viernes, 15 de diciembre de 2017

CAMBIOS INESPERADOS EN LA SENDA CONVIVENCIAL DE UN HOMBRE EGOISTA.


Las personas pueden cambiar, qué duda cabe. Lo podemos apreciar tanto en su carácter, en su mecanismo de vida, en sus gestos y reacciones, como también, por supuesto, en su diaria apariencia externa. Son muchos los aspectos que pueden gozar o sufrir de esas modificaciones con las que deseamos mostrar una nueva identificación ante los demás, “luciendo” otros rasgos, externos o internos, tanto los de naturaleza física como también, es obvio, esa “silueta psicológica” que nos hace ser de una forma o de otra. Aceptando, en mayor o menos medida, estas afirmaciones, no podemos de igual manera negar, con la evidencia que nos ofrece la experiencia (inmersa en la realidad) de que ese cambio personal no resulta desde luego fácil. Primero, porque esa capacidad o habilidad de “transformación” no es un don que atesoren todas las personas y segundo porque, a medida que los seres humanos vamos acumulando años en nuestro calendario íntimo, esos cambios se tornan casi imposibles ya que tenemos muy definida y marcada nuestra peculiar manera de ser y de actuar. Sin embargo, en la historia que a continuación vamos a relatar, estas últimas premisas no van a resultar tan firmes y permanentes.

Santos Tallar Ley vive sin compañía en un tercero C, no muy amplio en metros cuadrados pero suficiente para sus actuales necesidades de hábitat. Su vivienda se halla inserta en un viejo bloque de cinco plantas, ubicado en la centralidad antigua y algo degradada de la ciudad. Heredó este piso, en el que siempre ha residido, de sus padres, ambos hoy ya en el ingrávido reino de la memoria. Aunque su padre falleció siendo él muy joven, la convivencia con su madre, doña Modesta, se ha prolongado durante largos años, aunque desde hace ocho, este hombre, de carácter huraño, misántropo y profundamente egoísta, perdió el apoyo de un ser que siempre tuvo miradas complacientes y plenas de cariño para el hijo único de sus entrañas.

A sus 48 años de edad, Santos permanece ostentando esa soltería que tiene plenamente asumida. Sus relaciones con la vecindad siempre han estado bajo mínimos, siendo considerado por la mayoría de los habitantes del bloque como una persona rara, que rehúye el trato cotidiano y centrada en una cerrada privacidad muy poco dada a intercambiar palabra alguna con los demás. Se gana la vida, trabajando durante las mañanas, con el reparto domiciliario de publicidad (su libro escolar quedó interrumpido, tras repetidos fracasos con ruidosos enfados paternos, en el 2º de B.U.P). Suma a esos euros ganados por el buzoneo mensual, el trabajo ocasional que le dan en una subcontrata encargada de repartir las pesadas compras que la clientela realiza en un céntrico hipermercado, actividad que sólo lleva a cabo por las tardes. Lo hace viajando en una veterana furgoneta, repleta de voluminosa o más reducida paquetería. Completa estos modestos ingresos con los intereses bancarios de unos depósitos o ahorros puestos a plazo fijo, que su madre se esforzó en reunir con gran tenacidad y sacrificio, especialmente desde que se convirtió en modesta pensionista al quedar viuda de su marido D. Fulgencio, sargento del ejército de tierra. Completando el perfil de este extraño personaje hay que añadir que, también desde hace años, padece grandes fases de insomnio, desequilibrio que trata de combatir sentado ante un anticuado televisor, en el que ve todo tipo de programas, situación que se prolonga, noche tras noche, hasta la profundidad horaria de la madrugada. Con su insociable carácter, carece de amigos, “disfrutando” en soledad el ocio de sus horas libres, con la realización de largos y repetidos paseos a través del laberinto urbano y también con la actividad senderista, aplicada necesariamente durante los fines de semana.

Aquella tarde de un frío y seco diciembre, al volver de uno de sus paseos por la “telaraña” urbana, abrió el buzón de su piso hallando en su interior, entre la numerosa publicidad comercial acumulada, un aviso pendiente de entrega. Tendría que recogerlo, por la no presencia domiciliaria del destinatario, en la estafeta de correos que le corresponde, oficina situada en la zona intermodal de transporte, junto a la estación central de ferrocarriles. Allí se dirigió, en la mañana siguiente, encontrándose con una carta certificada y con acuse de recibo. A pesar de la intriga (procedía de un bufete de abogados, con sede en Madrid, según el membrete del sobre) la guardó en su cartera, a fin de leerla con más tranquilidad cuando volviera a casa para tomar el almuerzo, a eso de las dos y media de la tarde.

“Estimado Sr. Tallar Ley.

Tengo a bien comunicarle que, mediante riguroso sorteo notarial, ha sido Vd. elegido por la suerte (junto a otras dos personas con residencia permanente en territorio español) para recibir una generosa entrega que nuestro representado desea donar, tras su reciente fallecimiento. El nombre del benefactor habrá de permanecer en el anonimato, por deseo expreso del mismo. En contenido y características de la muy importante donación habrán de someterse a las premisas que a continuación le detallo.

Vd. Sr. Santos, habrá de decidir, en un plazo máximo de tres semanas, a partir del recibo de esta misiva, cuál será la naturaleza del regalo que mi representado desea entregar para la ciudad donde resida el beneficiario que haya sido correspondido o designado por la suerte. Es decir, está en sus manos concretar el tipo de donación o regalo con el que la ciudad donde vive va a sentirse agraciada. Le aconsejamos que elija hasta tres opciones, de diferentes cuantías, a fin de que un equipo técnico, cualificado al efecto, decida cuál es la más adecuada, en función del montante económico disponible para esta donación.

Una vez que hayamos recibido y estudiadas sus tres opciones, un representante de este bufete le visitará en su propio domicilio, a fin de que firme personalmente la documentación pertinente. Con ello podrá ponerse en marcha el proceso de donación gratuita a su municipio y la materialización concreta de aquello que haya de ser realizado.

Debo aclararle que nuestro representado ha sido una persona de vida muy azarosa y aventurera. Por sus numerosas actividades ha generado una cuantiosa fortuna. Al no tener herederos directos, por voluntad testamentaria, quiere dejar un legado de generosidad a este país que le ha acogido durante la última década de su existencia. Su ilusión es legar toda su fortuna a tres municipios españoles, a fin de que sean beneficiados con alguna realización que gratifique la convivencia de sus habitantes. En este caso, Vd. (junto a los otros dos beneficiarios de diferentes municipios) tendrá el honor y la responsabilidad de elegir lo mejor que desea, a fin de dotar y mejorar la ciudad en que vive.

Para cualquier otra aclaración, póngase en contacto con alguno de los teléfonos que ponemos a su disposición, al final de esta comunicación. Se le informará cumplidamente al respecto sobre todo aquello que necesite conocer para su mejor compresión y decisión.
Atentamente. Siglo XXI Abogados. Madrid”.

Santos no daba crédito a lo que estaba leyendo, cuando se disponía a dar buena cuenta de un apetitoso plato de lentejas, con chorizo y morcilla, almuerzo que había comprado en un establecimiento de “comidas para llevar” ubicado a pocos minutos de su domicilio. Repasó, una vez más el contenido de la carta y. de forma paulatina, crecía su indignación, entre cucharada y cucharada del alimento que estaba consumiendo. “De modo que me regalan un premio, a mí que nunca me han dado nada, resultando que el premio es finalmente para la ciudad, teniendo yo que decidir precisamente  en qué consiste el “dulce” que va a recibir toda esta gente con la que tan mal me llevo. En realidad no me llevo, porque ellos pasan de mi y yo paso de ellos. Vaya papeleta que me ha tocado. Diría que esto lo ha hecho el Diablo, para reírse de mi pobre persona.” Dicho lo cual, se tomó un par de vasos de tinto clarete, como postre, pues no le gustaban los dulces. En cuanto a la fruta, sólo le apetecía en esta época del año las naranjas y hoy se le había olvidado pasar por ese puestecillo de Abilio para comprarlas. Este paciente frutero, propietario de ese portal tienda las suele vender barata, pues su familia tiene unas tierras de cultivo por la zona de Pizarra o Álora, lo que les permite reducir los precios de venta al público.

Toda la tarde estuvo malhumorado con su suerte, mientras hacía cinco servicios de reparto a otros tantos domicilios repartidos por el plano de la ciudad. Mientras conducía de un lugar a otro, no dejaba de darle vueltas al asunto del regalo.

“El señorito que ha ideado todo esto no debe estar muy bien de la “mollera”” se decía. “Ahora, cuando vuelva a casa, voy a llamar a ese teléfono. A ver si resulta que todo esto es una broma de mal gusto. Aunque no es el Día de los Santos Inocentes, hay por ahí mentes cuadriculadas que se pasan el tiempo en crearnos problemas a los demás. Desde luego, lo que no voy a ser de ninguna manera es un Rey Mago para la gente. Bastante tengo yo con ocuparme de mis cosas.”

A eso de las siete menos cuarto de la tarde, volvió a su piso, no sin antes pasar por el súper para comprarse un par de hamburguesas, de esas que tienen una caducidad inmediata y son ofertadas con hasta un cuarenta por ciento de su precio de coste, para preparar la cena de esa noche. Marcó uno de los números que venían en la enigmática carta y después de pasarle la operadora por dos departamentos del bufete, se puso al teléfono una voz joven que se identificó como Bernardo Ladrillán. Se trataba de un pasante del despacho, que estaba haciendo sus prácticas de abogacía y el que a esas horas del día estaba encargado de realizar una primera atención a los comunicantes. Santos le pidió la confirmación de todo este asunto y que le aclarase realmente quién estaba detrás de toda esta tan generosa donación.

“Por supuesto, Sr. Tallar, que todo el contenido de nuestra carta responde a la más absoluta verosimilitud. Nuestro equipo está integrado por personas de la más seria y reconocida cualificación, profesional y moral. Comprendemos que todo este asunto provoque su desazón y extrañeza, pero debe confiar en nosotros. Ya que muestra tanta insistencia, para ayudar a su sosiego le voy a dar alguna clave explicativa a fin de que entienda el trasfondo de esta muy generosa donación. El benefactor (ya no está entre nosotros) era natural de un país extranjero. Durante su vida parece ser que estuvo implicado en muchos negocios, algunos de los mismos rozando o incurriendo en la ilegalidad. Incluso sufrió detenciones y penas de cárcel. La última fase de su vida la llevó a cabo en nuestro país, donde encontró una grata acogida, respeto de sus habitantes y esa tranquila felicidad que llevaba buscando desde hacía dgrandes res regalosnoblecen precisamente a quien las realiza. De ah, limpiar un tanto su conciencia de algunas operaciones y actécadas. Ya casi en el final de sus días, esta persona se propuso compensar a este país, que con tanto cariño y hospitalidad le acogió, con una parte de todo ese cariño y generosidad afectiva que tanto valoraba y, de paso, limpiar un tanto su conciencia de algunas operaciones y actividades, que no ennoblecen precisamente a quien las realiza. De ahí estos tres grandes regalos que su muy suculenta herencia puede sufragar. Vd. tiene el gran y emblemático honor de ser el intermediario de ese bien que la comunidad donde vive va a recibir. Debería Vd. Sr. Santos sentirse orgulloso de haber sido elegido por la fortuna para tan emocionante y ejemplar intermediación”.

Aquella noche el insomnio se acrecentó en el desequilibrio onírico de Santos. Apenas pudo “pegar ojo”. Se sentía desvalido por el destino. Ahora ya no tenía cerca a su madre, doña Modesta, que con tanta dulzura le aconsejaba y entendía su particular forma de ser. Necesitaba consultar, tal vez desahogarse en conciencia, con un buen amigo o amiga, a fin de que esta persona le ayudara a tomar la decisión más justa y equilibrada. De manera especial, que le hiciera comprender que estaba en su mano hacer un gran bien a esa comunidad de la que se sentía tan separado, aislado e incomprendido. Pero… no tenía amigos. Desde hacía años, sólo vivía para sí mismo, en un marco de egocentrismo enfermizo y falaz. ¿A quién acudir, para hablar, dialogar y solicitar esa ayuda fraternal? ¿Dónde estaría la mano generosa, la voz hermanada, que le ayudara a emprender un profundo cambio en su vida, abierto a la solidaridad con los demás? Tal mal se sentía que al amanecer, telefoneó a Pita, su jefe, para indicarle que tenía que ir al médico. Hoy el buzoneo publicitario habría de esperar.

Estuvo sentado toda la mañana detrás del balcón de su domicilio, observando pacientemente  el bullir de la calle y a toda esa anónima vecindad que latía tras los poco aseados cristales de su pequeño salón-estar, sin nadie con quien hablar, reír o soñar. Pensó en su niñez, en su juventud y en todos esos años perdidos de introversión y ambición personalista. De pronto, vino a su mente una lejana imagen. Esa imagen le recordaba a un hombre de espíritu joven, alegre y servicial, con gran don de gentes que vestía túnica conventual. Se trataba del Hermano Florián.

Este vitalista fraile carmelita, siempre le trató con sencillez, confianza, generosidad y cordialidad, sabiéndole escuchar y aconsejar. Lo consideraba como un gran amigo, su mejor amigo, durante aquellos lejanos años de su adolescencia en los que solía pasar muchos ratos en los salones parroquiales del barrio, junto a otros chicos y chicas de su edad. El tiempo “corrió” y aquel grupo se desintegró, dado que muchos de sus miembros se marcharon a estudiar a otras provincias o buscaron otros vínculos personales, grupales o afectivos. Dejó de visitar a este clérigo o hermano carmelita en la Parroquia del Carmen, del que nunca más había vuelto a saber tras su alejamiento de los círculos eclesiales. A pesar de que habían transcurrido más de tres décadas desde entonces ¿por qué no preguntar por el Padre Florián. ¿Seguiría en la comunidad malagueña? ¿Habría sido trasladado a otras diócesis? ¿Se acordaría aún de aquel joven desorientado al que tanto ayudaba con sus bromas, consejos y dinamismo fraternal?

Aquella misma tarde se dirigió a la ahora “remozada” parroquia, yendo directamente a la sacristía a fin de inquirir información acerca de la persona con la que deseaba contactar. Le indicaron, para su alegría, que efectivamente el Padre Florián se encontraba en la Comunidad. Que podía subir a visitarlo pero que no le agotase mucho con la conversación, dado su delicado estado de salud. Minutos después, ante su presencia estaba una venerable persona en silla de ruedas, revestido con la túnica conventual. A sus 65 años, aquel joven fraile de su adolescencia había cambiado notablemente en su físico, afectado por las secuelas del Párkinson. A pesar de este gran problema, su mentalidad actual mostraba un estupendo nivel. El clérigo carmelita aseguró que le reconocía, aunque en verdad también le veía notablemente cambiado. Desde luego se alegraba mucho de que hubiera ido a visitarle, a pesar de las tres décadas pasadas sin el menor contacto entre ellos. “¿Qué te pasa “Santín” (así le llamaba, en aquellos inolvidable años 80). Te veo nervioso y presa de la preocupación. Cuéntame serenamente lo que te ocurre y desasosiega. Seguro que juntos buscamos y encontramos esa luz que te va a guiar con la mejor solución”.

Tras escuchar el largo monólogo de su inestable interlocutor y sin perder nunca la sonrisa, el venerable fraile guardó unos minutos de silencio. a modo de reflexión, antes de expresar con sabias palabras ese mensaje de paz, amor y racionalidad que deseaba aportar a una persona con síntomas evidentes de desequilibrio.

“Querido y buen Santi: la vida te está ofreciendo, generosamente, una nueva oportunidad que no debes, en modo alguno, desaprovechar. Por las razones que sean ¡ahora no importan! te has apartado egoístamente de tus hermanos y Dios junto al destino han puesto en tus manos el poder entregarles un importante bien material, del que a buen seguro disfrutarán.  Pero, por importante que sea esa donación que con humildad y grandeza vas a transmitir, lo más importante y decisivo para tu vida, para la salud de tu alma, es ese cambio profundo y trascendental con el que vas a revitalizar tu equivocado caminar actual. Vas a dejar de comportarte y pensar enfermizamente en ti mismo y en cambio vas a abrirte, con humildad y esperanza, hacia las necesidades de los demás. Este cambio te hará mucho más feliz. Sentirás que una vida sólo tiene sentido cuando la ponemos al servicio de ese amor fraterno y solidario hacia los demás.”

Han transcurrido once meses, desde aquel feliz y paternal reencuentro del Padre Florián con Santos Tallar. La ciudad en la actualidad dispone, felizmente, de un nuevo gran espacio convivencial, de titularidad municipal. Este centro para la cultura y el ocio ha sido denominado SALÓN MÁLAGA PARA LA SONRISA (título acordado entre Santos y su amigo, el fraile carmelita) en el que además de los servicios administrativos y organizativos, se ha construido un espléndido auditorio, con capacidad para hasta 450 espectadores. Cada fin de semana, sea invierno o verano, se representan en el mismo dos espectáculos, abiertos a la gratuidad del público asistente. En la mañana del sábado hay variadas funciones y juegos, especialmente diseñadas para los niños y los jóvenes, mientras que en el domingo tarde las representaciones y actividades están centradas en un público adulto. El nuevo Salón Málaga para la Sonrisa, convivencial y lúdico, se encuentra ubicado en el amplio solar antes ocupado por dos antiguas salas de exhibición cinematográfica (cerradas hace años y hoy muy degradadas en sus edificaciones) convertidas por la generosidad del misterioso donante en un necesario y dinámico centro para difundir la cultura popular. Entre las numerosas actividades que en él se desarrollan merecen citarse las siguientes: marionetas, teatro de mimos,  representaciones de magia, cine, teatro, danza, bailes populares, conciertos, cantautores, grupos musicales, asambleas y celebraciones de las asociaciones de peñas, escuela de teatro, escuela de cine, exposiciones fotográficas, conferencias y un primer esbozo de lo que en un futuro será la imprescindible cinemateca del municipio. La Banda Municipal de Música, así como la Orquesta Filarmónica también utiliza este espacio para determinados conciertos.

La hábil mano del Padre Florián supo mover los hilos necesarios, a fin de que la Concejalía de Cultura del consistorio malagueño reservara en sus presupuestos la dotación económica para un nuevo puesto laboral. Esta función tiene como misión la adquisición y conservación del material necesario para el funcionamiento del Salón Málaga. El aludido puesto de trabajo, de libre designación, ha recaído en la persona que ha intermediado de manera tan eficaz para la consecución de este gran logro para la cultura social del municipio: Santos Tallar, quien desde ahora afronta con alegría la sucesión de los días, mostrando un espíritu abierto a la sociabilidad y a la amistad solidaria. La ciudad también disfruta del nuevo incentivo lúdico-cultural, muy grato regalo recibido desde el sutil anonimato de la buena voluntad. - 



José L. Casado Toro (viernes, 15 Diciembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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