viernes, 6 de noviembre de 2020

LAS ESTRELLAS TAMBIÉN ACUDEN AL CINE.


Al igual que sucede en otras muchas profesiones de la estructura económica, el ejercicio del espectáculo cinematográfico suele arraigarse en determinadas familias, actividad que se va transmitiendo por décadas de generación en generación. Héctor Vivar había heredado de su padre Aniel la empresa que éste había creado en aquellos lejanos años treinta del siglo pasado, con el nombre de Cine Rex, una espaciosa sala para la proyección de películas. En la última fase de su gestión empresarial, invirtió parte de sus ahorros en modernizar los equipos de cabina y mejorar la comodidad de la gran sala de butacas, que estaba ubicada en la zona oeste de Málaga, próxima al cauce seco del río que atraviesa la ciudad, el Guadalmedina. Esta amplia reforma también estaba fundamentada en la expansión de la urbe malacitana hacia la zona occidental. Este desarrollo urbano aconsejaba tener un cine preparado que, al igual que los que estaban ubicados en el perímetro del antiguo centro histórico, proyectara las últimas películas de estreno en cartelera.  

Héctor mantuvo el control de la explotación cinematográfica hasta inicios de los años noventa, cuando al cumplir los 70 años de edad trasladó la responsabilidad de la propiedad a su hijo Albanio, nacido a principios de los años 50 y con estudios de diplomatura en Ciencias Empresariales, quien poseía una pequeña gestoría administrativa en un local de la Alameda Principal. Su hermana Diana había cursado estudios de Historia del Arte, pero sin vocación para el ejercicio docente se ganaba la vida como escaparatista de tiendas de vestir, su otra gran afición para la que demostraba estar muy bien cualificada.  

Ambos hermanos decidieron mantener abierta la sala de cine, por tradición y cariño hacia la labor que su padre y abuelo habían desarrollado durante dos fructíferas generaciones. Antes de esa última década del siglo XX las salas de cine ya habían comenzado a ir perdiendo público asistente a sus proyecciones. De una forma sibilina, dos activos “competidores” iban restando aficionados a ese saludable gesto de pasarse por las taquillas de las salas de exhibición para disfrutar de la gran pantalla: primero fueron los videoclubs, que alquilaban películas de todos los géneros y épocas en unas condiciones económicas muy favorables para los amantes del cine. La venta de films grabados en cintas VHS (y posteriormente en otros formatos informáticos) también entró en el terreno de la competencia con las películas proyectadas desde una “mágica cabina”. Por último, las descargas gratuitas por Internet de miles de títulos también afectó al negocio de las empresas cinematográficas.

Héctor había sido un empresario bastante tradicional en su gestión, manteniendo las cuatro sesiones de proyección, de lunes a domingos. Comenzaban a las 17 horas y finalizaban sobre la 1 de la madrugada. Pero había días y horas, en las que el Cine Rex tenía ocupadas un número muy reducido de las 480 butacas de que disponía, lo que dificultaba el pago de los sueldos al maquinista operador, Mario; a la señora Custodia, que estaba al frente de la taquilla y al portero y también a veces acomodador Marcelo (había sido bombero, pero un accidente laboral le obligó a dejar su antigua profesión por la de controlador de la puerta y también del orden interior de la sala. Sacaba tiempo por las mañanas para limpiar el gran espacio de las butacas y los servicios que usaban los espectadores). Custodia y Marcelo también se ocupaban, entre sesión y sesión, de atender a un pequeño ambigú en el que vendían bebidas gaseosas, palomitas de maíz,  chocolatinas, caramelos y bolsitas de frutos secos.  Además de estos sueldos  había también que atender al pago del alquiler de las cintas, el consumo mensual de electricidad, la publicidad y los impuestos municipales. Verdaderamente los números “no cuadraban” en la contabilidad que con tanto esmero y paciencia llevaban el ilusionado Héctor y después su hijo Albanio.

A todo ello hay que añadir que los tres empresarios generacionales de esta familia habían tenido siempre la característica de independientes, es decir, no pertenecían a ninguna de las grandes cadenas de exhibición de películas, establecidas a nivel local, regional o a lo largo y ancho del territorio nacional. Esta situación de “aislamiento” provocaba que al Rex no llegaran (o con dificultad) las grandes superproducciones de estreno, buenas y famosas películas que se reservaban esas grandes cadenas (en ocasiones, algo “mafiosas”) que hacían y deshacían a su gusto, controlando el mercado de exhibición desde la presión y la negociación.

Una tarde de lunes (febrero del 92, el año de la Expo) Albanio y Diana se reunieron en la elegante cafetería del Hotel Málaga Palacio, ubicada en la espléndida terraza del gran edificio, con asombrosas y muy bellas perspectivas al Parque, el Puerto, la Alameda y la Catedral. Querían abordar, en profundidad, los problemas económicos de la sala Rex y encauzar con imaginación y valentía su futuro. Como profesaban un gran cariño y aprecio a los tres empleados que trabajaban con ellos desde hacia muchos años (su padre Héctor los había contratado) estaban dispuestos a consultarles estas grandes líneas de reforma que ellos, como propietarios, pretendían poner en marcha. Después de consumir dos rondas de infusiones (Diana prefería las tazas de té, mientras que su hermano era un gran consumidor de cafés, bien cargados) y de sopesar pros y contras, con respecto a esos posibles cambios que llevaban en cartera, acordaron en principio unas valientes e imaginativas reformas que, a la mañana siguiente, presentaron a Custodia, Mario y Marcelo. La idea nuclear era salvar al cine Rex, abriéndose con “inteligencia” a la sociedad malagueña. Había que conseguir que el público aficionado recuperara su ilusión de siempre para “ir al cine”.

La decisión más arriesgada que adoptaron fue la de convertir la gran sala del cine Rex en dos salas A y B, de tamaño más reducido, con capacidad para 150 y 130 cómodas butacas respectivamente. La superficie útil que ganaban con esta división y reducción de aforo la dedicarían a una gran cafetería y bar de copas, que estaría convenientemente decorada con cartelería y cartogramas de las grandes películas del cine clásico, motivos que irían cambiando cada trimestre. También habilitarían una mediana sala para conferencias y exposiciones, con una capacidad ampliable de cincuenta asistentes. 

Las cuatro sesiones diarias, inviables desde una racionalidad económica y que habían sido establecidas y mantenidas por sus antecesores familiares, se iban a reducir a dos sesiones, entre lunes y jueves (a las 18 y 20 horas), mientras que los fines de semana, de viernes a domingos, se incrementarían las proyecciones a tres, que se llevarían a efecto a las 18, 20 y 22 horas.  

Se abandonaba, con firmeza, el difícil seguimiento de los estrenos procedentes de la industria de Hollywood. En su lugar se iba a hacer una apuesta por recuperar el visionado del más variado cine clásico, incluso desde las míticas cintas iniciales de finales del siglo XIX. Este cine “inolvidable” cubriría la programación de la sala A. Para la sala B, la programación estaría dedicada a un cine actual, alternativo del que trabajaba la maquinaria comercial norteamericana: películas europeas, asiáticas e incluso se proyectaría lo mejor del cine africano.

El perfil básico de los espectadores asistentes a los nuevos cines Rex serían las personas vinculadas al mundo universitario y sobre todo los espectadores de la tercera edad, con abundante tiempo libre tras su jubilación. Jóvenes y mayores disfrutarían con esas joyas del cine clásico, protagonizadas por los míticos  Gary Cooper (1901-1961), Cary Grant (1904-1986), Litz Taylor (1932-2011), Richard Burton (1925-1984), Spencer Tracy (1900-1967),  Katherine Hepburn (1907-2003) James Stewart (1908-1997) Bette Davis (1908-1989), Clark Gable (1901-1960), Ava Gardner (1922-1990) Robert Mitchum (1917-1997) Bárbara Stanwyck (1907-1990) Doris Day (1922-2019), Burt Lancaster (1913.1994), Deborah Kerr (1921-2007), Willian Holden (1918-1981), Olivia de Havilland (1916-2020) Gregory Peck (1916-2003), Marlene Dietrich (1901-1992) Henry Fonda (1905-1982), Greta Garbo (1905-1990), John Wayne (1907-1979), Kirk Douglas (1916-2020),  Lauren Bacall (1924-2014), Laurence Ollivier (1907-1989), Ingrid Bergman 1915-1982), Humphrey Bogart (1899-1957), Marlon Brando (1924-2004), Sophia Loren (1934) y así un largo etc.

El precio de las entradas también sería un interesante y atractivo incentivo: 30 pesetas, las localidades de lunes a jueves) y 40 pesetas, los tickets de viernes a domingos. Habría también tarifas planas mensuales, a 60 y 80 pesetas, respectivamente. Además los espectadores podrían acceder a unas tarjetas, en las que se les anotaría sus asistencias. Por cada seis películas, tendrían una entrada completamente gratis.

Con estas modificaciones pensaban fundamentalmente en las personas de la tercera edad, ya jubiladas. También en la afición de los jóvenes estudiantes universitarios por el cine y tampoco olvidaban a todos aquellas trabajadores en situación de paro laboral. Todos estos incentivos constituirían un poderoso reclamo para posibilitar la vuelta a las salas de los espectadores que disfrutaban con el cine y sus historias. Lo prioritario era llenar las sesiones con público interesado. Ese sería el mejor reclamo publicitario, por la fuerza que sociológicamente posee la transmisión del boca a boca. Otro de los objetivos, verdaderamente  muy loable, era la difusión de la cultura cinematográfica, como recurso documental atractivo para ciudadanos de todas las edades. La acción paralela y difusora de las conferencias, charlas y coloquios, impartidos por especialistas y aficionados cualificados, ayudaría a leer y entender mejor los distintos géneros y mensajes elaborados por los directores y los equipos de producción. La imagen plástica de las exposiciones también facilitaría el acercamiento a todas esas historias trasmitidas a través del cine. Era obvio que Albanio y Diana intentaban salvar y conservar la entrañable tradición familiar: un profundo amor al séptimo arte.

Los cambios comenzaron a dar ese resultado esperanzador que anhelaban sus protagonistas. Aunque pronto aparecieron los problemas. La Asociación de exhibidores y las grandes cadenas de distribución fílmica pusieron el grito en el cielo, acusando de realizar dumping o competencia desleal, con una taquilla a muy bajo precio, a los actuales propietarios de los cines Rex. Sin embargo, éstos argumentaban que los materiales fílmicos que proyectaban no era cine de estreno, vinculado a las grandes empresas de distribución, sino estrictamente material “clásico”, perteneciente incluso a los inicios de este arte visual en movimiento, además de un cine alternativo a las grandes productoras, que se realizaba en otros lugares alejados de la poderosa industria norteamericana. En realidad funcionaban como una filmoteca local, difundiendo y permitiendo conocer cintas y materiales de épocas y lugares muy remotos. Una verdadera cultura cinematográfica. La inmensa mayoría de las cintas proyectadas lo hacían en versión original, con subtítulos en castellano. Los espectadores sabían donde encontrar películas de calidad a unos precios en sumo interesantes.

En este contexto, resumamos una bella historia, que tuvo lugar en estas ya conocidas como las multisalas Rex. En una tarde de abril, el encargado de controlar la entrada del público, Marcelo, persona de gran humanidad física. aunque también en valores y principios, vio acercarse a la taquilla a una señora con muchos años en su cuerpo, ya en plena ancianidad. Se ayudaba con un “coqueto” bastón, debido a que caminaba con una evidente dificultad. Se tocaba con un pañuelo celeste en la cabeza, pues la tarde estaba un tanto ventosa y algo fresca. Se abrigaba con un abrigo marrón, muy ajado por el uso y calzaba unas sandalias no muy cerradas, aunque protegía sus pies con unas calcetas color beige de un cierto grosor. Sin duda la circulación de sus piernas no era buena, pues sus tobillos no ocultaban una patente hinchazón. Tras recogerle el resguardo del ticket y viendo la inseguridad que mostraba en su desplazamiento, se prestó a acompañarla a su butaca, a fin de evitar que sufriera un resbalón y pudiera dar con su cansado cuerpo en el suelo. Su hijo Gregorio, que había sido contratado tras las reformas realizadas, se había quedado al cargo de la puerta. La señora, con una tierna y entrañable sonrisa, agradeció  al solícito portero la bondad que mostraba hacia su persona.

La película que proyectaban ese día en la Sala A era un clásico en blanco y negro de los años treinta, titulado LA FUERZA INCONTENIBLE DEL AMOR. Argumentalmente narraba la difícil relación afectiva entre dos jóvenes, Marta y Juan, que pertenecían a dos poderosas familias rurales, enfrentadas generacionalmente por la propiedad de unos terrenos situados entre sus cortijos, zona muy valiosa pues por ella circulaba un pequeño río, con esa agua tan necesaria para el ganado y los cultivos. Cuando sus respectivos progenitores conocieron las relaciones que había surgido incontenible entre sus hijos, prohibieron terminantemente a uno y a otro que continuasen viéndose, a los que ambos jóvenes se negaron en rotundo. Así se planteó el correspondiente conflicto familiar, sembrado de egoísmos, violencias, rencores y castigos. A pesar de que los dos amantes deciden huir de sus raíces, buscando un destino mejor, en donde poder sustentar la fuerza incontenible de su amor, la violenta persecución que les hacen ambas familias, mancillando la voluntad de sus hijos, acaba en tragedia al final del metraje. Los dos jóvenes protagonistas eran Margarita Nival y Fabián Losada, dos afamados actores españoles en aquellos convulsos años treinta de nuestra Historia.   

Finalizada la proyección a las 19:30, Marcelo tuvo especial cuidado en volver a entrar en la sala, a fin de ayudar a la agradable e insegura señora cuando ésta abandonara su asiento. Ya con las luces encendidas, observó que la anciana permanecía sentada en su butaca de la 5ª fila, en donde la había previamente ubicado al conocer sus problemas de visión y oído, problemas que ella le había manifestado al entrar en el cine. Observó que la veterana espectadora tenía los ojos enrojecidos, muestra de que por ellos habían circulado algunos “ríos” de lágrimas.

“Señor Marcelo ¿me deja que pueda ver de nuevo la película? ¡Estoy tan emocionada y me ha gustado tanto … ¡” “Por supuesto, señora. Nadie le va impedir que pueda disfrutar con la nueva proyección que ofrecemos para la sesión de las ocho. Cuando esté a punto de terminar, yo volveré a entrar en la sala, para ayudarla a levantarse y acompañarla hasta la puerta”.

La vio tan débil y necesitada, que el atento portero y acomodador se dirigió al ambigú y le preparó un café con leche, en un vaso de cartón plastificado, añadiendo una tortita Pasta Flora, pequeña merienda que le llevó a su asiento y que la emocionada señora agradeció con un simpático gesto: besando la mano de quien tan bien se estaba ocupando de su persona.

Una vez finalizada la segunda y última proyección de la tarde, sobre las 21:30, se ocupó de nuevo de ayudar a la bien cuidada espectadora, a quién preguntó su nombre. “Llámeme María. María de la Flor, así es como me bautizaron en la pila bautismal. Le estoy muy agradecida. Es Vd. una buena y gran persona. Me gustaría volver a repetir la experiencia de esta tarde ¿Hasta cuando ponen esta película?” “María, ha sido un verdadero placer atenderla. Vuelva cuando guste. La fuerza incontenible del amor va a estar en pantalla hasta el jueves, pues los viernes siempre hacemos cambio de programación, con una nueva película del cine clásico para esta sala”.

Para su sorpresa y alegría, el jueves vio que de nuevo María se acercaba a la taquilla del Rex, para sacar la entrada correspondiente. Albanio, que iba de una a otra sala controlando y ayudando para cualquier incidencia, ya era partícipe de la historia de esa muy longeva espectadora, según le había comentado Marcelo. La reacción del propietario fue inmediata “Devuélvele el precio de la localidad. La buena señora no va a pagar de nuevo por ver la misma película”.

Tras los saludos, alegres y cariñosos, el proceso relacional fue similar al del pasado lunes. María venía esa tarde un tanto acatarrada, por lo que solo estuvo presente en esa sesión de las seis de la tarde.  Ya en la despedida, la espectadora entregó a Marcelo un sobre (de los utilizados en los envíos con burbujas, a fin de no estropear el contenido) que extrajo de un bolso que colgaba en bandolera, pues sus manos tenían que estar pendientes del bastón que le ayudaba en el apoyo.

“Es un pequeño pero significativo detalle, Marcelo, que deseo acepte. Véalo más despacio, cuando esté en su domicilio, pues ahora están llegando mucha gente al cine y no va a tener la necesaria tranquilidad para entender su contenido. Ya otro día me pasaré por aquí, pues siempre es un placer estar cerca de las buenas personas”.  

Aquella misma noche, después de la cena, y en presencia de su mujer Leocadia y su hijo Gregorio, a quienes había narrado la simpática y humana historia de María, abrió el contenido del misterioso sobre.

Extrajo de su interior una foto, de mediano tamaño, que debía tener muchos años de antigüedad, pues el blanco/negro de su impresión se veía un tanto virado por el color sepia, debido al paso del tiempo. Además, el borde de la foto aparecía con esos taladros tan típicos de las impresiones antiguas. La imagen representada era la de una muy bella, joven y sonriente mujer, fotografiada en una toma de plano medio. En el anverso venían unas líneas de texto.

“Gracias, entrañable amigo Marcelo, por toda su generosa bondad. Quiero que conserve este recuerdo, pues ahí me tiene mucho más joven … como actriz protagonista de la película. Ha sido emocionante y nostálgico verme de nuevo en pantalla, gracias al cine Rex, con esos 22 años plenos de juventud y belleza, ya tan lejanos y nostálgicos. Esta foto fue hecha como promoción para la película  ¡en 1932! Tenía otra foto, que no la he encontrado, en la que estaba con Fabián, mi gran compañero, que ahora pasea su perdida juventud por entre las estrellas del cielo. Un beso. Margarita Nival (Este es el también muy bonito nombre que utilicé en mis tiempos de actriz)".-

 

 

LAS ESTRELLAS TAMBIÉN ACUDEN 

AL CINE

 


José Luis Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

06 NOviembre 2020

Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

 

 








 

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