Existe una difundida opinión que “desde siempre” ha
puesto de manifiesto la imposibilidad o dificultad de
vivir o subsistir (en lo económico) sólo con el ejercicio de la actividad
literaria. Se puede afirmar esta patente realidad, a no ser que ya seas
un escritor plenamente consagrado. Solamente esa reducida nómina de autores,
que ponen en el mercado editorial auténticos “best sellers”, con títulos de
obras muy demandadas por el gran público lector, son los que probablemente hoy
pueden vivir con la autosuficiencia económica procedente de sus textos. En la
actualidad, si analizamos la tipología de los comercios abiertos en cualquier
ciudad de nuestro entorno, observamos con preocupación cómo las librerías no
ocupan precisamente un lugar preferente en las estadísticas comerciales, sino
todo lo contrario. La demanda clientelar y sus compras van más bien para el
conjunto adquisitivo de la restauración alimenticia, la compra de ropa y sus
complementos, los productos informáticos y demás artículos vinculados al
mercado electrónico, junto a una importante inversión en ocio, en sus más variadas
y atractivas modalidades. Y es que vivimos “atados al tiempo
de las prisas” cuya consecuencia para el mercado editorial supone la “imposibilidad”
social de poder dedicar mucho tiempo a la lectura. La competencia de la
comunicación mediática, a través de Internet y otros medios electrónicos, como
la radio y la televisión, condiciona decisivamente la venta de los escritos en
soporte papel. Ello también explica la prometedora realidad del microrrelato,
aunque pueda ser discutible para muchos la naturaleza y modalidad de este tipo
de escritos. El tiempo acelerado en nuestras vidas se dedica o prioriza para otros
menesteres o actividades, diferentes al de la enriquecida y siempre subyugante
placidez lectora.
A pesar de todos los condicionantes expuestos, para
aquéllos que se dedican al noble ejercicio de la actividad literaria, vemos con
agrado la permanencia de numerosos “guerrilleros” de
la palabra escrita, que siguen con admirable tesón y convicción
practicando la creatividad de contar historias y explicarnos su punto de vista
ante los hechos y vivencias que nos rodean. Acerquémonos con sigilo, a fin de no
interrumpir en demasía su trabajo, a uno de estos aventureros literarios,
diestros en el manejo de la pluma, el bolígrafo y seguro que también el
universal teclado.
Trinidad (caprichos de su madre, persona muy religiosa y fervorosa del santo
Misterio) Betancourt Estrada hace años que
completó su licenciatura universitaria en Filología Hispánica, titulación que
en la actualidad trata de ampliar también con la obtención del grado en
Ciencias de la Comunicación. A sus treinta y siete años de edad, este joven
escritor se sigue esforzando por abrirse camino en el ámbito literario,
tratando de que sus textos lleguen al conocimiento del mayor público lector.
Trabaja “de por libre” pues se halla enfrascado en la redacción
de hasta dos novelas (al mismo tiempo) que continuarán, en el momento de
su publicación, el aceptable y esperanzador nivel de ventas que obtuvo la
primera de sus obras, que al fin pudo ver expuesta para su goce en los
escaparates y expositores de las librerías.
Con periodicidad generalmente semanal Trino firma y
publica un artículo en el principal diario de la
localidad donde nació y reside, escritos que salen a la luz en la
edición dominical de ese periódico. Estos materiales tienen una reconocida y amplia
aceptación entre el público lector, pues su autor no elude, siempre que lo
considera necesario, el tratamiento de los temas más conflictivos o polémicos. Sustenta
sus exposiciones en horas de investigación y documentación, a fin de evitar en
lo posible (como él con frecuencia manifiesta) la generación de párrafos en
cuyo interior pudieran aparecer demasiadas o banales “tonterías”.
Además de esta muy útil colaboración periodística,
también suele “sacar tiempo” para elaborar algunos reportajes
fotográficos que, con más o menos dificultad, vende a determinadas
empresas de la comunicación y la publicidad. Todo ello, unido a los ingresos
procedentes de los derechos de autor de su
primera novela, le va permitiendo “ir tirando” económicamente, a la espera de
conseguir posiciones más prestigiosas y rentables en el difícil y competitivo
mercado de las publicaciones escritas.
En el ámbito de su
intimidad familiar, Trino lleva muy bien su nueva soltería, tras una
conflictiva experiencia matrimonial que duró casi “tres interminables años”,
frustrada definitivamente por desavenencias irreconciliables de carácter,
gustos y acomodación anímica. Amanda (cuidadora de personas mayores) y Trino decidieron,
de una manera irreflexiva, la unión conyugal en una fase en que ambos se
encontraban afectados por diversos problemas que agudizaban la soledad interior,
crisis personal que creyeron superar vinculando en el Registro Civil sus
respectivas vidas. Conoció a la que sería su primera esposa cuando ella atendía
a su madre, persona de avanzada edad, muy limitada por su esclerosis múltiple
que padecía). En realidad ni uno ni el otro mostraron con franqueza sus profundos
caracteres. Esta falta de verdadero conocimiento recíproco dio al traste con la
proyección futura y hermanada de sus vidas, a los pocos años de convivencia.
Tras esta incómoda y frustrada experiencia, Trino
abandonó definitivamente la antigua vivienda familiar en la que había residido
desde que nació, contratando un nuevo y algo más gravoso pero “ilusionante” alquiler.
Se trata de un coqueto y soleado estudio/apartamento
(la vivienda de sus padres sólo estaba abierta a un patio interior, con una
difícil llegada de la tonificación solar) muy bien situado y amueblado, junto a
un convento de religiosas mercedarias, en una zona plena de naturaleza, con
predominio de pinos y herbáceas mediterráneas. Su bloque se halla encastrado en
las traviesas derivaciones orográficas
de la Penibética malacitana, entre Monte Gibralfaro y Victoria, camino
de un Mediterráneo generosamente abierto
al sosiego, no exento de aventuras, imaginación y belleza. Un paraje ideal para
deleitar la vista, pensar con osada imaginación y entregarse profesional y
vocacionalmente a ese sugestivo y difícil oficio de escritor, que debe recrear,
modelar, analizar y compartir narrativamente historias de ficción, ancladas en
una realidad protagonista siempre presente.
Sus seguidores en la lectura no son sólo personas
adultas. Este vocacional escritor posee también un gran don de gentes con el vitalista
público juvenil en el ámbito escolar, ya que
sabe “ganarse” a este prometedor auditorio de jóvenes aprendices en el
imaginativo oficio de modelar, con palabras, todas esas historias que deleitan,
entretienen, informan e instruyen. La propia Delegación Provincial de la
Consejería de Cultura, también la concejalía municipal de la misma modalidad,
suelen animarle e invitarle a dar periódicas charlas y talleres en los centros
escolares de la capital y los municipios de la provincia. Es una sugestiva actividad
sin remuneración para el dinamizador cultural, pero que el escritor acepta con
agrado y generosidad debido a las compensaciones de imagen que adquiere,
difundiendo el conocimiento y la destreza para la composición literaria entre
grupos de jóvenes adolescentes.
La “columna” semanal que publica en un periódico local sí supone un
alivio económico para sus no muy abundantes ingresos. Se le ha asignado un tope
en la extensión del relato, pudiendo emplear
hasta un máximo de 750 palabras para el básico desarrollo narrativo. Sin
embargo, su amigo Adrián Calella de la Rinconada,
redactor jefe del diario, le permite en ocasiones que ese límite quede
sobrepasado en algunas líneas, en función de la naturaleza de la historia o
comentario que el autor realice. Por cierto, D. Adrián le tiene prometido que
cuando haya un hueco laboral en el periódico (posibilidad difícil, en las
actuales circunstancias) hará lo posible para que el prometedor escritor y
futuro periodista pueda tener un mayor actividad colaboradora en las secciones
del diario, propósito para el que moverá todos sus resortes y habilidades. Le
aclara una y otra vez que el periodismo escrito vive una época difícil, pues la
competencia mediática (radio, televisión, Internet y restos de grupos de la
comunicación) es muy aguerrida y la venta de ejemplares no hace sino decaer,
año tras año. Aunque Trino quiere ganarse “las lentejas” con la publicación de
sus novelas y escritos, le gustaría también ser miembro la plantilla en el
equipo de redacción, interés acrecentado ahora en que sólo le faltan algunas
materias por aprobar en su deseo de conseguir el grado en periodismo,
titulación que enriquecería y completaría no sólo su currículo académico sino
también su legítima vocación profesional.
Precisamente en unos incómodos momentos en que sus
ingresos difícilmente llegaban para cubrir los gastos del mes, algo del azar y
la suerte quiso llamar a su puerta. Cierta “afortunada tarde” encontró en el
buzón de su correo, un sobre franqueado remitido por una persona cuyo nombre
nada le decía: Afortunada Bianca Peregrina. Una
cuartilla de papel con tono rosado, manuscrita con una nerviosa y poco
cultivada caligrafía, planteaba una extraña petición de entrevista.
Estimado Sr. Trino Betancourt. Cada
una de las semanas suelo leer la columna o artículo que publica en la edición dominical
del periódico local. Por los numerosos comentarios que aparecen en la edición
on-line del diario, observo que tiene muchos seguidores que valoran y aprecian positivamente
sus comentarios y aportaciones sobre los temas más diversos. Necesitaría tener
una entrevista con Vd. a fin de plantearle un encargo profesional, dada su
capacidad para la exposición literaria (también he podido acceder a su primera
novela). Ha sido en la propia redacción del periódico donde he conseguido, no
sin gran dificultad, que me facilitasen su dirección, a fin de enviarle esta misiva.
Su número no aparece en la guía telefónica, por lo que deduzco que no usa
celular telefónico fijo sino un móvil, cuyo número desconozco. Le adjunto mis
datos y los dígitos de mi celular para que pueda localizarme sin dificultad. Suya afectísima.
Afortunada Bianca.
Trino se mostró vivamente interesado
e ilusionado con esta oferta de trabajo que inesperadamente le llegaba.
Una aportación económica le vendría muy bien pues, en realidad, sólo contaba en
la actualidad con el ingreso (no muy elevado) que le remitía mensualmente la
empresa que editaba el diario local, como retribución por sus semanales
colaboraciones, además del módico porcentaje por las ventas de su primera
publicación. Esta empresa editorial le había encargado contractualmente una
segunda novela, cuyo desarrollo temático llevaba bien adelantado. Pero, hasta que
no recibiesen una primera redacción completa del escrito, no se mostraban
abiertos a ingresarle en la cuenta bancaria adelanto alguno, sobre la suma pactada
en el contrato. En consecuencia, eran sus padres (como hijo único) quienes le ayudaban con frecuencia,
a fin de que pudiera “llegar a final de mes” con un mínimo o básico desahogo.
Tras una breve llamada telefónica, ambos
interlocutores quedaron citados para reunirse el primer lunes de enero, después
de la fiesta de Reyes, a las cinco de la tarde, en una céntrica tetería próxima al templo catedralicio de la ciudad. El
intrigado escritor llegó al establecimiento unos minutos antes que la
misteriosa cliente. Una vez frente a frente, Intercambiaron un cortés saludo y
tomaron asiento en una de las mesas situadas en un espacio alejada de la
puerta, a fin estar más concentrados en el diálogo, con respecto al tema y
detalles que debía explicitar la señora Afortunada.
Se trataba de una dama que vestía con cuidada y
consolidada elegancia, ofreciendo modales refinados en sus palabras y gestos y
que, a pesar de los arreglos ornamentales sobre su castigada anatomía, era
evidente que había superado con amplia generosidad temporal el medio siglo de
vida. Ordenaron sendas tazas de té solo y ninguno de ellos quiso añadir algún
complemento a la aromática e intensa infusión.
“Voy a ser lo más sintética posible,
a fin de no cansarle con una exposición excesivamente amplia acerca de las
especiales circunstancia en que me hallo. Pertenezco a una ilustre genealogía,
que en las últimas fases generacionales ha ido perdiendo lustre social y, lo
que sufro con más gravedad, también liquidez económica. En las actuales
circunstancias, resido en un pequeño ático que heredé gracias a la generosidad
de una tía abuela. Algunos intereses de depósitos bancarios me permiten
sobrellevar una vida de austeridad, ya que no tengo otra entrada dineraria,
pues por mi situación social nunca presté servicio laboral alguno.
El caso es que me queda sólo una
última propiedad, además de aquella en la que actualmente resido. Se trata de
un viejo caserón, al que en mis años jóvenes llamábamos “El palacete de Antequera”. Allí disfrutábamos la lúdica y
reconfortante temporada de verano, pues aunque durante el día arreciaba en
demasía el calor, las tarde y noches eran la mar de agradables, incluso con ese
frescor sin humedad que tanto se aprecia en las noches del estío. Ese palacete
y unas tierras adjuntas al mismo, muy agrestes para los cultivos, han sufrido
décadas y décadas de abandono. He intentado en varias ocasiones venderlo,
visitando algunas inmobiliarias, pero ninguna de ellas mostraba el interés
suficiente para adquirir esos terrenos (verdaderos eriales) y mucho menos por
un viejo caserón que está en ruinas y alejado de todo “bicho” viviente, pues no
hay núcleo habitable a menos de unos veinte o treinta kilómetros a la redonda. Para colmo, persiste una antigua leyenda o
creencia de que en la misma antigua residencia habita el espíritu de un fantasma, que no es otro sino el alma en pena
del conde de Vista Aventura, que vaga por la tierra, debido a
las infidelidades y maldades que perpetró contra su despreciada esposa, la condesa de Cantolfloro, a la que parece ajustició, para
centrar sus amores en la persona de una bella y joven doncella de la Corte. Finalmente
… se preguntará ¿Y por qué acudo a Vd?
Sé de su habilidad y capacidad para
la narración. En este sentido, le enco mendaría un trabajo periodístico, a modo de reportaje, en el que
expusiera la apasionante historia de este palacete, prácticamente hoy derruido,
añadiendo todos los elementos (reales o ficticios) que ensalzaran el valor de
esa zona del norte malagueño, con sus potencialidades para generar una pedanía
habitable y con futuro, pues a la capitalidad Antequerana se accede por
carretera en no más de cuarenta minutos. Su ubicación, su historia y el buen
clima que la zona goza en determinadas épocas del año, podría despertar el
interés de algunos empresarios hoteleros a fin de levantar en la zona un
parador rural, moteles o un hotel inmerso en la siempre vital naturaleza. Se
que hará, no me cabe la menor duda, un buen trabajo, al que desde ahora puede
Vd. poner precio. Por supuesto… necesito que ese trabajo salga publicado en el
periódico donde aparece semanalmente la columna que con tanta brillantez
redacta. Seguro que sus buenos contactos mediáticos permitirán que ese
reportaje salga publicado. Lo necesito, a ver si de una vez puedo vender ese
conjunto de palacete y áreas aledañas, para procurarme una sosegada y segura
vejez”.
Una vez puestos encima de la mesa todos
los “papeles” y las intenciones de la decadente dama nobiliaria, Trino no se lo
pensó dos veces. Mostró su abierta disposición a documentarse, de manera
adecuada como tenía por costumbre, sobre esa “historia llena de Historia” que tendría de escribir y vender, a fin de que su
”necesitada” interlocutora pudiera sacar algún beneficio, aunque fuese
simplemente testimonial o anímico, sobre sus controvertidos antepasados. Después
de un tira y afloja sobre la minuta por los reportajes, a la que tendría que
hacer frente la Sra. Bianca Pellegrina (la condesa aducía su limitada capacidad
económica en estos duros momentos de su existencia) la cifra que ésta se
comprometía a pagar (sin contrato de por medio) quedaba fijada en una cifra no menor
de 1800 €, que podría variar en función de las horas que el escritor tuviera que dedicar para sustentar un completo
trabajo divulgativo (viajes, bibliotecas, alguna entrevista, archivos,
reportaje fotográfico, etc.).
Durante aproximadamente tres semanas,
Trino estuvo dedicando varias horas del día a este curioso encargo profesional.
Transcurrida esta fase, redactó y maquetó una primera redacción, enviándole sendas
copias a la Sra. Afortunada. Ésta quedó muy complacida del contenido y forma de
un brillante trabajo que informaba y mostraba los incentivos que el caserón y
espacios aledaños podrían tener para algún avezado inversionista del sector de
la restauración y el hospedaje. Dado el visto bueno por parte de la promotora
del trabajo, llegaba una fase más compleja como era la de conseguir la
publicación en el periódico, durante dos fines de semanas consecutivos o
alternos. Trino se entrevistó con su amigo D. Adrián, explicándole los datos
del asunto, entregándole copias del reportaje. Pasados uno días, el redactor
jefe le dio una respuesta positiva al colaborador del diario, pero explicándole
que, amén de su publicación, no podría retribuirle por ser un asunto de
“naturaleza“ publicitaria, aunque el periódico no iba a cobrar nada por su edición,
dada la calidad del material.
El lunes siguiente a su primera
publicación, Afortunada ingresó en la cuenta bancaria de Trino los 1800 €
acordados verbalmente al inicio del proyecto, cantidad que “saneó” un poco las “estrecheces”
económicas del cualificado escritor, el cual se puedo centrar de nuevo en sus
dos novelas, una de las cuales estaba ya prácticamente en fase de redacción y
corrección para sus últimos capítulos. De alguna forma, el nombre de este autor
seguía enriqueciéndose a nivel de la divulgación popular de sus textos con la
difusión de estos dos excelentes reportajes, en los que la ficción y el
espíritu fantasmagórico del conde de Vista Aventura, don Gregorio Bianca del
Valladar. El propio Adrián le comentó
que era probable recibiera nuevas ofertas de empresas editoras especializadas
en libros de viajes, pues los dos trabajos mostraban con claridad lo bien que
su autor sabía “vender “ un determinado producto.
Pasaron meses y días. Una mañana Trino centró su
atención en una importante noticia
de prensa, cuyo contenido
le hizo recordar la historia de sus reportajes sobre el caserón nobiliario en
la comarca antequerana. Cierto consorcio empresarial especializado en la alta
tecnología ferroviaria, con mayoritario capital japonés, se proponía instalar un
centro de avanzada logística
ferroviaria para la
investigación técnica y de seguridad de nuevos proyectos de alta velocidad
comercial, que pudieran alcanzar hasta los 500 kilómetros a la hora. Los
terrenos adquiridos para ubicar el circuito del gigantesco scalextric experimental
estaban ubicados en la comarca de Antequera y afectaban a varias propiedades,
entre ellas las de la Sra. Bianca Peregrina. Precisamente el viejo caserón en
ruinas, una vez reconstruido y adaptado, sería dedicado a un complejo de oficinas,
al que se adosaría la instalación de un
hotel de cinco estrellas, con zonas de restauración y de ocio deportivo para
los visitantes. La información añadía que los terrenos aledaños y el propio
espacio que ocupaba el ruinoso caserón, habían sido adquiridos por una cifra que
rondaba los 22 millones de euros.
Al imaginativo escritor no se le
ocultaba que la naturaleza divulgativa, histórica y literaria, de sus dos
reportajes habían contribuido de alguna manera, tal vez decisiva, al excelente
y opíparo negocio que había podido y sabido diligenciar la habilidosa Sra.
Afortunada Bianca. Una decadente dama nobiliaria que en su momento supo acudir
en demanda de una cualificada ayuda profesional, a fin de paliar sus patentes
estrecheces financieras, con lo que ha conseguido en estos momentos poder
disfrutar de una insospechada solidez económica. Y todo ello, por sólo 1.800 €. –
EL DINAMIZADOR REPORTAJE DE UN ARTESANO DE
LA PALABRA ESCRITA
José L. Casado Toro (viernes, 11 ENERO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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