viernes, 6 de febrero de 2015

NUBLADOS ATARDECERES, ENTRE LA LEJANIA Y EL SILENCIO.


A eso de la media tarde, tras prepararse un descafeinado con unas gotitas de anís, volvió a marcar el número de su representante. Ese gesto mecánico, abrigado de tenaz esperanza, lo hacía día tras día, aunque pasaban las semanas y los meses, sin encontrar una respuesta positiva para sus deseos. Damián la atendía con esas palabras cariñosas que susurran aliento, pero sin tener nada sustancial que ofrecerle. Tanto en el plano laboral, como también en la inteligencia anímica. Productores y directores optaban, una y otra vez, por las nuevas hornadas de actores y actrices para el protagonismo artístico de sus películas. Las viejas glorias iban quedando lastimosamente arrinconadas y olvidadas, ante el empuje vigoroso de cuerpos más jóvenes con rostros menos ajados por la cruel impudicia del tiempo.

Mila Leina lo había sido todo, en el ámbito de la interpretación cinematográfica y escénica. Comenzó a destacar a mediados de lo sesenta, siendo muy joven en edad e ilusiones. Para muchos fue la actriz que simbolizaba el ansiado reencuentro con las pautas democráticas, tan complicadas para este contrastado país. No descartaba papel alguno afín de ponerse delante de las cámaras. Sin embargo, ella siempre priorizaba aquellos argumentos que, explicita o subliminalmente, hacían un canto a los valores que debían sustentar una sociedad necesitada, con el gozo de lo imprescindible, para los tiempos del cambio. Libertad, participación, reivindicación, lucha y, de forma especial, solidaridad para con todos. Un cuerpo bien conformado, en el que destacaba esa mirada angelical que, unos ojos celestes y una sonrisa que parecía verdadera, sabía transmitir con la convicción de la credibilidad y la inocencia. Aquellos setenta y ochenta, del siglo precedente, fueron el clímax de un currículum que se hacía prometedor para retos cada vez más ambiciosos y difíciles. Tuvo un afamado protagonismo en determinadas piezas escénicas, marco de singulares experiencias teatrales ante la dificultad de un público en directo. Pero, sin embargo, ella siempre prefirió la magia de los objetivos y el celuloide, pues esta modalidad interpretativa le provocaba menos tensión que el sentirse observada por un poblado patio de butacas, analizando sus palabras, sus gestos y la empatía con los personajes de la comedia o drama  que debía representar.

Fue también para ella una época gozosa de  premios y reconocimientos sociales, en festivales y certámenes cinematográficos. Efectivamente, no había semana en la que Mila careciera de protagonismo, tanto en las revistas especializadas de cine como en los reportajes de otras empresas mediáticas. Pero he aquí que los años fueron pasando, dejando las inevitables huellas y secuelas en un cuerpo antes idolatrado y en una epidermis que, indisimulable, comenzó a reflejar el deterioro temporal. Fue ya en los años noventa cuando avanzó ese declive que fue, más o menos solventando con apariciones aisladas, pero todavía como figura  protagonista, en las cadenas televisivas. Su entrada en el medio siglo de vida marcó una inflexión, sin vuelta atrás, en la atención de las productoras cinematográficas. Desde lo más alto del pedestal demandado, fue cayendo en el olvido y la indiferencia.
Damián, su único representante  desde que comenzó su profesión interpretativa, se movió con toda la agilidad de un buen conocedor de las mejores “teclas a tocar”.  Se esforzaba en intentar conseguir algunos trabajos que hicieran posible sobrevivir a la manifiesta decadencia de su representada. Llamadas y llamadas, visitas tras visitas pero, de una forma u otra, venían a decirle que la figura de Mila  ya no interesaba. El joven publico que acude a las salas de proyección la veían como perteneciente a una época ya muy lejana. Su imagen ya no vendía, por más que ella incluso se hizo unos arreglos quirúrgicos que tampoco sirvieron para modificar su readaptación al cine del año 2000. Le decían que el publico dicta sus gustos y apetencias. La época de Mila Leina había pasado ya para el interés general de los espectadores.

En un principio, las necesidades económicas no fueron especialmente perentorias para la actriz. En su mejor época había sabido administrar bien sus ingresos, comprando alguna propiedad inmobiliaria (un buen piso y un garaje) a partir de los cuales iba recibiendo la correspondiente compensación por sus alquileres. Sin embargo, cuando ves pasar meses y meses sin poder ejercer tu profesión, el saldo de cualquier ahorro, comienza a flaquear. El conjunto de todas las obligaciones tributarias y de la comunidad en la que residía, junto a los gastos de alimentación, las exigencias de peluquería, gimnasio y ropa atractiva, iban mermando su disponibilidad dineraria, situación que se iba agudizando porque llevaba prácticamente dos años y medio sin recibir ingresos por el ejercicio de su profesión. El propio Damián le aconsejó, en repetidas ocasiones, sobre la necesidad de poner en venta alguna de esas dos propiedades, a lo que finalmente nuestra actriz accedió. Vendió el piso y el garaje, lo que le reportó la oxigenación económica necesaria para seguir resistiendo en esta época de crisis y decadencia personal.

Decidió no tener hijos en su época más gloriosa, a pesar que estuvo casada hasta en dos ocasiones (Jason y Omar). Un divorcio bien llevado y un inesperado accidente de tráfico, le hacen convivir, en estos duros momentos, con la más incómoda soledad. A pesar de todas estas dificultades, lo que más le cuesta sobrellevar es el olvido de ese público que en otra hora le fue tan fiel. Ver que su nombre ha ido desapareciendo, paulatina e inexorablemente, de las carteleras que anuncian las ofertas cinematográficas, con todo el glamour que ello reporta, la ha ido sumiendo en un estado de nostalgia y tristeza.

“Dami ¿has tanteado el mundo de la publicidad?  Yo estoy dispuesta a realizar cualquier spot publicitario que me pongan por delante. Otros grandes actores y actrices trabajan ese campo que, sin duda, debe reportar unos ingresos suculentos. Además, mis antiguos seguidores verían que sigo siendo la misma, que no he cambiado y que ahora, con la llegada de la madurez, mi imagen continúa siendo todavía muy atractiva”.

Ante comentarios o sugerencias como éste, el bueno de Damián (curiosamente, es coetáneo de la actriz) esboza una sonrisa, al otro lado de la línea, buscando las palabras más suaves que eviten herir la sensibilidad de su representada y amiga de tantos años. No ahora, sino desde hace algún tiempo este profesional ha llamado a las puertas del mundo publicitario, tratando de buscar acomodo para Mila en ese ámbito. Pero también ha recibido “calabazas” en esta parcela artística, porque la imagen de la actriz sólo sería asumible, en ese exigente campo del marketing, para muy específicos y limitados trabajos o anuncios. Sin embargo una mañana, poco después del desayuno, una llamada telefónica alteró la depresiva rutina de la actriz.

“Mila, no te lo vas a creer, pero tengo una excelente noticia que darte. No te quise llamar anoche, ya que pensé estarías descansando dada la hora. Ayer, a eso de las siete de la tarde, se puso en contacto conmigo un representante de la Comunidad de Madrid para plantearme un proyecto que están elaborando desde el departamento de servicios sociales. Quieren organizar un grupo escénico que actúe en centros específicos como residencias de la tercera edad, hospitales, hogares de acogida, centros penitenciarios, etc, representando piezas pequeñas, sainetes, obras clásicas y modernas, a modo de los cortos en el cine, en la plataforma de lo que denominamos el microteatro.  Me pedía nombres de actores y actrices que estarían interesados en participar en este proyecto. En el aspecto económico el tema ya no es tan boyante. Pagarían una cantidad fija, no muy elevada, por cada sesión teatral desarrollada en esos espacios, a repartir entre los miembros del grupo. Entre los nombres que varios representantes les ofreciéramos, ellos seleccionarían aquéllos más idóneos. Quien decidiría esta selección de aspirantes es una persona que tu conoces muy bien. Tu ex marido Jason Robards. Ya sabes como es. Han pasado los años, pero vuestra separación fue modélica y él sin duda aún te aprecia. ¿Qué te parece esta posibilidad? Tengo en mi cartera una larga lista de actores en paro. Pero tú irías en lugar preferente, en la relación que les voy a enviar”.

Cuando se llevan meses y años, esperando día tras día la atención de alguien que te ofrezca las posibilidad de poder ejercer tu profesión, esta llamada de Damián fue un  soplo de aire fresco para vencer el desánimo por la indiferencia del empresariado artístico. Ella, que lo había sido todo en pantalla, tendría que esforzarse a fin ser seleccionada entre muchos actores en paro. No habría cámaras, clásicas o digitales, ni su nombre aparecería en las carteleras de la Gran Vía o en otros ámbitos de la geografía peninsular. El público no pasaría por taquilla para pagar la entrada de su localidad. Tampoco su nombre ocuparía lugar en las revistas especializadas del séptimo arte. No habría premios Oscar, David de Donatello, Goya, Bafta, César ….  Sería una labor de dinamización cultural y distracción, para personas en situación específica de enfermedad, reclusión, protección o asistencia geriátrica. Pero ¿se puede decir no, en una situación de bloqueo profesional como el que ella atravesaba?

Una semana más tarde, Mila Leina atendió una llamada. Al otro lado de la línea se encontraba su primer ex marido, Jason.

“¿Cómo te encuentras, Mila? He tenido una gran alegría al ver tu nombre en el listado de actores disponibles para este proyecto de acción social ¡Cuántos recuerdos han llegado a mi mente! Éramos muy jóvenes entonces. La inmadurez te hace cometer muchos errores. Y tu estabas en la cima del estrellato. Cada uno siguió su camino, pero sin un mal gesto ni una desafortunada palabra. Han pasado ya muchos años, sumando vivencias de las más insospechadas en mi caso. También he seguido tu carrera y me parece injusto este olvido para una actriz que tanto ha significado en la cinematografía española. Este proyecto es muy humilde, en lo económico. Sin embargo tiene incentivos muy gratos en lo profesional y en lo social, por la humanidad que conlleva, aportando la sonrisa, el pensamiento y la distracción a quienes más lo necesitan. Por mi parte, ya has quedado seleccionada…….”

La sorpresa y alegría de Mila era manifiesta, ante esta cariñosa comunicación. Ella nunca supo que una conversación privada entre Damian y Jason, realizada en una terraza del Parque del Retiro madrileño, mes y medio atrás, había sido el origen de este proyecto. Aunque  el trabajo suponía una modesta actividad, para los oropeles y el glamour que esta actriz había protagonizado, sembraba al menos un poco de luz en el oscuro erial profesional de una estrella del cine que lo fue todo, pero que ahora vive olvidada en esos nublados y serenos atardeceres que generan lejanías y silencios.-


José L. Casado Toro (viernes, 6 febrero, 2015)
Profesor


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