viernes, 26 de diciembre de 2014

FIN DE AÑO INESPERADO, EN EL CAMINAR DE DOS VIDAS.


Ya anochece, cuando apenas pasan unos minutos desde las seis. Tomás observa pensativo, a través del amplio ventanal que da a la gran avenida de las tiendas, ese denso y acelerado trajinar de coches y personas que circulan y caminan por el heterogéneo tejido urbano. Se pregunta el por qué de esas alocadas y estresantes prisas que casi todos parecemos neciamente sufrir. Se multiplican esos bruscos acelerones por ganar unos minutos o segundos al tiempo que, al poco se pierden…. generando comportamientos irracionales en los automovilistas que se sienten importantes, como niños grandes, reinando en la pequeñez de sus habitáculos metálicos. Y también los de a pie, exhibiendo ese agitado caminar. en unos y en todos, con sus bolsas, historias y…. realidades, siempre condicionadas por el rigor implacable de unas manecillas horarias que estructuran, rígida y aritméticamente, nuestras vidas.

Tal vez no sea el mejor día para el sosiego y el andar relajado. Es la tarde-noche del último día de todo un año. Parece que todo el mundo se afana en ser puntual, para esa gran fiesta de los atuendos, la comida y las bebidas exageradas. No faltarán tampoco las danzas al son de la música y los confetis para el más ruidoso de los jolgorios, mientras la pantalla amiga en los hogares nos ofrecerá muchos productos enlatados que priorizan el imprescindible valor de las sonrisas. Otros viandantes poblarán las plazas principales de pueblos y ciudades, para el rito convivencial de las doce uvas al son de unas campanas, asombradas y divertidas, por esa cálida y densa compañía en las horas del frío y las estrellas. Fiestas en los hogares, en las plazas y en tantos y tantos recintos donde mucha gente, especialmente la juventud, baila, bebe y sueña despierta hasta la realidad de un nuevo y esperanzado amanecer. 

Este diplomado en Empresariales, sumando al currículum dos cursos de derecho, carrera que dejó inacabada, no se encuentra solo en las oficinas de la gestoría administrativa e inversiones donde trabaja. A Silvia y a él les ha correspondido hacer guardia, en este día 31, según el amistoso sorteo de los turnos de Navidad y fiestas. Suma ya 43 abriles, muy bien llevados en lo físico, aunque en el campo afectivo tiene sus bajones, especialmente señalados en determinadas fechas conmemorativas. El mazazo de conocer cómo su ex se encariñó, y marchó, con su fisioterapeuta de siempre, en uno de esos gestos alocados para el día a día, muy propio en ella, hizo no poca mella en su equilibrio anímico. Evitó volver a casa de sus padres, por lo que desde hace seis años habita un pequeño ático al principio del camino de los Montes, por la zona norte de la ciudad.

Su compañera de turno hasta las seis, cuando cerrarán el despacho, es hoy Silvia. Acaba de cumplir los veintinueve y lleva trabajando en la empresa casi dos. Mujer inteligente y de trato agradable, tal vez un tanto celosa de su intimidad pero muy generosa en la ayuda hacia las personas de su entorno relacional. Ella y Tomás han almorzado juntos, en un fast food de la calle Hilera, en esa hora autorizada para reponer fuerzas, a partir de las dos. Parece que hoy, final de año, se muestra un poco más comunicativa.

“¿Y como vas a pasar la noche, Tomás? Yo me voy a quedar en casa, pues no quiero dejar a mi tía sola. Está un poco delicada con eso de los huesos y no es persona para jolgorios y fiestas. Es que tenemos muy poca familia. La verdad es que nunca te lo he contado. Pero quedé huérfana siendo una cría. Ella me educó como si fuera su hija. En realidad ha sido como una verdadera madre para mi y yo nunca lo voy a olvidar. He comprado unas cosillas para la cena, que sé le agradarán y, aunque no somos de bebidas, una botella de sidra con la que no nos vamos a marear. Ya ves……. Tendremos le tele  y las uvas, con las que siempre me atraganto. Bueno, un día o una noche más aunque…… ciertamente un tanto especial”.

“No, no sabía esa circunstancia, sin duda dramática en tu vida. Agradezco mucho tu confianza. Me alegra escucharte diciendo que pudiste superar esas trágicas pérdidas con la ayuda maravillosa de ese familiar a la que consideras como una madre. Francamente, admirable. Bueno, yo iré a pasar la noche con mis padres. Estarán también mis dos hermanas, con sus maridos e hijas. ¿Sabes que tengo cuatro sobrinas? Son encantadoras, aunque traviesas y muy escandalosas. Pero me vendrá bien ese ritmo al que me “someten” con sus juegos, para sentirme un poco padre…. No tuve hijos en mi fallido matrimonio. Y esta palabra que he utilizado no quiero que la veas como un reproche o teñida de odio. Probablemente yo tampoco supe tratar a esta mujer y cuando un tercero se puso de por medio, pues se le fueron los ojos y otros sentidos tras el jovencito. ¡Menuda pinta tiene el caballero. Te lo aseguro! Pero allá ellos. Hoy día valoro mucho más la amistad y soy más cuidadoso con el trato que doy a los demás. Ah, por cierto, si me tengo que disfrazar de cotillón, cosa que me temo con mis sobrinillas, te enviaré la foto para que te rías un buen rato. Aunque me veas tan serio a veces, soy también un poquito cachondo….”

Tras abandonar ese mirador privilegiado a la vida ciudadana, Tomás recoge unos documentos que organiza en su maletín. Quiere hacer unas comprobaciones, pero ya desde la comodidad de su apartamento. Internet le facilita todo lo necesario para poder incluso trabajar desde casa, si ello fuese necesario. Espera unos minutos a Silvia y juntos abandonan el edificio, camino de una próxima parada de bus, utilizada por las líneas respectivas que ambos deben tomar. El lo hará hasta finales de Cristo de la Epidemia, mientras que ella tomará la línea número dos que la conducirá a las inmediaciones de Ciudad Jardín. Se despiden con una limpia sonrisa, deseándose una feliz noche y un mejor Año Nuevo. El bus de Silvia llega unos minutos antes que el de Tomás. Un beso sella el cariñoso saludo de dos buenos compañeros y, desde hoy, un poco más amigos.

Son las 10.35 minutos en el domicilio de los padres de Tomás. Allí, dentro de un piso más bien modesto, pero espacioso, todo es animación, risas y voces que alegran el ambiente. Están terminando la cena y las cuatro niñas se ocupan de alborotar, con esa maravillosa inocencia de la vitalidad, el sentimiento de sus abuelos, padres y del tito, que ya lleva un sombrero rojo en su cabeza y ese largo bigote del Capitán Garfio que hace las delicias de las cuatro pequeñuelas. Están en los postres. Hay fruta, dulces navideños y una tarta helada de chocolate que ha elaborado la tata María. En ese preciso instante suena el teléfono. En medio del estruendo, nadie sabe a ciencia cierta a quien pertenece. Al fin Tomás advierte que es su propio móvil el que reclama atención.

“Tomás, perdona que te llame a estas horas. Es que me encuentro muy….. terriblemente nerviosa. Estábamos cenando y a mi tía le ha dado un desvanecimiento. Volvía de la cocina y cayó como fulminada al suelo. Vi que respiraba y apenas pude marcar el numero del 061, donde me pidieron unos datos, asegurándome que a la mayor presteza desplazarían una ambulancia a nuestro domicilio. Pero dado el día que es, han pasado ya más de diez minutos y mi tía está muy mal. Parece que tiene unas convulsiones y su tez es pálida. No sé que hacer. No hago más que llorar …. Estoy desesperada…… no sé que hacer más ….”

“En la medida de lo posible, trata de no perder los nervios, Silvia. El control en estos casos es muy importante. Dame exactamente tu dirección. Voy a llamar yo otra vez a emergencias, explicándoles la situación. Tal como estoy, bajo a la calle y cojo mi coche. En no muchos minutos estoy en tu casa. Venga Silvia …… mantén la calma. Te han dicho que le pongas una almohada debajo de la cabeza. En muy escasos minutos verás como llegan los sanitarios. Bajo enseguida a la calle y me llego a echarte una mano. Todo se va a resolver para bien. Dejo la línea del móvil abierta por si tienes que volver a comunicar. Pronto llego a tu domicilio. Tranquilízate. Es necesario. Lo estás haciendo muy, muy bien”.
Con pocas palabras, explicó a sus padres y hermanos la situación que debía afrontar. Una persona amiga necesitaba su ayuda y en modo alguno la podía defraudar. Se disculpó como pudo, abandonando con rapidez esa cena que se encontraba en el grato momento de los postres. Conduciendo su vehículo cayó en la cuenta de que aún llevaba ese gran bigote cinematográfico que había hecho reír a todos sus familiares. Al fin divisó el domicilio de Silvia. Observó las luces anaranjadas de una ambulancia. Los sanitarios del 061 se encontraba ya en la puerta del edificio desplazando una camilla hacia el interior.

Faltan diez minutos para las doce campanadas. Los dos compañeros aguardan en una desangelada salita de espera, correspondiente a la unidad de cardiología del Hospital Clínico Universitario. Continúan las pruebas y el tratamiento de urgencia para la tía de Silvia. Todos los síntomas indican que el problema, al que se ha llegado a tiempo, corresponde a una insuficiencia cardiaca. En todo el complejo hospitalario se vive un ambiente especial. Una enfermera se les acerca para comentarles que se ha habilitado en el hall de la entrada un espacio con una pantalla grande de televisión. Aquellos familiares y personal sanitario que puedan acercarse a ese lugar pueden ver y escuchar las doce campanadas transmitidas desde la Puerta del Sol madrileña. La cafetería del centro ha preparado unas bolsitas con uvas, para aquellos que deseen tomarlas en ese momento en el que comienza un Nuevo Año. Silvia agradece la información de la enfermera, pero prefiere quedarse en esa antesala, esperando recibir noticias más concretas de la situación clínica de la persona que ha sido una ejemplar madre para ella. Cuando faltan apenas dos minutos para las doce, Tomás vuelve junto a su compañera. Ha pasado por el hall y allí le han facilitado dos bolsitas con las uvas de la Nochevieja. Silvia le sonríe, con una mirada de gran afecto.

“Vaya noche que te estoy dando. Seguro que nunca la vas a poder olvidar. Me sentía muy sola, pero tuve la confianza y el acierto de pensar en ti. Y ahora estás aquí, junto a mi. Siempre, siempre te lo agradeceré. No voy a olvidar este precioso gesto que has tenido conmigo”.

Intercambiándose las miradas, dos personas fueron tomando pausadamente las uvas, en la soledad física, que no afectiva, de una salita de espera hospitalaria. Ambos eran conscientes de que el destino les estaba ofreciendo una hermosa oportunidad para sus vidas. -


José L. Casado Toro (viernes, 26 diciembre, 2014)
Profesor
 


viernes, 19 de diciembre de 2014

MULTISERVICIOS MERRY CHRISTMAS.


“Buenos días. Llamaba a este número, porque he visto en Internet las actividades que presta su empresa y podía interesarme, en especial, uno de sus servicios. Si me permite unos minutos, le explico básicamente mi situación a fin de que puedan entender mejor el objeto de esta necesidad. Verá…. vivo solo, desde hace ya muchos años. Mi profesión era de técnico en electrónica, pero tuve que dejar de trabajar debido a un accidente que sufrí en el ejercicio de esa actividad. Estuve casado y sin hijos, pero mi relación con la que fue mi mujer se rompió precisamente un tiempo después de ese problema laboral, el cual exigió una muy lenta y sufrida recuperación. Aunque me he habituado, al paso de los años, a este tipo de vida solitaria, en determinadas fechas lo sobrellevo bastante mal. Especialmente en Navidad, donde ves que las festividades se celebran en unión de otras personas. Sin embargo tu tienes que hacerlo sin más compañía que la de tu propia persona. Tengo algunos amigos pero, como es natural, cada uno tiene su historia en esos días tan señaladas por el calendario.

Y ya en concreto ¿podrían informarme si alguna de esas prestaciones que he leído en su página web se adapta a mis necesidades? Me refiero a la noche del 24… creo que me entiende. Es Nochebuena y pasarla solo en casa resulta muy duro. Se preguntará por mis familiares…. Aunque soy hijo único, tengo algunos primos en la zona de Cataluña, aunque nuestro trato, desde siempre, ha sido bastante frío y prácticamente no existe comunicación entre nosotros. En fin ¿me pueden ayudar para esa noche del 24 y tal vez la del 31?  ¿Qué es lo que ofrecen y cuáles son sus condiciones?”

Eloy había estado dando las vueltas, durante días, a esta posibilidad que había conocido a través del buscador Google. Era consciente que se acercaban en el calendario esas entrañables festividades y pesaban en su memoria las experiencias vividas en años anteriores, donde la depresión hizo fácil mella en su vapuleado equilibrio anímico. Algo había visto en el cine sobre el tema, pero ahora era él el protagonista de esta decisión, que le había costado bastante esfuerzo adoptar. Por supuesto que carecía de experiencia previa en la misma, sin embargo esa página de Internet parecía bastante seria y convincente. Al fin se lanzaba a llamar en esa teatralizada puerta de la simulación escénica.

Sr. Tendilla. Le he entendido perfectamente y paso a informarle, grosso modo, de nuestros servicios. Lógicamente Vd. podrá hacer, tras evaluar sus necesidades y costes, una concreción más exacta de su petición. Pero debo aclararle que para la Noche del 24 tenemos ya una importante demanda, por lo que contratar sólo ese día va a resultar bastante complicado. Otra cosa sería si Vd. optara por un paquete vinculado, Nochebuena – Fin de Año, que ahora ofrecemos con un 15 % de descuento sobre los precios en tarifa. En este caso, con la duplicidad de sesiones, no habría dificultad para atender a sus deseos. En todo caso si sólo opta a la cena del 24, le voy a inscribir en lista de espera. Bueno, le explico el conjunto de nuestros servicios.

Nuestro pack comprende todo el catering correspondiente, con tres niveles cualitativos en la comida y bebida, según costes. Puede optar también entre uno y seis acompañantes, vinculados a una variada gama de edad, siempre a partir de los dieciséis años y hasta incluso los ochenta. Estas personas mayores van a desempeñar el rol del abuelo que vive con sus hijos. Obviamente, pueden ser del género masculino y femenino. También Vd. decide si prefiere árbol o belén. Tenemos una amplia gama de villancicos, tanto de corte clásico (como La Marimorena, Ya vienen los Reyes o Los peces en el río) o algunos más modernos, interpretados por Lennon, Celine Dion o Sinatra). No faltará tampoco el popular Christmas Carol, Silent Night. Las personas que le acompañarán en la Noche, mantendrán muy bien la velada, entonarán canciones, compartirán su mesa y le sugerirán diversas llamadas a familiares y amigos. También Vd. recibirá llamadas telefónicas o mensajes de correo electrónico, inesperados pero muy simpáticos y cariñosos.

Un servicio reciente que hemos incorporado a nuestro pack es el de la llegada a casa de un pariente lejano, generalmente arruinado pero muy cariñoso y necesitado, que pide ayuda para esa emblemática noche. Se trata con ello de motivar al cliente a fin de  que  desarrolle un gesto caritativo y fraternal.

En caso de mostrarse interesado también por la Noche de Fin de Año, nuestros actores realizarían un sugerente  cotillón, con música y baile, en función del espacio disponible y sus apetencias. Habrá zambombas, panderetas… incluso esa botella de aguardiente que facilita tan acústicos sonidos.  Le aseguramos que no se va a aburrir o entristecer con estos expertos profesionales, personas cualificadamente preparadas para estos singulares eventos. Al la finalización de la velada, un equipo técnico pasará por su domicilio a fin de recoger todos los enseres aportados, dejándole el piso en las mejores condiciones de orden y limpieza. Le aseguro que todo le va a parecer muy cercano a la realidad. Incluso mejor de lo que Vd podría pensar o esperar. Obviamente, todo ello conlleva un coste, pero los excelentes resultados que estamos obteniendo en situaciones similares avalan nuestro prestigio y mejor hacer”.

Cuando Eloy conoció algunos precios orientativos, por el servicio que pretendía contratar, quedó presa del asombro. Le vino a la mente esa evidencia de que la moneda puede abrir muchas puertas aunque, realzando la segunda parte del dicho, no todas, por supuesto. Ciertamente tenía unos ahorros dispuestos para darse esa ilusión o experiencia, en esa fecha tan señalada en el almanaque que la Noche del 24. Pero, aun gustándole esa golosina de la travesura, a fin de realzar su alicaído ánimo, quiso pensárselo mejor. Aún faltaban dos semanas, para ese temido miércoles de celebración. Rogó que no lo borraran de la lista de espera, pero que daría la respuesta definitiva a no tardar. Eso sí, tuvo que dejar una señal económica, a fondo perdido, para el caso de renunciar al contrato, siempre que fuese llamado para concretar la compra del servicio o celebración. Cincuenta euros de garantía, cifra que estaba en consonancia con lo que tendría que abonar (por encima de los dos mil quinientos euros) en caso de que al fin fuese elegido para recibir a los figurantes de su gran cena.

Eloy, en la actualidad, vive la situación de su retiro laboral, tras haber trabajado durante treinta y siete años en la Administración pública. Le ha quedado una buena pensión económica, situación más que desahogada para una sola persona. No tiene obligaciones con respecto a su ex ya que, en el momento de la ruptura, ambos pactaron vivir cada uno por su cuenta sin ninguna atención recíproca. Conoce que ella rehizo su vida con el propietario de unas bodegas y poco más. Y es que hace nada menos que veintiséis años de aquella desagradable situación que terminó de una manera “muy civilizada”. Al no existir otra responsabilidad personal, como hijos o familiares directos, se puede permitir este capricho escénico a fin de frenar esos bajones anímicos que, cada vez con más frecuencia, le sobrevienen. Especialmente, cuando llegan las festividades navideñas, fechas que a muchos desestabilizan en sus sentimientos y recuerdos.

El martes de la semana anterior a la Nochebuena se fue a dar un paseo después de comer. Se había presentado un día en el que era grato estar sentado en algún lugar, gozando con la templanza de un sol que reconfortaba las gélidas temperaturas de diciembre. Le seguía dando vueltas al asunto de la fiesta. Había momentos en que se ilusionaba, como un niño, por esta travesura que le podría tener a él como principal protagonista. Pero a esos desvaríos le sobrevenían otros momentos de lucidez y racionalidad. ¿Se iba a gastar un dineral para afrontar una alocada experiencia que sonaba más a espectáculo cinematográfico? Analizó una vez más la situación y en un arranque de responsabilidad marcó de nuevo el número de teléfono de los Multiservicios Happy Life. Contactó con la señorita Miller, que le había atendido la vez anterior, explicándole que renunciaba a su opción en la lista de espera. Tras explicarle sus motivaciones para esta decisión, la amable Betty Miller le indicó que era bastante improbable, dada la proximidad de la fecha, que hubiera podido tener acceso al contrato para la fiesta. Y que le iban a ingresar en su cuenta los cincuenta euros que había abonado como señal de garantía.

Tras agradecer a esta amable profesional la comprensión que mostraba ante sus argumentos, se dirigió, ya en la caída de la tarde, a una parroquia cercana a su domicilio. Esperó a que finalizase el oficio religioso que el párroco estaba celebrando. Cuando el sacerdote entró en la sacristía, hasta allí se dirigió Eloy, rogándole si tenía unos minutos para atenderle. Sacerdote y feligrés, se dirigieron al despacho parroquial donde mantuvieron un interesante diálogo.

“Valoro mucho, D. Fernando, la paciencia que ha mostrado al escucharme. Como sin duda comprenderá, atravieso una etapa un tanto desordenada en lo psicológico, que temo me afecte también en lo orgánico. En resumen, quiero pedirle su ayuda. Si Vd conoce alguna familia o persona individual que se encuentre viviendo la crudeza de la soledad y la necesidad, le rogaría me pusiese en contacto con la misma. Me agradaría invitarla a compartir la Nochebuena,  en esa ya próxima fecha del 24 de diciembre. Lo he estado pensando y creo que es una decisión más racional que esa desafortunada locura que he estado a punto de cometer. Yo me ocuparía de comprar todo lo necesario para que resultara una cena agradable, plena de amistad y solidaridad. Le reitero que aceptaría igual a una familia o a una persona individual. Lo que deseo evitar, por todos los medios, es hundirme en el egoísmo de la soledad, en tan emblemático día”.

Resultó una cena sencilla, agradable, cariñosa e intensamente  fraternal. Nati, una madre soltera, que aún no ha cumplido sus tres décadas en la vida, junto a sus hijos pequeños Raúl y Elena, acompañaron a Eloy en esa Noche en la que todos los humanos formamos parte de una gran familia. No faltaron alimentos muy apetitosos. También, villancicos de toda la vida y hasta un pequeño Belén que hizo sonreír a pequeños y mayores. Mientras, en alguna otra vivienda de esa misma ciudad, había actores que interpretaban. En el piso de Eloy estaban cuatro personas, a modo de una sencilla familia, que sabían compartir el calor del amor y el dinamismo de la caridad. Merry Christmas…. FELIZ NAVIDAD. -



José L. Casado Toro (viernes, 19 diciembre, 2014)
Profesor

viernes, 12 de diciembre de 2014

CONFIDENCIAS ÍNTIMAS DE UNA AMIGA, EN LA INMENSIDAD DE LA TARDE.


Desde que ambos terminamos los años de facultad, nuestra relación se fue haciendo cada vez más limitada. Habíamos gozado de una afectiva connivencia en la etapa estudiantil, pudiéndosenos considerar como dos amigos íntimos. Para el divertimento, para la confianza, para el estudio y para todos esos pequeños y grandes problemas que van surgiendo en el día a día. Después, la vida de ambos fue marchando por diferentes derroteros. En fechas concretas siempre mantuvimos el buen tono de esa felicitación, vía telefónica, que se agradece con simpatía y afecto. También, en algunas ocasiones, tuvimos la suerte de coincidir. Aprovechamos, lógicamente, la oportunidad del encuentro para compartir algún café y disfrutar con esas palabras que parecen vitalizar la vieja amistad. Pero la verdad es que cada uno de nosotros tenía ya su estructura vivencial muy consolidada, lejana a esos gratos tiempos, siempre recordados con alegría y nostalgia, de la adolescencia tardía.

De manera inesperada, una mañana recibí un whatsapp, cuyo contenido me dejó ciertamente preocupado. Era de mi entrañable amiga Elena. Ella, casi siempre, solía utilizar la comunicación telefónica directa para hablar conmigo, por lo que el breve texto del mensaje me puso a cavilar.

“Me encuentro muy mal de ánimo. Necesitaría hablar contigo ¿Podemos vernos un ratito, esta tarde o mañana?”

Conociendo bastante a la persona que estaba al otro lado del teclado, vitalista, hiperactiva, imaginativa y maravillosamente traviesa….. me preguntaba ¿qué podía estar pasándole? Sin más dilación respondí al mensaje, ofreciéndole era misma tarde para que pudiéramos dialogar. Le sugerí una conocida tetería, cercana a la Catedral, donde el ambiente suele ser bastante agradable. Añadí una amplia disponibilidad horaria para que ella pudiera, cómodamente, concretar.

Los dos fuimos “británicamente” puntuales. Cuando el reloj de “la Manquita” marcaba las seis silenciosas campanadas, sellamos con un cálido beso nuestro nuevo reencuentro. Elena vestía un sweater color beige, primorosamente calado, de mangas cortas, encima de una fina camiseta blanca. Ella, que siempre había una aficionada a llevar jeans, había dejado de usar esta cómoda prenda a partir su boda. Nunca se me ocurrió preguntarle el porqué. Pero esta tarde ¡oh novedad! traía unos vaqueros ceñidamente ajustados, color azul marino, que hacía más deportivo su atrayente cuerpo femenino, esbeltamente delgado. En él no había hecho mella aparente la gestación de tres hijas, dos en la ESO y la mayor Marian, iniciando ya el bachillerato, en un centro privado de la costa con profesores nativos ingleses.

Efectivamente mi amiga había hecho un matrimonio “bien”, con un arquitecto prestigioso al que conoció en uno de sus primeros trabajos como azafata de congresos. Catorce años mayor que ella, Jaime, divorciado de una alemana, afrontó su responsabilidad al dejarla embarazada. Fue un matrimonio ….. sin amor exultante pero que fue resistiendo el paso de diecisiete años con una acompasada y bien llevada rutina. “Pero ¿qué es lo que te ocurre? mi entrañable amiga”. Un par de zumos, de naranja natural separaban en la mesa a dos viejos amigos que siempre tenían algo que decirse.

“Lo estoy pasando francamente mal, Emil (así me llamaba ella). Sobre mi vida tu conoces mucho más que algunos miembros de la familia. Siempre has estado cerca, aún en la lejanía. Ya sabes que mi matrimonio fue un tanto forzado, aunque ha resistido todo este largo tiempo. No tengo quejas en lo material, por supuesto, pero no ejercer alguna actividad, al margen del hogar, fue un profundo error. Tuve que dedicarme a la crianza de mis hijas. Mi mejor tesoro, claro. Pero ahora, que ya están en la adolescencia, van haciendo su vida como es natural. Es esa vida autónoma que también hace Jaime…. En todos los aspectos. Tengo certeza que a pocos años de lo nuestro, él siguió con sus aventuras de faldas, por aquí y allá. Eso sí, con exquisita elegancia para evitarme humillaciones. Pero una mujer se da cuenta de todo lo que va ocurriendo ¡cómo no! Lo cierto es que ahora me veo cada día más inútil, más aburrida  y, lo más grave, sin esa fuerza y dinamismo que tanto valorabas y apreciabas en nuestro años de facultad. ¿Cómo te lo diría? La poesía, el vitalismo, las ilusiones, han ido desapareciendo en mí. Las horas y los días se han ido convirtiendo en una prosa rutinaria ….. carente de encanto. Sé que lo estás pensando. Lo veo en tu mirada. He pasado por esa dinámica tan nublada de los médicos y el pastillaje. Pero tan son sólo parches que no llegan al fondo del asunto. La medicina tiene que estar en mi…. antes que ir a buscarla en la farmacia. En fin, que me encuentro en un agujero anímico, del que no sé cómo salir”.

Elena hablaba muy despacio, marcando expresivamente las sílabas de sus palabras. Alternaba el movimiento de sus ojos, centrándolos en mi atención y en ese vaso de zumo del que apenas tomaba algunos sorbos. Esta forma de comunicarse era también novedosa, pues mi amiga se había caracterizado, en general, por ser adorablemente impulsiva en su forma de hablar. Tal vez sería el paso del tiempo o el complicado estado anímico por el que estaba pasando.

“Elena, tienes que organizar mejor todo ese amplio tiempo libre que tienes a tu disposición. Los hijos crecen y ves como van haciendo su vida cada vez con más autonomía. Ello te provoca un sentimiento de inutilidad, al no saber emplear bien, rellenar con ilusión y eficacia, las horas que tienes por delante cada uno de los días. Todos hemos de buscar, en nuestro carácter, aquellas aficiones que más nos pueden enriquecer el ánimo”.

No me dejó continuar. Parece que ella venía con una idea prefijada que, al manifestármela, me impactó por lo inesperado de su contenido. Mirándome a los ojos y ruborizando sus mejillas, comenzó a desvelarme las verdaderas intenciones de esta inesperada entrevista.

“Nosotros siempre supimos llevarnos bien. Incluso muchos de nuestros compas me preguntaban si estábamos saliendo juntos. Hace ya mucho tiempo, claro. Yo lo hubiera querido, pero ….. tu no te decidiste. Y mi matrimonio, ya sabes…. Yo sé que tampoco has tenido suerte con tu opción. Pero al menos supiste romper con tu pareja a tiempo, sin que os hubiesen llegado los hijos. Esa situación te ha dado mucha libertad para reorganizar tu vida. En este sentido, muchas veces he pensado y añorado como hubiera sido este trozo de mi vida contigo. ¿No has pensado que tú y que yo aún estaríamos a tiempo de retomar unos sentimientos que, no me cabe duda, tanto en ti como en mí han existido?

“Mi entrañable amiga, bien conoces que siempre he sido sincero contigo. No te voy a negar que siempre me has gustado y que no una, sino muchas veces he dibujado como hubiera sido mi vida junto a ti. Pero la vida nos ha llevado por caminos cercanos, aunque no coincidentes. No sé como sería esa posibilidad que tú acabas de plantearme, muy generosamente. ¿Has llegado a pensar que tienes una familia, tres hijas, todavía adolescentes….. en cuanto a tu marido, aunque no os llevéis… con intensidad, me das a entender que os soportáis y que al menos guardáis las formas.

Es cierto. Nunca, nunca me has dejado de gustar, pero la situación la pienso como muy complicada. Yo no quiero cerrar ninguna puerta, pero necesito tiempo para integrar y asumir esta conversación cuyo contenido ha sido… de impacto. Ahora lo primero, y principal, es que trates de mantenerte ocupada. Cultiva aquellas ilusiones que tanto te caracterizaban. Escribías muy bien. Te gustaba salir a la naturaleza ¡buenas excursiones las que nos organizabas! En cuanto a la destreza con los pinceles, lo hacías muy bien, y parecías disfrutar mucho cuando creabas aquellas bonitas puestas de sol. ¿Y tu círculo de amigas? Déjame un poquito de tiempo, Elena. Necesito ese espacio de oxígeno para asimilar o coordinar tus sentimientos con los míos”.

Ambos vasos de zumo quedaron a medio consumir. Evité cerrar nada, pero, al tiempo, tampoco abrir una posibilidad que era sólo eso: complicadamente posible. Nos despedimos con sendos besos y quedamos en seguirnos viendo al menos una tarde en cada semana.

Cuando caminaba por esas calles tan vacías, pero al tiempo tan llenas, camino de casa, observé una imagen que me dejó gratamente impresionado. Una joven pareja, ella era rubia con los ojos azulados, él parecía africano, con la piel de color, estaban danzando, ambos abrazados, ajenos a cualquier mirada, a cualquier comentario, por parte de un público que caminaba con prisas. Aprovechaban ensimismados el corto espacio del suelo donde aún llegaban los rayos de un sol que adormecía. Seguían bailando, tiernamente unidos. No había orquesta para la acústica musical. Muy probablemente esas notas del pentagrama sonaban, construyendo compases en sus cabezas o tal vez en la percusión anímica de sus corazones. Me alejé de aquel lugar, ya cerca del puerto, mientras esa pareja continuaba con su ingrávida danza sobre las losetas del suelo. “Elena, Elena …… que debería hacer. ¿Podría ser nuestra segunda y definitiva oportunidad?”

Aquella noche, en un acomodado apartamento de la zona Este malagueña, dos personas hablaban, con fría y descarnada claridad, en la intimidad de su dormitorio.

“Debes seguir intentándolo, Elena. Tu siempre has estado pirrada por ese antiguo compañero de clase. Lo nuestro fue forzado, por las circunstancias. Pero ahora, que las niñas son ya mayorcitas, debemos plantearnos nuestra relación. Con franqueza y lealtad. Entre tú y yo ya no queda nada. Es la verdad. Yo tengo mis asuntos afectivos y tú debes buscarte una nueva vía para tu vida futura. Económicamente, no vamos a tener problema alguno. Siempre te ha gustado ese….. Emil, como tú le llamas. No lo dejes escapar, porque es la persona a quien  verdaderamente quieres. Pienso que Emilio te tratará muy bien. Sigue insistiendo con él. Cuando tengas la cosa a punto, arreglamos todos los papeles y de mutuo acuerdo…. cada uno por su lado. Te confieso que deseo unir mi vida con una persona que me hace sentir el por qué de cada día. Seguro que con ese hombre, también tú, vas a encontrar esa felicidad que tanto hemos fingido poseer. Con habilidad y paciencia, debes continuar luchando por un objetivo que es bueno para ti y, por supuesto, también para mi”.  



José L. Casado Toro (viernes, 12 diciembre, 2014)
Profesor