viernes, 18 de julio de 2014

SONIDOS QUE ALTERAN E INQUIETAN LA SERENIDAD DE LA NOCHE.


Aroa ha cumplido ya los veintisiete años y hace cuatro que finalizó su grado universitario en Psicología. Ha desempeñado diversos trabajos ajenos a su titulación, en ese largo proceso por abrirse un camino profesional que atienda a sus lógicas expectativas laborales. En la actualidad disfruta un contrato temporal de seis meses renovables, trabajando en una importante cadena de ropa Prêt à Porter, con establecimientos abiertos al público en numerosas ciudades españolas. Su buen currículum ha encontrado eco por parte de la gerencia de esta afamada marca, hecho que le ha hecho muy feliz. Al fin trabaja en una actividad relacionada con la preparación recibida en los años de facultad. Ha sido adscrita a un equipo de trabajo que estudia fundamentalmente la reacción del cliente ante las ofertas comerciales que se le ofrecen, así como la mejor atención que éste ha de recibir por parte del personal que atiende la venta de los productos en tienda. También, por supuesto, la situación anímica de la plantilla ante los retos de cada día, así como la atmósfera relacional que entre ellos mantienen.

Físicamente, esta joven es pequeña y delgada de cuerpo, aunque sus piernas muestran una recia musculatura especialmente en la zona de los gemelos. Su afición a montar en bici, tanto para el desplazamiento diario, como para los ratos de ocio en vacaciones y “findes”, explica esta característica anatómica. Tiene el cabello largo, algo ondulado y con un negro azulado muy atrayente. Sus ojos, color castaño oscuro, las líneas angulosas de su rostro y su infantil y pícara mirada, le dotan de un semblante ciertamente atractivo. En general, gusta llevar atuendos de línea deportiva, eligiendo con preferencia colores básicos e intensos, tanto los de tonalidad cálida como fría. En la actualidad, comparte la intimidad afectiva con un compañero de trabajo, Frank, adscrito al departamento de ventas, sección hombre. La estatura de su pareja supera en generosos centímetros los que ella posee por lo que, a pesar de sus preferencias por los zapatos planos, utiliza ahora unos pares que potencian las cuñas elevadoras para realzar la figura de quien los calza.

Hace ya más de un año que quiso potenciar la privacidad personal, a fin de vivir sus tiempos y afanes, por lo que decidió abandonar el hogar de sus padres con los que convivía. Alquiló, para este fin, un buen apartamento en la planta quinta de un bloque antiguo pero integralmente reformado, en la zona más antigua de la historia malacitana. Allí encuentra su independencia y libertad relacional con las ilusiones de cada día. Ha de acudir, por las necesidades de su función en la empresa, a las distintas concesionarias y franquicias que posee la marca que representa. Siempre que sea en el marco local, gusta de usar su bici para el desplazamiento, a fin de liberarse de los condicionantes de parking y la tensión nerviosa que la densificación viaria provoca en todos nosotros. Hoy día, la geometría de los carriles bicis, facilita sobremanera esta inteligente solución para la movilidad urbana.

En el bloque en el que reside existen en la actualidad varios apartamentos vacíos, pendientes de ser alquilados. El precio de estos habitáculos se ha disparado bastante en los últimos años. Todo ello debido a la recuperación turística del centro tradicional con que la ciudad ha sabido dotarse, aplicando una certera e inteligente política en la revitalización del antiguo núcleo urbano. Precisamente, el apartamento que tiene encima del suyo lleva deshabitado desde hace ya algunos meses. Continúa colgado, en el balcón que preside el bien distribuido saloncito, ese cartel exterior con un número de teléfono que oferta el usufructo de la propiedad. 

Este jueves Aroa ha ido a la cama un poco antes de lo habitual. Mañana ha de acudir a dos franquicias de su empresa, ubicadas respectivamente en la zona sur y oeste de la capital. Presiente que va a ser una jornada un tanto atareada, por lo que prefiere descansar con intensidad, a fin de tener el cuerpo a tono para afrontar el nuevo día de trabajo. Sin embargo, a eso de las 2:35 de la madrugada, se despierta un tanto sobresaltada. Escucha en el techo de su apartamento unas sonoras pisadas, producidas por el desplazamiento de más de una persona. No reparan en el cuidado y prudencia necesaria a tener, dada la hora inmersa en la profundidad de la noche. Le extraña sobremanera oír esos molestos sonidos procedente del apartamento superior. Especialmente, porque no tiene noticias de que haya sido habitado aún, según muestra el cartel que sigue luciendo la vivienda en el frontal del balconcillo que da a la calle. Las pisadas, junto a una conversación que parece tensa en el contenido, duran unos quince minutos, se volvieron a reproducir un tiempo después, cuando el reloj marcaba las cinco menos cuarto. ¿Qué estaba sucediendo en ese piso o apartamento que provocaba su desvelo y preocupación?

Al día siguiente vuelve a casa muy cansada. Ha tenido que desarrollar un complicado trabajo, tras pasar una incómoda noche, muchas horas desvelada. Tiene la oportunidad de encontrarse con Genaro, en el portal del bloque. Este mecánico del automóvil, ya jubilado por su edad, ejerce la presidencia de la comunidad de propietarios. Le pregunta si ya ha sido alquilado el piso 6 C, explicándole sucintamente lo sucedido la noche última. Su interlocutor se muestra extrañado, pues le asegura que el apartamento sigue pendiente de algún nuevo inquilino. Precisamente él conoce bien a los propietarios del mismo, debido a vínculos familiares, por lo que habría tenido alguna noticia del nuevo alquiler de la vivienda. Esta respuesta incrementa sus dudas, pero no quiere hacer demasiado importante un hecho puntual por el que ha pasado y prefiere, sensatamente, evitar dar más realce a lo sucedido.

Ese fin de semana se reúne con su pareja en un restaurante del puerto malacitano. En el transcurso de la cena, explica a Frank lo que sucedió en la noche del jueves. Éste bromea comentando que posiblemente todo había debido ser producto de un mal sueño. El tiempo atmosférico es ya muy agradable para esas fechas de junio, a medio camino entre una primavera que se despide y un verano que llega con toda su potencialidad térmica y festiva para gozar de lo lúdico. Comentan entre ellos diversos avatares, vinculados a la vida laboral que desarrollan a diario, con las dificultades y complicaciones propias que siempre quedan entre las bambalinas de la escena y siempre ajenas al conocimiento de un público que busca la mejor prenda y oportunidad al precio más asequible. Entre los propios compañeros y los encargados de los diversos establecimientos surgen con frecuencia roces, competitividades, protagonismos que, en ocasiones, alcanzan momentos desagradables que se quedan, lógicamente, al margen del conocimiento que el propio cliente percibe en las tiendas.

En la noche del siguiente miércoles, Aroa, presa de los nervios, ve como de nuevo los golpes, pisadas y algún que otra grito, rompe la estabilidad de su sueño, impidiéndole descansar. Estos hechos tienen lugar sobre las dos y pico y duran un buen rato. Tras un tiempo de silencio, alrededor de las cuatro de la mañana, vuelven a repetirse. Aquella mañana, en la tienda principal de la cadena, con el cuerpo y la mente vapuleado por la falta de descanso, confiesa a su pareja Frank la situación tan desagradable por la que está pasando. Y ya no sólo le inquieta la salud, física y anímica, sino que también se muestra muy preocupada por su situación laboral. El joven toma la decisión de pasar las siguientes noches en el domicilio de Aroa, a fin de afrontar de lleno estos acontecimientos que tanto están inquietando a su amiga y compañera. Sin que Aroa tenga conocimiento, se entrevista privadamente con Genaro, el presidente de la comunidad. Este buen hombre se muestra solicito en prestar todo tipo de ayuda, colaborando en lo posible, a fin de esclarecer un asunto que parece no tener muy buen olor.

Los hechos que ya conocemos, vuelven a repetirse, con milimétrica precisión en la madrugada del domingo al lunes. A las 3:15 m, Frank marca el número del móvil de Genaro y ambos acuden, a la mayor presteza, a este piso 6 C, golpeando con intensidad la puerta de este domicilio. Nadie responde, pero tras la rendija de la puerta ven como se apaga una luz. Teclean el número de la policía y a los pocos minutos una patrulla de la Nacional llama insistentemente a la puerta, identificándose como miembros de las fuerzas de seguridad. Prácticamente al mismo tiempo, se presenta el propietario de la vivienda, con las llaves correspondientes de la puerta. Había sido puesto en aviso por el presidente comunitario. Entran en el piso y de forma rápida localizan a tres jóvenes (de entre veinticinco y treinta años de edad) con apariencia de hippies. Dos de ellos estaban escondidos debajo de una cama y el tercero intentaba escalar por el lavadero hasta la terraza de la cubierta. Los tres son conducidos a la comisaría de policía, en situación de detenidos, acusados de allanamiento de morada, en una vivienda que no era de su propiedad.

Una semana más tarde, Aros y Frank acuden a la comisaría central de policía, donde han sido citados por el inspector Pertierra. Este funcionario de seguridad, de unos cincuenta y tantos años de edad, les recibe en un pequeño despacho situado en la planta baja del edificio.  El habitáculo se halla provisto de un ventanuco que mira a un patio interior por el que apenas entra la luz solar. Dos barras de neón blancas iluminan un espacio atestado de papeles y carpetas que sustentan un ambiente cutre y desordenado para la gestión de los dos policías que allí trabajan. Hay un olor dulzón, como acaramelado a dulce de leche, en la atmósfera de la salita, cuyo origen los dos jóvenes no llegan a identificar. El compañero de Pertierra teclea en su ordenador de manera mecánica, impasiblemente ajeno a la llegada de estas personas. Hacen un primer intento de tomar asiento pero las dos sillas de metal y formica, lustradas con mugre fácilmente perceptible, ubicadas ante la mesa del inspector, se hallan también invadidas por diversos dosieres perdidos en medio de un desorden que parece generalizado.

“Señorita Santaolalla, la investigación está muy avanzada. Creo que, en este momento, debe tener una información básica de la situación en la que se ha visto inmersa. Vd….. bueno, como eres muy joven no te importará que te tutee, ocupas un puesto importante en tu empresa. Tienes, entre tus funciones, la de coordinar y atender el comportamiento de los compañeros que ejercen la atención directa al público. Desde hace unas semanas estás investigando un grave problema que afronta tu empresa, cual es la pérdida continua de mercancías. Efectivamente están siendo robadas, pero no por agentes externos o clientes, sino por personas de la nómina empresarial. Simple y gravemente, han intentado hacerte la vida imposible, cuando han visto la rapidez y eficacia que has demostrado en tu trabajo, para descubrir el origen de estas pérdidas o hurtos. Entre esos medios para degradar tu imagen, han buscado tu inestabilidad física y psíquica, evitando que descanses por las noches. Así el trabajo a desarrollar durante el día estaría profundamente condicionado por esa alteración de tu privacidad durante las horas del sueño. Todo ha sido una operación realmente maquiavélica. Los antiguos inquilinos del piso superior al tuyo han facilitado las llaves de la puerta a esos tres jóvenes, llaves que habían duplicado antes de devolver las originales al propietario de la vivienda. Éste se olvidó de cambiar el casquillo de la cerradura y así estos yonkis podían entrar fácilmente en el piso cuando se lo proponían…………..”

La dirección empresarial concedió a Aroa una semana de vacaciones, a fin de que se recuperara plenamente de todos los avatares a los que había sido sometida. Los cuatro trabajadores, implicados directamente en la trama, abandonaron voluntariamente su vínculo laboral, sin indemnización alguna al respecto. La gerencia evitó presentar una denuncia contra ellos, a fin de no promover la difusión mediática de unos hechos que perjudicarían la imagen social de la marca. En un juicio rápido, ante la intervención policial de oficio, las siete personas que habían participado en estas acciones, tras reconocer su responsabilidad, fueron multadas económicamente y con la obligación añadida de prestar determinados días de servicios a la comunidad.

En este momento, Aroa ha conseguido al fin un contrato indefinido, mejorando la categoría laboral en su empresa. La convivencia que mantiene con Frank es muy estable y fructífera, para dos personas que se necesitan y quieren.-


José L. Casado Toro (viernes, 18 julio, 2014)
Profesor

No hay comentarios:

Publicar un comentario