En no pocas ocasiones resulta innecesario acudir al
sugestivo mundo de la gran pantalla, o también al de la representación
escénica, a fin de presenciar historias insólitas, curiosas e incluso, en mayor
o menor nivel, divertidas. Es suficiente, para este saludable objetivo, con
asomarnos a ese entorno de la vida diaria en donde, de manera generosamente
gratuita, aparecen variados y “sustanciosos” ejemplos de esas interesantes anécdotas,
interpretadas por el ciudadano anónimo en su deambular cotidiano. Sólo es
necesario aplicar atención, observación y, también es importante, algo de imaginación.
Nemi, para los amigos y conocidos (fue bautizado con el nombre de Nemesio)
es un titulado en informática que trabaja, desde hace ya año y medio, en una tienda de compra-venta de objetos de segunda mano. A
sus treinta y dos años de edad y tras un par de frustradas experiencias
laborales, en departamentos técnicos de reparación informática, ha encontrado al
fin una cierta estabilidad profesional, con su actividad diaria en la atención
a ese público que acude a vender alguna pertenencia, generalmente por razones
de necesidad económica. En el establecimiento donde trabaja acuden a diario
decenas de personas, de la más variada condición y naturaleza, portando sus
bolsas de enseres, en la confianza de hallar una buena contraprestación
monetaria para esos objetos que sobran en casa o cuya venta pueden aliviar
carencias o problemas puntuales, bastante frecuentes en tiempos aciagos de
dificultad.
Este sábado de otoño, Nemi Portalés se ha reunido a
cenar con unos amigos en un restaurante de comida italiana,
establecimiento ubicado en ese agradable marco junto al mar que ofrece el
remodelado puerto malagueño. Uno de los asistentes, llamado Rafa, compañero en
las salidas nocturnas del fin de semana, celebra su onomástica, por lo que se
ha elegido un cómodo lugar para la cena, en la cual compartirán, además de
buenos platos y bebidas, esa conversación que tanto gratifica, adornada con
chascarrillos, anécdotas, bromas y fotos. El grupo de los ocho comensales está
integrado por cinco hombres y tres mujeres, existiendo dos parejas afectivas
dentro del mismo. Todos ellos, salvo un asistente al ágape algo más mayor, se
hallan en la edad intermedia y mágica de la treintena.
Tras haber dado buena cuenta de las pizzas, platos
de pasta y ensaladas, sin que falten las simpáticas fotos de Rafa con su regalo
y el grupo que le acompaña, deciden completar la noche, desplazándose a una
nueva tetería que ha sido abierta por la antigua
zona de la Málaga monumental. Allí, bajo el embrujo de una cuidada iluminación
y decoración, aromas orientales y una romántica música elegida con inteligencia
y encanto para hacer ambiente, llega la buena oportunidad para densificar el
intercambio de las confidencias, entre palabras, sonrisas, miradas y esos
acústicos silencios que tambi én protagonizan la
comunicación. Una vez más, reclaman de la locuacidad de Nemi, para que siga
manteniendo la velada con su rostro de intelectual izquierdófilo, gafas de
monturas oscuras, media barba con bigote y esa corbata mal anudada que al final
siempre acaba desapareciendo, dejando paso a la libre comodidad del look
desenfadado.
“Sí, ya sé que os interesan mis
historias. Y es que, en este casi año y medio que llevo tras el mostrador, he
tenido que tratar con todo tipo de personas, las cuales siempre acuden a la
tienda con el ánimo de encontrar un poco de respiro a sus situaciones de agobio
y necesidad. Habría material para escribir todo un libro de experiencias,
algunas muy suculentas o complicadas de comprender. El comportamiento de los
humanos es muy contrastado y ves cosas que te dejan pensativo y sorprendido por
mucho tiempo. Os voy a contar alguno de estos diálogos que se me han quedado
grabados Trataré de hacerlo de manera resumida. Ahí van algunos que, a buen
seguro, os pueden interesar.
Creo que se llamaba Irina. Una bella mujer… que
andaría por su cuarentena avanzada en la edad. Se comportaba de una manera un
tanto nerviosa y aturdida. Venía con un gran sobre en la mano y antes de
abrirlo me hace la consabida pregunta que casi nunca suele faltar: Vds. compran
de todo ¿verdad? Le respondo que según y
cómo, con respecto al material que deseara vender. De inmediato abrió el sobre
y extrajo del mismo dos bolsas de plástico trasparente, que dejaban ver sendos bloques
de fotografías, ambos enlazados por una goma
elástica. Afirmaba que quería vender esas fotografías, cuyas imágenes,
aseguraba, eran de un gran valor.
“Señora, este tipo de material no es apropiado para
ponerlo en los expositores de venta, salvo que ….” Y en ese momento observo que
extrae algunas de las fotos, poniéndolas entre mis manos. Al repasarlas, me
quedo verdaderamente atónito con lo que mis ojos contemplan. Repetidamente aparecía
en las mismas un hombre cuya imagen me resultaba en sumo conocida. Se trataba
de un destacado personaje de la clase política, mil veces visto en las páginas
de los medios de comunicación. “Señora, no está en mi ánimo entrar en terrenos
que afectan a la privacidad de las personas. Pero, ¿por qué desea vender estas
fotografías? Su respuesta no tuvo desperdicio. “Para que la gente vea la clase
de persona que realmente es. Me utilizó como su amante o “querida”, durante
tres largos años, engañando a su familia, con esa falsa imagen de persona
formal y responsable que ofrece a la sociedad. Después me echó de su vida, de
la forma más cruel e inhumana. Me dejó sin nada. En lo material y en el afecto.
No le niego que quiero sacar algún dinerillo pero, sobre todo, mostrar a la
gente la calidad humana, verdaderamente cínica y tramposa, del famoso personaje.
¡Que número, el de aquella señora frustrada!
Finalmente le aconsejé que fuera o contactara con algún medio de comunicación
pero que, dada la importancia social de la persona que salía en las fotos junto
a ella, ambos en situaciones y comportamientos bastante, sexualmente íntimos,
tuviera especial cuidado con lo que hacía.
También me impresionó el caso de aquella chica, de
cabello muy corto y ojos celestes, que probablemente no superaría los quince o
dieciséis años de edad. Aparentaba tener una cierta timidez, por lo que dejó
pasar a otros clientes que habían llegado después que ella, hasta lograr
quedarse sola en el establecimiento. Al verla un tanto “cortada” ante lo que
pretendía decirme, le pregunté abiertamente qué es lo que deseaba ofrecer para
su venta. Apenas sin pronunciar palabra, me puso sobre el mostrador una bolsa
de plástico que tenía asida en su mano derecha. La abrí, con la intriga propia
del caso y en pocos segundos tenía ante mí dos largas
trenzas anudadas, con cabello del mismo color que el natural castaño
claro de la chica.
“Son tus trenzas ¿verdad? ¿Has pensado bien, antes
de cortarte ese pelo tan largo y bonito que antes tenías? ¿Para qué necesitabas
el dinero?” Me sonrió, con sus pómulos bien enrojecidos. “Es que mañana ponen a
la venta las entradas para el concierto de Antonio José. Por nada en el mundo
me lo quiero perder. Esta madrugada me levanté de la cama y tomé la decisión de
hacerlo. Mis padres están en el paro y vivimos muy “achuchaos”. Aún no me han
visto, pero cuando se enteren me “van a matar”. Pero yo no me puedo perder el estar
presente, cuando venga Antonio José a cantar en nuestra ciudad. En cuanto al
pelo, ya me volverá a crecer…..”
Le expliqué a la jovencita que en nuestro negocio
no nos interesaba ese tipo de producto. Que lo más sensato es que fuera con su
preciada mercancía a un centro de belleza o estética o a esas tiendas donde se
venden pelucas de cabello natural. Incluso le proporcioné algunas direcciones,
que localicé rápidamente en el Google. Tras darme las gracias, abandonó la
tienda. ¡Pobre adolescente! Lo primero que hice fue buscar por Internet quién
era ese famoso ídolo de la canción, cuyo nombre y apariencia, os aseguro, me
resultaban completamente desconocidos”.
Los compañeros de mesa escuchaban, con sumo interés
y en silencio, el contenido y la fluidez narrativa de las palabras pronunciadas
por su buen amigo. Pidieron otra ronda al servicio y pronto llegaron nuevas
teteras, tazas de chocolate caliente y algún batido con ese exótico nombre que
habla de los desiertos, los oasis y sus embriagadores atardeceres. Al ser
sábado, el establecimiento de las imaginativas infusiones no cerraba hasta las
dos de la madrugada, por lo que todos tenían un buen rato por delante a fin de
seguir compartiendo la amistad y esas singulares historias que regalaba la
experiencia comercial de Nemi.
“Bueno, una tercera vivencia más y ya está bien por
hoy, que parezco todo un abuelito contando las “batallitas” almacenadas en mi
memoria. Esta historia ocurrió no hace mucho y parece extraída de alguna
película. El caso es que llegué muy temprano al establecimiento, ya conocéis
que suelo ser muy puntual. Elevé la persiana metálica y al poco vi que un
hombre, modestamente vestido, rondaría los cuarenta y tantos avanzados… estaba
como esperando a pocos metros de la puerta. Una vez que me situé tras el
mostrador y encendí la terminal de mi ordenador, ya tenía a este señor ante mí.
Le rogué esperara unos minutos, hasta tener plenamente operativo el sistema
informático.
“Verá, soy un escritor sin suerte, por culpa de los
egoístas intereses que mueven a las editoriales. He pasado muchos años
escribiendo este manuscrito. Es mi primera novela,
cuya redacción comencé hace ya unos siete años. Aunque soy vigilante jurado, mi
verdadera vocación es la de escritor. Incluso estuve e mi juventud haciendo un
curso de Filología en la Facultad. Por esto de la crisis, que nos llegó en el
2008, mi empresa hizo reestructuración de plantilla, siendo yo, por mi edad,
uno de los despedidos. Llevo más de tres años sin encontrar un puesto de
trabajo, mínimamente estable. y el subsidio de paro hace ya tiempo que
desapareció. No le miento si le digo que estoy pasando una fuerte necesidad. Me
importa, sobre todo, el hambre y las carencias de mi familia (tengo dos niños
de corta edad en mi segundo matrimonio). Prácticamente, subsistimos de la
caridad.
Y ya que las editoriales no hacen caso al esforzado
trabajo que representa mi novela, un buen material, no le quepa la menor duda,
he decidido venderla, por si otra persona la compra y quiere ponerle su nombre
como autor. Igual esa persona tiene más suerte que yo con la difícil industria
editorial. Necesito algo de dinero, para poder seguir tirando. Me pregunto si
Vds. que venden bicicletas, cámaras fotográficas, ordenadores y otros artículos
de segunda mano, no pueden también ofertar para su venta esta magnífica obra,
que me ha llevado tanto tiempo y dedicación elaborar.
La verdad es que me dio pena este pobre hombre,
posiblemente un buen escritor, al que la suerte le había dado completamente la
espalda. Me abrió uno de los dos tomos que llevaba en un maletín, mostrándome
los primeros folios de lo que era su creatividad literaria. Tras guardarlos de
nuevo, le aclaré que la dirección de mi establecimiento no me autorizaba
comprar este tipo de producto. Pero que, dada mi afición a la lectura (que bien
conocéis) yo podría comprar, a título personal, esa novela que tenía el
atrayente título de EN LA INMENSIDAD DEL PASADO.
Por supuesto que yo no pensaba publicarla, sustituyendo su autoría con mi
nombre, aunque él me autorizaba por escrito a hacerlo. Leandro, como se hacía
llamar este señor, me pidió de primera unos 1000 euros por los dos bloques de
folios. Tras un tira y afloja, llegamos a un acuerdo. Yo le entregaba 450 euros
y él me firmaba una cesión completa de los derechos sobre el manuscrito.
Pensaba que había realizado una buena acción y que
con mi sacrificado esfuerzo económico contribuía a paliar las necesidades y el
drama de una familia, a la que la suerte le había sido esquiva. Aquella misma noche
en casa, tras la frugal cena que me preparé, busqué un buen sitio donde
comenzar a leer esa novela, muy recomendada por su autor y que tan cara me
había resultado. ¡Pero es que tenía en mis manos el manuscrito original! Quería
comprobar el número total de folios, por lo que abrí la segunda bolsa, ya que todos
estarían numerados. Para mi sorpresa, allí había más de cien folios. Pero con
la singularidad que todos eran iguales a los dos primeros, en su redacción. Esos
primeros folios habían sido copiados de algún libro y después repetidamente
fotocopiados. Me sentí víctima de un timo, al que mi buena voluntad no le opuso
la necesaria desconfianza y prudencia.
La grata velada de cumpleaños finalizó para el
grupo, cuando los relojes marcaban alrededor de la una y media en la madrugada.
La noche resultaba agradable en su temperatura, aunque se había levantado una intensa
humedad. Cuatro de los asistentes a la cena, entre ellos el propio Nemi,
quedaron citados para las nueve de la mañana siguiente, pues querían practicar
unos kilómetros de senderismo, actividad que suelen realizar con frecuencia.
Todos los amigos se despidieron con el fraternal saludo de la amistad y el
afecto.-
José L. Casado Toro (viernes, 7 de Octubre 2016)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria.
Málaga
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