Para la noche del sábado, habíamos decidido cenar en casa, dada la hora en que había sido programado el espectáculo al que pensábamos asistir posteriormente. La obra teatral comenzaría a las 22 horas, estando prevista su finalización para el entono de la medianoche. Hacer la última comida del día ya en plena madrugada no resulta muy aconsejable, siempre que prioricemos los buenos hábitos en nuestra salud.
Difícilmente se podría haber elegido un marco escénico más
atrayente que el ofrecido por el bello patio claustral
del Instituto de bachillerato Vicente Espinel, sito en la malagueña
calle Gaona. Aquí estudiaron ilustres personajes de la cultura universal (como
Severo Ochoa, Denis Belgrano, Blas Infante, Pablo Ruiz Picasso, Emilio
Prados….). Este antiguo edificio de estudios para los sacerdotes de San Felipe
Neri (se halla unido a la iglesia de este mismo nombre) ha albergado a muchas
generaciones de estudiantes malagueños, siendo conocido durante décadas por el
“Instituto femenino” hasta la llegada de la época democrática actual. La obra
teatral, representada por el grupo malagueño Pata
Teatro, llevaba por titulo: El lindo Don Diego.
Fue escrita por el clérigo y dramaturgo del Siglo del Oro Agustín Moreto (Madrid, 1618 – Toledo, 1669)
perteneciente a la escuela literaria de Calderón de la Barca. Resultó una muy
divertida comedia satírica de enredos amorosos, cuya comicidad nos hizo
disfrutar “de lo lindo” a esos casi cien espectadores que ocupábamos tres de
los cuatro laterales del perímetro claustral, correspondiente a un artístico
edificio levantado a mediados del siglo XVIII. Va a estar representándose hasta
la primera decena de agosto.
La proximidad física de los asistentes a los actores, junto a
la convincente actuación de los mismos, nos permitió gozar plenamente de una
obra con la que ríes, piensas y haces posible la empatía argumental que te
traslada a los comportamientos, atuendos y lenguajes pertenecientes a una sociedad
de hace ya casi cuatro siglos. El libreto, escrito en un inteligible lenguaje
versificado, y la destreza en las “tablas” por parte de los ocho actores, hizo
que el tiempo de escena (hora y tres cuatros) se nos hiciera atrayentemente
corto. La sonrisa, casi permanente, en los espectadores, mostraba lo bien que
lo estábamos pasando en una noche de cielo limpio y templada temperatura, que
avecinaba el clásico terral con que la meteorología suele visitarnos en las
semanas de Julio. Desde luego la opción para esa noche
de sábado fue más que acertada y recomendable para todos aquellos a quienes
gusten los buenos “manjares” teatrales. Por cierto, el autor de ésta y
otras interesantes comedias tiene dedicada una calle en el laberinto urbano de
Málaga. Esa arteria viaria se halla ubicada en el popular y tradicional barrio
victoriano, precisamente muy próxima a la calle Victoria.
De vuelta a casa, caminaba lentamente por el centro antiguo de
la ciudad, poblada en la actualidad por cientos de establecimientos de restauración
y copas, tanto para el público malacitano como para los miles de turistas que
nos honran y gratifican económicamente con su presencia. A pesar de que los
relojes habían ya superado la frontera de un nuevo día, bares, restaurantes y
lugares de copas permanecían verdaderamente abarrotados por un público de todas
las edades (predominando los jóvenes y los adultos) que seguía consumiendo y
bebiendo, ajenos totalmente a condicionamientos horarios. Esa frase de que el centro antiguo de Málaga se ha convertido en un
restaurante global, con centenares de establecimientos ahijados, es
bastante certera y oportuna en la visión de tantas y tantas noches de comida,
bebida, charla y amores para la aventura. Plaza de la Merced, Alcazabilla,
Granada, Calderería. Plaza de Uncibay, Plaza del Carbón, Molina Lario, Plaza de
la Constitución, Larios, con sus calles adyacentes …… se han transformado es
ese escaparate turístico que ofrece la ciudad, centrado en la restauración,
para el cuerpo, y en la aportación museística de
Picasso, Thyssen, Patrimonio, Alcazaba, Catedral, Gibralfaro, Vino, Vidrio,
Automóvil …… para la cultura. Sin embargo, contemplar el impresionante edificio
de la antigua Aduana, aún cerrado y con sus pinturas guardadas en blindados
almacenes, con los millones procedentes de nuestros impuestos que ha costado su
cuidada restauración, es una sinrazón más que refleja lo poco eficiente y
desacertada clase política que ha decidido gobernarnos.
0:25 de la madrugada.
Atravesaba la Plaza del Siglo, muy cercana a la
bella estampa de la Catedral iluminada.
Veía un espacio literalmente tomado por mil y una mesas ubicadas en la
calle, donde el turista de aquí y de allá, junto a los paisanos de la tierra,
continuaban engullendo platos bien repletos de fritura, embutidos y ensaladas
prestas a la imaginación del chef. Mucha cerveza y “mollate” de distintas
tonalidades eran consumidos a discreción generosa, mostrando semblantes alegres
y desenfadados, entre los comensales protagonistas. Y he aquí que, en un
lateral de la Plaza, junto a las barras sustentantes de una escultura metálica
cuyo significado desconozco, observo un llavero descansando sobre ese suelo
hecho a base de pequeños cilindros de mármol, rodeados de cemento. De ese llavero metálico, color plata, pendía una plaquita
con unos números y letras grabados, además de dos llaves. Una de ellas
inconfundible. El supuesto propietario conducía un Peugeot. La otra llave, de
tipo magnético, pertenecía a una puerta blindada de hogar.
La primero que se me vino a la mente es que el propietario de
este objeto perdido podría tener severas dificultades para conducir su coche y
entrar en su domicilio, en esa madrugada del sábado. Miré a mi alrededor, como
tratando de encontrar algún miembro de las fuerzas de seguridad o a alguna
persona responsable a quien entregar el objeto encontrado. Pero sólo veía muchas personas que seguían con su comida y
bebida, todo ello adobado con un sonido ambiente de generosos decibelios.
Por lo visto, entre las formas de hablar existe la de gritar, a ver quién puede
hacerlo más fuerte. Dudé también en volver a dejar las llaves en el mismo lugar
donde las había encontrado, idea pronto desechada ya que entendía que algo
mejor podría hacer a fin de ayudar a una persona que tal vez estaría ya muy
preocupada ante la pérdida que había sufrido. ¿Qué
hacer? ¿Echarlas en un buzón de correos? ¿Llevarlas a la oficina de
objetos perdidos de calle Victoria (tendría que ser ya el lunes)? ¿Entregarlas
en la Comisaría de Policía, sita en el bloque del Mercado de la Plaza de la
Merced? Entre todas esas dudas estaba, cuando reparé en la pequeña plaquita,
donde estaban grabados unos números y letras. ¿Podrían esos dígitos tener algún
significado que nos diese o condujese a la persona propietaria de estos
importantes y útiles elementos para su desplazamiento y vivienda?
Ya en casa, sobre la una de la
madrugada, me fui directamente al ordenador. Pensaba que tal vez podía
encontrar algún significado para ese conjunto de letras y números, llenos tal
vez de misterio. Desde luego era el único camino identificador que tenía a mano
en ese momento. Y me dispuse a la tarea. Aunque en un principio teclear esas
cifras parecía no dar resultado alguno, insistiendo una y otra vez con los
números y las palabras, en la telaraña inmensa de las redes sociales, comencé a
vislumbrar señales de lo que estaba ocurriendo con “pérdidas
de llaves, en la noche malagueña”. Tras avanzar en la modesta
investigación que había emprendido, llegué a unos datos telefónicos que podían
aclarar toda la tramoya que se había montando para esta noche de julio. La noche avanzaba y al fin tenía a un interlocutor
al otro lado de la línea telefónica.
“Le agradecemos efusivamente su exquisita colaboración, tesón
y paciencia. Le explico básicamente lo ocurrido. Lo que empezó siendo un simple
juego de estrategias, teniendo como base las redes informáticas, ha tomado un
carácter de mayor envergadura a fin de estudiar el comportamiento y las
reacciones ciudadanas, tanto individuales como colectivas. Somos un grupo de alumnos
de Psicología los que estamos
detrás de este ambicioso proyecto investigativo, vinculado al Departamento de
Psicología social. Para este sábado veraniego hemos repartido hasta siete
llaves, por distintas zonas del centro antiguo de Málaga. Se depositaron en
lugares estratégicos, aplicando una serie de variables a fin de conseguir una
respuesta más diversificada y motivadora por parte de aquéllos que las hubiesen
encontrado. Quiero significarle que hasta este preciso momento (eran las 2:15,
ya del domingo) Vd ha sido el único que se ha mostrado receptivo en tratar de
localizarnos, colaborando eficacísimamente con el proyecto investigativo. Por
todo ello, le emplazamos para una entrevista, el próximo miércoles, a las 12 de
la mañana, en el Campus de Teatinos. Sus aportaciones, junto a las de otros
posibles intervinientes, nos será muy útiles para estudiar en profundidad las
motivaciones y reacciones psicosomáticas de las personas, tras encontrar un
objeto de esta naturaleza en plena vía pública. ¡No falte, sea puntual con la
hora! que el tiempo es muy valioso para todos nosotros”.
Mandé a hacer gárgaras o puñetas al peculiar interlocutor
(creo que se llamaba Fausto Tafetán) que había atendido mi llamada, tras un
esfuerzo de localización verdaderamente encomiable. Sólo recuerdo que
pronunciaba, una y otra vez, la frase de “sosiéguese, sosiéguese, probo
ciudadano” con un marcado acento sudamericano, ante las “lindezas” que me
permití transmitir al ínclito personaje.
El reloj digital que tengo situado delante de las obras completas de
Dostoievski (1821-1881) marcaba las tres menos cuarto, de una noche ya abrazada
al cálido viento de terral. El juego de llaves pende colgado, también como
muestra investigativa, en el marco mural de los objetos curiosos a conservar-
José L. Casado Toro (viernes, 1 agosto,
2014)
Profesor
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