Para el año que termina, la
gran cena familiar del 24 de Diciembre se acordó
celebrarla en el domicilio de Raquel y Braulio. No forman una familia de extensas ramificaciones,
por lo que los asistentes a la mesa fraternal fueron, además de estos
anfitriones, sus hijos Nina y Pancho, las dos abuelas Gracia
y Luisa, la única hermana de Braulio, Idoa, con su marido Teo
y su hijita Lila, grupo al que se sumaba Clara, una tía abuela de los dos hermanos, soltera y
hermana de Luisa. Este conjunto familiar fue también incrementado por las dos
cuidadoras respectivas de las señoras Gracia y Luisa, llamadas respectivamente Melva y Salaima, de
nacionalidad rumana y marroquí, respectivamente. En total 12 personas, cifra o
número mágico que ninguno de los asistentes quisieron discutir o incrementar.
Aunque parece un listado algo complicado, el lector, con la ayuda de un folio y
el correspondiente bolígrafo, comprenderá sin dificultad la estructura
genealógico de los presentes en tan grata y sentimental velada de Nochebuena.
¿Cómo
transcurrió la típica reunión familiar de esta entrañable Nochebuena, previa al día de Navidad? Siguiendo los
consejos de Raquel, fue su marido quien preparó el pavo trufado tradicional
que, después de los entremeses ibéricos y una tacita de caldo con aromática
hierbabuena, hizo las delicias de todos los comensales, los cuales dieron
merecidos parabienes a tan “experto” cocinero. Lógicamente, estos manjares fueron
regados con bebida abundante y de calidad, tanto en marcas como en grados
alcohólicos (no faltaron tampoco las típicas latas de zumos para los niños).
Para los postres, mucho alegró a los comensales la gran bandeja con dulces de
Navidad puesta en la amplia mesa y los exquisitos cuencos de fruta fresca caramelizada,
inmersa en un baño helado de crema de leche, obra “confitera” de Raquel. Se
cantaron los tradicionales villancicos ante el belén, que fueron acompañados
por la simpática e infantil escenificación del Misterio realizada por Nina y Pancho,
junto a su primita Lila, ante las sonrisas y besos de sus emocionados
familiares. También ritual emocionado esas lágrima en el latido de la abuela
Gracia, recordando a su difunto Simón con suspiros entrecortados por su falta. Todo
resultó fraternalmente feliz, aunque los dos cuñados acabaron discutiendo,
animados por el exceso de copas tomadas, sobre el “importante asunto” del
futuro derbi Madrid-Barcelona. Ya sobre la una de la madrugada se dio por
finalizada la grata velada. Braulio y Teo llevaron en sus vehículos, a sus
respectivos domicilios, a las dos abuelas y a sus cuidadoras, además de a la
tía Clara.
Había amanecido un soleado
pero frío 25 de Diciembre. Todos abandonaron
tarde la cama, excepto los niños, con esas ganas incontenibles por jugar y
disfrutar de sus vacaciones navideñas. Raquel y Braulio estaban invitados para
el almuerzo en casa de sus hermanos pero, tras el desayuno, decidieron
excusarse. Se encontraban cansados con la larga cena de Nochebuena y, además,
el propio Braulio había agudizado su fuerte constipado con esas gotas de
“aguanieve” que le habían caído encima, tras olvidar el paraguas, cuando llevó
a la abuela Gracia a su casa. Pensaron
en pasar una mañana tranquila, sin mayores expectativas. Nina y Pancho
siguieron con sus juegos, mientras que Raquel preparó otra sopa de cocido con
verduras. A este caldo suculento para el almuerzo del
día de Navidad, pensaba añadir algunos de los numerosos restos de comida
que habían quedado sin consumir en la copiosa cena familiar de la noche
anterior.
Sobre las 12:45 del
mediodía, sonó el timbre del piso. Nina salió corriendo para abrir, pues
pensaba que sería su amiguita Sofía, del 4º A, que venía a casa para echar un
ratito de juego. Cuando la puerta se abrió, la pequeña salió corriendo hacia la
cocina “¡Mamá, mamá, hay un hombre grande en la puerta.
Trae una maleta con ruedas!” Braulio también se levantó de su mesa de
trabajo, donde estaba consultando unos archivos en el ordenador. Quería comprobar
quién había llamado. Los cuatro miembros de la familia vieron a un hombre de
mediana edad (probablemente andaría por sus cuarenta avanzados) que sonreía al
ver la cara de asombro que mostraban los habitantes de la vivienda. De inmediato, comenzó su
necesaria presentación.
“Tengan un buen
día de Navidad. Por favor, no quiero que se inquieten. Mi nombre es Lucio y estoy completamente seguro de que en nada me conocen.
Por el contrario, yo sé bien sus nombres. Tú (si me permites el tuteo) debes
ser Braulio, el marido de Raquel. Y estos dos apuestos pequeñines, se llaman…
¡Vaya , mi memoria cada día es más frágil! Perdonad que me presente así en
vuestra casa, en un día tan emblemático como hoy, el 25 de Diciembre. Pero
pensé que era la mejor fecha para darme a conocer. Si me permitís que me
explique, en pocos minutos os pongo al corriente de la situación”.
Aunque Raquel mostraba un elevado
grado de desconfianza, Braulio le dijo al desconocido que pasara y que les
aclarara, de manera razonable y convincente, su presencia en el domicilio. Ya
sentado en el salón estar y sin quitarse su ajada y bien usada gabardina gris,
comenzó a desgranar con frases entrecortadas (se le notaba un patente estado
emocional) una sucinta, sorprendente, pero muy necesaria (por aclaratoria)
biografía.
“Yo soy hijo
natural de un padre, al que nunca conocí. Mi madre tampoco quiso darme datos al
respecto, por motivos que evitó razonarme. Parece ser que ese padre genético,
de manera muy intermitente, pasó algunas cantidades a mi madre que (no voy a
negarlo) tuvo otros contactos afectivos. He de confesar que fueron … numerosos.
Entre los documentos y notas guardadas por mi difunta madre, hace meses
encontré algún dato que, tras “navegar” por las redes sociales e incluso pedir
ayuda a una agencia de detectives, me fueron acercando a la persona que pudiera
ser mi padre. Hay una página en Internet que se encarga también de localizar
informaciones acerca de personas concretas. Bueno, para abreviar, la agencia me
ha facilitado (hace aproximadamente un mes) el nombre de esta persona, con una
probabilidad porcentual bastante elevada de exactitud. Y ahora les pido
comprensión y serenidad ante lo que les voy a transmitir”.
Tomó un nuevo sorbo de
agua, del vaso que Braulio se había prestado a traerle desde la cocina, ante el
estado emocional que presentaba a medida que avanzaba en su explicación.
“Con toda
probabilidad (faltaría, para mayor
certeza, la prueba del ADN) el nombre de mi padre era Simón. Esta persona
formaba matrimonio legal con tu madre Gracia. Tuvo la veleidad de una aventura
afectiva con mi difunta madre, que quedó embarazada. Evitó romper su matrimonio
y se desvinculó de su responsabilidad paterna. Por las razones que fuesen, mi
madre (se llamaba Cándida) no quiso llevar su descendencia genética
a los juzgados. Ya os digo, sólo recibió algunas pequeñas y muy ocasionales
compensaciones económicas de quien era el padre de su hijo. Te parecerá extraño
o inverosímil Raquel, pero tú y yo somos hermanos del mismo padre. Probablemente
tu padre, bueno, nuestro padre, ocultó a tu madre esa aventura, de la que nunca
habrás tenido conocimiento. Es fuerte lo que acabas de escuchar, pero responde
a la realidad”.
Este muy imprevisto
“regalo” de Navidad dejó anonadado a Raquel y a su marido. La única hija de la
abuela Gracia no sabía qué decir, ni qué creer. En sus 43 años de vida había
pensado siempre, sin el menor atisbo de duda, ser hija única del matrimonio formado
por sus padres Gracia y Simón. ¿Una aventura de su padre …? ¿Cómo creer a esta
persona, con un físico muy diferente al suyo, pero que se mostraba tan
convincente en su explicación? ¿Por qué había esperado hasta ahora, en el día
de Navidad, para dar tan gran aldabonazo anímico en la estabilidad de su
familia? Aquello resultaba en sumo confuso para aplicar una mínima
credibilidad. Pero, era evidente que la persona que tenía sentado enfrente y
que decía ser su hermano de sangre tendría “papeles” y documentación, que
avalaría aquello que con tanta firmeza estaba exponiendo ante ella y su marido.
Todo parecía increíble y a la vez verosímil. Estaba tentada de “enseñarle la
puerta “ al misterioso visitante cuando Braulio, tratando de racionalizar la
situación, entendió que era necesario conocer más del supuesto “hermano”
desconocido hasta ahora de su mujer. Por ello le pidió que continuase hablando,
con el ánimo que les contase quién era, cómo era su vida… Lucio no desaprovechó
la oportunidad y resumió alguna información más acerca de su existencia.
“Bueno, la
vida no ha sido generosa conmigo. También reconozco que yo no he colaborado en
demasía, pues poco me afané en los estudios. He trabajado en muchas
actividades, pero sin la necesaria estabilidad. En los últimos años me he
centrado en algo que no me desagrada: el cuidado de jardines. Llevaba la
jardinería de varios chalets de la Sierra madrileña. Ciertamente, cometí un
grave error con una familia, por el que tuve que pagar con la justicia. Dos
años y medio, de los que cumplí casi dos. En la actualidad, me contratan para
días o épocas concretas, en algunos servicios de mensajería. Pero, poco más.
Pienso estar en vuestra ciudad unos días, pero después volveré a Madrid, donde
tengo el pisito de mi madre y esos "trabajillos" que me permiten ir tirando. He
venido directamente desde la estación de autobuses y ahora buscaré alguna
pensión, para estos cuatro o cinco días que estaré aquí. Lo más importante (y para eso he venido) era conocer a esa
hermana de sangre, con la que nunca he hablado. Hacerlo el día 25, la fecha
central de la Navidad, era la mejor decisión, el más hermoso paso adelante, por
supuesto, que podía tomar”.
Raquel, un poco más calmada
del estrés nervioso en que se había visto sumida, pidió a ese “nuevo hermano”
que, en modo alguno, llegara a oídos de su madre esta desequilibrante historia.
Esta señora se encontraba muy delicada del corazón y con muchos años sobre su
cuerpo. Siempre se había mostrado muy fervorosa de Simón, su difunto esposo,
por lo que no quería intranquilizarla ni defraudarla con estos hechos
protagonizado por su padre, hacía ya muchísimos años. En cuanto a Braulio,
siempre comedido, creyó oportuno invitar a su nuevo “cuñado” al almuerzo que en
pocos minutos iban a realizar.
“El piso,
como ves, es pequeño. Era poco más que un apartamento y ahora, con los niños,
pues nos encontramos a tope. Estamos pensando en cambiar de piso, necesitamos
más metros, pero es que nos gusta mucho la zona donde vivimos. Aquí no tenemos
espacio adecuado para que te puedas quedar. Sin embargo, dos manzanas más
arriba, hay un hostal que está bastante bien. Incluso conozco al dueño, una
persona muy responsable en su oficio. Después de comer pasamos por allí y
contratamos las noches en que te vayas a quedar en Málaga. No te preocupes por
el coste de la estancia, pues yo me encargo de todo. Eres nuestro invitado. Por
supuesto, para las comidas, te vienes a casa. Ahora tengo unos días de
vacaciones en mi trabajo y te puedo dedicar el tiempo que te agrade, a fin de
visitar algunas cosas interesantes, aunque no sé si has estado mucho por esta
ciudad”.
Aquella noche, Braulio no
tuvo un buen descanso. Tampoco su mujer pudo gozar de muchas horas de sueño El
insomnio fue intenso, a pesar de que incluso hubo de tomarse algún calmante a
causa del estado emocional que estaba atravesando desde la imprevista visita. Que
a los 43 años de vida le apareciera un hermano de sangre, no era una
experiencia fácil de sobrellevar. Pero a Braulio, le gustaba hacer bien las
cosas. Quería cerciorarse de que esta nueva y desestabilizante experiencia en
el seno de su propia familia, estuviera comprobada y sin puntos oscuros. A la
mañana siguiente, no dudó en llamar a Serafín,
un íntimo amigo al que conoció en los tiempos universitarios. Se seguían viendo
pero de tarde en tarde y algunos fines de semana incluso iban a jugar al tenis.
Ese amigo trabajaba como inspector de policía. Necesitaba consultarle a fin de
que le aconsejara acerca de estos hechos tan imprevistos y de tanto calado para
la estabilidad familiar. Aquella misma mañana facilitó los datos básicos necesarios
(Lucio estaba muy bien informado acerca de su nueva familia, incluso mostró
algunas fotos clarificadoras) a su
amigo, quién trató de tranquilizarle:
“No te
preocupes, Braulio. Voy a “mover” un poco la escasa información de que
disponemos. Cuando tenga algo en concreto te llamo de inmediato. En principio
me parece todo lo que me cuentas algo extraño, pero a veces la vida nos hace
llegar sorpresas de este calado. Cosas así pueden suceder, qué duda cabe, aunque
también es necesario comprobar, en lo posible, toda su verdad”.
Los días previos a fin de
Año fueron gozosos para esta familia, ahora “mágicamente” ampliada. Lucio se
mostró receptivo y muy amable con su hermana, cuñado y sobrinos, con los que
jugaba y entretenía, para satisfacción de los niños y sus padres. El nuevo pariente
fue presentado a Idoa y Teo, en cuyo domicilio fue también acogido con el mayor
afecto, sentimiento y hospitalidad. Llevaron a Lucio de visita por los
principales monumentos de la ciudad e incluso hicieron alguna excusión a localidades
cercanas y emblemáticas de la provincia. Poco a poco,
la normalidad fue acrecentándose con el tratamiento de un integrante
familiar inexistente hasta hacía muy escasos días. Incluso en algún momento, el
nuevo “hermano” de Raquel manifestó su
intención de buscar trabajo en esta ciudad, a donde le haría una especial
ilusión trasladarse. Quería estar más próximo a esas raíces genéticas que tanto
y tan bien nos sustentan. Obviamente, todos extremaron su prudencia, con el fin
de que Doña Gracia en modo alguno conociera la presencia en casa de Raquel de
esta persona, hijo natural de su amado y difunto Simón.
Se acercaba la fiesta de Noche Vieja y esas doce tradicionales
campanadas que anuncian la llegada de una nueva anualidad. Decidieron pasarla
en el domicilio de Teo e Idoa, con los mismos asistentes a la fiesta del 24,
pero, además con la asistencia de Lucio. Entre Clara, Idoa y Raquel, tomaron la
decisión de presentarlo a las abuelas como un íntimo amigo de la infancia de
Braulio, al que no querían dejarlo solo, en esos momentos complicados que
suceden a la terrible experiencia de la viudedad. En esos preparativos estaban
(el matrimonio precisamente elaboraba en la cocina unas pastas caseras de
manteca para los postres, receta de la abuela Luisa,) cuando a eso de las tres
de la tarde, víspera del día de Nochevieja, sonó en el bolsillo de Braulio el
móvil. Era el inspector Serafín que rogaba a Braulio se desplazara con la mayor
presteza a la Comisaría Central, pues tenía que darle una importante información
acerca del asunto que tenía entre manos desde hacía cuatro días.
“La policía
se mueve con rapidez, amigo Braulio. Podía haber hablado contigo mucho antes,
pero necesitaba atar unos “flecos” importantes sobre tu nuevo “cuñado”. Tenemos
ya una cierta evidencia de que este “familiar” pertenece a una banda muy bien
organizada, que envía a alguno de sus miembros más cualificados para
introducirse en determinadas familias, con el objetivo de aprovechar estos
vínculos para sus objetivos financieros y extorsionistas con los grandes
capitales. El tema lleva meses en estudio, pero es que la trama está montada
con maestría y habilidad. No son unos aficionados, ni mucho menos. Parece ser que
tienen sedes en distintos países y desde luego actúan con las espaldas siempre
bien cubiertas.
Estamos en
pleno estudio de vuestro caso. Por lo que a ti respecta, tu profesión de
economista te ha llevado a trabajar en la asesoría inversora de importantes
personajes, en su mayoría vinculados al mundo del espectáculo, la cultura, el
deporte. Apellidos ilustres a los que esta poderosa organización mafiosa se
quiere acercar y actuar para sus intereses ilícitos. Por parte de Raquel, tu
mujer, tenemos que ella trabaja como relaciones públicas en una importante
cadena de cosméticos, con filiales repartidas por todo el espacio nacional y
ahora con nuevas sedes en Francia, Holanda y el Reino Unido. A este personaje
le interesa utilizar estos vínculos profesionales para sus objetivos
criminales. Pero no queremos dar pasos en falso. Si recibo la orden de mis
superiores jerárquicos, procederemos a la detención inmediata de este “individuo”
que ha llegado “de manera milagrosa” a vuestras vidas. Me dices que ha
prolongado su estancia en Málaga unos días más y que está pensando en
trasladarse de manera definitiva a esta ciudad, para fijar su residencia cerca
de su “única hermana” y demás familia. Seguiremos con cautela todos sus pasos.
Tenéis que seguir actuando con la mayor naturalidad, a fin de que no sospeche
nada de que estamos al acecho. Pero no queremos precipitarnos y echar por
tierra todo un trabajo de meses”.
En la mañana del día 31,
Braulio había quedado con Lucio en su hostal. Necesitaba viajar con urgencia a
una importante localidad del norte provincial, donde le esperaba Mr. Jordan. El
motivo de tan acelerado desplazamiento era recabar, de este adinerado
británico, unas firmas personales para una compleja operación urbanística en la
costa occidental y esa gestión no podía esperar, pues la documentación habría
de estar plenamente operativa para el dos de enero. Pensaba que era una buena
oportunidad para que su cuñado conociera algún monumento o paraje natural en
tan emblemática localidad. Almorzarían allí y volverían a la capital con tiempo
suficiente para prepararse para la cena de la despedida del Año. Cuando faltaban
escasos minutos para las nueve, hora a la que ambos habían quedado, Braulio
pidió al recepcionista del hostal que avisara, por favor, de su presencia al
residente de la habitación número 26.
“El
Sr. D. Lucio del Parral ha dejado su habitación durante esta madrugada. Creo
que tenía que viajar urgentemente por motivos familiares. Nos ha indicado que
su cuñado vendría esta mañana y que le avisáramos de este imprevisto. Ya hemos
cargado, en la tarjeta que Vd. nos presentó el día 25, los gastos de estos seis
días por la habitación, algunas comidas realizadas por el residente y el
consumo normal del minibar. ¿Necesita, por supuesto, una factura?”
Nunca más llegaron a tener
noticias de este advenedizo “familiar” que se presentó en sus vidas, durante la
soleada mañana del día de Navidad. Serafín
recibió la noticia de la “huida o desaparición” de Lucio,
con profesionalidad, pero con una evidente frustración y enfado. Reconoció que tenía
que haber habido algún “cortocircuito” o chivatazo, que hizo al delincuente “poner
tierra de por medio”. Raquel, volvía a ser la
hija única de Gracia y Simón. Toda la familia se esforzó para que la normalidad volviera a sus vidas,
tratando de olvidar este enojoso, sentimental y falaz asunto del “hermano”
recuperado a los cuarenta. Nadie volvió a hablar del tema. Sólo Braulio guardaba, en la intimidad secreta de su
conciencia, la razón última de la discutible decisión que adoptó, tras la esclarecedora
entrevista que tuvo con su amigo, el inspector de policía Serafín Trallada, en
la tarde del día 30 de diciembre.-
José L. Casado Toro (viernes, 22 Diciembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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