viernes, 25 de enero de 2019

MENSAJES ERRÓNEOS, PARA UNA HISTORIA DE INTRIGA.

La práctica del etiquetaje o la titulación de “casi todo” resulta bastante común entre las personas. Nos gusta, y necesitamos al tiempo, identificar los objetos, las vivencias, las circunstancias, también por supuesto a las personas, con esos rótulos o reclamos que hacen más fácil su reconocimiento, su clasificación y su más útil o mejor interpretación. Ya sean realidades próximas o distanciadas en el espacio. Pequeñas o inmensas en su magnitud. Similares o heterogéneas en su naturaleza. Todos esos elementos de la vida son organizados y simplificados para su reconocimiento con una palabra, frase o símbolo que a veces resulta especialmente afortunado, mientras que en otras oportunidades la elección puede ser discutible y controvertida, entre consideraciones u opciones opuestas.

Si miramos hacia nuestro pasado, existe una común aceptación en la clasificación de las grandes fases de la Historia, atendiendo y priorizando el factor básico de la temporalización. Si partimos de la Prehistoria, como una gran etapa de la vida de la que no conservamos textos escritos, la humanidad ha identificado otras importantes fases que la continúan, con la simple pero importante nomenclatura de Historia Antigua, Media, Moderna, Contemporánea y Actual. Este esquema temporal o cronológico puede ser bastante útil, pero hay o existen otras significativas clasificaciones que atienden a diferentes factores que no están tan constreñidos por el factor tiempo, sino por destacadas realidades humanas y tecnológicas que engloban a toda una época. Así aplicamos nuevos y clarificadores elementos para la clasificación, más enriquecidos por comportamientos y mentalidades que identifican y diferencian las grandes era de la Historia. Citemos algunos de ellos como ejemplos: la era de las catedrales, con la simbología que ese elemento constructivo representa para la humanidad. Los imperialismos. El Renacimiento. La Ilustración y las Luces. Las Guerras Mundiales. Los descubrimientos geográficos. La Revolución Industrial. Las dictaduras. El cine. Los decisivos avances en la investigación médica. La esclavitud. El cambio climático. La liberación de la mujer y así un largo etc. Estas innovadoras e inteligentes clasificaciones actúan como importantes referentes identificativos, que sirven para estructurar lo que no es sino el avance continuo, con sus desacertados retrocesos (no temporales) que va “dibujando” la evolución de la Humanidad.

Y cómo definiríamos la época que en la actualidad estamos protagonizando? Realmente somos partícipes de una época muy especial y contrastada, que podría ser denominada con muy diversos e imaginativos identificadores. Algunos pondrían su punto de mira en la profunda crisis de los valores tradicionales. Otros lo harían en los indiscutibles avances de la ciencia, para casi todas las disciplinas que la integran. Pero existe una evidencia que en modo alguno podemos obviar. Para estas últimas décadas, tenemos la importancia y versatilidad de la comunicación digital, a través de ese “mágico” fenómeno que tendrá un escalafón de privilegio en los libros de Historia, como es Internet. Este milagro de la microelectrónica ha generado un mundo más globalizado y próximo, para la mayoría de nuestras necesidades, anhelos, objetivos y frustraciones. Cualquier rama de la ciencia no puede, en esta fase histórica, ser ajena a esas cada vez más perfectas herramientas informáticas que sustentan y posibilitan el latido de la vida, el continuo progreso y el cambio instantáneo, plenamente liberado de la magnitud temporal.

En la actual etapa de la Revolución Electrónica, con la tecnología en constante proceso de modernización y avance infinito, el fenómeno whatsapp se ha incardinado decisivamente en nuestras vidas, facilitando y “abaratando nuestra insaciable exigencia de comunicar con otras personas, próximas o lejanas en el marco espacial y afectivo. En realidad las distancias físicas han ido paulatinamente desapareciendo, aunque  no haya sido tan fácil eliminar otras modalidades de distanciamiento que se refieren más al plano de las mentalidades, las culturas o los valores. Esta simple, pero grandiosa y versátil, aplicación de telefonía informática, denominada Whatsapp, va a tener un especial protagonismo en el relato que a continuación vamos a conocer.

A nadie debe extrañar que aparezca en la pantalla de nuestro móvil un mensaje whatsapp equivocado, texto que en su origen iba dirigido hacia otro destino. Como las prisas están en el orden del día y los relojes continúan condicionando y alterando nuestro sosiego, es más que frecuente cometer esos humanos errores de teclado que resultan incluso divertidos o inadvertidos para sus atareados o despistados autores. La explicación no tiene la mayor complejidad: estás enviando mensajes a un contacto y dejas el teléfono, sin salir de la aplicación. En otro momento vas a enviar un mensaje a otra persona, pero sigue activo el contacto anterior, quien es que recibe un texto que lógicamente no va para él. En la mayoría de las ocasiones, los textos erróneos carecen de la mayor importancia. Sin embargo aquella noche después de la cena, cuando escuché el sonido característico de la entrada de un nuevo mensaje, en modo alguno suponía la real notoriedad que esas confundidas líneas podrían llegar a “transportar”.

El texto venía firmado por una persona llamada Yaiza. Ese nombre no figuraba en mi listado de contactos. Tampoco mi memoria recordaba conocer a alguien (debía tratarse obviamente de una mujer) con este nombre de origen canario (según investigué en Google, es de origen guanche –una lengua que utilizaban los indios que habitaban las islas Canarias, nombre que significa “rayo de luz” y también “bella como la flor”. Añadía la “creativa” información de que suelen ser personas pacientes, sosegadas, muy nobles, sensibles…). Como es usual en los contenidos de esta aplicación de mensajería, el número de palabras que constituían el texto no era en demasía extenso. Su autora se esforzaba en justificarse, a causa de un importante error o falta que había cometido esa misma tarde con una persona muy próxima en el afecto, a quien llamaba Elián. Pedía, con manifiesta humildad, que se le diese una nueva oportunidad, por parte del “afortunado” o parece que muy dolido destinatario. En realidad envió dos mensajes, que llegaron con un intervalo de escasos segundos, reiterando básicamente la misma petición de perdón también en la segunda ocasión. Tras la lecturas de todas esas líneas y dado lo avanzada de la hora, tomé la decisión de no darle más importancia a este divertido asunto, seguro que originado por un humano error en el remitente. Con la intención de olvidarme de estos privativos mensajes, me entregué al descanso, en una noche de cielo limpio en pleno invierno.

Mi razonable o sensata intención al respecto quedó bruscamente interrumpida cuando, a eso de las dos y pico de la madrugada, de nuevo el sonido del móvil me despierta. Había entrado otro whatsapp en el móvil, ciertamente a una hora puntualmente inapropiada. Procedía, una vez más, de la tal Yaiza. Con los ojos un tanto vidriosos, dada la brusca interrupción de ese primer sueño que resulta tan eficaz para nuestros organismos, leí su contenido. Estaba escrito por una persona que, sin duda alguna, lo estaba pasando bastante mal. Con un trasfondo de desesperación en sus palabras y ante la falta de respuesta de sus dos primeros mensajes, la atribulada mujer insistía en su arrepentimiento, por la acción que había cometido “haciendo sufrir de manera tan cruel a quien tanto me ha amado”. En esta ocasión, añadía una larga frase que podía ofrecer una pista fehaciente acerca del “error” que la joven había cometido: “… estoy decidida a romper con este “infantil” engaño, producto de la inconsciencia de mi juventud y largos tiempos de soledad. Pero esta tarde adelantaste la vuelta y tuviste que enfrentarte a una imagen extremadamente dolorosa y cruel para la nobleza de tus sentimientos.”

A esa hora de las estrellas (o de “las brujas”, según otros criterios) teniendo ya el sueño perdido y el cuerpo descompensado, debido a la ola de frío y humedad que soportábamos en este primer mes del nuevo año, me debatía entre la incomodidad propia de estar en el centro conflictivo entre dos personas, como “espectador” involuntario de una trama de claro engaño conyugal y la respuesta más adecuada que debía adoptar ante esta sucesiva cadena de mensajes. Era indudable que esta mujer estaba jugando “con dos barajas” al mismo tiempo y su marido, pareja o compañero la había pillado infraganti en sus escarceos amorosos con un tercero al que en nada se aludía. De inmediato pensé (la imaginación no descansa, ni en esas horas inapropiadas de la noche) en ese marido que tiene que viajar con frecuencia, por motivos de su actividad profesional, lo que provoca que su pareja esté demasiado tiempo sola y ésta se “encariñe” con alguien que ha despertado la intensidad de sus sentimientos libidinosos, sintiendo el calor o atractivo de su proximidad. Fuera la relación “ilícita” más o menos larga, en su tiempo y afectividad, los ciclos viajeros del cónyuge podrían haberse alterado y éste, en su vuelta a casa, se encuentra con el desagradable espectáculo de ver a la pareja en actitud muy hiriente para sus sentimientos y fidelidad.

Podía deducir, a este nivel, que el tal Elian se había ido de casa, probablemente hundido en su ánimo, mientras que Yaiza trataba de recomponer una situación que había estallado en mil pedazos. Pedía o rogaba “infantilmente” perdón por lo infiel de su comportamiento, solicitando con la mayor inconsciencia una nueva oportunidad, a fin de “enderezar” o recomponer una relación que ella había roto, tal vez por su inmadurez, egoísmo o atracción sexual incontenible. Y en todo el jugoso sainete, allí me encontraba yo, sin conocer en lo más mínimo al trio protagonista, pero como observador involuntario de tan “teatral” y humano espectáculo.

Dudaba entre la mejor decisión que debía adoptar: podría enviarle a Yaiza un whatsapp aclaratorio, acerca del error que estaba cometiendo con los envíos, apagar el móvil o quitarle el sonido, olvidarme de toda esta historia… Traté finalmente de recuperar el sueño perdido, con el sonido del teléfono ya apagado, dejando para la mañana siguiente la opción más adecuada como respuesta.

Cuando ya había amanecido, de manera instintiva quise comprobar si se mostraba algo nuevo en la pantalla. Para mi sorpresa, me había llegado un tercer mensaje, a eso de las cuatro y media de la madrugada. En esta oportunidad el contenido del mismo era incluso más imperativo y doloroso, por parte de la aturdida joven. Se quejaba amargamente de que Elian no respondiera a sus requerimientos, utilizaba palabras como “desesperación” y “angustia” e incluso amenazaba con “hacer algo  muy drástico” si no recibía una respuesta comprensiva que la sosegara en sus culpas.

Dado el calibre de la extraña situación, en esta ocasión no tardé demasiados minutos en escribir unas líneas como respuesta, a fin de aclarar la muy incómoda situación. Aunque sus mensajes venían con un número telefónico como autoría, creí más aconsejable no mantener el contacto directo con una persona que mostraba un ánimo tan  profundamente descompensado. Era mejor redactar unas breves líneas y acabar con toda aquella escenografía con sabor a telefilm o a representación teatral.

“Srta. Yaiza. Durante las últimas horas me han estado llegando, seguro que por error, tres mensajes desde su autoría. Son frecuentes estas confusiones en los intercambios telefónicos de whatsapp. Debe revisar el listado de direcciones que tiene en su móvil, a fin de que los envíos correspondientes  lleguen a la persona idónea”. Obviamente, no añadí nombre alguno a este escueto pero concluyente texto.

Suponía que con esta respuesta ponía fin a una rocambolesca anécdota, de la que había sido espectador involuntario, acerca de las desventuras entre dos personas afectivamente muy doloridas. Tenía ante mí toda una mañana esperanzada para disfrutar del ocio, pues hoy ya era sábado y tenía el día libre. Tras un reparador desayuno, pensé realizar un relajante paseo en bicicleta (a pesar de que la temperatura ambiente era algo baja, para lo que era usual en estas tierras templadas del sur peninsular, junto al Mediterráneo) por ese largo carril bici marítimo que comunica la zona ferroviaria local hasta la desembocadura del Guadalhorce. Desde luego, dada la noche jalonada de acontecimientos, era la solución más reparadora e inteligente.

Para mi sorpresa, cuando marchaba pedaleando y gozando de una húmeda brisa tempranera, escuché desde mi mochila los típicos sonidos entrantes de whatsapp. De inmediato pensé (no sin cierto temor) en Yaiza, pues ella habría tenido ya oportunidad de conocer el contenido aclaratorio de mi respuesta. Para mi infortunio, no me equivocaba. De nuevo vi, en la pantalla del móvil, su número telefónico, antecediendo a unas líneas que, en esta cuarta ocasión, venían dirigidas a mi persona. Aún pedaleé  unas decenas de metros, deteniéndome en una zona próxima a la gran chimenea de la Málaga industrial del XIX,  popularmente conocida como “Mónica” (nombre debido a una bella historia de amor, entre dos jóvenes adolescentes). Tomé asiento en uno de los bancos que contemplan la playa, frente a la inmensa “torre”, para después conocer el siguiente largo contenido, texto que me sumió en un profundo desconcierto:

“Buenos días. Quien quiera que seas, debo aclararte que mis correos no han sido producto de error alguno. He elegido un número telefónico al azar, buscando a alguien con quien hablar y comunicar. Sobre todo esperaba conocer la clase de reacción que iba a tener la persona que los iba a recibir. En esos contenidos, que has tenido que leer, hay una parte (muy importante) de verdad. Traicioné, cruelmente, a una persona que quiso y supo entregarme fielmente su confianza y amor. Tras hacerle aquella injusta “jugada” todo se rompió entre nosotros. En los momentos actuales sé que Elián ha logrado rehacer su vida con una nueva compañera y que, por supuesto, nada quiere saber de mi persona. Ahora “navego” en la más profunda soledad y desconcierto. Esa parte también es verdadera, en el seno de los correos que has recibido.

Mi necesidad de comunicación en estos momentos es psicológicamente perentoria. Y te he elegido a ti. He de ser sincera, por una vez. No ha sido de manera casual, sino perfectamente intencionada. Aunque no lo sospeches, poseo interesantes datos sobre tu vida. Incluso también el número de tu móvil. Me atrevo a proponerte un encuentro, cuando y donde quieras, a fin de aclararte estos y otros muchos interrogantes que habrán sembrado dudas en tu conciencia, tras la lectura de este último y más extenso mensaje de whatsapp. Espero tu pronta respuesta, con mucho interés y necesidad”.

Tres hombres y una mujer, todos ellos inmersos en la juventud cronológica, se hallan reunidos en torno a una amplia mesa de trabajo, repleta de papeles, notas y carpetas, en la terraza de un céntrico ático sito en la zona antigua de la capital malacitana. Alguno de los cuatro compañeros de grupo ha apurado ya su segunda taza de té. Otro de los presentes, Elián Trapiello, tras leer en voz alta y de manera pausada unas cuartillas mecanografiadas, pregunta a sus amigos interlocutores: 

“Acabáis de conocer el planteamiento inicial de mi escrito. Os aseguro que esta historia está basada en esa realidad y experiencia que tanto nos vincula. Pienso que su contenido puede servir para redactar el argumento de nuestro próximo corto cinematográfico. En función de lo que digáis y también de los medios materiales de que dispongamos, este esquema de intriga y relaciones humanas, podría avanzar por unos u otros derroteros. Tengo ya algunas ideas acerca de un posible y sorprendente desenlace, entre otros finales posibles o alternativos. Pero no quiero adelantar acontecimientos. Lo primero y fundamental que necesito es escuchar vuestra analítica y sincera opinión, sobre este boceto de una trama argumental que puede derivar en vías de mayor complejidad. Poseo en mi conciencia y experiencia … abundantes elementos para enriquecerlo. Aunque en principio es un corto cinematográfico, mirándolo bien podría dar pie a un guión para la gran pantalla”.-


MENSAJES ERRÓNEOS, PARA UNA BREVE HISTORIA DE INTRIGA


José L. Casado Toro  (viernes, 25 ENERO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


sábado, 19 de enero de 2019

LOS INSOSPECHADOS INCENTIVOS DE UNA EXCURSIÓN PROMOCIONAL.

Después de la encadenada vorágine festiva navideña, sentimental, culinaria y comercial, llega una fase a nuestras vidas plenamente invernal, más o menos condicionada por las ofertas de rebajas y el período carnavalesco (para aquellas personas que gustan de esta lúdica manifestación cultural). Una gran mayoría ciudadana aplaude y “necesita” esta vuelta a la “bendita” rutina o normalidad, impuesta por el calendario, que abre las puertas a un nuevo ciclo anual, siempre iniciado con esos propósitos de cambio, más o menos profundos, creíbles o realizables, en la intimidad de nuestras vidas. El invierno, a pesar del supuesto frío meteorológico (con permiso de la inquietante alteración del “cambio climático”) estimula a las personas para retomar el contacto con la naturaleza. También ayuda a no rechazar cualquier posibilidad viajera o novedosa que pueda enriquecer el letargo rutinario, pero pleno de sosiego, que preside nuestros quehaceres, sembrado de objetivos estimulantes para la ilusión. Como dicen los “sabios”, hay que buscar motivos para el “hacer” y olvidarse de las banales excusas que promueven la poco saludable inactividad. 

Algo así es lo que le ocurrió a Leandro (Leo, para sus amigos y conocidos) Ángel Cordobán, un técnico informático de 32 años, que trabaja en una conocida cadena de reparación de periféricos digitales y todo tipo de telefonía móvil. Esta joven empresa publicita la eficacia de su trabajo con el motivador lema “Su móvil reparado en 40 minutos. La salud de su teléfono o tableta nos importa, de verdad”. Tras los estudios de la E.S.O. el joven profesional inició un ciclo formativo de Grado Medio en tecnología informática, estudios que completó con otros cursos, similares o de especialización, organizados por las concejalías de cultura y empleo de la corporación municipal donde se halla empadronado, la bella ciudad mediterránea donde nació y siempre ha residido.

Antes de trabajar en el sector de las NN.TT. (Nuevas Tecnologías) Leo ha probado suerte en otros sectores laborales, de naturaleza muy desigual y contrastada. Ejerció como repartidor de publicidad durante algunos meses, practicando el “buzoneo” en decenas de edificios. Especialmente en temporada veraniega, también ha trabajado en el sector de la hostelería como camarero. Quiso de igual forma sopesar su capacidad como comercial de seguros, en una compañía de decesos vinculada al sector de las funerarias, sin importantes éxitos en sus esfuerzos para la contratación. Como aficionado a la práctica deportiva, ha estado contratado como auxiliar de gimnasia en un centro de rehabilitación fisioterapeuta.

La variabilidad laboral de este hombre resulta paralela a sus vivencias afectivas pues, como abeja viajera y caprichosa, ha estado libando de flor en flor, sin la menor muestra de estabilidad o arraigo en sus numerosas relaciones sentimentales. En los momentos actuales permanece en estado de soltería, bien llevada, residiendo en un pequeño apartamento/ático alquilado en una zona antigua del urbanismo malagueño, en el barrio de la Victoria/lLagunillas. Hace años salió del domicilio familiar, buscando una independencia vivencial, con la discrepancia afectiva de su padre, un honrado y eficaz trabajador de la albañilería, mientras que su madre dedica todavía algunas horas de sus labores diarias para ayudar en algunas “casas bien” las cotidianas tareas del hogar.  

Una fría mañana de Febrero, mientras Leo desayunaba en una cafetería próxima al centro comercial en donde se halla instalada la tienda /taller de su empresa, un joven vestido con un chándal azul se iba acercando a cada una de las mesas ocupadas y a todos aquellos clientes que estaban consumiendo sus preferencias en la barra del establecimiento. A todos ellos les iba repartiendo un bien editado folleto publicitario, que el técnico informático ojeó mientras daba buena cuenta de su tostada con aceite que hacía escasos minutos le habían servido junto a una aromática taza de café solo acompañada con un par de galletas, obsequio de la casa.

El contenido de la oferta publicitaria era harto conocido. Por una módica cantidad, 25 €, se podía participar en una excursión a la atractiva ciudad de Ronda, en donde se visitarían diversos monumentos emblemáticos de la localidad. Los viajeros también disfrutarían de un almuerzo gratuito, excepto el coste de las bebidas que consumieran. Tras la comida, el grupo asistiría a la presentación de un producto novedoso –no especificado- en el mercado, el cual podría adquirirse (ese mismo día o durante los quince siguientes) en unas condiciones económicas sumamente interesantes para los clientes. Se adquiriese o no tan “tentadora oferta”, todos los asistentes a la presentación recibirían un regalo a elegir entre tres posibilidades:  Una mini-plancha de viaje. Un set de pequeñas herramientas para el hogar. O bien un transistor de bolsillo. 

Aunque los regalos no alcanzaban una excesiva motivación para el interés de Leandro, había dos elementos añadidos que podían incentivarle a su participación en el viaje, a efectuar en el sábado de la siguiente semana: en primer lugar, disfrutar de un agradable día en la preciosa localidad rondeña, por 25 euros, era una oferta difícil de rechazar (el folleto añadía que una guía local explicaría elementos de la riqueza artística, urbanística y natural de la ciudad). Por otra lado, una vez finalizada la presentación del novedoso producto se sortearía un fin de semana, para dos personas, en un hotel de la localidad almeriense de Roquetas de Mar, a disfrutar durante los meses de marzo o abril. Esta estancia implicaría tener que efectuar una comida (almuerzo o cena) en el hotel, coste a cargo del cliente. Aunque el desplazamiento al hotel correría a cargo del viajero, el desayuno en la mañana del domingo y la noche de estancia serán gratuitas.

Estuvo sopesando durante toda la mañana los datos del folleto, pues no era persona que tuviera mucha fe en estas ofertas y regalos tan generosamente planteados. Al fin, después del almuerzo, se animó a marcar el teclado del teléfono en donde debería inscribirse, un número 902 que le mantuvo, con diversos motivos, varios minutos a la espera para ser atendido, pues parece ser que la línea estaba colapsada de llamadas. Al otro lado de la línea estaba la Sra. o Srta. Maribel de Quinto, quien anotó sus datos básico identificativos. La locuaz interlocutora le indicó el lugar y la hora exacta (8:30 de la mañana) en donde estaría dispuesto el autocar, para ese sábado de febrero que, según el Aemet, amenazaba con posibilidades de lluvia.  Se le recomendaba llevar un calzado adecuado, para estar más cómodo durante la visita a la ciudad. En cuanto a la cuota a pagar por el viaje, los 25 euros del coste, serían entregados al conductor del autocar, en el momento de subirse al mismo.

Leandro acudió a la cita excursionista del sábado invernal bastante ilusionado, pues buscaba esa distracción y novedad que compensara la rutinaria tarea de toda una semana laboral, sumido entre máquinas y periféricos electrónicos. Creyó contar la suma de hasta 32 personas, además del conductor del vehículo, entre aquéllos que iban a participar en la breve pero intensa experiencia excursionista. Llamó su atención el que no estuviese presente en ese momento un guía o representante de la empresa organizadora, denominada PREMIUM PROMOCIONES. Entre los participantes al viaje destacaban, con notorio porcentaje, las personas de mediana o avanzada edad, la mayoría matrimonios de apariencia social modesta. Sin duda, Leo era el más joven integrante de todo el grupo viajero.

Una vez llegados al punto de destino, Ronda, la muy bella y romántica ciudad del Tajo, bajaron en la estación de autobuses, en el que una Srta. que se identificó como Geno, sería la guía turística encargada por Premium para efectuar la visita peatonal a los principales monumentos de la localidad. El recorrido transcurrió con la previsible normalidad del programa entre las 11:15 y las 14:30, en un día en sumo nublado que, durante algunos puntuales momentos, dejó caer finas y traviesas gotas de lluvia. Con fortuna, encontraron un establecimiento regentado por comerciantes orientales, en donde algunos viajeros compraron pequeños paraguas de cinco euros, ya que el día amenazaba con descargar precipitaciones más intensas como al final así sucedióhabitado poprrtesano de la palabra escrita. Viernes 11 Enero 2019.

En un sugerente e instructivo recorrido visitaron el templo de San Cristóbal y la Iglesia y Convento de la Merced, habitado por las madres Carmelitas Descalzas, donde contemplaron el brazo incorrupto de la Santa de Ávila, fundadora de la orden. Fue muy grato el trayecto por los jardines “levantados” sobre la plataforma rondeña del Paseo de los Ingleses, hasta llegar al gran corte pétreo sobre el extenso valle recorrido por un “tímido” río Guadalevín. Allí disfrutaron con la modélica “postal” llena de vida geológica del gran Tajo rondeño, bajo el Puente Nuevo y también conocieron el Puente Viejo, entre las escarpadas masas pétreas de la gran plataforma rocosa donde se asienta la ciudad. A partir de la famosa y veterana Plaza de Toros, subieron por la Vía Espinel, jalonada por numerosos comercios turísticos y locales para una suculenta y deliciosa restauración, llegando al rito inexcusable de la emblemática confitería las Campanas, en la céntrica Plaza del Socorro. Allí pudieron adquirir las famosas Yemas del Tajo, manjar para el deleite de los siempre golosos y hambrientos paladares. Cerca ya de las 13 horas, los grisáceos nubarrones comenzaron en firme su descarga de agua, precipitaciones de tan manifiesta intensidad que obligó a los integrantes del grupo a apresurar el paso, a fin de dirigirse con presteza a la Venta/Restaurante El Bandolero, donde se resguardaron de la lluvia y esperaron la hora para comenzar a degustar el almuerzo menú, recogido en el itinerario del programa.

Ese menú estaba compuesto por un caliente plato de pisto con huevo frito en su contenido y un segundo plato de albóndigas de choto con patatas guisadas en salsa menestra. De postre, cada comensal pudo saborear un plato de láminas de naranja natural, regadas con una “ventolera” de canela, azúcar y unas gotas de vino dulce, que servían para alegrar el sabroso y saludable manjar. Aunque en las mesas había jarras de agua a disposición de los clientes, muchos comensales pidieron vino o cerveza, siendo el pago de estas bebidas a su coste. Obviamente, el café u otra infusión de sobremesa, que la mayoría solicitó, tuvo el mismo carácter en el pago. La dirección del local tuvo el buen gesto de que el almuerzo estuviese acompañado con los acordes de un hábil guitarrista quien, desde un tablao adjunto al comedor, estuvo tocando un amplio repertorio de piezas andaluzas, muy a tono con la escenografía del local, bien repleto en su abigarrada decoración de arcabuces, escopetas e indumentaria identificativa de estos legendarios, valerosos y generosos bandoleros que, siglos atrás, se echaron al monte para perpetrar sus románticas aventuras y “fechorías” caritativas.  
  
Serían sobre las 16 horas cuando el grupo fue conducido a un gran salón del establecimiento restaurador, habilitado para celebraciones y, en este caso, una comercial presentación promocional. Presidía este espacio una gran mesa presidencial, a cuya espalda había una gran pantalla para la previsible proyección, elementos que miraban a una amplia sillería, a disposición de los espectadores que acudiesen a participar en el evento. Una vez que todos los asistentes ocuparan sus asientos, entraron desde una habitación adjunta dos personas. Una mujer de mediana edad, que se presentó como Maribel de Quinto (la misma que se había ocupado de recoger las llamadas, días atrás) además de un joven, que tendría una edad similar a la de Leo, llamado Isaac Calahorra. Eran los representantes de la firma Premium Promociones.

Desde un primer momento, la imagen de Isaac despertó alguna silueta o imagen borrosa en la memoria de Leo. Algo le decía que conocía esa cara, aunque la barba corta sobre su rostro le dificultaba la concreción del recuerdo. Casi de inmediato comenzó un audiovisual relativo a los tres productos que iban a ser presentados. Se aclaró que después de la video-proyección, los dos comerciales ampliarían y aclararían las dudas al respecto que los asistentes plantearan. ¿Cuáles eran las ofertas que iban a ser publicitadas?  

Se promovía un SEGURO INTEGRAL MULTIRRIESGO, denominado LAS TRES V: Vida, vivienda y vehículos, en unas condiciones económicas sumamente ventajosas. El más curioso de los incentivos consistían en que la carencia mensual de siniestros iría reduciendo un 2 % el precio total de la prima anual a pagar, mientras que cada “parte” entregado a la compañía encarecería un 4 % el precio de la prima base a pagar que, en su partida, suponía sólo un 60 % del precio medio establecido por la competencia en el mercado de seguros.

Llegaron pronto la exposición de los productos “milagrosos”. Primero fue un revolucionario COLCHÓN MULTIELÁSTICO,  que protegía “mágicamente” el descanso nocturno y ayudaba a compensar las normales dolencias y desviaciones en la columna vertebral. En el vídeo promocional, intervenían varios traumatólogos colegiados, tanto nacionales como extranjeros , los cuales ensalzaban las virtudes del producto. Muchos asistentes probaron este atractivo colchón, tendiéndose en el que estaba allí presente, a disposición de todos aquéllos quienes deseasen analizarlo para sus castigadas anatomías. Se mostró publicidad impresa en las revistas y medios de comunicación, en la que se contrastaba el precio de venta al publico por correspondencia: 4.500 euros. Si se adquiría durante esa tarde, se pagaría sólo 2.100 euros. Por supuesto, podría pagarse en tres cómodos plazos, con un interés testimonial de sólo un 3%, siempre y cuando la compra se hiciese efectiva en esa misma jornada. Leo quiso también probar el mágico soporte para el sueño, como experiencia simpática. Arrojó su cuerpo con entusiasmo a la bondad del lecho y al hacerlo sintió como un aguijón se le clavaba en el ecuador derecho de su trasero. Probablemente uno de los alambres orgánicos de la masa plástica se le clavó con toda su intensidad en su “asiento carnoso”, lo que le hizo saltar de dolor y generó una pequeña hemorragia que, aunque pronto cortada, estuvo a punto de acabar con la sesión . Tantas prácticas, de personas algo obesas, habían acabado con desequilibrar el misterio milagroso  de la multielasticidad. La Sra. de Quinto, parece ser que muy experta en la materia, extrajo con enérgica destreza el anárquico alambre orgánico de las posaderas de un azorado Leo, que quitó dramatismo al asunto con una circunstancial carcajada. Una señora mayor comentaba con una amiga de expedición, a espaldas de su celoso cónyuge, “desde luego, la frescura de los cachetes del joven, me ha hecho recordar escenas inolvidables de mi juventud, cuando mi Pancracio me mostraba sus partes y yo vibraba de emoción”. La tersura de las blancas posaderas de Leo fue motivo de muy “jugosos” y divertidos comentarios.  

Finalmente, la tercera oferta consistía en un lote o pack de dos aparatos electrónicos, diseñados para “crear” una micro-atmósfera que beneficiara las necesidades medias de nuestra salud. El primer mecanismo consistía en un DESIONIZADOR ATMOSFÉRICO que eliminaba esos iones negativos que no beneficiaban en absoluto el equilibrio orgánico. 1200 €. era su precio, aunque se ofertaba en el día al 50% del coste en catálogo. El segundo aparato consistía en un GENERADOR DE OZONO, muy ventajoso en su pureza para el aire que respiramos en nuestras habitaciones. 750 €. aunque lo “daban” a 400 en oferta. Si se adquiría el lote completo, el precio se reducía a 800 €. Un señor, de generosa edad y humanidad, presionado por su también obesa compañera, preguntó a Fermín, el hábil y dicharachero presentador, con un estilo castizo y desenfadado y entre las risas del colectivo, que dónde estaban los “siones” y el “ofono”, pues él y su señora no los veían, cuando el aparato funcionaba. La anécdota simpática de esta fase de la presentación sucedió cuando funcionaban los dos mecanismos electrónicos al unísono. Por algún fallo técnico, provocaron un corto circuito en la instalación eléctrica del establecimiento, que dejó a todo el grupo en la más completa oscuridad durante unos largos siete u ocho minutos, hasta que trajeron unas velas y linternas al efecto. Como el hecho sucedió cuando muchos estaban de pie, comprobando las características del colchón y los electrónicos, se escucharon voces nerviosas y compungidas de señoras y señores, que reclamaban la ubicación exacta de sus parejas “Romualdo, donde estás metido que no te veo, Virgencita del buen suspiro, ¡Pero dónde esta mi Romualdo“Petra, no te muevas de donde estés, que eres muy torpe y te vas a caer“Ay, Ay, menudo costalazo me acabo de dar, Federica, donde “leches” estás… que no se ve nada, la que han  organizado estos “gorriones” …” Para ilustrar la escenográfica acústica ambiental, el tronar de la tormenta que caía en el exterior llegaba con preclara nitidez a una sala presa de nervios, oscuridad y desconcierto.

La escenografía de la sala mostraba al fin su lado más divertido. Tras la recuperación del fluido eléctrico, la pareja de comerciales repartió de inmediato unos impresos comerciales entre todos los presentes, material que debían rellenar todos aquéllos que estuviesen interesados en alguna adquisición o consulta. A Leo le correspondió entrevistarse precisamente con Isaac Calahorra, ese joven empleado de la empresa Premium en cuyo rostro adivinaba algún recuerdo pero de difícil concreción, tanto en lo temporal como en lo espacial. Le explicó que en principio estudiaría el tema del seguro integral, pero que necesitaba más tiempo para adoptar una decisión al respecto. Captó que su interlocutor fijaba de manera intensa la mirada en su persona. Después de una pequeña sonrisa, el comercial le habló con definida franqueza.

“Permíteme que te tutee, porque realmente nos conocemos. Hemos sido compañeros de clase, en las aulas de la Secundaria. Hace ya, lógicamente, unos “pocos” de años. Tú debes andar por los 36 o 37, que es la edad que yo tengo. Los compañeros te llamábamos Leo y siempre me resultó curioso que tuvieras un apellido que no era tu nombre. Ese primer apellido creo que era Ángel ¡perdona, pero si lo tengo aquí delante en el impreso que me has dejado! En aquél tiempo se formaban grupos de clase muy numerosos en alumnos. En 3º de BUP creo que éramos hasta 43. Entre tanta gente, mi barba y que hayan pasado veintitantos años, todo eso hace que no te acuerdes muy bien. Ya conoces mi nombre. En clase me llamabas  Calo, por el apellido. No he sido buen estudiante y he dado muchos tumbos por la vida. Aquí llevo un par de años, “vendiendo” todo lo que me echen. Me pagan una miseria pero, si hago contratos de venta, puedo sacar unos porcentajes que oxigenan un poco mi anémico sueldo. Veo que has puesto una crucecita en el regalo de la radio. Hoy no vamos a entregar esos regalos. Los llevaremos personalmente al domicilio del interesado, con el animo o interés de conseguir alguna venta, insistiendo en éstos u otros productos de un extenso catálogo. De todas formas, yo te voy a entregar el pequeño transistor en una bolsa cerrada, ahora cuando termine las entrevistas con los asistentes. Lo que sí te pido es que si vas a hacer el seguro o necesitas algún producto concreto… veo que trabajas en informática…. te pongas en contacto conmigo, pues te haría un precio espacial y además yo ganaría algún porcentaje en la venta, que buena falta me hace. Me he casado hace poco (en segundas nupcias) y ya sabes lo que se gasta en una casa. Te dejo en esta tarjeta mi teléfono particular. Me llamas sin problema, que yo voy a ser muy honesto contigo. A pesar de que tuve que soportar algún bullying por tu grupo de amigos. Pero eso ya está superado y olvidado”.

Cuando Leo volvía en el autocar a su lugar de origen, dedicaba tiempo para la reflexión acerca de la densidad de hechos que había podido protagonizar y compartir, gracias a su afortunada decisión de participar en esa excusión promocional. Aunque el regalo del fin de semana en Roquetas de Mar le había correspondido al matrimonio formado por un cabrero de Algeciras y a su rechoncha mujer, durante las casi 10 horas en que había estado vinculado al grupo viajero, tuvo la oportunidad de visitar una bella ciudad que siempre ofrece sus encantos monumentales, a pesar de la inestabilidad meteorológica que provocó un día bastante frío y con lluvia. Indudablemente la mecánica de todos los incentivos recibidos estaba basada en la promoción de productos, ofertas adornadas con precios en realidad elevados aunque bien presentados y aparentemente “muy rebajados”. Las divertidas vivencias protagonizadas en la venta/restaurante El Bandolero iban a permanecer en su memoria, de manera especial su reencuentro con un antiguo compañero de la adolescencia al que apenas recordaba, pero el que, además de su generosidad, le ofreció una estupenda lección acerca de cómo hay que saber superar los errores y el sufrimiento infringido neciamente a los demás. Albergaba en su voluntad el firme propósito de tener en cuenta la tarjeta y datos personales que Isaac Calahorra le había entregado, a fin de recuperar una amistad inesperada en la fase adulta de sus vidas. La anécdota del colchón, aunque físicamente aún le molestaba, fue una más, en realidad divertida, entre los numerosos y lúdicos “fotogramas” de ese bien aprovechado día en el fin de semana.-   

LOS INSOSPECHADOS INCENTIVOS DE UNA EXCURSIÓN PROMOCIONAL


José L. Casado Toro  (viernes, 18 ENERO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga



jueves, 10 de enero de 2019

EL DINAMIZADOR REPORTAJE DE UN ARTESANO DE LA PALABRA ESCRITA.


Existe una difundida opinión que “desde siempre” ha puesto de manifiesto la imposibilidad o dificultad de vivir o subsistir (en lo económico) sólo con el ejercicio de la actividad literaria. Se puede afirmar esta patente realidad, a no ser que ya seas un escritor plenamente consagrado. Solamente esa reducida nómina de autores, que ponen en el mercado editorial auténticos “best sellers”, con títulos de obras muy demandadas por el gran público lector, son los que probablemente hoy pueden vivir con la autosuficiencia económica procedente de sus textos. En la actualidad, si analizamos la tipología de los comercios abiertos en cualquier ciudad de nuestro entorno, observamos con preocupación cómo las librerías no ocupan precisamente un lugar preferente en las estadísticas comerciales, sino todo lo contrario. La demanda clientelar y sus compras van más bien para el conjunto adquisitivo de la restauración alimenticia, la compra de ropa y sus complementos, los productos informáticos y demás artículos vinculados al mercado electrónico, junto a una importante inversión en ocio, en sus más variadas y atractivas modalidades. Y es que vivimos “atados al tiempo de las prisas” cuya consecuencia para el mercado editorial supone la “imposibilidad” social de poder dedicar mucho tiempo a la lectura. La competencia de la comunicación mediática, a través de Internet y otros medios electrónicos, como la radio y la televisión, condiciona decisivamente la venta de los escritos en soporte papel. Ello también explica la prometedora realidad del microrrelato, aunque pueda ser discutible para muchos la naturaleza y modalidad de este tipo de escritos. El tiempo acelerado en nuestras vidas se dedica o prioriza para otros menesteres o actividades, diferentes al de la enriquecida y siempre subyugante placidez lectora.

A pesar de todos los condicionantes expuestos, para aquéllos que se dedican al noble ejercicio de la actividad literaria, vemos con agrado la permanencia de numerosos “guerrilleros” de la palabra escrita, que siguen con admirable tesón y convicción practicando la creatividad de contar historias y explicarnos su punto de vista ante los hechos y vivencias que nos rodean. Acerquémonos con sigilo, a fin de no interrumpir en demasía su trabajo, a uno de estos aventureros literarios, diestros en el manejo de la pluma, el bolígrafo y seguro que también el universal teclado.

Trinidad (caprichos de su madre, persona muy religiosa y fervorosa del santo Misterio) Betancourt Estrada hace años que completó su licenciatura universitaria en Filología Hispánica, titulación que en la actualidad trata de ampliar también con la obtención del grado en Ciencias de la Comunicación. A sus treinta y siete años de edad, este joven escritor se sigue esforzando por abrirse camino en el ámbito literario, tratando de que sus textos lleguen al conocimiento del mayor público lector. Trabaja “de por libre” pues se halla enfrascado en la redacción de hasta dos novelas (al mismo tiempo) que continuarán, en el momento de su publicación, el aceptable y esperanzador nivel de ventas que obtuvo la primera de sus obras, que al fin pudo ver expuesta para su goce en los escaparates y expositores de las librerías. 

Con periodicidad generalmente semanal Trino firma y publica un artículo en el principal diario de la localidad donde nació y reside, escritos que salen a la luz en la edición dominical de ese periódico. Estos materiales tienen una reconocida y amplia aceptación entre el público lector, pues su autor no elude, siempre que lo considera necesario, el tratamiento de los temas más conflictivos o polémicos. Sustenta sus exposiciones en horas de investigación y documentación, a fin de evitar en lo posible (como él con frecuencia manifiesta) la generación de párrafos en cuyo interior pudieran aparecer demasiadas o banales “tonterías”.

Además de esta muy útil colaboración periodística, también suele “sacar tiempo” para elaborar algunos reportajes fotográficos que, con más o menos dificultad, vende a determinadas empresas de la comunicación y la publicidad. Todo ello, unido a los ingresos procedentes de los derechos de autor de su primera novela, le va permitiendo “ir tirando” económicamente, a la espera de conseguir posiciones más prestigiosas y rentables en el difícil y competitivo mercado de las publicaciones escritas.

En el ámbito de su intimidad familiar, Trino lleva muy bien su nueva soltería, tras una conflictiva experiencia matrimonial que duró casi “tres interminables años”, frustrada definitivamente por desavenencias irreconciliables de carácter, gustos y acomodación anímica. Amanda (cuidadora de personas mayores) y Trino decidieron, de una manera irreflexiva, la unión conyugal en una fase en que ambos se encontraban afectados por diversos problemas que agudizaban la soledad interior, crisis personal que creyeron superar vinculando en el Registro Civil sus respectivas vidas. Conoció a la que sería su primera esposa cuando ella atendía a su madre, persona de avanzada edad, muy limitada por su esclerosis múltiple que padecía). En realidad ni uno ni el otro mostraron con franqueza sus profundos caracteres. Esta falta de verdadero conocimiento recíproco dio al traste con la proyección futura y hermanada de sus vidas, a los pocos años de convivencia.

Tras esta incómoda y frustrada experiencia, Trino abandonó definitivamente la antigua vivienda familiar en la que había residido desde que nació, contratando un nuevo y algo más gravoso pero “ilusionante” alquiler. Se trata de un coqueto y soleado estudio/apartamento (la vivienda de sus padres sólo estaba abierta a un patio interior, con una difícil llegada de la tonificación solar) muy bien situado y amueblado, junto a un convento de religiosas mercedarias, en una zona plena de naturaleza, con predominio de pinos y herbáceas mediterráneas. Su bloque se halla encastrado en las traviesas derivaciones orográficas  de la Penibética malacitana, entre Monte Gibralfaro y Victoria, camino de un Mediterráneo generosamente  abierto al sosiego, no exento de aventuras, imaginación y belleza. Un paraje ideal para deleitar la vista, pensar con osada imaginación y entregarse profesional y vocacionalmente a ese sugestivo y difícil oficio de escritor, que debe recrear, modelar, analizar y compartir narrativamente historias de ficción, ancladas en una realidad protagonista siempre presente.

Sus seguidores en la lectura no son sólo personas adultas. Este vocacional escritor posee también un gran don de gentes con el vitalista público juvenil en el ámbito escolar, ya que sabe “ganarse” a este prometedor auditorio de jóvenes aprendices en el imaginativo oficio de modelar, con palabras, todas esas historias que deleitan, entretienen, informan e instruyen. La propia Delegación Provincial de la Consejería de Cultura, también la concejalía municipal de la misma modalidad, suelen animarle e invitarle a dar periódicas charlas y talleres en los centros escolares de la capital y los municipios de la provincia. Es una sugestiva actividad sin remuneración para el dinamizador cultural, pero que el escritor acepta con agrado y generosidad debido a las compensaciones de imagen que adquiere, difundiendo el conocimiento y la destreza para la composición literaria entre grupos de jóvenes adolescentes.

La “columna” semanal que publica en un periódico local sí supone un alivio económico para sus no muy abundantes ingresos. Se le ha asignado un tope en la extensión del relato, pudiendo emplear  hasta un máximo de 750 palabras para el básico desarrollo narrativo. Sin embargo, su amigo Adrián Calella de la Rinconada, redactor jefe del diario, le permite en ocasiones que ese límite quede sobrepasado en algunas líneas, en función de la naturaleza de la historia o comentario que el autor realice. Por cierto, D. Adrián le tiene prometido que cuando haya un hueco laboral en el periódico (posibilidad difícil, en las actuales circunstancias) hará lo posible para que el prometedor escritor y futuro periodista pueda tener un mayor actividad colaboradora en las secciones del diario, propósito para el que moverá todos sus resortes y habilidades. Le aclara una y otra vez que el periodismo escrito vive una época difícil, pues la competencia mediática (radio, televisión, Internet y restos de grupos de la comunicación) es muy aguerrida y la venta de ejemplares no hace sino decaer, año tras año. Aunque Trino quiere ganarse “las lentejas” con la publicación de sus novelas y escritos, le gustaría también ser miembro la plantilla en el equipo de redacción, interés acrecentado ahora en que sólo le faltan algunas materias por aprobar en su deseo de conseguir el grado en periodismo, titulación que enriquecería y completaría no sólo su currículo académico sino también su legítima vocación profesional.

Precisamente en unos incómodos momentos en que sus ingresos difícilmente llegaban para cubrir los gastos del mes, algo del azar y la suerte quiso llamar a su puerta. Cierta “afortunada tarde” encontró en el buzón de su correo, un sobre franqueado remitido por una persona cuyo nombre nada le decía: Afortunada Bianca Peregrina. Una cuartilla de papel con tono rosado, manuscrita con una nerviosa y poco cultivada caligrafía, planteaba una extraña petición de entrevista.

Estimado Sr. Trino Betancourt. Cada una de las semanas suelo leer la columna o artículo que publica en la edición dominical del periódico local. Por los numerosos comentarios que aparecen en la edición on-line del diario, observo que tiene muchos seguidores que valoran y aprecian positivamente sus comentarios y aportaciones sobre los temas más diversos. Necesitaría tener una entrevista con Vd. a fin de plantearle un encargo profesional, dada su capacidad para la exposición literaria (también he podido acceder a su primera novela). Ha sido en la propia redacción del periódico donde he conseguido, no sin gran dificultad, que me facilitasen su dirección, a fin de enviarle esta misiva. Su número no aparece en la guía telefónica, por lo que deduzco que no usa celular telefónico fijo sino un móvil, cuyo número desconozco. Le adjunto mis datos y los dígitos de mi celular para que pueda  localizarme sin dificultad. Suya afectísima. Afortunada Bianca.

Trino se mostró vivamente interesado e ilusionado con esta oferta de trabajo que inesperadamente le llegaba. Una aportación económica le vendría muy bien pues, en realidad, sólo contaba en la actualidad con el ingreso (no muy elevado) que le remitía mensualmente la empresa que editaba el diario local, como retribución por sus semanales colaboraciones, además del módico porcentaje por las ventas de su primera publicación. Esta empresa editorial le había encargado contractualmente una segunda novela, cuyo desarrollo temático llevaba bien adelantado. Pero, hasta que no recibiesen una primera redacción completa del escrito, no se mostraban abiertos a ingresarle en la cuenta bancaria adelanto alguno, sobre la suma pactada en el contrato. En consecuencia, eran sus padres (como  hijo único) quienes le ayudaban con frecuencia, a fin de que pudiera “llegar a final de mes” con un mínimo o básico desahogo.

Tras una breve llamada telefónica, ambos interlocutores quedaron citados para reunirse el primer lunes de enero, después de la fiesta de Reyes, a las cinco de la tarde, en una céntrica tetería próxima al templo catedralicio de la ciudad. El intrigado escritor llegó al establecimiento unos minutos antes que la misteriosa cliente. Una vez frente a frente, Intercambiaron un cortés saludo y tomaron asiento en una de las mesas situadas en un espacio alejada de la puerta, a fin estar más concentrados en el diálogo, con respecto al tema y detalles que debía explicitar la señora Afortunada.

Se trataba de una dama que vestía con cuidada y consolidada elegancia, ofreciendo modales refinados en sus palabras y gestos y que, a pesar de los arreglos ornamentales sobre su castigada anatomía, era evidente que había superado con amplia generosidad temporal el medio siglo de vida. Ordenaron sendas tazas de té solo y ninguno de ellos quiso añadir algún complemento a la aromática e intensa infusión.

“Voy a ser lo más sintética posible, a fin de no cansarle con una exposición excesivamente amplia acerca de las especiales circunstancia en que me hallo. Pertenezco a una ilustre genealogía, que en las últimas fases generacionales ha ido perdiendo lustre social y, lo que sufro con más gravedad, también liquidez económica. En las actuales circunstancias, resido en un pequeño ático que heredé gracias a la generosidad de una tía abuela. Algunos intereses de depósitos bancarios me permiten sobrellevar una vida de austeridad, ya que no tengo otra entrada dineraria, pues por mi situación social nunca presté servicio laboral alguno.

El caso es que me queda sólo una última propiedad, además de aquella en la que actualmente resido. Se trata de un viejo caserón, al que en mis años jóvenes llamábamos “El palacete de Antequera”. Allí disfrutábamos la lúdica y reconfortante temporada de verano, pues aunque durante el día arreciaba en demasía el calor, las tarde y noches eran la mar de agradables, incluso con ese frescor sin humedad que tanto se aprecia en las noches del estío. Ese palacete y unas tierras adjuntas al mismo, muy agrestes para los cultivos, han sufrido décadas y décadas de abandono. He intentado en varias ocasiones venderlo, visitando algunas inmobiliarias, pero ninguna de ellas mostraba el interés suficiente para adquirir esos terrenos (verdaderos eriales) y mucho menos por un viejo caserón que está en ruinas y alejado de todo “bicho” viviente, pues no hay núcleo habitable a menos de unos veinte o treinta kilómetros a la redonda.  Para colmo, persiste una antigua leyenda o creencia de que en la misma antigua residencia habita el espíritu de un fantasma, que no es otro sino el alma en pena del conde de Vista Aventura, que vaga por la tierra, debido a las infidelidades y maldades que perpetró contra su despreciada esposa, la condesa de Cantolfloro, a la que parece ajustició, para centrar sus amores en la persona de una bella y joven doncella de la Corte. Finalmente … se preguntará ¿Y por qué acudo a Vd?

Sé de su habilidad y capacidad para la narración. En este sentido, le enco pues table y con fiuturo,sus potencialidades para generar una pedan valor de esa zonamendaría un trabajo periodístico, a modo de reportaje, en el que expusiera la apasionante historia de este palacete, prácticamente hoy derruido, añadiendo todos los elementos (reales o ficticios) que ensalzaran el valor de esa zona del norte malagueño, con sus potencialidades para generar una pedanía habitable y con futuro, pues a la capitalidad Antequerana se accede por carretera en no más de cuarenta minutos. Su ubicación, su historia y el buen clima que la zona goza en determinadas épocas del año, podría despertar el interés de algunos empresarios hoteleros a fin de levantar en la zona un parador rural, moteles o un hotel inmerso en la siempre vital naturaleza. Se que hará, no me cabe la menor duda, un buen trabajo, al que desde ahora puede Vd. poner precio. Por supuesto… necesito que ese trabajo salga publicado en el periódico donde aparece semanalmente la columna que con tanta brillantez redacta. Seguro que sus buenos contactos mediáticos permitirán que ese reportaje salga publicado. Lo necesito, a ver si de una vez puedo vender ese conjunto de palacete y áreas aledañas, para procurarme una sosegada y segura vejez”.

Una vez puestos encima de la mesa todos los “papeles” y las intenciones de la decadente dama nobiliaria, Trino no se lo pensó dos veces. Mostró su abierta disposición a documentarse, de manera adecuada como tenía por costumbre, sobre esa “historia llena de Historia” que tendría de escribir y vender, a fin de que su ”necesitada” interlocutora pudiera sacar algún beneficio, aunque fuese simplemente testimonial o anímico, sobre sus controvertidos antepasados. Después de un tira y afloja sobre la minuta por los reportajes, a la que tendría que hacer frente la Sra. Bianca Pellegrina (la condesa aducía su limitada capacidad económica en estos duros momentos de su existencia) la cifra que ésta se comprometía a pagar (sin contrato de por medio) quedaba fijada en una cifra no menor de 1800 €, que podría variar en función de las horas que el escritor  tuviera que dedicar para sustentar un completo trabajo divulgativo (viajes, bibliotecas, alguna entrevista, archivos, reportaje fotográfico, etc.).

Durante aproximadamente tres semanas, Trino estuvo dedicando varias horas del día a este curioso encargo profesional. Transcurrida esta fase, redactó y maquetó una primera redacción, enviándole sendas copias a la Sra. Afortunada. Ésta quedó muy complacida del contenido y forma de un brillante trabajo que informaba y mostraba los incentivos que el caserón y espacios aledaños podrían tener para algún avezado inversionista del sector de la restauración y el hospedaje. Dado el visto bueno por parte de la promotora del trabajo, llegaba una fase más compleja como era la de conseguir la publicación en el periódico, durante dos fines de semanas consecutivos o alternos. Trino se entrevistó con su amigo D. Adrián, explicándole los datos del asunto, entregándole copias del reportaje. Pasados uno días, el redactor jefe le dio una respuesta positiva al colaborador del diario, pero explicándole que, amén de su publicación, no podría retribuirle por ser un asunto de “naturaleza“ publicitaria, aunque el periódico no iba a cobrar nada por su edición, dada la calidad del material.

El lunes siguiente a su primera publicación, Afortunada ingresó en la cuenta bancaria de Trino los 1800 € acordados verbalmente al inicio del proyecto, cantidad que “saneó” un poco las “estrecheces” económicas del cualificado escritor, el cual se puedo centrar de nuevo en sus dos novelas, una de las cuales estaba ya prácticamente en fase de redacción y corrección para sus últimos capítulos. De alguna forma, el nombre de este autor seguía enriqueciéndose a nivel de la divulgación popular de sus textos con la difusión de estos dos excelentes reportajes, en los que la ficción y el espíritu fantasmagórico del conde de Vista Aventura, don Gregorio Bianca del Valladar.  El propio Adrián le comentó que era probable recibiera nuevas ofertas de empresas editoras especializadas en libros de viajes, pues los dos trabajos mostraban con claridad lo bien que su autor sabía “vender “ un determinado producto.  

Pasaron  meses y días. Una mañana Trino centró su atención en una importante noticia de prensa, cuyo contenido le hizo recordar la historia de sus reportajes sobre el caserón nobiliario en la comarca antequerana. Cierto consorcio empresarial especializado en la alta tecnología ferroviaria, con mayoritario capital japonés, se proponía instalar un centro de avanzada logística ferroviaria para la investigación técnica y de seguridad de nuevos proyectos de alta velocidad comercial, que pudieran alcanzar hasta los 500 kilómetros a la hora. Los terrenos adquiridos para ubicar el circuito del gigantesco scalextric experimental estaban ubicados en la comarca de Antequera y afectaban a varias propiedades, entre ellas las de la Sra. Bianca Peregrina. Precisamente el viejo caserón en ruinas, una vez reconstruido y adaptado, sería dedicado a un complejo de oficinas, al que se adosaría  la instalación de un hotel de cinco estrellas, con zonas de restauración y de ocio deportivo para los visitantes. La información añadía que los terrenos aledaños y el propio espacio que ocupaba el ruinoso caserón, habían sido adquiridos por una cifra que rondaba los 22 millones de euros.

Al imaginativo escritor no se le ocultaba que la naturaleza divulgativa, histórica y literaria, de sus dos reportajes habían contribuido de alguna manera, tal vez decisiva, al excelente y opíparo negocio que había podido y sabido diligenciar la habilidosa Sra. Afortunada Bianca. Una decadente dama nobiliaria que en su momento supo acudir en demanda de una cualificada ayuda profesional, a fin de paliar sus patentes estrecheces financieras, con lo que ha conseguido en estos momentos poder disfrutar de una insospechada solidez económica. Y todo ello, por sólo 1.800 €. –

EL DINAMIZADOR REPORTAJE DE UN ARTESANO DE
LA PALABRA ESCRITA



José L. Casado Toro  (viernes, 11 ENERO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga