal vez como contraste ante el inminente paso de la
ruptura matrimonial que estaban dispuestos a dar, aunque no encontraban el
momento y la fuerza necesaria para llevarla a efecto. Sin embargo, fue la
farmacéutica quien prometió, una vez más a Theo, que iba a dejar ya, sin más
dilaciones, a su marido Rodrigo. Para ello, lo importante era encontrar la
fecha y la circunstancia más propicia para comunicarle esta trascendental
decisión en sus vidas. Ante la insistencia del cada vez más “obsesivo” comercial
amante, fijó ese momento para la cena que pensaba celebrar con motivo de su 50
aniversario, reunión familiar a la que asistiría su hija Serena con su marido
Flavio, guionista y productor videográfico. Estos último percibían que el
comportamiento de Rodrigo y Delia era cada vez más frío y distante, en su
relación conyugal. Pero achacaban ese distanciamiento y patente incomunicación
entre ambos a las consecuencias de la edad y al tiempo que llevaban
conviviendo.
La noche previa a celebración de esa cena
familiar, con motivo de su medio siglo de vida y contratada precisamente en la
terraza del Hotel Only You, Delia se sentía bastante nerviosa e insomne, a
consecuencia de la importante declaración pública de ruptura que iba a hacer a
su marido, delante de Serena y Flavio. Se incorporó de su cama (el matrimonio,
desde hacía meses, dormía en lechos separados, ocupando el mismo dormitorio) en
plena madrugada, para prepararse algo caliente en la cocina. El reloj marcaba,
en la penumbra de la noche, las 3:35 horas. Sentada en el salón de su señorial
chalet, tomaba pequeños sorbos de una infusión relajante que se había
preparado, además de un comprimido de Melatonina que le ayudase a conciliar el
sueño. Plenamente desvelada, pensaba una y otra vez en las personas de Rodrigo
y Theo. También en la reacción de Serena. Abrumada ante este trascendental momento para
su futuro, se entretenía, de manera mecánica, siguiendo con el dedo índice los
laboriosos bordados de uno de los cojines que reposaba junto a ella. Al
moverlo, observa en la media oscuridad del salón una luz blanquecina que salía
de su base. Era el móvil de Rodrigo, quien lo había dejado allí olvidado antes
de irse a la cama. Siente curiosidad, en la tensión aburrida que alberga,
comenzando a juguetear con el mismo. Conoce las claves que utiliza su marido,
por lo que no tiene dificultad alguna para su apertura. Durante largos y
contrastados minutos en lo anímico, conoce aspectos fundamentales y
desconocidos para ella acerca de la secreta relación sentimental que mantiene
Rodrigo con una mujer cuyo nombre e imágenes son inéditos para su conciencia,
Laura, la autora de una última llamada a ese número y que había quedado sin
responder. El resto de la noche apenas
descansa. En ella se mezclan sentimientos de liberación, frustración, rencor y
humillación por sentirse burlada. Muy de mañana comunica telefónicamente con
Aniel, para explicarle que ese viernes no acudirá a la farmacia por asuntos
familiares, pidiéndole que él y Lily se encarguen de atender bien el
correspondiente servicio.
A continuación, contacta
telefónicamente con su amante Theo, a fin de para pedirle salir juntos a cenar
esa noche, pues tiene algo importante que transmitirle. Le aclara que Rodrigo
tiene reunión con unos clientes y no volverá a casa hasta la madrugada. Quedan
citados en la puerta del Hotel Only you, de tan buenos recuerdos para ambos, a
las 21 horas.
Laura recibe un mensaje remitido desde
el móvil de Rodrigo, a las siete de la tarde de ese mismo viernes. En su
contenido, supuestamente escrito por su amante Rodrigo, éste le pide acuda al
restaurante del hotel Only you, para compartir una cena. Le anticipa que tiene una importante y
trascendental noticia, que le va a llenar de alegría. Que no puede ir a
recogerla por unos imprevistos de última hora. Se despide con unas cariñosas
palabras no exentas de sensualidad.
Delia le pide a su marido que recoja a
Serena y a Flavio y los tres vayan directamente al restaurante. Ella acudirá
puntual a la cita, ya que es la homenajeada por su aniversario, pero antes
quiere estar un buen rato visitando a una íntima amiga de la infancia que se
encuentra enferma. Con tiempo suficiente, se desplazará al hotel.
A las 21 horas, con británica
puntualidad, Delia atraviesa la puerta del hotel, bien acompañada por su ilusionado
Theo. Allí esperan Rodrigo, Serena y Flavio que observan con extrañeza como su
esposa y madre, respectivamente, aparece espléndidamente engalanada y
acompañada por un joven al que en modo alguno conocen. Casi al unísono también
entra por la puerta Laura, con su amplia y habitual sonrisa, centrada en la
persona de su amante.
La escena es de impacto. Rodrigo se
pregunta “descompuesto” qué hace allí Laura. Theo y Laura se reconocen de
inmediato, por su colaboración comercial en el márketing de la ropa primaveral.
Serena y Flavio se siguen preguntando quiénes son los dos jóvenes que parecen
conocer muy bien a sus padres. Rodrigo cae en la cuenta, de inmediato, de toda
la trama urdida por su mujer. Ahora se explica el por qué de la desaparición de
su móvil esa tarde, aparato telefónico que precisamente encontró su mujer
debajo de unos cojines.
Los seis personajes se encuentran agrupados
en una atmósfera de incómoda tensión. Se observan unos a otros y nadie dice
palabra alguna. Las sonrisas de Laura han desaparecido. Serena y Flavio miran
con rabia a sus padres, pues en décimas de segundo están captando el trasfondo
de la situación. Theo también comprende el entramado en el que se encuentra
inmerso y busca en el interior de su mente ese autocontrol que tantas veces ha
de utilizar, en su cualificado puesto de trabajo. Laura, cada vez más seria,
mira retadoramente a su amante, pidiéndole con evidente enfado una explicación a
esta escenificación. La única que vuelve a sonreír es Delia, que se muestra
complacida de su “endiablada” actuación, especialmente viendo el rostro de
circunstancias de su marido, que trata de aparentar una serenidad totalmente
forzada y falta de credibilidad.
Con frialdad y “madurez americana”,
los seis comensales deciden tomar asiento en una gran mesa habilitada al efecto
y comienzan a cenar. Durante la ingesta intercambian crípticos e incómodos
silencios, gélidas miradas, algunas expresiones amables, un tanto banales,
además de los nerviosos y jocosos comentarios que hace Flavio, intentando
repetidamente distensionar aquel complicado y patético embrollo.
Cuando el ágape de aniversario
finaliza, Delia se despide cariñosamente de Theo y lo propio hace Rodrigo con
Laura. Serena y Flavio también se marchan con rapidez, pues tienen a una
“canguro” en casa al cuidado de su pequeño. En el camino de vuelta, los dos
jóvenes van comentando la rancia decadencia de sus mayores, a los que tildan de
aburridos y ridículos.
Al paso de los meses, los
acontecimientos han sembrado cambios en las
vidas de todos estos protagonistas. Las nuevas parejas formadas por Delia y Theo, como la de Rodrigo y
Laura, han llegado al final de sus ilusionadas experiencias, decidiendo en
ambos casos y con un intervalo de semanas, que lo mejor era dejarlo, pues ya no
tenían mucho más que decirse. Sin
embargo, Rodrigo y Delia no recuperarán su antigua convivencia, pues entienden
que volver a intentarlo sería como recorrer un camino ya conocido y errado, un
más de lo mismo, sin expectativas ilusionantes para ninguno de los dos. Ahora
están decididos a construir y rellenar cada uno de los días, con la libertad e
independencia de su absoluta individualidad. Sin embargo, en todo este tramado
o madeja de relaciones, surge una nueva esperanza, en un mensaje que un día
aparece en el móvil de Laura, remitido por las palabras amables y cariñosas de
Theo Aldavilla:
“Querida Laura. Tengo dos buenas localidades para el
sábado en el Cervantes. Interpretan una obra muy bien valorada por la crítica.
Me harías muy feliz si aceptaras acompañarme. Después de la representación,
podríamos ir a cenar a algún restaurante con encanto. Espero con ilusión y
ansiedad tu afirmativa respuesta”.-
LOS SECOS CAUCES DE LA DESMOTIVACIÓN
José
L. Casado Toro
Antiguo
Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
18 marzo
2022
Dirección
electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog
personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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