viernes, 20 de octubre de 2017

JUEGO DE VOLUNTADES, EN LAS RELACIONES ADULTAS.

En la vida diaria nos rodean miles de detalles y elementos, que “viajan” y pueden pasar inadvertidos para nuestro estado de plena conciencia. Apenas nos damos cuenta de los mismos por muy diversas razones: sea por la falta de interés que en principio nos provocan, por concentrarnos en otros planos heterogéneos de necesidad y, también por supuesto, a causa de ese estrés generalizado en que nos vemos sumidos, necia servidumbre profesada al minutero al que sometemos la estructura orgánica y mental que nos sustenta e identifica. La realidad es que no nos damos cuenta de muchas cosas aunque, desde los chascarrillos de acá y de allá, también se nos advierte que en no pocas ocasiones somos nosotros mismos quienes vetamos el “acercamiento” a ese plano necesario de la realidad. Dicho de una forma clara y concisa: muchas evidencias y detalles no llegan a nuestro conocimiento, nos pasan “desapercibidos” porque sencillamente evitamos, de manera consciente, darnos cuenta de los mismos.

Santos Lama, 39 años, es un profesional de la banca. Trabaja desde hace años en una consolidada entidad financiera. Lo hace, de lunes a viernes, tras una mesa presidida en su frontal izquierdo por una placa que indica la función que en la actualidad desempeña: ATENCIÓN AL CLIENTE. Forma matrimonio canónico con una cualificada investigadora de 42 años, Vilna que, por su titulación en Químicas y su excelente expediente académico y profesional, presta servicio en la sección de laboratorio para análisis y creación de nuevos productos, en una importante industria cuya principal producción son los lácteos y derivados. Aunque en fechas próximas su matrimonio va a cumplir la primera década de convivencia, no han tenido descendencia en el mismo. Esta realidad la tienen plenamente asumida, pues ambos están intensamente entregados a la actividad que realizan en sus respectivas profesiones. La medicina les ha ofrecido algunos caminos para superar esta dificultad genética, sin embargo ellos no consideran este asunto de la procreación como prioritario para sus intereses familiares en la actualidad.

La relación afectiva que la pareja mantiene es un tanto superficial, realidad que se sigue agudizando a medida que avanzan los años. Especialmente en el caso de Vilna, que cubre un amplio horario laboral, muy valorado y bien remunerado, en la estructura empresarial a la que se halla vinculada. Hay días en que tras el desayuno  (que no siempre realizan juntos) no vuelven a tener contacto entre ellos hasta incluso después de la cena, También son frecuentes los viajes que ella ha de realizar, a fin de recorrer los diferentes puntos de producción que el consorcio empresarial tiene establecidos por todo el territorio nacional e incluso en países del entorno mediterráneo,  como Portugal, Italia y Grecia.

En esa cada día menor presencia en casa (salvo en los fines de semana) por parte de Vilna influye un dato afectivo que su marido desconoce. Hace unos cinco meses, el departamento de personal realizó varias incorporaciones, para cubrir puestos específicos dentro del organigrama productivo. Una de estas nuevas y muy estudiadas contrataciones fue la de Patrick, un delgado, alto y bien parecido británico, natural de Norfolk, experto internacional en investigaciones lácteas y que se afana en la lucha por superar su reciente viudez. Ejerce de codirector del laboratorio central, junto a la experta investigadora española, a la que le cuesta trabajo aceptar que este brillante, imaginativo, ocurrente, amable y bien conservado compañero pueda tener la edad que marca el directorio de la empresa: diecisiete años más que ella. Ambos científicos han de pasar juntos largas sesiones de trabajo, con lo que la fluidez del diálogo que ambos mantienen se ve reforzada por esos minutos de café e incluso almuerzos, que los dos bien avenidos compañeros comparten en la muy visitada cantina de la fábrica.

Las palabras, las miradas, los gestos, la mutua necesidad ha provocado, sin previa intencionalidad, que los dos bien avenidos científicos complementen sus caracteres, valores y cronologías, entablándose entre ellos unas relaciones íntimas, celosa y hábilmente discretas. Ello exige a Vilna hacer dote de su agudeza y disimulo, a fin de justificar todos esos minutos e incluso horas que la mantienen alejada “justificadamente” del nido conyugal. Mientras tanto su marido, ajeno a todos esos devaneos de la muy apreciada investigadora, dedica las tardes en que no ha de acudir a completar tareas en la entidad bancaria al descanso, a los juegos de la playstation frente al “gigantesca” pantalla en pulgadas de su Sony Bravia y a una afición que mantiene desde su adolescencia: desarmar y armar mecanismos, especialmente antiguos relojes y motores de pequeños electrodomésticos. Así pasa las horas, las tardes y muchas de las cenas, en las que ha de sentarse sin su compañera en la mesa, alimentándose no sólo con las comidas preparadas que calienta en el microondas, sino también “embebido” recorriendo canales de televisión, de los más de doscientos y picos que le suministra la cadena servidora que tiene contratada.

“Does not your husband suspect anything? (¿No sospecha algo tu marido?) Le pregunta, con frecuencia, Patrick a su compañera de trabajo y amante.

“No creo que sospeche nada, porque tú y yo actuamos con extremada habilidad. Al menos él no me ofrece muestras de dudas o insinuaciones sobre mis “exageradas” ausencias de casa por motivos laborales. Sabe que soy muy cumplidora, tal vez obsesiva, con respecto a mis obligaciones laborales y que no reparo en sacrificio alguno para responder ante los superiores que me han otorgado su confianza. De todas formas … no sé cuánto tiempo vamos a poder seguir manteniendo esta situación. Desde luego lo que no contemplo, por ahora, es una ruptura. Siempre me ha mostrado su nobleza y amor aunque, si he de serte sincera, siempre lo he considerado un poco infantil e inmaduro. Tal vez ese rasgo de su carácter fue por lo que me vinculé a su persona, sobre todo porque ese rasgo equilibraba mi excesivo temperamento cerebral. Yo necesitaba de ese complemento, aunque en ti he hallado mi verdadera estabilidad, además de esa continua necesidad afectiva que tanto nos vitaliza”. 

Sin embargo, al paso de las semanas, la cada vez más distante actitud de Vina, movió a Santos a realizarle algunos prudentes comentarios, pero sin querer provocar discusiones y, por supuesto, acusaciones concretas. “Te observo demasiado “dominada” por tu trabajo. Apenas nos vemos durante el día y cuando vuelves a casa, por las noches, ofreces una imagen de profundo cansancio. Debes sopesar con serenidad si tanta dedicación y esos repetidos viajes pueden acabar con afectarte en la salud. Además, cuando logramos estar en la mesa o en los fines de semana, tus silencios cada vez me preocupan más. Debes ralentizar esa absoluta entrega y dependencia hacia las obligaciones laborales”.

A eso de la media mañana, una cliente apareció por la sucursal, dirigiéndose con seguridad hacia la mesa de trabajo ocupada por Santos. Una vez que tomó asiento, se identificó como Nama (Natividad María). Venía a solicitar información acerca de algún plan interesante de inversión, para unos ahorros que tenía en otra entidad bancaria y por los que cada vez estaba recibiendo menores intereses. La interlocutora del empleado bancario era una mujer que andaría por su cuarta década de vida, cuerpo y rostro agradable, vestía de manera deportiva y mostraba un dulce carácter, tanto en su forma de expresarse como en el comportamiento global de educada su actitud. Las visitas de esta cliente se repitieron en días sucesivos, pues además de los planes de pensiones deseaba contratar otros servicios y solicitar nuevas informaciones financieras. Santos, cada vez más prendado en esta mujer, disfrutaba con su presencia, con sus sonrisas y con la dulzura que mostraba hacia un ser como él, cada vez más solitario y con una patente necesidad afectiva. Verdaderamente era un verdadero “milagro” que Nama hubiera aparecido, casi por encanto, en la oportunidad de su vida.

Pronto llegaron ofrecimientos para ir a tomar café, simpáticos e ilusionados encuentros en esos días de largos atardeceres, traviesos mensajes del whatsapp en todos esos minutos en que tampoco duermen las estrellas y para la recíproca gratificación unos “oportunos” viajes, siempre por motivos de trabajos de Vilna, ausencias bien aprovechados por dos personas crecientemente enamoradas por la realidad de sus vidas.

Poco a poco Santos fue conociendo aspectos significativos de la historia de esa nueva compañera, que compensaba, con tacto y estilo, tantas ausencias y frialdades de la que era su legítima mujer.

“Es curioso y maravilloso a la vez. A mis 41 “abriles” nunca había logrado mantener una relación estable con ese compañero con el que todas soñamos su aparición en nuestras vidas. Efectivamente he conocido a varias personas , cuyos contactos podían haberse estabilizado en una relación afectiva. Pero, unas veces por ellos, otras por mí, la atmósfera se iba nublando entre nosotros y poníamos fin a lo que podía haber sido y ya no lo era. Unas veces sufría él y otras, lógicamente, era yo quien tenía que desahogarme a través de las lágrimas. Sin embargo contigo pienso con seguridad que estas situaciones no se van a volver a producir. Yo lo tengo más fácil, pues no tengo vínculos contractuales, como es tu caso. Pero algún día tendrás que hablar valientemente con Vilna, tu mujer, y explicarle una situación que a ti y a mi nos llena de alegría y que nos hace “respirar” cuando estamos juntos”. Estas palabras, pronunciada con dulzura y delicadeza, colmaban de alegría el ego solitario de Santos.

De forma paralela, Patrick y Vilna seguían colaborando en las actividades del laboratorio y manteniendo, cada vez con más sosiego, una relación amorosa que colmaba y compensaba tantas horas dedicadas al trabajo analítico e investigativo. De manera especial, trabajaban para la elaboración de nuevos productos, en un mercado cada vez más competitivo para un sector tan demandado como es el de la alimentación. Las horas de ausencia de su domicilio seguían manteniéndose, pero cuando esta cualificada investigadora se sentaba en la mesa con su marido, las miradas eran mucho más apacibles, alegres y fraternales. A los dos se les veía felices, pues el secreto que cada uno de ellos guardaba celosamente en su privacidad, estabilizaba y motivaba a la vez su ánimo, su actitud comprensiva y, obviamente, su estado anímico de felicidad.

En realidad Santos nunca descartó que su mujer pudiera estar manteniendo alguna relación extramatrimonial. Era una posibilidad entre muchas, aunque también era consciente de la entrega obsesiva de Vilna hacia sus obligaciones laborales. Pero ¿para qué pensar más? El destino se había mostrado generoso con él, tras poner en su vida a una persona que una mañana entró inesperadamente por la puerta de la sucursal bancaria, con el ánimo de consultar un “aburrido” asunto de fondos de inversión. Él se sentía feliz, también Nama (sus ojos, sus gestos, su look personal, rebosaban alegría) y, de manera curiosa, el semblante de Vilna reflejaba, cada día más, el sosiego, la fértil serenidad y humildad en el trato con su pareja legal. Incluso esos amargos y tensos silencios, de antes en la mesa, habían desaparecido y la sencilla locuacidad que ambos cultivaban hacía ahora gratos y enriquecedores esas oportunidades para compartir el breve tiempo disponible, disfrutando de una serena amistad. Y no había prisas. Ya llegaría el difícil momento de aclarar ante ella la nueva motivación que arrojaba luz en su existencia. Percibía que los tres se mostraban cada día más satisfechos con la realidad de sus vidas.

Eran las seis y media de la tarde. Ese día Nama se había excusado con Santos de no poder estar en ese grato tiempo vespertino que solían compartir los dos enamorados, cada vez con más asiduidad. El motivo era por tener que acompañar a su madre a una visita a la consulta del odontólogo, pues la buena señora era un tanto recelosa a sentarse en el asiento clínico frente al dentista. Santos se mostraba un tanto cansado de sus juegos con la play frente a la pantalla del televisor. Pensó en darse una vuelta y de camino pasar por la tienda de los productos informáticos, ya que había visto en Internet una interesante novedad que precisamente hoy se ponía a la venta. Incluso se había formado una cola de gente joven, ante la puerta de Game, esperando turno para acceder a la compra de tan apetecible y dependiente artículo. Precisamente en ese mismo centro comercial, en una de las cafeterías del primer piso, dos mujeres, ambas prácticamente coetáneas en edad, compartían una privada conversación ante sendas tazas de descafeinado de máquina.

“No te puedes imaginar la alegría que me vas dando, cuando podemos comunicar, al verte tan plenamente feliz. Cuando pensé en ti, para que me echaras una mano, tenía la plena convicción de verte como la persona adecuada. Siempre me apenó los golpes afectivos que mi querida amiga y compañera de instituto estaba recibiendo por esa suerte que tantas veces nos es tan esquiva. No te niego que, de manera egoísta, yo también necesitaba a una persona, adornada con tus valores y maravillosa personalidad, para ayudar a mi marido que, cada vez más, se le estaba haciendo insoportable e insufrible la soledad a que se veía obligado por mis ausencias… por mis relaciones secretas con Patrick. La verdad, te lo confieso, esa traviesa aventura yo la veía más como una distracción, muy necesaria y terapéutica,  para ambos. Nunca llegué a considerar que en vosotros pudiera surgir esa cálida e irresistible llama del amor, con tanta intensidad, con tanta fuerza, con tanto entusiasmo, como me vas narrando con esa confianza y fidelidad que siempre me has deparado. Me alegro mucho de vuestro amor.

Lo mío con Patrick cada día va más en serio, querida Nama. Él me pide, de forma reiterada, que demos el valiente y decisivo paso para comenzar a vivir juntos. Las dos parejas, ciertamente, tendremos que enfrentarnos a la realidad: no podemos esperar mucho más tiempo. Como somos personas civilizadas, ese “temible” encuentro a cuatro, con indudable sabor cinematográfico, no tiene por qué salir mal. Hemos de reunirnos y poner las cartas sobre la mesa. Entiendo que debo ser yo quien dé el primer paso y desvele toda la verdad a Santos. Creo que él, una buena persona, sabrá entenderlo. En vuestro caso, tenéis que emprender con firmeza ese camino que os hará felices, mientras que Patrick y yo, plenamente ilusionados, también emprenderemos una nueva vida”.-


José L. Casado Toro (viernes, 20 Octubre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


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