El alcalde de un municipio de la alta Andalucía
había concertado una urgente reunión, a celebrar en la mañana del 28 de
Noviembre, con dos concejales de su equipo de gobierno. A las 9.30, hora fijada
para el encuentro, ya se encontraban reunidos en el despacho de la máxima
autoridad local los tres políticos: el responsable de Acción Social, junto al de Cultura y Fiestas,
además de Feliciano, el propio Alcalde Presidente
de la Corporación Municipal.
“Os he convocado, con bastante
antelación a la fecha, a fin de comentaros una idea que tengo en proyecto con
vistas a la próxima Navidad. Lógicamente, me gustaría conocer vuestra primera
impresión o criterio acerca de la misma. Se trata, básicamente que, desde el
Ayuntamiento se organice una
gran Cena de Nochebuena,
a la que serían invitadas un conjunto de personas que, por razones de muy diversa
naturaleza, podrían o van a estar solas en una noche tan especial. Bueno,
quiero decir, sin la proximidad de familiares, más o menos directos, con los
que compartir la mesa y el afecto, en ese muy especial 24 de diciembre, víspera
del Día de Navidad.
No me estoy refiriendo a contratar
con un restaurante, por razones de espacio y también del coste que todo ello
supondría. Podríamos habilitar y adecuar decorativamente el polideportivo
cubierto municipal. En cuanto a la cena en sí, sería preparada por el equipo
que lleva los cursos de la Escuela de Cocina. Sería interesante contactar con la
Coral municipal o algún grupo solidario, para que pusiesen esas gratas notas
musicales que alegrara la sobremesa… en fin, es cuestión de ir estudiando todas
estas primeras ideas, a fin de darles forma y, por supuesto, enriquecerlas”.
Los dos compañeros de corporación acogieron de
manera muy positiva el proyecto del Alcalde. Se comprometieron a tener
elaborado un desarrollo más concretizado del organigrama, en un plazo máximo de
setenta y dos horas. En realidad tenían por delante un margen temporal de hasta
más de tres semanas, ante de que tuviera lugar esa benefactora celebración. Ciertamente,
el Ayuntamiento siempre había organizado eventos específicos para esos días tan
entrañables y festivos de la Navidad y el Año Nuevo, pero la decisión de
realizar esta gran cena, de la que se beneficiaria un importante número de
personas, necesitadas de compañía en la gran Noche, suponía una gran novedad.
El propio alcalde garantizaba su presencia, asegurando que compartiría mesa y mantel
con este amplio grupo de ciudadanos, previsiblemente integrado en su mayoría por
personas mayores, que gozarían del muy plausible calor afectivo que el
municipio deseaba brindarles.
Para entender algo mejor el origen de esta acertada y solidaria idea, hay que retrotraerse a unos días antes de esa reunión, en un escenario que no era otro que el del propio domicilio particular del Sr. Alcalde. Aquella noche, tras la cena, el matrimonio integrado por Feliciano y Marcela se sentaron ante la pantalla del televisor como, de manera usual, solían hacer cuando podían compartir la mesa, dadas las obligaciones representativas del Alcalde. Eduar y Paula, sus dos hijos adolescentes, ya se habían retirado a sus dormitorios, pues ambos tenían que preparar algunos exámenes para el primer trimestre del curso. Esa era la excusa “oficial” aunque la real estaba en sus deseos de conectarse a Internet, a fin de “navegar un poquito” antes de irse a la cama.
“Marcela, tengo que hablarte de un
tema que me viene dando vueltas por la cabeza desde hace unos cuantos días.
Estamos ya a casi un mes de las fiestas de Navidad. Como siempre hacemos, para
la Nochebuena y el Fin de Año, nos reunimos familiarmente, rotando cada año en
las casas de nuestros hermanos. Por supuesto de que, en esa rotación, también
entra nuestro domicilio, como nos correspondió hace dos Navidades. Y así
llevamos haciéndolo desde hace mucho tiempo.
Pero hoy lo que me preocupa, no es
sólo esa repetitiva rutina. Sabes que, en más de una ocasión, hemos acabado casi
en el enfado, por esas discusiones que, a lo largo de las veladas, se van
originando y que resultan un tanto desagradables. Los chicos pronto “toman la
calle”, a continuar la fiesta con sus amigos y pandillas, mientras que los
mayores le “damos” a la botella. M Así que este año me he propuesto modificar esa
cansina y poco edificante dinámica. Además, este cambio tiene otro gran e
importante motivo. Estoy pensando en un fin solidario, con todos aquellos que
más sufren la soledad en sus vidas y circunstancias. ás de lo que
debemos. Entre el alcohol y los posicionamientos políticos bastante “sectarios”,
de unos y otros, nos enfrascamos en discusiones banales, que se van
“calentando” poco a poco y que acaban siendo verdaderamente incómodas. Y no es
sólo por el tema político. Recuerda como en la Nochebuena pasada, con el asunto
de la herencia, casi llegamos a las manos. El ejemplo que dimos unos y otros
resultó verdaderamente infantil, impropio e, incluso desagradable.
Aquí en el pueblo, como en todas
partes, hay muchas de estas personas que necesitan nuestra ayuda. Tengo la
obligación, como alcalde, pero también como ciudadano preocupado con aquéllos
que más sufren la soledad en estos días
tan sentimentales, de hacer algo bueno y especial por ellos. De esta forma, las fiestas del mes
que viene, Nochebuena y las uvas del 31, las debo y quiero pasarlas con ellos.
Voy a proponer que, desde las concejalías correspondientes, en realidad desde
toda la Corporación Municipal, se organicen dos macrofiestas, dirigidas de
forma específica a todos aquéllos que más necesitan de nuestra compañía y “hermanamiento”.
Sinceramente pienso que, tú y los
chicos, debéis acompañarme es estas dos importantes fiestas. Yo lo tengo muy
claro, pero tú decides lo que veas mejor. No creo que la familia deba
molestarse. En esos dos días, voy a tener que pensar en muchas más familias. Y
toda la ayuda que unos y otros aportemos, vendrá como el “agua de mayo” para un
fin que pondrá sonrisas y unas horas de alegría en aquéllos que más sienten su
orfandad”.
La mujer del edil escuchaba “boquiabierta” la larga
perorata que le había “regalado” su esposo. De la forma y manera más
inesperada. Marcela, no sabía cómo reaccionar. Sólo se atrevió a responder con
un “déjame pensarlo”. La firme convicción de su marido y el hábil momento
elegido para transmitírselo, le había impedido prepararse mentalmente para
argumentar una respuesta convincente, en uno u otro sentido. Aunque ella no
ejercía la política, entendía que Feliciano tenía una obligación superior con esa
ciudadanía que le había elegido para el alto puesto que ocupaba. Y en el otro
lado de su conciencia estaba la dependencia familiar ¡En menuda diatriba la
había colocado aquél que era su pareja, desde hacía ya más de diecinueve primaveras!
La máquina organizativa municipal se puso en
marcha, “engrasando” bien todos sus flecos y resortes. Para ese día 24 de
diciembre, el polideportivo fue remodelado, habilitándose hasta 150 mesas, para acoger a unos 600 comensales (la
misma tarde del evento tuvieron que sumarse otras cuarenta más). Las personas propuestas, para tan generoso
hermanamiento, atendían a un perfil social variado: ciudadanos que vivían en
soledad, aquéllos que carecían de familias que les atendiesen, emigrantes de
otras nacionalidades, aquéllos otros que sufrían la falta absoluta de recursos,
muchos viudos y viudas, residentes en los centros de acogida y en las
agrupaciones de la tercera edad, además de algunas personas que por la
naturaleza de sus dolencias podrían ser desplazadas desde el hospital de la
localidad. En un municipio, con 22.300 habitantes censados, era lógico
encontrar tal variedad de aspirantes a participar en una gran cena y
espectáculo, todo ello a coste del presupuesto gubernamental.
Un animoso equipo, integrado por veinticinco voluntarios, se encargó de ir comprando
la mercancía necesaria para elaborar esos casi 800
menús. Hablaron con los responsables de algunas cadenas de supermercados y centros comerciales, donde
encontraron la comprensión generosa para facilitarles a buen precio, incluso
donarles, alimentos y utensilios con los que sustentar el populoso ágape. La coral municipal se prestó a participar, una vez
acabada la cena, a fin ofrecer a todos los comensales una selección de los
mejores villancicos navideños. Ese voluntarioso equipo, con la plástica entrañable
de la vestimenta y gorro de Papá Noel, se dispuso preparar la cena, en una gran
cocina de campaña facilitada por el ejército,
así como de servir, posteriormente, los diferentes platos elaborados para tan
afectivos y heterogéneos asistentes.
¿Y cuál era el suculento menú que iba a
disfrutarse, en esa tan emblemática y colectiva Noche? Se comenzaría con unos entrantes a compartir:
platos de quesos y embutidos, tapitas de pescado frito y patatas finas. No
faltaría una tacita de caldo caliente, muy adecuada para la hora y el frío de
Diciembre. Como plato central, podría
elegirse entre un gran jurel asado o chuletas de cerdo, también asadas, ambas opciones
con la guarnición idónea. Como postres, tarta de chocolate (donada por la
principal cadena de confiterías en la provincia) o manzanas, dulces navideños,
café u otras infusiones. Agua, cerveza y vino tinto, fueron las bebidas elegidas
para acompañar a tan completo ágape. Obviamente también se dispuso, para los
niños y personas que así lo demandasen, bebidas carbónicas, como naranjadas y
colas. Los pequeño también tendrían a su disposición un plato de pasta con
tomate, hamburguesa y verduritas asadas.
Unos minutos más tarde de las nueve, comenzó la anhelada
y concurrida cena de Nochebuena (cerca de 800 comensales) servida por un
dinámico grupo de voluntarios, ataviados con alegre ropa navideña. Música
ambiental de villancicos, tanto hispanos como extranjeros, y una mesa
presidencial integrada por el Sr. Alcalde y los concejales que, en su mayoría,
decidieron asistir, acompañados por sus parejas de hecho o derecho, todo ello
en un muy grato ambiente de camaradería, alegría y buen humor. Marcela se fue,
con sus dos hijos, a casa de su cuñado Tobías, en cuyo domicilio se celebraba
este año la efemérides navideña. Cuando Paula y Eduard marcharon (a eso de la
22.30) a continuar la fiesta con sus respectivos grupos de amigos, su madre tomó
el coche y condujo hasta el polideportivo, uniéndose a Feliciano. En aquel
momento se estaba ya en la fase de los postres, habiendo iniciado su preciosa y
entrañable actuación la muy bien preparada coral municipal.
La sorpresa de la Noche la tenía reservada Fernando
Loth, concejal responsable de Cultura y fiestas. Una vez que la coral hubo
interpretado sus 7 piezas de villancicos, el
joven político tomó el micrófono para anunciar a la concurrencia que un importante
profesional de la música había querido sumarse a la fraternal celebración. Se
trataba de un afamado cantante británico, que
poseía una residencia para sus vacaciones ubicada en un paraje espectacular del
término municipal. La finca estaba encastrada en la cadena montañosa que
guarnecía el norte municipal, con vistas al inmenso y fértil valle meridional. La
breve actuación que tenía previsto desarrollar el aclamado artista de la
canción, acompañado sólo con su guitarra, tuvo que ampliarla, dado el
entusiasmo mostrado por la amplia concurrencia que le aclamaba entre aplausos y
vítores.
Cerca ya de la una, en la madrugada, Feliciano y
Marcela volvieron a su domicilio. Al llegar vieron que los críos aún no habían
vuelto. Sin duda, estaban disfrutando y prolongando la
“magia de la Navidad” entre amigos, los bailes y esas traviesas copas
que viajan en los secretos de una Noche diferente para la ilusión.
“Me comentas que en la familia no ha
sentado nada bien mi ausencia. Confío que cuando pase el ánimo estresado de
estos festivos días, todos ellos analicen con más sensatez y generosidad la
naturaleza de mi gesto. Pienso en esos ancianos necesitados de la atención, en
los que se encuentran lejos de su país, en esas familias que carecen de los más
elementales recursos, en tantas personas que soportan, día tras día, la ingrata
soledad en sus vidas … Al menos hoy han tenido, durante esta Noche de diciembre, un buen motivo para sonreír,
disfrutar y apreciar el calor humano de la solidaridad.
Algo parecido vamos a repetir en la
despedida del Año, con las doce campanadas y las uvas de la esperanza. Nuestra
familia debe entender que ahora soy regidor de otra gran familia, precisamente
la más necesitada de ese imprescindible afecto que todo ser humano debe gozar, de
manera especial, en tiempos nublados y huérfanos de proximidad. Y son muchas
las personas y compañeros que también han sabido sacrificar sus dependencias,
por un fin más elevado e importante, sobre nuestros “pobres” egos e intereses. Esta
Noche me he sentido más feliz, inmerso en la grandeza y limitación de lo
humano. Mañana, cuando amanezca, dibujaremos un nuevo día, con esa magia y el atractivo
misterio de la verdadera Navidad.-
José L. Casado Toro (viernes, 23 de Diciembre 2016)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria.
Málaga
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