El muy completo en datos informativos reloj
digital, que reposaba en el gran aparador lateral ubicado en la sala de estar
del domicilio, propiedad de los Valenzuela, marcaba con exactitud las 16:35
horas. Los propietarios del bien acomodado inmueble se sentían atrapados por de
la tensión emocional que dominaba, aquella tarde de julio, la cálida atmósfera
de la vivienda. Tanto don Calixto, funcionario
del Registro de la Propiedad con sede en Málaga, como su esposa doña Eufemia, que se ocupa de las tareas del hogar,
se hallaban gozosamente nerviosos porque a partir de las cuatro y media de un
“aterralado” viernes de julio, con temperaturas que superaban los treinta
grados a la sombra, tenía anunciada su visita un profesional de la fontanería,
intensa y repetidamente buscado. Esta familia soportaba, desde hacía semanas,
el goteo incesante y la pérdida de agua de
las dos cisternas instaladas en los cuartos de baño, que además molestaban, con
la percusión de su hídrica acústica, el sueño y el descanso descompensado de la
vecina del piso inferior, 6º C, doña Cándida,
señora de avanzada edad y fuerte carácter, quien ya había protestado en
numerosas ocasiones a los propietarios del 7º C.
La búsqueda del fontanero no había sido fácil,
sino todo lo contrario. Los profesionales recomendados. tanto por el conserje
de los tres bloques vinculados, como por los vecinos y amigos, no se
encontraban disponibles, por el “abundante” trabajo pendiente que tenían anotado
en sus agendas. Cuando los Valenzuela llamaban a los teléfonos citados en las
páginas amarillas o buscaban en Internet, las respuestas eran de lo más
variopintas, ante la demanda de trabajo: “Perdone, pero hasta septiembre,
tenemos la agenda completa” “Sólo hacemos reparaciones. e instalaciones de
cierta envergadura. Para la avería que nos comenta, relativa a cisternas o
grifos, deben llamar a otros profesionales” “El coste de desplazamiento estará
en función de la distancia al taller. Cada kilómetro recorrido supone 15 €.
Obviamente, tendrán que abonar también el trayecto de vuelta” “El mínimo
laboral que cobramos es una hora de trabajo, 60 € más IVA, aparte coste de
materiales y desplazamiento” “Hay que pagar un plus por fin de semana, por el
trabajo realizado fuera del horario laboral y también si el servicio se presta
en época estival” “El presupuesto de reparación, una vez visionado el problema
o la avería, hay que abonarlo, se acepte o no el trabajo. Su coste son 35 €”
Por supuesto, en una época dominada por la telemática, la mayoría de las
respuestas eran realizadas por el contestador automático de la empresa.
Al fin, los componentes de esta familia tuvieron
más suerte, cuando telefonearon a Servicios LA
ADIVINANZA, cuya información localizaron en una detallada página Web. En
este caso la llamada fue atendida positivamente, concediéndoles fecha para la
realización del trabajo, con un par de semanas de dilación. Le aclararon que podían
prestar un servicio de urgencia, que conllevaba un gravamen de 45 € por hora de
trabajo, coste que habría que sumar al precio de la factura. Aceptaron esos
días de demora y ya, en este viernes de julio, esperaban “ansiosos” la llegada
del profesional.
Serían las 17:15 cuando desde la terraza del
inmueble vieron aparcar en la plazoleta frontal al edificio una furgoneta
Peugeot, que llevaba grabado en su fuselaje el llamativo rótulo de Servicios la
Adivinanza. Del vehículo bajó un apuesto joven, vestido con el uniforme de
trabajo también rotulado con el mismo distintivo del servicio que lucía la
chapa del coche. En pocos minutos sonaba el timbre de la puerta 7º C, Sres de
Valenzuela Quincalla. El profesional se presentó como Afranio,
saludando con manifiesta y cuidada cortesía a los propietarios del inmueble. Los
rostros de don Calixto y doña Eufemia difícilmente podían disimular la
felicidad que los embargaba ¡Albricias, hemos conseguido un fontanero! Resulta
increíble. ¡Suerte la nuestra! Ahora tenemos en casa a ese solicitado profesional,
tan difícil de conseguir y tan largamente esperado, en estos tiempos que
vivimos, con tan elevados niveles de paro en cualquier puesto de trabajo. El
“halagado” fontanero llegaba con 45 minutos de retraso, pero la tardanza no
empañaba la dicha de su muy grata presencia.
Afranio de inmediato preguntó por la ubicación de
las cisternas averiadas. Tras abrirlas y tomar unas fotos, comentó con el
rostro visiblemente preocupado en su teatralización:” Señores, hay que
sustituir ambos mecanismos del interior. Me desplazaré para comprarlos a un
almacén especializado para todo material de fontanería. Entiendan que este
tiempo será computado para el cálculo de horas trabajadas (al contratar el
servicio, Calixto había aceptado el precio de la hora tarifada: 60 € + IVA). El
fontanero no volvió hasta las 18:35, justificando que al ser un viernes de
julio, muchos almacenes no abrían en el horario de tarde e incluso reducían el
personal para la atención al cliente. De ahí su espera y tardanza subsiguiente.
La reparación de ambos elementos en los cuartos del baño le llevó unos 45
minutos, dejándolos en un perfecto estado de funcionamiento. El calor ambiental
apretaba, en aquella “sofocante” tarde veraniega. Calixto le explicó que sólo
ponían al aire acondicionado en determinados momentos, pues su mujer padecía de
faringitis crónica y temía provocarle un fuerte catarro.
Sin embargo, Eufemia, todo solícita, preparó una gran
cafetera de Nescafé frío, con hielo, para que el buen profesional refrescara su
cuerpo. En el contexto de la conversación que mantuvieron, Afranio aclaró ser
un gran bebedor de la aromática y estimulante infusión. Todos eran elogios para
el profesional que se sentía lógicamente halagado por su eficaz trabajo.
Calixto destacaba la destreza y pericia aplicada a esa artesana labor, que
posibilitaba el buen funcionamiento y necesaria limpieza de los inodoros.
“¿Dónde has aprendido a ejercer tan bien el oficio? Esa amable receptividad de
los clientes movió al joven fontanero, que era un tanto dicharachero por
naturaleza, a comentar algunos aspectos de su vida. El matrimonio percibió,
desde el primer momento de su llegada, que el trabajador era persona que,
además de ser diestra en su especialidad, usaba un vocabulario y formas
expresivas muy cuidadas. No parecía ser un operario “normal” sino que en su
vida alguna circunstancia le había obligado o aconsejado desempeñar ese puesto,
útil y necesario, de reparar o instalar elementos en los cuartos de baños o en
las cocinas.
Efectivamente, Afranio había estudiado durante
toda su etapa escolar” hasta llegar incluso a la universidad. Había finalizado
y obtenido, con 24 años, el grado de Psicología industrial. Sin embargo, este
joven, como tantos otros, tuvo que “bregar” con una época muy difícil de
recesión o contracción económica que dificultó e impidió su fácil acomodo
laboral, en la materia o actividad para la que se había preparado. No pudo o
supo encontrar un trabajo, vinculado con la titulación académica que poseía.
Para colmo de las dificultades, su novia “de
siempre” Irina, se quedó embarazada, en una
situación muy complicada en lo económico, a la hora de formar una familia. En
ese contexto, el padre de la chica, Adalberto,
que era perito de una compañía de seguros, habló con el abrumado compañero de
su hija y le conminó a encontrar unas pronta e inteligente solución. Afranio
aceptó matricularse en un curso acelerado de
fontanería, una destreza manual para la que desde adolescente había
manifestado interés. Un tío carnal, Amaro,
había trabajado durante muchos años en esa actividad. Con indudable tesón, pudo
obtener en tres meses una titulación de auxiliar de fontanería. En verdad,
desde pequeño, este psicólogo había mostrado habilidad y gusto por hacer esos
arreglos caseros, que resultan verdaderamente útiles en cualquier familia.
Así que de “quitarse el hambre a guantazos” se
puso de acuerdo con otro compañero de curso, para fundar (con la ayuda de su
suegro Adalberto) una pequeña empresa de autónomos, en un local o almacén de
unos 8,5 m2 que les cedió precisamente el tío Amaro. Fue el origen de la entidad
La Adivinanza. En apenas un año de funcionamiento, hay meses que facturan entre
los cuatro y seis mil euros, con el intenso trabajo que los dos asociados
realizan. Afranio se siente feliz con el trabajo que lleva a cabo y lo
importante es que puede mantener a la familia que forma, con Irina y la hija de
ambos, Clamia. Incluso está ahorrando para comprarse una parcela, en la zona
del Camino de Antequera/Puerto de la Torre, en la zona norte de la capital, pues
quiere construirse una casita individual, como proyecto ilusionado para su
vida. Reconoce que los estudios de psicología fueron interesantes y que algún
día tal vez podrá echar mano de ellos, si las circunstancias cambiasen, pero
que se siente feliz con lo que hace, trabajo que le reporta esos beneficios
económicos que hacen posible afrontar los gastos de cada día.
El desglose de la
factura que Afranio presentó a la agradecida familia Valenzuela fue el
siguiente:
Dos horas de trabajo, a 60 euros la hora
tarifada, 120 €. Materiales 35 €. Desplazamiento 40 €. Todo ello sumaba un
global de 195 €. A ese precio base, había que sumar el 21 % de IVA que era
40,95 €. Total a pagar: 235,95 € cantidad que don Calixto abonó en mano, sin el
menor reparo. Pidió al fontanero que le facilitara alguna tarjeta comercial, a
fin de recomendar el buen servicio entre los vecinos que le preguntasen, ya que
era “comidilla” habitual en los encuentros de ascensor o reuniones de
comunidad, la dificultad de localizar a un experto fontanero que repase los
frecuentes problemas que surgen en las cocinas y sanitarios de las viviendas o
en las instalaciones del propio edificio.
Antes de abandonar la vivienda 7º C, donde había
prestado el servicio de fontanería, recibió de doña Eufemia un nuevo presente:
le entregó en una bolsa de papel seis empanadillas de canela, con crema de
frambuesas y piñones tostados, apetitoso manjar que la señora confitaba, ya que
gustaba emplear mucho de su tiempo en la repostería y guisos de la cocina.
“Para que los disfruten en el postre de esta noche. Seguro que le habrán de
gustar. Calixto es muy goloso y se siente feliz cuando le preparo nuevas
golosinas. Si su señora quiere conocer la receta de las empanadillas (yo las
llamo de Santa Clara, pues me la facilitó la hermana cocinera de un convento de
monjas Clarisas) no dude en preguntármela, que yo le explicaré la elaboración,
que resulta bastante fácil”. Tras las gracias y los recíprocos buenos deseos,
el profesional se dirigió hacia su furgoneta a fin de emprender el camino de
casa. Faltaban unos minutos para que las manecillas del reloj marcasen las 20
horas. El sol aún alumbraba el discurrir de los peatones y las prisas de los
vehículos, con sus cálidos, pero ya tibios y anaranjados, reflejos.
Esta real y descriptiva historia posee varios e
interesantes elementos para la reflexión. En
primer lugar, el error que muchos jóvenes y sus propios padres cometen con la
obsesión universitaria. Es obvio que cada persona debe ser libre para optar por
una u otra vía académica. Pero esta decisión ha de hacerse con sensatez,
racionalidad y prudencia. No todos los estudiantes de bachillerato poseen la
capacidad, e incluso la vocación necesaria, para cursar determinadas “carreras”
o títulos en la universidad. Además, hay que el tener muy en cuenta que un
grado o licenciatura específica no garantiza el poder aplicar dicha titulación
y conocimientos para la obtención de un puesto de trabajo en la especialidad.
Hay personas que sufren una situación de paro o desempleo, contando con un rico
currículo en el que incluso hay más de una titulación universitaria. Hay que
medir muy bien el complicado y difícil tema de las salidas profesionales, para
rentabilizar determinadas carreras con el desempeño de un puesto laboral.
En otro orden, hay que analizar la obsesión de
muchos padres, empeñados en forzar la voluntad de sus hijos para que estos
cursen un determinado itinerario académico en la universidad, cuando éstos
carecen de voluntad, capacidad o vocación, para estudiar esa materia que “han
elegido” precisamente sus progenitores.
El caso de Afranio era de “manual”. Psicólogo que
sufre el paso de los años sin encontrar un puesto de trabajo en su
especialidad. Problemas familiares y su propio interés e inteligencia para encontrar
una salida rápida, en tiempos de dificultad económica, le llevó a prepararse,
de una forma acelerada, pero con el incentivo de la necesidad, en un experto
fontanero, contando con el poderoso incentivo de su tradicional destreza para
las manualidades en el hogar. Ese trabajo, realizado como autónomo, le estaba
proporcionando interesantes y esperanzadores beneficios económicos, para el
sostenimiento de su familia. Puede ser un tanto forzado pasar de la psicología a la fontanería, pero él se sentía a gusto
con esta modalidad laboral y su mujer e hija pequeña gozaban de la seguridad de
contar un buen sueldo mensual, proporcionado por su esfuerzo y dedicación.
UN
ESTUDIOSO PROFESIONAL DE LA FONTANERÍA
José
L. Casado Toro
Antiguo
Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
13
agosto 2021
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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