Héctor se sentía muy interesado y divertido con esa curiosa
amistad que, a través de Internet, estaba manteniendo, desde hacía ya unas tres
semanas. En general, solía recelar de estos contactos on-line que, en tantas
ocasiones, finalizan en dolorosos fiascos. Pero los complicados avatares que
había tenido que afrontar, durante los dos últimos años en su vida, le habían
llevado a tener que superar determinados escrúpulos o maneras de pensar acerca
de los riesgos que pueden conllevar estos vínculos amistosos.
Todo
había comenzado en unos de esos portales o entradas que existen en la red para establecer contactos. Lo que en un principio era un
simple ejercicio de divertimento, se fue convirtiendo, de manera natural y progresiva,
en una interesante proximidad entre dos personas que necesitaban, básicamente, hablar y escuchar. Parecen dos verbos muy fáciles de
aplicar en cualquier espacio o tiempo pero…. no, no es tan simple ese ejercicio
de mantener una buena comunicación. Y, sobre todo, conseguir que ésta posea un básico
nivel de credibilidad. Héctor y Mara fueron estableciendo parcelas de proximidad, a
través de las palabras, durante esas horas que la noche permite, restándolas al
tiempo para el descanso orgánico que, necesariamente, el cuerpo demanda. Pero,
uno y otro, lo hacían con ilusión y constancia. Era como ir descubriendo y
compartiendo dos mundos desconocidos, entre ambos, que compensaran o
gratificaran la penosa soledad individual que habían de afrontar en las
circunstancias de sus respectivas existencias.
Héctor
ejerce como técnico informático en una agencia
de publicidad que opera, fundamentalmente, en el marco territorial andaluz.
Hace dos años que enviudó, a causa de un inesperado, y desgraciado, accidente
en carretera, sufrido por la que era su compañera sentimental. Es padre de una
cría de cuatro años que, desde ese brutal siniestro en sus vidas, es atendida
fundamentalmente, con esmero y dedicación, por su única hermana, casada y madre
también de un niño dos años mayor que la pequeña Estrella. En el marco de la
intimidad, no es mucho lo que conoce de Mara. Al margen de comentarios sobre
temas muy diversos, en lo personal sólo le ha confiado que es madre soltera de
un niño que ha comenzado a cursar la Educación Secundaria. Han intercambiado
una foto de sus respectivas personas y, a través de esa única imagen, ha
calculado que su amiga internauta debe tener poco más de la treintena. Percibe
que esta mujer es algo mayor que él, aunque ella ha sido cuidadosamente
reservada en ampliar datos especialmente personales. Sólo que trabaja en unos
grandes almacenes, ejerciendo como vendedora de ropa en la planta textil
aunque, a veces, también lo hace en otros departamentos.
Hoy,
después de un recorrido puntualmente diario por el correo de cada noche (a
veces, algunos más, aprovechando la posibilidad temporal del fin de semana) han
decidido aprovechar ese puente laboral que articula este año el Día de
Andalucía, para conocerse de una manera más directa. A este fin han acordado
citarse en un punto, más o menos intermedio, entre las ciudades donde ambos
residen. Ella viajará desde Sevilla, mientras que él lo hará desde Málaga. Héctor
ha gestionado la reserva de un motel en una zona residencial de la serranía rondeña, cuyos atractivos a través de
Internet han sido muy convincentes para pasar juntos ese par de días que
faciliten el mejor conocimiento recíproco.
En
este final del invierno, el tiempo meteorológico no ha sido cómplice generoso para
lustrar los días de la cita. La temperatura se halla estancada en niveles bastante
bajos, lo que provoca la percepción de un frío poco agradable. Además los
chubascos, intermitentes en su desarrollo, humedecen un ambiente que se hace
especialmente gélido cuando la tarde adormece. A pesar de esos escasos
incentivos atmosféricos, en la mañana del viernes, Héctor ha emprendido el
recorrido de esos kilómetros que le separan del punto de encuentro con su amiga
internauta. Piensa que, a pesar de la
eficacia generada por la comunicación electrónica, el trato directo es el
recurso más adecuado para ir conociendo, en lo posible, a una persona en la que
ha centrado muchas expectativas. “Es toda una aventura
por descubrir” se va repitiendo, mientras una música placentera le
acompaña en la conducción. Hoy es día de fiesta, en la comunidad autónoma, por
lo que el tráfico no está densificado a estas horas de la mañana. Una fina
lluvia le acompaña en ese recorrido que su Toyota va “devorando” camino de la monumental
y bella ciudad del Tajo.
En
un día tan desapacible pera el cuerpo, las instalaciones del motel están poco ocupadas. En la oficina de recepción le
informan que sólo hay tres casitas con visitantes. Se esperaba mucho más para
este “puente” pero el tiempo no ha colaborado. Se le ha adjudicado aquella que
ostenta el número 9, en el sector B, hecho que agradece pues tiene una
excelente orientación a un valle todo teñido de verde por la vegetación
exuberante que lo adorna. La húmeda neblina, que domina la atmósfera, impide
gozar mejor de un paraje sin duda encantador para el disfrute de la naturaleza.
Ordena rápidamente el contenido de su equipaje, disponiéndose a esperar le
llegada de Mara. Todo ello le sume en un estado de grato
nerviosismo.
La
casita, construida básicamente en madera de roble, se articula en un acogedor
salón presidido por una chimenea rellena de leños para la ignición. Hay un
dormitorio espacioso, provisto de una calefacción eléctrica, y otro aposento de
espacio más reducido con un par de camas en litera. La cocina está bien
diseñada, aunque hay un servicio de restaurante en el núcleo de recepción. El
cuarto de baño se halla provisto de todos los elementos necesarios y además hay
un aseo, junto al pequeño hall de la entrada. Todo ello muy rural y con ese
aire de albergue de montaña tan encantador o apetecible, para aquellos que
huyen por unos días de tanto cemento y asfalto como predomina en lo urbano. Destacan
los tonos color madera y en cuanto a la tapicería, dominan el rojo, el azul y el
anaranjado.
Prácticamente
son ya más de las dos en la tarde. Es la hora de echar algo de alimento al
cuerpo. Héctor entiende que ha de esperar un poco más, pues Mara ha debido
tener algún contratiempo en su desplazamiento a la cita. Ya, cerca de las tres,
y ante la espera frustrada, decide pasarse por el restaurante, donde toma un
guiso exquisito de lentejas, acompañado de una ensalada con un trocito de
merluza a la plancha. Vuelve a su casita comprobando, una y otra vez, el reloj.
“Algo le ha debido
ocurrir a esta mujer”. Pero no tiene
su número telefónico. Desde un principio ella rehusó facilitarlo, con firmeza,
sin darle más explicación. Sólo aceptó la comunicación mediante e-mail,
decisión que él no quiso o evitó discutir.
Las
horas en la tarde fueron pasando aburridamente, hasta la llegada de una noche
extremadamente desangelada y con lluvia. Vio un poco de televisión y trabajó
con su portátil. Aunque la señal del wifi era algo baja, soportando una lenta navegación,
puso sendos e-mails a su amiga, preguntándole si había tenido alguna dificultad
para el desplazamiento. Cerca de las nueve, se acercó bien abrigado hasta el
restaurante donde cenó algo caliente, en un espacio bien acondicionado donde él
era el único comensal. Con una taza de té, como único acompañante, estuvo
sentado un buen rato junto a los leños ardientes del hogar que ofrecían un
grato calor, olor y colorido a ese comedor tan vacío donde él meditaba una y
otra vez. ¿Qué le habría podido pasar a su compañera
de estancia? Las luces anaranjadas y somnolientas, que mostraban la
ubicación del motel, con su ritmo intermitente y cansino, daban un aire triste
y a la vez inquietante a este alejado paraje encastrado en la sierra. Muy
aficionado al cine, no pudo por menos que recordar la trama argumental de la
inolvidable Psicosis, ambientada en el inquietante Motel de Norman Bates.
A la
mañana siguiente, comprobó que seguían sin respuesta los correos enviados la
noche anterior. Tras el desayuno, dedicó toda la mañana a trabajar algunos
asunto pendientes, vinculados a su empresa. El tiempo seguía metido en agua y
frío, por lo que no apetecía hacer el previsto senderismo por los vericuetos
densificados de un arbolado, sin duda, precioso, pero recorridos con mejor
temperatura. Antes del almuerzo, puso un nuevo correo a Mara, por si hubiera
existido alguna dificultad para la recepción de los enviados la noche anterior.
Viendo que la situación atmosférica no tenía visos de cambiar, tras descansar
unos minutos después de comer, tomó la decisión de abonar su factura y de
emprender el regreso a Málaga, antes de que la noche incomodara aún más la
conducción, con el precario estado anímico que soportaba.
A
eso de las 8 del sábado, Héctor llegó a su domicilio. Dejó su corto equipaje y
se fue, rápidamente, a casa de su hermana Guada, a fin de estar un buen rato
junto a su hija Estrella. Más tarde de las once, ya en su casa (relativamente
cercana a la de su hermana) le seguía dando vueltas a este ilusionado y
frustrado finde para la amistad. En días sucesivos envió no menos que unos
cinco correos a Mara, sin obtener respuesta alguna. Se
sentía intranquilo y a vez desanimado ante una situación difícil de comprender.
Sobre todo le preocupaba que su amiga pudiera estar sufriendo algún problema de
salud. Pero, aparte de la comunicación electrónica, vía e-mail, no hallaba otro
recurso, debido a la recia voluntad que desde un principio estableció su amiga
internauta.
Ya
en la noche del miércoles, ideó una nueva vía para tratar de aclarar algo de
ese silencio que le aturdía. Localizó un teléfono del portal de Internet para
esos encuentros y, tras numerosos intentos, estableció comunicación con una
persona que se identificó como miembro de la atención al cliente. Su nombre era
Allan y se expresaba únicamente en inglés. Con
mucha dificultad (el nivel de Héctor en este idioma no es muy bueno) pudo expresar
su interés acerca de la persona con la que había contactado gracias a la página
on-line de encuentros. Su interlocutor le solicitó unos datos y le comunicó que
recibiría una explicación en castellano acerca de la consulta.
Exactamente
12 días después, Héctor recibió este texto. La transcripción que se ofrece de
su contenido no es totalmente literal:
“Estimado Sr. Nos complace transmitirle esta comunicación
acerca de la relación que ha mantenido con “Mara”. Debemos aclararle que este
nombre realmente no corresponde a una persona física. Está programado por un
sistema operativo que, en la actualidad se halla en proceso de estudio y
desarrollo. Dentro del portal de Encuentros, se eligieron a diez participantes,
mediante un riguroso sorteo, a fin de avanzar en esta innovadora y sofisticada experiencia.
Para su total tranquilidad, le reiteramos que esta persona es una recreación de
inteligencia artificial. Le rogamos disculpas por las molestias y
preocupaciones que su vinculación a la misma le haya reportado. Le agradecemos
profundamente la tipología de sus reacciones y seguimientos, datos que nos
serán especialmente útiles, junto a los de otros participantes, a fin de seguir
programando y mejorando esta vía de inteligencia y sentimiento artificial. Como
compensación, le enviaremos a su domicilio un interesante archivo digital de
programación para la salud. Atte. Allan”.
Héctor
denunció ante la vía judicial todos estos hechos, pero el caso está estancado
(no existe aún base legal suficiente). Permanece en aburrido letargo, desde
hace meses, en la fase de diligencias previas.-
José L. Casado Toro (viernes, 30 mayo, 2014)
Profesor
jlcasadot@yahoo.es