Para
el buen aficionado al cine, la celebración en su lugar de residencia de algún festival cinematográfico, supone no sólo una
excelente oportunidad en el visionado de nuevas creaciones fílmicas, sino
también para disfrutar todo el grato entorno que rodea y conforma ese mágico
arte que nos vitaliza y distrae. Es cierto que durante esos diez días, en que
se desarrollan las diversas sesiones del
evento, existe la posibilidad de conocer decenas de nuevas películas, así como de
revisar los trabajos de antiguos actores y actrices, a través de ciclos
específicos bien seleccionados al efecto. También se organizan actividades paralelas
al festival, vinculadas a la música, a la bibliografía, al vestuario, a la
gastronomía, a las escuelas de interpretación, a la cartelería, etc, todas
ellas vinculadas, lógicamente, con ese mundo de la gran pantalla que se
sustenta en la vieja técnica del celuloide o en el soporte digital actual.
Una
de las actividades que más enriquecen, a todos aquellos que ostentan con
satisfacción el apelativo de cinéfilos, son las mesas
redondas y conferencias, protagonizadas por directores, actores,
técnicos y analistas del cine. Aprovechando esta última posibilidad, decidí
asistir a la conferencia, y posterior debate, protagonizado por Jordí Barnés, un
prestigioso crítico cinematográfico que publica semanalmente sus trabajos en un
periódico de tirada nacional. También sus crónicas aparecen, con puntual
regularidad mensual, en la más afamada y especializada revista del género
editada en nuestro país.
En
una sala bien repleta por parte de un público heterogéneo, sin duda motivado
por la cualificación de un gran especialista en los géneros cinematográficos,
el conferenciante inició su exposición planteando una serie de pautas básicas
para la realización del adecuado análisis fílmico. Posteriormente se abrió un
jugoso turno de preguntas y respuestas que prolongaron la sesión hasta casi la
hora y media de duración. A su finalización, cerca ya de las siete y media de
la tarde, me desplacé a una cafetería cercana con el objeto de saborear una
buena taza de té. Quiso la suerte de que, a los pocos minutos de estar sentado
en una de las mesas que habilitan el local, apareciera en el establecimiento el
afamado conferenciante, al que minutos antes había
estado escuchando en esa actividad de mesa redonda. Venía sólo, con una grueso
dossier bajo el brazo. Ocupó una mesita no lejos de la mía y, junto a una taza
de café, le fue servida una gran copa, posiblemente bien acomodada de una
bebida estimulante. Por uno de esos impulsos, que a veces resultan acertados,
me acerqué al lugar que ocupaba este famoso personaje mediático y, tras el
correspondiente saludo, me identifiqué como uno de los asistentes a la reciente
conferencia que él había, con eficaz maestría, protagonizado.
Para
mi sorpresa, este profesional de cuerpo delgado, mirada inquisitiva, sonrisa
enigmática y gestos con tendencia a la teatralización, probablemente bien
avanzado ya en su cincuentena, me recibió con amabilidad y sencillez,
sugiriéndome que trajese mi taza a su mesa, a fin de compartir unos minutos de
conversación. Vestía una atractiva camiseta, de tonalidad turquesa clara, con
un texto impreso de letras rojas en inglés que decía “If
you don´t like this or that, you must dream and live” (frase que,
básicamente, puede ser traducida como: Si no te gusta esto o aquello, debes
soñar y vivir).
Tras
hacerme algunas preguntas, a fin de conocer algo del interlocutor que tenía ante
sí, comenzó a desgranar largos monólogos acerca de su profesión de crítico
cinematográfico. De forma intercalada, iba yo sugiriéndole algunos aspectos de
esta labor en la que, sin duda, él era un experto y consolidado analista. Lo
hacía con el ánimo de que profundizara o matizara en cuestiones que me
interesaban y que, tal vez, no habían quedado suficientemente desarrolladas en
la exposición y debate recién finalizado.
“Efectivamente
la
documentación previa es imprescindible,
cuando te vas a enfrentar ante el visionado de una nueva película. En este
sentido, tienes que conocer, de manera prioritaria, quién es la persona que la
ha dirigido. Y no me refiero sólo a su currículo profesional, sino que también resulta
positivo adentrarse en la personalidad y la biografía humana de aquél que nos
va a contar, con imágenes y sonidos, una historia, un relato, un trozo de vida.
Y, aunque no sea tan perentorio, igual has de aplicar el mismo método con
respecto a los principales intérpretes que intervienen en la cinta. Esta tarea,
llamémosla de investigación, te puede aportar claves y datos, a fin de poder
comprender muchos de los giros y detalles que aparecen en la trama argumental.
Por supuesto que esta labor conlleva un importante esfuerzo temporal, en la construcción
de una buena base de datos y demás documentación paralela. En otras palabras,
amigo mío, has de conocer muy bien a quién dirige y a quién actúa en el film”.
“No
te he de negar que, antes de hacer la correspondiente valoración crítica, he
tenido que repetir el visionado
de muchas películas. En ocasiones, hasta tres veces o, al menos, partes
importantes de la trama. Las empresas distribuidoras, antes de ponerlas en
pantalla, suelen enviarnos alguna copia original, a fin de que tengamos
oportunidad de analizarlas con más detenimiento, previamente a su estreno. Esto
nos permite fijarnos en muchos detalles y aspectos que con un sólo visionado
pudiesen pasar inadvertidos. Yo creo que también los buenos aficionados al cine,
siempre que ello les fuese posible, debían ver algunas películas en más de una
ocasión, para tener una concepción más exacta de las mismas. No es fácil, por
supuesto, realizar esta practica repetitiva con las películas de estreno. Al
margen de que puedas conseguir alguna película no estrenada, en Internet, las
productoras esperan unos dos o tres meses antes de sacar a la venta estas
cintas, en formato DVD. Pero, volviendo al principio, ver varias veces determinados
films resulta objetivamente enriquecedor, por lo que estas repeticiones y
revisiones nos pueden enseñar”.
“¿Y
cómo plantear la exposición de la
trama argumental? Esta es una cuestión acerca de la que existe bastante
controversia. Hay quienes opinan que sólo deben aportarse unas líneas básicas
acerca de la historia que el director nos ofrece. Por el contrario hay otros quienes
mantienen que el espectador, si lo cree necesario, debe acceder a una completa
información sobre el contenido argumental del film que se dispone a visionar. En
mi opinión, el critico de cine debe ofrecer una completa narrativa al espectador aunque sin descubrir,
lógicamente, el final o desenlace de la historia. Algunos datos y detalles,
fundamentales para el conocimiento argumental, deben estar advertidos mediante
los necesarios “spoilers” es decir, que el
lector debe conocer a través de esa palabra que, a continuación, va a aparecer
en la crítica una información detallada y explícita que puede impedir la novedad o la sorpresa de
quien esté viendo la cinta en cuestión por vez primera”.
Me
encontraba entusiasmado, viendo la fluidez expresiva y el afán didáctico de un
gran especialista en el análisis crítico de aquellas historias que se proyectan
en las pantallas de los cines o en nuestros avanzados aparatos electrónicos,
como son las televisiones, los ordenadores, las tabletas digitales o, incluso,
en los móviles telefónicos de la última generación. Aunque me avisó de que, en
unos diez minutos, tendría que marcharse a fin de asistir a la premier de una
comedia, con trasfondo político, que iba a estrenarse en esta edición del
festival, pidió al camarero que le llenara de nuevo su copa y entró de lleno en
uno de los temas más incómodos que se me había ocurrido plantearle.
“Qué
quieres que te diga. Desde luego yo siempre me he sentido libre e independiente
para hablar y escribir sobre todo aquello que pensaba debía decir. Aunque no te
voy a ocultar que esta libertad e
independencia del crítico ha podido ser tentada y condicionada en más de
alguna ocasión. Pero quienes así lo han intentado se han topado con el muro de
la honradez y la valentía, a fin de superar esas más o menos explícitas
presiones, en las líneas de lo que escribo y expreso con mis palabras.
Ya
sabes, la industria cinematográfica mueve muchos millones e intereses. Cuando
tienes un nombre en las páginas de la prensa o en los programas mediáticos, una
crítica muy lacerada puede hacer “pupa” en los santuarios inmaculados del
interés crematístico. Dicho con otras palabras, puedes reducir o incrementar la
asistencia a las salas de proyección, a tenor del sentido con que valores una
determinada película. De ahí que tengas que “jugar “ y equilibrar en los
terrenos de lo objetivo, lo subjetivo y, por supuesto, en ese criterio de
profesionalidad que debe dar sentido a tu trayectoria e imagen. Hay “figuras”
que, cuando dices en tus crónicas que su actuación ha dejado mucho que desear, se
sienten muy heridas y esperan una próxima oportunidad para “devolvértela”. Pero
eso no te debe importar cuando te sientes delante del ordenador o del
micrófono. Ir por otro camino sería como engañarte a ti mismo, por encima de tu
conciencia. Con respecto a lo que dices de los regalos y otras lisonjas, he
decirte que efectivamente existen. Pero el buen crítico debe estar por encima
de todo eso”.
Eran
ya más de las siete y media, cuando ambos nos levantamos de nuestras sillas.
Agradecí su deferencia y, de manera especial, el sentido didáctico con que
había revestido sus cualificadas opiniones. Pero antes de que nos separáramos,
no pude evitar hacerle otra pregunta.
“La claridad expositiva, que has tenido con respecto a
mis interrogantes, la echo en falta cuando leo muchas crónicas de películas,
firmadas por prestigiosos analistas en la materia. ¿Por qué utilizáis un lenguaje
complicado, barroco, académico, sólo apto para diplomados y especialistas,
cuando esos escritos van dirigidos, de manera lógica, a la gran masa del público
aficionado?
“Sí,
entiendo que en muchas ocasiones nos alejamos de la claridad expositiva y damos
la impresión de que estamos hablando a personas de un determinado perfil
intelectual. Nuestras crónicas y comentarios han de ser entendidos por la
inmensa mayoría de aquéllos que opten por acceder a los mismos. Y, en esta
mayoría, hay especialistas en cine y otros muchos que sólo quieren tener una idea
de la película que van a elegir, para disfrutarla, o simplemente para
contrastar su opinión, tras el visionado. Tal vez pequemos, en más de alguna oportunidad,
de arrogancia y engreimiento
expresivo. Esta actitud navega en contra de nuestro interés, cual es la
de acercarnos a una gran cantidad de lectores y oyentes. Es bueno reflexionar
con humildad y, obviamente, rectificar”.
Tras
un cordial apretón de manos, buscó en su dossier y me entregó una nueva revista
de cine, de periodicidad bimensual, en la que él colabora con una sección
dedicada a los nuevos valores del cine español. Lo vi alejarse entre la marea
humana que inundaba esa monumental zona de la ciudad, donde se respiraba el grato
aroma del azahar mezclado con las vibraciones y latidos del cine.
En aquel
instante, percibí la acústica de un gran alboroto. Muchas chicas y jóvenes
adolescentes corrían entre gritos enfervorizados hacia un determinado lugar. Me
acerqué hacia esa zona para contemplar el espectáculo de éxtasis popular protagonizado
por un joven de vaqueros deshilachados y barba de un par de días quien, regalando
sonrisas, trataba de abrirse paso por entre el entusiasmo popular de los más
jóvenes. A una jovencita de vaqueros short, puntualmente rotos camiseta blanca
y linda melena corta, le pregunté acerca de quién se trataba. Me respondió, en
medio del griterío y presa de una evidente excitación nerviosa, con una mirada
de patente incredulidad. “Pero hombre ¿en qué mundo
vives? ¿de verdad no conoces a … ?” Otra vez he vuelto a olvidar el
nombre del afamado y bien parecido actor.-
José
L. Casado Toro (viernes, 18 Marzo 2016)
Antiguo
profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario