Era
sábado noche y se celebraba la festividad del Día de los Enamorados. No iba a
resultar fácil encontrar un buen acomodo para cenar por el centro antiguo de
Málaga. Los 14 de febrero, con su connotación comercial evidente, suelen ser
propicios para que centenares y miles de parejas compartan bellas palabras,
gestos intensamente afectivos, la agudeza en el mutuo intercambio de regalos y,
por supuesto, una suculenta cena, en ese restaurante con encanto que todos
tenemos bien anotado en la mejor agenda de la memoria. Sin embargo me animé a probar
suerte en un entrañable restaurante de comida italiana, al que suelo acudir con
frecuencia, situado en plena Plaza de la Merced. Pero mis temores
estaban bien fundamentados. La excelente temperatura nocturna había llenado las
principales calles y establecimientos de un público variado, a fin de disfrutar
de ese lúdico “finde” vinculado al día de San Valentín.
La
pizzería se hallaba abarrotada con gente de todas las edades. Me dirigí
entonces al encargado del local para hacerle la consabida pregunta cuya
respuesta era más que previsible. Con una amplia sonrisa, Mario hizo un gesto mímico evidente. Todas las mesas estaban
ocupadas y aún había parejas en la barra esperando con manifiesta impaciencia
su turno. Sin embargo, sus palabras me
hicieron concebir alguna posibilidad. “Espera, no te
marches, que puede haber una solución”. Me entretuve mirando algunas de
las fotos y murales que adornaban el coqueto recinto cuando, a los pocos minutos,
volvió este buen profesional con un mensaje especialmente divertido. “En aquel ángulo del salón, junto a la cocina, hay una
mesa que acaba de ser ocupada por una sola persona, que previamente había
reservado. Es una chica más o menos de tu edad. Como la mesa es suficientemente
amplia, me he atrevido a preguntarle si no le importaba compartir el espacio
con un buen cliente de la casa. Para mi sorpresa, la joven me ha respondido que
no tiene inconveniente. En el extranjero es bastante usual compartir las mesas,
en las horas punta para las comidas. Si me acompañas, hemos resuelto el
problema”. Desde luego, tratar con personas de esta categoría humana es poseer
la gran suerte de tener una buena amistad. Sentía que iba a vivir una curiosa
experiencia y allá me encaminé hacia la aventura, precedido por un confiado y
satisfecho profesional de la hostelería.
“Buenas noches. Ante todo, darte las gracias por la
generosidad que has demostrado. Soy asiduo cliente de este restaurante y el
buen Mario ha tratado de echarme un capote, en un día tan complicado para cenar
fuera de casa. Es que he salido del cine un poco tarde y al ver las calles tan
animadas me dije, ´voy a intentar tomar algo´ aunque en una noche de
celebración es muy difícil encontrar hueco en cualquier lugar”.
La
chica, atendía mis palabras con una actitud entre sonriente y divertida. Mis
nervios eran más que evidentes. Rápidamente comentó que no había problema
alguno. A ella también alguna vez le había ocurrido algo parecido. Ambos
pedimos sendas pizzas, una botella de agua, en su caso y un rioja para mí. Le
sugerí que compartiéramos una de las ensaladas que mejor preparan en el
establecimiento y así, poco a poco, comenzó a fluir un prolongado diálogo que
resultó ameno desde el primer momento. Sin embargo, tras las primeras sonrisas,
su rostro se vio también adornado por una mirada un tanto melancólica.
“Bueno, yo sigo con mi trabajo, ya de varios años, en una
perfumería muy conocida. Ahora me han enviado a la nueva tienda que hemos
abierto en el puerto. Es una de las sucursales mejor montadas de la cadena. Y, su
establecimiento, en ese lindo lugar, ha tenido muy buena aceptación. Y esta
noche, tan significada por la celebración, me apetecía estar rodeada de mucha
gente, aunque fuesen desconocidas. Así vas viendo los comportamientos de las
familias y las parejas, percibiendo detalles muy simpáticos y curiosos. Te
sientes como acompañada en medio de una gran familia de la que no sabes nombres
o apellidos …..”
Elena, este era su nombre, por las razones que
fuesen, necesitaba hablar y comunicar. En definitiva, abrir puertas a los
silencios. Entonces me atreví a plantearle una pregunta, pecando tal vez de
impertinencia aunque, para mi sorpresa, fue bien recibida y con sencillez
respondida.
“No, continúo sin tener pareja estable. Lógicamente, están
las amigas y he salido con chicos. Pero, después de una dura experiencia, no
especialmente grata en mi vida, estos contactos, al principio esperanzadores,
acaban por aburrirme y cansarme. Cuando te preguntas acerca de qué haces tú al
lado de este u otro jovencito ……. Pues cierras ese camino al que no le ves futuro,
de la mejor forma posible. Llegas a la convicción de que esa pareja no te
motiva, porque no genera en ti esa fuerza imprescindible para la ilusión.
Vuelvo a repetirte lo que antes te comenté. Los archivos de la memoria me hacen
ser especialmente prudente en las exigencias. Ya viví una injusta realidad. Y eso
acaba marcándote. Sin embargo hay que ser positiva. Es lo mejor. Aquello ya
pasó. Por cierto, a ti, ¿cómo te va ……. Gonzalo?”
Conseguí
unos segundos o minutos de respiro, tomando energía sorbiendo un buen trago de
la copa. Ambos estábamos entretenidos con nuestras pizzas mientras que, a
nuestro alrededor, un heterogéneo batiburrillo acústico ensordecía la nitidez
de las palabras. Cada una de las mujeres presentes lucían, junto a sí, una rosa
roja, gesto simpático del establecimiento, aunque algunas de las mismas estaban
acompañadas por otras flores o regalos elegantes, entregados por sus
respectivas parejas. Me fijé, expresamente, en un matrimonio joven. Ella estaba
dando de comer cucharadas de potito a su pequeña hija que, incorporada en el
carrito, observaba con atención todo lo
que sucedía a su alrededor, mientras que él, centraba la atención en su plato,
“devorando” el generoso contenido de pasta enmadejada con salsa de tomate.
“Bueno, en mi caso, como en el de tantos otros, trato de
ir organizando o construyendo el paso de los días, con esa aventura que iniciamos
cada una de las mañanas al despertarnos. He cambiado varias veces de trabajo. En
ocasiones por iniciativa propia y, en otros casos, por necesidades de la
empresa donde estaba. Mi peritaje industrial me permite diversificar y
encontrar muchas cosillas en el campo de lo electrónica, especialmente. También
he estado haciendo cosas en la construcción e, incluso, en una empresa de
correo urgente. Así nos vamos ganando el pan como dicen algunos ….. Si te
refieres a lo afectivo, nada serio en ese campo. Uno liba en distintas flores
pero, hasta que no encuentras el jardín adecuado, las relaciones son
superficiales, teatralizadas y con unos horizontes abocados a lo ocasional y
rutinario. Ya ves, en esta noche programada para el amor, en medio de tantas
parejas “felices”, aquí estoy …..
buscando una mesa donde encontrar acomodo y justificación”.
Dos
cafés, uno con algunas gotitas de leche, pusieron fin a esa peculiar cena
compartida entre dos seres solitarios, en medio del bullicio general. Gonzalo
quiso pagar la cuenta pero Elena, aún agradeciéndole el gesto, consideró y rogó
que era mejor que dividieran el coste correspondiente. Ante la mirada
silenciosa de su interlocutora, Gonzalo quiso poner un
buen fin a esa peculiar situación que
ambos habían protagonizado. Antes de abandonar el local, sus sinceras
palabras aportaron luz y recuerdo para la memoria.
“Cinco años ya …. ¿verdad Elena? Mario aún no trabajaba
en este restaurante. Precisamente fue aquí donde nos conocimos, en unas
circunstancias muy parecidas a las que esta noche los dos hemos querido recuperar. Nuestro flechazo fue también
aquel 14 de febrero del 2010. Y han pasado ya cinco largos años. Tu y yo nos
íbamos a comer el mundo, con nuestro amor y una confianza recíproca a prueba de
todo. Estuvimos tan unidos…. pero yo rompí y masacré tu fe en mí. Esa
infidelidad que llevé a cabo, tan alocada, humillante y penosa para ti, fue un
desafortunado error por el que hay que pagar. ¡Y a qué precio!. Tu no merecías
aquel comportamiento innoble que tuve con tu bondad y confianza. Todo acabó
rompiéndose de la manera más infantil e injusta. Por mi irresponsabilidad. Es
mi carácter ….. Pero hoy has sido muy generosa aceptando esta teatralización
que me ha hecho recordar tiempos inolvidables. Probablemente a ti también te ha
debido agradar nuestro reencuentro. Aunque comprendo que ha tenido que resultarte
difícil rememorar aquellos momentos en los que parecía que todo iba a irnos muy
bien. Bueno, al menos, hemos plantado cara a la soledad. Aunque haya sido en
una noche tan romántica para las parejas y el amor. Es complicado recuperar el
tiempo perdido. Y los errores dejan huella. No quiero olvidarte. Nunca te
olvidaré. Gracias Elena, por haber compartido conmigo este ratito para la
memoria”.
“Entiéndelo, Gonzalo. Ya nada sería igual. La amistad
permanecerá a poco que nos esforcemos a ello. Yo tampoco te he borrado de mis
recuerdos. Pero, este espacio de mi vida no puede ser ocupado por quien en su
momento renunció a su oportunidad. La amistad también es un valor muy hermoso
si lo sabemos cuidar con delicadeza”.
Tras
dos besos de fraternal despedida, Elena y Gonzalo tomaron caminos diferentes a
través del poliedro urbano que conforma la ciudad. La noche estaba regalando
una intensa humedad. Aunque sin lluvia, los suelos estaban mojados y
resbaladizos. Antes de salir del restaurante, Mario se acercó a la pareja y les
dijo una significativa frase: “Amigos, espero veros
juntos muchas más veces por aquí. Nunca os faltará una buena mesa. Eso corre de
mi cuenta”. Tanto él como ella respondieron al servicial
encargado del establecimiento con una silenciosa y afectiva sonrisa.
Ya
en casa, Gonzalo repasó las fotos que había tomado durante la tarde. Al ver de
nuevo a la chica rubia de la guitarra, recordó
las breves, pero dulces, palabras que había intercambiado con ella. Una fuerza
irrefrenable le impulsaba a volver mañana al mismo lugar. Quizá también ella
hiciera lo mismo y podría verla de nuevo. Su voz y su frágil figura tal vez
compensarían la rudeza escénica que acababa de representar ante su antiguo
amor. -
José L. Casado Toro (viernes, 27 febrero,
2015)
Profesor