Parece perfectamente natural que las personas
tengan preferencia por la línea editorial de un determinado periódico, una
emisora de radio, una cadena de televisión, el estilo literario de un escritor,
la forma de actuar de un actor de cine y teatro o priorice una determinada
ciudad, sobre todas las demás que ha visitado (por citar algunas modalidades
preferenciales en nuestro hábitos y voluntades). Pero, aún admitiendo lo
razonable de estas firmes opciones en la voluntad de nuestros gustos, no es
menos cierto de que la prudencia y el sentido común aconsejan diversificar o al menos “conocer” otras posibilidades paralelas, a ésa que ubicamos en
el liderato de nuestros deseos. De esta forma practicaremos también el “saludable”
ejercicio de poder comparar, contrastar o enriquecer el acerbo conceptual de
nuestra inteligencia.
En el caso de la prensa
(uno de los principales medios de comunicación, generador y modulador de la
opinión pública) esa diversificación es más que conveniente e inexcusablemente
necesaria, si pretendemos conservar el siempre valioso equilibrio de la
estructura mental con que nos presentamos ante los demás y ante nuestra propia
conciencia. Son muchas las personas que en ese sano ejercicio del equilibrio
informativo, mantienen por ejemplo, en el escritorio de su ordenador, las
“entradas” a muchas páginas webs de empresas de la comunicación con ideologías
y perfiles interpretativos de lo más contrastados. Citemos, entre las empresas
periodísticas, un ejemplo al que en ocasiones acudimos para explicitar esta
diversificación: los diarios “El País” y “El Mundo”, muestras representativas de dos líneas
editoriales notablemente contrapuestas. Obviamente, a estas dos formas de
entender y ofrecer la información, habría que añadir, en ese escritorio
informático al que nos asomamos cada día, los periódicos que se editan en
nuestras respectivas ciudades y que, profundizan en la información más cercana.
Por supuesto que esos diarios locales también tienen su determinada línea
ideológica e incluso suelen formar parte de grupos editoriales de influencia
estatal e incluso internacional.
Si actuamos con esta responsable e inteligente
actitud, además de contrastar la interpretación ideológica de un determinado
acontecimiento, podremos también enriquecer el conjunto documental de los datos
que lo fundamentan, los cuáles no suelen ser completos o idénticos si
“preguntamos” en uno u otro lugar de los diversos órganos informativos.
Pero esta práctica “comparativa”,
que es inteligente y saludablemente necesaria, de forma lamentable no se
encuentra generalizada entre nuestros hábitos lectores. Son demasiadas las
ocasiones en las que el fanatismo sectario nos
domina y puede más que el contraste interpretativo de los hechos, lo que nos
impide aplicar la lógica y elemental racionalidad a cualquier información
emanada desde esos órganos de difusión. No nos cabe la menor duda: siempre nos
vamos a encontrar con esos familiares, amigos, vecinos o compañeros que sólo
“beben” en un partido político, en una radio, en un periódico o en una
institución religiosa, entre otras modalidades ideológicas. Tal vez así se
sientan más felices, más sosegados, más “aborregados” aunque esta palabra, que
se aplica de manera metafórica, pueda molestar a muchos. Hay que repetirlo: tal
vez así se viva con más comodidad, a modo de un mar en calma, pero desde luego no
es la fórmula ni la postura más lógica para sustentar o enriquecer las posibilidades de nuestra inteligencia.
Vayamos pues al desarrollo narrativo de una
historia concreta, enmarcada en este contexto o entorno de los medios de
comunicación escritos o de difusión radiofónica.
En todas las épocas del año, aunque de manera
especial durante el período estival vacacional, es frecuente encontrarse, en
las redacciones de las empresas de comunicación escrita (también en las emisoras de radio) con la figura
juvenil, meritoria y “extremadamente servicial” del becario
universitario en prácticas. Esta persona que se encuentra en los inicios
de su tercera década vital, está finalizando o ha completado ya los estudios
normativos de su licenciatura o grado en Ciencias de la Comunicación. Con más o
menos esfuerzo, este futuro profesional del periodismo, ha conseguido una plaza
de temporalidad variable (el tiempo de prácticas suele oscilar entre los tres y
seis meses de duración) para aplicar en un entorno real los conocimientos
teóricos y prácticos recibidos desde las aulas universitarias. Lo hace allí
donde cada día nace ese diario que muchas personas leerán, en soporte papel o
en la modalidad on-line del propio ordenador. Dicho “práctico” puede haber
conseguido plaza en un medio o institución de indiscutible prestigio, con
difusión nacional, o por el contrario aprender el manejo diario de la tarea
comunicativa en un entorno más modesto, de ámbito local o regional. Esa diversa
suerte dependerá de la suerte, la amistad, los méritos o incluso de la
capacidad económica de la familia del becario para sufragar el máster o el
periodo práctico de la especialización.
En el caso de Eliseo
(Campravila Sanz) a decir verdad hubo un poco
de todo, pero el factor decisivo para el plácet práctico, a partir de junio,
por tres meses prorrogables (a criterio del departamento de becarios, dirigido
por un viejo o veterano “lobo” del periodismo, Zenón
Malvilla Jerez, situado a “dos manzanas” de su
jubilación profesional) fueron las llamadas telefónicas de compensación por
antiguos favores, realizada a un importante miembro del consejo editorial por
parte del padre de este joven. Jeremías le
había dicho a su hijo, semanas atrás, “no te
preocupes, que yo te consigo plaza en EL
CRITERIO, por difícil que parezca”.
Este técnico que ejerce desde hace muchos años en un laboratorio para la elaboración
de cremas exfoliantes, había profesado de joven como fraile dominico, pero tras
un lustro de experiencia clerical, adoptó la decisión de una valiente y sincera
secularización, especialmente tras conocer a la que sería su futura cónyuge Dania (mujer emprendedora que en la actualidad
regenta una tienda de colgantes, pedrería y abalorios para la decoración y
ornato corporal). Allí, en las estancias
austeras del convento fue donde trabó intensa amistad con el actual miembro del
consejo editorial del importante órgano de prensa, quien obviamente tampoco
persistió en su inicial llamada religiosa para la vocación sacerdotal.
En justicia hay que hacer mención acerca del expediente académico de este “vocacional” aprendiz de periodista, documento que atesoraba
bastantes y objetivos méritos para el aval personal del solicitante. Desde
pequeño siempre le había gustado jugar al mundo de los periódicos,
“construyendo” sus tebeos y escribiendo elogiosas redacciones que sus
familiares y maestros elogiaban. En tiempos de su formación primaria y
secundaria, disfrutaba sobremanera cuando los profesores organizaban esa
ilustrativa visita al único periódico que se editaba, por aquel entonces, en su
ciudad. Cuando pasaba por los talleres y por las oficinas de redacción, se
deleitaba observando y preguntando por esa máquina gigantesca que denominaban “rotativa”.
Quedaba boquiabierto cuando un “ejército” de ordenadores “navegaban” con la
mejor eficacia por el mar de las salas donde se componían los textos y se maquetaban
las fotos y los rótulos o encabezamientos correspondientes. Aquellas románticas
y acústicas máquinas de escribir, con la pautada percusión emitida desde sus
teclados, habían sido sustituidas por los sofisticados Mac o Pc, que hacían verdaderas
magias, con las letras, colores, gráficos y dibujos. Algo de lo que más le
sobrecogía era sentirse tan “minúsculo” frente a esas “infinitas” bobinas de
papel, soporte en el que cada madrugada quedarían impresas las noticias, los
editoriales, los anuncios, las entrevistas, las fotos, los reportajes y, de
manera especial, esa primera página, revestida con todos los galones, gráficos
y literarios, para sorprender, motivar, reclamar la atención y, por supuesto …
vender el ejemplar.
Durante esas visitas, Eliseo siempre era el primero
entre sus compañeros en plantear las más variadas preguntas al operario
encargado de dirigir el recorrido del grupo escolar, por las sorprendentes
instalaciones del diario. Preguntaba y preguntaba, para gozo e infinita paciencia
del muy amable y sorprendido monitor que siempre tenía a mano la oportuna y
explicativa respuesta, a fin de sosegar a este interesado e inquieto escolar.
En este verano del 18,
Eliseo ha cumplido una de sus grandes ilusiones, vitales y profesionales: poder
realizar sus prácticas en el principal periódico de entre los editados en su
ciudad. Allí pasa las horas haciendo “casi de todo.” Lo que le encargan y
también ofreciéndose a todas esas necesidades que incluso él descubre antes
incluso de que le sean planteadas. “Estira” los horarios, ampliando el tiempo
que contractualmente ha de cubrir, todo ello bajo la atenta y paternal mirada
del compañero y jefe, el muy veterano “plumilla” D Zenón, tan gruñón y
quisquilloso, pero al tiempo incapaz de ocultar un bondadoso corazón. Además de
esta profunda y vocacional dedicación a su aprendizaje, Eliseo aún sabe sacar
tiempo, para asombro de unos y otros, a fin de estudiar por su cuenta 1º de
Derecho, habiéndose matriculado al efecto
en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia. Para este
noble fin, aplicando una voluntad de hierro, le “roba” horas al sueño y a ese
ocio del fin de semana. Tiene la suerte de contar con la mirada compresiva y
generosa de la dulce y atractiva Lara, su
compañera afectiva, también como él licenciada o graduada en Ciencias de la
Comunicación, en la modalidad de radio y televisión.
Una mañana, no había avanzado el reloj muchos
minutos desde las nueve, cuando el redactor de becarios Zenón convocó urgentemente
en su despacho para las 9:30 a Eliseo y a Nazario,
otro becario que había estudiado en la Autónoma madrileña y que comenzó sus prácticas
“veraniegas” al mismo tiempo que el compañero malacitano.
“Bueno, vamos a lo que nos interesa.
Ya sé que anoche estuvisteis dando “el callo” hasta más de las tres, cuando la
rotativa terminó de “tirar” el último ejemplar del diario. Pero ya sabéis como
funciona esta profesión. El periodista no tiene horario, pues ha de estar
dispuesto a recoger la información necesaria, dónde y cuándo ésta se produzca. Sois gente joven y
con esas cuatro o cinco horas de cama, ya habéis tenido tiempo suficiente para
recuperaros. El caso es que con las vacaciones y los achaques médicos (la gente
parece que es de “plastilina”) me he quedado en cuadro para cubrir varios
acontecimientos reseñables en la mañana de hoy. Y hay dos informaciones
importantes que son necesarias recoger, porque el periódico ha de ofrecerlas
mañana, en la edición escrita y desde esta tarde en la edición digital. Os
tomáis un café, os quitáis las legañas y os ponéis a mover el trasero, pues
quiero que me traigáis lo mejor de lo que vais a ver y a escuchar. Tú Naza, te
vas a ir a la Casa Mágica, pues parece que los municipales van a desalojar a
los ocupas que están allí desde hace casi medio año. Prepárate, pues
probablemente habrá gresca, así que llévate un bote de mercromina y
esparadrapo, por si te coge algún mamporro. No te puedo dejar ningún fotógrafo,
así que te llevas la Nikon y me haces un buen reportaje. Supongo que en “los
coles de Teatinos o la Autónoma” os habrán enseñando a hacer fotos. En cuanto a ti, Eliseo, te ha tocado un lugar
apasionante, verdaderamente “paradisiaco”. La Casona Municipal (estentórea
risotada). Allí se van a despellejar vivos, el grupo de gobierno y los artistas
de la oposición, pues toca debatir el Estado de la Ciudad. Quiero una buena
crónica, nada de tonterías y bobadas, que no desmerezca aquélla que haría el insigne
periodista Evaristo
Cabrillán, el “compa” encargado
de la información municipal. ¡Venga. A mover el culo y a trabajar, que no más
tarde de las cuatro quiero sobre mi mesa el material. Espero que sea bueno, que
si no van a rodar cabezas! Y no precisamente la mía”.
Tras una acústica carcajada, el viejo lobo de la
linotipia sacó del cajón derecho de su desordenada mesa la tradicional petaca
de licor que nunca le abandonaba. Era de apariencia plateada y con un indudable
sentido fálico en su diseño, la cual llevó a su boca y se tomó un buen "lingotazo" de ese brebaje o licor que su dueño llamaba “la medicina”, recomendada
por un galeno que (aclaraba) recetaba desde los infiernos. El olor a whisky que
destilaba la manoseada petaca era difícil de disimular. “Esta “pócima” me da vida, para soportar a unos pipiolos de biberón
como vosotros. Pero ya sabéis lo mucho que os aprecio”. Nueva risotada,
con la mano y el dedo índice extendido enseñándoles el camino de la puerta “Estáis tardando mucho en quitaros de mi vista!” Todo un personaje, este viejo “partisano” de
la linotipia, el muy peculiar don Zenón.
El debate sobre el Estado de la Ciudad finalizó a
la 1:45 de la tarde. En ese momento, Eliseo con su libreta llena de notas y su
grabadora digital (regalo de Lara por su reciente cumple, comprada en Amazon)
bajó al trote las escalinatas de la Casa Consistorial y, en el aparcadero de las
motos, se montó en su bicicleta y partió todo lo rápido que pudo hacia la
redacción del diario, en donde se sentó ante uno de los ordenadores, dispuesto
a elaborar la crónica demandada por su exigente jefe. Minutos antes había pasado
por un súper de barrio, situado a escasos metros de la rotativa, donde pidió le
prepararan un bocadillo de jamón y queso, manjar que, junto a una lata de
cerveza 00, iba a ser su suculento almuerzo para esa media tarde de trabajo. Era la 1ª crónica o reportaje que le encargaban, por
lo que estaba dispuesto a quedar bien y a no escatimar sacrificio alguno a fin
de elaborar un excelente trabajo.
Pasaban unos minutos de la 15:30 cuando este
“novicio” becario finalizó su redacción. Había efectuado múltiples
correcciones, pero aún tenía algo de tiempo para efectuar otra lectura, por si
algún gazapo se le había quedado atrapado por entre la “arboleda” ortográfica.
Imprimió las tres hojas y media del texto y se levantó presto para dejar el
material encima de la mesa de su jefe. Ese día su horario finalizaba a las
13:30, pero eran ya más de las cuatro de la tarde. De manera afortunada, don
Zenón aún no había aparecido por el periódico. El satisfecho joven se fue a
casa a echar un sueño, pues el día estaba metido en calor: un “terralazo” de
los que suelen azotar bien las epidermis malagueñas durante estos meses del
estío. Llamó a Lara y quedaron citados para las seis, con el propósito de irse
un rato a la playa pues el día pedía contactar con el agua fresca del mar. Esa
tarde del miércoles era la única que tenía libre durante la semana. Había que
aprovecharla, pues a las 8 de la mañana del día siguiente tenía que estar de
nuevo puntual en la redacción.
Al día siguiente. cuando llegó en su bicicleta
Orbea a la entrada del Criterio, don Julián el
Conserje repartía a todo el personal que pasaba un ejemplar del diario, recién
editado en las entrañas de la madrugada. Eliseo se sentó delante de la mesa que
compartía con Naza y rebuscó de inmediato la crónica que había redactado sobre
el debate del Estado de la Ciudad. Su primera gran desagradable sorpresa fue
que dicho reportaje aparecía firmado por E. Cabrillán, a quien había sustituido
en la mañana anterior. Por supuesto, este acreditado periodista no había pisado
los salones municipales y ahora firmaba una crónica que, por supuesto, no había
escrito. Pero el impacto fue de época cuando leyó el texto de lo que había
salido publicado. Esa redacción no respondía al sentido del equilibrio informativo
que él le había dado a su trabajo. Todo lo contrario. Se ensalzaba (sólo
faltaba ya el incienso y el besamanos) al equipo de gobierno municipal,
representantes de la derecha más retrógrada, y se “despotricaba” con dureza,
con esa burla cínica que trataba de herir y ridiculizar en todo lo posible, las
intervenciones de los portavoces de los grupos de la oposición, pertenecientes
o vinculados a la izquierda ideológica.
Era indignante el texto de lo que tenía ante sí. Todo manipulado, cambiado
y alejado de lo que él, con la mejor voluntad y esfuerzo, había redactado.
Se encontraba turbado, decepcionado, a ratos
indignado … con franqueza, no sabía cuál era la mejor decisión que debía
adoptar. En esa situación confusa y
humillada se debatía, cuando vio aparecer por la redacción a don Zenón, quien
con paso majestuoso se dirigió hacia su cubículo profesional. No lo pensó dos
veces. Llamó con delicadeza en la puerta de cristal esmerilado del despacho,
pidiendo permiso para franquear la entrada. Cuando el jefe lo vio aparecer, le
hizo una señal imperativa para que tomara asiento. Se diría que estaba
esperando la visita del tan nervioso y abrumado becario, que ya habría ojeado
el periódico del día. Con suma delicadeza, tratando de evitar cualquier gesto
que pudiera molestar al altanero y curtido profesional de la pluma, el becario le
planteó abiertamente su opinión acerca de lo que había leído, material que no
tenía coherencia y justicia con respecto a su esfuerzo como cronista y
redactor. Y encima, firmado por otro profesional… Malvilla miró a su joven
interlocutor de la cabeza a los pies y sintiéndose “misericordioso” se dispuso a
dar una lección de realidad al “idealista” aprendiz de periodista. Antes de
hacerlo, sacó de nuevo su “fálica” petaca y tras sorber un buen trago de esa
medicina infernal que decía contener, comenzó, con aire de complacencia y resignación, a sentar la cátedra de la experiencia frente
al aprendizaje novato del “inmaculado” universitario.
“Amigo Eliseo. Reconozco que hiciste
un buen trabajo, para el objetivo que te marqué. Pero tú aún vives en el Cielo
y esta empresa funciona sobre la Tierra. ¿Has parado en preguntarte, los
ejemplares que vendemos diariamente de nuestro diario? Cada día menos. Nosotros
no estamos solos y aislados, aquí en provincias. Si quisiéramos
autofinanciarnos, hace mucho tiempo que habríamos tenido que echar el cierre,
dado lo que la gente se gasta hoy día cuando pasa por delante de los kioskos de
prensa. Tuvimos que vincularnos a un gran grupo editorial, que controla la
prensa por medio país. Esto lo hicimos para poder sobrevivir. Este grupo tiene
que “servir” a una ideología profundamente “conservadora”. Detrás de esa
ideología, como bien puedes suponer, está los créditos, el dinero, los
anunciantes, la influencia legislativa, los votos en las elecciones… Con más o
menos disimulo, con más o menos habilidad, tenemos que apoyar al grupo de
presión económica y política que nos sostiene y desprestigiar, en la medida de
lo posible y lo imposible, la fuerza opositora que se enfrenta a esa ideología conservadora,
que con el mayor eufemismo y falsedad denominamos “liberal de centro derecha”.
A los lectores que tenemos, a los anunciantes que tenemos, a los grupos
financieros que tenemos, le tenemos que dar , le tenemos que ofrecer aquello
que les gusta leer”, que les agrada ostentar, si queremos “salvar el pellejo”
de esta empresa que nos da de comer, a los que aquí trabajamos y también a ti
que estás realizando las prácticas como becario. Me podrás argumentar que
“mentimos” o manipulamos de la forma más artera, con la crónica que hoy
publicamos acerca del “Estado de la ciudad” que tu seguiste ayer. Posiblemente.
Pero procuramos hacerlo de manera sutil, que no se nos note mucho, pero que no
enfade a quien nos lee, a quien nos financia, y a quien nos sostiene con la
fuerza de sus votos, peso electoral que nosotros tenemos que favorecer, tratando
al tiempo de limitar las opciones opuestas. No nos queda otra. Somos servidores
de una ideología y a ella nos debemos. Con la mayor impudicia, pero con el
realismo de la necesidad. Si hay que cambiar el color, se cambia. Si hay que
mirar hacia otro lado, pues se hace. Si hay que justificar lo injustificable,
pues a hacer puñetas la dignidad. Tú vienes con el idealismo ilusionado de la
aulas, pero aquí se “come” de la realidad diaria, en la que hemos querido
insertarnos. No tenemos otra, para “sobrevivir”.
Aquella noche, cuando Eliseo fue a tomar una
cerveza con Lara, apenas podía disimular su decepción. La lección de intenso y
“pestilente” realismo, que le había dado el veterano Malvilla, había sido un jarro de agua fría sobre muchos de los
principios y valores en los que siempre había creído, cuando optó por ser un
honrado y valiente profesional de la comunicación. Tendría que bajar del Cielo
y pisar sobre la Tierra o por el contrario “echarse al monte” para defender los
valores de veracidad, honestidad, responsabilidad, ante la profesión que
libremente había elegido para su recorrido en la vida. En la profundidad de la
madrugada fue muy duro para él poder subirse al tren onírico que lleva al
paraíso de la honradez.-
José L. Casado Toro (viernes, 27 Julio 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga