martes, 16 de septiembre de 2014

LA EXTRAÑA EXPERIENCIA CON LANIA, UNA JOVEN AUTOESTOPISTA.


Como suele hacer cada lunes del año, Ramiro viaja en su veterana y voluminosa furgoneta, camino de diversos destinos por la geografía andaluza. El motivo de esta actividad es comprar mercancías en origen, a fin de revenderlas, posteriormente, en algunos establecimientos de las barriadas malagueñas e incluso también a comerciantes de los mercadillos ambulantes. Ahora, al filo de sus cuarenta primaveras, realiza este trasiego en solitario pues su padre, con el que compartía desde casi desde la infancia los viajes, ha decidido jubilarse, tras muchos años de voluntarioso y ordenado trabajo. Nunca ha sido un buen estudiante. De hecho sólo llegó a terminar sus estudios primarios, pero es una persona laboriosa, de noble carácter, que se esfuerza en buscar las mejores ofertas para sus compras, a fin de ganar el necesario sustento con el que atender a su familia. Sólo tiene una hija pequeña, Fátima, aunque con el matrimonio convive su madre política, una señora ya bastante mayor.

Este comerciante tiene la costumbre de llenar el depósito de su vehículo en una gasolinera ubicada a la salida de Málaga, a la altura del Jardín Botánico, camino de esa carretera que conduce a las provincias hermanas, tras recorrer el orográfico tramo viario hasta el Puerto de las Pedrizas. Es frecuente que en las estribaciones del puesto expendedor de combustible, se aposten algunas personas que practican el autoestop. En general, son jóvenes que, con su mochila al hombro, hacen la indicación correspondiente a los automovilistas que circulan por la zona. Algunos de aquéllos, escriben en una cartulina el lugar al que necesitan desplazarse, aunque los más sólo mueven el dedo, mostrando la petición de ayuda. Ramiro, en alguna ocasión, ha atendido a estos viajeros, trasladándolos a diversas localidades por las que tenía que pasar. Sin embargo, en los últimos tiempos es un tanto receloso a parar la furgoneta, pues no sabe a quien va a tener como compañero de viaje. Algunos amigos le han contado hechos un tanto desagradables, por lo que extrema la prudencia antes de acceder a los requerimientos de estos viajeros con reducidos medios económicos.

En  el amanecer de este último lunes de agosto, tras repostar su depósito, Ramiro observa a una joven viajera que espera, junto a su aparatosa mochila, la atención generosa de algún coche que la quiera trasladar. Su figura, admirablemente delgada, media estatura, pelo recogido, color castaño oscuro, con unos ojos celestes que transmiten bondad, llama la atención confiada del transportista quien, antes de entrar en la furgoneta le pregunta hacia donde se dirige. La chica le responde que su destino es Granada. Tras ubicar su equipaje en la parte trasera del vehículo, agradece con una agradable sonrisa la generosidad del conductor. Pronto la conversación fluye entre ellos, cuando ya los rayos del sol trazan sus pinceladas cálidas sobre el lienzo marrón de unas montañas que, desde siempre, han dificultado orográficamente la salida hacia el norte, desde la bella capital malacitana.

“Gracias por tu confianza y ayuda. Mi nombre es Lania. Sí, soy estudiante. Segundo curso del grado de Psicología. ¿Puedo tutearte, verdad? Vivo en Madrid, donde nací hace ya veinte añitos. Este verano quise dedicarlo a la experiencia de viajar, de esta forma un tanto bohemia. Comencé mi recorrido a finales de julio y a estas alturas ya he conocido muchas ciudades y regiones de la península. He pasado por algunas provincias del norte, por Aragón, Cataluña, bajando después por el Este. En Málaga he permanecido tres días.  La verdad es que mi familia es muy acomodada. En exceso acomodada. Quiero conocer otro tipo de vida de aquel en el que tengo prácticamente todo a mi disposición. El tenerlo casi todo te quita ilusión para luchar cada día.  Es bueno tratar con esas personas a las que nunca he visto, sus formas de vida, sus problemas y objetivos en la vida. Al principio sentía un poco de miedo de emprender esta aventura, en solitario. Pero he preferido llevarla a cabo, al margen de los amigos y mi aburrida pareja. Bueno, en realidad cada uno vamos por nuestro lado, pero así se llevan hoy las cosas de la relación entre jóvenes….”

El viejo “carromato” seguía devorando los kilómetros, con ese agradable sonsonete o rugido del diesel, siempre fiel a las necesidades del conductor. La chica era muy expresiva y trataba de mostrarse agradable, ante la generosidad del transportista. Ramiro, en un momento de ese trayecto hacia la ciudad de los cármenes, percibió que de manera paulatina el semblante de la muchacha se fue tornando menos animado e incluso sus palabras dieron paso a un prolongado silencio. Pensando que tal vez la chica necesitase reponer fuerzas con el alimento, aprovechó la proximidad del Área de Servicio “Los Abades” para desviarse e invitarla a tomar algo. Lania le confesó que no había desayunado.

Tostadas con aceite y tomate, café con leche y zumos de naranja. En un momento del desayuno, la joven miró a los ojos de Ramiro y comenzó a sincerarse de la verdadera situación que no había querido transmitirle.

“Reconozco que hay cosas que responden a la verdad, en lo que te he contado. Pero hay otros elementos que debes conocer en su realidad. Desde que se separó de mi padre, persona con notable solvencia económica, mi madre ha ido libando de flor en flor. Yo creo que de una forma un tanto desordenada, producto sin duda de la ruptura que ha tenido que afrontar. Ya en la madurez de su vida, ha buscando compañía en personas de muy distinto talante y carácter. Yo he ido pasando de todos ellos. Pero el último de la lista o serie ha resultado más peligroso de lo que suponía. Un niñato joven, que huele y apetece el dinero, y que ha tratado der aprovecharse de una mujer que vive en una situación de desequilibrio. Lo más grave del caso es que ha querido jugar a dos bandas. También conmigo. Y la situación se ha convertido en muy desagradable. Siento temor … ante la naturaleza inquietante de esta persona. Este verano he querido poner tierra de por medio, a ver si las aguas en casa se remansan. Eso es lo que realmente me ocurre. Bueno decirte que con mi padre apenas me llevo. Lo veo sólo de tarde en tarde.”

Completaron el desayuno y aunque Ramiro tenía una jornada muy larga de trabajo, aprovechó la franqueza de la joven para darle algunos consejos, en el plano de la sensatez y la amistad. Lania asentía a todas las consideraciones que el comerciante le hacía, básicamente las sugerencias de que ella, ya mayor de edad y con una disponibilidad económica suficiente, intentara vivir su vida. Que tratase, en la medida de lo posible de poner distancia al comportamiento materno, un tanto desequilibrado por efecto de la nueva situación afectiva que esta señora había tenido que  afrontar. “Si percibes que este nuevo compañero de tu madre trata de sobrepasarse o hacerte la vida desagradable, actúa con diligencia y acude a quien mejor te pueda ayudar. Llegado el caso, los servicios sociales de la policía, local o nacional, siempre van a estar a tu disposición para apoyarte y protegerte”.

El viaje continuó hasta Granada. Durante la mayor parte de esos cincuenta kilómetros que la furgoneta recorrió hasta la romántica ciudad de la Alhambra, conductor y pasajera permanecieron básicamente en silencio. Ambos pensaban en sus realidades y circunstancias, sin duda. Aunque Ramiro tenía que continuar hasta Jaén, se desvió por Santa Fé, y entró por el Camino de Ronda, a fin de dejar a Lania en un cómodo lugar para continuar su aventura veraniega. Un beso selló la despedida entre ambos. Le dejó su correo electrónico a la chica a fin de que pudiera, llegado el caso, ponerse en contacto con él. Se mostró dispuesto a prestar la ayuda necesaria a una jovencita que sin duda, necesitaba un padre atento a ejercer su necesaria responsabilidad. 

Difícilmente podía llegar a creer la realidad que estaba viviendo. Cuando Ramiro llegó a Jaén (poco más de 100 kms de distancia) cae en la cuenta de que no tiene ya su cartera, dentro del bolsillo de la cazadora, tipo chaleco, que suele utilizar para sus viajes. ¿Qué había podido ocurrir? Lo grave es que ha perdido la documentación, las tarjetas y una cantidad apreciable de dinero, para los gastos e imprevistos. Se le pasa por la cabeza distintas posibilidades para esta grave pérdida. Una de ellas, por supuesto, es la de Lania. Pero se resiste a aceptar esta causa, ya que en las dos horas y pico que estuvo con la muchacha ésta pareció ser una persona noble, honesta y sincera. El propietario amigo de un almacén de aceite le dejó algún dinero, a fin de afrontar la  incómoda situación. Anuló rápidamente las tarjetas de crédito y completó sus gestiones comerciales en la ciudad del olivo, lo más rápidamente que pudo. Cargó la furgoneta con garrafas de aceite y se dispuso a volver a Málaga, donde tomaría la decisión de presentar una denuncia al respecto de lo que le había sucedido. Cae en la cuenta de una evidencia que no le favorece. De la chica sólo conoce su nombre (siempre que este fuera verdadero). No tiene otros datos de la joven, salvo su apariencia física.

Viernes de esa misma semana. Después de comer, Ramiro descansa un rato en el sofá, mientras la pequeña Fátima juguetea sentada en la alfombra. Clara, su mujer, ordena la cocina y se prepara una infusión de menta poleo, pues siente algo de malestar en el estómago. Suena el timbre de la puerta, que es atendido por el comerciante. Un mensajero urgente le entrega un paquetito, sin cargo al respecto. Viene sin remite nominal, aunque el envío procede de Toledo. Abren el sobre y dentro del mismo aparece su cartera de piel beige. La documentación y las tarjetas estaban al completo, no así el dinero que llevaba el lunes pasado. Faltaba, aproximadamente, el 40 % del mismo. No hay rastro alguno de comunicación, explicación o disculpa. Pero esa noche, en el listado entrante del correo Yahoo, aparece un e-mail dirigido a su persona.

“Soy Lania. No te merecías que te hiciera esto, Ramiro. Eres una muy buena persona y yo me porté contigo de una manera asquerosa. Te conté varias historias que no responden a la verdad. Todo me lo inventé. Me llevaste en tu furgoneta, me distes un buen desayuno y sabios consejos. Y yo te respondí con el engaño y con el dolor de arrebatarte tu cartera, sin que te dieras cuenta. Te decía que todo era falso. Mi vida bohemia se sostiene del pillaje y de la apropiación de lo ajeno. Voy de aquí para allá, a fin de evitar que la policía me siga los pasos. Tampoco mi nombre verdadero es Lania, pero que más da. Tu puedes llamarme por Lania. Te devuelvo lo que era tuyo. Sólo he gastado parte del dinero, en unas nuevas botas para el invierno y algo también para la comida de estos días. No me guardes rencor, por favor. Te recordaré siempre como la imagen de una buena persona. Lástima que no te hubiera conocido siendo yo una niña. Ahora no estaría metida en medio de la basura. Pero al menos, me has enseñado a saber respetar. Confío en cambiar mi forma de vida algún día. Tu correo será para mi una puerta a la esperanza, en esos momentos turbios que nos sobrevienen. De nuevo, perdóname el daño que te provocado. Lo siento mucho.  L.

Profundamente emocionado, Ramiro respondió a ese correo.

“Querida Lania. No, no estoy enfadado contigo. Pero sí con ese mundo que te ha hecho ser así. Por favor, cambia. Tiene que haber esperanza para personas buenas como tú. Aquí siempre tendrás a un amigo dispuesto a tenderte la mano. Con mi persona y familia, ya te considerarás menos sola. Tienes que buscar un trabajo y poner un poco en orden tu vida. ¡Claro que tienes un buen corazón!  Recibe un beso, Ramiro”.



José L. Casado Toro (viernes, 19 septiembre, 2014)
Profesor

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