Al igual que sucede en otras muchas profesiones de
la estructura económica, el ejercicio del espectáculo cinematográfico suele
arraigarse en determinadas familias, actividad que se va transmitiendo por
décadas de generación en generación. Héctor Vivar
había heredado de su padre Aniel la empresa que
éste había creado en aquellos lejanos años treinta del siglo pasado, con el
nombre de Cine Rex, una espaciosa sala para la
proyección de películas. En la última fase de su gestión empresarial, invirtió
parte de sus ahorros en modernizar los equipos de cabina y mejorar la comodidad
de la gran sala de butacas, que estaba ubicada en la zona oeste de Málaga,
próxima al cauce seco del río que atraviesa la ciudad, el Guadalmedina. Esta
amplia reforma también estaba fundamentada en la expansión de la urbe
malacitana hacia la zona occidental. Este desarrollo urbano aconsejaba tener un
cine preparado que, al igual que los que estaban ubicados en el perímetro del antiguo
centro histórico, proyectara las últimas películas de estreno en cartelera.
Héctor mantuvo el control de la explotación
cinematográfica hasta inicios de los años noventa, cuando al cumplir los 70
años de edad trasladó la responsabilidad de la propiedad a su hijo Albanio, nacido a principios de los años 50 y con
estudios de diplomatura en Ciencias Empresariales, quien poseía una pequeña gestoría
administrativa en un local de la Alameda Principal. Su hermana Diana había cursado estudios de Historia del Arte,
pero sin vocación para el ejercicio docente se ganaba la vida como escaparatista
de tiendas de vestir, su otra gran afición para la que demostraba estar muy
bien cualificada.
Ambos hermanos decidieron mantener abierta la sala
de cine, por tradición y cariño hacia la labor que su padre y abuelo habían desarrollado
durante dos fructíferas generaciones. Antes de esa última década del siglo XX
las salas de cine ya habían comenzado a ir perdiendo público asistente a sus
proyecciones. De una forma sibilina, dos activos “competidores” iban restando
aficionados a ese saludable gesto de pasarse por las taquillas de las salas de
exhibición para disfrutar de la gran pantalla: primero fueron los videoclubs,
que alquilaban películas de todos los géneros y épocas en unas condiciones
económicas muy favorables para los amantes del cine. La venta de films grabados
en cintas VHS (y posteriormente en otros formatos informáticos) también entró
en el terreno de la competencia con las películas proyectadas desde una “mágica
cabina”. Por último, las descargas gratuitas por Internet de miles de títulos
también afectó al negocio de las empresas cinematográficas.
Héctor había sido un empresario bastante
tradicional en su gestión, manteniendo las cuatro sesiones de proyección, de
lunes a domingos. Comenzaban a las 17 horas y finalizaban sobre la 1 de la
madrugada. Pero había días y horas, en las que el Cine Rex tenía ocupadas un número
muy reducido de las 480 butacas de que disponía, lo que dificultaba el pago de
los sueldos al maquinista operador, Mario; a la
señora Custodia, que estaba al frente de la
taquilla y al portero y también a veces acomodador Marcelo
(había sido bombero, pero un accidente laboral le obligó a dejar su antigua
profesión por la de controlador de la puerta y también del orden interior de la
sala. Sacaba tiempo por las mañanas para limpiar el gran espacio de las butacas
y los servicios que usaban los espectadores). Custodia y Marcelo también se
ocupaban, entre sesión y sesión, de atender a un pequeño ambigú en el que
vendían bebidas gaseosas, palomitas de maíz,
chocolatinas, caramelos y bolsitas de frutos secos. Además de estos sueldos había también que atender al pago del alquiler
de las cintas, el consumo mensual de electricidad, la publicidad y los
impuestos municipales. Verdaderamente los números “no cuadraban” en la
contabilidad que con tanto esmero y paciencia llevaban el ilusionado Héctor y
después su hijo Albanio.
A todo ello hay que añadir que los tres empresarios
generacionales de esta familia habían tenido siempre la característica de
independientes, es decir, no pertenecían a ninguna de las grandes cadenas de
exhibición de películas, establecidas a nivel local, regional o a lo largo y
ancho del territorio nacional. Esta situación de “aislamiento” provocaba que al
Rex no llegaran (o con dificultad) las grandes superproducciones de estreno, buenas
y famosas películas que se reservaban esas grandes cadenas (en ocasiones, algo
“mafiosas”) que hacían y deshacían a su gusto, controlando el mercado de
exhibición desde la presión y la negociación.
Una tarde de lunes (febrero del 92, el año de la
Expo) Albanio y Diana se reunieron en la elegante cafetería del Hotel Málaga
Palacio, ubicada en la espléndida terraza del gran edificio, con asombrosas y muy
bellas perspectivas al Parque, el Puerto, la Alameda y la Catedral. Querían
abordar, en profundidad, los problemas económicos de la sala Rex y encauzar con
imaginación y valentía su futuro. Como profesaban un gran cariño y aprecio a
los tres empleados que trabajaban con ellos desde hacia muchos años (su padre
Héctor los había contratado) estaban dispuestos a consultarles estas grandes
líneas de reforma que ellos, como propietarios, pretendían poner en marcha.
Después de consumir dos rondas de infusiones (Diana prefería las tazas de té,
mientras que su hermano era un gran consumidor de cafés, bien cargados) y de
sopesar pros y contras, con respecto a esos posibles cambios que llevaban en
cartera, acordaron en principio unas valientes e imaginativas reformas que, a
la mañana siguiente, presentaron a Custodia, Mario y Marcelo. La idea nuclear
era salvar al cine Rex, abriéndose con “inteligencia” a la sociedad malagueña.
Había que conseguir que el público aficionado recuperara su ilusión de siempre
para “ir al cine”.
La decisión más arriesgada que adoptaron fue la de
convertir la gran sala del cine Rex en dos salas A y B, de tamaño más reducido,
con capacidad para 150 y 130 cómodas butacas respectivamente. La superficie
útil que ganaban con esta división y reducción de aforo la dedicarían a una
gran cafetería y bar de copas, que estaría convenientemente decorada con
cartelería y cartogramas de las grandes películas del cine clásico, motivos que
irían cambiando cada trimestre. También habilitarían una mediana sala para
conferencias y exposiciones, con una capacidad ampliable de cincuenta
asistentes.
Las cuatro sesiones diarias, inviables desde una
racionalidad económica y que habían sido establecidas y mantenidas por sus
antecesores familiares, se iban a reducir a dos sesiones, entre lunes y jueves
(a las 18 y 20 horas), mientras que los fines de semana, de viernes a domingos,
se incrementarían las proyecciones a tres, que se llevarían a efecto a las 18,
20 y 22 horas.
Se abandonaba, con firmeza, el difícil seguimiento
de los estrenos procedentes de la industria de Hollywood. En su lugar se iba a
hacer una apuesta por recuperar el visionado del más variado cine clásico,
incluso desde las míticas cintas iniciales de finales del siglo XIX. Este cine “inolvidable”
cubriría la programación de la sala A. Para la sala B, la programación estaría
dedicada a un cine actual, alternativo del que trabajaba la maquinaria
comercial norteamericana: películas europeas, asiáticas e incluso se
proyectaría lo mejor del cine africano.
El perfil básico de los espectadores asistentes a
los nuevos cines Rex serían las personas vinculadas al mundo universitario y
sobre todo los espectadores de la tercera edad, con abundante tiempo libre tras
su jubilación. Jóvenes y mayores disfrutarían con esas joyas del cine clásico,
protagonizadas por los míticos Gary Cooper (1901-1961), Cary
Grant (1904-1986), Litz Taylor
(1932-2011), Richard Burton (1925-1984), Spencer Tracy (1900-1967), Katherine Hepburn
(1907-2003) James Stewart (1908-1997) Bette Davis (1908-1989), Clark
Gable (1901-1960), Ava Gardner
(1922-1990) Robert Mitchum (1917-1997) Bárbara Stanwyck (1907-1990) Doris
Day (1922-2019), Burt Lancaster
(1913.1994), Deborah Kerr (1921-2007), Willian Holden (1918-1981), Olivia
de Havilland (1916-2020) Gregory Peck
(1916-2003), Marlene Dietrich (1901-1992) Henry Fonda (1905-1982), Greta
Garbo (1905-1990), John Wayne
(1907-1979), Kirk Douglas (1916-2020), Lauren Bacall
(1924-2014), Laurence Ollivier (1907-1989), Ingrid Bergman 1915-1982), Humphrey
Bogart (1899-1957), Marlon Brando
(1924-2004), Sophia Loren (1934) y así un largo
etc.
El precio de las entradas también sería un
interesante y atractivo incentivo: 30 pesetas, las localidades de lunes a
jueves) y 40 pesetas, los tickets de viernes a domingos. Habría también tarifas
planas mensuales, a 60 y 80 pesetas, respectivamente. Además los espectadores podrían
acceder a unas tarjetas, en las que se les anotaría sus asistencias. Por cada
seis películas, tendrían una entrada completamente gratis.
Con estas modificaciones pensaban fundamentalmente
en las personas de la tercera edad, ya jubiladas. También en la afición de los
jóvenes estudiantes universitarios por el cine y tampoco olvidaban a todos
aquellas trabajadores en situación de paro laboral. Todos estos incentivos constituirían
un poderoso reclamo para posibilitar la vuelta a las salas de los espectadores que
disfrutaban con el cine y sus historias. Lo prioritario era llenar las sesiones
con público interesado. Ese sería el mejor reclamo publicitario, por la fuerza
que sociológicamente posee la transmisión del boca a boca. Otro de los
objetivos, verdaderamente muy loable,
era la difusión de la cultura cinematográfica, como recurso documental
atractivo para ciudadanos de todas las edades. La acción paralela y difusora de
las conferencias, charlas y coloquios, impartidos por especialistas y
aficionados cualificados, ayudaría a leer y entender mejor los distintos
géneros y mensajes elaborados por los directores y los equipos de producción.
La imagen plástica de las exposiciones también facilitaría el acercamiento a
todas esas historias trasmitidas a través del cine. Era obvio que Albanio y
Diana intentaban salvar y conservar la entrañable tradición familiar: un
profundo amor al séptimo arte.
Los cambios comenzaron a dar ese resultado
esperanzador que anhelaban sus protagonistas. Aunque pronto aparecieron los
problemas. La Asociación de exhibidores y las grandes cadenas de distribución
fílmica pusieron el grito en el cielo, acusando de realizar dumping o
competencia desleal, con una taquilla a muy bajo precio, a los actuales
propietarios de los cines Rex. Sin embargo, éstos argumentaban que los
materiales fílmicos que proyectaban no era cine de estreno, vinculado a las
grandes empresas de distribución, sino estrictamente material “clásico”,
perteneciente incluso a los inicios de este arte visual en movimiento, además
de un cine alternativo a las grandes productoras, que se realizaba en otros
lugares alejados de la poderosa industria norteamericana. En realidad
funcionaban como una filmoteca local, difundiendo y permitiendo conocer cintas
y materiales de épocas y lugares muy remotos. Una verdadera cultura
cinematográfica. La inmensa mayoría de las cintas proyectadas lo hacían en
versión original, con subtítulos en castellano. Los espectadores sabían donde
encontrar películas de calidad a unos precios en sumo interesantes.
En este contexto, resumamos una bella historia, que
tuvo lugar en estas ya conocidas como las multisalas Rex. En una tarde de abril,
el encargado de controlar la entrada del público, Marcelo, persona de gran
humanidad física. aunque también en valores y principios, vio acercarse a la
taquilla a una señora con muchos años en su cuerpo, ya en plena ancianidad. Se
ayudaba con un “coqueto” bastón, debido a que caminaba con una evidente
dificultad. Se tocaba con un pañuelo celeste en la cabeza, pues la tarde estaba
un tanto ventosa y algo fresca. Se abrigaba con un abrigo marrón, muy ajado por
el uso y calzaba unas sandalias no muy cerradas, aunque protegía sus pies con
unas calcetas color beige de un cierto grosor. Sin duda la circulación de sus
piernas no era buena, pues sus tobillos no ocultaban una patente hinchazón. Tras
recogerle el resguardo del ticket y viendo la inseguridad que mostraba en su desplazamiento,
se prestó a acompañarla a su butaca, a fin de evitar que sufriera un resbalón y
pudiera dar con su cansado cuerpo en el suelo. Su hijo Gregorio, que había sido
contratado tras las reformas realizadas, se había quedado al cargo de la
puerta. La señora, con una tierna y entrañable sonrisa, agradeció al solícito portero la bondad que mostraba
hacia su persona.
La película que proyectaban ese día en la Sala A
era un clásico en blanco y negro de los años treinta, titulado LA FUERZA INCONTENIBLE DEL AMOR. Argumentalmente
narraba la difícil relación afectiva entre dos jóvenes, Marta y Juan, que
pertenecían a dos poderosas familias rurales, enfrentadas generacionalmente por
la propiedad de unos terrenos situados entre sus cortijos, zona muy valiosa
pues por ella circulaba un pequeño río, con esa agua tan necesaria para el ganado
y los cultivos. Cuando sus respectivos progenitores conocieron las relaciones
que había surgido incontenible entre sus hijos, prohibieron terminantemente a
uno y a otro que continuasen viéndose, a los que ambos jóvenes se negaron en
rotundo. Así se planteó el correspondiente conflicto familiar, sembrado de
egoísmos, violencias, rencores y castigos. A pesar de que los dos amantes deciden
huir de sus raíces, buscando un destino mejor, en donde poder sustentar la
fuerza incontenible de su amor, la violenta persecución que les hacen ambas
familias, mancillando la voluntad de sus hijos, acaba en tragedia al final del
metraje. Los dos jóvenes protagonistas eran Margarita
Nival y Fabián Losada, dos afamados
actores españoles en aquellos convulsos años treinta de nuestra Historia.
Finalizada la proyección a las 19:30, Marcelo tuvo
especial cuidado en volver a entrar en la sala, a fin de ayudar a la agradable
e insegura señora cuando ésta abandonara su asiento. Ya con las luces
encendidas, observó que la anciana permanecía sentada en su butaca de la 5ª
fila, en donde la había previamente ubicado al conocer sus problemas de visión
y oído, problemas que ella le había manifestado al entrar en el cine. Observó
que la veterana espectadora tenía los ojos enrojecidos, muestra de que por
ellos habían circulado algunos “ríos” de lágrimas.
“Señor Marcelo ¿me deja que pueda ver
de nuevo la película? ¡Estoy tan emocionada y me ha gustado tanto … ¡” “Por
supuesto, señora. Nadie le va impedir que pueda disfrutar con la nueva
proyección que ofrecemos para la sesión de las ocho. Cuando esté a punto de
terminar, yo volveré a entrar en la sala, para ayudarla a levantarse y
acompañarla hasta la puerta”.
La vio tan débil y necesitada, que el atento
portero y acomodador se dirigió al ambigú y le preparó un café con leche, en un
vaso de cartón plastificado, añadiendo una tortita Pasta Flora, pequeña
merienda que le llevó a su asiento y que la emocionada señora agradeció con un
simpático gesto: besando la mano de quien tan bien se estaba ocupando de su
persona.
Una vez finalizada la segunda y última proyección
de la tarde, sobre las 21:30, se ocupó de nuevo de ayudar a la bien cuidada
espectadora, a quién preguntó su nombre. “Llámeme
María. María de la Flor, así es como me bautizaron en la pila bautismal. Le
estoy muy agradecida. Es Vd. una buena y gran persona. Me gustaría volver a
repetir la experiencia de esta tarde ¿Hasta cuando ponen esta película?”
“María, ha sido un verdadero placer atenderla. Vuelva cuando guste. La fuerza
incontenible del amor va a estar en pantalla hasta el jueves, pues los viernes
siempre hacemos cambio de programación, con una nueva película del cine clásico
para esta sala”.
Para su sorpresa y alegría, el jueves vio que de
nuevo María se acercaba a la taquilla del Rex, para sacar la entrada
correspondiente. Albanio, que iba de una a otra sala controlando y ayudando
para cualquier incidencia, ya era partícipe de la historia de esa muy longeva
espectadora, según le había comentado Marcelo. La reacción del propietario fue
inmediata “Devuélvele el precio de la localidad. La
buena señora no va a pagar de nuevo por ver la misma película”.
Tras los saludos, alegres y cariñosos, el proceso
relacional fue similar al del pasado lunes. María venía esa tarde un tanto
acatarrada, por lo que solo estuvo presente en esa sesión de las seis de la
tarde. Ya en la despedida, la
espectadora entregó a Marcelo un sobre (de los utilizados en los envíos con
burbujas, a fin de no estropear el contenido) que extrajo de un bolso que
colgaba en bandolera, pues sus manos tenían que estar pendientes del bastón que
le ayudaba en el apoyo.
“Es un pequeño pero significativo
detalle, Marcelo, que deseo acepte. Véalo más despacio, cuando esté en su
domicilio, pues ahora están llegando mucha gente al cine y no va a tener la
necesaria tranquilidad para entender su contenido. Ya otro día me pasaré por
aquí, pues siempre es un placer estar cerca de las buenas personas”.
Aquella misma noche, después de la cena, y en
presencia de su mujer Leocadia y su hijo Gregorio, a quienes había narrado la
simpática y humana historia de María, abrió el contenido del misterioso sobre.
Extrajo de su interior una foto, de mediano tamaño,
que debía tener muchos años de antigüedad, pues el blanco/negro de su impresión
se veía un tanto virado por el color sepia, debido al paso del tiempo. Además,
el borde de la foto aparecía con esos taladros tan típicos de las impresiones
antiguas. La imagen representada era la de una muy bella, joven y sonriente
mujer, fotografiada en una toma de plano medio. En el anverso venían unas
líneas de texto.
“Gracias,
entrañable amigo Marcelo, por toda su generosa bondad. Quiero que conserve este
recuerdo, pues ahí me tiene mucho más joven … como actriz protagonista de la
película. Ha sido emocionante y nostálgico verme de nuevo en pantalla, gracias
al cine Rex, con esos 22 años plenos de juventud y belleza, ya tan lejanos y
nostálgicos. Esta foto fue hecha como promoción para la película ¡en 1932! Tenía otra foto, que no la he
encontrado, en la que estaba con Fabián, mi gran compañero, que ahora pasea su
perdida juventud por entre las estrellas del cielo. Un beso. Margarita Nival
(Este es el también muy bonito nombre que utilicé en mis tiempos de actriz)".-
LAS ESTRELLAS TAMBIÉN ACUDEN
AL CINE
José
Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la
Victoria. Málaga
06 NOviembre 2020
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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