La grandeza y miseria del ser humano necesita y
exige, durante esa prolongada o más breve etapa vital que el destino nos tiene
reservada, sentirse apoyado, protegido o confortado, por un ente superior de
variada nomenclatura, según las distintas culturas, épocas y sociedades que
pueblan nuestro heterogéneo y privilegiado planeta. Desde la más “tierna”
infancia, hasta la hora final de ese viaje sin billete de retorno, hombres y
mujeres han reclamado esa atención protectora, sin la cual resulta difícil
entender y soportar el discurrir de los días. Al propio niño se le habla, desde
que tiene uso de razón, de ese ser “transparente” y espiritual al que se le
llama “ángel de la guarda”, amigo generoso que
cuida y protege de tantos errores y maldades que acechan la limpia bondad que
sustenta los pocos años de vida. A ese ser invisible se le reza, se le habla y
a él se confía como vigilante de los peligros que acechan a la “santa
inocencia”.
A medida que crecemos, ese puesto benefactor es
ocupado por otras modalidades de creencias religiosas, siempre “todopoderosas”,
de las que esperamos la generosidad de
sus bondades y cuidados, justificando en nuestra ignorancia o faltas sus
castigos y “crueldades” que, de manera lamentable y dolorosa, están acechando
detrás de la puerta a la mayoría de los humanos. Nuestras relaciones con esas
divinidades superiores tienen, según cada cual, sus alzas o distanciamientos,
etapas y fases derivadas de mil y una circunstancias, de nuestra formación y ¡cómo
no! del carácter con que el destino y nosotros mismos nos hemos dotado. Pero
incluso aquéllos más rebeldes o desconfiados a su dependencia, unos y otros solemos
buscar, en las más adversas situaciones de nuestras “cortas” y las más de las
veces absurdas existencias, su providencial apoyo, su milagrosa ayuda o ese ansiado
consuelo que tanto “oxigena”. Para ello focalizamos nuestra mirada desvalida
hacia la inmensidad celeste del firmamento, donde pensamos puede estar ubicado
ese “reino” de la bondad, en donde el dolor, físico y espiritual, desaparece y
en su lugar puede estar, sin contraprestaciones materiales, el goce eterno para
el sosiego y la explicación de todos los porqués de tan imposible y críptica
respuesta, en este valle verdaderamente alocado y absurdo de lo “terrenal”.
En este entorno providencial, para auxiliar nuestras
debilidades, limitaciones y creencias, el avance impasible y aritmético del
tiempo, aliado de la imaginación que gesta nuestras mentes, ha ido creando y
generando nuevas, modernas e inesperadas formas
“protectoras”. Son mitos o dioses del hoy, con siluetas de fulgor
explícito o con el atractivo misterioso de su nebulosa indefinición, que hoy se
nos presentan con su eficaz rotundidad sustentada en los asombrosos avances
técnicos de la sociedad digital. Con su
paciente insistencia, nos tienden la “magia redentora” de sus manos y consiguen
que más pronto o tarde nos hagamos fieles acólitos de tan cibernética religión,
buscando el anhelado consuelo que sosiegue nuestra necesitada orfandad o manifiesta
incapacidad. Es una nueva “providencia” superior que aplica con habilidad impasible
los aparentes infinitos recursos que provee la tecnología digital. Pasemos, sin
más dilación, a una de esas historias próximas que sustenta las consideraciones
hasta aquí someramente expuestas.
Lucio Talio Vidal había llegado aquel viernes de julio al apartamento
que tiene alquilado, desde hace más de dos años, en un vetusto bloque señorial inserto
en la malla urbana más tradicional de la capital malacitana. El reloj marcaba
ya las 22:30 de un día que a esa hora de la noche mantenía una cálida
temperatura, agradablemente sosegada por esa brisa de levante que tanto
agradecemos en estos inicios de la estación veraniega meteorológica. Hacía unos
treinta minutos en que este comercial de 49 años había finalizado su turno de
tarde en unos grandes y prestigiosos almacenes, donde presta sus servicios como
dependiente desde hace dos décadas y media. La de hoy había sido una agotadora
tarde de fin de semana, en plena vorágine de las “rebajas veraniegas”, lo que
había animado a desplazarse a una constante clientela, para visitar los
distintos departamentos que integran la bien estructurada y consolidada
empresa. Había que atender con presteza y amabilidad a esa “sedienta” masa
social consumista, atraída por esas ofertas del “hasta el 50 %” en unas
“irresistibles” oportunidades para disfrutar y comenzar bien el verano.
Se sentía un tanto cansado pues habían sido muchas
las horas de estar de pie, sin poder tomar unos minutos de asiento, soportando
el normativo “uniforme” profesional con el traje de chaqueta azul o gris, la corbata
a juego y lustrosos zapatos negros, traviesamente en una tarde en que el aire
acondicionado había estado intermitente fallando, provocando diversos momentos
de agobio térmico, que los operarios del servicio de mantenimiento trataban
inútilmente en aliviar a pesar de sus generosos esfuerzos. Su padecimiento de
“pies planos” se agudizaba en estos días de tensión comercial, en el que había
que extremar la actividad a fin de conseguir las oportunas comisiones que disimularan
la verdadera realidad de un sueldo en el plano de la vulgaridad.
Lucio vive solo desde hace “dos temporadas” cuando
su ex Sophía Canuploc y él mismo acordaron
hacer real lo que subliminalmente ambos sentían: poner distancia entre ellos
dos, pues cada vez encontraban menos palabras para poder intercambiar
intercambiar. Y no sólo esos elementos vocálicos, sino los sutiles o ardientes
sentimientos y esas miradas que tanto comunican en el nublado silencio de laca
dia. Sus dos hijos, ya adolescentes, Carmen y Mateo, estudiantes de bachillerato, permanecieron
junto a su madre en el domicilio familiar, mientras que Lucio buscó acomodo en
la oportunidad de un alquiler hallado con suerte. Sophía es auxiliar de
farmacia, trabajando como “manceba” en un establecimiento propiedad de su
cuñado, licenciado en esa misma especialidad. La relación entre los ex-cónyuges es racionalmente civilizada. Incluso algunos
domingos suelen compartir el almuerzo con sus hijos (que “pasan” de las diatribas
afectivas que albergan sus progenitores) en alguna venta rural o restaurante
más urbano, reuniéndose también en fiestas anuales de especial y entrañable
significación.
Para la cena de esta noche del viernes Lucio se había
subido una pizza mediana vegetal, de esas que tan bien sabe elaborar su vecino
Blas, que regenta una franquicia a dos manzanas del bloque donde reside. Preparó
también un tomate picado, una pinta de cerveza y el correspondiente yogurt desnatado
, con el que completaría su suculento y sencillo ágape. Las "pelis" de las
distintas cadenas ya iban por la mitad de su contenido cuando recogió la mesa.
Como no era cuestión de irse a la cama recién cenado, decidió pasar un rato
“navegando” por diversas páginas de Internet, a fin de distraerse y avanzar en
su paciente o lenta digestión.
A pocos días llegaba el santo de su hija, por lo
que conociendo lo aficionada que la chica es para estar a los aires de la moda,
se dispuso a buscar una buena oferta para el regalo que tenía pensado ofrecerle.
Sabía que las zapatillas Converse que Carmen
usaba, en casi todas las horas del día, mostraban un color bien distinto del
blanco original (la moda es no lavarlas y llevarlas con ese “encanto” añadido
de la suciedad y el deterioro físico –bien, bien rotas- que tanto “embriaga” a
los jóvenes) por lo que decidió comprarle un par de nuevos ejemplares. Tecleó en el buscador Google “ofertas
zapatillas Converse”. A los muy escasos segundos, tenía ante si un amplísimo
listado de páginas webs. No sólo durante esa noche, sino también en los días sucesivos,
cada vez que encendía el ordenador portátil, aparecían en pantalla ofertas de
zapatillas deportivas de esa afamada marca, de una forma tenazmente repetitiva
hasta el hartazgo.
No era la primera ocasión en que este hecho
ocurría, pues la misma experiencia le viene sucediendo con otros artículos para
el consumo. Hace unas semanas abrió un anuncio que ofertaba vaqueros de marcas señeras, por el convincente y
persuasivo precio de 6 euros unidad. Parecía que este “regalo” tenía su origen
en una franquicia de origen asiático, con material abundante y diversificado de
afamados y caros fabricantes. Desde ese día le llueven estas ofertas de ropa, no sólo en el
ordenador, sino también en la correspondencia comercial que recoge en su buzón
de correos.
Este agradable e servicial dependiente no ha podido
tampoco olvidar cómo después de diligenciar los documentos de su separación
matrimonial con Sophía, le comenzaron a llegar cartas ofreciéndole atractivos
alquilares e incluso compras de inmuebles y también centros para las relaciones
afectivas para personas con matrimonios rotos para la convivencia. Incluso una
tarde, semanas después de habitar su nueva residencia, llamó a su puerta un
joven y agresivo vendedor, llamado Tiburcio Serpentín,
para ofrecerle un servicio de comidas y cenas
diarias en su domicilio, a un precios progresivamente rebajados según el
período contractual que estuviese dispuesto a firmar. Variedad en las
modalidades culinarias, adaptabilidad a las características médicas del cliente
y el incentivo de organizarle una fiesta anual gratuita, a elegir entre onomástica,
cumpleaños, Navidad o el Dia del padre/madre.
Todos estos avatares los iba comentando con Cleo,
su compañero de ventas en la sección de
electrodomésticos. Cleofás Quintanilla es
bastante más joven que Lucio, a quien trata de animar con sus bromas y
chascarrillos pues, como sevillano de origen, gusta sacarle bastante “punta a
los lápices” con sus salidas de tono más o menos ingeniosas o atrevidas.
“Mira Lucio, estas cosas funcionan
hoy en día así. A mi me ocurrió hace poco con una consulta que hice en la
sección de cosmética de un centro comercial. Estaban promocionando diversos
productos para los “reflejos” y otros tintes en el cabello. La chica a quien
consulté al fin me vendió un producto que era escasamente lesivo para la piel,
pues sabes que tengo la epidermis capilar bastante endeble, y con nada que me
eche o ponga en la cabeza, para disimular mi tendencia canosa en el pelo (creo
que es una tendencia genética, que he heredado de mi padre) me suelen aparecen
irritaciones y picores muy molestas sobre la piel. Le pagué con mi tarjeta de
crédito y te puedo asegurar que desde el día siguiente, cada vez que encendía
mi ordenador me aparecían como ofertas diversos productos para teñir el
cabello, una y otra vez, sin yo haber solicitado información alguna al
respecto. Después de darle muchas vueltas solo acierto a interpretar que a
través del pago con la tarjeta, estos dinamizadores comerciales ya sabían quién
era este cliente que había comprado un producto para el pelo. Me pondrían sin
duda en la lista y los tuve que aguantar durante muchas semanas, dándome la “tabarra”
desde el ordenador y el propio tablet”.
Un domingo, en la semana final de julio, nuestro
protagonista se sentía un tanto desanimado, sumido en su soledad del fin de
semana. Sus hijos habían estado ese día de acampada y, en cuanto a su ex mujer,
Sophía había viajado con su íntima amiga Rufa a Madrid, parece ser con la
intención de asistir a la representación de un importante espectáculo musical. Para
la tarde dominical Lucio decidió acudir a un multicines y elegir alguna
película de interés, a ver si de esta forma se animaba. Además era un domingo
de terral y el apartamento que tenía alquilado carecía de aire acondicionado.
Tras ver una película del cine francés, estuvo paseando por entre unos jardines
cercanos, cenando finalmente un Lahmacun en un restaurante turco de la cadena Kebab.
Ya en casa, ante la perspectiva e inminencia del
lunes con la vuelta al trabajo, se sentía aún más triste y abatido. Además el
calor arreciaba, pues el viento de levante no frenaba la intensidad del viento
cálido de poniente o terral. No tenía el cuerpo preparado para casi nada.
Sentado ante la pantalla de su portátil, por “aburrimiento” entró en una página
de encuentros para personas solitarias “DARLING IN
LOVE”. Tras mirar durante unos diez minutos las deslumbrantes bellezas
que le eran ofrecidas, con las breves grabaciones de video interpretados por
cada una de esas “actrices”, decidió tomarse el vaso de leche que como
costumbre practicaba todos los días antes de irse a la cama. Eran sobre las 10:45
de la noche y, cuando ya había terminado de cepillarse la boca, escuchó el inesperado
sonido del portero electrónico.
Al otro lado del teléfono estaba una voz femenina,
que se identificó como Iris. Indicaba, con un
sutil susurro “aterciopelado” y cariñoso, si hacía el favor de abrirle, pues
venía a visitarle enviada por la empresa Darling in love. Un tanto intrigado,
le franqueó la puerta, tanto la del portal como la de su propio apartamento. Ante
él se presentaba una “escultural” delgada y bella joven, de ojos azul verdosos,
larga melena color castaño, “regalándole” una sonrisa casi permanente. La forma
de comportarse, en la muy atractiva visitante, con sus guiños, gestos y pícara
mirada, estaba plenamente repleta de provocativa y delicada sensualidad.
“El grupo Darling in love para el que trabajo, compartiendo
el calor fraternal de mi cariño, tiene pleno conocimiento de la soledad que
estás padeciendo en la actualidad. Con toda celeridad he acudido a tu
necesidad, ofreciéndote mi compañía y la dulzura sexual, con la que vas a
recuperar la ilusión vigorosa de un hombre en la plenitud de su capacidad
afectiva. Por ser la primera vez en que el destino nos ha unidos, los 30
primeros minutos de lo que espero sea tu mejor noche, serán absolutamente
gratuitos, por gentileza del grupo de encuentros al que estoy vinculada. El
tiempo de esta “alocada noche” se te tarifará por horas, con el precio de 200
euros, cada una de aquéllas. Admitimos para el pago las tarjetas Visa y
Mastercard, utilizando un datafono electrónico del que vengo provista. Si por
el contrario prefieres abonar el servicio en efectivo, se te haría un descuento
progresivo del 4, 5, 6 % … aplicado a las sucesivas horas de esta noche, que
estará plena de amor y traviesa sensualidad. Estoy diplomada en el máster “Corporal and spiritual animation” impartido por la
afamada Universidad de Denver, en el estado americano de Colorado. Si te
apetece, objetivo que no pongo en duda, te puedo mostrar un ilustrativo
catálogo en color, con las “picardías” que podemos compartir tú y yo, en esta
inolvidable velada nocturna, a fin de que vayas eligiendo el “itinerario”
sexual que más te seduzca y excite”.
El bueno de Lucio no acertaba a salir de su
asombro. El aturdimiento embargaba su equilibrio mental y emocional, pues no
acertaba a poner un orden racional a la situación que estaba protagonizando.
Ese servicio que se le ofrecía en su
propio domicilio y que no había solicitado le hacia preguntarse hasta dónde
llegaba la privacidad actual en las personas. Tratando de recomponer su
patética y confusa situación, acertó a decirle a la bella Iris, que tenía a muy
escasos centímetros de su ser, las siguientes palabras:
“Señorita Iris. En modo alguno
pretendo molestarla o ser descortés con mi respuesta. Nunca podía imaginarme
que, sin haberlo solicitado de manera expresa, esa organización de la que me
habla pudiera estar tan al tanto de mis necesidades o carencias. Le confieso de que no estoy en este momento
preparado mentalmente para continuar con esta “negociación o transacción
comercial”. Tendría que asimilarla con un mayor margen de tiempo y preparación.
Le agradezco su esfuerzo y franca disponibilidad. Le ruego que me deje alguna
tarjeta. Con los datos necesarios, por si en otro momento, tras la reflexión
que quiero hacer, solicito de sus servicios. Si tengo que abonarle alguna coste
por el desplazamiento (que no le he pedido) me lo indica, pues con deferencia y
generosidad lo afrontaré. Desde luego, expresarle mi agradecimiento por su
amabilidad y dulzura en el trato. Perdóneme, pero en este momento no estoy
preparado, sino todo lo contrario, más bien aturdido”.
Cuando en la mañana del lunes se dirigía a pie hacia su trabajo, recorrido que hacía en no más de 20 minutos, pensaba una y otra vez la experiencia de la noche anterior con la muy atractiva Iris en el pequeño salón de su apartamento. Se preguntaba hasta dónde pensaban llegar esos nuevos dioses de la providencia, que parecen saberlo todo sobre ti. Verdaderamente sentía inquietud, incluso miedo, acerca de los medios que las tecnologías digitales estaban poniendo en manos de grupos, muy bien organizados, a fin de investigar, controlar e influir en la privada individualidad de las personas. Son como nuevos dioses de esta era temporal, que casi todo lo saben y que casi todo lo pueden. Mientras tanto, la tarjeta serigrafiada de Iris, diplomada en el Corporal and Spiritual Animation” y miembro activo del grupo Darling in love reposaba sobre la mesita de noche en su dormitorio, esperando una mejor oportunidad.
Esa misma mañana una operaria del servicio de
limpieza, subcontratado por el gran centro comercial, dialogaba con Cleo, al encontrarse con este comercial en la planta
baja. Vistiendo su azulado y blanco uniforme de trabajo, sin los hábiles aditamentos
de maquillaje y con el pelo recogido en un moño, nadie reconocería en ella a la
escultural Iris de la noche anterior. Mientras
la chica narraba a Cleo la escena protagonizada en el piso de Lucio, su
interlocutor (sin poder reprimir sonoras carcajadas) le entregaba a la trabajadora
una gratificación por la convincente interpretación que había hecho la noche anterior.
Iris es en realidad Aurelia Santacana quien por las tarde, cuando dejar de
trabajar en la limpieza de locales, casas y oficinas, asiste a un taller de
interpretación, promovido por la Concejalía de la Juventud y Deportes perteneciente
a la Corporación Municipal de la localidad. -
José L. Casado Toro (viernes, 13 Julio 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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