En esa afortunada dialéctica contra la atonía, que
a veces decidimos emprender, aparecen con fortuna ocasionales logros, todos
ellos sustentados en el esfuerzo generoso y admirable de la voluntad. Cuando se
trata de hacer el bien casi todos los caminos
se justifican y retroalimentan, pues este positivo objetivo permite superar no
escasas dificultades y problemas que toda empresa, normalmente, lleva aparejada.
Pasemos de inmediato a convivir con una escenografía donde tiene lugar esta que
muy reconfortante historia.
A lo ancho y largo de todo el amplio poliedro
urbano, que constituye la estructura evolucionada de una ciudad, se han ido
generando, al paso de los días y las décadas, zonas y espacios muy contrastados
desde una evidente realidad socioeconómica. Efectivamente, alrededor del antiguo centro histórico, y siempre de manera
progresiva, han ido surgiendo numerosas barriadas,
a modo de cinturones expansivos, núcleos de hábitats que cobijan a miles de
familias de naturaleza heterogénea, si analizamos el perfil sociológico que las
identifica. Expresado de una forma simple y coloquial, hay “barrios” donde
predominan las familias de clase acomodada, otros en los que prevalecen los
grupos de nivel medio y, finalmente, aquéllos en los que la mayoría de sus
habitantes están vinculados a familias humildes e incluso con bolsas de
profunda y preocupante marginación social. Esta estructura básica suele
aparecen en unas y otras ciudades, aunque con diferencias numéricas entre sus
porcentajes y niveles.
Efrén y Dafne forman un bien avenido matrimonio
que acumula muchas décadas de fructífera convivencia. Este antiguo factor
ferroviario (desempeñó en su vida laboral la noble función de revisor/cobrador
en las líneas de cercanías) se halla muy próximo a cumplir la octava década de su
calendario. Dafne, seis años más joven que él, sigue distinguiéndose por ser
una fiel compañera y buena madre, de los dos únicos hijos que tuvo el matrimonio,
los cuales hace años buscaron amparo en la difícil emigración por tierras germanas,
lugar donde arraigaron y hoy residen con sus respectivas familias.
Especialmente desde el inicio de su jubilación,
hace ya más de una década, Efrén ha dedicado parte de su amplio tiempo libre en
ayudar a todos aquéllos que más necesitan de su
voluntad y experiencia. Aunque no es una persona muy afín a las ceremonias
eclesiásticas, siempre se ha mostrado dispuesto en colaborar con algunos
proyectos generados desde la parroquia del barrio, donde está ubicada su
vivienda, generalmente aquéllas actividades que más podían favorecer a las
familias necesitadas.
Este veterano matrimonio reside en una muy modesta barriada obrera, en donde la
población marginal está intensamente bien representada. El porcentaje de
desempleo en la zona supera, de manera notoria, las cifras que marcan los
niveles en otras zonas de la ciudad. Los niveles de continua inmigración, los
problemas de delincuencia, el trasiego y menudeo en la venta de sustancias
estupefacientes, junto a los brotes intermitentes de violencia, es algo con lo
que esta familia ha tenido que pacientemente ir conviviendo. A pesar de todo lo
cual, la apacible y bondadosa pareja nunca ha querido abandonar este
conflictivo entorno y la vivienda unifamiliar que Efrén recibió de sus padres,
hogar que continúan habitando desde los ya lejanos años de su vínculo
matrimonial.
Como ya se ha expresado, habitan en una casa unifamiliar de planta baja con cubierta de
tejas antiguas a dos aguas que, por la voluntad de sus propietarios, hoy
mantiene su antigua conformación, aunque se ve rodeada de algunas manzanas de
edificios con cierta altura. En la parte delantera de su vivienda existe un amplio espacio terrizo, cerrado por una verja de
hierro que descansa sobre un muro de construcción de unos 80 cms. desde el
suelo. En ese espacio casi cuadrangular, que abarca unos 8 metros de largo por
7 metros de profundidad, hay un par de árboles que dan buena sombra para los
días del verano, numerosas y cuidadas macetas y
básicos “muebles de jardín” que, a pesar de la verja y la cerradura de
la puerta exterior, alguna vez han sido sustraídos por la desafortunada codicia
de aquéllos “amantes” de lo ajeno. En uno de los laterales de ese patio -
jardín luce una pequeña fuentecilla, a la que su ingenioso propietario ha
dotado de un mecanismo para que siempre mane el agua, en un circuito cerrado de
plástica e hídrica belleza natural.
Desde siempre, pero especialmente arraigada en
estos últimos años (con el azote inmisericorde de la cruel crisis económica
mundial) ha sido destacada en esta barriada la llegada de numerosas parejas
jóvenes, personas con muy limitados niveles económicos y precaria cualificación
profesional. Estas humildes familias son en su mayoría de origen inmigrante y con
unos elevados niveles en sus índices de natalidad. Efrén observaba, reflexionaba
y sufría la injusta realidad de esa amplia prole
infantil que soportaba el infortunio socioeconómica en el que estaban
sumidas sus respectivas familias. Niños que tenían que practicar sus juegos en
unas calles no siempre adecuadas para su seguridad anímica y física, espacios
urbanos un tanto postergados en la atención de las autoridades municipales, más
preocupadas en las necesidades y problemas de los barrios y zonas precisamente más
desarrolladas y urbanizadas.
Por todo ello, tras hablarlo con Dafne, estos dos
solidarios vecinos deciden hacer algo bueno para todas esas familias de niños
pequeños que abundaban por la vecindad. Pensaron en ese gran patio jardín, que
tenían en la parte delantera de su vivienda. En realidad estaba un tanto desaprovechado.
Descansaban en él especialmente durante los días de calor, a fin de disfrutar el
frescor nocturno, el entretenimiento de algunas partidas de dominó con los
amigos y poco más. El cuidado de las macetas y los dos naranjos también les ocupaban
algunos ratos. Pero razonaban que esos más de cincuenta metros cuadrados
podrían servir para algo más útil y generoso. Pensaron en esos niños pequeños y
en sus jóvenes padres, con la carencia de jardines en la zona.
¿Por qué no convertir ese terreno de su
propiedad, bien vallado y seguro, en un alegre parque infantil para uso y
disfrute de sus jóvenes convecinos que tanto lo necesitaban?
Lo primero que hizo Efrén, en aquella mañana de
marzo tras el desayuno, fue dirigirse al taller de su buen amigo Ascanio, un veterano y habilidoso carpintero, a quien
comentó sus propósitos para hacer realidad ese jardín de los juegos. Una idea o
proyecto que tenía en mente fue encargarle a este artesano de la madera la
construcción de dos columpios. Ambos amigos hablaron
después con otro compañero de tertulias, Bernabé,
que trabajaba en una herrería, propiedad de un familiar. Con estupenda voluntad
y no excesivo desembolso, en una semana estaban ya los dos columpios
instalados, en ambos extremos del patio/jardín. El animoso Ascanio, también
entusiasmado con la idea de su amigo, supo convertir un viejo baúl de madera y
unas cuantas sillas, con muchos años de uso, en un simpático “simulacro” o prototipo de tren infantil con un gran
vagón. Unas latas de pintura ayudaron a hacerlo más vistoso y atrayente, adornándolo
con dibujos de flores. La profesión que Efrén había desempeñado durante toda su
vida laboral fue una gran motivación para ese juguete que, a buen seguro, haría
las delicias de tantos niños y niñas. Tenían en proyecto también construir un pequeño tobogán, que a buen seguro haría las
delicias de los niños deslizándose por su ondulada e inclinada carpa de metal.
El primer lunes de abril, el Jardín de los Juegos
estaba listo para abrir. La vecina Julia cedió
para el proyecto una gran banqueta que tenía en
casa y el vecino Hernando una extensa alfombra de caucho (3 x 2,5 m) que guardaba arrollada
en un trastero. Desde el fin de semana anterior un gran cartel anunciaba la
apertura del modesto pero atrayente y necesario parque infantil.
JARDÍN DE LOS JUEGOS. ENTRADA LIBRE, PARA NIÑOS
Y NIÑAS, HASTA LOS 8 AÑOS DE EDAD. HORARIO DE 10 A 13 HORAS Y DE 16 A 19 HORAS
(DE JUNIO A SEPTIEMBRE, HASTA LAS 21 HORAS). ABIERTO DE LUNES A SÁBADOS Y
DOMINGOS MAÑANA. SE RUEGA QUE LOS NIÑOS VENGAN ACOMPAÑADOS POR ALGÚN FAMILIAR.
A pesar del ruego expreso en el cartel, la
prudencia que caracterizaba a Dafne le hizo dialogar con varias convecinas. Todas
ellas, de mutuo acuerdo, elaboraron un cuadro de vigilancias, que estaría a
cargo de estas señoras con tiempo libre en diversos turnos rotatorios.
El ilusionado proyecto funcionó bastante bien desde
los primeros días. Había horas en que la asistencia de niños era más intensa
que otras pero, con la mejor voluntad, todos ponían algo de su parte para que el
ambiente de juegos y alegría fuera lo más grato posible. Incluso en alguna
oportunidad algunas madres tuvieron que volverse con sus hijos a casa, pues en
el patio de Efrén y Dafne ya no había espacio material para acoger a todos los
críos que así lo demandaban.
Un importante asunto también rondaba por las
cabezas de los generosos propulsores del muy bien acogido jardín. Especialmente
por las tardes, alguno niños venían con sus meriendas,
mientras que otros se les quedaban mirando, con esa necesidad que los rostros
infantiles muestran sin disimulos. Algo había que hacer, para esos pequeños a quienes
sus padres no les habían podido entregar el modesto alimento restaurador. Dafne
se llegó al súper del barrio y pidió hablar con la encargada. Ésta quedó en
llamar a la central de la cadena para consultar la petición que había recibido.
El “milagro” se seguía produciendo. Cada noche, Efrén se pasaba por el súper,
tras la hora del cierre, pudiendo disponer de muchos alimentos con una fecha de
consumo preferente inmediata. Por esta inteligente gestión, cada una de las tardes,
a eso de las cinco, un número importante de niños tenían a su disposición ese
yogurt, ese trozo de pan con chocolate, esa fruta o esos batidos, que hacían
reponer fuerzas para seguir con los juegos y esas destrezas infantiles que la
vitalidad de la edad naturalmente reclama.
Una semana y media más tarde desde su apertura, dos policías locales se personaron en la entrada del
jardincito. Esta pareja de miembros de la seguridad municipal preguntaban por
el propietario del patio familiar, convertido en salón - jardín para juegos. De
inmediato fueron atendidos por Efrén, quien les dio las explicaciones oportunas
acerca de la intencionalidad solidaria y gratuita que estaba llevando a efecto.
Los policías fueron fue muy claros en su requerimiento:
“Alguien (no estamos autorizados a
desvelar su nombre) ha interpuesto una denuncia, sobre la apertura de este
espacio para juegos de los niños. Tras las comprobaciones pertinentes, podemos
afirmar que Vd. carece de la autorización municipal necesaria para seguir
llevando a cabo esta actividad. Desde este momento tiene que cerrar el jardín,
aunque pertenezca a su propiedad, a la entrada de niños con sus padres. Y todo
ello sin perjuicio de la responsabilidad o falta administrativa que haya podido
incurrir, al no haber solicitado autorización para desarrollar esta actividad en las oficinas municipales
correspondientes”.
Fue un inesperado y duro jarro de agua fría lo que
cayó sobre las ilusiones de Efrén y Dafne, así como sobre todos aquellos padres
y sus niños pequeños que tuvieron que abandonar esta hermosa realidad que había
creado la bondad de dos personas con una muy elevada edad. Pero la reacción popular, sintiéndose agraviada, fue inmediata
y contundente. En la mañana siguiente, calles, muros y escaparates de algunos
establecimientos, árboles y, de manera especial, la sede de la tenencia de
alcaldía municipal en el barrio, aparecieron con pintadas, carteles y
octavillas, que ponían de manifiesto la dejadez municipal para con los pequeños
del barrio. Así mismo denunciaban la indignante actitud mantenida con el cierre
del Jardín de los Juegos, un servicio particular a favor de la infancia y
absolutamente gratuito. El propio concejal de la barriada hizo desplazarse a
sus oficinas a Efrén, a fin de entablar un diálogo y apagar ese fuego que la
rigidez administrativa estaba provocando. La actitud de ese impresentable concejal
fue en sumo arrogante y displicente, para con una interlocutor que en todo
momento dio pruebas de una profunda humildad y sencillez.
La prensa pronto tomó cartas en el asunto
informando y denunciando, por medio de diversos artículos, la intransigencia
mostrada por el equipo de gobierno municipal. Fue tal el calibre de la movilización
popular, en las siguientes semanas, que el propio Presidente de la Corporación
Municipal, el Sr. Alcalde, analizando la bajada en sus índices de popularidad, quien
decidió dar un golpe de timón, emitiendo un decreto por el que se permitía la
nueva apertura del Jardín de los Juegos. Lo hizo estableciendo una condición
irrenunciable, que demostraba el cinismo que presidía muchas de sus decisiones.
Cuando un lunes, dos meses después del cierre, abrió
de nuevo sus puertas El JARDÍN DE LOS JUEGOS,
una placa había sido colocada en el muro de la puerta de entrada, junto a la
verja. En dicha placa se leía la siguiente frase:
SERVICIO AUTORIZADO MUNICIPAL DE ATENCIÓN A LA
INFANCIA.
CONCEJALÍA DEL DISTRITO
Pero lo que realmente importaba era que muchos niños y también sus padres volvían a sonreír. Ese lunes, junto a otros muchos
días del calendario, tuvieron para Efrén y Dafne el saludable sentimiento de la
alegría y la felicidad.-
José L. Casado Toro (viernes, 14 de Abril 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
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