Sin profundizar en los siempre complicados y
académicos ámbitos de la ciencia médica, la mera evidencia en el comportamiento
diario de la humanidad nos induce a considerar el doble o más planos que
encierra nuestra personalidad. Esa duplicidad o
heterogeneidad de carácter no sería en sí misma preocupante, pues las
personas no han de tener siempre la misma e inamovible línea de conducta en sus
respuestas. Lo que resulta más difícil de entender son las actitudes
radicalizadas y contrastadas que en muchas ocasiones aparecen en nuestros posicionamientos,
sin duda condicionados por las circunstancias del entorno en el que nos hallemos
ubicados en esos momentos. Citemos algunos simples y próximos ejemplos, que
ayuden a sustentar la afirmación de estas extrañas duplicidades en los humanos.
Conocemos a muchas personas que por su naturaleza
son admirablemente sosegadas y racionales en el trato diario. Sin embargo ese
plausible equilibrio de carácter se volatiza como por encanto, desde el momento
en que se sientan al volante de un automóvil.
La tensión de su sistema nervioso de descontrola “eléctricamente” cuando practican
la conducción y entonces vemos, con asombro, cómo radicalizan sus respuestas,
gritando e insultando, ante nimias circunstancias o avatares que fluyen en el
devenir del tráfico rodado. La acritud en sus gestos y en el volumen y contenido
de sus voces nos hacen ver ese otro plano de su personalidad que permanecía
controlado y oculto, hasta esos extremados e injustificados momentos en que desdichadamente
alcanzan protagonismo en el seno de su heterogéneo carácter. Incluso en
determinados momentos de descontrol, pueden incluso hacer uso de la violencia
física.
También los actores,
aunque en éstos esa duplicidad se puede entender por razones de oficio. Al
interpretar con tan perfecta convicción a determinados personajes en las
películas, nos cuesta bastante trabajo aceptar o considerar que su carácter sea
bien diferentes al que, de manera usual, manifiestan en pantalla. Piénsese, por
ejemplo, en algunos grandes actores y actrices del cine clásico, como por
ejemplo, Henry Fonda (1905-82), Bette Davis (1908-89), John
Wayne (1907-79) o Romy Schneider (1938-82).
En general solían mantener una misma línea de carácter, cuando interpretaban a sus
personajes cinematográficos. Eran tan
convincentes en sus roles interpretativos, que difícilmente podríamos
imaginarlos muy diferentes en la intimidad de sus vidas. Pero cuando sus
biógrafos nos desvelan algunos aspectos de sus intimidades, tomamos conciencia
de que en ellos habían, efectiva y naturalmente, otros planos de carácter bien
diferentes de aquellos personajes con los que comúnmente se les identificaba.
En esta somera explicación sobre las duplicidades
personales, traemos finalmente a otros “actores” y gestores, en este caso de la
actividad política. Durante el rifirrafe parlamentario y también cuando están
ante los mass-media de la comunicación, los
profesionales de la actividad política se comportan de una forma
agresiva, por medio de la palabra y también en los gestos. No les preocupa o
condiciona proferir las más duras e ineducadas expresiones contra el adversario
ideológico, en esos muy tensos momentos considerados como irreconciliables enemigos,
en la defensa de sus respectivos planteamientos o argumentarios. Minutos
después de esas tan crispadas e indecorosas “actuaciones” podemos ver a esos
mismos “actores” compartiendo amigablemente una taza de café en plácida y amena
conversación como “viejos amigos”.
En este punto de la exposición, narremos una
historia, repetida y vivencialmente próxima, de entre otras muchas. Como era ya
cansinamente habitual, Herminia había controlado
el “divertido” baño de sus dos retoñas, Lupe y Loreto, les había puesto la cena y, tras las
protestas de estas dos simpáticas y parlanchinas crías por quedarse “un ratito
más” para ver la televisión, había logrado que ambas se enfundaran sus pijamas
y descansaran ya en sus respectivas camitas. Abrazadas, eso sí, a los dos
ositos peluches que, como ellas, también tenían rasgos “gemelos”, tanto en el
color, la tersura y la forma orgánica de su composición. Aunque las manecillas
del reloj marcaban casi las diez y media de la noche, la compañera del conocido
y muy “aguerrido” parlamentario, Eloy Guadalajara
Cintas, siguió esperando la llegada de su marido, a fin de hacer juntos
la cena. Este escenario hogareño se repetía en la sucesión de los días, pues
las obligaciones partidarias del famoso secretario de organización y portavoz
parlamentario condicionaba y determinaba el tiempo que el político podía
dedicar a su intimidad familiar. Para el almuerzo del mediodía, era infrecuente
que Eloy apareciera por su domicilio. Siempre tenía algo pendiente que hacer,
con respecto al partido al que pertenecía desde hacía años. En esta agrupación
política había ido “escalando” puestos de mayor responsabilidad, con notoria y
reconocida habilidad “trepadora”, hasta llegar en la actualidad a desempeñar ese
importante cargo de portavoz o “ariete” político, que le hacían aparecer en las
portadas de los diarios y cadenas televisivas, un día sí y el otro también. En
cuanto a las cenas, el matrimonio sí podía hacerlas reunidos en torno a la
mesa, aunque las horas para el familiar ágape eran normalmente inconcretas,
pero casi siempre tardías.
Esa noche del miércoles, Eloy apareció por su
domicilio pasados unos minutos de las veintitrés horas, lo que había provocado
que al fin Herminia tuviera que realizar su cena con la única compañía del “dicharachero”
aparato de televisión, en el que solía ver algún programa cultural, las
películas emitidas por las diversas cadenas y por supuesto, los telediarios y
demás informativos. A esta licenciada en Ciencias Políticas, le gustaba conocer
la marcha de la actividad sociopolítica y, de manera especial, escuchar las
intervenciones que realizaba su cónyuge, tanto en el Congreso de los diputados como
en las actividades cotidianas de su agrupación ideológica. Aunque ambos se
habían conocido en las aulas universitarias y militaban en la misma agrupación partidaria,
Herminia había dejado de ejercer actividades directas en la agrupación, desde
el momento en que nacieron sus dos hijas. Aún eran pequeñas, por lo que ambos
cónyuges habían decidido que ella se ocuparía básicamente de su cuidado y
formación, dejando su vuelta al ejercicio político para cuando aquéllas
tuviesen los años necesarios para desenvolverse con una mayor autonomía y menor
dependencia con respecto a sus padres.
Ese día, Eloy
volvía a su domicilio con su voluminosa cartera de piel, rebosando de papeles y
documentos (era bastante común esta imagen en su persona) ya que después de la
cena solía ponerse a trabajar, hasta que el sueño le vencía y le impulsaba
hacia la cama para realizar el necesario descanso. Herminia tenía bien
organizada la cena de su marido, alimentos que él consumió con la presteza
nerviosa que le caracterizaba. En el ámbito familiar, Eloy era una persona
generalmente sosegada, afectuoso con su mujer y sus hijas, muy racionalista en
sus comportamientos y siempre con esa sonrisa en la boca que le hacía conseguir
la connivente aceptación por parte de sus más íntimos allegados. Sin embargo,
en el ejercicio de su actividad profesional, dentro de la sede de su partido
político y, de manera especial, como portavoz parlamentario en las sesiones del
Congreso, su transformación anímica era más que notoria y sorprendente. La
dulzura particular de su voz se tornaba en acústicos decibelios, para “tronar”
con las más acres descalificaciones y acusaciones contra los adversarios
políticos, utilizando para ello los recursos vocálicos más desafortunados y
agresivos, llegado incluso a la falta de respeto, al cinismo manipulador, a la
chabacanería más abyecta y al desprecio humillante cercano al insulto personal.
El contraste temperamental de esta persona, en esos dos ámbitos de la vida, era
merecedor de un estudio clínico o especializado.
Como esa noche venía con algo de constipado,
Herminia le preparó un vaso de leche caliente, con una cucharada de miel y una
infusión de eucalipto. Mientras su marido se lo tomaba con muestras afectivas de
agradecimiento, ella apagó la televisión con presteza ya que deseaba mantener
una conversación y hablarle con puntual franqueza.
“Eloy, hay algo importante te quería
comentar. Ya sabes que desde siempre he respetado tu forma de actuar en el
partido. Aunque debes entender que, como persona adulta y afiliada al mismo,
tengo opiniones que, en muchas ocasiones, discrepan de las estrategias que se
toman y realizáis por parte de la dirección. Por supuesto que los asuntos
orgánicos y las decisiones subsiguientes las acepto, como una buena militante.
Pero hay una cuestión, muy significativa y dolorosa, que me afecta directamente
y con la que cada vez estoy en más desacuerdo. Precisamente, porque afecta a la
persona con quien estoy casada. Te conozco desde hace muchos años y sé de tus
cualidades y defectos, lo cual es perfectamente lógico en casi todos los
matrimonios. A nivel familiar, eres una persona admirable, educada y tolerante.
Pero cuando te “pones el traje” y te conviertes en el portavoz parlamentario o
en miembro de la ejecutiva, sufres una peligrosa y preocupante transformación.
Eres otra persona y no muy deseable, por cierto. Vengo siguiendo tus
intervenciones ante la prensa y las consideraciones que realizas sobre tus
rivales políticos. También cuando ejerces, con “belicismo” manifiesto, de
portavoz parlamentario. No sé si te has dado cuenta, pero eres irreconocible
para mí, te conviertes en otro ser verdaderamente indeseable y muchos dirían
que despreciable. Utilizas palabras y expresiones que buscan con nitidez y
agresividad la descalificación, la humillación personal del contrario, herirlo en lo que más
le ha de doler. Y no te quedas ahí, sino que rápidamente echas manos de
palabras y expresiones que pueden estimarse como insultos y formas de violencia
léxica. Y por supuesto, nada de autocrítica o de posturas proclives al consenso
o al diálogo. Es que no le estás hablando a un rival que discrepa de tus
planteamientos, sino que tratas de herir y aniquilar al enemigo político. Te
confieso que al escucharte en la tribuna de oradores, no te reconozco. Me das
hasta miedo. Y lo que más me preocupa es que parece que no eres totalmente
consciente del ejemplo tan negativo y crispado que ofreces, tú y el “dichoso” partido,
a muchos de los que te están viendo y
escuchando”.
El arrogante “fontanero” de la política y marido de
quien pronunciaba tan concluyentes, duras y racionales palabras, quedó un tanto
“noqueado” ante una realidad que podría haberla escuchado o leído en las
páginas de la prensa o en las ondas radiofónicas. Pero su asombro y gran sorpresa
provenía a causa de que era su propia mujer quien precisamente las estaba tan
certeramente planteando. El avezado dirigente tomó varios sorbos de la cálida y
aromática infusión que tenía sobre la mesa, tratando sin duda de ganar algo de
tiempo o esa lucidez oxigenante, a fin de responder con claridad y contundencia
a su cónyuge. La miró con una dulce y falsa sonrisa y al fin le habló,
cambiando notoriamente el tono acústico de sus palabras.
“Herminia, tú no eres una “analfabeta
política”. Tienes una gran formación académica que, en un momento concreto,
puede ser especialmente útil a la formación en la que militamos. Pero ahora no estás
dentro de la “cocina”. Tu cocina es otra. Todo es una cuestión de marketing
político. Tenemos que ganar imagen y, sobre todo, votos, en el día a día. Y
para ello hay que aplicar todos los medios posibles y también los “imposibles”.
Si hay que mentir, se miente. Si hay que manipular, se manipula. Si un día
decimos una cosa y al siguiente día la contraria, pues se hace. Si hay que
utilizar a Maquiavelo, pues lo sacamos de su tumba. Al rival político, por muy buenas
y falsas palabras que se utilicen, será siempre nuestro enemigo, en el mercado
bélico de los votos y de la opinión pública.
Y al enemigo… ¡ni agua! Si tenemos que olvidarnos de la ética y los
valores, pues lo hacemos, disimulándolo en lo posible o a las claras. Y todo
porque a corto, medio o largo plazo, llegan los electores con sus papeletas. Y
si estas no te favorecen, te puedes quedar en la calle. Te podría citar muchos
ejemplos de compañeros que lo están pasando muy mal, económicamente, porque el
partido no sabe ya, no tiene huecos, en dónde poder colocarlos para que tengan
un mínimo sueldo al final de mes, que les permita “comer” cada día. Ahora tú tienes que quedarte
en casa, al cuidado de las niñas. Por eso no tienes ni idea de cómo hay que
manejarse dentro de la ejecutiva de una agrupación, ni tampoco de cara a la
opinión pública, batalla que de ningún modo podemos perder. La “silla” te la
pueden arrebatar en cualquier momento. Las “cuchilladas” las puedes recibir en
todo momento y lugar Por eso, Herminia, olvídate de los valores y las buenas
palabras. Piensa en nuestro bolsillo y en las niñas. Los “valores” en la
escuela, en las iglesias y en la intimidad familiar”.
El contenido de esta crispada e inolvidable noche
(la discusión en el matrimonio se mantuvo durante horas) hay que relacionarla,
de manera necesaria y complementaria con otra dramática noche, al paso de
varios meses, cuando Eloy llegó a su domicilio, anímicamente muy abatido. Hacía
unas semanas en que había estallado un nuevo escándalo de corrupción política,
en el que estaban directa e indirectamente implicados varios miembros del
partido. Uno de ellos era el propio portavoz parlamentario, Eloy Guadalajara, imputado
o investigado por el tiempo en que fue concejal de Comercio, cultura y deporte,
en el municipio de Villasanta del Parral. Este turbio asunto de tráfico de
influencias y el uso de partidas económicas “virtuales o fantasmas” estaba
salpicando la estabilidad gubernamental, en su pacto con otra fuerza
parlamentaria de ideología afín. Eloy se “dejó caer” en el sillón , diciéndole
a Herminia que no tenía ganas de cenar. Sólo iba a tomar una infusión de tila
con pasiflora.
“Esta tarde me ha llamado el “jefe
supremo” a su despacho. El “divino”, sin más tacto o ceremonia, me ha planteado
a caras destempladas que, dada la investigación que está realizando la brigada
de delitos tributarios, sobre varios miembros del partido, me pide que dé un
paso al frente y presente mi renuncia al puesto de portavoz parlamentario. Y
que aún agradecería más que pidiera mi baja temporal como militante, hasta que
no se aclarase definitivamente mi imputación por parte de la policía. En otras
palabras, que me tenía que “sacrificar” en aras de mantener el apoyo
parlamentario que nos permite gobernar en minoría mayoritaria. No olvidaré la
última frase con la que me despedía, sin mayores miramientos y componendas:
“Eloy, tienen que rodar cabezas y espero por tu parte que me evites tener que
cesarte. Ese autosacrificio, engrandecerá tu dignidad. El partido está por
encima de todos nuestros intereses. Lo mejor es que, tras tu renuncia, te
quites un tiempo de en medio. No molestes. No alborotes. Evita hacer daño o
salpicar nuestra imagen”. Herminia ¡Con todo lo que he hecho, con todo lo que
me he sacrificado, con todo lo que he visto y he tenido que tapar y “tragar”… y
ahora me dan una patada en el trasero, para que me vaya sin dos cuartos en los
bolsillos!”
Al menos en Eloy, el aguerrido, desabrido e
insultante portavoz parlamentario, su capacidad para la duplicidad “escénica”
le iba a ser en sumo útil para encontrar algún acomodo laboral. Tras llamar
inútilmente a muchas puertas laborales, al fin halló hueco en un grupo de
inversión bancaria, como asesor “político” del consejo ejecutivo de la
corporación. Su leve condena a sólo un año de prisión, le evitó tener que
ingresar en un centro penitenciario para su judicial cumplimiento, pero ipso
facto fue despedido del cargo temporal que tenía en la organización financiera.
Ahora está haciendo sus pinitos como representante artístico de una compañía de
teatro experimental, que colabora con las concejalías de cultura de muchos
municipios, para actuar en las fiestas patronales del estío veraniego. En el
terreno afectivo ha hecho ya oficial su nuevo vínculo con Margara, una muy joven actriz vinculada al grupo La Noria Encantada. Herminia, por su parte, ha
decidido su vuelta al mundo laboral activo, haciendo trabajos eventuales de
prospección electoral para una empresa de análisis de la opinión pública,
vinculada a una organización política ideológicamente opuesta a la que durante
años militó con su ex Eloy. Se deja cortejar por un antiguo seminarista, Jeremías, dinámico e idealista promotor de centros
de ayuda al refugiado, “okupas”, mujeres maltratadas y personas “diferentes”. Y los miércoles tarde y fines de semana
alternos. Son los días en que el aguerrido y ”feroz” antiguo portavoz
parlamentario, va con Loreto y Lupe al cine, antes de visitar, en unión con
Margara, el Mac Donald del centro comercial. Allí escenifican plásticamente la
cena, con los siempre celebrados menús infantiles, antes de la vuelta a casa
con mamá y Jero, su joven y barbuda pareja.-
LAS PECULIARES RAZONES DE LA DUPLICIDAD PERSONAL.
José L. Casado Toro (viernes, 4 ENERO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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