A
eso de la media tarde, tras prepararse un descafeinado con unas gotitas de
anís, volvió a marcar el número de su representante.
Ese gesto mecánico, abrigado de tenaz esperanza, lo hacía día tras día, aunque
pasaban las semanas y los meses, sin encontrar una respuesta positiva para sus
deseos. Damián la atendía con esas palabras
cariñosas que susurran aliento, pero sin tener nada sustancial que ofrecerle.
Tanto en el plano laboral, como también en la inteligencia anímica. Productores
y directores optaban, una y otra vez, por las nuevas hornadas de actores y
actrices para el protagonismo artístico de sus películas. Las viejas glorias
iban quedando lastimosamente arrinconadas y olvidadas, ante el empuje vigoroso de
cuerpos más jóvenes con rostros menos ajados por la cruel impudicia del tiempo.
Mila Leina lo había sido todo, en el ámbito de la interpretación
cinematográfica y escénica. Comenzó a destacar a mediados de lo sesenta, siendo
muy joven en edad e ilusiones. Para muchos fue la actriz que simbolizaba el
ansiado reencuentro con las pautas democráticas, tan complicadas para este
contrastado país. No descartaba papel alguno afín de ponerse delante de las
cámaras. Sin embargo, ella siempre priorizaba aquellos argumentos que,
explicita o subliminalmente, hacían un canto a los valores que debían sustentar
una sociedad necesitada, con el gozo de lo imprescindible, para los tiempos del
cambio. Libertad, participación, reivindicación, lucha y, de forma especial,
solidaridad para con todos. Un cuerpo bien conformado, en el que destacaba esa
mirada angelical que, unos ojos celestes y una sonrisa que parecía verdadera,
sabía transmitir con la convicción de la credibilidad y la inocencia. Aquellos setenta
y ochenta, del siglo precedente, fueron el clímax de un currículum que se hacía
prometedor para retos cada vez más ambiciosos y difíciles. Tuvo un afamado protagonismo
en determinadas piezas escénicas, marco de singulares experiencias teatrales
ante la dificultad de un público en directo. Pero, sin embargo, ella siempre
prefirió la magia de los objetivos y el celuloide, pues esta modalidad
interpretativa le provocaba menos tensión que el sentirse observada por un poblado
patio de butacas, analizando sus palabras, sus gestos y la empatía con los
personajes de la comedia o drama que
debía representar.
Fue también
para ella una época gozosa de premios y
reconocimientos sociales, en festivales y certámenes cinematográficos. Efectivamente,
no había semana en la que Mila careciera de protagonismo, tanto en las revistas
especializadas de cine como en los reportajes de otras empresas mediáticas. Pero he aquí que los años fueron pasando, dejando las
inevitables huellas y secuelas en un cuerpo antes idolatrado y en una epidermis
que, indisimulable, comenzó a reflejar el deterioro temporal. Fue ya en los
años noventa cuando avanzó ese declive que fue, más o menos solventando con
apariciones aisladas, pero todavía como figura
protagonista, en las cadenas televisivas. Su
entrada en el medio siglo de vida marcó una inflexión, sin vuelta atrás, en la
atención de las productoras cinematográficas. Desde lo más alto del
pedestal demandado, fue cayendo en el olvido y la indiferencia.
Damián,
su único representante desde que comenzó
su profesión interpretativa, se movió con toda la agilidad de un buen conocedor
de las mejores “teclas a tocar”. Se
esforzaba en intentar conseguir algunos trabajos que hicieran posible
sobrevivir a la manifiesta decadencia de su representada. Llamadas y llamadas,
visitas tras visitas pero, de una forma u otra, venían a decirle que la figura
de Mila ya no interesaba. El joven
publico que acude a las salas de proyección la veían como perteneciente a una
época ya muy lejana. Su imagen ya no vendía,
por más que ella incluso se hizo unos arreglos quirúrgicos que tampoco
sirvieron para modificar su readaptación al cine del año 2000. Le decían que el
publico dicta sus gustos y apetencias. La época de Mila Leina había pasado ya
para el interés general de los espectadores.
En
un principio, las necesidades económicas no
fueron especialmente perentorias para la actriz. En su mejor época había sabido
administrar bien sus ingresos, comprando alguna propiedad inmobiliaria (un buen
piso y un garaje) a partir de los cuales iba recibiendo la correspondiente
compensación por sus alquileres. Sin embargo, cuando ves pasar meses y meses
sin poder ejercer tu profesión, el saldo de cualquier ahorro, comienza a
flaquear. El conjunto de todas las obligaciones tributarias y de la comunidad
en la que residía, junto a los gastos de alimentación, las exigencias de
peluquería, gimnasio y ropa atractiva, iban mermando su disponibilidad
dineraria, situación que se iba agudizando porque llevaba prácticamente dos
años y medio sin recibir ingresos por el ejercicio de su profesión. El propio
Damián le aconsejó, en repetidas ocasiones, sobre la necesidad de poner en venta
alguna de esas dos propiedades, a lo que finalmente nuestra actriz accedió.
Vendió el piso y el garaje, lo que le reportó la oxigenación económica
necesaria para seguir resistiendo en esta época de crisis y decadencia
personal.
Decidió no tener hijos en su época más gloriosa, a
pesar que estuvo casada hasta en dos ocasiones (Jason y Omar). Un divorcio bien
llevado y un inesperado accidente de tráfico, le hacen convivir, en estos duros
momentos, con la más incómoda soledad. A pesar de todas estas dificultades, lo
que más le cuesta sobrellevar es el olvido de ese
público que en otra hora le fue tan fiel. Ver que su nombre ha ido
desapareciendo, paulatina e inexorablemente, de las carteleras que anuncian las
ofertas cinematográficas, con todo el glamour que ello reporta, la ha ido
sumiendo en un estado de nostalgia y tristeza.
“Dami ¿has tanteado el mundo de la publicidad? Yo estoy dispuesta a realizar cualquier spot
publicitario que me pongan por delante. Otros grandes actores y actrices
trabajan ese campo que, sin duda, debe reportar unos ingresos suculentos.
Además, mis antiguos seguidores verían que sigo siendo la misma, que no he
cambiado y que ahora, con la llegada de la madurez, mi imagen continúa siendo todavía
muy atractiva”.
Ante
comentarios o sugerencias como éste, el bueno de Damián (curiosamente, es
coetáneo de la actriz) esboza una sonrisa, al otro lado de la línea, buscando
las palabras más suaves que eviten herir la sensibilidad de su representada y
amiga de tantos años. No ahora, sino desde hace algún tiempo este profesional ha llamado a las puertas del mundo publicitario,
tratando de buscar acomodo para Mila en ese ámbito. Pero también ha recibido
“calabazas” en esta parcela artística, porque la imagen de la actriz sólo sería
asumible, en ese exigente campo del marketing, para muy específicos y limitados
trabajos o anuncios. Sin embargo una mañana, poco después del desayuno, una
llamada telefónica alteró la depresiva rutina de la actriz.
“Mila, no te lo vas a creer, pero tengo una excelente
noticia que darte. No te quise llamar anoche, ya que pensé estarías descansando
dada la hora. Ayer, a eso de las siete de la tarde, se puso en contacto conmigo
un representante de la Comunidad de Madrid para plantearme un proyecto que
están elaborando desde el departamento de servicios sociales. Quieren organizar
un grupo escénico que actúe en centros específicos como residencias de la
tercera edad, hospitales, hogares de acogida, centros penitenciarios, etc,
representando piezas pequeñas, sainetes, obras clásicas y modernas, a modo de
los cortos en el cine, en la plataforma de lo que denominamos el microteatro. Me pedía nombres de actores y actrices que
estarían interesados en participar en este proyecto. En el aspecto económico el
tema ya no es tan boyante. Pagarían una cantidad fija, no muy elevada, por cada
sesión teatral desarrollada en esos espacios, a repartir entre los miembros del
grupo. Entre los nombres que varios representantes les ofreciéramos, ellos
seleccionarían aquéllos más idóneos. Quien decidiría esta selección de
aspirantes es una persona que tu conoces muy bien. Tu ex marido Jason Robards. Ya
sabes como es. Han pasado los años, pero vuestra separación fue modélica y él
sin duda aún te aprecia. ¿Qué te parece esta posibilidad? Tengo en mi cartera
una larga lista de actores en paro. Pero tú irías en lugar preferente, en la
relación que les voy a enviar”.
Cuando
se llevan meses y años, esperando día tras día la atención de alguien que te
ofrezca las posibilidad de poder ejercer tu profesión, esta llamada de Damián
fue un soplo de aire fresco para vencer
el desánimo por la indiferencia del empresariado artístico. Ella, que lo había
sido todo en pantalla, tendría que esforzarse a fin ser seleccionada entre
muchos actores en paro. No habría cámaras, clásicas o digitales, ni su nombre
aparecería en las carteleras de la Gran Vía o en otros ámbitos de la geografía
peninsular. El público no pasaría por taquilla para pagar la entrada de su
localidad. Tampoco su nombre ocuparía lugar en las revistas especializadas del
séptimo arte. No habría premios Oscar, David de Donatello, Goya, Bafta, César
…. Sería una labor de dinamización
cultural y distracción, para personas en situación específica de enfermedad,
reclusión, protección o asistencia geriátrica. Pero ¿se puede decir no, en una
situación de bloqueo profesional como el que ella atravesaba?
Una
semana más tarde, Mila Leina atendió una llamada. Al otro lado de la línea se
encontraba su primer ex marido, Jason.
“¿Cómo te encuentras, Mila? He tenido una gran alegría al
ver tu nombre en el listado de actores disponibles para este proyecto de acción
social ¡Cuántos recuerdos han llegado a mi mente! Éramos muy jóvenes entonces.
La inmadurez te hace cometer muchos errores. Y tu estabas en la cima del
estrellato. Cada uno siguió su camino, pero sin un mal gesto ni una
desafortunada palabra. Han pasado ya muchos años, sumando vivencias de las más
insospechadas en mi caso. También he seguido tu carrera y me parece injusto
este olvido para una actriz que tanto ha significado en la cinematografía
española. Este proyecto es muy humilde, en lo económico. Sin embargo tiene
incentivos muy gratos en lo profesional y en lo social, por la humanidad que
conlleva, aportando la sonrisa, el pensamiento y la distracción a quienes más
lo necesitan. Por mi parte, ya has quedado seleccionada…….”
La
sorpresa y alegría de Mila era manifiesta, ante esta cariñosa comunicación. Ella
nunca supo que una conversación privada entre Damian y Jason, realizada en una
terraza del Parque del Retiro madrileño, mes y medio atrás, había sido el
origen de este proyecto. Aunque el
trabajo suponía una modesta actividad, para los oropeles y el glamour que esta
actriz había protagonizado, sembraba al menos un poco de luz en el oscuro erial
profesional de una estrella del cine que lo fue todo, pero que ahora vive olvidada
en esos nublados y serenos atardeceres que generan
lejanías y silencios.-
José L. Casado Toro (viernes, 6 febrero,
2015)
Profesor
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